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La Compañía Negra 2: La Puerta de Galdan.

La Compañía Negra: Campamento Principal.

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29/12/2015, 17:02
Frontera.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: DECIMOPRIMERO DEL MES

Mucho había ocurrido desde el asalto del Triplete al campamento de la Compañía, y Frontera se mantuvo en un discreto segundo plano. No intervino en el ataque de la compañía (desobedeciendo las órdenes de Analista) a los hombres del Triplete, y durante esos días estuvo deambulando por el campamento sin mucho que hacer. Ahora iban a tener una misión que realizar, por lo que Frontera no le quedaba otra que obedecer -al menos tendría algo que hacer en estos días-.

No tenía preguntas que formular, puesto que las órdenes eran bien sencillas. Solo esperaba que le dijesen con que grupo le tocaba vigilar y que se iniciara la guardia. No había mas que hacer.

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29/12/2015, 18:51
[RIP] Astado, Pelotón de Campamenteros.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: DECIMOPRIMERO DEL MES

Astado creía haberse explicado con claridad, pero con paciencia se giró hacia Ojopocho.

No, yo voy a hablar con herrero, tu quedate y organiza las guardias como te he dicho, tu incluido. Que todo el mundo sepa cuando le toca hacer el relevo y con quien. Después esperame aquí y yo vendré a buscarte.

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30/12/2015, 01:31
[RIP] Ojopocho.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: DECIMOPRIMERO DEL MES

Ojopocho puso cara de haber entendido finalmente - vale, así se hará - dijo para volver en seguida sobre sus pasos.

- Parece que ya habéis acordado Reyezuelo y tú hacer la ronda por las afueras del campamento - dijo señalando a Caracabra - no os alejéis mucho para que no os pierdan de vista los observadores desde la muralla - miró al resto de allí presentes - tú y tú - señaló a Frontera y Uro -  vigilad desde la muralla y relevar a los otros cuando toque, en un par de horas, y ya sabéis, ante cualquier problema o falta de señal desde el exterior, avisad inmediatamente - ordenó al resto del grupo como había pedido Astado.

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30/12/2015, 16:01
Frontera.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: DECIMOPRIMERO DEL MES

Ya tenía sus órdenes pertinentes, sencillas y concisas. Hizo un gesto a su compañero de vigía -Uro- y tras esto se encamino hacia la muralla. 

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30/12/2015, 17:45
Chamán Rojo.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: DECIMOPRIMERO DEL MES

Perfecto.- No tenía ninguna pregunta que hacer a Astado y mucho menos a Ojopocho. Éste se había vuelto bastante descortés para con él, como muchos otros, así que no le hacía mucha gracia acatar sus órdenes. Pero claro, siendo miembro de la Compañía estaba acostumbrado, aunque le aprecía sorprendente como otros que no acataban las órdenes no asumían ninguna pena por ello.

A Chamán Rojo le agradaba la idea de compartir guardia con Odio. Al menos conocía más al guerrero perteneciente a su pelotón que a Uro, Caracabra o Frontera.

- Parece que aún tendremos algo de tiempo libre.- Comentó a su compañero de guardia.- Prepararé una hoguera ritual donde puedan descansar y reunirse aquellos que lo deseen. Reconfortará a unos y tendrá entretenidos a muchos otros de manera que nos sea más fácil encontrarnos. Búscame allí cuando sea nuestro turno.

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30/12/2015, 22:28
[RIP] Astado, Pelotón de Campamenteros.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: DECIMOPRIMERO DEL MES

Como nadie más tenía nada que decir Astado partió a reunirse con Herrero, quien suponía era el que estaba al mando de los seguidores como siempre. Además tenía que buscar a alguna de las pitonisas para que hiciera de enfermera.

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01/01/2016, 03:00
Compañía: Seguidores: Herrero.
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Bajo el liderazgo de Herrero, los Seguidores de Campamento se muestran más que predispuestos a cooperar con Astado, pues así es como han sido educados desde siempre. Pese a todo Astado sabe bien que debe tratar siempre con el máximo respeto a los seguidores con prestigio, como Herrero, Carpintero, Usurero, Gordo Wem o las Pitonisas. Aunque pueda parecer que no a primera vista, su poder e influencia reales en la Compañía son muy superiores a las de un Soldado Novato.

Las Pitonisas se encuentran ya cuidando de los heridos, lo que incluye a la Tercera de ellas, Yumma, a quien Brenda le cortó el cuello hace pocos días y casi la mata. También al Cabo Barril, que se encuentra bastante grave.

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01/01/2016, 16:44
EL TIEMPO SE AGOTA.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: TREINTA.

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01/01/2016, 16:46
"Todos sus días están contados". - Soldados de la Compañía.
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- Los días transcurren en absoluta y aburrida calma.

- Hace mucho calor, pero poco a poco el clima va dando un respiro.

- La Compañía está siendo frecuentemente reaprovisionada de comida y agua, por medio de caravanas que llegan del Norte. Los Seguidores de Campamento son quienes principalmente se ocupan de esos menesteres.

