Partida Rol por web

Con una sonrisa observé al pajarito acercarse, todavía acariciando despacio la nuca de Eko. No pude evitar reírme suavemente cuando empezó a acomodar mi pelo y mi sonrisa se amplió al escuchar el susurro de él. - A mí él también me gusta mucho. - Respondí, moviendo la cabeza para rozar al pajarito con mi rostro. - Los dos lo hacéis. - Añadí, mientras me ruborizaba de nuevo. Una cosa era reconocer lo del pajarito en voz alta. Al fin y al cabo era imposible que no le gustara a alguien con lo adorable que era. Pero era la primera vez que reconocía que Eko me gustaba.

Después me callé otra vez, sin estar segura de qué debería hacer, si ponerme a hablar de otras cosas, o si se suponía que ahora teníamos que comentar lo sucedido entre ambos o algo por el estilo. Dejaría que fuera él el que tomase la iniciativa una vez más.

Cuando el susurro de Zyllah le llegó Eko giró levemente la cara, para alcanzar su piel con los labios, y dejó un beso sobre su epidermis. Era extraño oírle decir algo así, y durante un instante se preguntó si lo decía por lo que acababa de pasar, o más bien había sucedido esto porque era cierto.

Luego continuó tranquilo, acariciándola sin más, hasta que se decidió a explicar lo que había dicho en la otra sala. - Si digo eso en voz alta no debería ser un objetivo. Puedes levantar a Zagam si quieres, o a Andrew, y que todo termine hoy. Aunque probablemente tengas que matar a Gabriel. - Suspiró. - Y tenemos que decidir con cuidado qué hacer con el poder de Poron. - Añadió luego con cierta resignación al pensar en lo poco que le gustaba haberse quedado sin poder cambiar.

Me estremecí ligeramente al sentir sus labios sobre mi piel, mientras una sonrisa aparecía en mis labios. - Lo siento mucho por Zagam, de verdad he llegado a apreciarlo, pero creo que levantaré a Andrew... Esto tiene que terminar de una vez, Alexia no podrá seguir controlando a Ira durante mucho tiempo y además quiero derramar también la sangre de Gabriel.

Hice una pequeña pausa, mientras echaba cuentas mentalmente y empezaba a hablar más animada. - Si conseguimos que ellas vayan a por Marceline, podría enviar a Andrew a por Ira y que Alexia quedase como la única de su grupo. Yormund iría a por Gabriel... Si por algún motivo no terminase todo al amanecer, tendríamos como mínimo dos asesinos independientes a nuestro servicio. Tres si la protección de Ira no funciona por las noches.

- Tengo noticias. Alexia miró a Poron y ya sé qué despertó el tatuaje en él. Puede cambiar a alguien de bando... Alexia cree que sólo lo podría hacer si estuviera vivo, pero yo creo que no. Sospecho que fue él quien despertó la traición en Tetsuo. Y... - mi voz bajó de tono antes de seguir. - Bueno, quizá también me haya hecho algo a mí... Aunque creo que más bien lo que me pasó me abrió los ojos.

Suspiré, soltando su nuca para estirar la mano hasta acariciar la cabecita del pajarito. - ¿Sabes? He estado pensando... ¿Y si estaban equivocados en todo? ¿Y si lo que debían hacer no era mantener el Sello cerrado? Mimí dijo que ellos eran los grilletes... Dijo que ella era la última Guardiana y que todos se habían sacrificado para que llegase aquel día. Su muerte daría comienzo a todo... Pero ella no sabía cuál era el final de la historia, o lo que sucedería después. Y no creo que lo que debiera suceder fuese lo que pasó. No creo que en el libro estuviera escrito que hubiera una nueva guardiana de otra estirpe. Creo que está todo mal... Se necesitaban valientes que fueran capaces de admitir su historia y su verdad... Y sin embargo, todos salieron corriendo en cuanto pudieron como cobardes. Y la Guardiana que dejaron, la más cobarde de todos.

