Partida Rol por web

LA CAZA DE LOS CAPAS ROJAS:

TRANSCURREN DOS DÍAS:

UNDÉCIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 12, DÍA DEL JURAMENTO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: POR LA MAÑANA. - TIEMPO: LLUVIA FINA.

El equipo liderado por el Capitán en persona, y con el Cabo Ponzoña como mano derecha, parte de la granja en dirección a Rocasone. Antes de partir, el Capitán da las últimas indicaciones al grupo que permanecerá vigilando el Campamento establecido en la Granja Maldita.

El camino será arduo, cruzando el Bosque Sombrío siguiendo las indicaciones proporcionadas por los leñadores de Verdín, pero el grupo tiene una idea bastante concreta de cómo dar con el pueblo abandonado.

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UNDÉCIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 12, DÍA DEL JURAMENTO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: POR LA MAÑANA. - TIEMPO: LLUVIA FINA.

La fina lluvia era promesa anticipada de que el viaje no sería particularmente cómodo. Pero no era la comodidad para lo que habían nacido los miembros de la Compañía. Y mientras el Capitán daba sus últimas instrucciones a los que se quedaban al cargo del Campamento, él procedió a darles las correspondientes a su formación mientras avanzaran.

-Soldados, voy a establecer el orden de marcha. En el lateral izquierdo, iré yo al frente. Me seguirán Campaña, Pelagatos, Tarado y Palomita cerrando la fila. En la línea central, Capitán, cuyos flancos estarán protegidos y podrá marcarnos el rastro a seguir, seguido de Rastrojo y Sabandija. En el lateral derecho, Ballestero abrirá camino, seguido de Keropis, Derviche, Dolor y Grito que cerrará la comitiva -ordenó-. Una cosa más. Quisiera avanzar lo más rápido posible. ¿Hay alguien que crea que como consecuencia de su equipamiento no va a poder avanzar a buen paso? Leopardos caminando junto a tortugas nunca ha sido cosa buena. Y prefiero que ahora invirtamos tiempo en redistribuir peso a perderlo por no seguir el paso.

Miró a unos y a otros mientras se iban colocando en su puesto del orden de marcha.

-Y una cosa más. Os quiero atentos a todo. No podemos permitirnos caer en una emboscada, en una trampa natural, ni resultar heridos por no prestar atención a cuanto nos rodea. ¿Entendido? ¿Alguna duda?

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

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HORA: POR LA MAÑANA. - TIEMPO: LLUVIA FINA.

Parecía que todo estaba organizado. Ponzoña había tomado la iniciativa, y en principio encontraba poco que decir sobre la formación propuesta, pues parecía sensata. Asintió bajo la capucha, agradeciendo contar con ella para marchar bajo la lluvia. No había traído consigo a Hechizado, pues los bosques no eran un lugar especialmente amigable para los caballos, y lo último que necesitaban era una pata rota. 

-Puedo cargar más de ser necesario redistribuir, no seáis tímidos con eso. 

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DÍA: 12, DÍA DEL JURAMENTO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: POR LA MAÑANA. - TIEMPO: LLUVIA FINA.

Palomita asiente ante distribución de la compañía. La ha tocado cerrar la comitiva tras el cabo ponzoña con lo cual ha de estar mas atenta de lo habitual. Acomoda en su espalda la tienda de campaña yla mochila, es un peso que la menuda mujer puede cargar de sobra, pero nota como la impide hacer ciertos movimientos, algo peligroso estando al final.

Si alguien pudiera llevarme la tienda de campañas, me movería con mayor velocidad - dice ella. No es una deshonra pedir ayuda, es de estupidos callarselo y que el orgullo acabe matandola -

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DÍA: 12, DÍA DEL JURAMENTO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

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-Muy bien, Palomita. Todo aquel que desee liberarse del exceso de peso, que lo deposite a sus pies. Veremos cómo redistribuirlo.

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DÍA: 12, DÍA DEL JURAMENTO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

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Palomita deja entonces la tienda a sus pies y mira al resto de sus compañeros a ver si alguno más decide desprenderse algo de peso mientras coloca mejor su mochila. Ahora sin la tienda cruzada sobre la espalda, esta bastante más comoda

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Sabandija se movía nervioso entre la gente, lo que hacía que fuera un poco más visible que de costumbre. Ponzoña comunicaba que deseaba ir rápido y él iba cargado como un mulo. Sin embargo le costaba dar un paso al frente y decirlo. Cuando vio que Palomita dejaba su tienda y que Capitán instaba a que otros hicieran los mismo se envalentonó y fue a dejar algunas de sus pertenencias: la tienda de campaña que iba a compartir con Rastrojo, su juego de cuchillos y material de caza y las raciones secas. Cuando lo posó en el suelo se sintió mucho más ligero y eso le reconfortaba.