- Los heridos siguen graves, pero evolucionan favorablemente, excepto el Capitán, que no experimenta ninguna mejoría. El Cabo Barril y la Pitonisa Yumma siguen la mayor parte del tiempo inconscientes, pero Zina la Segunda dice que su pronóstico es bueno.

- Las guardias se vuelven casi completamente rutinarias con el devenir de los días. En cualquier momento siempre hay una pareja de patrulla y otra recorriendo las empalizadas Este, Sur y Oeste (aunque este arreglo siempre deja al menos dos empalizadas sin protección armada). Las otras dos parejas descansan, y Astado alterna descansos con recorrer el campamento de arriba a abajo.

- Han habido frecuentes visitas de patrullas de Comunes y Escorias enviados por la Coronel Mindy para asegurarse de que todo está en orden. El Llano de Galdan está intensamente patrullado por esas dos fuerzas aliadas en ausencia del grueso de la Compañía para controlar el territorio.

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01/01/2016, 16:55
La Compañía Negra.
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05/01/2016, 15:54
Caracabra.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

Caracabra paseaba de un lado a otro aburrido, con el escudo preparado y la lanza lista. Sabía que era la mejor oportunidad que tendrían los enemigos de atacar el campamento, con muchos de sus efectivos heridos y el resto de celebración en la ciudad, el campamento estaba casi desprotegido. A pesar de la calma, el soldado estaba intranquilo y su sueño era ligero despertándose a la más mínima brisa. Si los enemigos quieren destruir el campamento lo harán ahora.

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06/01/2016, 11:20
Reyezuelo.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: TREINTA.


Los días habían transcurrido sorprendentemente tranquilos, contra lo que sospechaba Reyezuelo aún no habían sido acosados por el enemigo que, en un cruel ataque relámpago, estaba decidido a acabar con las vidas de quienes hubiesen sido tan insensatos como para permanecer allí, eso al menos era lo que temía; cada día de patrulla fue una alarma constante, respirando el aire para captar algún aroma extraño, mirando alrededor por si aparecía alguna señal de humo o polvo, deteniendo el paso, de vez en cuando, para escuchar en la lejanía por si se oían cascos de caballo.

El resto del tiempo, que apenas daba para descansar, se mal dormía o se permanecía insomne, demasiado angustiado por la perspectiva de un ataque que no terminaba de llegar, pero que resultaba imposible no esperarse. Sin descanso se volvía al día siguiente de nuevo a la patrulla, a veces en el interior recorriendo el horizonte hasta que picaban los ojos, a veces en el exterior, dando vueltas por una senda que ya tenía hondas huellas del constante paso.

El único consuelo, pobre consuelo, residía en que no era el único en permanecer inquieto y receloso, su compañero de patrulla, Caracabra, también mostraba los estragos de la falta de sueño y el mal humor propio de la constante zozobra e incertidumbre. Al principio ni habían dicho palabra alguna, pero con el paso de los días se hizo necesario intercambiar impresiones.

Aquella mañana, más soleada que de costumbre, se había levantado algo de aire y con él el polvo. Tenían patrulla en el exterior, no resultaba fácil ver a través del molesto viento cargado de partículas, que tan pronto golpeaban el rostro como se metían en los ojos. Reyezuelo se protegía con una mano cuando soplaba lo peor y aprovechaba para echar un buen vistazo cuando el viento daba algo de tregua, no estaba seguro de que fuese bastante para dar la alarma a tiempo si decidían atacarles justo en ese momento.

¡Maldita sea! ¿Ves algo Caracabra? Con este viento es imposible hacer guardia, igual daría que estuviésemos haciendo las paces con los espíritus preparándonos para lo peor, pero órdenes son órdenes. ¡Maldita sea! Lo que no entiendo es porque tardan tanto. ¿Por qué crees que no han atacado aún?

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07/01/2016, 18:52
Caracabra.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: TREINTA.

Tranquilo, hay que mantener la posición y eso es lo que cuenta. Somos soldados y se espera que vigilemos el campamento. Contesto sin muchas ganas el jorobado. Estar de guardia era aburrido y agotador, comprendía la desgana de Reyezuelo. Dentro de unos días volverán el resto del grupo, pero ahora hay que mantenerse despiertos y tratar de no llamar la atención demasiado.

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22/02/2016, 13:15
Chamán Rojo.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: TREINTA.

COMBATE EN EL CAMPAMENTO PRINCIPAL: Chamán Rojo

Dicen que quien observa el hipnótico baile del fuego de una hoguera duerme mal, pues el alma se agita al compás de las llamas.  Más aún si la hoguera ha sido preparada mediante el místico ritual que los Chamanes Rojos de la tribu K´Hlata de los Pies Rojos han transmitido de generación en generación. La preparación era tediosa y compleja, como no podía ser de otra manera, pero si se hacía bien, el fuego ardía con violencia, con llamas altas y de tonos encarnados similares a los de las vísceras sanguinolentas. Sangre que teñía de rojo los pies de los guerreros de la tribu.

