Partida Rol por web

Lleváis días encerrados, como animales en jaulas, bien alimentados, pero sin contacto con nadie, nadie a quien reclamar, gritar o golpear. Habéis estado en unas instalaciones en las que no habéis visto nada salvo las cuatro paredes donde habéis estado encerrados, demasiado moderno para lo que estáis acostumbrados a ver. De repente en el suelo aparece una pequeña plataforma y una voz que resuena en la habitación os dice:

-Pongase encima de la plataforma

La voz repite la información en bucle hasta que os subís, aunque intentéis resistiros termináis sucumbiendo con tal de que ese sonido cese.

-Bienvenidos a la Cosecha, en breves instantes seréis conducidos al inicio de la Cosecha, el juego es simple, mata antes de que te maten. En la Cornucopia os estarán observando vuestros patrocinadores, se premiará la velocidad, el primero que llegue a la plataforma de salida obtendrá 5 puntos, los siguientes obtendrán uno menos, los últimos no obtendrán puntos. Se os informará de lo que esperan los patrocinadores de vosotros, si cumplis sus demandas se os dará puntos extras. Mientras más puntos tengáis más patrocinadores tendréis y más regalos recibiréis.

La plataforma en la que estáis se cierra, al abrirse estáis en otro lugar

-¡Buena Cosecha!

Al salir de la plataforma ésta desaparece, entonces te das cuenta que te encuentras en una habitación con varios objetos a tu alrededor. Un lobo huargo, pero que no se muestra hostil. En una zona de la habitación hay un bastón mecánico, hay un pequeño sirviente hecho de hierro y con forma de araña, varias partes de lo que parece ser mejoras para un armamento que nunca has visto, es un puño de hierro que parece ir encajado en un lugar o armadura que no conoces, así como unas púas y un vale para un mecánico, supones que todo eso te servirá para cuando llegues a la plataforma y puedas hablar con quien quiera que os haya secuestrado.

La habitación no tiene nada más, solo una puerta al sur.

Al salir de la plataforma ésta desaparece, entonces te das cuenta que te encuentras en una habitación con varios objetos a tu alrededor. Hay un odre con agua, comida para un día, un elegante bastón, una armadura completa, un hacha de decapitar, bardas, para una montura, de escamas; una pequeña bala para una pistola, una escalera plegable, una baldosa con una runa y un mandil reforzado.

Pero no es de lo único que te percatas, la habitación en la que te encuentras es bastante amplia, tiene cinco salidas, una a tu izquierda, una a tu derecha y tres al sur; al sureste, sur y suroeste. Pero hay algo más, un gran esqueleto de trol que está dispuesto ha acabar contigo

Al salir de la plataforma ésta desaparece, entonces te das cuenta que te encuentras en una habitación con varios objetos a tu alrededor. En ese momento te das cuenta que no estás solo, otro de los tributos está contigo. Pero también hay varios objetos a vuestro alrededor: Un espadón, una flecha, una ballesta de asedio, un simio bastante fuerte que no parece hostil, dos viales llenos de distintos líquidos, un hacha de verdugo, una toga de dragón de color cobre, un robot grande que no parece hostil y un escudo con púas.

La habitación en la que estáis es bastante amplia y tiene dos salidas al noroeste y al suroeste, pero hay más cosas en esa habitación, veis a cinco esqueletos preparados para echarse encima de vosotros en cualquier momento

Al salir de la plataforma ésta desaparece, entonces te das cuenta que te encuentras en una habitación con varios objetos a tu alrededor. Por el suelo encuentras una joya, un refuerzo de armadura enana, una armadura de escalada enana, una armadura que por su textura crees que debe ser para magos, un arma extraña que no habías visto anteriormente se trata de un mangual bola, que es una cuerda de 5' en la que en la punta hay una pequeña bola metálica; una especie de bola de cristal con un líquido en su interior, una daga y un libro de conjuros de cuero.

Lo siguientes que observas es la habitación, se trata de una habitación cuadrada ves que en el noroeste hay una puerta, hay otra en el norte, otra al suroeste y una última al sur; pero no es lo único que encuentras en la habitación, en ese momento te das cuenta de que no estás solo, hay un ghoul en la habitación preparado para atacarte en cualquier momento

Al salir de la plataforma ésta desaparece, entonces te das cuenta que te encuentras en una habitación con varios objetos a tu alrededor. Veis que no estáis solos, hay otros tributos junto a vosotros, pero también os dais cuenta de que la habitación en la que os hayáis está llena de objetos. Podéis ver. Un tridente, un látigo, una gran ballesta, un faldón de mallas de mithril, una maquina de machacar piedras, un brazal de armadura, una camilla, un bastón, un cetro, un sudario, otro bastón, una daga, otros dos bastones, cada uno de ellos diferentes, un pájaro mecánico que no parece hostil, un espadón de mercurio, una esfera, un tomo, una corona, una silla de montar, un cetro, una estatuilla con la imagen de una mujer bastante provocativa y desnuda y una daga.

