Partida Rol por web

La mañana llega y con ello el primer día real de clase. Algunos están más cansados que otros pero ninguno falta al desayuno. Los prefectos además reparten a los nerviosos primerizos sus horarios y contestan a las preguntas necesarias antes de poder dedicarse a sus propios asuntos.

A partir de ahora, con los EXTASIS, las asignaturas son escogidas por vosotros y por lo tanto las clases mezclan ahora todas las casas. Hoy por la mañana os toca DCAO, una asignatura que motiva a la gran mayoría como demuestra que casi nadie ha dejado de cursarla. 

Me desperté con dolor de cabeza. No lograba recordar casi nada de la noche anterior, el único recuerdo claro que tenía era que tuve una conveesación con Yolanda para decirle que se cortara un poco con Dean, que no aguantaba más ver como intentaba temer temita con él. Que era mi cumpleaños y que yo estaba coladisima por él desde hacia mucho tiempo. Que solo por esa noche me hiciera el favor. Obviamente eso era mentira, todo fue para salvar a mi amigo de los provocadores bailes de la Gryffindor, como petición suya. Por lo demás, no recordaba nada. Una cosa sí que tenía clara, había desistido de intentar nada con Remus. - Mia, ya es el día siguiente?- Le pregunto a mi amiga desde la cama. -Qué pasó ayer?- Si alguien lo sabía seguro que era ella. Cuando bajé al gran comedor, muerta de sueño, desayuné poco a poco de lo que tenía más cerca para ver si eso hacia que me encontrara mejor. Qué tal habéis pasado la noche?- Les pregunto a mis compañeros de mesa.

Yo me desperté fresca como una rosa. Apenas había bebido anoche, preferí ver como los demás lo hacían y se ponían como cubas, era muchísimo más divertido. Lo pasé realmente bien, bailando, intentando que Remus e Irina estuviesen juntos y/o a solas por algún motivo u otro... pero no funcionó. No por ello me doy por vencida, estas cosas requieren tiempo y paciencia. 

Me desperté y salté sobre la cama de Irina.

-Vamos, vamos, dormilona. Ya es el primer día de clase y tienes que ir con ganas y energía para el primer día de clase.-le digo, haciéndole cosquillas. Ante su pregunta, sonrío maliciosa y respondo:-Oh, nada interesante... sólo te desnudaste y bailaste sobre la mesa...-al ver la cara que pone, me río y niego con la cabeza-Es broma, es broma, no hiciste nada raro, te portaste muy bien. 

Me levanté de su cama y me quité el pijama (una camiseta de un equipo de quidditch) para meterme en la ducha y, tras ésta, comenzar a ponerme el uniforme que tan poquísimo me gustaba. En vez de ponerme los calcetines negros hasta las rodillas, me puse uno de los míos, rojos. Son más bonitos. 

Antes de bajar, cojo un botecito de aspirinas que llevaba en el baúl, por si acaso. Además, Helen, al desconocer el sitio al que vamos, siempre nos da algunas que otras pastillas y medicinas para el dolor de cabeza o de estómago, resfriados... lo típico. 

Bajamos al Gran Comedor junto con mis amigos, aunque en la mesa ya estaban unos cuantos. Me sirvo mi desayuno: tostadas, cereales, huevos, bacon, croissants, pastel de chocolate, zumo de calabaza, chocolate caliente... Todo menos café (¿os imagináis cuanta energía tendría si me tomase un café?), es decir, lo que viene siendo un desayuno completo... demasiado tal vez, pero mi estómago no tiene fondo y mi metabolismo (y todo el ejercicio que hago) me ayuda a no engordar un gramo. ¡Adoro ser yo!

Cuando Irina comienza a comer su desayuno, le sirvo un vaso de agua y meto una aspirina en ésta, observo como se deshace en el agua y remuevo con una cucharilla.

-Anda, tómate esto, resacosa, te vendrá bien.-le digo, poniéndole el vaso en la mano y dándole un beso en la sien. Me giro a los demás comensales:-¿Alguien quiere?-ofrezco el botecito de aspirinas. 

-Ya sabes que lo pasamos genial, ¿a que sí?-pregunto a los chicos. 

Aunque concilié pronto el sueño, me desperté a medianoche y no pude parar de pensar en como había sido el primer día de la vuelta.