De aquellas llamas en torno a las que se había reunido Chamán Rojo con todo aquel que hubiera querido escuchar sus palabras ya sólo quedaban las brasas que languidecían, reanimadas de vez en cuando por el suave roce del viento.

Se había ido a dormir con la sensación de haber hecho un buen trabajo. Notaba que su mensaje iba calando poco a poco, aunque aún le quedaba el duro hueso que suponían sus propios Hermanos. Ya cambiarían de opinión.

El sueño del chamán era agitado pues, estimulado aún por las llamas rituales, se movía entre dos mundos y, el onírico, es la frontera entre ellos. El grito de alarma de Caracabra ancló al guerrero chamán al mundo real. Exaltado, se incorporó lo más rápido que pudo.

- Uhm...¿nos atacan?- Se repitió como para creérselo, forzando a los párpados a mantenerse abiertos de par en par.- ¡ODIO, NOS ATACAN!- Gritó a su compañero de pelotón y guardias que reposaba próximo a él. 

Tras salir de la tienda y echar un vistazo al exterior no logró aclarar nada de lo que estaba ocurriendo así que  se agachó a por su escudo y comenzó a golpear la lanza contra él para hacer ruido. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Por qué no veía el ajetreo y pánico habitual en los seguidores del campamento cuando éste era atacado? ¿Dónde estaba Odio? Le parecía increíble que aún siguiera durmiendo. ¿Es que nadie había escuchado la voz de alarma? Por un momento pensó en que quizá lo hubiese soñado pero pronto desechó esa idea. Más que desecharla lo vio de otra manera. Los Espíritus de sus Compañeros caídos en la batalla habían propiciado que él se levantase de los primeros para poder guiar con su sabiduría a los demás. Así demostraría a Lengua Negra que podía confiar en él.

¡VOSOTROS!¡VENID AQUI!- Gritó señalando con su lanza al grupo de seguidores que descansaban junto a la puerta norte.-¡MOVED EL CULO DE UNA PUTA VEZ!¡ESTAMOS SIENDO ATACADOS! ¡DESPERTAD A TODO EL MUNDO SI NO QUEREIS QUE HAGA CAER LA IRA DE NUESTROS HERMANOS CAIDOS SOBRE VOSOTROS!

Sabía que azuzar a los seguidores del campamento podía salirle caro después pero, si no movían el culo, ellos también acabarían muertos. Ya más tranquilo porque todos en el campamento estuvieran alertados del ataque se dirigió hacia Guardaespaldas, quien ordenaba que se replegaran en torno a la figura de Capitán, como era obvio.

- Señor, he mandado a los Seguidores a despertar a todo el mundo. ¿Se tiene algo de información de lo que pasa?

El rugido que resonó por todo el llano heló la sangre de Chamán Rojo. Asintió a las palabras de Guardaespaldas, que era de la opinión de que el ataque estaba orquestado para dar muerte al Capitán aprovechando la ausencia del grueso de la Compañía, y asió aún con más fuerza lanza y escudo. No había tiempo para mucho más. Podía ver cómo algunos Fantasmas Irredentos habían saltado la muralla este y se aproximaban a sus posiciones. Pero por si no fuera lo suficientemente preocupante, Uro llegaba hasta su posición tintado de su propia sangre. Decidió no preguntar pues la respuesta era obvia. La seguridad de la muralla sur había sido igualmente violada.

¿Dónde se había metido Odio? Si salían de esta le cortaría las orejas y se las ofrecería a los Espíritus para saciar su hambre. Tenía la boca seca y  maldijo por no haberse podido poner la armadura ni coger todas sus armas. En poco tiempo pudo ver que el riesgo de perder al Capitán, al que estaban protegiendo allí, era alto. Una implacable asesina del Triplete  se acercaba dejando atrás un reguero de muerte. A pesar de verse en medio de un barullo que no hacía más que acrecentar la confusión, Chamán Rojo osó a probar suerte. Tomó una de las lanzas que había por el campamento y la lanzó contra la Heroína del Triplete.

- ¡Aparta!- Gritó a Frontera quien se había puesto en medio haciéndole errar el tiro. La asesina quedaba así fuera de su alcance. No era un gran problema pues los irredentos se acercaban por todas partes.

Hay para todos.

Concentrarse en la lucha con un dragón del Triplete rugiendo por encima de la cabeza de uno no era nada fácil, ni siquiera para la mente privilegiada de un guerrero chamán. Sintió la punzada de la lanza de su enemigo en su cuerpo y eso le obligó a concentrarse de nuevo. ¿Cómo iban a sacar a Capitán de allí? Aunque veía por el rabillo del ojo que la asesina huía, acosada por múltiples atacantes, aún quedaba aquella bestia infernal sobrevolando el campamento.

- ¡Acabemos rápido!- Incitó a sus compañeros para poder reorganizarse de nuevo. Pero para liderar a los demás había que empezar con uno mismo y, seguidamente, lanzó una estocada con la lanza corta para tratar de acabar con la vida del fantasma irredento. Sin embargo, no fue su lanzada la que acabó con su vida si no la de su compañero Odio.

