Partida Rol por web

Jajaja a decir verdad, con tantas fichas y leyendo más historias que me envían, ni me acordaba de eso xDD Pero ya te he dicho que era elección tuya. Yo por mi quédate en Slytherin, porque así seguimos a rajatabla mi norma del sombrero, era sólo por si en un último momento no te sentías cómoda.

si mi personaje estaba pensado para pertenecer a Slytherin, pero quería darle un trasfondo que no fuera del todo radical, sino que pudiera tener dudas... Y eso es lo que quiero... dar una opción al personaje para que, a lo largo de la partida, vaya tomando sus propios criterios, o pasar de las ideas de los sangre limpia y demás o volverse completamente radical.

Además, desde mi punto de vista lo único que diferencia a Sly de Raven es la ambición.

La verdad es que sí, también es mi punto de vista :) Por eso pese a que soy Sñyhterin 100% mi segunda casa es Ravenclaw y siempre me sale como una segunda opción :)

Pues todo correcto entonces! Tienes vacaciones hasta que abra la partida definitivamente el día 15 :D Avisaré unos días antes de ello y puede que os de ya instrucciones para el "primer post" para que os lo podáis preparar :)

Ya sé... se me ha ocurrido cuál puede ser el matiz por el que Debbie va a Slytherin en lugar de a Ravenclaw. A ver qué te parece.

Si te parece bien entonces se puede añadir a la historia del pj, así la enriquecemos un poquito más.

La idea sería que a Debbie le gusta leer, eso ya lo había dicho, es inteligente y le gusta aprender todo lo que pueda... sin importarle de dónde venga esa información o el tipo de magia que está estudiando. Es decir, con tal de acumular conocimiento no le importa si estos son de magia oscura o cualquier tipo de arte prohibida.

No sé si he explicado bien lo que quiero decir y me ronda por la cabeza o simplemente me he liado sola.

Sí,sí, te entiendo, y es muy Slyhterin. Porque básicamente no hace ascos a qué aprende, sea "bueno o malo". ¿Cierto?

Exacto ^^

Sería algo así como la atracción que siente Ollivander por la varita de saúco, puede tener reparos por la manera de conseguir la varita o por el uso que se le da, pero eso no impide que sienta atracción hacia ella como el experto en varitas que es.

Con tal de aprender y que esos conocimientos nuevos le sirvan, Debbie no se plantea el "aspecto moral", es decir, si son buenos o malos. Si el fin es bueno, ¿qué importan los medios empleados? y si le damos la vuelta a la tortilla... gente con muy buenas intenciones y creyendo obrar bien consigue resultados indeseables.

Así que... el planteamiento según Debbie es que no es culpa de las artes o materias que se estudien, sino del uso que la gente le da.

Perfecto. Muy yo, digo Slytherin. :) 

1 de Septiembre de 1971

Despiertas cuando el sol llega a alzarse sobre las copas de los árboles. Pese a que las mañanas son algo frías puesto que se acerca el otoño, los rayos del sol de esta mañana son agradables y cálidos. Eso sólo podía significar algo bueno, pensaste.

Mientras te vestías mirabas tu baúl con una mezcla de miedo y emoción. Irías a Hogwarts. Ibas a aprender sobre todo lo que imaginabas y más. Además, el director era uno de los magos más poderosos de la época: dato que se le había escapado a tu preceptor, el cuál normalmente sólo se refería al Señor Albus Dumbledore como “un traidor protege muggles”. Además, tenías entre tus cartas de las ranas de chocolate de del director de Hogwarts, y con tantas hazañas no dudabas en que era un gran mago.  ¿Y qué mejor que un gran mago para aprenderlo todo?

Escuchas a alguien trastear en la cocina. Seguramente la cocinera: tu madre no se molestaría en levantarse pronto para prepararte un desayuno especial aunque este fuera un gran día. Pero cuando bajas te encuentras con la que podría ser la mejor de las sorpresas en esta mañana.

- ¡Buenos días princesa! ¿No esperarías que me perdiese tu primer día, verdad? – dice tu padre alegre mientras se sienta en la mesa del desayuno junto a tu madre, que aún lleva su bata de dormir.

