Partida Rol por web

Fred sabía, como cualquiera, que el ocio podía ser tan peligroso para los soldados como las armas enemigas. Los soldados ociosos se aburrían, bebían, se preocupaban, se ponían nerviosos, se peleaban y causaban problemas. Por eso Fred se había mantenido con su regimiento sin separarse, y se había dedicado solo a eso que llamaban cerveza en aquel planeta. Se parecía tanto a la cerveza iloeterana como un pollo a un búfalo, pero se podía beber. 

A donde sí que había ido era a los servicios religiosos por la canonesa herida. Había estado en todos y había participado con devoción. Tenía un gran respeto reverencial por las Hermanas de Batalla, y aún más por su canonesa, cuya acción heroica posiblemente hubiera salvado a muchos de morir a manos de ese enorme xeno. Admiraba su valor y esperaba de verdad que se recuperase. Cada vez que se cruzaba con una Hermana se apartaba respetuosamente haciendo la señal del águila sobre el pecho. 

Pero por lo demás, se había mantenido apartado de todo, porque aquello era un polvorín y no quería estar cerca cuando estallase. Ni se acercaba a los Hidalgos ni a los Recios, que parecían a punto de matarse siempre. 

Y por eso precisamente las palabras del sargento casi hicieron que se le atragantase la cerveza. Fred estaba pensando en ir a buscar a la sargento de los Custos y darle las gracias por salvarle allá en la nave, pero parecía que debería posponerlo. 

Dejó la jarra en la mesa y se acercó al sargento, saludándole formalmente. 

-Señor -Empezó, sin saber muy bien cómo decirlo, especialmente delante de un comisario. Por fortuna el sargento, técnicamente, aún no les había ordenado nada, por lo que, técnicamente también, aquello no era discutir órdenes. Pero tampoco era una base muy sólida- Sin duda es un asunto grave, no lo niego, pero parece un asunto competencia exclusiva del Comisariado, ¿verdad? Si ordena ir, iremos, pero creo que son los comisarios los que debieran zanjar cualquier disputa entre regimientos, no nosotros... con todo el respeto, por supuesto. 

Trató de mostrarse respetuoso y sumiso, con la esperanza de que no acabase con una bala en la sien por aquello. 

Caelestia se detuvo delante del doctor, mirándole de arriba abajo. Hubo un silencio mientras observaba el estado, y se aseguraba mentalmente de que fuera el imperator custos del que había escuchado hablar. Despues un par de pasos la llevaron a plantarse del hombre, y dejando que el casco colgase de la cadena que lo unía a su armadura, alargo la mano cubierta de la protección interior de la servoarmadura para lentamente colocar sus dedos tras la cabeza del hombre, atraerle hacia sí, y besar su frente.

-Gracias.

Era un murmullo quedo, antes de separarse a una distancia prudente y hablar en tono claro y decidido.

-Los últimos rezos os acercaron al emperador y este os ha permitido obrar con precisión espero, ¿Cómo se encuentra la Canonesa? ¿Se la puede ver?.-Si estaban las hospitalarias, seguramente ella pudiese entrar, pero contar con la aprobación de un medico nunca estaba de más.

-Eh... Sí, bueno, creo que puedo dar fe de sus esfuerzos-empezó Mathis, sin saber muy bien como afrontar aquello-pero el tema de los ascensos es algo que me pasa bastante por encima. Puedo, llegado el momento de que diga algo, hablar a su favor, pero no garantizo nada.

Mathis torció el gesto ante aquella réplica, aunque no con cara de desagrado sino, más bien, de circunstancias. Sabía que aquello, por ponerlo en bajo gótico, era un marrón de los gordos... Pero no podía evitar sentirse responsable, en cierto modo, de que todo aquello saliera bien. 

-Fred, sé que es una putada, y que realmente no nos corresponde... Pero ya has visto a esos bichos. Necesitamos de nuestro lado todos los cuerpos y armas posibles, y si esos dos empiezan a matarse, nuestras posibilidades se reducen. Por eso creo que debemos intentar que no se empiecen a cortar el cuello. 

Al día siguiente de la reunión táctica preliminar, el Lord Comandante convocó a sus salvadores para que lo acompañaran a una reunión que había organizado

No os preocupéis, iré yo - dijo levándose y lanzando una rápida mirada a un pequeño corro de Skygges que se congregaba en la puerta, había soldados de asalto y tiradores, y Bjarnni sintió la llamada del deber - vosotros quedaos aquí, defended la colmena y dejad bien alto el listón de nuestro regimiento. Que el Emperador este con vosotros, tomaos un trago de Ormvavit en nuestro honor. Nos veremos - sonrió de manera apagada y se marchó sin dar pie a respuesta. 

