Partida Rol por web

Edward vestía con colores oscuros para lo que se le habia visto llevar en cortes previas. El corte era bueno sin ser ostentoso, aunque claramente se había puesto mas esmero en el vestir de su mujer que en el suyo propio, probablemente siguiendo sus propias ordenes. 

Aunque se había recuperado del triple golpe al futuro de su familia con mayor entereza que su mujer se notaba que había sido un golpe para los Bryce, aunque Edward intentaba que eso no fuera el tema principal de la corte, habiendo tantos frentes abiertos (varios de ellos, literales) que comentar. Aun asi intentaba ser alegre para mostrar su entereza aunque se notaba que la risa no acudia con tanta premura a sus ojos. Su atención a su mujer era clara y dedicada.

Edward saludó a los presentes y comentó con otros caballeros la situación militar además de alabar el vestir y porte (y las bienas nuevas si las había) de las damas presentes. 

 - Puede no significar nada, pero también puede significar que alguno de ellos podrían ser espías potenciales. - Le respondí preocupado a la dama. - No sienten lealtad a nuestra patria y se les puede pagar para trabajar en contra de ella, suponiendo que sean quienes digan ser y no sajones disfrazados. Pero claro, solo es una teoría, no tengo pruebas de nada semejante.

El de Berwick, aunque titubeante al principio, se decidió a ir en pos de Sir Ewan, sobre todo al ver que Lady Mollie había acudido no con su hermano, sino con la dama Ealasaid. Le había dado su palabra y, ahora, las cosas habían cambiado... para bien o para mal.

Entonces se cruzó con el caballero de Tisbury y una sutil sonrisa se dibujó en su rostro. 

—Me alegra veros de una pieza, Sir Caderyn— dijo con amabilidad, deteniéndose, aunque pronto su débil sonrisa se desvaneció dando paso a una expresión más seria —. Es menester que hable con Sir Ewan. ¿Queréis acompañarme?

Sin más dilación, Caerwyn fue tras el señor de Dinton.

El rostro de Caerwyn mostraba un brillo peculiar, como si hubiera ganado cierto atractivo. Sobre todo se notaba en el brillo de su mirada. Sin embargo, el caballero parecía perdido en un mar de pensamientos mientras iba tras Ewan.

—No os asustéis por lo que podáis oír— musitó Caerwyn al rubio tras abandonar la sala, lejos de oídos indiscretos —. Le hice una promesa a Sir Ewan que no voy a poder cumplir. Además, estoy muy agradecido al caballero y me preocupa su estado, casi más que el de Lady Ealasaid— apretó la mandíbula y miró al de Tisbury. Algo lo atormentaba, pero parecía incapaz de decirlo.

Era curioso que, aún consciente de que Caderyn supiera la verdad sobre él, el de Berwick seguía hablando de sí mismo en masculino. Eso explicaba por qué durante tantos años nadie sospechó nada.

Al encontrarse de frente con Sir Caerwyn, el de Tisbury también esbozó una gentil sonrisa, asintiendo amigablemente a sus palabras.

— Igual a vos, Sir Caerwyn —respondió con tranquilidad, saludándolo con una reverencia de cabeza—. También tenía pensado hablar con Sir Ewan, os acompaño con gusto.

Dicho esto, Caderyn empezó a caminar junto a Caerwyn con dirección a la capilla.

Sabía que sus propuesta tenía que haber seguido adelante. Que hacer pequeñas incursiones hubieran molestado a los sajones y que podría haber, no solo ganado ellos ante los ojos de sus líderes, sino que, además, habráin conseguido que muchos de los refugiados se unieran a sus filas y si no, al menos, sobrevivieran mucho más britanos de lo que han hecho hasta ahora. 

Se sentía mal por ello. Sabía que tenía que haber ... hecho más. Y por ahora se sentía en deuda con todas esas almas que los sajones habían segado. Si seguían mucho así, empezarían a ganarse su odio, desprecio y asco ...

Asintió siente ante la órden de su Conde. Imaginaba que habrían mas cosas que hacer, y si había posibilidades, igual se embarcarían en otra campaña, contra los odiados invasores del este. Igual no les arrojaban al mar, pero, con conseguir que dejasen tranquilas las tierras de sus moradores, y no siguieran avanzando, se sentiría por satisfecho.

Los ojos de Caderyn poco se apartaban de la faz de Caerwyn, permitiéndose sonreír con un poco más de libertad ahora que estaban solos. En algún momento, el rubio lo tomó por el brazo, tirando de él con suavidad para que quedasen "ocultos" en algún portico, luego de lo cual lo abrazó brevemente, pero con emoción.

