Partida Rol por web

—Disculpa por lo de antes, Piojillo —dijo Manta cuando se cruzó con su compañero en el campamento esa noche—. Tenía la cabeza en otro lugar. Lengua Negra no me ha comentado nada al respecto, puedes hablar con él directamente, si no has tenido la oportunidad de hacerlo ya. Te vi luchando contra ese guerrero terrible, lo hiciste bien, haces que nos sintamos orgullosos.

Orgullosos de que tu caballo aplastara su cadáver bajo sus cascos… pero esa es la realidad, Manta, y si hubieras estado junto a ellos, hubieras hundido tu lanza en su carne con el mismo odio.

Manta se había sumergido en el trabajo al terminar la batalla. Quién lo hubiera dicho solo hace unas semanas, el vago perdiéndose en la actividad. Pero lo necesitaba, si no quería que su corazón se hiciera pedazos.

Creía que ninguno de los hombres y mujeres a su cargo habían muerto.  

Tras dejar el cadáver de Attar a salvo, cuando ni siquiera era ya necesario, y contemplar cómo el gran guerrero del Triplete era despedazado y aplastado, había trastabillado conteniendo el aliento hasta el lugar en el que había visto caer a Derviche y había suspirado con alivio al comprobar que seguía viva, y sus heridas, aunque profundas, parecían limpias y ya no sangraban.

Piojillo permanecía sobre su caballo aún, y Odio y Keropis, los otros dos campamenteros que habían participado en la batalla cuerpo a cuerpo, estaban ilesos, como él. Pero cuando regresó a la formación principal, se encontró con sus compañeros rodeando el cuerpo de Michou. El guerrero que había colocado su cuerpo y su escudo entre las lanzas de los fantasmas y sus compañeros yacía sobre la tierra de Cho’n Delor, aferrándose a la vida por una hebra de cabello. De nada servían los gritos y las llamadas. Matagatos estaba inconsciente; Plumilla, herida y con más heridos de los que podía permitirse sanar; y llegaban rumores de que en el otro extremo del campamento, el propio Capitán había resultado gravemente herido.

Había dejado a Michou solo, baluarte solitario frente a las lanzas, en busca de una batalla absurda en la que nada había podido hacer, y nada tenía por hacer. Y esa noche, tal y como su sangre había saciado la sed de la tierra, su carne aplacaría su hambre.

Y cuando no hubo más trabajo para un hombre como él, ni siquiera pudo permitirse el lujo de descansar. Los remordimientos y la culpa asaltaban sus pensamientos como dos guerreros infatigables, como Derviche durante sus inconscientes entrenamientos. Apenas percibió el ofrecimiento de Ansia de Dominio, las órdenes de Lengua Negra o la pregunta de Piojillo. Cuando consiguió girar la cabeza, su compañero ya había desaparecido.

Manta se acercó hasta Ansia de Dominio. El enviado de Cho’n Delor era un ser al tiempo repugnante y fascinante. Había visto hombres extraños antes, como su propio tutor, Caracabra. Pero lo que mostraban la tez y el cuerpo de ese hombre a duras penas lo permitían identificar como tal. Había dejado la humanidad muy atrás, si la tuvo en algún momento. Por fortuna, no tenía que tratar con él más que lo estrictamente necesario.

—Señor —llamó al chondeloriano—, acepto las monedas, si todavía estoy a tiempo.

La pala está en mi mano y comienzo a cavar con calma el agujero donde Attar será enterrado. Mientras lo hago, miro la tierra y las piedras removerse del curso de mi herramienta. Es una sensación extraña el ritual con el que se despide a los hombres de esta parte del mundo. En mi pueblo a los muertes se les incinera en una pira funeraria. Esa tradición se remonta desde la huida de Khatovar, así no podían seguirnos por el rastro de nuestros muertos y los animales salvajes no nos amenazaban por el olor a carroña que desprende un cadáver. Es pragmático y luego se volvió tradición.

