Partida Rol por web

La Compañía Negra: El Dios del Dolor.

Tribu de los Tres Castores.

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17/02/2012, 12:14
Sicofante.

Tras recibir las noticias de que la victoria había sido nuestra, nos preparamos para ir hacia la tribu de los Tres Castores: Khadesa en el carro, yo en mi caballo. Es un corto trayecto hasta la tribu. Desde fuera comienza a vislumbrarse los indicios claros de batalla: los cadáveres, algún edificio destruido... lo normal en un asalto de estas características. Sicofante suponía que el asalto sorpresa habría tenido éxito, y luego en el combate la tribu de los Tres Castores no habrían podido hacer frente a la ferocidad de los Hostigadores.

Tras entrar, Recio sigue al carro que se dirige directamente hacia el centro de la tribu. Sicofante observa con detenimiento a sus compañeros, para saber quien había sobrevivido y quien no.

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17/02/2012, 13:02
El Cráneo de Plata.

SICOFANTE:

- Khadesa te sigue con el carro tirado por las dos mulas de la Compañía, y los demás animales de los Hostigadores atados a la parte posterior.

- Parece que los Hostigadores no se han alejado mucho de la Puerta Occidental, no han llegado hasta el centro del poblado.

- La mayoría parece congregarse entorno a dos o tres chozas cercanas.

- Caracabra, que es quien ha dado el aviso, os acompaña.

- Dedos guarda las puertas occidentales del poblado, que permanecen abiertas.

- No ves a Attar, Guepardo, Loor, Matagatos, Peregrino, Uro, Lengua Negra ni a Mentiroso.

- Los ojos de Serpiente brillan de un modo muy extraño mientras mira obnubilado el entorno.

- Ojopocho, Pelagatos, Jabalí, R'Gaa y Rastrojo están ociosos, aparentemente vigilando dos chozas.

- En el interior de una tercera choza te parece ver a Ponzoña, cerrándoles los ojos a unos niños muertos.

- Ves a Campaña acarreando con muy poca delicadeza trozos de niños muertos.

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17/02/2012, 15:57
Ponzoña.

Ponzoña acababa de salir de la choza, cuando vio llegar a Sicofante, Caracabra y el carro de Khadesa. Saludó con la mano y se acercó a ellos.

-La batalla ha concluido y los soldados han entrado ya en el poblado -les dijo escuetamente-. Hay varios heridos en esas dos chozas y Matagatos los está atendiendo. Seguro agradecerá tu ayuda, quinta -dijo envolviendo con su mirada oscura a la mujer, pálida bajo su piel blanca como consecuencia de su enfriamiento de los días pasados-. Campaña y yo estamos recogiendo los cadáveres en esa otra choza -comentó señalándola-. Y Lengua Negra se fue a buscar medicinas. No sé si habrá regresado.

Cuando acabó, su mirada resbaló sobre los cadáveres para detenerse en Khadesa. Acabada la tensión de la batalla, la adrenalina que aún circulaba en su sangre se transformó súbitamente en un intenso deseo sexual, acrecentado por la proximidad de la pitonisa cuyo aroma podía oler incluso por encima del hedor de la sangre. Sintió el tirón de una poderosa erección bajo su taparrabos y el abrumador deseo de sumergirse en la humedad de una hembra. Algo similar a un sordo gruñido brotó de su garganta. Básico, animal, primitivo. Y con una parsimonia fruto del autocontrol que deseaba ejercer sobre su básica pulsión, se volvió hacia los cuerpos rotos en derredor suyo y recogió rígida y delicadamente otro cuerpo infantil para llevarlo a la choza.

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17/02/2012, 16:44
Uro.

BATALLA DE TRES CASTORES
Capítulo VI: “Camaradas”

En aquellos momentos, el vociferante salvaje no era conciente de lo que ocurría a su alrededor. Apenas si podía concentrarse en mantener las tripas en su sitio, y solo percibía algunos confusos movimientos en su flanco. No sabía si se trataba de amigos o enemigos, y aunque la sangre y los restos humanos salpicaban continuamente su cuerpo, le era imposible determinar si correspondían a su propia anatomía o a la de algún extraño agresor.

En verdad, aquello era una lástima. Pues, de haber estado un poco más atento, el brutal y sanguinario bárbaro habría sido testigo de un portento maravilloso, extraído también de las pesadillas de algún maniático homicida.

Porque URO podía haber sido el primero de los “Hostigadores” en derramar su sangre por la Compañía. Pero tan oscura distinción palidecía al lado de la gloria que acababa de alcanzar otro de sus camaradas.

Pues el silencioso y anónimo extranjero, que todos conocían simplemente como PEREGRINO, había conseguido, antes que ningún otro, que la imperturbable y desnuda tierra de la Sabana se bañara con las entrañas de sus enemigos. Suya era la “primera sangre” del pelotón, y suyo también el tremendo honor que ello simbolizaba.

Como quedó en evidencia apenas unos instantes después, ningún otro lo merecía tanto.

Dos enemigos habían cargado contra el estático PEREGRINO, empuñando sus lanzas con la misma delirante desesperación que habían mostrado sus inexpertos camaradas, y con el mismo anhelo ferviente de alcanzar su destino de gloria. Para su desgracia, aquel oponente no era el torpe y lento URO, y demasiado tarde descubrieron que se enfrentaban a un auténtico titán.

PEREGRINO los dejó avanzar, permitiendo que se acercaran peligrosamente a su posición. Luego, en lo que pareció apenas un destello, con un único y sencillo movimiento dio cuenta limpiamente de ambos. Su golpe fue rápido y certero, casi invisible, exquisito, y aquellos pobres diablos nunca entendieron como les había llegado la hora. Uno de ello, al menos pudo darse el lujo de gorgotear un último gemido de despedida.
Así, cuando tan solo unos instantes después PONZOÑA y LOOR se incorporaron finalmente a la batalla, ésta terminó por equilibrarse del todo. Solo quedaban cuatro defensores para contener a la avanzadilla, y las puertas del poblado ya invitaban al resto de los “Hostigadores” para que se unieran a la carnicería. El primer objetivo estaba cumplido. Pero aún restaba lo más difícil.