El cumpleaños de Irina, el encuentro con Debbie, la rotura de Irina y Zane y finalmente, la fiesta.

Antes de que me diera tiempo, el despertador sonó, así que me levanto rápidamente y me doy una ducha. Cuando salgo, comienzo a mirar a mis compañeros, sabía que alguno tendría resaca por la bebido de la fiesta, por lo que poco a poco comienzo a despertarlos.

Venga chicos, que se os va a hacer tarde.

Cuando veo que la mayoría ha abierto los ojos, bajo al Gran Comedor.

Soy de los primeros en llegar, así que veo como poco a poco, van llegando el resto de alumnos. 

¿Dónde estará Debbie y dónde se habrán metido Irina y Mia?

Absorto en mis pensamientos, veo como las dos Gryffindors entran en escena.

Hola Chicas, Irina, tienes mala cara. Anda come algo. Por cierto, aún no te he dado las gracias por lo de ayer - digo en voz baja para que solo puedan escucharme Mia e Irina - no se que le dirías a Yolanda, pero desde luego no volvió a acercarse a mí en toda la noche.

Ya en el desayuno, la falta de apetito y de entusiasmo por mi parte volvieron a mí, y lo reflejé jugando con la primera tostada que me puse en el plato, que acabó desperdigada en miles de migas en el plato, antes de volverlas a juntar con el tenedor para tomar el primer bocado. Sinceramente, mi cabeza estaba lejos. En la chica de séptimo, la chica de cuarto, los chicos y chicas de sexto... Y en todas las mañanas, las cenas, iba a tener que compartir asiento con todos y todas con los que sentía, o bien aprecio, o bien indiferencia. Ni siquiera me puse nada en la tostada. Mi plato, así como mi tez, mostraba una faceta poco visible de mí. Vacía de vida y de color, prácticamente sombría. Así como el día anterior no había dejado que eso se reflejara en mí, hoy no lo había hecho. Hoy no me sentía con ganas de esconderme.

- Buenos días Aelia, te veo sombría. - dice la chica sentándose enfrete. - ​¿No has dormido bien?

La mañana había empezado tranquila, me sentía morir en realidad, ahora maldecía a Ellen por haberme hecho trasnochar hasta altas horas. "Maldita, me las pagarás... Necesito horas de sueño, muchas horas de sueño Como buena Prefecta me dediqué durante los primeros minutos a dar entrega de los horarios, así como de resolver dudas ¡Por qué todos esos pequeños eran tan adorables! Estaba por hacer mi propio equipo de adorabilidades adorabilidosas "¡Aww! Este años acabaré muerta de amor, míraleees" Cuando el último horario cayó en manos de su dueño sonreí para despedirlos, deseándoles suerte en su primer día.

Me senté tranquilamente, mientras me preparaba una tostada de las mías, esas tan... ¡Geniales! Mientras pegaba el primer bocado busqué con mi mirada a Ellen ¿Se había dormido? Que envidia me daba a veces la maldita. Preparándome otra tostada, aparte de la que llevaba medio comida, me levanté para acercarme hasta la mesa de los azulitos. Tenía que buscar a Brad para hablar con él, pero parecía que no estaba allí, igualmente había caras conocidas. Sin preguntar, me senté con la espalda posada en la mesa y junto a Aelia.- Es un día demasiado bonito para verlo tan gris ¿No crees? -Miré mi tostada, pero apartando su plato hacia atrás le ofrecí la que no había ni siquiera tocado aún. Mi plato especial, una fruti-tostada.-Vamos, es más fácil sonreír, cualquiera diría que suspendiste un examen.-Dejándole la tostada para ella me levanté acomodando mi túnica.-¿Sabéis donde puede estar Brad? Necesito hablar con él.-Hice una leve muequita con mis labios, pero después sonreí ampliamente.- Por cierto... Hola Anne, se me pasó por alto, pero tampoco es que mis neuronas estén a alto rendimiento... Algunas de ellas piensan en dormir.

Subí a desayunar el primer día de clases, con no demasiado ánimo por esa asignatura. Siempre la saco con la gorra, pero es algo de esperar. El interés inicial porque en esa asignatura hubiese algo interesante se fue a los pocos días, y el hecho de que la escogiese sólo fue porque tiene muchas salidas profesionales y porque no me tengo que esforzar demasiado.

Apuesto mi cabeza a que la mitad de mis compañeros no la hubieran aprobado si tuviera el nivel de otras escuelas...