Luego miro a Attar y profiero mis palabras en completo silencio y con mis labios completamente sellados. Solo mi mente habla en este momento a alguien que ya no escucha por los oídos:

"Una vez casi te envié a la tumba durante un entrenamiento. Esa vez, con mucho pesar, me lamenté de tu eventual partida. Ahora, no he sido yo quien te ha dado el golpe mortal, pero soy quien te envía a la tumba. Es irónico y es esa ironía la que deseo glorificar en este acto. Soy quien envía tus restos mortales hacía el mundo de los muertos. Al igual que esa vez, lo hago con mucho pesar pues eras un gran guerrero, un excelente miembro de La Compañía y un hermano de respeto. Lamento tu muerte y solo puedo brindarte este proceso, que hago con dolor y respeto. Por ti, Attar."

Miro la tela que envuelve el cadáver del mestizo o los restos, que es más correcto de decir. Pues Chugrat se encargó de que lo que quedase de Attar no fuese un cadáver reconocible, sino restos desarmados e informes, victimas de un poder y una brutalidad digna de reconocer. Lamentablemente el mestizo no fue capaz de resistir aquella fuerza y Chugrat le arrebató su vida antes de perder la suya.

Por suerte Attar murió con honor, en el campo de batalla, luchando de frente y contra el enemigo más temible de aquel Fuerte. Es una muerte de alta dignidad, merecedora de un hombre fuerte como nuestro caído guerrero. Continúo con el trabajo que hago con la pala, preparando el lugar en el que Attar descansará por el resto de la eternidad.

Rastrojo sabía a qué espíritu tenebroso se refería Ansia de Dominio, aquel que ha sido encumbrado por algunos como la Diosa. Realmente, lo único que tenía en contra de ese espíritu es su caracter de deidad. Es por ello que no le gustaba tener relación con ella. Por otro lado, ahora Rastrojo tenía una bonita bolsa con diez platas, y el cliente siempre tiene la razón.

Bueeeeno... Yo no diría tanto como que Serpiente me eclipsa...-contestó a Ansia de Dominio con ánimos renovados-Es más bien que a mí no me gusta ser el centro de atención. No soy tan histriónico.

Lo era, mucho más excéntrico que Serpiente en según qué cosas.

Así que el Profanador de Mentes era un chamán, ¿eh? Sí, me suena... Algo he oído.

¿No podría ser más discreto cuando habla del Profanador de Mentes como ejemplo a seguir? Muchas tribus fueron destruídas de su mano, y sus restos acabaron sirviendo en la Compañía. Hay gente que podría perjudicarme por fanatismo o por un sentido del honor confundido con la venganza o el mesianismo de matarme para que la historia no se vuelva a repetir.

Gracias por sus ánimos... y por sus consejos... y por la recompensa. Debo descansar ahora para dar tiempo a mis heridas a que se curen, así que trataré de descansar un rato más. Pero los espíritus me dicen que volveremos a vernos pronto.

No lo sabía Rastrojo bien. El destino tenía predestinado un encuentro al rededor de una mesa y con unos dados de protagonistas. Acarició su preciado pago y caminó renqueante hacia la tienda de heridos.

Cuándo la Sargento Vientos me entregó la pala junto con unas palabras de aliento, no pude evitar sentir una pizca de orgullo.  Era posible que le hubiese dicho eso a cualquiera, pero también ea posible que las palabras fuesen genuinas. Preferí pensar que la segunda era la real. 

Cuándo fue el momento de empezar a cavar hundí la pala con fuerza para apartar el primer montón de arena. Luego un segundo, un tercero... Poco a poco el hoyo iba tomando forma y profundidad. El sudor empezaba a recorrerme la sien y la nuca, pero no importaba. De eso se trataba. Seguí cavando sin pausa concentrándome en la tarea, sin prestar atención a lo que ocurría a mi alrededor.

Noté que mis heridas, aún a medio curar, empezaban a escocer. Seguramente el sudor sobre la piel tensa y posiblemente algo abierta era el motivo. Pero una vez más, no me importaba. Enterraría a Teniente con mi sudor y mi sangre, enterraría a mi tío, enterraría a un gran soldado. 

Y el hoyo fue ensanchándose cada vez más con cada nueva palada.

Cuando el revuelo por la entrega del botín acabó y Loor cogió sus monedas Odio se acerco nuevamente a ella.