De haber estado algo más sereno, el acosado URO bien podría haberse preguntado como diablos había hecho la demacrada LOOR para abrir los enormes portones. Después de todo, él mismo había dudado de tener la fuerza suficiente como para hacerlo. Pues una cosa era el barral, poco más que un tronco, pero otra muy distinta los tremendos listones de madera que constituían el portón, reforzados además con fuertes y resistentes remaches de metal.

Sin embargo, por aquellos instantes el moreno salvaje tenía asuntos más urgentes que atender. Sus camaradas se habían posicionado a su lado, cubriendo férreamente los flancos del guerrero para protegerlo de lo peor del combate. Pero eso no había eliminado por completo el peligro.

Dos de los niños-soldado seguían enceguecidos con el musculoso k´hlata, y sus lanzas trazaban peligrosos y furibundos tajos a su alrededor. Uno de ellos consiguió abrirle una profunda herida en el muslo izquierdo, mientra que el lanzazo del otro erró por apenas un suspiro la desbalanceada rodilla del recluta.

Por su parte, URO tuvo algunos problemas para liberar su machete de la improvisada vaina que le había construido tan solo unos días atrás, y para cuando finalmente consiguió descargar un tremendo golpe sobre sus enemigos, el ataque fue tan brutal y atolondrado que pasó muy lejos de los pequeños guerreros.

Afortunadamente para el antiguo Cazador de Cabezas, PEREGRINO, PONZOÑA y LOOR estaban a su lado. O al menos los dos primeros, pues lo cierto era que los salvajes y desquiciados palazos de LOOR no parecían distinguir entre amigos y enemigos. De hecho, en varias oportunidades, hasta el acorralado URO se vio sobresaltado por el contundente cayado que pasaba silbando mortalmente sobre su cabeza.

Pero PONZOÑA cumplía con feroz eficacia su trabajo, y la poderosa maza de púas caía una y otra vez sobre sus enemigos. Tanta fuerza y determinación tenía su brazo, que le había bastado un único golpe para arrancar de cuajo la mandíbula de uno de aquellos pobres diablos.

Y, por supuesto, también estaba PEREGRINO.

El extranjero se había convertido en una sombra macabra, que solo dejaba horror y destrucción a su paso. Antes incluso de que sus camaradas de la puerta se hubieran unido siquiera a la refriega, el rápido espadachín ya había decapitado brutalmente a un tercer enemigo. Y todo ello casi sin transpirar.

Luego de ello, y quizás no conforme con su escasa cosecha de muerte, había ido a por los sujetos que atacaban a URO. Apenas si necesitó de dos poderosos tajos para dar cuenta de los niños que habían conseguido poner de rodillas al duro guerrero, aunque ninguno de los presentes pudo adivinar siquiera los movimientos de su misteriosa hoja curvada.

El otrora imbatible Cazador de Cabezas no pudo hacer otra cosa que observar embobado al sorprendente “Hostigador”, sin poder evitar que su mandíbula se abriera y se cerrara en un gesto de infinita estupidez.

Tras la masacre, solo dos niños permanecían con vida. Uno de ellos, agonizante, chillaba como un cochinillo asustado, sus manos sujetando la herida sangrante mientras la vida tierna y joven se escapaba de sus entrañas. El otro, probablemente el vigía que cayera de la atalaya, yacía tirado en el suelo sin poder moverse, tal vez con la espalda rota. Este último observaba a URO con una expresión de infinito odio y sufrimiento, mientras murmuraba por lo bajo:

- “Maldito, maldito, maldito, maldito…”

En un gesto perturbadoramente desapasionado, el gigante se acercó ominosamente al pequeño y le cortó el cuello con un limpio tajo de su machete, su moreno rostro tan imperturbable como siempre.

La Diosa debía de estar extasiada de placer por tantas ofrendas… aunque aún necesitaría muchas más para aplacar su hambre…

URO no desesperó. Había tiempo. Después de todo, la “Batalla de Tres Castores” recién comenzaba…
 

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17/02/2012, 22:30
Uro.

BATALLA DE TRES CASTORES
Capítulo VII: “Resistencia”

Estaba amaneciendo, y las puertas del silencioso poblado se hallan abiertas de par en par. La mayoría de sus desprevenidos habitantes aún dormían, sin saber que el frío hálito de la muerte enturbiaría en poco tiempo sus sueños. En el exterior, apenas si se escucha el silencio interminable de la sabana, interrumpido tan solo por el extraño quejido de una bestia imposible. De repente, el misterioso sonido fue seguido por el atronador repiqueteo de un furioso galope.

Sin tiempo que perder, mientras sus compañeros se apresuraban a adoptar una posición defensiva, URO recogió el pesado barral de madera y comenzó a arrastrarlo hacia las afueras del poblado. Tenía que alejar aquella cosa de allí tanto como pudiera. O pronto sus enemigos lo convertirían nuevamente en un cerrojo.

Sin embargo, antes de que el guerrero terminara de atravesar los imponentes portones de la muralla, un terrible estampido lo tomó por sorpresa. El recluta casi debió arrojarse a un lado para evitar ser pisoteado por la furibunda carga de MATANZA, que se dirigía al poblado con una velocidad vertiginosa, ansioso por cumplir con su macabra misión.

Desde su posición, URO echó un rápido vistazo a lo que ocurría del otro lado de la muralla, donde el interminable desierto de la sabana se unía con el difuso horizonte. Allí pudo observar al resto del la vanguardia, esperando agazapados la señal de su victoria. Algunos ya comenzaban a ponerse en marcha, dirigidos por MATAGATOS, pero todavía se demorarían un buen rato en llegar al poblado.

Las imágenes de su sueño de la noche anterior volvieron a invadir ominosamente los pensamientos del templado guerrero, aunque éste se apresuró a rechazarlas con un vigoroso movimiento de cabeza. Esta vez era distinto. Tenía que serlo. Pues ahora URO estaba allí.

