Partida Rol por web

VIGÉSIMO OCTAVO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 1, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

Todo estaba listo. Todo lo que debían y podían llevarse había sido cargado, y era el momento de emprender la marcha. Tras asegurarse de que nada quedaba atrás y todos estaban listos, Capitán subió a Hechizado, y repasó con la mirada a la columna lista para marchar. Esperaba que los entrenamientos hubieran sido suficiente para el reto que tenían por delante. Tras eso, su mirada recorrió la granja, y después Verdín. Muchas cosas quedaban atrás, en aquella primera toma de contacto con ese condenado mundo. Y no podía decir que se arrepintiera de que así fuera, aunque en cierto modo sentía lástima por los verdineses. Ellos se marchaban, pero la miseria nunca les abandonaría. 

-Compañía, ¡en marcha!-dijo finalmente. 

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AÑO: 4715 RA.

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DÍA: 1, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

La cabeza de Analista bullía, enfrentada a mil frentes, cuando Barril llegó con su petición. Ahogó el exabrupto, consciente de que el cabo no tenía culpa de situación de agobio personal. Suya era la responsabilidad de la intendencia.

-No es el mejor momento, pero si lo crees necesario, procede, pero con rapidez y antes de que nos pongamos en marcha. Creo que nuestro primo se siente como si le mordieran hormigas de fuego y está deseando partir -en aquel punto llegó su voz dando la orden de partida-. Ese carro partirá el último. Que tus hombres vayan ya. ¡Rápido!

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DÍA: 1, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA

Miró a Palomita y su ceño se frunció interrogativo.

-Palomita, si no me equivoco, lo que pediste fue ir en retaguardia con el Pelotón de Instrucción, con tus hombres. Las eventualidades, si surgen, habremos de enfrentarlas a su debido momento. Algo a lo que el Cabo Barril y el Capitán accedieron -dijo-. En cuanto a Pelagatos, me ha cedido a una de sus monturas e irá a mi lado. Petición denegada. 

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DÍA: 1, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

Ponzoña, subido a su montura, y tras haber denegado la petición de Palomita, se volvió hacia Ballestero que corría de un lado a otro como un suricata en medio de un nido de serpientes. 

-Quiero a todos nuestros hombres formados en fila de a dos y ocupando la posición que nos corresponde en la Compañía. Que nadie pise fuera del camino ni se entretenga en tonterías. Khadesa y Caracabra en el carro de esta y al final del grupo. Serpiente, en la mitad de la formación de los de a pie. En la vanguardia, aquellos que vayan a hacer de avanzadilla llegado el caso. Pelagatos y yo iremos a caballo abriendo la formación pero con flexibilidad. Iremos atrás y adelante la mayor parte del tiempo. Todos con los ojos y los oídos bien abiertos atentos a cualquier eventualidad -declaró a Ballestero-. Y tu idea de repartir el equipo me gusta. Adelante.  

La voz del Capitán se escuchó alta y clara.

-¡Hostigadores! ¡A vuestros puestos! ¡EN MARCHA! -tronó.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 1, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

-Entendido maestro. Tomaré lo indispensable, dos mantas para Frontera y Dolor, y dos odres de agua para el segundo y para mi.- pensó rápido Reyezuelo. Evitar la deshidratación y la hipotermia de mis compañeros es lo primero.

Se escuchó el grito estridente para marchar de Capitán. Analista le instaba a actuar con premura.

-¡Frontera, Dolor!¡Conmigo!- les llamó mientras cargaba hacia la carreta que contenía aquellos objetos. Tomó los que había dicho y se los entregó, una manta a cada uno, un odre de agua para el dolorita y otro odre para sí. -Lo demás tendrá que esperar.- les comentó, sobre todo a Dolor que es quien peor equipado iba.

Ponzoña llamó a formar y allí fue el orgulloso noble junto a sus compañeros. Por dentro reía. Por los tres Castores, ¡que intensidad para hacer algo tan sencillo como entregar un par de cosas! Llegó a tiempo.

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Barril observó que toda la tensión de lo hecho y pendiente de hacer se acumulaba en el rostro de Analista, y casi inmediatamente se arrepintió de su petición. Al menos por uno o dos segundos. Luego reaccionó dejando espacio al agobiado oficial.

— No retrasaré la partida en estos momentos, sólo necesitaba tu permiso. Bien en un alto, o tras la parada para la primera noche, tomaré lo que me has autorizado. Adelante ahora sin más dilación. —

El grueso cabo se apartó de Analista con un saludo, y se dirigió a su zona de marcha junto con la Infantería. Tenía el núcleo pesado ocupado entre el acarreo del carro y controlar a los reclutas, así que sólo le quedaba para situar de manera conveniente al bueno de su primo, Lagrimita.