- Tengo noticias sobre Hermana y Belleza - dijo sin inmutarse y clavando su mirada en la de Loor - Hermana no lo ha conseguido, Belleza está bien - no dijo nada más, se quedo allí plantado delante de ella, esperando.

Peregrino y Pelagatos habían comenzado a cavar. Tarado sujetó con firmeza la pala que Analista le había entregado, plantó bien firmes ambos pies en el suelo y comenzó también a cavar. Como mínimo tendría una tumba que cavar pero era posible que más… todo dependería de si más miembros de la Compañía se ofrecían como Hermanos de Pala o no. Había muchos caídos, muchos hermanos que enterrar y por el momento pocos voluntarios. Para Tarado, todos y cada uno de los hermanos caídos se merecían un gran respeto. Habían demostrado mucho valor y habían sido un gran ejemplo. Aunque tuvieran una filosofía de vida totalmente distinta a la de su tribu, a la suya propia.

Las dudas volvieron a acosar la cabeza del recluta. ¿Cómo iba a lograr que la Compañía se volviera menos violenta cuando estaba envuelta en medio de esta encarnizada lucha? A estas alturas ya daba igual el motivo por el que lucharan originalmente… cuando llegaba la hora de la verdad y estaban en batalla, cada uno de los hermanos luchaba por su propia vida. Y eso era algo que Tarado sí defendía. Por muy pacifista que fuera no era tonto y nadie en su sano juicio se quedaba de brazos cruzados si intentaban asesinarlo.

Poco a poco y con mucho en que pensar, Tarado siguió cavando. Sus heridas escocían, pero sabía que tendría tiempo de reponerse, y un Fuerte donde no estar acosado por el enemigo. Habían logrado mucho tras aquella victoria. Pero Tarado aún tenía mucho que demostrar y mucho que ofrecer a la Compañía. Sólo necesitaba más tiempo.

- "Ah, el segundo de los Campamenteros. Puede que tu Pelotón no sea el más experto en estos momentos, pero creo que tiene un enorme potencial. Aquí tienes tus monedas." -

Le entrega a Manta un saquillo con diez piezas de plata con la efigie del Señor del Dolor en una cara y el Sello del Dolor en la otra.

TRANSCURRE TODA LA NOCHE.

El día pasaba tranquilo para la fanática. En su estado, no había mucho que podía hacer. La noche anterior asistió al entierro de los hermanos caídos, al discurso de Rastrojo y a poco más. Ya era rutina arrastrarse de un sitio a otro, en estas ceremonias. Miraba como la tierra cubría a los caídos, hermanos de batalla, valientes o estúpidos. Alguno estaba tan machacado, que no se podía reconocer. Guardó el momento solemne, disfrutó de su parte de comida y bebida y volvió pronto a la tienda de los heridos.

Ya era un nuevo día, con nuevas oportunidades para mejor o peor... Los que no estaban heridos, ayudaban con todo lo que podían en el campamento. Sin tantos muertos amontonados y sin los charcos de sangre, el lugar era irreconocible. Tomó su escudilla y bebió agua en abundancia. Los pocos que andaban cerca de ella, tenían un aspecto lamentable por cansancio o por las heridas.

Correteando entre ellos, vio la figura delgaducha de Manta. Llenó de nuevo su escudilla y se acercó al segundo al mando de los campamenteros.

- ¿Un poco de agua? Luego bajó la voz, para que ningún oído curioso escuchara. Eres un vago pésimo. No me importa si te mueres, pero deberías pensar en quien cuidaría de mí, si lo haces. Como segundo es tu deber, recuérdalo. Su voz sonaba al típico gruñido de siempre, pero en sus palabras no había maldad.

- Hoy se celebra la Victoria. Esta es Noche de Victoria.

- El día va transcurriendo tranquilo.

- Los guerreros descansan. Algunos vigilan, muy pocos entrenan. La mayoría se recupera lentamente de sus heridas.

- Los seguidores de campamento son quienes más trabajan. Recopilando víveres, repartiendo comidas, arreglando el fuerte, mejorando sus defensas, cavando letrinas...

- Algunos heridos no están mejorando nada, otros están experimentado espectaculares recuperaciones. Pipo, Sabandija y Matagatos están ya conscientes los tres, aunque es obvio que están todavía muy malheridos.