Inmediatamente después, volvió sobre sus pasos, dispuesto ya a reunirse con sus camaradas. Pero antes de avanzar demasiado, una dantesca visión lo detuvo en seco. Era peor que en el sueño. Algo mucho más horrendo que cualquier pesadilla que hubiera imaginado jamás.

Dentro del pueblo, PORTAESTANDARTE esparcía destrucción y muerte a cada paso. Su caballo se encabritaba como un demonio, y el estandarte de la Compañía flameaba en lo alto, mecido por los abrasadores vientos de la conquista. De una gran choza, habían surgido un grupo de ancianos. No eran más de seis o siete, y estaban bastante bien armados. PORTAESTANDARTE no dudó ni un instante, y cargó contra ellos con la desesperación de un maniático, estrellándose rápidamente contra el desorientado grupo en una vorágine de furia demencial.

De algún modo, el fuego había comenzado a esparcirse por las cabañas. Mujeres y niños corrían desesperados, dejando caer sus cubos de agua y tropezando entre sí. Todos gritaban. Muchos lloraban. El infierno más terrible se había desatado en unos pocos instantes.

Finalmente, un nuevo grupo de niños-soldado salió corriendo para enfrentar a los invasores. Doce inexpertos y aterrorizados muchachos avanzaron hacia la posición de los cuatro infiltrados, mientras que otros tantos comenzaron a reagruparse en una zona más alejada.

- El Castor puede al Río !!! El Castor puede al Río !!! – gritaban salvajemente los pequeños.

- Que no cierren las puertas !!! – respondió secamente alguno de los reclutas, aceptando el desafío.

De inmediato, PONZOÑA, LOOR y PEREGRINO se agruparon cerca de la muralla en cerrada formación, intentando protegerse de la peligrosa carga de los castores. Sus enemigos los superaban ampliamente en número, y solo un esfuerzo coordinado podía darles alguna chance de resistir el embate. Después de todo, simplemente se trataba de ganar tiempo. Su propia seguridad había dejado de ser importante.

Por su parte, el debilitado URO se hallaba aún algo apartado del resto de sus camaradas, pues se había alejado varios metros para indagar entre los numerosos cadáveres que salpicaban el terreno. Sabía que, en su estado actual, no era más que una molestia, y que no resistiría un nuevo asalto. Debía encontrar alguna forma para protegerse mejor, o al menos, conseguir otra arma que lo volviera más peligroso.

Si tan solo hubiera traído su poderoso escudo tribal... Probablemente aún estaría intentando trepar por la muralla.

Por fortuna, la Diosa seguía cuidando de los suyos, pues le permitió dar con un pesado escudo de madera, que el salvaje arrancó brutalmente de los trémulos dedos de uno de los niños vencidos. Apenas si demoró unos cuantos instantes en ajustarlo a su brazo izquierdo, y rápidamente se unió a la refriega.

Cuando llegó junto a sus camaradas, la cerrada formación defensiva aún resistía, pero había comenzado a deshilacharse. LOOR se había apartado uno pasos del resto, seguramente para interponerse entre los atacantes y el distraído URO, y ahora los niños-guerreros habían conseguido rodearla.

El sombrío Cazador de Cabezas reconoció de inmediato la situación, y corrió para apoyar a su compañera. Estaba claro que la leal mujer había abandonado su posición para defender al malherido recluta, protegiéndolo no solo con su bastón, sino también con su propio cuerpo. Y URO no era de los dejaban sin pagar sus deudas...

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17/02/2012, 22:32
Uro.

BATALLA DE TRES CASTORES
Capítulo VIII: “Victoria”

– Muere Caimán !!! – vociferaban al unísono los jóvenes castores que rodeaban a LOOR, aunque ninguno conseguía acertar a la diestra muchacha, que esquivaba uno a uno sus furibundos ataques.

La antigua miembro de las “Lagrimas de la Diosa”, incluso se las había arreglado para dejar fuera de combate a uno de sus agresores. Aunque no estaba claro como diablos lo había hecho, pues no se veían rastros de sangre en el cuerpo inanimado del muchacho.

URO se hallaba junto a ella, y su poderoso machete ya se había empapado de la sangre y las vísceras de sus enemigos. El salvaje guerrero había desparramado los intestinos de un pobre diablo por el suelo, y se aprestaba a dar cuenta de su siguiente víctima.

En el otro flanco, PEREGRINO y PONZOÑA mantenían también la formación, y los cuerpos de los jóvenes castores comenzaban a amontonarse en derredor suyo. Dos vidas habían sido cegadas la imponente maza del k´hlata, que todavía estaba impregnada con los sesos de alguien. Y otras tres más habían caído ante la fría hoja del misterioso extranjero, que aún se mantenía impoluta a pesar de los ríos de sangre que habían recorrido su pulida superficie.

Sin embargo, de todos ellos, era PONZOÑA el único que había salido indemne de aquella carnicería. Pues hasta las sencillas ropas de PEREGRINO habían comenzado a teñirse de un oscuro y preocupante carmesí. Uno de los atacantes, incluso había conseguido llegar lo suficientemente lejos como para clavar su lanza en el pie del silencioso extranjero, que veía así como sus movimientos se volvían repentinamente lentos y predecibles.

Pero los “Hostigadores” se aferraban con uñas y dientes a cada pulgada de terreno, y ni siquiera la incesante marea de enemigos conseguía hacerlos retroceder. No daban ni pedían cuartel, y su sangre pronto se fundió con la de sus víctimas.

El tiempo pasaba lentamente, y LOOR seguía manteniendo a raya a los numerosos atacantes que la rodeaban. Y tanto ella como el bestial URO continuaban reduciendo las filas de sus enemigos. Una nariz hundida hasta el cerebro, un brazo amputado, sangre y vísceras salpicándolo todo… niños chapoteando en un lodo sanguinolento, desangrándose hasta morir…

En apenas unos momentos, PONZOÑA y PEREGRINO habían conseguido eliminar a todos sus oponentes, y se movilizaron para proteger a sus camaradas en apuros. El antiguo “Hiena” cargó contra uno de los últimos atacantes, y aunque su golpe no pudo acabar con él, al menos consiguió darles un respiro a la muchacha y al bárbaro.