Al escuchar la conversación, el comisario se acercó hasta Mathis y sus hombres. Con gesto adusto y porte recio, se colocó uno de los guantes y lo tensó con fuerza - Para eso estoy yo soldado Fred. Su iniciativa, sargento, será reportada y valorada - lo dijo con un tono neutro y apagado, dejando a la libre interpretación de lo que podría haber querido decir en realidad, ¿lo aduló? ¿amonestó? solo el tiempo lo diría. Miró a Mathis - sus hombres, sus ordenes, iré con ustedes.

Escucho las palabras del soldado, definitivamente, aquellos soldados no eran inteligentes, ¿a quien cojones se le ocurre matarse unos a otros cuando hay una guerra?, si la estuvieramos ganando, tal vez, pero rodeado por millones de enemigos, no era una buena idea, y lo peor es que eran veteranos de luchar contra esos seres, y sumado a que apenas había tenido tiempo de disfrutar, ya que salvo unas copas con lo que aquí llaman "cerveza" con mis compañeros, la mayoría del tiempo lo gasto en entrenar, "Estoy con vosotros, es una putada tener que hacer de niñeras de un panda de soldados que deberían ser disciplinados veteranos, pero lo único que podemos hacer es acompañar al comisario por si alguno de los nobles se le escapa una palabra" y con esto miro al comisario, el tenía la ultima palabra y se había pronunciado, "voy con vosotros, quiero enseñarle una lección de disciplina a esos hijos de papa"

Fred suspiró. A ver, si de acuerdo estaba con el sargento: perder soldados no era bueno y no era bueno que se matasen entre ellos, les necesitaban a todos. Por querer, él también quería evitar que se cortaran el cuello, pero dudaba seriamente de sus capacidades para impedirlo. Sobre el papel, el plan de ir a impedir que se matasen sonaba bien: pero es que el resultado más probable de aquella acción era que no solo se matarían los Hidalgos y los Recios, sino también ellos mismos se llevarían algún tiro, con lo que no solo perderían a los Hidalgos y a los Recios sino también unos cuantos Inmortales. Eso sin contar el hecho de que no le hacía gracia llevarse tiros, claro. 

Pero era lo que había. Helga se apuntaba, y seguir discutiendo aquel asunto habría sido bordear peligrosamente la insubordinación. Así que se echó el bólter a la espalda, comprobó el cargador de la pistola láser y simplemente dijo: 

-A la orden. Vamos allá.

Ocupada con los asuntos de estrategia Sabre Rose no había podido estar allí para impedir aquel ultraje y ahora no quedaba otra que no fuera devolver el golpe, solo así podrían vivir consigo mismos después de la afrenta contra ellos cometida.

- Maiorem, mi hidalguía; hay máculas que sólo pueden ser lavadas en sangre y, por aguada que esté la de los salazarinos, la tomaremos sin contemplación alguna - señaló en la dirección hacia los hospitales de campaña -. Sentimentales como infantes irán a ver a sus heridos cuando llegue la noche, asegurémonos que en lugar de volver a la cama acaban en bolsas - miró a sus valientes -. Quiero voluntarios pues, a aquellos que sean descubiertos habré de ejecutarles yo misma.

Las palabras de Dionís da Val-Texeira representaban la voluntad que ella creía compartían todos los hidalgos, estaba en su mano sin embargo el darle una forma pues ¿qué era un brilarés sino un artesano y qué el odio sino una materia más con la que trabajar?

Robert bajó los brazos soportando la inspección de la sororita y el silencio que la rodeaba. Si las formas de la hermana le molestaban no lo mostró. La tensión se acumuló en su espalda cuando la sororita se acercó, colocó su mano en la nuca de Robert y lo atrajo hacia sí. Inspiró nervioso, habían pasado muchos ciclos desde que los dedos de una mujer habían recorrido su cabello o los labios de una mujer rozado su piel. 