Hice una pausa, buscando su mirada con ojos brillantes mientras mi voz reflejaba un ligero fanatismo en su fondo. - Sí, mi destino estaba aquí... ¿Pero quién dice que fuera proteger el Sello? Eso lo deduje yo misma de la historia de nuestros padres. ¿Pero y si su destino era alargar la vida del Sello para que pudiera venir yo y abrirlo para Joselinne? Para que ella pudiera volver y crear un nuevo destino para la tierra. Una nueva estirpe más fuerte, más capaz... Sabes que son peores que nosotros. Mira a Marceline, o a Yormund... O a Annie o Ivhone... Competir contra retrasados, tú lo dijiste, ¿recuerdas? ¿Y si tú y yo estamos destinados a algo mucho más grande? A ser los primeros en un nuevo mundo... Limpio de los errores del pasado. 

Suspiré y lo miré, ladeando la cabeza, sin estar segura de haber hecho bien dejándome llevar por la euforia de mis pensamientos. - Si quieres traer a alguien aquí, trae a Liam, él puede protegernos, es útil. O si quieres, trae a Ira para sacarle de la estúpida cabeza acabar con nosotros... De todas formas, haré que Andrew derrame su sangre esta noche. No la soporto y no quiero más competencia para Alexia si por cualquier cosa esto no termina esta noche. - Lo miré, esbozando una sonrisa traviesa, mientras mis mejillas se sonrojaban de nuevo mientras susurraba y mi mano volvía a posarse en su nuca para acariciarla suavemente. - O no traigas a nadie y quedémonos este lugar sólo para nosotros...

Cuando Zyllah comenzó a hablar Eko continuó acariciándola con sus palabras de fondo. Sin embargo, desde el momento en que dijo lo de Poron sintió un golpe de frío dentro de él. ¿De verdad era eso? ¿El payaso la había cambiado? Se revolvió, poco conforme con la idea, antes de ascender para quedar a su altura, tumbado a su lado con una brazo extendido encima de su vientre y los dedos aún entrelazados a su otra mano.

- Creo que lo hicieron mal. - Admitió, comenzando con cautela. - Pero Poron me las va a pagar como te haya hecho algo. Si abrir el Sello es lo que debes hacer, te habrías dado cuenta cuando todo hubiera terminado y fueras la Guardiana. - Dijo mirándola a los ojos, desconcertado por la inmensidad de todo lo que ella había dicho.

Luego se quedó unos segundos callado, mientras todo lo que ella había dicho iba calando en su mente. - Creo que observaré a Marceline. - Dijo entonces, mientras tanto. - Por asegurarme de si puede o no hacer lo otro que tu madre podía. La situación no está como para que no intercambien con nadie. - Murmuró, mientras sus ojos profundizaban en los de ella.

- Está bien. - Asintió al final, tras pensarlo un rato y decidiendo conscientemente no ahondar en la idea de que ella realmente habría llegado a matarle. Una media sonrisa se formó en su rostro al volver a hablar de nuevo, un poco más cómodo superada la impresión inicial. - Lo que dices es... una posibilidad. - Admitió, antes de dejar un beso en sus labios. - ¿De verdad crees que Joselinne podría estar esperando para volver?

Ante su parca respuesta me encogí un poco. Quizá no había sido buena idea decir todas esas cosas de repente... Quizá él no estaba preparado para entenderlas todavía. - Poron está muerto y no va a volver... Pero no sería necesario que le hicieras nada, sólo me ha abierto los ojos. Si es que ha sido él... - Dije, en un susurro, arrepintiéndome de haber hablado tanto. Después suspiré y lo miré extrañada cuando habló de Marceline. - ¿Qué más da si pudiera hacer algo así? Lo más probable es que todo termine esta noche... Está en nuestra mano que lo haga, ¿no?

Reflexioné sobre sus palabras acerca de Joselinne y me encogí de hombros, sin querer extenderme de nuevo. No quería volver a asustarlo. - Bueno, recuerda lo que dijeron las niñas antes... Que ella iba a llegar... Mimí también habló de Joselinne cuando todos llegaron. Creo que quizá podría ser ella. Pero no es nada seguro, claro, sólo es una idea. - Terminé, intentando quitarle importancia, ligeramente incómoda. - ¿Qué esperas tú de todo esto si no? - Pregunté finalmente tras una pausa, buscando sus ojos con los míos cargados de interrogantes. 

Eko arrugó levemente el ceño cuando ella defendió a Poron, pero no dijo nada. La idea de construir algo mayor que él mismo iba cobrando fuerza, y aunque le faltaban muchos detalles era, sin duda, mucho mejor que cualquier otra de las que había tenido hasta el momento.