Por su parte, haciendo caso omiso del insoportable dolor que lo invadía, el extranjero desenterró la lanza enemiga de su propio pie y la arrojó contra uno de los muchachos que atosigaban a LOOR. El pobre diablo jamás llegó a enterarse de la ignominia a la que había sido sometido, al ser atravesado por el arma de su propio compañero.

Así, poco a poco, golpe a golpe, el reducido grupo de “Hostigadores” se fue imponiendo a los desesperados defensores, aunque teniendo que pagar cada instante con dolor y sangre. De hecho, cuando ya todo parecía controlado, una última carga desesperada casi consigue terminar con la vida del poderoso URO, quien consiguió salvarse de puro milagro, al rebotar la afilada punta de una lanza contra los remaches metálicos de su escudo.

De todo lo ocurrido aquella mañana, solo aquel chirriante quejido conseguiría sobrevivir intacto en la mente del recluta, perturbando sus noches durante largo tiempo.

De todos modos, para cuando MATAGATOS atravesó finalmente el enorme portal de acceso al poblado, solo uno de los castores se interponía en el camino de la avanzadilla.

URO dispuso de él con un furibundo machetazo, que dibujó una fea sonrisa en la garganta del niño. Tras ello, el último de los bravos defensores cayó muerto al suelo, reuniéndose con el resto de sus inertes camaradas.

- “Peregrino, Uro, quedaos aquí.” – las firmes palabras del Oscuro se elevaron por sobre el creciente estrépito de la batalla.

Una nueva oleada de niños-soldado se abalanzaban para recuperar las puertas, y las renovadas filas de las “Hostigadores” corrían a interponerse frente a ellos. De repente, todo se había vuelto aún más caótico y confuso que antes. CAMPAÑA lanzaba críos por el aire, GUEPARDO caía en un charco de su propia sangre y SERPIENTE… SERPIENTE escupía una muerte extraña e inmunda sobre los castores.

Aunque no parecía demasiado convencido, el Cazador de Cabezas finalmente asintió. Tal vez la batalla aún debía continuar por algún tiempo. Pero, de momento, su combate personal había acabado…
 

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18/02/2012, 00:51
[RIP] R'Gaa.

La noche fue difícil. Al principio la costó dormir por los nervios anteriores a la gran batalla, la verdadera prueba, pero finalmente consiguió conciliar el sueño. Una hora antes del alba MAtagatos la despertó, al igual que al resto de sus compañeros. Khadesa preparó unas gachas de avena frías para desayunar, cosa que hicimos todos bastante deprisa. Hacía frío, las gachas estaban frías, todo estaba tan frío que parecía que la muerte les rondaba.
Contempló como Portaestandarte se aseaba con las pocas provisiones de agua que quedaban, pero nadie tenía ningún interés en ir a llamarle la atención. Su mirada era sobrenatural. R’Gaa creyó ver sed de sangre en ella, ganas de luchar, matar…
Se situó en su posición, cerca de Lengua Negra. Era momento de esperar.
Contempló como la avanzadilla se acercaba a los muros del poblado. Loor se quedó atrás y un niño dio la voz de alarma, pero rápidamente corrió hacia los muros y ya no se escuchó nada más.
Consiguen anclar la cuerda al muro gracias a la fuerza de Uro y él mismo fue el primero en subir. Le asombró su destreza para hacerlo, aunque parecía que le costaba un poquito. Al saltar el muro no vio nada de lo que ocurría detrás. Pero Peregrino le siguió y él fue tan ágil como el primero. Loor fue la tercera en intentar subir, pero por lo visto no fue capaz y siendo más débil dejó turno a Ponzoña. Éste también hizo exhibición de su poca forma, teniendo que bajarse a mitad de camino. Pero Loor se sobrepuso y consiguió subir. Después estuvo un rato mirando cómo Ponzoña se dedicaba a mirar la puerta cerrada… hasta que ésta se abrió poco después. Aunque se oían gritos agudos de niños, pronto cesaban, por lo que dedujo que los hostigadores estaban acabando con ellos. El primer grupo entró a ayudar a la avanzadilla, y el segundo grupo hizo de distracción.
Echaron a correr alrededor del poblado. Siguió a Lengua Negra en todos los pasos y después de un rato de correr cansadamente llegó Loor avisando de que el poblado estaba siendo tomado, los Hostigadores tenían ventaja y ya podíamos entrar.
Al entrar por las puertas del poblado se abrieron paso por entre los múltiples cadáveres que sus compañeros habían causado.
No quedaba demasiado por hacer.  La victoria ya era de la Compañía. Y la imagen de Portaestandarte a caballo, como un espectro, persiguiendo a los Castores… Las llamas humeantes de los tejados de las casas… La muerte… la destrucción… La guerra… Era escalofriante.

Se alegró de que Khadesa no viese todo eso, seguro que era sensible, más sensible que todos ellos, que se suponía que eran guerreros. También se alegró de que Sicofante estuviese a una cierta distancia prudencial, protegiendo a Khadesa y al carro.. Así al menos no correrían peligro. Ni Sicofante, ni Recio, ni Khadesa. Y eso era lo que ella quería. 

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18/02/2012, 13:01
Sicofante.

Los Hostigadores no se habían alejado de la puerta occidental, y sus buenas razones tendrían. Opta por lo prudente, acompañando el carro cerca de la misma, y dejándolo en un lugar que no molestase demasiado. Tras esto, observa a sus compañeros, los cuales buena parte de ellos se encontraban cerca de varias chozas. 

Allí se encuentran buena parte de ellos, entre ellos Serpiente, con un extraño brillo en sus ojos -cosa de hechiceros-, R´Gaa, (que se encontraba con Pelagatos y compañía) la cual no estaba herida, lo que era de agradecer. Es a ella a la que realiza un gesto de saludo nada mas verla. Se alegraba de que estuviera bien. Parecía que vigilaban varias chozas.