- Ya era hora de que despertaras, Odio.- Le dijo con una sonrisa cuando éste acabó con la vida de su enemigo quitándole ese placer a él. El combate continuaba y comenzaron a caer algunos de sus Hermanos a manos de otros de los Fantasmas.

- ¡No te atrevas a ponerle una mano encima!- Gritó Chamán Rojo al ver como uno de ellos ponía sus sucias manos en Frontera para apartarlo como si de un saco sin vida se tratase. Ante tal ofensa no le quedó otra que lanzarse hacia él para acabar con su miserable vida allí mismo. Esta vez sí fue su lanza la que acabó con él. Retorció el mango para que la punta destrozara su miserable cuerpo y no paró de empujar hasta que la sangre, recorrida el asta de su lanza, le empapó la mano. El combate había terminado. Los enemigos huían. Ya sólo quedaba bailar sobre el cadáver de sus enemigos hasta que los pies se tiñesen de rojo.

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22/02/2016, 15:25
Reyezuelo.
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Los días en el retén del campamento transcurrieron con una tensa calma que abotargaba los ánimos y exaltaba en vano los espíritus, cada nube de polvo en el horizonte era un ataque enemigo, cada ulular del viento contra la empalizada del campamento era una emboscada asesina, cada noche demasiado silenciosa presagiaba un final inminente para el pobre diablo que se afanaba por conciliar un sueño huidizo.

La noche en que se desató el infierno Reyezuelo, tras innumerables horas de vigilante patrulla, había caído exánime en un sueño no calculado del que su conciencia no pudo zafarse y en el que se sumergió tan placenteramente que el hecho de estar de patrulla más parecía un atenuante que anatema para el soldado.

En su sueño Caracabra gritaba con precipitada alarma, mientras Reyezuelo escuchaba como humeantes bestias rojas trepaban por la empalizada, a lo lejos, sobre una cadavérica montura, la muerte instaba a sus acólitos a arrasarlo todo. Empezó a respirar agitadamente, sus manos se abrían y cerraban buscando sus armas, su boca se abría tratando de unirse a la alarma de sus compañeros en un eco que resucitara al campamento atacado, pero no era capaz de articular ningún sonido y las bestias rojas se le echaban encima, sus risueños ojos amarillos fue lo último que vio antes de perecer bajo sus llameantes látigos.

Se vio arrancado del sueño de un modo atroz, con el vello de punta, aterrado, mirando la oscuridad que lo rodeaba sabiendo que la vida le iba en ello, buscando al enemigo con el que había de medirse si quería salvar la vida. Nadie, únicamente encontró su escudo y su lanza, descansando a su lado, los recogió con imprudente desesperación incapaz de quitarse de encima el peor presentimiento que hubiese tenido jamás -. Voy a morir hoy -. Pensó tan convencido que la adrenalina le inundó el pecho hasta transformarlo en algo que solo podía responder a instintos básicos, simples y sencillos. Su mente consciente y lógica se hallaba muy lejos de allí, para tratar de sobrevivir no parecía necesaria.

El sonido de algo escalando a una velocidad endemoniada le provocó un escalofrío doloroso. Sujetó con más fuerza aún su lanza y se encaró hacia el lugar por el que, suponía, había de aparecer la horrorosa visión que le helaría la sangre. El abrumador e ingente sonido de un colosal batir de alas le hizo girar la cabeza, con los ojos abiertos como platos, demasiado asombrado como para no observar, con la mandíbula desencajada, a la colorida bestia iluminada por la luna que, gobernando los cielos, se unía al propósito de llevar a la compañía a una demoledora hecatombe. Cuando, demasiado atónito para expresar nada coherente, volvió la cabeza al lugar que vigilaba, halló allí a la muerte, delante de él, en todo su reverente esplendor.

Se levantó, más por resorte provocado por el miedo que por auténtica decisión consciente, la muerte lo miró con el mismo interés con el que alguien observaría un curioso insecto del todo inofensivo. Reyezuelo la encontró exuberante, embriagadora, seductora hasta límites inenarrables, entregarse a ella sin lucha era lo más cabal, pues su sola mirada desarmaba y vencía. Sin embargo, pronto se hizo evidente que su objetivo era otro, con una elegancia que después, en soledad y calma, el joven soldado rememoraría hechizado, la esbelta y peligrosa asesina desenvainó sus espadas y posó la mirada en el centro del campamento, donde el capitán descansaba de su mal. Al verla prepararse para saltar, despechado por no ser lo suficientemente poderoso como para captar su atención, el k'hlata la atacó con torpe determinación, su lanza hendió el aire donde ella había estado un segundo antes. Cuando terminó de levantarse, la parca ya corría muy lejos de su alcance, la observó anonadado, sintiendo al mismo tiempo un gran alivio por seguir vivo y una profunda pena, anegada de preocupación, por el destino que correría esa criatura magnífica y soberbia.