- No lo sé. - Respondió de manera sincera, apretando levemente sus dedos. - Aún necesito verlo con un poco de perspectiva. Aunque sigo pensando que nadie más que los que estén bajo nuestro control deben sobrevivir. Ya sea para una cosa o para otra, no merecen formar parte de esto. Además, no hacemos más que salvarles la vida y no hay ni siquiera un agradecimiento.

- En cualquier caso, sea Joselinne o no, y decidamos para donde decidamos tirar, te apoyaré. Es cierto que el mundo ha ido a peor desde lo que pasó en la otra reunión. Lo peor que puede pasar si abrimos el Sello es que matemos al enfermo terminal, que morirá de cualquier manera de seguir así.

- Sólo te digo una cosa. Al puto engendro que me hizo tragar arena me lo cargo, con Sello o sin él. - Añadió al final con una sonrisa, volviendo a acariciar su cuerpo. Al otro lado de ella Àine se acercaba un poco más a su cara, buscando ampliar su contacto.

- Cuando todo terminó la otra vez las cosas se volvieron un poco locas, y lo hicieron antes del amanecer. Azhariel utilizó el poder de Diarmuid durante el día. Verona trató también de levantar a Valfar entonces. No voy a arriesgarme a que puedan intercambiarte por Yormund. - Sentenció, mirándola a los ojos, antes de buscar de nuevo sus labios.

Me sentí mejor tras sus palabras y la ternura con la que trataba de protegerme hacía que me derritiese bajo sus labios. Respondí a su beso con dulzura, enredando mis dedos en sus cabellos. Cuando se separó de mí, busqué su mirada. - De acuerdo. ¿Te parece bien que levante a Andrew entonces? - Pregunté, dubitativa.

Mientras esperaba su respuesta solté su nuca para volver a acariciar al pajarito, con una risita al sentir sus plumas acariciando mis mejillas. Intenté atisbar dónde había quedado mi ropa sin mover la cabeza, para no molestarlo, pero era difícil hacerlo teniendo al pajarito encima del pelo, así que finalmente desistí por el momento.

Antes de responder, Eko suspiró. Parecer bien era un término relativo. Le parecía bien que todo terminase esta noche, y Andrew podía ser necesario para asegurarlo. Pero le gustaría que hubiera otra manera que no implicase renunciar a lo único que le aseguraba que, por mucho que se torcieran las cosas, ambos tenían al menos una salida más que el resto.

- Claro. - Le dijo, poniendo la mirada sobre sus ojos. - Levántalo y dale recuerdos de mi parte. - Añadió con un tono cercano, llevando su mano en una larga caricia hasta su mejilla.

- La otra opción sería levantar a Syd - El alquitranado Syd. Por encima de su cadáver- y que él tomara el poder de Andrew. No merece la pena. - Dijo luego con voz grave.

- No estoy segura de que a Syd todavía le diese tiempo de tomar el poder de Andrew esta noche... Y esperaré hasta el último momento para levantarlo, creo. Por si Zagam dice algo que me haga cambiar de opinión, o no sé, por si algo pasara. - Hice una pausa, insegura sobre el hecho de usar la última de mis cadenas, la que habíamos estado guardando hasta ahora como un recurso extra. Si no me equivocaba, era la única forma que quedaba para que alguien pudiera volver, y me creaba una leve aprensión usarla finalmente. - Pero me alegro de que te parezca bien. - Terminé, con una sonrisa. Si a él le parecía bien, no podía haber ningún problema con ello. No se mostraría de acuerdo si hubiera alguna duda al respecto.

Volví a buscar mi ropa con la mirada, a pesar de lo agradable que me resultaba el contacto de su piel directamente contra la mía, me sentía completamente expuesta estando desnuda. - Oye... ¿Sabes dónde está mi ropa? - Pregunté finalmente en un susurro, mientras mis mejillas se sonrojaban de nuevo, al constatar en voz alta mi desnudez, sin querer moverme para buscarla directamente.

Eko escuchó la respuesta de Zyllah y asintió en silencio. El momento tras el sexo venía acompañado de cavilaciones y planes susurrados, y una densa sensación se iba apoderando de él. No era modorra, ni sopor, sino que se trataba más de la certeza de que le haría falta mucha fuerza de voluntad para moverse ahora. Apoyado a medias entre ella y el suelo, en pleno contacto con su piel, aprovechó la excusa que le daba la pregunta de ella para levantar la cabeza y buscar con la mirada, recorriéndola entera con los ojos.