- Gra-gracias.- Dijo escurriéndose de nuevo entre la gente. Hoy le sonreían los dioses colocándole en una posición de avance segura junto a Rastrojo y Capitán. A pesar de ello pronto volvió a encorvarse como si volviera a estar cargado. Parecía que todo le costase sobremanera.

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Rastrojo miró con recelo la situación. No existía un modo objetivo y numérico para cuantificar el peso que una persona podía llevar en función de su fuerza. Eso significaba que aquellos que no pusieran nada en el montón serían los que acabarían cargando con más peso. Tenía que pensar y rápido.

¿Qué es lo que puedo quitarme...?

Era una situación complicada. Por un lado, la idea de que los demás toqueteasen sus cosas le repugnaba. En principio, eso dejaba la mitad de la tienda de Sabandija como principal candidato a que lo llevara otro, pero no podía renunciar a algo que le daba poder sobre Sabandija. Dependía de los hierros de la tienda para que ese idiota no se fuese por su cuenta, y le ayudara a conseguir moras.

El chamán giró la cabeza a izquierda y derecha, tanteando lo que iban a poner los demás. Al final metió su mano en la mochila y sacó una ración de carne seca en salazón, envuelta en tela. La puso en el suelo, a sus pies. Era un fardo que no debía pesar ni medio kilo, insignificante, que Rastrojo podía llevar sin ningún problema. El objetivo de Rastrojo no era aligerar peso, él lo que quería era no cargar con los bultos de los demás.

Puesss... A ver si luego mejora el tiempo-dijo, señalando con la cabeza la lluvia como intento de tratar de desviar la atención de su vagancia.

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Al fin el momento de salir llego con el nuevo día, tras la partida del primer grupo se podía notar la inquietud por partir en el campamento.  Tras los últimos entrenamientos y el reparto de comida era la hora de partir, Ponzoña tomo la palabra repartiendo al grupo en tres columnas, la infantería al completo se situaría en el flanco derecho.

Por mi parte llevo algo de sobrepeso sobretodo por el material de acampada,  la tienda, la esterilla y la manta.

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Tarado aceptó las órdenes y se colocó penúltimo en la fila del Cabo Ponzoña. - Yo llevo sólo una gota más de peso, Si alguien puede llevar dos raciones de queso curado que tengo estaría perfecto en cuanto al peso. - Comenta ante la distribución de materiales que estaban llevando a cabo. Por suerte ese exceso de peso se solucionaría en cuanto tuvieran que empezar a comer las raciones. Tarado tenía una Jabalina en la mano, si alguien atacaba lo primero que haría sería lanzarla y ya se preocuparía de sacar su arma principal. Eran muchos, esperaba que nadie decidiera intentar atacarles por sorpresa. 

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El cuerpo rebosaba de adrenalina, tanta que sentía el hormigueo de su energía en la superficie de la piel. Necesitaba esto, acabara como acabara. 

Esperaba en silencio y sonriente, dejando que sus compañeros a su alrededor fueran tomando posiciones. Ponzoña dio instrucciones, y bien, ella se colocó en su sitio, lateral derecho, detrás de Keropis y delante de Dolor. Su sonrisa se amplió, el flanco derecho estaba formado por excelentes guerreros, esperaba que las amenazas llegaran de ese lado, no porque en el izquierdo hubiera peores guerreros, sino porque en el derecho estaba ella. Deseaba combatir. La primera.

Sólo frunció el ceño cuando escuchó acerca de compartir carga. Ella llevaba poca, pero porque no tenía nada superfluo. ¿Esterillas? ¿Mantas...? Desde luego no voy a cargar lo que a otro le sobra y que para mí quisiera, si luego no voy a poder usarlo. 

-Cabo Ponzoña, yo puedo llevar algo más de peso... útil para la escuadra. 

Se calló el resto, pero su mirada dejó claro que no era un burro de carga sl servicio de la comodidad de terceros.

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──Señor...

