Partida Rol por web

Guepardo miró a un lado y al otro cuando llegaron al campamento, no había ningún hostigador. Genial. Era el único de sus compañeros que estaba fuera de juego, para variar. Ni siquiera sabía el plan que tenían en mente para ellos, su única intención en ese momento era descansar y recuperarse. Solo tenía una motivación, no importaba la compañía, no importaban las guerras, ni siquiera El señor del dolor estaba en su cabeza...lo único que importaba era su honor y lo iba a recuperar a costa de sangre, la que fuera.

—Recuerdaaaaa —la voz de Sacorroto entró en su cabeza como un huracán. Era cierto, había otra cosa. Miró a Chamán Rojo y le dijo: —Chamán, ayúdame a encender una hoguera. —No sabía si seguía siendo su pupilo, pero dentro de aquel grupo era el único que le ofrecía cierta confianza. —Tenemos algo que hacer.

"Kuaf, Kuaf..." Un leve ataque de tos trajo a la consciencia a Reyezuelo. Aunque ya comenzaba a refrescar en la sabana tenía la boca reseca. "Agua...Kuaf... por favor". 

Llevaba días en un estado lamentable, el viaje tampoco le sentó nada bien. Había estado acuciado por dolores estomacales, debido a la ingesta de aguas poco salubres y la continuidad de esas molestias lo habían debilitado enormemente, casi tanto como las heridas recibidas en la última batalla. Realmente no era esa la imagen regia que solía dar a sus compañeros, no era una sombra de lo que fue..... -"Vendrán tiempos mejores, demostraré a la compañía quien es a quien ellos llaman Reyezuelo. Pero ahora lo primero es recuperarse"- Que una herida de un adversario te mantuviera convaleciente no era algo innoble, pero ese malestar interior era cosa distinta, era algo que enturbiaba el carácter del guerrero y le hacía estar más irascible que de costumbre.  

"Kuaf,..... ese agua....Kuaf...." La tos volvió a hacer mella en la garganta de Reyezuelo.

Afortunadamente, el resto del trayecto es tranquilo. Pipo conduce y canturrea alegremente desde su lugar en el pescante, los heridos no vuelven a echar mano a las armas, y Manta se pasa la noche dormitando junto a Chamán, dejándose arrullar por la agradable voz del explorador, con las piernas colgando del extremo del carro.

Acostumbrado al traqueteo por el irregular sendero, el cuerpo de Manta se despierta en cuanto el carro se detiene. Con un vistazo comprueba que se encuentran en otro de los campamentos, tan improvisado como el que montó el tercer grupo. Tres hombres, a los que reconoce como Astado, el explorador que en lugar de explorar se ocupa de la intendencia, Avestruz y Reyezuelo, dos de sus compañeros campamenteros. Todos están heridos, pero los reclutas parecen encontrarse en peor estado que los propios Derviche y Guepardo. Cuando la Compañía avanza, deja tras de sí  un rastro de cadáveres y heridos.

Manta baja del carro y se despereza. El costado sigue tirante al levantar el brazo derecho, pero ya no es más que una molestia. Puede alegrarse de su buena fortuna en el combate, y de su férrea salud, que le ha permitido recuperarse con rapidez. La mayoría han tenido peor suerte. Algunos han caído, otros han sido heridos gravemente, y otros más han salido ilesos, y marchan hacia la siguiente batalla. No, probablemente han vuelto a luchar, y algunos más habrán muerto. ¿Cuántos de los cincuenta que nos convertimos en reclutas seguimos vivos? ¿Cuántos seguiremos cuando acabe la campaña?

Uno de los convalecientes tose sin fuerza, y pide agua. Reyezuelo, como ocurriera con Guepardo y Derviche, ha acabado malherido pese a su orgullo y su supuesta habilidad. Y sin embargo, otros más humildes siguen adelante. ¿Qué ha de sido de Pulga y Plumilla? Y la niña, ¿se las ha vuelto a apañar para salir indemne? Manta se acerca al hombre, le ayuda a incorporarse y le da lleva la escudilla a la boca. Si esto sigue así, voy a acabar dando de beber a toda la Compañía.