- Ha desaparecido. - Dijo entonces serio, volviendo a mirarla directamente a ella. Sabiendo ahora que aquella había sido su primera vez parecía comprensible que quisiera vestirse. Probablemente de otra manera acabaría muerta de vergüenza. Con la intención de aprovechar los minutos que le quedasen de su cuerpo comenzó a recorrerlo con la punta de los dedos, y una expresión traviesa se formó en su rostro mientras volvía a tenderse sobre ella, acercándose mientras tanto a un palmo por debajo de su ombligo. - ¿Es que la necesitas para algo? - Preguntó con voz grave contra su oreja. Mientras tanto Àine disfrutaba de sus caricias, frotando con suavidad sus plumas contra ella cada vez que disminuían.

No pude evitar sonrojarme completamente al ver cómo me repasaba con la mirada al buscar mi ropa. La caricia de su mano me provocó un suave escalofrío y mi piel se puso de gallina por donde pasaban sus dedos. Una risa nerviosa salió de mis labios con su respuesta y sentir su aliento contra mi piel en su susurro terminó de erizar la piel de mis hombros. - Oh... Yo, bueno... Es que... - Empecé a titubear, sin saber muy bien qué decir. ¿No era lo normal vestirse después? ¿Aunque fuera un poco? - Supongo que no... Aunque... ¿Y si ha pasado algo raro y de repente aparece Marceline aquí? - Pregunté finalmente, con un tono un poco inseguro.

Al escuchar su respuesta Eko liberó una suave risa, maravillado con lo cohibida que parecía de repente. ¿A cuántas chicas habría quitado él la virginidad, sin pararse a ver ese momento de esta manera?

- No te preocupes. - Le susurró, empezando a cambiar un poco la postura para quedar tendido por completo encima de ella, piel contra piel. - Si viene Marceline, yo te tapo. - Bromeó con voz grave, fingiendo que su cuerpo podía cubrir cada milímetro de ella.

- Llevo días esperando tener esto... - Continuó entonces mirándola a los ojos, mientras se inclinaba un poco de lado para observar su vientre, pasando la mano por los lugares que visitaban sus ojos. - No lo escondas todavía. - Dijo, sin dejar claro en su tono si era o no una petición.

De nuevo una risa nerviosa salió de mis labios al escuchar su broma, pero desapareció de golpe al escuchar sus siguientes palabras y sentir su mirada. - Oh... De acuerdo. - Respondí, terminando de ruborizarme por completo. - No pensé que te importase...

Me moví un poco, buscando una postura más cómoda, aunque me resultaba difícil sintiéndome tan expuesta como me sentía. Finalmente añadí algo más, mientras con la mano acariciaba al pajarito junto a mi rostro. - Pero más te vale que no aparezca Marceline de repente... que por cierto, ¿se puede ser más idiota?

Cuando Zyllah aceptó quedarse desnuda una sonrisa se dibujó en el rostro de un Eko victorioso.

- La verdad es que rivaliza con la señorita-genio Vanna. - Le dijo, divertido. - Parece mentira. Lleva todo este tiempo desconfiando de mí, y ahora que nos hemos decidido a matarla es cuando decide darme el voto de confianza.

Después Eko se quedó durante unos segundos callado, simplemente mirándola a los ojos mientras Àine y él disfrutaban de su contacto. Luego se levantó sin decir nada, y sin mostrar ningún tipo de pudor se acercó a la mesa, levantando la esquina de la tela que la cubría.

- ¿Sabes lo que es esto? - Le preguntó desde allí con una media sonrisa mientras admiraba su cuerpo

- Y cómo ha decidido ahora sacrificarse a pesar de las amenazas de esta mañana... - Apunté, mientras contemplaba con curiosidad cómo se levantaba y se acercaba a la mesa. 

En cuanto lo hizo me giré un poco de lado, cruzando las piernas y tapándome un poco. Una cosa era seguir desnuda mientras se quedaba a mi lado, en contacto permanente con su piel y otra quedarme de repente sola en el suelo. No podía evitar sentir vergüenza. 

Lo miré desconcertada en un primer momento, sin tener ni idea de a qué se refería. Hasta que se me iluminó la bombilla y me reí suavemente, mientras alzaba una ceja al mirarlo. - No me digas... ¿Un edredón? - Pregunté, antes de volver a reírme.