Desde que había recibido la carta de Hogwarts me sentía en un continuo estado de ansiedad y miedo unido a las ganas que tenía de conocer a mis profesores, de descubrir los misterios ocultos en la biblioteca, de aprender todo lo que pudiera, y esa misma emoción y nervios apenas me habían permitido dormir esa noche. Era casi de madrugada cuando quedé profundamente dormida y cuando los rayos de sol me despertaron me sentí un tanto desorientada.

Pero fue mirar el baúl, que ya se encontraba preparado a los pies de mi cama, cuando toda la tensión volvió a mí de golpe. Hoy era el día, por fin me iría a Hogwarts. Me vestí con una sonrisa en los labios mientras recordaba cómo hacía unos días me encontraba recorriendo el callejón Diagon junto a mi padre y el preceptor Moebius comprando todo lo necesario para comenzar mi nueva vida en el colegio.

Lo primero que habíamos hecho mi padre y yo había sido ir a por mis túnicas en Madame Malkin, mientras el Sr. Greenwater se dirigía a la Botica Slug & Jigger para comprarme el caldero y todo lo necesario para mi clase de pociones. Después de interminables y aburridos minutos probándome túnicas, por fin nos dirigimos a lo que a mí me pareció el paraíso... la librería de Flourish y Blotts. Qué bien estaba allí dentro, rodeada de todos aquellos libros, con el olor a pergamino y tinta... a mi padre le costó bastante trabajo sacarme de allí. No hacía falta que comprara ninguna lechuza ya que tenía la mía desde hacía meses, un regalo de mi padre, y tampoco me hacía falta varita pues a pesar de que casi todo el mundo le compraba sus varitas a Ollivander, la mía podía jactarme de que pertenecía a otro gran fabricante, Gregorovitch. Cuando por fin lo tuvimos todo y una vez reunidos con Moebius, nos paramos a comer un helado en la heladería del Señor Fortescue. Cómo había disfrutado de ese día con mi padre, pasar esos momentos junto a él era mi mayor felicidad. Pero él tenía cosas que hacer en el Ministerio y yo debía volver con el Señor Greenwater a casa, y una vez en ella me había encerrado en mi cuarto a leer mis libros nuevos. Qué ganas de empezar, me moría por conocer al famoso director del colegio, el profesor Dumbledore uno de los mejores magos que había existido según había leído.

Aquel había sido un estupendo día y aún lo recordaba con cariño mientras me cepillaba el pelo antes de bajar a desayunar. Cuando entré en la cocina esperando encontrarme sólo a la cocinera no puede evitar un gesto de sorpresa.

- Papá... -y una gran sonrisa apareció en mi cara cuando oí sus palabras, aunque desapareció con la misma velocidad con que había aparecido cuando saludé a mi madre y el tono de mi voz se volvió más frío e impersonal.- Buenos días madre.

Me senté frente a ellos y miré ansiosa a mi padre.

- ¿Me vas a acompañar a coger el tren, papá? Di que sí, di que no tengo que ir con el Señor Greenwater.

Tu madre no dice nada y sigue bebiéndose el café con su habitual expresión agria. Tu padre en cambio sonríe tierno cuándo le preguntas si va a ir al tren contigo.

- Por supuesto. He pedido el día libre para poder acompañarte. Además, tu madre no e encuentra muy bien y se quedará en casa, con lo que alguien tiene que llevarte.

Sabías perfectamente que eso era una excusa de tu progenitora para no tener que pretender nada frente a una multitud cuándo subieses al tren. Y para ahorrarse trabajo, claro. Pero lo importante es que tu padre estaría. Eso era lo que más contaba.

- Iremos con polvos flu hasta el tugurio en la entrada del Callejón Diagon. Uno de los elfos irá antes con el baúl y nos buscará a alguien para que nos lo lleve a la estación. ¿Estás nerviosa en tu primer día? 

Intenté disimular la alegría que me producía que mi madre no nos acompañara, así no tendría que aguantar sus continuos comentarios despectivos ni ver su cara de asco cuando estaba rodeada de gente. Aunque me costaba grandes esfuerzos esconder la sonrisa que mi cara se empeñaba en mostrar. Sería mi padre el que me acompañara y el que estaría en el andén despidiéndome hasta que me fuera. Había pedido el día por mí... ¿qué más podía pedir?

- ¡Ya lo creo! -contesté mientras revolvía mi desayuno incapaz de comer por lo nerviosa y excitaba que me encontraba.- No me puedo ni imaginar cuando entre en la biblioteca del colegio... ¿Sabías que allí hay miles de libros? Buf, cuántas cosas por aprender.