Aburrido me siento en la mesa para servirme una tostada. La noche anterior podría clasificarse de interesante, pero desde luego no esperaba que Mia hiciese algo así...

No ves a Edward Stewart, pero también faltan otros alumnos así que no es una prueba irrefutable. Aún.

Me resultó difícil dormir, de hecho mi sueño fue bastante intranquilo. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, el día anterior había sido interesante pero... raro. Así que aparecí en el comedor bostezando. El comedor ya empezaba a animarse y me dirigí a la mesa de Slytherin para poder tomar algo que me despejara.

Saludé a todos con un escueto buenos días y me senté, como hacía muchas veces, al lado de Zoe, sin prestar atención a alguien en concreto. Me serví zumo, unas tostadas y un café que necesitaba con urgencia, porque sino acabaría durmiéndome en las clases del día.

Negué con mi cabeza en dirección a Anne levemente. Si bien la noche la había pasado bien, al despertarme una sensación de desasosiego había invadido mi cuerpo y desde entonces me mantenía en un estado parecido a la depresión. No contesté de forma inmediata, pues no sabía muy bien qué contestar a Anne. ¿Me veía sombría? Podía ser. Los sueños que había tenido no habían sido apacibles, pese a que había dormido más de las siete horas a las que me había acostumbrado hacía ya dos años. Acaricié mis largos cabellos con la palma de la mano. Luego, recoloqué la capucha con delicadeza, mirando distraídamente al plato ya vacío de las tostadas, sin intención de servirme más comida por ahora.

Mientras mi cuerpo yacía tranquilamente entre las sábanas en posición fetal y mi pecho se expandía y contraía al compás de mi respiración tranquilizada mi mente abandonó mi cuerpo por unos minutos. No sabría decir cuando concretamente, ni por cuanto tiempo, simplemente sabía que me había pasado. Viajé lejos, sobrevolando una montaña con árboles que desde arriba parecían miles de flechas apuntando en mi dirección. También pasé un río de aguas claras y heladas que zigzagueaba entre las rocas de arcilla. Me detuve sobre un claro llano, en el que una solitaria niña completamente desnuda, recién comenzaba a tocar, en un piano de marfil blanco, la dificilísima sonata en re mayor de Schubert que a tantos y tantos pianistas había causado dolor de cabeza. Durante la más de media hora que estuve observando a aquella niña, que debía tener entre siete y diez años y el cabello rubio como el oro, todo sonido externo se vio silenciado por sus manos. Se encontraba completamente aislada de la humanidad. Miré al horizonte unos instantes. El bosque ocupaba todo el campo de visión de mi vista, y no había indicios de que por allí, en lo más recóndito de aquél inmenso bosque, hubiera pasado jamás un humano. Dirigí mi vista de nuevo hacia la niña, el viento puso algo de mi cabello enfrente de mis ojos y me aparté los mechones con mi pálida mano. Al claro habían acudido diversos animales que, atraídos por la curiosidad, parecían embelesados por las cuerdas golpeadas por los martillos.

Ninguna de las interpretaciones de la sonata en re mayor de Schubert era perfecta, y menos cuando se interpretaban los cuatro movimientos de corrido. Era una de aquellas melodías que, tal y como decía mi padre, “poseen cierto tipo de imperfección que cautiva el corazón de cierto tipo de personas precisamente por eso, por ser imperfectas”. Y aquella interpretación no fue una excepción. Sin embargo, en las manos de aquella niña se podía apreciar una sutileza que no se encontraba en las interpretaciones de todos los pianistas cuya versión ya había escuchado con anterioridad. Se trataba de algo tan bello, y al mismo momento de algo tan injusto que causó en mí unos sentimientos de asombro y malestar que había permanecido hasta la fecha. En ocasiones, no se trata de la violencia o terror de los sueños sino de su significado, sino de la globalidad y significado de los mismos. Y aquél sueño, aquella interpretación, me había aterrado, y causaba en mí unas sensaciones que no sabía muy bien cómo exteriorizar.