Un nuevo ruido en la empalizada que defendía llamó su atención, se trataba de un enemigo mucho menor que el que acababa de encarar, y con él pagaría su frustración. Con deliberada maldad esperó a que estuviese a tiro de su lanza y entonces se lanzó contra él en un paroxismo de salvaje destrucción, empalándolo  sin detenerse hasta que se aseguró, cuando ya era más que evidente, que toda luz de vida desaparecía de sus ojos.

En algún momento escuchó la voz de Guardaespaldas ordenando el repliegue hacia la tienda del capitán, pero solo en ese momento comprendió las palabras y se aprestó a obedecer. Volviendo una torva mirada hacia el cadáver del recientemente caído enemigo para asegurarse de que no se movía, abrió la trampilla y descendió todo lo rápido que fue capaz mientras escuchaba gritos de pánico que solo entendió cuando, al llegar abajo y pisar tierra, escuchó un terrible rugido que parecía presagiar el fin del mundo.

Con toda la celeridad que le fue posible recorrió el campamento, saltó por encima de los enemigos caídos,  llegó a las inmediaciones de la tienda del capitán y, mientras esperaba ordenes, con el escudo en ristre preparado para todo, a duras penas observó como la inmensa bestia voladora se alejaba por el aire a una velocidad desconcertante. 

Lo único que atinó a preguntarse fue -: ¿Qué habrá sido de ella?

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22/02/2016, 22:00
Caracabra.
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Caracabra trataba de mantenía despierto, la guardia era extremadamente aburrida, no paraba de dar cabezadas en un duermevela continuo. De vez en cuando miraba hacia la otra atalaya donde debería de estar Reyezuelo, no veía a la figura espigada del soldado sobresaliendo sobre las barandillas. Seguro que se ha dormido.

Una flecha se clavó en la barandilla a un palmo de él. Sobresaltado, Caracabra agarró instintiva con fuerza la lanza. ¡Alarma! ¡ALARMA! ¡NOS ATACAN! Miro en dirección del disparo. Entre las sombras varias figuras avanzaban hacia la empalizada. Arrojo la lanza contra la primera de las sombras, una mujer oscura armada con dos espadas. La lanza acertó por los pelos a la mujer causándole un simple arañazo en el costado. Rápidamente, cogió otra de las lanzas y continúo gritando.

Tres figuras habían empezado a trepar por la empalizada, Caracabra arrojo la lanza contra uno de ellos. La lanza se clavó profundamente en el hombro del Fantasma, pero impasible el Fantasma continúo trepando.

Entonces los gritos de Guardaespaldas resonaron por encima del ruido de la refriega. Había que reunirse en torno a la tienda del Capitán. Rápidamente Caracabra comenzó a bajar de la atalaya para correr hacia la tienda del Capitán. 

Los fantasmas ya habían conseguido entrar dentro del campamento, Caracabra no se preguntó “¿Cómo?” habían llegado al interior tan rápido, simplemente ataco al primero que vio. El ataque fallo por mucho, solo la suerte evito que la lanza se partiera. Lanzo otros dos ataques contra el mismo Fantasma impactado solo uno de ellos, este respondió hiriéndole con un lanzado, finalmente guardaespaldas remato al fantasma.

Caracabra atravesó con la lanza el pecho de otro fantasma que estaba cerca, el enemigo cayó fulminado.  Rápidamente se giró para encontrar otro fantasma que volvió a caer bajo el peso de su lanza. Busco más enemigos con la mirada pero ya se habían retirado, aun así, Caracabra no rompió en gritos de alegría podría haber otro ataque. 

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25/02/2016, 01:04
[RIP] Ojopocho.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: TREINTA.

COMBATE EN EL CAMPAMENTO PRINCIPAL: Ojopocho

Los días pasaban tediosos, los turnos iban corriendo y sólo deseaba que no me tocara fuera de la protección de la muralla cuando el enemigo atacara.

Cada vez faltaba menos para que algo pasara, y eso se notaba en el ambiente. Mientras tanto, sólo nos quedaba hacer nuestros turnos cada vez que nos tocaban, y esa noche, Tristeza y yo teníamos turno más allá de la empalizada.

Paseábamos por el Este, esperando que el sol saliera, pero aún era pronto, o tarde según se mire. La noche transcurría apacible, hasta que logré ver centellear tres figuras a unos metros de allí. Mi vista nunca me ha fallado, aunque mi fama siempre me acompañara, pero aquella vez no me equivocaba.

Tristeza - ¡Tenemos compañía! – intenté avisar a mi compañera, totalmente desprevenida, mientras preparo el arco para avisar al campamento sin alertar a los enemigos que pudieran estar al acecho - acerquémonos a la empalizada para que puedan apoyar nuestra defensa – quizás mi consejo fue nuestra perdición. Quizás debería haber atacado a las tres figuras furtivas, pero la cuestión fue que decidí alertar a mis compañeros sacrificando nuestra propia vida…

La vida es algo efímero, un día tus compañeros pierden su vida salvando la tuya y al siguiente, es la tuya la que hay que sacrificar por el bien de la Compañía.

