Partida Rol por web

Grupo de Batalla I

La traición de los muertos. Asalto 02

Uro resopló como un búfalo enfurecido mientras los muertos se acercaban. Los movimientos de los cadáveres eran espasmódicos, incómodos, como marionetas manejadas por un titiritero loco. Es hechicería era una abominación, un insulto a las almas de los caídos. ¿Habrían despertado también los cuerpos de los Hermanos de la Compañía? ¿Les habrían arrancado del seno de la Diosa para traerlos de regreso a la fuerza a este mundo? El Cazador de Cabezas enseño los dientes con un gruñido animal, desafiando a esas parodias humanas, pero la mirada perdida de los muertos vivientes no varió ni un ápice.

Una imagen fugaz cruzó como un relámpago la mente del Ungido: ¿estaría Peregrino entre los resucitados? La sonrisa del salvaje se ensanchó, imaginando su hacha cercenar la cabeza del odiado extranjero.

—Ser hora de cantar, Gorrión —masculló en dirección a Pipo, que se encontraba justo a su lado machete en mano, contemplando el avance de las siniestras criaturas—. Que Diosa sonreírte.

Y sin esperar respuesta, el Guerrero de la Diosa se lanzó entre una maraña de cadáveres, sajando miembros ajados y corrompidos con su enorme hacha.

Gruñó por el esfuerzo de tener que tirar de un carro del que ya no tiraba nadie. Era hora de la pelea.

-Caracabra, hermano, uno de esos va a roerte el tobillo. Yo me encargo de ese que se acerca desde arriba -dijo al tiempo que con una sonrisa siniestra cargaba contra uno de aquellos muertos.

Grupo de Batalla I

La traición de los muertos. Asalto 02

Necesitamos a Serpiente. Keropis, él y yo, nos enfrentamos a ese maldito fantasma el año pasado en el cementerio. Serpiente lo expulsó en aquél entonces.

- Esa es una información que habría sido útil haberla tenido antes, ¿no crees?

La frase sonó más dura de lo que realmente pretendía, y no era momento de disputas. Mientras hablaba, preparaba una lanza para intentar ensartar a la pútrida criatura más cercana. Sin demasiado atino, pues aquella ni siquiera se inmutó.

Creo que esto no va a ser fácil.

La lanza no parecía demasiado útil, así que aprovecho que ninguna criatura está demasiado cerca para preparar la espada.

Después miro a Matagatos, y acto seguido a Ponzoña.

- Órdenes, señor.

"Gorrión" Ese sonido le gustaba. "Gorrión". Sonaba bien. Por primera vez se vio en el rostro del Otro... de Gorrión un asomo de sonrisa: no más que la comisura de los labios y la mirada más afilada. Pero pronto pasó.

Las ordenes estaban dadas, no obstante eran tan imprecisas...

Observó a Uro y a Ponzoña romper la formación en torno al carro y lanzarse contra los primeros no muertos. Aunque no le sorprendió que ellos lo hicieran, pues conocía su ímpetu, si le sorprendió que no se hubiera estipulado nada sobre que formación adoptar.

Él no era el oficial ni un gran estratega. Pero no le pareció sensato adelantarse para combatir a los seres, sin apoyo de los compañeros a los lados, pudiendo quedar aislados y rodeados. Y lo trágico es que parecía que el desorden iba a ser evidente: unos avanzando, otros dubitativos y otros defensivos. Sin orden ni coordinación.

¿No sería lo mejor una línea de aguante? Secundándonos unos a otros. Hombro con hombro, especialmente en desventaja numérica, pensó el jaguar, recordando una situación similar y como formando una linea junto a Pipo y Odio lograron prevalecer y causar numerosas bajas a oponentes más numerosos en el pasado.

Giró su rostro y miró a Matagatos, junto a él.

- Cabo,¿Alguna orden concreta? - hizo especial énfasis en la última palabra, esperando algún tipo de reacción de su oficial o por el contrario constatar que no había táctica alguna en el combate. Que cada cual se busque la vida.

Era gracioso que le pidieran órdenes. Es cierto que era el líder del pelotón, pero apenas era consciente de la situación a su alrededor, como para formular ninguna clase de estrategia. Si aquellos cadáveres demostraban tener algo de resistencia, quedaría claro que estaban condenados. Pero nada se podía hacer.

-Defended el carro como buenamente podáis-dijo simplemente. Serpiente tampoco había abierto la boca más que para pedir silencio, no sabía si existía modo alguno de parar esta situación. No sabía nada. Sólo que estaban rodeados de miles de enemigos. Y quizás eso ya era saber suficiente. 

El oscuro maldijo, seguramente no por última vez en aquella batalla, su mala pata anterior que le había provocado aquella ceguera. Apenas era consciente de lo que había alrededor. Hasta que de repente... Algo. Una de aquellas cosas, sin duda. Con el paso más firme que pudo adoptar (que tampoco fue mucho) recorrió el espacio que les separaba, apenas medio metro, y empezó a descargar sus ataques. Y lo hizo con auténtica furia, cuatro golpes de las espadas gemelas de acero oscuro, siendo el primero especialmente demoledor.

-¡Acabad con esas cosas! ¡Hay que proteger la escala para continuar!

Gorrión observaba cómo las cosas venían a ellos. Observó cómo algunos de los hermanos, de su familia, avanzaban al encuentro. Malo. ¿A qué consumir energías? ¡Venían ellos solos! En su mente animal el concepto de enemigo flanqueando estaba claro como el agua. Adelantarse a la carga de una manada superior a la tuya era malo. Había mucha caza que cazar. ¡Mucha! Todavía había que ir a aquel montón de rocas y sacar de ahí toda la carne aprovechable.