Tras esto, ve como Campaña lleva de muy mala manera varios cuerpos de niños muertos. Le entristecía que los niños hubiesen muerto, pero ya se sabía que si iban a ser la línea de defensa no quedaba tal cosa. Aún así y todo le enfurecía saber que una tribu utilizaba a sus niños para ser guerreros. Aunque ya no se podía hacer nada por ellos, a excepción de rezar por sus almas. Quizás por eso, asintió en silencio cuando le pareció ver a la figura de Ponzoña cerrando los ojos a varios de esos muchachos. Le pareció un noble gesto por parte del guerrero hacia ellos. Y es que, a pesar de ser mercenarios sin pasado, había honor en la Compañía. 

No veía por ninguna parte a Lengua Negra -entre otros- pero suponía que estaría en sus quehaceres de líder. Tenía que sentirse orgulloso: su plan había funcionado a la perfección y la victoria era de los hostigadores. 

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18/02/2012, 13:45
Ojopocho.

Ojopocho paseaba por la aldea, recogiendo cosas y guardándolas en un ahora abultado saco. Si conseguía sacar algo de valor, podría volver a la compañía con algo más de dignidad - Se terminaría el dormir en el barro -La aldea desprende el olor ferroso de la muerte líquida, pero el explorador lo ignora por completo, ni siquiera sabe aún que Guepardo está gravemente herido.

Al girar una choza encuentra una mujer y una anciana que tratan de huir de la aldea, la anciana no es capaz de poner la espalda derecha, pero la mujer mira suplicante al K'hlata y hace el gesto de pretender pasar, cuando se acerca demasiado, Ojopocho le agarra del pelo echándola hacia atrás y señalándole con la cabeza donde está nuestra compañía - Allí - La mujer solloza y se da la vuelta con la anciana, seguramente tratarán de huir por otro lado, pero con la compañía dispersa por el poblado en pleno saqueo, les iremos redirigiendo y terminarán todos atrapados allá donde la compañía vuelva a reunirse.

O eso piensa Ojopocho

De todas formas el explorador realiza su saqueo andando por los bordes de la aldea, y cuando ve que en su saco no cabe más se lo anuda y echa a la espalda, echando de nuevo mano de su arco, dedicándose a patrullar el exterior de la aldea para redirigir a los fugitivos que no se hayan dado más prisa, y a la espera de escuchar algun grito de reunión por parte de la compañía.

- Tiradas (1)
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18/02/2012, 16:20
Rastrojo.

El torso de Rastrojo se ha manchado de sangre. La de sus compañeros heridos al ayudar a llevarlos a la choza. Ese es el único signo de batalla que hay en el ileso cuerpo del mestizo. Una vez más, el trabajo físico le recuerda que sigue siendo un mero mozo de establo. No es un chamán, y mucho menos un guerrero.

Se viven momentos de caos. Ponzoña y Campaña son los más activos entre los Hostigadores cercanos. Rastrojo también debería ayudar a guardar los cadáveres. Lanzar un hechizo para que sus almas no vuelvan de entre los muertos para atormentarles. Pero no tiene ganas. Su crisis de fé es muy profunda. Ya no quiere seguir jugando a que es un chamán. No velará esas muertes. Más allá, otros "patrullan" por la aldea conquistada. Bonito eufemismo para el pillaje.

Yo también debería ir. Podría encontrar un arco...

Pero no irá. Ya ha perdido suficientes puntos con Lengua Negra como para que le pille saqueando. Con otro puede que haga la vista gorda, sobretodo si es un Oscuro, ¿pero con Rastrojo? No, con Rastrojo no. Y hay otro motivo para no pasearse por ahí perdido... algo se ha removido dentro de él... las gachas frías, o la conciencia, es difícil de decir. No se siente cómodo con los cadáveres de niños. Nunca lo admitiría, claro, pero este infanticidio en masa está poniendo en tela de juicio sus preceptos morales.

El cuerpo sin vida de un muchacho, uno de los que ni Ponzoña ni Campaña han recogido aún, parece sonreírle. Como agradeciendo a aquel extraño que su muerte le haya conmovido.

Hay que joderse...

Toma al niño en brazos y lo mete en la choza, con el resto de pequeños Castores. Está a rebosar. Por eso se apresura a empezar. Antes de que el olor empiece a ser insoportable y de que tenga que vomitar. O antes del anochecer, lo que llegue primero. Uno por uno abraza a los niños y los acuna con las palabras de los difuntos.

Libérate en el firmamento, sé libre como el viento. Libérate en el firmamento, sé libre como el viento. Libérate en el firmamento, sé libre como el viento. Libérate en el firmamento, sé libre como el viento...

Y mete en el dedo en la herida del niño, para marcar la frente del fallecido con una cruz de la propia sangre. Formará parte de algún ritual, cosa de chamanes, o la cruz solo es una manera práctica de no cantar por equivocación la misma nana dos veces al mismo niño.

Cuando termina de pintar la cruz, deja un cuerpo en el suelo y pasa al siguiente.

Notas de juego

Haciendo prácticas de chamán para sacar el título...

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19/02/2012, 01:32
Khadesa.

Mientras el carro avanzaba por el camino pedregoso hacia la puerta abierta de la empalizada de la Aldea de los Tres Castores, esa misma puerta por la que había visto desaparecer a todos y cada uno de los miembros de los Hostigadores después de que los cuatro primeros la abrieran para el resto, Khadesa se dejó llevar por un enfermizo ensueño en el que revivió su día.

A su lado cabalgaba Sicofante, erguido en su Recio, el compañero altivo que, como él, se había librado de la batalla. La quinta estaba sin embargo segura de que el tagliano en el fondo habría preferido que alguien lo hubiera relevado de su misión de guardaespaldas. Habría querido estar ahí dentro empuñando su espada, luchando como un guerrero que era.