Tristeza cayó asaeteada, y llegó mi turno… dos malditos fantasmas irredentos consiguieron lo que no habían conseguido muchos otros antes. Un golpe de mala fortuna, el destino, una decisión equivocada, quién sabe qué es lo que pasó, pero mi vida se diluyó junto al campamento que defendíamos. Sólo espero que no fuese en vano y que el resto de compañeros tomaran cumplida venganza de mi muerte…

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25/02/2016, 01:19
[RIP] Odio.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: TREINTA.

COMBATE EN EL CAMPAMENTO PRINCIPAL: Odio

La tensión acumulada por la vigilancia continua ejercía en Odio un cansancio especial. Aquella tarde había seguido huellas alrededor del campamento, pero habían resultado ser un rastro falso.

El sueño sumió al guerrero en un profundo descanso, que impidió reaccionar directamente a los gritos de alarma de los centinelas. No fue hasta que su compañero de guardia, Chamán Rojo, gritó en su mismísimo oído.

Sin dudarlo, cogió su hacha de mano y salió corriendo de la tienda en la que descansaban hasta hace poco. ¡El campamento estaba siendo atacado! Desde distintos flancos, figuras malencaradas corrían hacia sus compañeros, agitando sus lanzas.

Odio aguardó a que una de esas figuras se acercara a él. Aún andaba con los efectos del sueño y logró sobrevivirle el primer ataque, pero con ayuda de Chamán Rojo, se deshicieron de la vida de su oponente rápido.

Uno tras otro, los enemigos que habían accedido al campamento fueron cayendo. Una vez más, la Compañía había sobrevivido un nuevo intento de eliminación.

Era hora de cuidar las heridas y honrar a los muertos. Ojopocho y Tristeza

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29/02/2016, 04:48
[RIP] Astado, Pelotón de Campamenteros.
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Mes de la JIRAFA

Día 30 - Por la Noche

La luna había cumplido ya buena parte de su recorrido por el firmamento cuando ASTADO cayó por fin rendido dentro de su tienda de campaña. El exhausto explorador no había tenido siquiera fuerzas para acomodarse en su estera de descanso, y tras atravesar la lona que servía de  improvisado portón se había derrumbado sin más sobre el polvoriento suelo del refugio, sin reparar incluso en que una de sus huesudas pantorrillas quedaba indolentemente expuesta a la intemperie.

Por supuesto, aquel comportamiento no era habitual en el circunspecto y meticuloso k´hlata, que por lo general nunca se iba a acostar tan entrada la noche. Bien por el contrario, sus horarios de descanso estaban estrictamente amoldados a los turnos de vigilancia que mantenían sus compañeros, pues era su responsabilidad supervisar cada uno de los relevos y cambios de guardia de todas las patrullas. Y como nada de ello ocurría en plena madrugada, el antiguo esclavo del Profanador de Mentes solía aprovechar esos momentos para echarse su siesta más profunda del día (y, la más de las veces, la única).

Sin embargo, aquella noche había sido diferente. Pues como los últimos días habían resultado tan extremadamente monótonos, sin ninguna novedad que permitiera distinguir uno del siguiente, ASTADO finalmente se había relajado lo suficiente como para modificar su rutina habitual. Y se había entregado febrilmente a cumplir todas aquellas tareas que se había visto obligado a ir postergando durante los últimos tiempos.

Para empezar, había recorrido una y otra vez el perímetro con obsesiva minuciosidad, tratando de descubrir posibles brechas en la empalizada. Y luego se había dirigido a la zona de los Seguidores de Campamento, procurando encontrar tanto monturas como jinetes que pudieran incrementar la efectividad de las patrullas que vigilaban el exterior de la muralla.

Por supuesto, todos sus esfuerzos habían sido infructuosos. Y el frustrado k´hlata solo había conseguido volver a su tienda mucho más tarde y más cansado que de costumbre. Por ello, cuando la muerte y el caos se desataron sobre el campamento, encontraron a un muy plácido ASTADO durmiendo a pierna suelta dentro de su tienda, inmerso profundamente en un coro de sonoros ronquidos, los que durante un buen rato incluso rivalizaron en potencia e intensidad con los alaridos de horror de sus camaradas.

De modo que, en tales circunstancias, no resultó para nada extraño que ignorara las alarmas desesperadas de OJOPOCHO y CARACABRA. Como tampoco que hiciera oídos sordos a las destempladas imprecaciones de CHAMAN ROJO, o al creciente clamor que había estallando en la zona reservada a los Seguidores, y que poco a poco se iba extendiendo como una mortaja por todo el campamento.

De hecho, ni siquiera los bruscos apremios de FRONTERA pudieron apartar al k´hlata de su modorra, aún cuando su camarada explorador se había tomado el trabajo de franquear los escasos palmos que separaban ambas tiendas para zamarrearlo personalmente con inusitada violencia.

