Partida Rol por web

Piojillo se quedó estupefacto, le habían mandado llamar para decir algo que ya sabían, que les podía haber dicho Lengua Negra o Matagatos. No, aquello respondía a alguna extraña y estúpida lección de jerarquías, al hacerle decir aquellos nombres le hacían responsable de sus muertes. Eran sus hombres los que habían caido.

El K´Hlata se quedó unos segundos atónito, pensando que sus palabras no habrían gustado a los mandos de La Compañía, pero poco le importó pues eran cosas que debía decir, que le hacían hervir la sangre y que si molestaban a los augustos oficiales, era porque estaban cargadas de verdad.

Ponzoña se adelantó y trató de animarle como había hecho hasta ahora. Piojillo asintio y sonrió, pese a saber que aunque el Hiena trataba de hacer la salida de aquella tienda un poco más honorable, en realidad era despedido como un niño pequeño para que los mayores hablaran del futuro de La Compañía y en lo que a él atañía, de su futuro y del de los Campamenteros.

Piojillo abandonó la tienda, sin altivez ni pena. Indiferencia era todo lo que se permitió mostrar a los demás.

Piojillo acogió la despedida del Analista con suprema indiferencia, fruto del dolor y el despecho al verse relegado, pero ella suponía que no era responsable. Aún así, los demás sabían quién lo era. 

Tras el intento de reconfortarle de Ponzoña, Khadesa se permitió apuntar una ligerísima sonrisa triste. 

Tú eres el león, amado, tú sientes así, pero difícilmente otros lo harán. Y no creo que él lo sea, Cochinillo no lo era, tampoco Piojillo, no, no es un león...

Piojillo salió de la tienda como un hombre dolido. La Quinta clavó sus ojos en el Analista. ¿Qué vendría ahora? No entendía por qué le habían llamado, si es que humillarlo no había sido la intención inicial. Y no lo habían confirmado como nuevo líder de los Campamenteros tampoco. Aunque quizá eso se sobreentendía, no dejaba de ser necesario un espaldarazo de confianza por parte de los hombres que ponían sobre sus hombros tal carga.

Piojillo al final había hablado para no soltar más que las estupideces propias de un estúpido que se sentía derrotado. Y para colmo estaba Ponzoña tratándolo como si fuera cría suya, con un tacto tan suave y delicado con el que no conseguiría más que agravar la ignorancia que demostraba el Campamentero ante la cruda y sangrienta realidad.

- No estábamos preparados para la guerra de verdad…- remedé en tono burlón al Campamentero antes de que saliera y alzando el tono de voz a medida que se alejaba para asegurarme de que no se perdía ni una sola palabra.- ¿Es que crees que hay guerras de mentira, Piojillo? ¿Acaso esperabas que fuera como los entrenamientos con el Sargento Gulg, con palitos y carreras?- Reí.- No. En la guerra la gente muere. De verdad, no de mentira. ¿O es que tú que creías que solo morían “los malos” y que la muerte no reclamaría a familiares y amigos por el simple hecho de ser TUS familiares y amigos?- Sonreí.- Algún idiota entre los Fantasmas Irredentos seguro que también se está quejado en este momento por no haberles preparado para la derrota que les sobrevendría de manos de la Compañía. “Solo teníamos lanzas y armaduras de cuero. Ellos tenían arcos y magos y capas negras y atacaron durante la noche por sorpresa”- Sonreí.- ¿A qué te suena? A excusas. Simples excusas. Esa es la realidad.- Meneé la cabeza.- No tienes pinta de león sino de gacela asustada, Piojillo. Ten muy presente que la que muere en la manada es la más débil y lenta y no es culpa del león por haber sido más rápido o de la madre por no haber tirado de ella… Si se quiere vivir es más útil esforzarse en correr más rápido y ser más fuerte, aun cuando nadie te avise o insista en que lo seas, que en lloriquear ante quienes no tienen la culpa de que tu concepto de guerra sea el equivocado.

Dicho aquellos me giré y tamborileé con los dedos en la mesa.

- ¿Por dónde íbamos?- pregunté risueño sabiendo que todavía quedaba hablar del Grupo III y Peregrino.

Tienes razón Serpiente, me sentiría mucho mejor si solo hubieran muerto "los malos".

Dijo con igual indiferencia mientras abandonaba la Tienda de Mando.

No me quejaría ni un ápice si en vez de Cochinillo, Pulga o Meera, hubieras muerto tú.

- Piojillo sale de la Tienda de Mando.