Suspiró el aire contenido cuando la hermana se alejó y se revolvió el cabello aprovechando esos segundos ganados para recomponerse. - Él emperador nos guía y protege a sus siervos. La Canonesa está grave pero hemos conseguido estabilizarla. Ha perdido mucha sangre y necesitará transfusiones. También tendrá que hacer frente a, como mínimo, otras dos operaciones pero su cuerpo es fuerte y las manos de vuestras hospitalarias hábiles. - dijo el doctor intentando poner al día a Caelestia con tacto pero sin faltar a la verdad. - El enemigo que no pudo llevarse su vida si que se llevó uno de sus brazos pero los implantes han avanzado mucho y eso no supondrá un impedimento para que pueda volver a liderar a vuestra orden desde la línea del frente. - terminó de narrar la situación. - Yo tan sólo he podido asistirla para evitar la perdida de sangre y estabilizarla, vuestras hermanas tomaron el mando de la situación hace tan solo un par de minutos. Deberéis hablar con ellas si queréis entrar a verla aunque, si me permitís opinar, creo que las hospitalarias necesitan concentrarse y la Canonesa está inconsciente, vuestra visita no os aportaría más que sufrimiento al ver la gravedad de sus heridas e impotencia al no poder hacer otra cosa que rezar por que la luz del emperador la ilumine y le de fuerzas para luchar. - expuso Robert sin saber muy bien como sería ese consejo aceptado o si se había extralimitado al hablar así a una Celestial. Confió en que la hermana supiese que el origen de sus palabras era el interés de que la Canonesa se repusiera de aquello y no tenía intención de ofenderla. 

Varinia se presentó en la capilla con antelación y con una genuflexión agradeció al padre el haberlas convocado para el oficio. -El Emperador os bendiga, Pater. Vuestra homilía nos dará fuerzas y quiera nuestro divino Padre en el Imperio del Hombre que sirva también para ayudar a la canonesa Monique a superar sus heridas.

La celestial se unió a las demás en los rezos y cantos rituales de la celebración. Tras ella, Lenore agitaba el incensario dispersando por toda la cámara un agradable olor a incienso purificador. Vaniria se sentía contenta pese a las circunstancias, habían desembarcado y por ahora sus hermanas habían cumplido con lo que se esperaba de ellas.

-¡SALVE EMPERADOR, SALVE SANTA DELÚCIDA, SALVE CANONESA MÓNIQUE!-

La proclama de Sanguine la sacó de su ensoñacion. Con el sonido de las grebas de su servoarmadura resonando por toda la silenciosa capilla se acercó al púlpito y tras un asentimiento del Pater se dirigió a los allí presentes.

-Hermanas, todos nacemos con unos talentos y habilidades características. La mayor parte de las veces debemos escoger cuáles de esos talentos cultivaremos, cuáles dejaremos apartados y cuáles ignoraremos completamente.

A veces la elección es obvia, otras veces las pistas e indicios nos son más esquivos. Muchos de nosotras nos entrenamos en varias habilidades e incluso dudamos de cuál ha de ser nuestro papel en nuestros respectivas unidades.

Pero fuesen cuáles fuesen nuestras elecciones, es ese el camino que nos ha traído aquí a todas en este día. Nuestros enemigos son legión, asquerosos xenos que desconocen la pureza de nuestra fe, la firmeza de nuestras convicciones y la satisfacción de impartir justicia llevando la luz de nuestro sagrado Emperador. ¡¡Pero pronto comprobarán que juntas formamos el rompeolas en los que se quebrará la marea alienígena!! ¡¡AVE IMPERATOR!! ¡¡XENOS MORTI!!
 

La celestial se cruzó de brazos. -Ummmmpppfff, por muchos mundos que visito nunca deja de sorprenderme el grado de vinculación de los nativos con su entorno y su poca disposición a hacer sacrificios cuando son sus propias vidas y almas inmortales las que están en juego. Personalmente creo que unas cuantas cargas incendiarias bien colocadas serían suficientes para terminar el trabajo y...

Se detuvo, recapacitando. Quizás la aproximación del iloterano sería mejor recibida por los mandos aliados de la ciudad colmena. Abrió las palmas y las extendió hacia el techo mientras encogía los hombros -Si creéis que es lo mejor, no me opondré a vuestra idea, sargento... ¿Reutter, no es cierto?- continuó mientras echaba un buen vistazo a su interlocutor, como si lo viese la primera vez. O quién sabe,  quizás había encontrado algo que le gustaba...