Había adoptado su posición en la columna. Avanzaba bastante pesado para lo que él era, a decir verdad, pero cuando Ponzoña insinuó que quizá algunos hubieran cogido demasiadas cosas, no dijo nada. Él pensaba que podía seguir cargando todo eso. Quizá el hecho de que el puro agotamiento de llevar tanta carga encima le facilitara el sueño (ahora que Palomita no montaba guardia de cuando en cuando para permitirle alguna cabezada) hacía que de pronto no quisiera reconocer la verdad pura y dura: que si quería combatir al cien por cien, debía soltar bastante peso.

La situación le obligaba a retorcerse moralmente. Apretó las mandíbulas para no abrir la boca. La habitual inmovilidad de Ballestero aumentó en tensión, sin dejar ni por un momento que se observara movimiento a simple vista. Por fin:

──Señor. Quizá... No... ...pueda correr a toda velocidad.

Retorció la cabeza en lo que debía parecer un gesto para quitar hierro al asunto. Pero todo el mundo en la escuadra había observado las marcas de la correa de su mochila en los hombros, cuando llegaba el momento del aseo, al acabar las marchas.

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—Voy algo excedido de peso para ir a una alta velocidad cabo, no mucho pero lo suficiente para que si la marcha es prolongada no pueda hacerlo. Quizás distribuyendo mi manta y mi estera sea suficiente —añadió el oscuro tratando de completar de forma total su respuesta.

Era un jinete y por ende odiaba ir cargado como alguien de infantería y someterse a largas marchas, pese a sus reticencias estaba acostumbrado. Le costaba recordar una vez en la que hubiera podido marchar de misión a lomos de Orgullo, los diferentes avatares en los que se había visto envuelta la Duodécima de Khatovar le habían obligado a mantenerse alejado de su caballo. Su cadera, con ansias de llamar la atención, también le recordaba que por mucho que se empeñara en disimularlo bajo su larga capa y sus abultados ropajes, seguía siendo un lisiado y que las largas caminatas no eran su actividad física favorita.

Mientras esperaba nuevas órdenes o la confirmación de las ya recibidas, Pelagatos calmó su desgana observando a los lados para como bien había indicado su superior, estar atento ante cualquier posible eventualidad. No deseaba ser emboscado por aquellos robaconejos a los que debían de castigar.

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Por fin, después de días de retrasar la partida por motivos que no sé ni me compete saber, nuestro equipo abandona la granja-campamento para ir en busca de los famosos Capas Rojas. Mirando al grupo que integro, me parece un poco extraño que una banda de bandidos que fue capaz de aterrorizar a los pobladores y ante los que no se ha hecho nada de momento puedan ser acabados fácilmente por solo trece soldados. Imagino que los mandos han de creer que no son tantos y que nosotros somos muy superiores en capacidad y entrenamiento mas siempre he tenido la idea de que no se debe subestimar jamás a un enemigo.

"Supongo que ese asunto de la caravana varisia puso al Capitán un poco contra la pared, obligándole a hacer lo que podía con lo que quedaba en el campamento, sin mencionar la necesidad de mantener una defensa del mismo que evite que algún saqueador o alguien del mismo pueblo, decida ir a servirse de nuestras pocas pertenencias."

Avanzo junto con el grupo hasta que escucho que mencionan lo del peso, por lo que respondo también:

 - "Señor, yo puedo llevar un poco más de peso, Señor."

Yo creo que un poco menos de unos diez kilos más es algo que puedo manejar sin retrasar mis pasos tampoco. Saco mi lanza y la llevo a modo de bastón para apoyar mis pasos y, a la vez, tenerla lista en caso de ser emboscados por estos bandidos, que de seguro nos verán llegar antes que nosotros a ellos.

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Campaña inició el viaje ilusionado, aunque el tiempo lluvioso no le gustaba mucho. Prefería caminar con sol y buen tiempo, Echaba de menos el calor del otro mundo. Qué tiempos.

Durante un tiempo anduvo cabizbajo, pero pronto el sube-baja de los pies en el barrillo del camino le animó de nuevo. Moverse, hacer ejercicio era muy necesario para Campaña, y si era marchar con la Compañía Negra entonces las cosas estaban en su sitio.

Su sitio, justo detrás del Cabo Ponzoña, le permitía verlo todo porque casi era estar en la vanguardia, y le sacaba una buena cabeza. También estaba al lado de Capitán, para protegerle si era necesario.

Tras las palabras de su amigo Ponzoña, Campaña lo dijo en alto.

