Partida Rol por web

TRIGÉSIMO TERCER DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CLIMA: EL CIELO SE ESTÁ CUBRIENDO DE OSCUROS NUBARRONES.

Miré a mi primo consciente de lo que esperaba mientras se sumergía en las pegajosas aguas de la diplomacia. Unas aguas repugnantes en las que, producto de la necesidad, a mí también me iba a tocar nadar.  

- Por supuesto, por supuesto. Keropis puede permanecer fuera. Me he acostumbrado tanto a la necesidad de su presencia en los peligros caminos por los que hemos transitado hasta ahora que ya me acompaña por defecto incluso cuando la función que cumple es innecesaria, como evidentemente ocurre en este caso.

Tocada abstenerse del tono irónico y de la carcajada sardónica que tan adecuada era para aquella ocasión. Debía hablar con esa falsa sinceridad que tan imprescindible era en aquel baile de máscaras del que formábamos parte.

- ¿Considera usted que la presencia de mi peculiar mascota puede incomodar también a su señora esposa? Porque si es así no tengo problema alguno en entrar sin ella.

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El Alcalde permitió entrar en su hogar a Analista, a Serpiente y a su Víbora. Poco después estaban sentados en un confortable sofá en el salón de su casa, cerca de la cual, una gran chimenea ardía con fuego vivo.

En la casa, además del matrimonia había dos serviles criadas, palidas y excesivamente delgadas, y dos fornidos y fibrados mozos, posiblemente guardaespaldas encubiertos.

Poco después, les servían te humeante y unos pequeños bollitos dulces.

El Alcalde sonrió tras dar un sorbito a su té. Poco después llegaba su esposa, con un pin de oro en forma de arpa en su vestido. En un lugar destacado del salón, sobre un pedestal, se alzaba una magnífica arpa de ricas maderas y calidad extraordinaria. En la pared cercana habían dos hachas cruzadas, puede que decorativas, puede que no.

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Analista siguió a su anfitrión hasta la estancia donde se hallaba la gran chimenea. Paredes de piedra, mobiliario, calor, comida... Lujos ansiados por el común de los mortales. Y Lengua Negra no podía negar sentir la tentación de aquellas comodidades frente al frío, la humedad, la escasez de alimentos y las penurias que muchas veces acompañaban a la Compañía Negra. Pero también sintió la ausencia de aire libre, de libertad, de galopar, de sentir el hierro en sus manos, de dormir al raso en una noche de verano. No tendrían la mejor vida en el sentido de contar con facilidades, pero la suya, era una existencia real, auténtica. 

Miró el extraño instrumento musical, algo nunca visto por él con anterioridad, tan solo similar en apariencia y vagamente a otros más pequeños, como liras. Aceptó sentarse y agradeció el siempre presente té que, en esta ocasión, iba acompañado de unos dulces. 

Ante la llegada de la esposa del alcalde, se puso en pie, en un ejercicio de cortesía obligado. 

-Señora Alcaldesa -saludó con una pequeña inclinación de cabeza-. Permita que le presente a nuestro Primer Mago -dijo señalando con un elegante gesto de mano a Serpiente-. Yo soy Analista, oficial de la Compañía Negra -detalles. Eso era lo que había dicho su primo. Y era en lo que intentaba centrar su atención. Desde la palidez y delgadez de las muchachas del servicio, hasta el pequeño broche de oro, reflejo de aquel instrumento que parecía presidir la sala. No pudo evitar pensar en el antinatural sueño que había hecho presa en la Compañía e imaginar aquella cosa como el instrumento con el que se había llevado a cabo. Pero solo era fútiles pensamientos sin base-. Agradecemos su hospitalidad. 

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Y una vez más volvían a demostrar su hospitalidad ofreciendo más agua con sabor. Al ritmo al que íbamos, y si finalmente me tragaba tan cortés ofrecimiento, dentro de no mucho nos iba a tocar hacer una parada más en nuestro viaje para vaciar la vejiga. Al menos los bollitos eran una agradable novedad, que esperaría aún un poco a probar.  

- Primer Mago Serpiente– añadí a la presentación de Analista con similar inclinación de cabeza.

Pero con bollos o sin bollos, no estaba allí por la comida y, quizá, ni siquiera por el Alcalde, aunque las dos hachas decorativas podían dar lugar a muchos interrogantes, al igual que los sirvientes o el instrumento del que la propia alcaldesa llevaba una réplica en el pecho. Al ver este último sonreí para mis adentros y palmeé de forma apreciativa la cabeza de mi víbora mientras esperábamos a que la mujer nos obsequiara con algo más que con silencio.