— Lagrimita, viaja cerca de Campaña y Keropis. Si pasa algo tendrán las manos ocupadas y tú podrás cubrirles mientras se preparan. En cuanto a ti, Grito, distribuye a los hombre para cubrir la parte central de la columna. Quiero protección sobre los Oficiales y a Plumilla en el centro del asunto. —

Barril observó por unos segundos cómo Palomita cabalgaba en solitario hacia la parte posterior de la columna; parecía que no había encontrado un binomio después de todo. Ponzoña tenía su manera de hacer las cosas y la la veterana de la antigua Caballería le tocaba cubrir a los nuevos y su propia grupa. El propio Barril se situó cerca de donde viajaban los Oficiales, si bien se fijó que Ponzoña cabalgaba, algo raro en él. Sin duda su tobillo no había mejorado en estos días.

— A todos los que vais montados a caballo, me descolgaré por la retaguardia de vez en cuando para apoyar a Palomita, pero si hay problemas ahí atrás los primeros que llegaríais seríais alguno de los jinetes. Esa veterana puede con casi todo, pero si pasa algo grave, os pido que le echéis una mano en lo que llegamos el resto. Por lo demás ya habéis oído al Capitán. En marcha. —

Confiaba en que sus palabras calaran en Pelagatos. Puede que el siempre gallardo Hostigador fuera una mano atenta de ser necesario.

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Los preparativos de la partida de toda la Compañía Negra hacia esta nueva locación que utilizaremos, no sé si como campamento principal o solo transitorio, ya están listos. El Capitán da la orden de comenzar la marcha y esta se ha dispuesto con los distintos Escuadrones en posiciones determinadas, por lo que yo, junto con los Hostigadores, iremos en vanguardia. No me parece una mala idea, al fin y al cabo, somos los que tenemos las mejores dotes de exploración y deberíamos poder guiar al resto sin ningún problema.

Reyezuelo nos llama a Frontera y a mí para hacernos entrega de unos odres y unas mantas, lo que recibo feliz y agradecido. Los guardo entre mis cosas y le respondo:

 - "Muchas gracias hermano, por tu trabajo y consideración."

Ahora, con un odre no pasaré la sed a la que he tenido que acostumbrarme hasta el momento y que ha sido dura de resistir en las marchas. La manta, por otro lado, me permitirá dormir mucho más cómodamente y resguardarme del frío, lo que es casi un sueño para mí.

En este momento, puedo marchar sin problemas y sin miedos realmente. Es increíble como algo tan simple como una manta y un pellejo pueden hacer tan feliz a un hombre. Supongo que mientras menos cosas se poseen, más se aprecian.

Comienzo a caminar a la orden del Cabo Ponzoña, con la mente tranquila y una sonrisa en el rostro.

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 Era la primera orden, nada fuera del otro mundo, era hora de marchar de nuevo, si la suerte les sonreía a un espacio menos maldito que la granja, la cual se había llevado la vida de Uro y mermado la confianza con un noble local, lo que complicaba a la compañía.

Indómito ajustó la mochila con su equipo, su odre con agua y bolsas con comida seca para 3 días, sujetó con fuerza su lanza y escudo y, luego de chocarlos a modo de aceptación ante Cabo Ponzoña, trotó hasta la vanguardia, junto a sus nuevos compañeros.

 Mientras se ponía en posición y comenzaba la marcha, Indómito reflexionaba sobre sus nuevos deberes. Ahora debía destinar su entrenamiento a desarrollar habilidades más diversas, intimidar al enemigo seguiría siendo útil en un ataque sorpresa, pero a parte de eso no tenía otras dotes. No sabía manejar ninguna clase de hoja, no podía moverse por casi cualquier terreno y no era tan rápido como se esperaría de el. Si iba a formar parte de los hostigadores, debía estar a la altura. Les esperaba un largo andar.

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Frontera se acercó corriendo a uno de los carros a petición de Reyezuelo para recibir la manta que este le ofrecía. Bueno, parecía que esta vez sí se le había escuchado.

—Gracias, ¡corred a formar!

La guardó en su mochila y volvió rápidamente a su posición en la formación como indicaba Ponzoña. Se situó al frente, cerca de Guepardo, para hacer de avanzadilla como era habitual.

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¡Ya era hora de que partiéramos! Hemos perdido varias horas de viaje organizándolo todo-dijo Rastrojo, recién levantado, dando un pequeño acelerón para colocarse al lado de la columna como si hubiese estado esperando toda la mañana.

Rastrojo tiró de las correas de su pesada mochila para que fuera más sencillo de cargar, pero era mucho peso. No podía creer que hubiesen desperdiciado a la mula que regalaron los vecinos de Verdín para tirar de un carro con las cosas de todos, cuando podría haber servido para llevar solo las cosas del chamán. Segundo mago, ¡ja! Seguían denegándole los privilegios que le correspondían.