Analista se toma su tiempo en anotar los nombres:

- "Cochinillo, Codorniz, Pulga, Meera, Pesadilla, Malamente, Mongowa, Buscasol y Mogimba. Sus nombres quedarán anotados en los Anales, y los consideraremos de ahora en adelante como Soldados, de forma póstuma.

Matagatos, dime una vez más los nombres de los caídos entre los Hostigadores, para los Anales." -

-R'Gaa, Vieja Gloria, Mentiroso y Jabalí.

Nueve Campamenteros y cuatro Hostigadores. Una cifra demasiado elevada en los prolegómenos de una gran batalla que aún no había tenido lugar. Y a ello habían de sumarse los heridos, de mayor o menor gravedad. No, no era un buen resultado. Y no había que olvidar a los miembros de los otros pelotones también caídos. Un porcentaje demasiado elevado. Era cierto que el factor sorpresa de los primeros combates había jugado en su contra, mas aun así y todo, las muertes eran demasiadas y la promesa de fracasar en su misión, elevada.

No obstante era la realidad que debían manejar y a la que debían hacer frente. Y algo debía cambiar en su forma de procede en al guerra.

- "Sargento Falce, ¿cuáles son las pérdidas entre los Exploradores?" -

- "Analista. Compañía. Hemos perdido a Daga, Minowa, Malmirado, Vivo, Mirada y Marcado. Que sus nombres figures con letras de honor en los Anales." -

Todos se remueven inquietos, los nombres de los Exploradores caídos eran muy conocidos en la Compañía.

- "Cabo Cortaplumas. ¿Cuáles han sido las pérdidas entre los Reservas?" -

- "Las pérdidas han sido catastróficas, señor. La primera escuadra de Reservas perdió ocho Reclutas. La segunda perdió tres. La tercera escuadra fue aniquilada por completo, incluyendo a su líder, la Soldado Akatsuki." -

SERPIENTE:

- Recuerdas que también han muerto dos de los Rufiantes de Usurero, tal vez deberías de mencionarlo.

- "Matagatos, ¿qué cantidad de bajas hemos causado en el enemigo?" -

La ristra de nombres se desgranaba como un collar roto, cuyas cuentas caían y se desperdigaban por el suelo. Se perdían. Hombres y mujeres que habían dado su vida por la Compañía, porque no la habían dado por otra cosa. No había una misión más que la de la fidelidad, la lealtad a la Capa Negra. Unas veces pagada por unos, y otras por otros, lo cierto es que las muertes lo eran de Hermanos. 

Los labios apretados Khadesa pensaba. Habían elegido libremente, y sabían el riesgo. Pero, ¿habían sido muertes inevitables? ¿Les... compensaba...? 

Lengua Negra conocía el amor de Analista por los datos, pero igualmente conocía de su frialdad para con los datos y lo inhumano que el hacía parecer, aun cuando no fuera así. Su mente, preparada por aquel hombre, también hallaba cierto placer con los números, pero entendía que aquello podía haberse hecho de otro modo. En cualquier caso, preparado como estaba para aquello, se inclinó hacia Matagatos y murmuró algo a su oído. Una larga lista de cifras detalladas.

Matagatos asintió doblemente. Primero ante las palabras de Analista y después ante el susurro de su primo. Sabía que había algunos guerreros que contaban cada una de sus víctimas, él no lo hacía ni personalmente ni como jefe de pelotón. Lo único que le importaba es que tras la batalla los enemigos estuvieran muertos o rendidos y los amigos vivos. Lengua Negra, como siempre lo sacó de aquel apuro.

-En la primera escaramuza matamos a unos 16, el total de las fuerzas y en el asalto a este campamento fueron 43 los enemigos abatidos, otros huyeron al ver caer a su comandante. Sobre el resto de los grupos aún no he podido recabar datos, pero Ponzoña y Serpiente pueden aportar los datos que necesitas seguramente.

Matagatos dio la palabra a su primo y a su segundo para que completaran el informe.

Ponzoña gruñó por lo bajo. Él no sabía de números y todo lo que superaba sus dedos equivalía a mucho.

-En el primer ataque sorpresa, abatimos a casi todos, pero huyeron dos. En el segundo, matamos a muchos. El Caballero y un bandido se rindieron, pero lograron escapar siete -dijo haciendo un esfuerzo por recordar-. Pero no sé cuántos eran los guerreros en cada ataque.

-Es fácil imaginar que cada grupo de ataque enemigo contaba con igual número de efectivos. Ponzoña, Caballeros del Triplete, ¿cuántos viste? -preguntó Lengua Negra viendo la incertidumbre del Hiena.