Tu padre sonríe divertido. Claro que lo sabía, había estudiado ahí el también, pero la ilusión con la que hablabas le parecía graciosa. Tu madre en cambio rompe la magia del momento con uno de sus mordaces y fríos comentarios.

- ¿Crees que tu padre y yo estudiamos en otro planeta, Deborah?

Tu padre pareció intentar intervenir, pero no era normal que discutiese con tu madre. Aunque él te adoraba, también la quería a ella, y aunque sus muestras de afecto hacia ti eran nulas, él defendía que sí te quería, que tan sólo no era buena expresándolo. De cualquier modo, antes de que ninguno tuviese tiempo a decir nada, la Señora Gray se levantó y salió de la cocina con ese aire de superioridad y arrogancia que siempre la envolvía.

La sonrisa se me heló en la cara con las palabras de mi madre. Abrí la boca para replicar pero decidí que, como siempre, no serviría de nada, así que opté por lo que había aprendido a hacer hacia tiempo, bajé la cabeza y seguí revolviendo la comida hasta que ella se fue.

- A veces pienso que ella sí viene de otro planeta... de uno muy frío. -Me había desilusionado de tal forma que no pude evitar rezongar aquellas palabras, a pesar de que eso podía conllevar una regañina de mi padre.

Le di un trago al zumo que tenía delante e intenté meter algo de comida en la boca pero, a pesar que aparentemente parecía tranquila, los nervios no permitían que mi cuerpo aceptara aquel bocado. Aparté los cubiertos dando por finalizado mi desayuno.

- Oye papá... -mi voz sonó un tanto melosa sabiendo que la pregunta que quería hacer podría no gustar mucho a mi padre- ¿qué tal es el profesor Dumbledore? ¿Es tan sabio y tan gran mago como he leído?

Tu padre prefirió ignorar el comentario. Tu madre no lo había oído, con lo que era un mal menor, y el prefería que el día de hoy no se estropease para ti.

Se dedicó a terminar el desayuno en silencio, dejando que al tensión que se acababa de crear entre tu madre y tu se disipase con su ausencia. Pero entonces tu pregunta le crispó los nervios. Se contuvo durante unos segundos, segundos en los que estuviste casi segura que iba a explotar aunque eso no fuese normal en tu padre. Pero tras esos segundos, se calmó un poco.

- El Sr. Dumbledore sostiene muchos títulos de prestigio, pero eso no quita que sea un traidor a la sangre que confraterniza con muggles y los defiende por encima del propio mundo mágico. ¿Qué mago decente pondría a los muggles por encima del bienestar de todos los hermanos mágicos? Inclusó derroto al gran mago Grindewald... Pero parece que ahora ya está viejo. Y eso nos viene muy bien. - añadió en casi un murmullo inaudible.

Aunque sus palabras no contestaban abiertamente a tu pregunta, los datos recibidos entrelineas sí lo hacían. Parecía ser que el director causaba el mismo respeto que odio tanto en tu padre como en tu preceptor. 

Nada más terminar de hacer la pregunta y ver la cara de mi padre me arrepentí de haberla hecho. Me mordí el labio y, nerviosa, empecé a enrollarme el pelo con el dedo temiendo que, debido a mi metedura de pata, no quisiera acompañarme.

- Tienes razón papá. Los muggles no tienen ningún tipo de derecho en el mundo mágico y son el escalón más bajo de la sociedad mágica y ahí deben quedarse. Cualquier mago que defienda los derechos de los muggles para equipararlos a los sangre limpia será considerado un traidor a la sangre y por lo tanto sólo será digno de nuestro desprecio, al igual que los mestizos porque por sus venas corre sangre sucia. -Recité las palabras que tanto mi madre como mi tutor me repetían a diario.

No conocía a ningún muggle y por lo tanto para mí aquello no tenía mucho sentido. Lo que de verdad me importaba era todo lo que podía enseñarme el profesor Dumbledore independientemente de lo que él hiciera o dejara de hacer. Yo quería poseer sus conocimientos y eso era lo único que tenía en mente y si para ello tenía que confraternizar de alguna manera con un mestizo lo haría. Pero sin que se enteren mis padres o me matarán.

Intentando dar un aire a mi cara de arrepentimiento me dirigí de nuevo a mi padre.