Cabo Barril, entiendo que como miembro del Pelotón de Infantería me corresponde cubrir un flanco del centro de la columna, pero como Segundo Mago me corresponde ir en el centro con los mandos. En mi infinita modestia, me considero un soldado más, así que me pondré a un lado como cualquier hijo de vecino, porque yo soy así de campechano.

Lo que pretendía era que los mandos no pudieran vigilarle. Así podría estar atento a las zarzas de la vera del camino, buscando una oportunidad de encontrar sus valiosas moras.

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Después de los largos preparativos parecía que finalmente el viaje daba comienzo. No tenía prisa alguna por marcharme, aunque tampoco tenía especial interés en quedarme, después de todo aquel insignificante pueblo no tenía mayor relevancia que la de una piedra cualquiera con la que nos hubiéramos cruzado en el camino, con la salvedad de que aquella piedra había sido responsable de más de un tropiezo cuyas consecuencias aún no se habían revelado por completo.

En cualquier caso mi interés se centraba en el destino y en el ineludible trayecto que teníamos por delante. Tenía la impresión de que se me haría eterno, más si a la soldadesca le daba por verbalizar sus inquietudes o, lo que era peor, ocultarla tras banales e insustanciales charlas.

No, aquel día no tenía ni las ganas ni la paciencia, pero nada en la vida era eterno y, como a todo, aquel día terminaría muriendo.

Pensando en ello acaricié la víbora que reposaba entre mis hombros y sonreí de nuevo.

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Y llegó la hora de iniciar la marcha, todo el campamento se levantó ante la orden de Capitán y los cabos.  Tras cargar las pesadas mochilas los hombres comenzaban a distribuirse por la columna para iniciar la marcha, los hostigadores abrirían la comitiva quedando la infantería para la protección de la columna.

Grito asintió ante las ordenes de Barril para después replicar las suyas propias.  Entendido cabo.  Derviche, Romo conmigo en el flanco izquierdo, Cielo, Lombriz y Preocupado en el flanco derecho.  Plumilla tu irás en el centro tras los oficiales.  Mantener los ojos bien abiertos y distancia de 10 pies.

El infante miró a Rastrojo

Rastrojo, el centro junto a Plumilla es más adecuado para ti, desde esa posición podrás cubrir con tu arco a los infantes, que a su vez cubren el flanco. 

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Barril andaba de acá para allá y se sirvió de corregir a Grito ligeramente.

— Deja que el Segundo Mago campe a sus anchas, Grito. Después de todo ha sido un Hostigador y sabe cuidarse solo. Además probablemente tenga que ir haciendo "cosas de Magos" durante la marcha, así que, que decida su propia posición. Al menos por el momento. —

Luego palmeó ligeramente el hombro de Grito en muda felicitación por su buen despliegue. Chamán Rastrojo era un equilibrio difícil. Un Oficial algo tocapelotas porque debía seguir órdenes como el resto y al que se le debía tratar conforme a su rango. Un equilibrio difícil que habría que mantener, pero dejando claro en segundo plano que estaba sujeto a las órdenes tácticas como el que más.

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Entendido cabo, respondió a las palabras de Barril.  Aquellos eran los primeros compases de la nueva organización y todos desde el primero hasta el último necesitarían algo de tiempo para hacerse a la nueva situación.

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La Fanática se situó en la posición ordenada, a la izquierda de la parte central de la columna, junto a Romo y Grito. Lanzó una mirada de soslayo hacia atrás primero, y luego a la vanguardia. No es que fueran muchos, comparado con lo que había sido la Compañía en su día, pero así en formación daban respeto.

Sus pupilas se pasearon entonces por el terreno de la Granja de Verdín, su hogar desde que llegaron a ese maldito mundo inhóspito. Y se detuvieron en un pequeño montículo, en el que había visto, al amanecer, arrodillado, a su compañero Keropis. La tumba de Uro. Como el eremita había hecho antes que ella, Derviche entrecerró los ojos, y murmuró algo en tono bajo. Quizá una despedida, quizá una oración, después de todo la mujer era Sacerdotisa de los Jaguares. 

Luego inspiró profundamente, y comprobó que sus Cimitarras estaban bien colocadas. Nunca se sabía si habría que usarlas pronto o tarde. Y el camino hasta Carnonegro era una incógnita.

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Ponzoña había dado la orden de que llevara el carro cerrando la comitiva, así que obedeció. A su lado Caracabra saludó, y deseó un trayecto tranquilo. 

-Eso espero yo también, amigo mío. Para variar, quizá tengamos algo de paz durante el viaje, y podamos disfrutar un poco de este grato día de primavera. 

