Partida Rol por web

Buntalos se queda de brazos cruzados, irse a una isla en la que había problemas y encima con los gastos pagados, esto iba a ser muy interesante, iba a dejar que Adon hablara sobre el precio y el extraño grupo que se estaba formando, un par de escitas, un sacerdote egipcio, un africano que no sabía su edad y un tipo con los ojo casi cerrados llamado Tao guing o algo así, un tipo de persona que no he visto en todos mi años de vida, e intento aprenderse los nombres de cada uno de ellos para saber como dirigirme a ellos sin tener que acabar en una pelea.

El fenicio acaricia su perilla mientras escucha los detalles de la historia de Askania.  La paga no es mala del todo pero todo depende cuantos sean a repartir. Aunque está claro que de todos sería el más beneficiado ya que las reparaciones "El Delfín de Oro" es posible que ascendieran a varios miles de óbolos. Sin duda sacaré una buena tajada de este inesperado encargo, aunque por otra parte no me llegaría ni para  cubrir una décima parte de lo perdido...

A continuación asiente en silencio cada una de las palabras de Mefred, que a pesar de ser un hombre muy espiritual, parece  que entiende de como es el buen hacer de los asuntos mundanos.

-Prudente Petiascles, me parece un trato justo y bien remunerado. Hagámoslo tal y como indica el sabio egipcio; hoy bebamos y mañana firmaremos en el templo.

-Aunque todavía hay un par de preguntas que me rondan ¿cómo reconoceremos a Kalimos? Y en el funesto caso de que por causas del destino ya se halle con Hades, ¿Que pruebas necesitas sino encontramos su cuerpo?

Para la mente práctica del mercader lo más importante es cumplir con los objetivos y recibir la recompensa.

Cuando silenciosamente hace su aparición el extraño personaje ataviado con ornamentos de pájaros, la primera intención de Adon fue mandar a Buntalos para apresarlo, pero tras las amables palabras del santo egipcio refreno sus impulsos. Por la expresión de su rostro no parece beligerante y quizás pueda servirnos de ayuda, o tal vez darnos suerte... -Acércate niño-pájaro, no tengas miedo...

Por ultimo se dirige a sus subalternos:

-Buntalos ve con Yorgos al puerto  y traer del "Delfín" mi equipo y el vuestro. Aseguraros bien de no dejar nada de valor dentro del barco.

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   Desenfundo con un ágil movimiento mi daga... para usarla para limarme las uñas con parsimonía. Mientras escucho, mirando de soslayo al tabernero, levanto la mano y miro que mis uñas estén suaves y pulidas. Espero que se haga un alto en la conversación antes de continuar hablando con el tabernero.

   Le miro fíjamente y hablo con voz suave.

   - Pestiacles... ¿no es así?. - Me inclino un poco hacia delante. - No soy ninguna reina ni tengo ningún trono, así que no intentes endulzar las palabras con miel. - Endurezco un poco el tono y prosigo. - No se me ha pasado que no has contestado a mi pregunta de jurar en el templo ante los Dioses, pues no es ante mi ante quien debes hacer promesa alguna. Un hombre puede dejar pasar un juramento inconcluso, pero los dioses tienen rencorosa memoria y no toleran que juren en su nombre en vano. -

   Me reclino hacia atrás y le sonrío.

   - Antes de partir, iremos al templo, jurarás en nombre de los dioses que lo que dices es cierto. - Señalo con la punta de la daga en dirección al templo. - Además, - prosigo:

   - Aprovecharemos para pedir la bendición y protección de los dioses y pedir su augurio. Todo esto apesta a maldición de los dioses y si no hay templos donde vamos, ya que el buen... Pestiacles... dice que los templos "arden", quiero hacer mis deberes religiosos antes de partir. -

   Enfundo mi daga y me giro hacia el resto, mirando al mercader Adon, o quien creo que es un mercader al menos.

   - Si esa embarcación, El Delfín de Oro, tiene un compartimente privado para mí, por reducido que sea, estoy de acuerdo. Si no la tiene, es buen momento para improvisarla ahora que va a ser reparado, si oí bien. - Luego pienso en Medianoche, - ¿puede transportar caballos u otros animales el barco? -

   Luego examino a los demás... el egipció, el oriental, el gigantón y el enano de piel tostada y luego me dirijo hacia el posadero Pestiacles.