La habitación es cuadrada, bastante amplia, hay velas encendidas que están dispersas por el suelo, también hay varias botellas vacías dispersas por toda la habitación. Solo se ve una salida al noroeste

Sin acercarme al huargo miro a mi alrededor para ver si hay algo más de lo que no me haya percatado, despues de revisar bien miro al huargo.

 - Hola amigo, se que sabeis hablar y que no sois estupidos, tienes hambre? ganas de matar? si vienes conmigo me encargaré personalmente de que puedas saciar todas ellas, además se como sacarte de aquí, si colaboramos antes de que te des cuenta estarás destripando campesinos y ganado, que te parece?  - Digo con seguridad.

"Como me ataque estoy jodido"

Habían pasado varios días desde que la drow había despertado en aquel desconocido lugar, tiempo que Anazareth solo se concentró a rezarle a su oscura diosa, alimentando su odio hacia aquellos que habían profanado su camino hacia la trascendencia de la reina de las arañas.

No había miedo o algún tipo de muestra de debilidad, solo un enorme sed de sangre brotaba por su cuerpo por cada día, por cada hora y por cada segundo-. Los matare a todos-. Era su constante pensamiento de auto control-. Los despelleje mientras los muertos violaran sus cuerpos-. Se decía una y otra vez, excitándose al imaginar a los desconocidos enemigos de su ama siendo ultrajados por falos putrefactos.

Cuando la voz comenzó a sonar por la habitación, la drow no dudo en subir a la plataforma, ya era hora, era momento de actuar y profesar la palabra de odio de su diosa.

La luz llego a sus ojos y lo primero que detectó fue un conjunto de equipos esparcidos por el lugar, ninguno de ellos les pertenecía, pero no le importaba, ya recobrará los sagrados símbolos de Loth, sin embargo, algo sintió que hizo que una enorme sonrisa se enmarcara en su bello rostro-. ¿Un hijo de la putrefacción? -. se dijo a si misma mientras sus sensuales ojos recorren a la horrible criatura-. Ven y sirve a tu nueva ama, ser inferior-. Declara en elfico oscuro al mismo tiempo que energías entrópicas son emanadas por su curvilíneo cuerpo, corrupción que sin previo aviso asaltan al muerto viviente sin contemplación.

Hacía días que, en la soledad de la celda, esperaba ese momento. Recluido, sin contacto con nadie, era tiempo para prepararse, para fortalecerse antes de la prueba definitiva que lo mataría o, por el contrario, le elevaría por encima del resto de gentes. ¿Qué más podía pedir? La rutina, además, le gustaba. Se levantaba temprano, antes incluso de que la primera bandeja pasara a través de una pequeña esclusa que no permitía ver a nadie; después, horas de meditación y ejercicio, hasta la comida, y más de lo mismo hasta que llegaba la cena. Por último, antes de dormir elevaba una plegaria a quien quisiera escuchar, pidiendo el comienzo de la Cosecha. Así pasaba jornada tras jornada, nada cambiaba... Hasta que apareció la plataforma.

Una habitación simétrica se abrió ante sus ojos, repleta de objetos tirados por el suelo —las sobras que han decidido darnos—, velas y botellas vacías. Eso debía significar algo, aunque no tenía claro el que. Tampoco tenía mucho tiempo para pensar, no estaba solo.

Sus ojos se desviaron en seguida hacia los dos otros hombres —uno casi un niño por el aspecto—, evaluándoles¹. Podían complicarse las cosas demasiado rápido. Atento, por si resultaba ser un enemigo, alzó las manos en señal de paz.

—No es necesario luchar aquí. —Asintió, tranquilizador, si un solo movimiento brusco, aunque para el observador avezado distaba mucho de estar indefenso; sus músculos estaban tensos, a punto de saltar como un resorte—. Recojamos todo lo que podamos y vayámonos. Juntos tenemos más posibilidades que por separado².

No había mochilas ni nada parecido, así que tendrían que llevarlo todo encima. Le desagradaba estar entre tanta riqueza —aquello era más de lo que muchos veían en sus vidas—, y más aún tener que portarla, pero era necesario llevárselo de allí. Aunque no fuera a usarlo, aquello era un regalo para quienes harían buen uso de él. Rápidamente se quitó la camiseta, con la cual formó un hatillo improvisado, y empezó a guardar todo de manera apresurada. Si nadie ponía objeción³, solo quedaba irse.