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- "Es un honor conocerles, mis señores." - La mujer realiza una escueta reverencia y les sonríe con una sonrisa a todas luces falsa y cargada de malicia.

Poco después, entra en materia:

- "¿En qué podemos servirles mi amado esposo y yo?" -

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Así que aquella era la alcaldesa. 

-En nada, señora. Hemos venido a presentarnos y ofrecerles nuestros respetos -dijo Analista-. En virtud de nuestro contrato tendremos una estancia prolongada en Carnonegro y hemos considerado oportuno hacerles una visita y aprovechar la circunstancia para que quizá puedan ilustrarnos acerca de los usos y costumbres de su villa, normas... No queremos que nuestro desconocimiento genere algún tipo de conflicto o animadversión con la población local ni sus autoridades. Y no negaré que también siento cierta curiosidad por algunas cosas que he podido apreciar en estos días y que quizá pudieran aclararme. 

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El Alcalde y su esposa charlaron largo rato con Analista y el Mago Serpiente acerca de banalidades, cortesías y demás cháchara intrascendente.

Al rato, los bollitos y el té se habían acabado. Doña Ifigenia ofreció más té mientras su esposo se repantigaba en su sillón.

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Todo avanzaba aburridamente cortés, lo cual nunca era una mala premisa a la hora de establecer potenciales relaciones diplomáticas. No obstante, era hora de ir entrando en materia.

-Y he podido apreciar que en Carnonegro parece existir una cierta rivalidad entre ganaderos de cabras y vacas. Realmente me parece algo sorprendente, pues estas tierras parecen feraces y la abundancia de pastos parece facilitar una adecuada convivencia. Por supuesto, hablo desde el desconocimiento, aunque Maese Brasili, a quien sin duda conocen, comentó que ciertas actitudes por parte de los ganaderos vacunos unidas a otros factores, justificaban en cierta medida el poco aprecio que los ganaderos caprinos podían sentir por ellos. No fue más preciso y quizá ustedes podrían ayudarnos a entender mejor todo este conflicto, un conflicto que sin duda marca el día a día de Carnonegro -señaló Analista. 

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- "Bueno, ese es un tema muy local, muy enrevesado, y que se ha venido fraguando a lo largo de años. Es posible que para unos forasteros resulte difícil de entender, pero intentaré explicarlo de la forma más resumida posible.

Los lugareños, los nativos de Carnonegro y descendientes de tres o más generaciones de habitantes del pueblo, siempre hemos apreciado particularmente la carne de cordero y todos los productos derivados de la ganadería caprina. Siempre hemos sido muy fieles además a nuestras costumbres locales, que incluían una gran cantidad de pastos comunales y una cierta solidaridad local que nos impulsaba a ayudarnos los unos a los otros, de tal manera que nadie pasase hambre ni necesidad.

Por supuesto, siempre hemos sido fieles a Nidal, y devotos creyentes, aunque mantuvieramos nuestras propias costumbres locales.

La llegada de los ganaderos vacunos alteró muchas cosas. Por medio de corrupción y sobornos a instancias más elevadas, se han ido haciendo con tierras que antes eran comunales, poniendo vallas e incluso alambradas.

Los tiempos han cambiado, quizá sea el progreso. Ahora la producción de alimentos de Carnonegro es mayor, y por tanto nuestros tributos han aumentado considerablemente, de lo cual estamos orgullosos, por supuesto. Sin embargo, ahora hay muchas más familias que viven en la pobreza y pasan hambre. El pueblo en su conjunto quizá sea ahora más rico, las familias asentadas aquí durante generaciones no." -

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Analista escuchaba atentamente, sin perder detalle. Lo que el Alcalde decía no hacía sino confirmar lo que Brasili solo había apuntado. Los ganaderos vacunos habían ido despojando de sus tierras a los locales, familias asentadas en Carnonegro desde hacía tiempo. Algo que solo podía suscitar rencillas, rencillas que intuía cómo se resolvían de acuerdo con la fe nidalesa. Al menos, la oficial. 

-Entiendo, y sin entrar a juzgar, pues es algo que no me corresponde, me parece una situación incómoda, siendo diplomático, para todas las partes. De forma resumida, las tierras comunales fueron... digamos que expropiadas, favoreciendo a los recién llegados y destinando dichos terrenos al pastoreo de vacuno. Y la riqueza se ha polarizado. Los ricos son más ricos y los pobres son más pobres -expuso Analista, que mostraba un gesto reflexivo-. Intuyo que la desaparición de los pastos comunales y la imposibilidad de acceder a los mismos por los pequeños propietarios de rebaños de cabras, obra de vallas y alambradas, fue recurrida ante instancias superiores pero que no hubo éxito alguno. De igual forma, que el hambre y la pobreza se haya propagado, habrá generado conflictos quizá soterrados por la justicia pero pese a ello, reales y vivos -añadió en una elucubración personal-. No duden en corregirme si me equivoco. Trato de comprender la situación. 