- Ya he terminado de desayunar. ¿Puedo levantarme ya? Aún no tengo preparada a Axe y quisiera meterla en su jaula. ¿A qué hora nos vamos?

-Claro Debbie.

El hecho de que te llame Debbie quiere decir que no está enfadado contigo, si no, hubiese dicho Deborah. Tu respuesta parece haberle dejado satisfecho, aunque de todos modos, ni él ni tus hermanos eran capaces de estar enfadados contigo por mucho tiempo. 

Tu padre mira el enorme reloj de pared que hay en una esquina de la cocina. Marca las 9:30.

- Saldremos en 15 minutos. Te esperaré en la chimenea del salón. 

Tu padre hace sonar una campanita entonces y un elfo aparece.

- Acompaña a la señorita a la habitación y si su baúl está listo ya puedes llevarlo al Calderon Chorreante. Consíguenos algun mago que nos lo arrastre hasta la estación y lo vigile. Dile que le pagaré 2 Sikles por ello. - tu padre coge entonces al elfo por una de sus orejas - Y procura que no sea algún buscavidas harapiento. Quédate junto al baúl en todo momento para vigilarlo, pero que ningún muggle te vea. ¿Entendido?

- Sí, sí, sí, señor Gray. - asiente nervioso el elfo - Todo se hará como dice el señor, sí, sí. Denver se encargará de vigilar el baúl, señor.

Tu padre suelta la oreja del elfo, quien con una exagerada reverencia se aleja de él y se coloca tras de ti, dispuesto a seguirte a la habitación.

Suspiré aliviada mientras la sonrisa volvía a mis labios. Ante la llamada de mi padre Denver apareció rápidamente, sabía a lo que se exponía si hubiera tardado más de la cuenta o si no obedecía a tiempo. Salí rápidamente de la cocina ansiosa por que pasara cuanto antes ese cuarto de hora.

Subí corriendo las escaleras directa hacia mi habitación, sientiendo al elfo respirando agitadamente detrás de mí.

- Axe... ven bonita. -La lechuza se encontraba encaramada en el armario y la llamé ofreciéndole un dulce. El animal descendió elegantemente y se posó en mi brazo mientras picoteaba la golosina con fruición. Le acaricié las alas con cariño, no llevaba mucho tiempo conmigo, pero ya me obedecía desde el primer día.- Venga, tienes que entrar en la jaula. Nos vamos a Hogwarts... ya verás que bien nos lo pasamos.

Cerré la jaula y la posé encima del baúl, eché un último vistazo para comprobar que no me dejaba nada y vi una carta encima de mi escritorio al lado de la que había recibido del colegio. Las recogí y me las metí en el bolsillo.

- Denver, ya puedes llevarte mis cosas. Y ten mucho cuidado con ellas, sobre todo no las pierdas y cuida de Axe.

Una vez que el elfo desapareció, saqué una de las cartas y la leí con cariño. La había recibido el día anterior y venía desde Durmstrang, Aristeo me deseaba mucha suerte y me daba útiles consejos. La volví a guardar y salí de la habitación corriendo.

Por fin había llegado la hora... Me encontraba delante de la chimenea del salón impaciente esperando a que llegara mi padre.

Los minutos se hacen eternos hasta que ves aparecer a tu padre bajando tranquilamente las escaleras. Su traje es demasiado "mago" para ser muggle, pero demasiado "muggle" para ser de un mago. Combina un traje sobrio negro con una capa atada con un broche de plata. Pero teniendo en cuenta el desprecio por los muggles que tiene la familia, es bastante sorprendente que no lleve una túnica completa sólo por orgullo.

- ¿Lista Debbie? ¿Le has dado todo al elfo? Si te olvidas algo te lo enviaremos, pero procura que no lo necesites pronto.

Emocionada asentí con la cabeza ya que era incapaz de hablar por los nervios. Era consciente de que no me había despedido de mi madre, pero como ella no había puesto ninguna intención al respecto no sería yo la que fuera corriendo a su puerta para decirle adiós. No, no permitiría que me amargara la ilusión que tenía con el inicio de mi nueva vida.

Me coloco junto a mi padre, al que miro con orgullo, dispuesta ya a coger los polvos flu, entrar en la chimenea y visualizar el Callejón Diagon.

Adiós casa, adiós a todos... hasta las vacaciones...