— No sabéis la falta que me ha hecho veros y abrazaros —dijo él, conciso, sin dejar de sonreír, antes de volver a "integrarse" al pasillo principal, gustoso de haber podido arrebatar ese momento—. Tranquilo, confío en vos Sir Caerwyn, hasta con mi vida, de ser necesario —lo miró a los ojos, reforzando sus palabras con una mirada llena de sentimiento—. Ciertamente también estoy preocupado por Sir Ewan, pero... no pensé que los rumores se acercasen tanto a la realidad —confesó, sintiéndose un poco culpable, pues no había hecho nada al respecto para poder ayudarlo—. Es mi vecino y yo —suspiró, impotente—... trataré de ayudarlo como sea.

Toca estar en la Corte nuevamente y parece que no a todos los caballeros les va tan bien como a los que vivimos entre bosques y pantanos... lejos de la corte y lejos por ahora de las plagas.

Agradezco a nuestro señor con una reverencia el regalo, será interesante ver si es posible sacar nuevos corceles en nuestras tierras.

Como de costumbre no soy de socializar y miro con envidia a mi esposa por cómo se mueve entre el resto de las damas poníendose al día de cotilleos y noticias... no se que le ven de interés. Realmente a mi ni siquiera me interesan los refugiados pero si el estado de la guerra contra los odiados sajones. Su presencia en Britania hacer que me arda la sangre.

Cuando el Conde nos llama me dirijo hacia allí saludando con la cabeza al resto de habituales que parece que poco a poco vamos ganando cierta fama gracias a nuestras hazañas.

Caerwyn no se esperaba aquel arrebato, abriendo los ojos de par en par mientras se sentía arrastrado por el de Tisbury hacia un rincón apartado de la vista de los curiosos. Tuvo que contener la emoción ante el inesperado abrazo, hundiendo brevemente su rostro en el cuello del caballero, respirando su aroma antes de apartarse y mirar apresurado alrededor, carraspeando antes de hablar, más para lidiar con los sentimientos que se arremolinaban en su pecho que por aclararse la voz.

—Os he necesitado... tanto— musitó, tan bajo que apenas era perceptible. Había cierto dolor en los ojos de Caerwyn, como si portara una pesada carga de la que no saber cómo liberarse.

Alzó la vista hacia el cielo, con los ojos humedecidos y soltó todo el aire de sus pulmones, antes de bajar la mirada, cerrar los ojos y negar con la cabeza mientras apretaba los labios.

—Gracias por la confianza— dijo, recuperando poco a poco la compostura, pero aún con el rostro desencajado mientras caminaban en dirección a la capilla —. Pocos han sido los rumores que a mí me han llegado, pero sólo hace falta verlo para saber que algo no va bien. Estoy preocupado por él, Sir.

Sir Caerwyn, acompañado del señor de Tisbury, había seguido a Sir Ewan, deteniéndose al llegar a la capilla y mirando a su camarada.

—No me gusta interrumpir los rezos de un devoto— murmuró. A pesar de ser un hombre que solía tener los pies en la tierra, Caerwyn era cristiano y comprendía el valor y la fuerza que la fe podía dar en las horas más oscuras.

Finalmente suspiró, miró a Caderyn, y entró en la capilla.

Sir Ewan escuchó los pasos adentrarse en la capilla cuando se disponía a iniciar sus plegarias, y al girarse y ver a Sir Caerwynn en el pasillo su cara reflejó sorpresa primero, alegría luego, y finalmente pesar. 

Sin dudarlo se acercó al caballero, notando que unos pasos detrás estaba Sir Caderyn, su vecino y compañero de travesía, un hombre que le caía tan bien como el de Berwick. Les dedicó una inclinación de cabeza a ambos - Sir Caerwyn, Sir Caderyn, es un placer veros aquí, - miró entoces al de Berwick st James - Parece que Dios ha escuchado mis plegarias antes de que las expresara, estaba deseando poder veros lo antes posible Sir Caerwyn . - Señaló uno de los bancos por si queía sentarse. 

Sir Ewan parecía a un tiempo aliviado y contrariado, como si una gran tristeza lo consumiera. - Iré al grano, ya que en cualquier momento deberé reunirme con el Conde, y Sir Caderyn es de suficente confianza para escuchar. - tomó aire - Os libero, Sir Caerwyn, de la promesa de casaros con mi hermana el año entrante. No podría pagar Dote alguna por ella, y sus circunstancias han cambiado... - suspiró, como si hubiera dicho más de lo que debía. - No se casará el año entrante, y por tanto quedáis libre de casaros con quien os plazca. - sonrió, o al menos eso pareció que intentaba hacer era evidente el cambio que había sufrido el caballero desde que se separasen tras las patrullas en verano.

