Partida Rol por web

Cuando Derviche se dirigía al carro, Reyezuelo ya había tomado su sitio, le pareció una eternidad hasta que todos estuvieron preparados. Nada más afirmarse ante Barril, había empacado sus pertenencias y se había dirigido al carro. Cuando estuvo preparado para partir se había dado cuenta que los demás estaban comiendo. Por lo que tomó asiento en el mismo carro y comió, no demasiado, pues aún se aquejaba del estómago, pero debía de reponerse para la inminente batalla. Aunque ya se estaba librando una dentro de la compañía. Estaba acostumbrado a los tejes manejes de la nobleza, y estos que se traían entre si Derviche y Guepardo  no eran ni gota de sutiles. Pero permanecería distante, no le apetecía medir sus fuerzas con ninguno de ellos, pues eran bravos guerreros, aún en la situación en la que se encontraban todos ellos.

Pasó la mañana pensativo, como en otro lugar, preparado para partir cuando dieran la orden.

- "¡Niña!" - Exclama en un torpe K'Hlata con fuerte acento Oscuro, dirigiéndose a Derviche: - "¿Quién te ha dicho que puedes hablarle directamente al Cabo? ¿Y qué manera de hablar de tu jefe es esa? Puede que hayas vertido sangre, pero todavía eres una Recluta hasta que no tomes el Juramento. E incluso cuando seas juramentada, recuerda siempre que en la Compañía hay rangos, y que la antigüedad también es un grado que se respeta mucho." -

- "Desde luego es preocupante cuando los Reclutas no saben mantener las formas. Uno se pregunta si el Sargento Gulg y la Cabo Rompehuesos les habrán enseñado bien, o si será necesario mandarlos de nuevo a instrucción militar básica de campamento." -

- "Me pregunto si mi hermano de capa Peregrino estará bien. Es muy fuerte y muy rápido, pero ningún hombre es invencible." -

Matador mira a Guepardo y a Derviche con una sonrisa torcida, y niega con la cabeza, pero no dice nada.

Indómito ayuda a los Campamenteros heridos a subir al carro.

Romo no presta atención a los Reclutas, tan sólo atisba hacia el horizonte.

- "A mí me preocupa Khadesa. Ha estado muy rara las últimas semanas." -

- "La mejor defensa es una buena defensa..." -

Cielo suspira, pero guarda silencio.

- "Bien... ¡En marcha! Lejana delante. Testudo, Preocupado, Cielo, escoltad a nuestra Exploradora. Los demás a los flancos del carro. Matador, Indómito, a la retaguardia." -

Se había equivocado. Bueno, realmente se había equivocado en una cosa y había acertado en otra, sin embargo, ese acierto no le consolaba para nada. El traqueteo del carro era un constante pinchazo tras otro en el vientre. En eso se había equivocado. Y para el desconsuelo de Avestruz, había acertado en la peligrosidad y locura de Derviche. El K'hlata sólo pudo escuchar las palabras hacia Guepardo y el sonido del salivazo al salir de la muchacha. Se alivió al descubrir que no iba dirigido a la cara de su jefe, sino al suelo. 

Se acabó la comida que le sobró de la cena anterior. Aunque no sació su apetito. Eso, al menos, era una buena noticia: se estaba mejorando. 

—Simplemente atacamos. En la batalla masacramos por completo al rival. Era un grupo reducido del Triplete. Tuve la mala suerte de verme rodeado por dos enemigos, pero al menos me llevé a uno por delante —sonrió respondiendo a la pregunta escapista de Derviche—, ¿vosotros?

Guepardo, antes de caer dormido de nuevo, fruto del cansancio y de la experiencia que había tenido momentos antes, no pudo más que confirma que Derviche no sabía dónde estaba y cual era su sitio. En realidad ni él mismo había sabido nunca cual era el suyo entre aquellas gentes. Lo único que esperaba es que nadie hiciera nada respecto a ella, pues en su tribu un hombre era el que defendía su propio honor, sin que otros se inmiscuyeran. La noche sobrevino antes de lo esperado dentro de la cabeza de Guepardo...cerró los ojos y durmió.

Cuando todo el mundo está en formación, Pipo sacude las riendas: tsss ts. ¡Vamos amigas! Ts ts, como reinas, escoltadas por guerreros delante, ts ts, guerreros detras, tss ts, tsss, mujeres hermosas, ts tsss, hombres gallardos, amigas, tss. ¡Y un capitán, y un general! Con la cabeza alta, amigas. ¡Tirad! Ti, ti, ti, tsss ts. Van guerreros a los lados y ¿quién sabe? A lo mejor también tenéis guerreros guapos debajo, quizá también encima. Y un guapo mulo que os espera, ts ts, y hierba fresca, ts ts, y agua clara, amigas.

Sacudiendo las riendas y alternando con alguna patadita mal intencionada en las posaderas de la que se escaquee de tirar del carro, canturreando interminablemente, Pipo guía el carro con los heridos. Lleva a su lado, preparada, toda la indumentaria y el armamento, y se ha cubierto por completo con la capa negra. Cuando el trabajo de conducir le deja una mano libre, y se cansa de canturrear a las mulas, saca una flauta pequeña y toca algo muy sencillo.

Tras las reprimenda a Derviche, que tal y como le parece a Manta, ha debido pasar demasiado tiempo junto a Pulga, y se le ha pegado la costumbre de abrir la boca en el momento más inadecuado para decir lo más inoportuno, el cabo ordena reanudar la marcha. Con un pequeño grupo en cabeza y otro en retaguardia, Manta camina a la vera del carro, en el que los heridos se apelotonan, cuerpo contra cuerpo, no particularmente cómodos, pero al menos descansados y calentitos. Al joven k’hlata no le importaría ir entre ellos. Todavía no está recuperado de su herida y sus magulladuras, y aunque se siente orgulloso de su resistencia al agotamiento, el hambre y el frío, sabe que la energía que desperdicie durante las próximas horas puede ser la que necesite para sobrevivir en los próximos días.