-Dormir he dormido bien, Anne- empecé, con franqueza. –Ha sido el sueño lo que me ha perturbado- comenté, pero cuando quise explicar en qué consistía el sueño, me di cuenta que jamás iba a encontrar las palabras para definirlo, así que preferí quedar en silencio después de esas palabras y concluir mi corta charla. El bullicio era lógico. Por una parte, hoy empezaban las clases, y los jóvenes (y algunos no tanto) seguro que se sentían entusiasmados por el inminente inicio de la rutina que llevarían los próximos nueve meses. Por la otra, hoy era teóricamente obligatorio que, durante el desayuno, nos encontráramos todos reunidos para el desayuno, puesto que los alumnos que no se encontraran presentes no recibirían sus horarios.

Diane apareció a mi lado, y debo admitir que por poco me asusta. Le miré el cabello, que parecía, como siempre, una multitud de toboganes para niños repletos de chocolate. El paso de los años le había tratado muy bien (no como a otras personas), dejando a su estela múltiples recuerdos en mi cabeza y en las de muchas personas. Si existía alguna chica que hablaba sin parar cuando estábamos en primero, sin duda se trataba de ella. Y a aquél cambio físico se le había sumado uno mental, de madurez. Era probable que entre los que nos encontrábamos en sexto, ella fuera la que más hubiera cambiado a nivel de madurez emocional.

-¿Crees que es un bonito día para estar gris? ¿Y qué separa la línea de los días que son bonitos de los que no lo son? “Todos los géneros de felicidad se asemejan, pero cada desgracia tiene su carácter peculiar”- añadí, formándoseme una pequeña sonrisa satisfecha en la comisura de los labios. –Es buena, ¿eh? Es de Tolstói. ¿Qué hace mi día gris? No soy capaz de saberlo. Si algo sé es que tengo que intentar suprimir esos sentimientos lo antes posible- Concluí, arqueando un tanto las cejas antes de que preguntara por Brad. Negué con la cabeza, y le agradecí la tostada. “Tostada con frutas, qué… Singular.” No me importaba demasiado la ubicación del prefecto de nuestra casa. Tenía que entregar los horarios, al fin y al cabo, y las bromas de ayer hacia Mia me habían hecho sentir algo de vergüenza ajena. No obstante, ya aparecería.

Mis dos amigos de Slytherin aparecieron por las puertas del comedor y se sentaron. No parecían especialmente contentos. No tenía nada que reprocharles puesto que yo tampoco me sentía especialmente animada, pero me sorprendió no ver a Zane con su habitual sonrisa, ni a Debbie mínimamente animada. “Vaya tres piezas nos hemos juntado, a cada cual más rara.” Las comisuras de mis labios se elevaron un poco más, satisfechas ante mi propia observación.

Bajo hasta el comedor con cierta cara de cansancio. Y es que después de un cansado viaje en tren y una copiosa cena...lo aconsejable es acostarse a descansar. Cosa que no hice, por supuesto.

Todos los años igual, la primera mañana es terrible porque siempre trasnocho. Por más que me proponga no volver a hacerlo...

No tengo ninguna gana de ponerme a dar vueltas o estar atento a los chavales de primero, por lo que sencillamente agito mi varita para que aparezcan unas brillantes letras en el aire:

"Alumnos de 1º de Ravenclaw, recoged el horario aquí"

Y una flecha que indica justo debajo, que es donde me sentaré. Tras hacerlo, me siento y sirvo comida mientras saludo a todo el que esté cerca.

- De nada, Dean. Fue divertido. Lástima que no recuerde mucho más de la noche...- 

Cojo el medicamento que me había dado Mia y me lo tomo sin pensar, de un trago. Me da un dejavu al hacer ese gesto; la noche anterior seguro que lo había hecho bastantes veces. 

- Puagh, menos mal que me lo he tragado rápido. Gracias Mia.- Apoyo la cabeza en mi amiga, algo chafada. No esta mi cuerpo como para hacer clase ahora. 

Veo como Zane entra en el gran comedor y evito mirarlo mucho. "Sé fuerte, sé fuerte" Pienso mientras sin querer le miro de reojo. No parecía muy afectado, no. Pero bueno, yo ayer evadí mis pensamientos bebiendo, cosa que nunca hago. 

- ¿Esta tarde habéis pensado hacer algo?- Pregunto a Sirius, James, Peter, Remus, Lily, Mia y Dean. "Sí, hacer cosas me vendría bien. Podría quedar con Donnie, pero él no parece poner nada de su parte para que nos volvamos a hablar."