- El Capitán está inconsciente y dicen que no mejora. Analista ha asumido el mando de la Compañía por el momento, con la Sargento Vientos como su segundo en funciones.

- Las tropas de refuerzo vigilan la Fortaleza de la Puerta de Galdan.

- Llega un mensaje a través de Caratótem: Los Escorias de Cho'n Delor y el Pelotón de Arqueros han hecho una matanza con los hombres de Segadora, aunque la propia Segadora ha huido y la están persiguiendo.

- Del Oeste llega un mensaje de Potestad: Las tropas de Portaestandarte y Rompelomos han aniquilado a un Grupo Operativo del Triplete, pero sospechan que el resto de fuerzas enemigas huyen hacia Idon.

TRANSCURRE LA MAYOR PARTE DEL DIA.

Durante la caída de la tarde, Pipo, pálido como un muerto, con una gran venda en el abdomen, manchada de sangre fresca, se acerca a Ansia de Dominio.

¿Parece pálido y demacrado? Pues nadie lo diría por su expresión, ya que está muy relajado, como si hubiera soltado una tensión de esas que se crean sin saber, y que se descargan de repente, con un puñetazo en la mesa, por ejemplo. Sonríe alegre y despreocupado.

¡Pipo quiere redondelitos de esos, blancos y brillantes, como la luna! Tiene unos cuantos repetidos, pero son bonitos bonitos, así que quiere más. Han dicho a Pipo que cara-fea los reparte...

- "Diría que Pipo se ha ganado sobradamente esta recompensa." -

Ansia de Dominio le entrega a Pipo un saquillo con diez monedas de plata chondelorianas.

- Aunque los ánimos son un tanto bajos por las pérdidas sufridas y por el estado del Capitán, hoy es noche de celebración y de victoria. Es la noche para celebrar por los vivos.

- Se establece una mesa de los Puñales, una viejísima tradición, con Garzung como Verdugo. La Casa normalmente es la Tienda de Grog, y se suele llevar una ganancia del 10%, pero no así en esta partida. Los participantes son: Ansia de Dominio, Cabo Barril, Cabo Lemur, los Magos Sedoso y Tragasapos, Rastrojo y Loor de los Hostigadores, y el propio Analista. La victoria es para el Cabo Barril.

- Guepardo recupera la consciencia durante la noche y es capaz de salir, aunque débilmente, de la Tienda de los Heridos un rato.

- Con sus ganancias, el Cabo Barril invita a todos a beber. Hasta diez jarras de Grog por persona, aunque pocos serán capaces de beber tanto.

Loor se queda mirando a Odio unos instantes y nota su postura seria. Se quedó callada unos instantes y se pasó la mano por la frente

- Hermana... era una buena soldado. Y le apreciaba. Pero ya sabía que estaba muerta, me lo dijo el corazón en cuanto la vi caer. Que Belleza haya sobrevivido, y que lo hayas hecho tu, son buenas noticias. Te veo, sin embargo, serio. Pronto iré a enterrar a Hermana. Dime: ¿qué te pasa? - le hace un gesto para que se siente

Odio se sentó junto a su mentora. Es cierto que en algún momento, concretamente en el momento que le dijo que no sería su Hermana de Capa, había dejado de confiar ciegamente en ella. Sin embargo, el corazón no engañaba y al verla herida todo lo que albergaba por ella había vuelto a florecer. No era aquella mentora en la que creía a pies juntillas, pero sí una persona que respetaba y consideraba. Es por ello que decidió contarle lo que había ocurrido.

- No he participado en la batalla. Me distraje, no supe controlar mis impulsos y... he deshonrado a todos, sobretodo a mi mismo. - hacía mucho tiempo que Odio no sostenía la mirada de alguien. Fue el mismo quién bajo sus ojos, enfocados en alguna parte del suelo que los rodeaba. Se sentía tremendamente avergonzado, realmente frustrado.

LOS PUÑALES:

Guepardo se dirigió a Ansia de poder pese a su mal estado físico. —Yo también luché y me faltó poco para perder la vida. Aceptaré esas monedas.