Mundstock caminaba con paso firme y determinación a la nave en la que se habían refugiado los hidalgos. Mientras caminaba iba dando unas ligeras instrucciones a la escuadra -Soldados, déjenme hacer a mí. Ustedes permanezcan en segundo plano por si les necesito. Les pido que no intervengan. Como bien han dicho antes, esto me compete a mí y sólo a mí. Es competencia estricta del comisariado velar por la moral y tener a cada soldado en condiciones óptimas de combate -siguió caminando y cuando parecía que no iba a añadir nada más explotó, como si la indignación que le ocupaba fuese creciendo en su interior hasta convertirse en una bomba que era liberada -¡LA COBARDÍA NO SERÁ TOLERADA! ¡LA INSUBORDINACIÓN NO SERÁ TOLERADA! SI SOY TESTIGO DE UN ACTO MÁS DE DESOBEDIENCIA, YO MISMO DISPARARÉ AL CAUSANTE FRENTE A TODOS LOS REGIMIENTOS. ESTO SE HA TERMINADO DESDE YA -la gente le miraba. Un comisario gritando en medio del campo a nadie en particular. Su estrategia estaba clara, estaban en una situación crítica que podía írseles de las manos en cualquier momento. Había llegado la hora de tomar medidas.

SE ACABARON LAS GILIPOLLECES. NOS LA ESTAMOS JUGANDO.

Adler estaba agotado tras todo un día de patrulla cargando el cañón de plasma, saltando de un lado a otro como un jokaero sin cabeza. Aun así, el cansancio le desapareció de golpe poniéndose en alerta máxima, cuando el Visioingeniero Krane comenzó a comentar con su habitual ausencia de discreción sobre las “particularidades” del despliegue. Una clara alusión a lo que fuese que se traían entre manos él y el buen doctor.

Una parte de su cerebro, le decía que prestase atención, porque podía haber negocio. Otra parte, la sensata, le decía que saliese corriendo en dirección contraria y no mirase atrás por nada del jodido universo.

Ambas opciones le parecían bastante sugerentes.

Sin embargo la conspiración tendría que esperar, pues tanto el doctor Death como la sargento Custer advirtieron al grupo de la presencia de alguien que les estaba observando. Aquello lo puso aún más alerta pero fingió tranquilidad comentando con Krane sobre las modificaciones que podía aplicar a la sagrada arma de plasma.

   - Por supuesto Visioingeniero, realizaré las correspondientes plegarias para satisfacer al Omnissiah y al sacro espíritu máquina del cañón de plasma.-

Bender estaba en su rincón repasando mentalmente sus investigaciones. La subrutina de rezos de Rod se encargaba de las obligatorias oraciones por el momento, lo que le permitía pensar en que iba a hacer con lo que había recuperado del campo de batalla. Estaba impaciente por volver al taller a investigar, pero la enorme lista de prioridades de Rod, por absurda que fuera, le obligaba a permanecer allí.

Luego estaba el castigo del pater, quien al parecer era incapaz de entender que nada de aquello iba a afectar a su conducta. Bender sólo podía hacer las cosas de una forma (la correcta), calculada con precisión por el espíritu máquina. A lo mejor también era esclavo de su programación, y esos 30 latigazos no eran más que otra subrutina innecesaria pensada para paliar un defecto que no estaba allí. Se quitó el poncho blindado y lo dejó con cuidado a un lado, junto a su pardillo, antes de acercarse al punto central de la sala donde lo amarraron los dos sacerdotes. Ni en su expresión neutra ni en su lenguaje corporal se pudo ver ni disgusto ni resistencia, dado que le daba bastante igual. Bender pensaba en como arreglaría el problema del sobrecalentamiento con una cadena más larga que refrigerara mejor mientras el chasquido del látigo caía en su espalda sin receptores de dolor. Un ejercicio inútil como cualquier otro. Entre un latigazo y el siguiente, el implante autosanguine de Bender trabajaba por evaluar y trabajar en las heridas.

El módulo de predicción estimó rapidamente que sus posibilidades de muerte se elevaban hasta un 27% tras los primeros dos latigazos. Rod lo anotó como una variable más en su cálculo de prioridades, asignando más recursos al autosanguine. Bender en cambio, se encogió de hombros mientras actualizaba su copia de seguridad sobre el módulo de control de Rod. Para alguien en su situación, la muerte no era más que la siguiente gran aventura.

Chatarra - Increpó a Krane - Baja el volumen de una vez, maldita sea.
Si Tania solía tener mal humor, ahora lo tenía extremadamente agrio.
El hecho de ir patrullando a saltos no le molestaba, al contrario, pero la figura que les estaba observando le habia recordado el nuevo papel que tenian que llevar a cabo con la inquisición. Se levantó y acercó a la figura a la par de Novalee, pero no junto a ella.

