Partida Rol por web

el combate iba a empezar, por lo que me acerco a mi enemigo y aprovechando el mayor alcance de mi falcata, lanzo un ataque sobre el hombre, para luego cubrirme sobre mi escudo, a la espera de su contrataque.

Todo bien, dos cosas, 

El ataque es 69% + 6% del modificador de Ataque =75%

Falta tirar la localización del golpe 1D20.

Depende donde le des igual ya le dejas seco, el sujeto no lleva armadura.

Cuando el ibero descarga su golpe de falcata el granjero intenta apartar su brazo desnudo pero sin éxito. El poderoso tajo secciona la extremidad a la altura del antebrazo y el trozo cortado cae al suelo aun con el cuchillo agarrado junto con un profuso chorro de sangre.

-AAAARRRGGGGG. !Mi brazo!

El granjero emite un alarido de pavor e instintivamente se lleva la otra mano para taponar la herida sangrante, sus ojos desorbitados reflejan el estado de shock en que se encuentra. 

No había duda que el granjero estaba llamando refuerzos y aunque la visión del brazo salvajemente amputado indicaba que ese hombre ya no era peligroso Adon no baja la guardia y continúa vigilando en todas las direcciones.

-Cuenta con ello Buntalos, aunque lo mejor sería terminar el trabajo rápido y marcharnos.

el hombre estaba medio muerto, había perdido el brazo del arma por lo que no le iba a costar mucho matarlo, por lo que con la cara inexpresiva, dejo caer mi facata hacía el y le sesgo su vida, para poder salir cuanto antes de que pueda pasar cualquier cosa.

El segundo tajo es un corte muy profundo en la pierna. Queda seccionada la arteria femoral y la espesa y cálida sangre mana de la herida como si fuera una fuente. El granjero cae al suelo sin consciencia posiblemente muerto. El ibero lo remata con un golpe en la cabeza. El cuerpo mutilado yace inmóvil encima de  la tierra regada con sangre.

La figura de un joven sale de la casa, porta en sus manos un gran escudo algo pasado de moda y una aguda lanza de bronce. Al ver caer al granjero grita:

- ¡NOOOO! ¡Padreeee!

Y enajenado se lanza a la carrera hacia vosotros, esta como a unos cien metros.

No era la primera vez que observaba como el mercenario realizaba su trabajo  pero aun así la imagen del granjero muerto le parecía grotesca. Ante la irrupción del joven, supuestamente hijo del ejecutado, el fenicio se dirige a su amigo:

-Ese joven va bien armado y puede ser peligroso. Lo más sensato sería huir, pero es posible que corra más que nosotros.- Adon recoge con cierto desagrado el puñal cubierto de sangre de la mano seccionada. - ¿Luchamos o huimos Buntalos? Sinceramente no me gustaría ser herido ni matar a alguien sin motivo.

habiamós matado al granjero, pero parecía que su hijo se había venido y este estaba mejor preparado, aunque todaviamos estábamos a cierta distancia, "mejor nos vamos ante de que llegue, así nos ahorramos mas sangre"

Os retiráis sin perder de vista al joven,  todavía imberbe pero con el cuerpo desarrollado de un adulto. Este se para ante el cadáver tira las armas y lo abraza desconsolado. Tomáis el camino hacia el puerto donde os esperan vuestros compañeros.

la elección era la correcta, el joven se había quedado junto a los restos de su padre para llorarlo, por lo que nos dio tiempo para escapar y llegar al puerto, donde están el resto del grupo que nos vamos a la isla, por lo que voy directo al barco.

Avanzáis por el puerto de Temenio entre el griterío de los marineros y el graznar de las gaviotas que revolotean en círculos sobre los barcos de pescadores. El malecón de piedra donde amarran los barcos está repleto de actividad; hay puestos callejeros de venta de pescado, mercaderes ofreciendo telas de vistosos colores, marineros remendando velas y cosiendo redes, carretas cargadas de ánforas, chiquillos con ojos avispados esperando que les asignen un recado...

Os llama la atención una pequeña galera de guerra que está siendo cargada con víveres y  frente a la cual un pelotón de la milicia de Argos aguarda jugando a los dados y bebiendo vino. Al fondo del malecón se distingue el casco azul y el dorado delfín de proa del barco del mercader fenicio Adon. Está varado en un dique seco a la espera de ser reparado.

Siguiendo las indicaciones de Petiascles llegáis hasta un pequeño barco pesquero, un grupo de mozos de cuerdas están cargando víveres y toneles en el barco.

Higinio el pescador aguarda junto a su hijo, un adolescente ceñudo y de gesto ausente. Petiascles hace las necesarias presentaciones. El pescador  es un sujeto ya entrado en años pero más joven que él posadero. Su rostro está repleto de arrugas y la piel tostada y reseca. Sus manos son grandes y rugosas y va vestido con una sencilla faldilla de lino con el torso al descubierto. Os recibe con  lacónicas palabras:

-El  sol está alto y la nave ya esta lista, prepárense para embarcar…-y entre dientes murmura- Hemos perdido unas horas muy preciadas…

El barco se trata de una sencilla embarcación pesquera de unos diez metros de largo y tres de ancho con poco calado y un recio mástil rematado con una vela rectangular compuesta de muchos retales.