Guardó un breve silencio, en el que aprovechó para beber algo más de té. No era lo que más inspiraba su ánimo pero tampoco era especialmente desagradable. 

-Verán, Maese Brasili me comentó ayer que uno de sus mejores toros había desaparecido. Posiblemente robado. Quizá fruto de las viejas rencillas o del hambre o de cualquier otra circunstancia. Y no, no culpo a nadie ni busco culpables -señaló alzando ambas manos y esgrimiendo una sonrisa-. Ni quiero hacerlo, ni me corresponde. Pero me gustaría ayudar. En mi nombre y en el de la Compañía. Y cuando hablo de ayudar, es ayudar a Carnonegro. ¿Creen que hay una posible solución para acabar con esta situación?

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- "El Alguacil es quien representa en el pueblo a la justicia del Señor Feudal, siempre ha favorecido los intereses de los ganaderos vacunos, y no aceptará de buen grado que unos mercenarios extranjeros se inmiscuyan en asuntos locales." -

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Analista primero sonrió y luego se encogió de hombros. La única intervención de la alcaldesa era para señalar que no habría solución por culpa de un tercero y dada la condición de extranjeros de los miembros de la Compañía. ¿Acaso también estaba interesada en mantener aquel estado de cosas pues de ello se derivaban más que evidentes beneficios para su persona? No había que olvidar que era alcaldesa y la principal, junto con su marido, ganadera de cabras. 

-Lo siento, Alcaldesa. Quizá no me haya expresado bien. He dicho que pretendo ayudar. Inmiscuirse es algo contrario a ese propósito -dijo en tono conciliador-. No obstante, entiendo que todas las partes desearían una solución beneficiosa, y es por ello que insisitiré en mi pregunta. ¿Qué solución ven los ganaderos de cabras al actual conflicto? Siendo conscientes de que sería muy difícil volver a la situación original, ¿qué implicaría un adecuado avance que beneficiara a todos? Lógicamente implicaría que las dos partes cedieran en algún extremo, pero mejor la conciliación al enfrentamiento. Y siempre en un terreno hipotético. 

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- "No hay solución. Los ganaderos vacunos no van a devolver las tierras por las que pagaron, y los caprinos no tienen pruebas de que esas tierras eran comunales y no podían ser vendidas ni compradas." -

Los ojos de la alcaldesa se encienden con furia y su tono está lleno de veneno y de rabia. De repente la atmósfera en la casa parece muy enrarecida y, por primera vez, Analista y Serpiente tienen la sensación de no estar del todo a salvo en este lugar.

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Si las circunstancias hubieran sido otras, si aquella ominosa sensación de inseguridad no hubiera sido tan evidente y tan próxima, hubiera soltado una sonora carcajada tan inesperada que hubiera hecho tambalear la tensión acumulada.

- Ahí estaba. ¡¡AHí!! Por fin… ¡¡POR FIN!!

Finalmente se revelaba lo que allí había ido a buscar. Aquel repentino arrebato, calculado o no, se sumaba a las hachas, a las famélicas doncellas, a los guardaespaldas y al arpa, tanto en su versión en miniatura como a tamaño real, para confirmar, en cierto modo, las sospechas por las que había acudido a aquel lugar.

En estado de alerta y con una sonrisa neutra que amenazaba con convertirse en una de abierta satisfacción, aparté con educación el té que se me había servido.

- Lamento escucharlo, señora Alcaldesa.

Intervine conciliador, evitando añadir que todo tenía solución, aunque esta no tenía por qué ser del gusto de todos. Pero era obvio que no buscaban mediadores. Después de todo no se necesitan cuando lo único que se desea es la victoria ante el enemigo.

Poco más se podía hablar, pero no me correspondía a mí dar por finalizada la reunión. Igual que él había iniciado la conversación, era él el responsable de acabarla. Si no podíamos dar la impresión equivocada con nuestra marcha.