Así era, había amanecido fresco, pero no con las heladas brisas de días anteriores, y la mañana ascendió clara y despejada. No sabía qué tipo de parajes deberían atravesar hasta llegar al nuevo punto del Campamento, Carnonegro, pero aún así, el aire limpio hacía resaltar los colores del paisaje, los verdes de las copas de los árboles, los ocres de las tierras y caminos, rocas de toda la gama de grises, y el azul celeste inundando el cielo.

Khadesa se sentía bien, y aunque no tenía en especial ningún signo premonitorio de que no hubiera peligros acechando, no quería que nada empañara el mucho alivio que representaba dejar atrás el funesto lugar en el que casi perdió la vida.

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HORA: AVANZADA LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

Finalmente, cuando todo estuvo listo, el Capitán dio la orden de partir. La Compañía Negra al completo se puso en movimiento hacia el Este.

Los Hostigadores del Cabo Ponzoña primero, abriendo paso, habiendo recibido indicaciones de Gobaldet: Se trataba simplemente de localizar un camino secundario que iba hacia el Este y seguirlo sin desviarse del mismo.

Hacia el centro el Capitán, Analista y los carros, protegidos por la Infantería del Cabo Barril.

Cerraban la comitiva Palomita, a pie, y sus Aspirantes y Reclutas del Pelotón de Instrucción.

Atrás quedaban ya, Verdín y la Granja Maldita.

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Se dieron las órdenes pertinentes y los mercenarios fueron formando, más o menos disciplinadamente. Recordando antiguos tiempos en los que la Compañía aun gozaba de cierto esplendor. Solo quedaban ellos, un puñado de hombres mal equipados y mal preparados para la lucha. Pero al menos se advertía cierto orden, disciplina y seriedad en su marcha. No avanzaban como una manada de ñus, siguiendo a los veteranos de manera desordenada. Eran más bien como un grupo de elefantes, guiados por un líder y avanzando de manera compacta, estratégica.

La orden de Ponzoña resultó vaga y genérica. No dio nombres. Tampoco los necesitaba. Pidió a alguien en cabeza de vanguardia para guiar, vigilar y percibir. Y el jaguar sabía a quien se refería. Avanzando se colocó al frente de la columna, en primera posición, en solitario, y miró a su derecha, como si esperara que alguien apareciera en cualquier momento junto a él. Y así fue, personándose quien esperaba: Frontera. Quizás Dedos no estaría lejos.

- Bienvenido compañero - lo saludó con media sonrisa -. A ver qué nos depara el camino - comentó a modo de indicar que tendrían que estar atentos -. Ah, y recuerda: nada de meternos por barrancos - bromeó jocosamente a su camarada, recordando la desorientación que tuvo su homónimo explorador en el corrupto Bosque Sombrío y sus intentos de guiar al grupo por caminos suicidas.

Y se inició la marcha.

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HORA: POR LA MAÑANA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

Las órdenes de Grito habían sido dadas y no podían ser más claras, así que el guerrero fue a cumplir su cometido. Se colocó en el flanco izquierdo como el resto de los nombrados. Tras esto, comprobó que tenía todo su equipo -algo que ya había hecho anteriormente- y tras colocarse mejor el escudo en la espalda, solo esperaba la orden de avance, que llegó en poco tiempo. 

Aún tenía la lanza que le había prestado Ballestero, pero tras hacer la petición al Cabo Barril para conseguir una de las del botín, esperaba poder devolvérsela en poco tiempo. 

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Preocupado se levantó algo menos dolorido que el día anterior, aunque aún necesitaría horas de descanso para estar plenamente en forma, cosa que no sería posible hasta al menos finalizar con el encargo del Inquisidor.

Antes de irse a dormir había preparado todas sus cosas, por lo que no quedaba mucho más que hacer esa mañana. Tras desayunar y asearse, recogió lo poco que había dejado sin guardar para poder pasar la noche y luego se dirigió a recoger unas raciones secas y rellenar su odre con agua. Una vez hubo acabado, se colocó en la posición que le habían ordenado. Estrenaba la infantería ligera vigilando por el flanco derecho, junto a Cielo y Lombriz. A Preocupado le pareció una buena decisión. 

Poco a poco todos llegaron y finalmente Capitán dio la orden de partida. Dejarían por fin aquél lugar que, les gustara o no, había sido su hogar. Habían pasado muchas cosas, a cuáles peores que las anteriores, pero aquella etapa había acabado. Ahora empezaban una nueva travesía hacia lugares desconocidos, lugares que esperaba que fueran menos malos, pero que en el fondo sabía que no lo serían. Este mundo era así, a cada paso que dabas aparecían nuevos horrores a los que enfrentarse. Con todo esto en mente y justo antes de partir, Preocupado miró a su alrededor y rezó a los buenos espíritus para que protegieran a sus hermanos, tanto a los que marchaban en la columna junto a él como a los que no lo habían conseguido y allí yacerían para siempre.