   - De acuerdo, entonces si entiendo bien, 1000 dracmas de plata para repartir, las reparaciones del barco del ¿mercader? Adon, - señalo a Adon, - la información que pueda proporcionarnos y... - señalo la posada y al puerto. - ... el alojamiento y los víveres. - Añado.

   Me levanto.

   - Ahora... debo peinarme y adecentarme en la intimidad. - Cojo de la mano a Zeionises, - acompañame, mi buen Zeionises y ayudame a vestirme. -

   Y me retiro a mi habitación unos minutos para adecentarme.

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   Subo a mis habitaciónes y entro con Zeionises y le encargo que vigile. Me concentro en Ceremoniar con el amuleto de Argimpasa durante apenas poco más de un minuto y conjuro incrementar aspecto sobre mi misma para que dure unos tres días. Para cuando se agote estaré ya de viaje y se podrá achacar el débil descenso del aspecto a las inclemencias del viaje.

   Al terminar me giro hacia Zeionises y le encargo instrucciones.

   - Mi buen Zeionises, - le susurro, - no me fío de ese gusano del posadero, todo son lisonjas, alabanzas y promesas. -

   Sigo hablando en voz muy baja y esta vez a su oído por si alguien estuviera interesado en escuchar fuera de la habitación.

   - Te encargo que te quedes aquí y esperes mi regreso, si no volviera en tres veces el tiempo que debería tardar, te ordeno que rajes a ese desdichado, actúa cauto y sin testigos. En cuanto abandone en el barco tu también debes abandonar esta posada y buscar acomodo y refugio en otro lado para no estar expuesto. -

   Luego ya hablo normal.

   - Busca a nuestro guía y liberarlo de nuestro servicio, ya que no van a ser necesarios sus servicios por ahora. -

   Agarro mis armas, el escudo, el arco y demás y me dirijo abajo. Si hay dudas de mi presencia, que duden estando armada.  

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   Grúnk se queda quieto un segundo. Apenas es capaz de entender la mitad de las palabras que esos extraños hombres que olvidaron están utilizando entre si.

   Pero no le cabe duda que Turul le ha marcado el camino que le ha llevado hasta aquí tan lejos de las tierras del pueblo de Turul. 

   Apoya su mano derecha en la empuñadura de su cuchillo de piedra mientras entra despacio y cauteloso en la cueva sin montaña que tanto gusta a los hombres que olvidaron.

  -Yo... Grunk. - Dice mientras mira un lado al otro nervioso.

Adon es el primero en romper el incomodo silencio que queda tras la marcha inesperada de la joven rubia.

-Gente sin civilizar, bárbaros, eso es lo que son. He viajado mucho, y están por todos los lados. Poderosos en sus reinos que no son más que clanes. Amigo Petiascles, no se deje avasallar por los modales tan bruscos de esta dama… Si nos dejamos llevar por su ímpetu nos arrastrara como un remolino. Hagámosle creer que manda, pero tomemos las decisiones nosotros, aunque sea conspirar a sus espaldas.

Para el fenicio, experto en las conspiraciones y artimañas que rigen el mercado, todo vale.

Después alza su copa en brindis y tras escanciar el vino bebe un buen trago.

-Ahora estamos entre hombres, y reafirmando el buen juicio de Mefred, - Adon se lleva la mano al pecho para poner énfasis en lo que va a decir, un gesto automático tras muchos años de ventas- ¡Por Melkart que mi palabra es como un documento firmado! 

Después se dirige sorprendido por oir hablar al “niño-pájaro”:

-Así que Grunk, ehhh- el mercader se señala y con una sonrisa cómplice- yo Adon, ven y come  y bebe con nosotros niño-paj…, digo, Grunk.

¡Espléndido, hijos míos! Celebro que nos vayamos acercando a un entendimiento. Me ofrezco a oficiar la ceremonia de propiciamiento de los Divinos Dioses. Si el buen Petiáscles no tiene nada que objetar, adelante con el... ¿cómo decís por aquí, ágape? ¡vamos!