Buenas, compañero - empieza el hombre mirando a su compañero y en actitud amistosa aunque reservada y siempre mirando de reojo a los esqueletos. - parece que nos ha tocado pasar unos malos dias, pero estos dias pueden ser mas numerosos si colaboramos. Ambos sabemos que al final uno de los dos como minimo tendrá que estar muerto, pero pasar estos pasajes silenciosos, asi como todas las trampas que puedan haber colocado por el camino uno solo, disminuye drásticamente las posibilidades de ganar y seguir viviendo. Con la premisa que tarde o temprano puede que nos tengamos que enfrentar si llegamos los dos hasta el final, ¿no crees que de momento es mejor aunar fuerzas y ser los ultimos en aguantar de pie? ¿porque vamos a ponerselo facil a los rivales hiriendonos entre nosotros ahora? - Las palabras de Lidar son sinceras, solo hace falta pensar un segundo en ellas para darse cuenta, y con los enemigos delante y alrededor del dungeon, mejor un aliado ahora que unas heridas en el cuerpo

Ni con toda la meditation y rezos que llevaba a sus espaldas estaba el Karuth listo para aquella situación, sintiéndose sobrecogido por la presencia de aquel monstruo que fuera a intentar matarle y temblándole el cuerpo entero.

- Oh, cielos... - murmuró al dar pasos hacia los objetos de la habitación sin darle la espalda al esqueleto de troll- Pue- puedo usar estas cosas, po-por favor, n-no me mates.

Recordó entonces las lecciones del templo, los no muertos no atendían a razón y lo mejor que podía hacer era protegerse con los dones de Wee Jas.

Había sido seleccionado, la suerte, o mala suerte, había decidido que fuera yo quien representara a mi distrito y, con casi total seguridad, esto sería lo último que haría en mi vida.

Así, en la pequeña celda donde me encontraba, había dedicado el tiempo a pasear nervioso, sin olvidar los ejercicios y el entrenamiento al que me había sometido. Quizás fuera lo último que hiciera, me no me iba a rendir. O eso mismo me decía a mí mismo, para superar mi inseguridad.

Mi mente vagaba a otros tiempos que, aunque difíciles, podríamos llamar felices, en los que me dedicaba a pescar y cazar, poniendo en práctica mis técnicas de lucha. Eran otros tiempos que quizás nunca llegarían.

Los nervios se disiparon cuando apareció la plataforma. Con un largo suspiro, me situé en ella y esperé a que me transportar donde fuera que lo hiciese. En unos instantes aparecí junto a otros 2 hombres. Rápidamente miré a uno y a otro, desarmados. Quizás fuera mi mejor oportunidad para acabar con ellos, pues seguro que ellos estarían pensando en coger cualquier arma u objeto que les sirviera como arma. Sin embargo no era un asesino, y quizás esa decisión le costara la vida más adelante, pero por el momento, escuché al otro tributo, asintiendo despacio sin dejar de mirar a ambos y a la pila de objetos.

¿Por qué no luchar aquí, y ahora? al final solo uno podrá sobrevivir ¿no? comento, acercándome a la pila, caminando sin perder de vista a ninguno de los dos.

Viendo que el otro hombre empezaba a sobrecargarse señalé con la cabeza la camilla ¿Por qué no lo ponemos todo en esa camilla y lo llevamos así? tenemos que darnos prisa si queremos llegar los primeros. No podemos perder tiempo

Asestó una dura mirada al joven; sus palabras no distaban de ser verdad, pero no por ello denotaban sabiduría. El objetivo era salir, no matarse, prueba de ello era que había muchos más puntos en juego por una cosa que por la otra. Para acabar con los otros, habría tiempo de sobra más adelante, y además no quería golpear a gente desarmada; no era el camino para la gloria que buscaba. Aparte, quien sabía, tal vez podía encontrar allí gente que sirviera a los propósitos, hábiles en cosas que desconocía. Sólo un necio desaprovechaba el talento cuando era útil. No, si nadie se mostraba hostil, podíamos evitar pelear por el momento. El chico pareció, aunque a regañadientes, consciente de todo eso o de parte de ello. No comenzó la lucha y empezó a recoger cosas. Bien. Dos de tres. La inestable alianza —o forzada treguas más bien— comenzaba a tomar forma.

    La espera en aquella celda se le había hecho demasiado larga, pese a que había sido su decisión enrolarse en aquella locura para prevenir un mal mayor, aún no había sido capaz de procesar lo que se le vendría encima. Aquella era la primera vez que se encontraba fuera de su hogar y se sentía como una fiera enjaulada tratando de dar con el modo de escapar de su cautiverio. Cuando por fin apareció la plataforma tuvo unos momentos de duda ¿Hasta que punto podría confiar en aquellos organizadores? Solo había un modo de saberlo, por lo que con resignación se dirigió a la misma a la espera de averiguarlo.