- Eres realmente curiosa cuando te lo propones, Aelia.-Me había dejado sin palabras basicamente. A veces este tipo de cosas conseguían bloquearme por todos los frentes, obligándome a quedarme callada. Me llevé la mano hacia la nuca, masajeándome lentamente Estoy demasiado cansada como para andar con juegos de palabras. - En fin, sea lo que sea... Que hace que tu día sea así, deberías apartarlo, manteniendo ese comportamiento solo conseguirás hacerte daño.-Sonreí de igual forma, mientras negaba con la cabeza un par de veces Sea lo que sea, es igual... No me encuentro bien, tengo sueño y mantener una conversación de tal nivel es todo un sufrimiento. Mientras pensaba dirigí mi mirada por todo el lugar ¿Dónde se metía Brad cuando se le necesitaba? No tenía ni idea.

Mi mirada se levantó cuando apareció un peculiar letrero, una leve risita brotó de mis labios Vale, creo que ya le encontré... - Chicas, nos vemos en clase, tengo que arreglar unas cosas .-Me encaminé hacia donde estaba la indicación. Mis pasos eran tranquilos, y la verdad era que no tenía prisa por llegar a mi compañero, aunque si era mi objetivo. Colocándome detrás, dejé descansar mi cuerpo contra su espalda, inclinándome y dejando mi barbilla en su hombro, así como mis manos en sus brazos.- Buenos días, te buscaba.-Besé su mejilla, para después sonreír.- ¿Estás ocupado después de clases?.-Susurré cerca de su oído, para que quedase entre nosotros, tampoco iba a gritar a los cuatro vientos.

Entré al Gran Comedor con los ojos casi cerrados. "Madre mía... cuanto habré dormido...?" En modo zombie llegué a una mesa, no sabía ni cual era, me senté y me puse a comer una tostada sin untarla en nada. Era como si tuviera resaca... aunque... yo nunca me había emborrachado... como saber si eso era como tener resaca...?
Masticaba casi sin hacer fuerza. Tenía mucho MUCHO sueño, pero no había problema, unos minutos en el Gran Comedor y se me pasaría
-Ah sí... Buenos días a todoooooos! -me había acostumbrado desde hacía un tiempo a hacer eso. Así quien me escuchara se daba por buen dieado.

"Toca defensa contra las artes oscuras... cuanto me quedará para desayunar...? Buff... mejor que vaya moviendome o algo..."

Y casi sin haber desayunado y pegando un ultimo trago a un batido de chocolate me fui del Gran Comedor, dándome cuenta que había estado comiendo (aunque fueron 5 minutos) en la mesa de los Slytherins. "Genial Donnie..." Pensé dándome una palmada en la frente mientras me iba.

Tras el desayuno, unos antes que otros, os dirgís al aula que tenéis marcada en los mapas. Después de años en el castillo ya no es un misterio para vosotros qué significa 'tercer piso, ala oeste, 4ta aula'. Cuándo es la hora, la puerta se abre y podéis ver a la profesora Dekkers sentada en el escritorio (encima, no en la silla, igual que hacía en vuestro primer año) y a Jack Darcy al lado. Él en cambio está depié y serio, casi cmo si fuese una estatua.

- ¡Cuánto tiempo, pasad y sentáos! - dice la profesora con entusiasmo indicandoos el semicírculo de sillas que hay frente a ella, pues los pupitres están todos amontonados en las paredes. 

La profesora ha cambiado por un lado pero sigue igual por el otro. Es sin duda más mayor (el tiempo pasa igual oara todos) pero sigue siendo joven y jovial , que es tal vez más importante y lo más destacable, ya que el resto de vuestros profesores son muchísimo más serios. El pelo ahora parece ser de su color natural, castaño en lugar de granate brillante y sus ropas no tienen nada de formal. De hecho, son cómodoas, infromales y algo gastadas,parecen ropas de viaje y no es extrañaría que esas fueran sus ropas mientras cazaba vampiros y otras misiones que se escuchan sobre su reputacion. Además podéis ver tatuajes en casi cualquier parte de su cuerpo excepto la cara. Algunos parecen 'estilo muggle', y por lo tanto decorativos,pero otros son claramente mágicos. La mayoría no tiene ni idea sobre los tatuajes mágicos* pero sigue siendo fácil distinguirlos por los vivos colores o porque algunos os da la impresión que se mueven o cambian.