Y también ella había sentido una punzada de envidia, una punzada aguda y profunda, al no poder participar de la gloria de la entrega a una lucha encarnizada para el honor de su pueblo, de los suyos. Los Hostigadores, la Compañía Negra. No, ella no era más que una pitonisa, y ni siquiera importante como tal. No sabía luchar, no sabía de magia aún, no como Serpiente o Rastrojo, a los que vio partir con el resto. El mago había estado concentrándose, y le había notado su aura, había percibido el poder que acumulaba.

Algo parecido a lo que había percibido en los guerreros husmeando el aire del alba, sabiendo que era un día de muerte, propia o ajena, un día de sangre.

No, Khadesa se quedaría en el carro, mirando a lo lejos, esperando. No tendría más papel... ni gloria alguna.

El alba la había encontrado despierta, los ojos entrecerrados y atrapadas las largas pestañas por las pegajosas lágrimas de la noche, lágrimas de su catarro, pero también del miedo. Miedo por los demás, por aquellos a los que a pesar de todo quería. Hoy alguno de ellos quizá moriría. Sus rostros habían desfilado durante horas por su mente febril, sus expresiones, sus miradas. Se había levantado pálida, y apenas había podido hacer más que dirigirse con paso ya cansado, aún cansado, a recoger agua. Se había lavado como un gato, y había intentado cocinar las gachas, con pésimo resultado.

Mientras las comía había estado viendo los preparativos. Las órdenes, las decisiones. Dudas, acuerdos. Había escuchado las voces decididas, visto los rituales, las tareas de la puesta en marcha. En silencio había sido testigo del diálogo cariñoso entre su guardián y la joven R'Gaa, había visto a Matagatos, su hermano, buscar la soledad para colocarse su armadura. Había estado a punto de echarse a su cuello, y gemirle, reclamarle que se quedara. No lo hizo. Había visto a Lengua Negra, su incomprendido líder, atacar su propia condición con la resignación que da el destino que se acepta. Hasta Campaña estaba distinto, en su excitación.

La sangre se olía, y aún no se había derramado.

Ella tenía una tarea, y la encaró con decisión. Se encaramó en el carro, de nuevo, y se enfrentó al rostro atravesado por miles de cicatrices de Portaestandarte. Los ojos gris acero brillaban funestos, ardientes en su frialdad. Murmuró algo entre dientes, pero ella no le entendió, y tampoco preguntó. Las cadenas resonaron, y el enorme cuerpo del guerrero se estiró sin ellas, como una montaña musculosa, como un general demonio dispuesto a la batalla. Lo ayudó, colocando cada placa metálica en su lugar, afianzando los herrajes, ajustando correas. Cuero y acero con carne y tendón, uno y otro las piezas de una máquina mortífera.

Portaestandarte bajó del carro como un dios, y como tal subió a su caballo, y tomó la Lanza de la Pasión que su hijo le tendía. En silencio, aún, ella, él, su hermano...

Y tras eso, todo se había precipitado. El grupo de avance había partido. Los vio desaparecer, su mirada clavada en la espalda de ébano de Ponzoña, Uro trepando, luego Peregrino y Loor. los sonidos, los gritos. Portaestandarte saliendo a lomos de Matanza, y éste del viento, como una exhalación hacia delante. Y tras él los demás. Y ella había seguido allí, erguida en el carro, cerca de Sicofante. Ambos maldiciéndose en su inmovilidad, maldiciendo y rezando. La diosa estaba callada, lo había estado todo esos días, la tos la mataba y la alejaba de la espiritualidad, de la magia, de la diosa, de la realidad... quizá era la fiebre.

Ahora, tras el aviso de Caracabra, se unían al pelotón. El carro traqueteaba, y sólo se movió suave al traspasar el portón, el camino de tierra estaba húmedo, apisonado...

...sangre.

El camino era un lodazal carmesí, y a los lados la gloria y el honor mostraron su cara más horrenda. Cuerpos despedazados, miembros cortados de cuajo, miembros... pequeños. De niños. Caritas feroces de expresiones heladas en la muerte, ojos blanquecinos en rostros tersos.

Khadesa apenas podía comprender. ¿Ése había sido el enemigo...? Miraba a un lado y a otro, pero la pesadilla persistía.

Fue Ponzoña quien la sacó de ella, llevaba con ternura un cuerpecillo inerte entre sus brazos, para depositarlo en una choza vecina, con otros muchos. También Campaña estaba allí, aunque la inocencia del niño grande no contenía ternura. Los niños casi nunca la tienen, sólo la provocan.

El guerrero había dicho algo, algo acerca de que la batalla había terminado, y algo acerca de Matagatos, y los heridos.

Khadesa no supo qué había dicho Ponzoña, sólo le miró, sus ojos se anegaron, pidiendo algo. La mujer supo que algo había quedado entre los dos cuando él se marchó con su carga infantil, pero no podía comprenderle, estaba hueca, ausente, o demasiado presente. Sangre de niños, ojos de niños, muertes de niños.

Apenas tuvo tiempo de darse la vuelta antes de vomitar en el suelo.

Luego se rehizo, rápida, dura consigo misma, cruel consigo misma.

Y bajó del carro para entrar en la choza donde Matagatos estaba llevando a los heridos. No habría gloria, ni honor. No sería una soldado de la Compañía, ni una maga, ni una Hostigadora. Pero aún podía ser una mujer. Ayudaría a los suyos, ya no estaba mirando la batalla desde lejos, otra acababa de empezar, la de la amarga supervivencia, habían ganado a un alto precio, lo asumiría, ayudaría a los demás a asumirlo. Sería una guerrera a su manera. Tanto como pudiera.

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19/02/2012, 15:50
Ojopocho.
- Tiradas (4)

Notas de juego

*DM*: Repetición tiradas.

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19/02/2012, 15:27
[RIP] R'Gaa.