Campaña carga más cosas.

Y se quedó a la espera de las correspondientes órdenes.

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Unos y otros dejaron a sus pies aquello que pudiera ralentizarles. Miró a Ballestero cuando su pesada mochila acabó en el suelo, pero no dijo nada.

-Bien, seamos rápidos. Todo aquel liberado de carga y que pueda hacerse cargo de un peso extra, que lo coja sin perder tiempo -ordenó, al tiempo que se desaplazaba acompañado por el Capitán en torno a los bultos y comenzaban ambos a redistribuirlos. Al cabo de unos minutos, parecía cuadrar todo-. De acuerdo, en marcha.

La comitiva tomó rumbo, siguiendo siempre las instrucciones de Capitán acerca del camino a seguir. La fina lluvia apenas era perceptible bajo el manto de hojas aunque al cabo de un tiempo, gruesas gotas caían de las hojas, espaciadas pero tendentes siempre a colarse por todo hueco disponible.

-Prestad atención al camino. Todo aquel con buena vista y oído que avise de cualquier amenaza, natural o no. Os quiero en alerta como un antílope y las manos listas para empuñar el arma. Que no se nos pase por alto cualquier manantial o fuente accesible y no quiero que nadie rompa el orden de marcha -ordenó-. Haremos paradas cada hora y media con un descanso de quince minutos hasta que finalmente nos detengamos. También voy a establecer un orden de guardias para que lo tengáis en cuenta. Salvo el Capitán, todos haremos guardias, un día sí, uno no. Hoy seremos Ballestero, Keropis, Sabandija, Tarado, Campaña y yo mismo en turnos de hora y media. Mañana, Palomita, Pelagatos, Rastrojo, Derviche, Dolor y Grito. ¿Entendido, Hermanos?

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Tarado entregó sus dos raciones de queso curado que le hacían ir más despacio de lo debido y continuó la marcha. Entre todos el ambiente era más tranquilo que unos días atrás, habían descansado, comido y aseado. Por suerte ahora eran ellos los que iban de caza contra enemigos, no al revés. Pero nunca estaba de más estar atentos por si hubiera emboscadas en aquellos bosques tan extraños. Tarado intentó mantenerse en su puesto durante la marcha y asintió ante las órdenes. Le iba a tocar hacer guardia el primer día y cada dos días a partir de ese. Estaba a gusto, sabía que era deber de todo miembro de la compañía cubrir a sus hermanos durante el sueño, momento más vulnerable. 

- Sí Cabo, entendido. 

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──Señor...

El agua se convertía en vapor al tocar a Ballestero. Quemaba calorías como un condenado. No era de extrañar que estuviera tan delgado que de perfil casi no se le veía. Y tampoco era alto. No dijo nada (nunca daba las gracias), pero parecía bastante más aligerado.

UNDÉCIMO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

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HORA: POR LA TARDE. - TIEMPO: LLUVIA FINA.

Gotas de agua demasiado débiles para molestar verdaderamente cubren a la partida de castigo enviada por la Compañía. Los hombres se sitúan en la formación indicada por el Cabo Ponzoña.

Enseguida cada miembro de la expedición se sitúa en fila y comienzan a repasar la carga que llevan consigo. Que sean ágiles o no, y la velocidad del grupo dependerá del miembro más lento. Y de ello puede depender la supervivencia del grupo al completo.

Tras unos minutos y las correspondientes órdenes del Capitán, se reparte el exceso de carga entre los miembros que pueden llevar más peso, y finalmente el grupo al completo avanza a buen ritmo. El sol parece estar ocultándose tras las nubes, y quizá, solo quizá, asome brevemente cuando avance el día.

El Bosque Sombrío está repleto de árboles que abren sus ramas como brazos dispuestos a dar un cálido recibimiento a los mercenarios, pese al incómodo clima. Aun así, saben por los informes de los leñadores que más adelante el bosque es más tupido, denso y peligroso.

Todo el grupo permanece alerta, no solo por la posible presencia de animales salvajes, si no también por la posible presencia de alguna criatura, o incluso de esos temidos Capas Rojas a los que están dando caza.

Algunos incluso empiezan a buscar con la mirada mientras el grupo avanza, cualquier indicio de alimento que podáis cazar o recolectar en el bosque. El alto que hacéis para comer es breve, y continuáis vuestra marcha por la tarde, con la única compañía de la incesante lluvia.