Sois un grupo realmente grande cuándo el último entra y se sienta. Esta asignatura ha sido siempre una de las más populares y su popularidad ha crecido aún más en los últmos tiempos. Apenas un par de alumnos no pasaron la nota requerida u optaron por otras asignaturas ** y ahora que os preparais para los extasis las clases son comunes.

- Bueno, bueno. Cuánto tiempo y cómo habéis crecido. La última vez que os vi erann duendecillos de metro y medio máximo, peligrosamente armados con varitas. Ahora estáis más altos. - bromea. - He mirado vuestro currículo escolar hasta ahora y aunque no está mal, podría estar mucho mejor. ¡Ni una salida de campo! - exclama con exagerada indignación [/b] - Tendré que arreglar eso, pero primero quiero ver de que sois capaces. ¿Que os parece desempolvar las varitas con un pequeño campeonato de duelos? El que gane se lleva 10 puntos y se bate en un duelo singular con mi ayudante. ¡Uy que me olvidaba! Con esto de conocernos no os he presentado, aunque supongo que sabéis quién es. Jack Darcy, ex-alumno, ex-prefecto de Ravenclaw y ex-premio anual, ahora profesor en prácticas. Pues... ¿Preguntas, dudas, o listos para entrar al ruedo?

- Las normas del duelo... - susurra el hermano de Mia a la profesora.

- Uy sí, claro. - dice la profesora llevándose una mano a la frente - Que esto es un ejercicio escolar. Demasiado tiempo en el campo de batalla. Obviamente nada de maldiciones imperdonables, que eso es ilegal, aunque en principio no deberías saber conjurarlas... - a alguno le parece que pronucia con más énfasis 'en principio', aunque a saber porqué - Tampoco está permitida ninguna maldición de categoría superior que pueda causar daños graves a vuestros contrincantes aunque si cualquier conjuro aturdidor. Nada de magia oscura y espero ver originalidad. ¡Usad la imaginación! ¿Preguntas o hago el sorteo?

Podría haber contestado a Diane con otra pregunta pero no quería parecer borde. Y es que, en el fondo, sabía que tenía razón. La miré en silencio, cogiendo aquella tostada con frutas y llevándomela a la boca. Cuando quise contestarle, cuando hube encontrado las palabras para ello, Diane ya se estaba yendo en busca de Brad. –Lo intentaré… Nos vemos luego- susurré. No estaba segura de que Diane lo hubiera oído. Ni siquiera podía estar segura de si mis palabras habían brotado de mis labios. Miré el horario. No sabía el preciso instante en que me había llegado, sin embargo ahí estaba. Solté un pequeño suspiro. No tenía constancia de que hubiera ningún reloj en el Gran Comedor, así que me levanté presto y me encaminé en solitario hacia el aula de defensa contra las artes oscuras.

“Ha crecido. Los años le han tratado bien, pero no parece haber cambiado de hábitos” fue lo primero que se me ocurrió al ver a Elina sobre el escritorio, sentada, tan tranquila, con aquella ropa tan informal, y los tatuajes en su cuerpo. Por un momento pensé que se trataba de la misma chica que habíamos visto en primero. La imagen de la Elina joven y la Elina actual se juntaron en mi cabeza. La profesora se sentía entusiasmada por esa primera clase, pero yo estaba más intrigada por otras cosas. Mis ojos viajaban entre la profesora y la puerta de entrada. Qué buscaba, ni yo lo sabía a ciencia cierta. “Quizá sí lo sepa pero no quiera verme involucrada en ello, o tema no ser suficiente” medité en el más absoluto de los silencios, mientras el aula, como si del Gran Comedor a la hora del almuerzo se tratara, se iba llenando poco a poco con los alumnos de sexto.

Una vez todos estuvimos sentados, volvió a repetir la frase protocolaria. “No somos imbéciles, ya nos has saludado con eso antes” retumbó en mi cabeza. Sin embargo, lo que dijo a continuación hizo que mi expresión facial se volviera aún más sombría si cabe, con un amago de sonrisa que resaltó en pálida tez que poseía desde esta mañana. No sabría decir por qué, pero me parecía irónico que, en los tiempos que corrían por el mundo mágico, lo primero que hiciéramos fuera medir nuestras fuerzas entre nosotros. Eché un rápido vistazo a los compañeros de clase. “¿Y si no quiero batirme en duelo? ¿Tengo que dejarme ganar?” pregunté para mí misma, en silencio.