El bullicio del puerto agrada la cansada vista de Mefred. Siempre fue un animal de rebaño, feliz entre las gentes, gustoso de pláticas y espectador de las múltiples historias, dramáticas, graciosas o simplemente interesantes que acontecían en las calles de las ciudades.

Amigos, parece que la milicia de Argos se dispone a hacerse a la mar. Decidme Petiasclés, ¿a qué obedece este trajín de la milicia? ¿es que acaso la gloriosa Argos se halla en ciernes de la guerra? ¿O es simplemente unos preparativos para las maniobras que de cuando en cuando se hacen para mantener ocupada y a punto a la marinería?

Por otro lado, el pequeño barco que había de llevarlos en la búsqueda del hermano de Petiasclés se hallaba listo para la embarcada. El penetrante olor anuncia bien a las claras el uso de la embarcación.

Parece que vamos a oler a pescado, jajaj, -dice con humor- durante mucho tiempo. Bueno para comer, desde luego, y muy sano -la cabeza se le empieza a ir por otros derroteros al Hombre Santo, pero se centra de nuevo- ¡Oh Higinio, hombre de la mar! Que los Dioses sean contigo y tu barco que nos ha de llevar a una tierra extraña, y traernos de vuelta. Iniciemos el viaje ahora, y que los Dioses nos protejan...

Camino observando todo el ajetreo que hay en el puerto, el olor es tan fuerte que estoy a punto de vomitar.

Al parecer según se puede observar la milicia de Argos esta embarcándose en algún tipo de misión. Me acerco a observar a los milicianos a ver si alguno tiene el emblema de los "jebuntianos".

Me dirijo a Mefred - Querido amigo, ya que los dos somos hombres sabios y apasionados en el arte de la lectura y escritura. Creo que debemos aprovechar este viaje para instruir en este maravilloso arte al pobre Grunk. Si le parece bien estaría encantado de que me ayudara en esta tarea. Por los dioses no hay nada más sagrado que las letras.

Me acerco a los milicianos, de forma pausada y distraída para que no se molesten y les observo en busca del emblema.

Después de un poco observando, me voy mas tranquilo a mi embarcación ya que ninguno tiene el emblema. Sabe dios lo que tienen entre manos, nunca es bueno que la milicia abandone la ciudad. Algún motivo les hace partir a la mar.

Adon se reúne con sus compañeros en el puerto. Observa con nostalgia su amado barco   con la esperanza de que se encuentre en buenas manos. Al igual que Tao, que se acerca discretamente a los milicianos, también mira con curiosidad el barco de guerra y los soldados, y si Petiascles no sabe nada de ellos preguntará al pescador Higinio sobre ellos.

-Oh amigos, que gratos recuerdos me sobrevienen… cada viaje que realice desde mi ya lejana juventud…

Después saluda al pescador y a su hijo y embarca su equipo y pertenencias.

-El mar esta calmo y el cielo sin nubes, partamos pues y que el  gran Melkart, el que todo provee, nos guie en este viaje.

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   Después de despedirme de mi guardia y habiendo dejado los caballos y las ropas excedentes menos un par de mudas, me dirijo con los demás hacia donde nos espera la embarcación.

   De camino al puerto, durante un par de instantes paro el mecado matinal para un par de compras de última hora. Después de todo, una mujer tiene sus gastos. Para complementar una de las alforjas que lleva a guisa de zurrón, adquiere una mochila de piel de gamo, más cómoda y manejable. También adquiere un par de antorchas que puedan arder varias horas. También pilla tinta adicional, para tener un segundo recipiente de tinta por si agotara el que trae el equipo de escritura. Y un pequeño saquito medicinal con todo lo necesario.

   El sol matinal ya brilla cuando llegamos al puerto y sonrío al oir mascullar al pescador. Me cae bien, al menos no usa adulaciones innecesarias ni intenta engasutar con palabras. Que su hijo y él sean hoscos, me trae sin cuidado mientras sepan manejar la embarcación.

   Ante la observación de la pequeña galera, le comento al sacerdote.

   - Rara vez una galera en solitario se hace a la mar a hacer la guerra, pues las batallas navales funcionan en formaciones y es privilegio de los notables mandarlas. - Señalo a la galera. - Si acaso un único barco se dedicaría a la piratería, no creo que sea el caso de la milicia de Argos, más bien quizás patrullen la zona para evitar precisamente actividad de pirata demasiado cerca del puerto. -

   Sin más subo a la embarcación y observo con satisfacción la lona que cubre mi pequeño espacio. No sólo una mujer como yo debe de tener su espacio, sino que la gruesa lona que me aisla de los demás también aislará el daño que el salitre y el mar harían a mi libro y mis útiles de escritura. Dejo la mochila y el equipo que no cargo encima a todas horas bien fijado de forma que no se mueva y salgo a cubierta.

   Observo a los marineros, a la gente que pupula por el puerto y a la milicia, en busca de algún signo de inquietud o si se les ve relajados.

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