Nada más llegaron la sangre de los niños la había turbado. Los cuerpos sin vida, las caras con una helada expresión... Seguían siendo niños, sólo niños. Agradeció entonces no haber estado presente en la batalla. No habría sentido gloria, ni orgullo por matar a esos pequeños que intentaron en su momento defender su casa. Estaban invandiendo la casa de aquellos niños, y ellos lucharon con honor para protegerla. En caso de haber estado ahí lo habría hecho, habría clavado su lanza, a la que ahorra estaba fuertemente agarrada, intentando no demostrar su debilidad a los demás. Se sentía perdida, no quería estar ahí, pero habría cumplido con las órdenes. Habría matado a niños, y eso la habría atormentado durante toda su vida. 

Agarraba con tal fuerza la lanza que sus nudillos se volvieron blanco, hasta tal punto que se le entumecieron. Sus compañeros se movían preocupados rodeando un cuerpo, eso la sacó de su ensimismamiento y la hizo dirigirse hacia el lugar para ver qué había pasado. Intentaba alejarse lo más posible de la alfombra de sangre que cubría todo el suelo. Pero al acercarse al grupo se encontró con más sangre. Esta vez la de Guepardo, que se encontraba inconsciente en el suelo desangrandose por su parte masculina... ¿Qué habrá pasado? pensó. No tuvo oportunidad de averiguarlo. Matagatos la había mandado a por agua. Asintió. Y entonces recordó que poseía hilo y aguja.

-Matagatos. En cuanto vuelva Khadesa con el carro voy a pedirle mi hilo y aguja y podrás usarlo para intentar para la hemorragia. No creo que tarden en volver, he visto a Caracabra ir en dirección a ellos después de hablar con Lengua Negra.-después de eso se dirigió apresuradamente hacia las chozas buscando agua en los barriles que encontraba en su camino. Cuando encontró lo que buscaba lo llevó lo más rápido que pudo a la primera choza, en la que estaban los heridos de gravedad. 

Sin soltar palabra volvió a salir de la choza. Se quedó un momento parada en el camino mirando hacia la puerta de entrada al poblado. Había menos cadáveres. Ponzoña y Campaña estaban llevando a los niños a una tercera choza, cercana a su posición, para llevar a cabo un ritual por sus almas, supuso. Agradecía el echo de que alguien se hubiese preocupado por las almas de esos pequeños. 

Entonces entró en su campo de visión el carro que llevaba a Khadesa y a su lado Sicofante, cabalgando a Recio. Sonrió alegre de volver a verle. Estaban bien los dos, al final esto no había acabado tan mal... Se acercó a él andando rápidamente, evitando correr más por vergüenza a qué pensarían que por no tener ganas. Él la saludó. Ella se sonrojó, como la mayoría de veces que él se dirigía a ella. Cuando llegó a su lado acarició el cuello de Recio.

-Bienvenidos.- dijo sonriendo. Le miró a los ojos intensamente. Se volvió a sonrojar, sonrió y apartó la mirada. Miró a Khadesa, que estaba muy pálida. Como supuso la mujer era mucho más sensible que el resto. Demostración de ello fue que la muchacha vomitó al ver la carnicería que había tenido lugar. Preocupada se acercó a ella.- ¿Estás bien?- preguntó estúpidamente. La respuesta era obvia, pero no sabía qué debía hacer ni cómo ayudar a la muchacha. Una vez ésta se sobrepuso recordó la promesa que le hizo a Matagatos. - ¿Recuerdas que me pediste mi hilo y aguja para lo que ibas a hacer para que recuperase la memoria? Matagatos necesita las dos cosas para ayudar a Guepardo, que ha sido herido de mucha gravedad y urge tener todo el material posible a mano.-dijo mirando hacia la choza en la que se hallaba el guerrero.- Su herida es muy fea... Le han... cortado sus partes.-no sabía como expresar aquello. Pero el echo era que urgía que le diese la aguja y el hilo para poder ayudar más. 

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19/02/2012, 17:19
Sicofante.

La reacción de Khadesa no le sorprendió en absoluto. Si esta era la primera vez que veía una batalla como esta (aunque matar a niños no se podía catalogar como tal) no fue de extrañar su reacción. Sicofante no dijo nada de ello. Admiro que la pitonisa se recuperase con rapidez y se pusiese a trabajar para con los suyos. 

Es fuerte, lo superara- piensa. A decir verdad, no le quedaba otra. La vida de un mercenario era esto: guerra y muerte. 
Mientras Khadesa se baja del carro y se marcha a ayudar a los presentes, Sicofante baja de Recio y espera en el carro pacientemente. Por el momento se mantendría allí sin hacer nada a no ser que le pidiese alguien que ayudase.

Si buscas hilo y aguja mira en la parte de atrás del carromato- le dice. Se alegraba de que estuviera en perfecto estado- pobre Guepardo- la pérdida del pene no era agradable para ningún miembro del sexo masculino, pero mejor eso que la vida- ¿que tal te ha ido?- le pregunta- me alegro de que no te haya ocurrido nada.

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19/02/2012, 17:29
Matagatos.

Con todos los enfermos dentro de una choza y en camastros podía atenderlos en un ambiente más controlado y limpio y en mejores condiciones. El que más me preocupaba era Guepardo, aunque ya estaba estable su situación no dejaba de ser grave. Tendría que tomar una decisión al respecto. No era fácil pero me temía que la única manera de salvarle la vida sería cortando su miembro viril.

Muchos preferirían perder la vida, al menos cuando no se ven en esta situación.

Personalmente no sentía ese "afecto" tan arraigado que tenían la mayoría de los K'Hlatas o algunos soldados por su aparato reproductor. Quizá fuera fruto de la maldición de los Oscuros pero mi impulso sexual nunca había primado por encima de otros. Ni siquiera sabía si servía para algo más que para mear. Aún así comprendía el efecto que causaría en Guepardo lo que le iba a hacer y el estigma que supondría para él durante el resto de su vida. Pero no podía hacer otra cosa.
Me acerco al pequeño fuego que hemos encendido dentro de la choza donde se encuentra una olla llena de agua caliente, dejo mi daga apoyada en el fuego con la punta dentro del fuego. Mojo un trapo en el agua y con el limpio toda la zona afectada lo mejor que puedo. Es algo muy doloroso y lo mejor sería que Guepardo hubiera perdido la consciencia, pero el guerrero es muy fuerte y sufre los dolores como puede.