Al día siguiente de la reunión táctica preliminar, el Lord Comandante convocó a sus salvadores para que lo acompañaran a una reunión que había organizado con la gobernadora. El traslado hacía el centro de la aguja fue relativamente rápido, Northwode no estaba con ganas de perder el tiempo en traslados, por lo que había ordenado que le prepararan un arvus para ir más rápido. Sobrevolar la colmena fue un regalo para la vista, y realmente era todo un contra punto con la habitual estética de una ciudad colmena Imperial estándar, que no eran más que barrios industrializados hasta el absurdo, contaminación por doquier, pesambre y dolor. Yhemek era difrente, había luz, olía a esperanza. Quizás era algo a tener en cuenta, puede que el Dios Emperador, en su infinita sabiduría, había urdido este plan, y que la ultima defensa del mundo fuera esa joya verde en una representación del mayor símbolo de esperanza y luz, lo que necesitaba el Imperio y el hombre. O puede que solamente fuera una ciudad muy bonita y nada más.

En la plataforma de aterrizaje, en la cúspide de la aguja central de Yhemek, esperaba una nutrida comitiva de montaraces, con su equipamiento de combate y los arcos plegados a la espalda. Sin la menor pompa fueron conducidos hacía el palacio del gobernador de la ciudad, una sala bien decorada con evocaciones constantes al reino vegetal.

Irina sabía de que iba la cosa, y Northwode también, pero sin darle mayor tiempo, el Lord Comandante entró a matar planteando la cuestión y el motivo de su visita. Todos eran veteranos en la guerra, y sin duda era más fácil lidiar con el enemigo que con aquella aguerrida y terca mujer. Durante la primera media hora solo fue Irina soltando sus argumentos por el no; la moral, la supervivencia de su gente, el legado de sus ancestros, la historia de ese bosque y demás datos que solo sirvieron para esgrimir el más fuerte de los contra argumentos, el deber, la victoria; ambas cosas estaban por encima de todo lo demás, Reutter, apoyado por Vaniria, Caelestia y Novalee, hicieron un gran hincapié en ello, esgrimiendo sus códigos de honor, el sacrificio, que sin el no hay victoria ni honor, así era el martillo del Emperador, con cada golpe que daba contra sus enemigos, era inevitable que se dañara así mismo. 

Quien optó por un camino más amargo y duro fue Sabre Rose, sacando a relucir toda la mala leche y altanería propia de los de Brabant. Su lengua parecía estar forjada para el sakto como lo era su mano con un sable siendo empuñado, pues aunque no logró amedrentar a Irina, sus palabras sonaron feroces y directas; solamente se encontraron con una guardia más poderosa en esa ocasión. Finalmente, fue el Pater, evocando el carácter más amable del clero, tratando de llevarsela a su terreno, mencionando a los santos de Nugratis, y aquello fue la gota que colmó el vaso, pues Irina, derramando unicamente dos lagrimas, cedió finalmente. 

Al no tener nada más de lo que tratar, Northwode se marchó junto a su improvisado y multidisciplinar séquito, dejando la coordinación de los trabajos nuevamente en todos ellos. Lanzallamas de los Descastados, que consiguieran los Hades de los Khard Mayners, las lanzas de fusión de los Custos y todo lo que hiciera falta para empezar a despejar el bosque. Tendrían que ser rápidos, pues poco se sabía del tiempo que les quedaba a todos ellos.

Bajándose la capucha y revelando un rostro de mujer, con la mirada cargada de suficiencia, se quedó mirando a los Custos que allí estaban. Con un sencillo gesto se levantó parte del abrigo que vestía y sacó una placa, que al entrar en contacto con ella, se activó y emitió, en una luz verde azulada y algo apagada, el símbolo de la temida inquisición. Tras unos breves segundos lo guardó de nuevo y abrió la boca con deliberada lentitud - Soy Inned Ferrant, señora para ustedes. Soy la segunda de la Inquisidora que os encomendó la misión de recabar información sobre los xenos y muestras - no miraba a nadie en particular, pero a la vez, parecía que mirara dentro de los corazones de cada uno de ellos - necesito ver que habéis conseguido - dijo con una voz imperiosa que no dejaba duda alguna de que desobedecer, obtendría un duro castigo. 

Sin timidez alguna, todos los Hidalgos allí presentes desenvainaron casi al unísono sus sables, arrancando el sonido de sus hojas resbalando de sus vainas y alzando sus aceros hacía el techo - ¡SANGRE! - gritaron muchos enfervorecidos por las palabras de Sabre Rose, buscando retribuir su honor dañado por esos miserables cerdos que no se merecían respirar el mismo aire que ellos - ¡El Sakto ordena recuperar nuestro honor con sus sangre! ¡muerte a esos herejes! - gritaron algunos, cuyos gritos fueron secundados casi al instante. Todos estaban dispuestos a ir, por lo que ella tendría que elegir quienes serían los afortunados.