La fanática es, cada vez menos sorprendentemente, quien rompe el silencio, preguntando a los campamenteros del primer grupo cómo les fue en la batalla. La respuesta de Avestruz es orgullosa. No solo ha derramado su sangre, sino que también se las ha arreglado para acabar con uno de los enemigos. Todo apunta a que no quedarán reclutas, salvo quizás entre los que quedaron en retaguardia, cuando acaben las ofensiva. Los que no hayan muerto habrán ganado el derecho de prestar juramento.

—Atacaron nuestro campamento por sorpresa —Manta se anima a aprovechar el raro momento de camaradería, y habla con desacostumbrada verborrea—. No tuvimos tiempo de prepararnos, y aunque no eran muchos, nos superaban en número. Los exploradores se jugaron la vida para detener la carga, y cada uno tuvimos que acabar con más de uno de ellos. Conseguí matar a dos antes de que me hirieran. El tercero y yo nos herimos mutuamente, pero era el último enemigo en pie, y Caracabra pudo acabar fácilmente con él.

Avestruz estaba melancólico. Hablar de tanta muerte y heridas... Nunca había sido un luchador: la sangre, las vísceras y el sudor volando por los aires no le eran plato de buen gusto. En lo más hondo de su ser prefería sentarse a la sombra de algún árbol mientras veía la vida pasar, sin riesgos. Aunque realmente prefería a las mujeres, pero claro. Entre tantos fluidos violentos no había sitio para el semen. Y claro, tanto tiempo bajo un árbol sería aburrido. 

La acción de Manta era loable. Una lucha por defenderse en inferioridad. Pero no parecía realmente un luchador: igual de alto que él pero más delgado. Y era feo, tal vez fuera por eso. Avestruz rio por dentro. No debía molestar a recién conocidos que habían matado a dos enemigos hace poco. 

—Una gran gesta, no hay duda —respondió mientras asentía con consideración y respeto hacia aquel hombre.

Escuchando la conversación sobre la batalla, se encoge de hombros con cierta tristeza. Pipo nunca se acuerda de estas cosas. Debe ser que viene el otro. Pss, pss, mulitas. Él se encarga. A Pipo no le gustan las peleas.

Después de estar un rato pensativo, Pipo añade: ¿por qué mis amigas se llaman Dedos-Matagatos-Dedos-Matagatos-Dedos y Matagatos-Dedos-Matagatos-dedos-Matagatos? Señala a las mulas. Serpiente lo dijo, aunque no sabía quién era quién. ¿Alguien sabe? Porque ese nombre se parece mucho al nombre de unos que conozco. Se ve que se ha olvidado dónde van. ¿A quién vamos a ver?

A Derviche no le gustó nada la reprimenda que le dieron. Después de subirse al carro se sentó enfurruñada y escuchó a los que tenía a su alrededor. Se acercó a manta y le habló en voz muy baja.

-Todo el mundo pretende que bese el culo a los superiores, pero yo como voy a saber que hacer sí ni soy soldado...  Maldita gente y sus costumbres, mejor me quedo... maldita sea, no tengo ningún otro sitio a donde ir... Gruñó por debajo y protestó mirando con el ceño fruncido a los mandos.

- Nos atacaron y sí, eran más que nosotros. Nuestro líder, el de verdad, Peregrino, nos dejó solos y se fue en cuanto vio una humareda, sin saber que nos iban a atacar. Yo maté unos cuantos, tres o cuatro... ni me acuerdo... En cuanto me recupere estaré lista para seguir matando a todo el que se ponga por delante de nuestra Compañía. Suspiró satisfecha, necesitaba una nueva meta en la vida, ya que la creencia en la diosa estaba empezando a fallar.

-Pipo, Matagatos y Dedos son dos hostigadores. Serpiente no se lleva bien con ellos... bah, que más da, seguro que lo volverás a olvidar dentro de poco.

Escucha con consideración las explicaciones de Derviche a su dilema. Aham. Pipo sabe que Dedos y Matagatos son hostigadores. ¿Llevarse mal? ¿Se quedaron atrás? Hace un tremendo esfuerzo mental. Quizá iban en esta cosa, y como los llevaba mal, se cayeron, y Serpiente les hecha de menos y por eso puso sus nombres a mis amigas, en su recuerdo. Pero no sabía quién era quién.

El camino se estaba haciendo más largo de lo que esperaba. No estaba acostumbrado a ir en una carreta, como un fardo inservible. Eso no era propio de su status, pero no era ni el momento ni el lugar para quejarse, aunque su cara transmitiera perfectamente sus pensamientos. "Mis acompañantes parecen niños discutiendo por el favor de la nodriza" Realmente no sabía que había pasado entre Guepardo y Derviche, y lo que es más, le daba igual. Solamente pensaba en lo que a él le había acontecido, pero sólo podía sacar vagos recuerdos. No tenía nada claro lo que había pasado en la refriega, su único pensamiento era que debía demostrar su valía y asegurarse la posición que se merecía uno de su sangre.

"Será mejor que descanseis. El cómo se llamen las bestias será irrelevante cuando os digan el último adios en el campo de batalla" Parecía que todos estaban deseando de volver a entrar en batalla, cada uno tenía sus motivos y todos tenían su propia razón. Eso no era bueno, en la guerra se debe de actuar como una parte de un todo, pero no como varias cabezas pensantes de ese todo.