—¿Ha caído alguien? —pregunta, lo bastante alto como para que lo escuchen todos.

El traqueteo traía un carro; el carro, personas y las personas traían ruido. Así que si antes le dolía la cabeza los continuos parloteos —por una parte comprensibles— irritaban al pobre de Avestruz que no podía hacer otra cosa que intentar incorporarse para saludar: 

—Vieja Gloria cayó— "Y una lanza me quitó la gastroenteritis de un golpe", pensó el K'hlata ante la pregunta de Manta. Avestruz intentó fingir más dolor al hablar del que de verdad sentía, pero la cabeza no apetecía ejercitarla. Aún así, mantuvo su postura semi-erguida esperando la réplica de alguno de ellos. 

Vieja Gloria... mejor te hubiera ido dejándote morir con más calma, viejo. ¿O era esto lo que buscabas al ingresar en la Compañía? Afortunadamente solo ha sido uno. Espero que los demás no hayan tenido peor suerte.

Manta deja la escudilla en el suelo, junto a Reyezuelo, y vuelve la cabeza hacia Avestruz. Su herida está a la altura del vientre, apenas a unos dedos de donde la recibiera él mismo. Sin embargo, es mucho más grave. Se puede ver en su piel, casi tan pálida como la de un oscuro debido a la pérdida de sangre.

—Malamente —dice en voz baja—, y los exploradores Vivo, Marcado y Mirada.

El agujero negro se los llevó a todos, a todos, a todos. Ahora buscan agua en el desierto del más allá, sin esperanza de encontrar calor ni música, ni risas.

Pipo se revuelve y susurra en sueños. Luego se arrebuja en su capa negra y sigue durmiendo.

Derviche descansó toda la noche, durmió confiada, con las cimitarras a mano en todo momento. La parada del carro la despertó y al abrir los ojos pudo ver el amanecer. Se estiró y se levantó para ver el sitio donde la han traído.

Reconoció a Astado y se acordó de las ricas comidas que muy raramente preparó. También vio a Avestruz y Reyezuelo y los saludó con una leve inclinación de cabeza, aunque estaban en tal mal estado que seguramente nadie la vio.

Su rostro era serio y tosco. Frunció el ceño y tocó las partes magulladas del cuerpo. El dolor no la abandonó y el recuerdo del ataque sufrido el día anterior la cabreó.

Se giró y vio a Pipo como se acurrucaba para dormir, el hombre ya aguantó bastante, llevando las mulas toda la noche. Manta bajó del carro y empezó a deambular por el campamento, ayudando con lo que podía a los presentes.

Chamán Rojo se quedó desvanecido en el carro. Al parecer, un chichón en la frente, testificaba que el pobre hombre se llevó un buen golpe la noche anterior. Derviche se acordó que en medio del enfrentamiento que tuvo con Guepardo, el pobre entendió mal el gesto de ellos y con las prisas se había caído de cabeza.

Se sorprendió cuando alguien lo llamó para encender una hoguera. Apretó los puños en cuando sus ojos se postraron sobre la figura de Guepardo. ¿Quién, si no, iba a prender fuego en un momento tan inoportuno? Los enemigos los iban a ver desde lejos y en sus condiciones lamentables solo había que rematarlos. Quiso decirle cuan estúpida era su elección y que ignorante era, por no preocuparse por el estado de su pupilo, antes de mandarlo a hacer tareas, como a un esclavo.

Escuchó sobre la muerte de Vieja Gloria y como Manta enumeraba las bajas de su grupo.

-¿Enterasteis a Vieja Gloria? El rito K'hlata lo exigía. ¿Le enterasteis con sus armas? La terrible falta de respeto hacia los muertos, no dejaban en paz a la fanática.

Oteo los alrededores y buscó con la mirada las provisiones. Se acordó que todos los días, los jinetes traían lo necesario del grupo de retaguardia, pero no sabía si estos tres hombres eran lo que quedaba de ello.