    Una nueva sala se abrió ante ello, dos hombres más se encontraban junta a él ¿Se suponía que debía matarlos ya? Sacudió la cabeza para alejar aquella idea, aún no estaba preparado para hacer algo así, menos aún si se encontraban desarmados y no le daban signos que supusieran el volverse una amenaza. Fue entonces cuando el primero de ellos habló, el que parecía tener más edad, Villtur entrecerró los ojos tratando de escrutar si había verdad en sus palabras pero antes de que pudiera darle la réplica el otro también habló.

    "¿Por qué no luchar aquí, y ahora? al final solo uno podrá sobrevivir ¿no?" Su espalda se arqueó poniendo sus músculos en tensión, pero aquella especie de amenaza no llegó a nada más, por lo que al cabo de un rato volvió a relajarse.

    -Por mi parte estoy bien así, si se supone que debemos de movernos rápidos y sin llamar la atención, todo ese peso adicional acabará siendo más un estorbo que una ayuda.- Respondió mientras tomaba un par de botellas, luego se encogió de hombros y trató de esbozar una sonrisa para relajar el ambiente, pero sobre todo para tratar de calmarse a si mismo. -¿Nos vamos?-

Al verle con tal actitud, una mueca de sospecha cruzó su rostro un instante. No parecía que les estuviera engañando, así que se relajó al momento, pero aún así sus ojos no perdieron de vista al hombre. ¿Quién despreciaba todo aquello? Sin duda, a Vincent tampoco le servía de nada, pero cargar con todo aquello era algo que veía necesario; había gente que lo aprovecharía, aunque él no fuera a hacerlo. Tal vez no había nada más que lo que decía —no le faltaba razón— o tal vez había más. Pronto lo descubrirían. Y fuera como fuera, de momento era verdad, había que ponerse en camino

—¿Vas a coger algo más? —preguntó al crío, señalando lo que aún quedaba por el suelo: Un tridente,  una gran ballesta, un brazal de armadura, una camilla, un cetro, un sudario, un espadón de mercurio y un cetro—. O tal vez quieras algo de aquí. —Señaló el hatillo de viaje improvisado, levantando una ceja, interrogante.

Mientras el chico se decidía, siguió el ejemplo del otro y recogió una de las botellas vacías para meterla en el "saco"; no tenía ni idea de si iba a servir de algo, pero era mejor tirarla después que no tenerla de necesitarla. Eso, y una vela*.

Dude durante unos instantes, apenas unos segundos, pues el tiempo era importante, hasta que, por fin, me acerque a recoger los brazales, el sudario, los cuales me puse, y por último otra botella y otra vela.

Salgamos de aquí. Digo caminando de espaldas a la puerta, sin dejar de mirar a mis dos compañeros, hasta llegar a ella y abrirla.

Asintió, complacido; eran buenas elecciones en verdad. El resto, pese a ser valioso, podía ser más complicado de llevar. Casi todo al menos. En un momento se colocó junto a la camilla y rasgó la tela, convirtiéndola en simples retazos que, llegado el momento, podían servir para algo. También recogió el cetro y lo echó al hatillo. Con eso, estaba listo.

—Si, vamos.

El gnomo escuchó atentamente a toda la verborrea de aquel sujeto. Aunque por instantes pareciera que perdería el hilo de la conversación debido a que Fonkin le parecía más entretenido cuestionarse sobre que diablos hacia un simio en aquel lugar, el hecho de hacer una pequeña alianza no sonaba tan descabellado. - Dadas las extrañas circunstancias a nuestro alrededor humano, y ni que decir de ese simio -Señaló el lugar -Creo que me parece pertinente hacer caso a tu sugestión - Aquel extraño gnomo miró a su alrededor, observó a los esqueletos para luego regresar con su extraño nuevo compañero - Por cierto, me llamo Fonkin, y es un placer intentar no morir contigo durante este tiempo. ¿Alguna sugerencia para no morir por un  montón de huesos?

Registras la habitación y no parece que encuentres nada de interés aparte de lo que ya has visto, intentas convencer a los animales de que te sigan, pero no parecen tener intención de hacerlo, simplemente te ignoran. Al ir hacia la puerta ves que es de madera y al intentar abrirla te das cuenta que está cerrada

Por la puerta del noreste comienzas a escuchar ruido de batalla, parece que no eres el único que está teniendo problemas. Das gracias al santuario que te está protegiendo, ya que ves como el esqueleto troll intenta acceder a él para acabar contigo. Intentas recordar si sabes algo de esa criatura, pero el miedo que sientes por esa situación te hace imposible pensar en algo que no sea en sobrevivir