Suavemente, Eko negó con la cabeza cuando ella trató de adivinar, aunque en su sonrisa se podría ver claramente que había acertado. - No es un edredón... - Le dijo, mientras cogía en la mano las cartas de Poron, para que no cayeran al suelo al retirar la tela. - Es EL edredón. Aquél que está destinado a taparnos por las noches. - Dijo con tono serio, como si fuese algo realmente importante. - Aquel que cubrirá nuestros cuerpos y nuestras almas del mundo, dándonos sólo a nosotros acceso a ellos. - Continuó, mientras se acercaba. - Aquel que nos esconderá de la llegada de Marceline cuando nos tapemos hasta la cabeza para no verla también aquí. - Concluyó, mientras se quedaba de piel a su lado. - Si Zagam no nos dio un edredón fue sólo porque sabía que no podía darnos EL edredón, pero ahora ya está en nuestro poder. - Añadió mientras lo extendía sobre ella.

- Ya podemos marcharnos y olvidarnos del Sello: Ya tenemos lo que veníamos a buscar. - Finalizó aún con tono serio, tumbándose a su lado.

No pude evitar empezar a reír con cada una de sus frases, sobre todo con la que se refería a la posible llegada de Marceline, aún sabiendo que probablemente sólo estaba haciendo el payaso para animarme por lo de Zagam. Sin embargo, realmente lo conseguía y cuando se tumbó a mi lado lo miré con una sonrisa, sintiéndome mucho más cómoda debajo de la tela de la mesa. 

Estiré la mano para acercarlo hacia mí, evitando mover la cabeza para no molestar al pajarito y lo atraje hasta mi boca. Acaricié su nuca antes de hablar. - Gracias. - Susurré, mirándolo a los ojos intensamente, con la sonrisa aún colgada de los labios. Lo contemplé todavía durante un instante largo antes de terminar de acercarlo a mí para besarlo dulcemente.

Tendido de nuevo a su lado, Eko no terminaba de cuadrar aún que para ella fuese la primera vez. Ya tenía una edad, no era fea y desde luego la educación que le habría dado Nybras no debía haber sido muy cerrada en ese sentido. Aunque con lo loca que estaba para algunas cosas, lo mismo se estaba reservando para el Sello, o algo parecido.

- Podemos repetirlo cuando quieras. - Susurró mirándola a los ojos cuando el beso terminó, con su cuerpo pegado de nuevo al de ella. Era la primera vez que alguien le agradecía algo así, eso desde luego. - ¿Te lo imaginabas así? - Preguntó tras unos segundos con voz suave, mientras la acariciaba por debajo de la improvisada manta.

Su ¿ofrecimiento? me sobresaltó y lo miré sorprendida durante un instante. Pero antes de que pudiera responder me hizo una pregunta y no pude evitar ruborizarme de nuevo. Suponía que no tardaría en hacer que la conversación girase sobre eso, aunque la verdad es que habría esperado más bien burlas por su parte. 

Me encogí de hombros, ligeramente incómoda al hablar de ello, pero decidida a no ser yo la que negase el tema de conversación. - Oh, pues más o menos sí. La verdad es que pensaba que dolería más... Y no me lo esperaba tan... Arrollador. - Expliqué, tratando de no darle mucha importancia, como si fuese lo más normal del mundo hablar de ello, pero sin ser capaz de perder el rubor de mis mejillas. 

Después parpadeé y lo miré ligeramente dubitativa. - ¿De verdad te gustaría repetirlo? - Pregunté sin poder evitarlo, con los ojos teñidos de curiosidad. ¿Lo decía en serio? ¿O sólo para que me sintiera bien?

En la expresión de Eko apareció una media sonrisa con si respuesta, tomándose aquello como una especia de cumplid. Arrollador. Estaba bien eso.

Sin embargo, con su pregunta la miró desconcertado un instante, sin saber si realmente lo dudaba o si sólo quería oírlo en voz alta.

- Sólo estoy dejándote unos minutos de descanso por si te duele repetir tan rápido. - Le dijo con voz grave, casi como una amenaza, mientras su miraba mostraba un incipiente deseo. Al mismo tiempo su mano, sin dejar de acariciarla, descendía un poco, jugando en su piel cerca de su zona más íntima.