Sin embargo, en el preciso instante que toda aquella estridente y confusa cacofonía comenzaba al fin a abrirse paso por la brumosa semi-inconciencia de ASTADO, un rugido estruendoso se destacó con nitidez por sobre el rumor creciente que se elevaba del campamento. Y fue tan atronador y terrible que hizo temblar todo el llano, e irrumpió por la fuerza en el onírico duermevela del antiguo chamán.

Para peor, aquel quejido feroz y antinatural solo podía provenir de las más monstruosa de las pesadillas. Y ello confundió aún más a ASTADO, que creía sentirse despierto, a la vez que descubría con pavor que le era imposible liberarse de aquel sueño.

Por fortuna, el k´hlata no era ajeno a tales cuestiones. Y si bien había tenido que sacrificar todo su poder y la mayoría de sus recuerdos para vencer al Profanador de Mentes, en las fibras más recónditas de su ser todavía permanecían algunos restos de su antigua existencia, cuando podía moverse con soltura entre los distintos estados de la mente.

Y fue gracias a esa vaga memoria de lo que alguna vez había sido, que pudo por fin serenar su espíritu y comprender: No estaba atrapado en una pesadilla de la que no podía escapar. Sino que los terrores del sueño lo habían seguido. Y continuaban acechándolo incluso hasta en la misma realidad...

Notas de juego

Parte 1.

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01/03/2016, 18:18
Uro.
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AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, TERCERO Y ÚLTIMO DEL VERANO).

DÍA: TREINTA.

CAMPAMENTO PRINCIPAL

Más de dos semanas de tragar polvo en un campamento vacío, patrullando entre tiendas huérfanas rodeadas por una empalizada desnuda y deshabitada. Los días habían transcurrido con lentitud, arrastrándose. El bullicio que un mes atrás llenara la guarnición habían mudado a un mutismo denso y premonitorio.

Uro había pasado jornada tras jornada alternando guardias y entrenamiento. Silencio y sudor. Silencio junto a Frontera, el explorador de mirada perdida que le acompañaba durante las patrullas; sudor en el campo de adiestramiento, lanzando mandobles contra un muñeco de paja. Dos compañeros que parecían compartir la misma locuacidad y las mismas luces.

Las patrullas junto al Nube Dispersa eran aburridas, pero no más que lo habrían sido junto a cualquier otro. De hecho, el Guerrero de la Diosa había llegado a sentirse a gusto vagando con Frontera durante los turnos de guardia. A Uro no le gustaba malgastar aliento con palabras innecesarias, ni tener que aguantar a cobardes temerosos de quedarse a solas con propios sus pensamientos. Todos esos alfeñiques incapaces de controlar su lengua le ponían enfermo. Frontera no era uno de esos, pero mientras los silencios del Elegido irradiaban peligro y amenaza, los del Nube Dispersa desprendían la misma intrascendencia que la mirada vacua de un buey pastando.

Después de un día más de patrullas y hastío, una jornada gemela a la anterior, la noche cubrió el campamento con su oscuro y frío manto. El salvaje se refugió en su tienda, portando aún la escudilla humeante con el escaso rancho que le serviría de cena. Astado es mejor cocinero que comandante, pensó Uro esbozando una sonrisa lobuna. Cuando Guardaespaldas escogió al antiguo chamán como segundo al mando, el Cazador de Cabezas se sintió insultado, pero el agravio apenas perduró durante media docena de latidos. ¿Dónde estaba su rabia? ¿Estaba perdiendo el fuego que le hacía hervir la sangre? ¿Había dejado atrás el sendero de la Diosa para convertirse en soldado? ¿Hasta qué punto era eso una pérdida? El enorme k'hlata estudió las manos que sostenían la escudilla, paseando la mirada por sus antebrazos y los tatuajes que los recubrían. ¿Merecía todavía la marca de la Diosa? Ninguna cabeza colgaba de su cinturón, ya que en la Compañía no había chamanes de su tribu que pudieran reducir sus trofeos de guerra. Enterrada tras su tienda, la única cabeza que Uro había tomado aguardaba a ser sometida a los rituales de contracción que permitía a un guerrero Cazador de Cabezas lucir su botín de sangre. Con la mente enterrada en la duda, el gigante negro se adentró en un sueño profundo e intranquilo.

Visiones de batallas cruentas. Alaridos de pasión y gemidos de dolor. Sangre mezclada con estridentes carcajadas. El rostro de Peregrino sobre los hombros de un niño de la tribu de los Castores, sonriendo antes de que Uro partiera su frente de un hachazo. El Cazador de Cabezas despertó tumbado en un camastro desvencijado, en el interior de una cabaña que olía a muerte. Al intentar incorporarse, agudos pinchazos de dolor recorrieron todas sus articulaciones. El salvaje alzó una mano para cubrirse los ojos, heridos por los rayos de sol que se colaban por una hendidura del techo. Su mano estaba agrietada y pálida, recubierta de arrugas ancianas, y sus tatuajes otrora oscuros lucían ahora grises y deslustrados. Con esfuerzo alcanzó un cuenco de agua turbia que descansaba junto al jergón. El rostro que se reflejó en la superficie era el de un León Anciano escuálido y cadavérico.