Me acerco a Grûnk, con la mano sobre el corazón, y me inclino levemente. Parece de los pueblos más allá de las tierras civilizadas. Debe de parecerle todo muy raro por allí. Le dejo su espacio para que no se estrese, y de momento creo que con hacerle un gesto amigable bastará de momento. Y encima no habla en ningún idioma conocido, al menos con fluidez.

Luego me siento a contemplar el ajetreo del puerto, a la sombra del emparrado. EL naufragio ha sido duro. Necesitaré reponer mis útiles de escribir, que ahora reposan en el fondo del Egeo.

Pero eso será mañana. Hoy la brisa es fresca en esta terraza, y el día brillante y soleado.

Petiascles intenta responder las preguntas que le llueven.

-Apreciado Adon os será fácil reconocer a Kalimos pues somos hermanos gemelos. Y en caso de que haya muerto y no se encuentre su cadáver me bastara con la palabra del hombre santo, Mefred. De todos los aquí presentes es el más respetable, sabio y justo.

Tras aguantar estoicamente las palabras "suaves y amistosas" de Tomiris un aturdido Petiascles asiente todo con la cabeza de forma automática.

 -Como usted desee señora... Oh señora, jurare delante de Poseidón o de Afrodita soy temeroso de los dioses y no hay que mentarlos por minucias... Y entiende bien digna mujer, esas son las condiciones del trato.

-En cuanto al barco, y aunque no sea marinero , pero por el tridente de Poseidón que algo entiendo, reparar el Delfín de Oro, cóncava nave famosa  por su tamaño y belleza, llevara unos días en el dique. Y viendo los ánimos ya excitados y lo apremiante de la situación pues siento dentro que cada día cuenta, os facilitare un transporte digno. Hay un pescador que me debe algunos dineros, tiene un barco pequeño donde por desgracia no entraran las monturas. Y siento decirle a la señorita que compartimentos solo hay uno, grande y común para todos.

Una vez que se marcha la joven escita Petiascles respira relajado. Dispone bebidas y alimentos; queso de oveja, aceitunas, panes ácimos y un asado de buey, en una larga mesa cubierta por un mantel y dando por sentado que habéis aceptado el trato, aunque haya que firmar en el templo al día siguiente, se retira con la excusa de realizar unos recados

-Disfruten carísimos forasteros de estas viandas y  de este vino aguado que hago yo mismo. Ahora debo realizar unos recados, por desgracia esta hacienda no se atiende sola. Nos veremos a la noche para ultimar los detalles. ¡Y por Baco  no escatimen con el vino!

Dicho esto Petiascles desaparece dentro de la casa.

Mefred El Egipcio contempla cómo se desenvuelve el posadero, con mirada bonachona. Observa, como siempre, con su ágil y viva mirada, hasta que se va. Se incorpora por educación y le saluda levantando su mano derecha, para después volverse a sentar, con un suspiro de viejo al acomodar de nuevo sus huesos en el almohadón donde reposa.

Después realiza un breve ceremonial para la bendición de la comida, en honor de todos los presentes.

El Poder del Cielo es Ra en su Barca, soberano.

No hay nada más allá del Poder de los Dioses.

Que la Vida de los Hombres sea así Santa.

¿Hay que comer? Para fortalecerse así.

¿Hay que beber? Para así permanecer.

¡Podéis empezar!

Con sus manos extendidas ante la mesa, os dais cuenta de que Mefred puede que sea un vejete flacucho. Pero cuando se pone en su salsa y situación, su voz suena clara y potente.

Tras probar con prudencia el queso con algo de fruta, comienza a dialogar con los presentes.

Y bien, amigos, ¿qué os parece esta aventura? deberíamos tratar de prever las distintas situaciones y estar preparados lo máximo posible. Hemos de llevar pertrechos suficientes. Lo que me recuerda que he perdido mis útiles de escribir en el naufragio de mi barco. Podría hacer una lista fácilmente

   Grunk se acerca lentamente a la mesa para alcanzar algún trozo de comida con la mano. Cuando la coja se retirara a una esquina para comerlo con avidez con la espalda apoyada en el pared más cercana y los ojos muy abiertos. 

   La mayoría de lo que dicen no lo llego a entender. Como la comida si la conoce. 

   Me mantengo en la sala en posición defensiva mientras observa los rituales del hombre de blanco, curioso. De momento se limita a observar y tomar nota mental del extraño comportamiento de los hombre que olvidaron.