-¿Tenéis agua y alimentos? Si entramos todos en el carro, no hay que perder más tiempo, deberíamos reunirnos con los otros grupos, puede que se están muriendo de sed. La voz de la guerrera, con su tono severo y el sonido de un trueno, no parecía piadosa o preocupada. Lo que decía era por cautela, tenía que vengarse y para ello era vital recuperarse. Con ayuda de curanderos eso iba a ser más fácil.

Un Avestruz amargado por el dolor miró, con ojos de cordero degollado, a Astado. Ellos necesitaban respuestas y el K'hlata más que vivir esos acontecimientos los murió, como quien dice. Así que entre el desconocimiento y el martilleo en el cráneo poco podía hacer. 

—Yo estaba desmayado —se dignó a responder, al fin—, así que no pude saber nada del entierro de Vieja Gloria. Algo oí entre sueños y pesadillas, pero no puedo asegurar nada. 

- "Es tarde, vuestras mulas están agotadas y vosotros también. Además, en el carro no cabemos todos.

Esta es una posición relativamente segura. Hay aliados detrás y a los flancos. El fuego les ayudará a encontrarnos.

Hay enemigos al frente, pero entre ellos y nosotros hay fuerzas amigas. Tendrían que derrotarles a ellos para darnos alcance, y entonces sería señal de que han llegado los últimos días de la Compañía Negra.

Tenemos agua. Encendamos el fuego y compartiré con vosotros cecina de cabra y queso curado." -

Guepardo asintió ante las palabras de Astado. Escuchó la voz de Derviche, preguntando sobre los enterramientos y las armas. No le dirigió la palabra, ni siquiera le interesaba la contestación que le dieran...pues la próxima vez que hablara con ella sería mostrando su arma en señal de duelo. Lo que si hizo fue acercarse a la posición de Chamán Rojo para ver si estaba consciente.

Tras dormir un par de horas, Pipo se levanta, se estira y bosteza. Hace sus abluciones al más puro estilo gatuno, con apenas unas gotas de agua empapando una punta de su capa.

La cara amarilla se ha escondido en los infiernos. Salen a jugar los duendes de la oscuridad, y han encendido las estrellas. ¡Bien! Pipo soñó que todo estaba del revés, pero ahora ve que no era así. Golpea con cierta fuerza su cabeza con los puños. ¡Pipo es así! El agujero en su cabeza es así: se lo traga todo.

¡Oh! ¿Tenemos cecina de cabra? ¿Tenemos queso curado? Pipo pone en el montón estas babosas que guardó, y estas raíces, y unos toques de su flauta, para que los que tienen sueño, duerman.

- Chamán Rojo está consciente, aunque débil y taciturno.

- El grupo cena tranquilamente a la luz de la fogata.

- Después todos se van a dormir, menos el que se queda de guardia.

- Durante la noche se suceden los turnos de guardia, pero nadie amenaza el descanso de los mercenarios de la Compañía Negra.

REYEZUELO:

- Estás al 50% de salud. Tienes 6 puntos de golpe de un total de 12.

- Estás recuperado de tus otras lesiones, dolores y enfermedades. El descanso te ha venido muy bien.

PIPO:

- Por la mañan estás algo más recuperado. Ahora tienes 12 puntos de golpe (de un total de 35).

MANTA:

- La recuperación está siendo algo lenta y todavía parece que la mitad de tu cuerpo esté cubierto de heridas.

- Ahora tienes 7 puntos de golpe (de un total de 13).

GUEPARDO:

- Estás a un tercio de tu capacidad.

- Por la mañana tienes 6 puntos de golpe (de un total de 18).

DERVICHE:

- Por la mañana has descansado algo, pero notas que Guepardo presenta mejor aspecto que tú.

- Ahora tienes 2 puntos de golpe (de un total de 17).

AVESTRUZ:

- Has salido fuera de peligro tras ser herido de muerte, toda una proeza.

- Estás con 0 puntos de golpe (sobre un total de 13). Eso significa que estás incapacitado y no puedes realizar esfuerzos físicos.

- Necesitas descansar y dormir al menos la mitad del tiempo, pero el resto estás despierto y puedes hablar (aunque en voz no muy alta).