— ¡NOOO! —El tremendo rugido de Uro desgarró la noche cuando el salvaje volvió a la realidad del campamento.

Angustiado, el gigante de ébano echó un vistazo a sus brazos, comprobando que la abultada musculatura y los negros tatuajes volvían a revestirlos. Antes de que consiguiera recuperar el aliento, otro chillido rasgó el silencio nocturno, coreado segundos después por otros igual de alarmantes. El campamento estaba siendo atacado. El Guerrero de la Diosa tomó la armadura durante un instante fugaz, lo que tardó en darse cuenta que el tiempo era un recurso demasiado escaso para perderlo ciñéndose el coselete. Las fuerzas del retén eran pocas y de nada serviría cubrirse de cuero si al salir de la tienda las bajas eran demasiadas. Con decisión asió la enorme hacha y se embrazó el escudo con los colores de su tribu, emergiendo a las primeras luces del alba preparado para sangrar y matar.

Unos primeros pasos indecisos le llevaron a la sombra de la empalizada sur, pero el grito de Guardaespaldas ordenando retroceder hacia la tienda del Capitán hizo que diera la vuelta y corriera hacia esa posición. Un dolor intenso y lacerante recorrió su espalda desde el omóplato hasta casi la cintura, pero el salvaje siguió corriendo. Solo cuando empezaba a perderse entre las tiendas de los mandos, se permitió echar la vista atrás. Una mujer, esbelta como la hoja de una daga y blandiendo dos espadas manchadas de sangre sonrío antes de desaparecer tras una de las carpas. Algo empezó a bullir en el interior del Cazador de Cabezas. El batir de unos tambores de guerra henchían su colosal pecho. La rabia de la Diosa ardía en sus venas. 

Al llegar frente a la tienda del Capitán, Guardaespaldas le saludó con un cabeceo rápido. A lo lejos, cerca de la empalizada norte, los seguidores de campamento corrían arriba y abajo sin orden ni concierto. Uro bramó para que se reunieran en su posición, pero sus gritos se perdieron ahogados por un terrible rugido que hizo temblar toda la planicie. Una monstruosa criatura cruzó el cielo sobre el campamento, batiendo una alas imposibles que hacían ondear frenéticas las lonas de las tiendas del fuerte. La siniestra bestia sobrevolaba la batalla como un ciclópeo buitre ansioso por alimentarse de los cadáveres de los soldados de la Compañía. Uro dejó de mirarla, sintiendo quizás por vez primera el horror congelar su alma. En ese momento, Chamán RojoFrontera aguardaban a su lado, mientras Guardaespaldas desaparecía a la carrera.

— Si el enemigo entrar en tienda del Capitán, ¡Uro colgar vuestras cabezas de su cinturón! —les aulló a los dos soldados antes de salir en pos de Guardespaldas.

Encontró al escolta del Capitán blandiendo su alfanje contra la muchacha de la sonrisa afilada, mientras esta parecía bailar a su alrededor devolviendo golpe por golpe con sus dos espadas. El acero danzaba a demasiada velocidad como para predecir los movimientos, pero parecía que la sangre manaba desde los dos bandos. Uro se lanzó a la lucha, enarbolando la gigantesca hacha como si de una vara de sauce se tratara. Cortes, rasguños y tajos llovieron a los tres contendientes. Una bruma carmesí empezó a teñir la periferia de la visión del salvaje. Los ecos de una voz ya casi olvidada inundaron los oídos del Cazador de Cabezas. La histriónica melodía de la rabia. La música embriagadora de la ira. La Canción de la Diosa.

Las heridas dejaron de escocer.

El agotamiento se diluyó en un mar embravecido de furia asesina.

Una sonrisa demente se dibujó en su rostro.

Incapaz de superar a sus dos enemigos, la muchacha hizo un finta y salió huyendo de vuelta hacia la empalizada. Guardaespaldas no se dejó llevar por el frenesí del combate y dio media vuelta para proteger la tienda del Capitán, pero Uro ya no tenía control sobre su ansia de muerte. Corrió alocadamente tras su adversaria, rugiendo como un oso enfurecido. La muchacha alcanzó la base de una de las torres de vigilancia, encaramándose a ella con la agilidad de un leopardo. Cubriendo su ascenso, dos incursores plantaron cara al Guerrero de la Diosa, convencidos de que la superioridad numérica y la sangre que cubría al Cazador de Cabezas decantaría la balanza a su favor. Craso error. El hacha del salvaje cayó en un arco brutal, rebanando media cabeza del primero y acabando su trayectoria en el pecho del segundo. Incontables hachazos convirtieron al desgraciado en un amasijo de carne y hueso. Con un último mandoble, Uro cercenó la cabeza de uno de sus enemigos caídos y lanzó un bramido de locura roja al infinito.

La Ira había regresado. La Diosa creía en él.