Esperó, pues, a que vinieran a él.

ASALTO 02

 Esa es una información que habría sido útil haberla tenido antes, ¿no crees?

Manta estuvo a punto de contestarle a Dedos, sin embargo, al abrir la boca se dio cuenta de que perdería segundos cruciales. Dos muertos vivientes bastante maltrechos avanzaban con la mirada hambrienta en dirección a ellos. Cerró la boca y cargó para proteger a los suyos.

Era la primera vez que entraba en un combate verdadero desde que había abandonado el ala de su mentor. Estaba nervioso. Y eso es decir poco, teniendo en cuenta los sucesos recientes. Realmente estaba aterrado. Que una horda de muertos vivientes quisiera comerse a todo ser vivo en el Llano de Galdan parecía algo salido de una pesadilla. Lo empeoraba el hecho de que era realidad en vez de un mal sueño.

Cuando emprendió la carga, Manta no tuvo tiempo ya para pensar. "Un golpe, un enemigo" dijo la voz de Sar Krogan en la mente del muchacho. El Hostigador blandió a Lejana y la antiquísima espada respondió entonando la canción de acero: el primer espadazo separó el cuello de la primera de las criaturas del resto de su cuerpo. Aprovechó el impulso de la carga y el retroceso de su propia arma para dejarse llevar por la inercia del ataque y girar sobre su propio eje, desplazándose un paso a la derecha. La segunda criatura -que venía junto a la primera- pensaba atacar con sus inmundas zarpas, pero al momento de atacar, dejó abierta su guardia, lo que también invitaba a la llegada de la muerte (esta vez definitiva) en la forma del acero traído de otra época que blandía el K'Hlata. El segundo ataque fue tan rápido que antes de que la cabeza de la primera criatura cayese al suelo, este seccionaba en dos diagonalmente al muerto viviente.

Manta tomó unas dos respiraciones para serenarse, ya que las criaturas eran lentas, y aprovechó para examinar el resto de la batalla con la cabeza fría. Miró alrededor: al frente se acercaban más muertos vivientes, y hacia su izquierda, por donde avanzaba el carromato, era donde más se aglomeraban. La zona donde estaba el propio Manta ya quedaba un tanto despejada, y ahí estaban Matagatos, Guepardo y Caracabra. Estaban bien defendidos. Al frente, sin embargo, estaban Pipo, Dedos, Uro y Campaña. Eran buenos guerreros y sumamente resistentes, pero eran demasiados enemigos. Tanto Campaña como Uro empezaban a recibir heridas de aquellos muertos. Uro le había llamado cobarde... sin embargo, familia seguía siendo familia, y esta no se escoge. 

Pensaba llegar hasta el frente del carromato, y combatir junto a Uro y Campaña, pero tenía que abrirse paso por los que les abordaban por ese costado primero.

— ¡Dedos, Pipo! —llamó el muchacho— ¡Vamos a por esos!* —dijo, señalando con la mano enfundada en el guantelete al grupo de zombies que se acercaba a su flanco del carromato.

GRUPO DE BATALLA I:

FASE DE BATALLA 4: ASALTO 03 DE 10:

POnzoña sacudió la maza con un golpe seco y restos de carne, vísceras y gusanos cayeron de ella al suelo con un sonido húmedo. Miró hacia atrás. Caracabra seguía batiéndose con uno de aquellos muertos. No se lo pensó. Retrocedió y descargó su maza contra él con un gruñido sordo brotando de su pecho.

-Juntos podremos hacerlo, hermano.

GRUPO DE BATALLA I:

FASE DE BATALLA 4: ASALTO 02 DE 10 (inicio):

Gorrión escuchó a Manta y se lanzó...

GRUPO DE BATALLA I:

FASE DE BATALLA 4: ASALTO 02 DE 10

Guepardo siguió en su postura defensiva, junto al cabo. Su vista nublada dejó inquieto al k'hlata y prefirió quedarse junto a su líder. Adoptó una formación de lanza en ristre, preparado para empalar al primer enemigo que hiciera acto de presencia, antes de que tuviera respuesta.

Pensó que sus compañeros, tras las indicaciones de Matagatos, también guardarían orden en torno al carro, defendiendo la posición todos aunados. Fue un pensamiento erróneo. Observó como la posible formación en círculo se deshacía y los hombres cargaban a su libre albedrío.

Por un lado le pareció desalentador ver como sus compañeros eran incapaces de seguir unas directrices dadas e imponían sus propios criterios. E incluso se animaban a dar instrucciones y órdenes a otros, como si fueran ellos los oficiales. Por otro, no puedo evitar sonreír por el ímpetu de los hostigadores para neutralizar a todo lo que se acercase a ellos. Negó con la cabeza tras suspirar y se centró en el zombie que se acercaba peligrosamente tanto a Matagatos, como a él. Mejora así. Iba a ser una batalla muy larga.

- Yo rebanaría el pescuezo a la culebra que tenéis en el carro. - sugirió un reaparecido Sacorroto -. Seguro que te vitorearían. - río el espectro.

- Oh, cállate. Comienzas a ser cargante. - le contestó procurando parecer serio, pero no pudo evitar imprimir cierto tono de humor. Sin duda le vitorearían.

GRUPO DE BATALLA I:

FASE DE BATALLA 4: ASALTO 03 DE 10

Cuando Manta toma la iniciativa, no me lo pienso dos veces. El k'hlata, a pesar de haber sido relegado de su cargo, aún poseía dotes de mando. 

Pero el grupo indicado no es accesible, y hasta mis oídos llega un gruñido conocido que no puedo ignorar: Matagatos lucha ya con una de esas criaturas.

Decido ayudarle.