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Analista guardó silencio tras la abrupta respuesta de la alcaldesa, la tal Ifigenia. Con delicadeza, depositó la taza de té sobre la mesa, aprovechando la ocasión para lanzar una fugaz mirada a su primo. Y nos llaman mercenarios con desprecio, considerando que no tenemos ni formas ni inteligencia. Serpiente, en sus peores momentos de hastío o enfado, jamás hubiera respondido así sino que hubiera convertido su contestación en melaza. Él, por su parte, hubiera esgrimido la cortés hipocresía que pudiera esperarse y no soportarse. Sutileza, elegancia, falsedad cubierta de oropel, una mentira gratuita... hubieran servido igual, pero poco podía esperarse de unos pastores de cabra que olían a queso y cagarrutas, pese a su dinero. Eso sí, no eran mercenarios.  

-Por supuesto, señora. Vuestra vehemencia es clarividente -dijo con notable amabilidad, aprovechando para mirar hacia una de las ventanas-. El cielo se cubre y amenaza tormenta. Y les hemos robado demasiado tiempo, abusando de su hospitalidad. Temo que debemos regresar a nuestras responsabilidades y dejarles a ustedes con las suyas. Gracias por el refrigerio. Si nos disculpan, es hora de partir. Un placer, señora. Alcalde -dijo a modo de saludo y poniéndose en pie-. Espero el día en que podamos corresponderles. 

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El matrimonio de dirigentes locales se levantó como mecanismos accionados por resorte, y se deshicieron en elogios y parabienes mientras los mercenarios se iban de su hogar.

El hombre parecía triste, pero aliviado por algún motivo. La mujer era una máscara de fría furia, apenas cubierta por una quebradiza cubierta de falsa cortesía.

Una sirvienta trajo unos paquetes que el Alcalde depositó en las manos de Analista y Mago Serpiente: el mejor queso de cabra de sus granjas, viejo, oloroso y aromático. Sin duda un buen producto. Ambos abandonaban la Casa del Alcalde poco después.

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Analista, salvo un breve interludio con Serpiente, se mantuvo sumergido en un hosco silencio, reflexivo y meditabundo, acorde con los negros nubarrones que se cernían sobre sus cabezas. Cuando llegaron a laPosta, no perdió el tiempo. Enfiló su montura entre los carruajes varisios y cuando vio a Lucian, desmontó.

-Gracias por la espera. Veamos esas dagas. Cuanto antes finalicemos, antes podréis partir -dijo. Tenía el dinero y conocía el precio. Era un simple intercambio y no estaba para más gracias. 

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Cuando Analista llega, Lucian ya está claramente impaciente por partir, y no para de mirar el cielo encapotado. Toda la caravana varisia está ya en movimiento.

El Príncipe de Mercaderes muestra a Analista una tela negra, que desenvuelve, mostrando en su interior cinco dagas plateadas. El brillo de la plata en sus filos las hace hermosas. Parecen genuinas.

- "Son ciento diez piezas de oro en total, Maese Analista." - Dice el mercader varisio con una sonrisa como de disculpa por la premura de la situación. Es evidente que su gente está nerviosa y con ganas de salir, puede que por la climatología cambiante, puede que les inquiete algo o en el pueblo, o puede que sean símplemente culos de mal asiento que necesitan estar siempre en movimiento.

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Asintió con la cabeza. Sacó la bolsa obtenida de Brasili por su protección y diez monedas de las destinadas a mudas, que era el efectivo con el que podía contar en aquel momento. Que Frontera no hubiera podido efectuar la compra era un claro ejemplo de cómo todo inconveniente podía transformarse en oportunidad. 

-Gracias por todo, Lucian. Que los caminos os sean propicios. Quizá algún día volvamos a encontrarnos. Confiemos que para bien. 

Le dolía no poder adquirir el material alquímico que necesitaba y dudaba que fuera a tener oportunidades para ello en el pueblo. Cuando menos, podría estudiar el texto.

Montó sobre Beltza y regresó con la preciada carga al grupo. 

-Dejaremos la compra de mudas para otro momento. Frontera, tienes que comentarme qué ha ocurrido con Malagente. Cobra por sus servicios a la Compañía y no estoy dispuesto a permitir ninguna ínfula de ese oportunista. Ah, se me olvidaba. El alcalde y su esposa nos han regalado un queso. Creo que los aquí presentes nos hemos ganado una porción del mismo con la comida -dijo al hostigador-. Regresamos al Campamento. 

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- "Ojalá que la Señora de los Viajeros os guarde hasta entonces, Maese Analista. La Fortuna favorece a los audaces, volveremos a encontrarnos, no me cabe la menor duda." - Dice con una sonrisa y una leve reverencia. Después corre hacia el pescante de su carro y toda la caravana se pone en marcha a tal velocidad que queda patente que estaban impacientes por marcharse del pueblo.