Tendré que atarlo, no quiero que se mueva mientras le corto.

Salgo de la tienda en busca de mi cuerda. Mi hermana había llegado ya al poblado.

Tiene peor cara que esta mañana, seguro que no le agrada nada estar aquí, no creo que haya visto alguna vez un cadáver.

Cuando me acerco R'Gaa le está pidiendo aguja e hilo que ella tenía y que mi hermana guarda, será muy útil.

-Gracias R'Gaa, nos será de mucha utilidad, de otra forma las heridas no quedarían bien cerradas. Después me acerco a mi hermana y la cojo del brazo ayudándola a caminar hacia la choza. Ven dentro, ayúdame con los heridos.

Eso la ayudaría a olvidarse del espectáculo de afuera. Una vez dentro me acerco a Guepardo.

-Tengo que cortarte el pene, no puedo hacer otra cosa. Será doloroso, así que te ataré para que no te hagas daño.
Guepardo asiente con la cabeza, aunque no estoy muy seguro si es totalmente consciente de lo que le estoy diciendo. Le acerco un palo envuelto en un trapo. Toma muerde esto, te ayudará.

Con los brazos y piernas asegurados retiro mi daga del fuego. Su punta está al rojo vivo. Con mucho cuidado, pero con decisión corto su miembro y coloco una pequeña caña que impedirá que se cierre el conducto para la orina. Después paso la daga por las zonas más afectadas para cauterizar rápidamente y que la sangre no brote. El olor a carne quemada es desagradable pero es la mejor manera de cerrar este tipo de heridas. Con la ayuda de la aguja y el hilo termino de cerrar las zonas que han quedado abiertas. No es un trabajo bonito, pero sin lugar a dudas será funcional y Guepardo podrá seguir viviendo.

-Ya está. Digo a Guepardo mientras le aprieto con mi mano en su antebrazo. Ahora descansa. Después me vuelvo a Khadesa. Dale algo de beber, ha perdido mucha sangre. Puedes desatarlo también.

Lo de Guepardo me quita un peso de encima, a pesar de la situación tan complicada ha conseguido salvar su vida y me alegro por ello. Sin más dilación me dirijo al siguiente paciente.

Notas de juego

Dejo a elección de Guepardo si quiere desmayarse en algún momento o aguanta todo como un mártir.

Master cual es el siguiente paciente más grave y que tiradas tengo que hacer?

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19/02/2012, 18:52
[RIP] R'Gaa.

Asintió ante los agradecimientos de Matagatos y se quedó donde estaba pues no había recibido más órdenes que las que ya había cumplido. Alzó la mirada hacia el noble que ya había descabalgado.

-Será mejor que el hilo y la aguja se la dé Khadesa directamente a Matagatos.-No sabía como debía comportarse. Nunca antes había estado en una situación parecida.- Sí, para el pobre debe de ser un calvario perder su... parte.. de esa manera. Ha ido bien.. supongo.- dijo volviendo a mirar alguno de los cadáveres que todavía seguía descuartizado en el suelo. No había pasado por alto el comentario de Sicofante, por lo que sonrió levemente.-Eran solo unos niños asustados... Pero yo no maté a ninguno. Cuando llegué ya había acabado todo.-Al contemplar una vez más una de las caritas con el gesto de horror y muerte su mirada se tornó triste. Aunque aquellos niños eran pequeños guerreros a los que se les había arrebatado la infancia seguía sintiéndose mal al verlos ahí tirados en el suelo.- Creo que voy a ayudar a Ponzoña recogiendo los cadáveres. No soporto verlos ahí tirados..- dijo reprimiendo un suspiro. 

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19/02/2012, 18:58
Sicofante.

Creo que es lo mejor que se puede hacer en estos momentos- entendía perfectamente a R´Gaa. A pesar de que estaban siendo entrenados desde muy pequeños en el arte de la batalla, un niño era un niño. Aunque ellos no podían haber hecho otra cosa. En el combate, o matas o te matan, y a veces había que tomar las peores decisiones para sobrevivir- no tengo nada mejor que hacer, así que os echaré una mano. Por suerte, entre los tres acabaremos antes esta tarea. ¿Vamos?

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19/02/2012, 19:02
[RIP] R'Gaa.

-Claro.-sonrió, esta vez más animada. Le gustaba que Sicofante no fuese un insensible al que le daban igual aquellos niños. Aunque también sabía que si hubiese estado presente en la batalla hubiese sido responsable de algunos de esos cadáveres. Aún así seguía siendo mejor tener que recoger los cadáveres de unos niños pertenecientes a otra tribu que el suyo. 

Se encaminó hacia el primer cadáver tirado en el suelo y le cerró los ojos con suavidad. Cuidadosamente, casi con mimo, lo cogió en brazos acunando el cuerpo sin vida. Estaba frío. Nunca antes había tocado a un muerto. No era agradable. La sangre que manchaba el cuerpecito del niño pasó a manchar su propia piel, pero no le importaba. Miró hacia Sicofante, esperando a que él también cogiese algún cuerpo para ir juntos a la choza de los cadáveres. 

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19/02/2012, 19:09
Sicofante.

Sicofante hizo lo propio que R´Gaa: tras acercarse a uno de los cadáveres, recoge con suavidad al niño, sin importar que la sangre que emana manche sus ropas. Tras tenerle en brazos, hace un gesto de asentimiento a la muchacha y juntos van hacia la choza para depositar a los muertos. Iba a ser una tarde larga.

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19/02/2012, 21:09
Ponzoña.

Ponzoña vio cómo Sicofante y R´Gaa decidían ayudarles en su labor de recogida de los cuerpos de los niños y, a diferencia de Campaña, los trataban como algo más que trozos de carne. Se limitó a asentir con la cabeza ante su llegada y señaló un rincón donde podían depositarlos.