Leomie se sorprendió cuando Sir Roderick le pidió a él y a su amigo irlandés que le acompañasen, con lo que dejó a su esposa detrás luego de pedirle que le espere, diciéndole que probablemente no tardaría mucho. Tras eso siguió a su señor para encontrarse finalmente en la sala de reuniones con Sir Ewan. El caballero de Dinton se veía peor de lo que jamás lo había visto y su semblante era el de alguien demacrado como si la culpa de esta reunión lo estuviese carcomiendo. Por supuesto, al verlo así Leomie supo qué era lo que iba a decir antes de que lo confiese y se preparó para el golpe.

A pesar de que él no había hecho nada y que de hecho había actuado de acuerdo a como su consciencia le decía que era lo correcto sabía que una vez que Sir Ewan confesase le preguntarían por qué habría acallado ese secreto tan deshonorable del otro caballero. Por supuesto estaba dispuesto a defender sus acciones y sabía en su corazón que no le podrían castigar por callar el casi cometido crimen, pero sabía también que era posible que los dos hombres lo dejasen de ver igual por no haber dicho nada, así es que primero esperó a que Sir Roderick y Sir Dunn terminasen de sorprenderse por lo que Sir Ewan confesaba antes de que le dirigiesen la palabra a él.

Le costó demasiado, sobre todo cuando sintió el rostro de Caerwyn hundirse en su cuello (de hecho, el de Berwick pudo sentir como Caderyn se estremeció ligeramente al sentir el tacto de su piel), pero el de Tisbury logró refrenarse de alargar el contacto entre ambos, y más aún, de besarlo.

— Ya estoy aquí, y os prometo que tan pronto sea posible volveré a Berwick a veros, y quedarme... tanto tiempo como pueda —el caballero sonrió, intentando tranquilizar a su par, aunque su sonrisa se tornó en un pequeño puchero de preocupación al ver las lágrimas contenidas en los ojos de Caerwyn. Caderyn buscó la mirada del caballero, alzando un poco las cejas, con semblante agobiado—. ¿S-Sir Caerwyn? ¿Qué os atribula...?

Las manos de Caderyn se movían inquietas, evidenciando las ganas que tenía abrazarlo nuevamente, de besarlo, de consolarlo, pero... le respondiera o no, sabía que tenían que seguir adelante, pues ya habían arriesgado demasiado por ese efímero contacto, y sabían que tenían que aparentar normalidad, mucho más en aquel lugar. El rubio podía sentir como cada músculo de su cuerpo se quejaba al no poder sostenerlo en sus brazos.

— No tenéis nada que agradecer, Sir Caerwyn. Ambos sabemos perfectamente lo que nos une —el caballero se las arregló para sonreír nuevamente a su interlocutor, aunque su gesto pronto adquirió nuevamente un cariz preocupado—. Yo... estaba esperando una misiva de su parte, un mensajero, algo —el rubio negó lentamente, la culpa aumentaba por momentos—. Debí haber ido a verle en persona, ponerme a su disposición —Caderyn se frotó la cara con la palma de la mano derecha, suspirando—. Igual yo, no dudaré en ayudarle en lo que necesite. Las cosechas este año han sido propicias y seguramente podría compartir con él y los suyos, y... cualquiera otra cosa que haga falta —tragó en seco, mientras caminaba.

Caderyn suspiró ante las palabras de Caerwyn, pues aunque tampoco solía ser demasiado religioso, efectivamente entendía como las creencias podían hacer de las crisis algo llevadero.

— Ya somos dos, aunque igualmente... Dios sabe que nuestras intenciones son buenas —respondió él, en voz baja, asintiendo nuevamente al de Berwick y entrando en la capilla luego de éste.

El de Tisbury saludó a Sir Ewan con un asentimiento de cabeza respetuoso también, no pudiendo ocultar la preocupación latente en su rostro, en especial luego de ver nuevamente como la complexión del de Dinton se había visto reducida por la crisis que atravesaba su señorío.

— Bienhallado, Sir Ewan —saludó Caderyn, su voz intentando sonar todo lo segura que podía, aunque traicionando un poco también las preocupaciones que anidaban en la mente del caballero.

El rubio tomó asiento tras la invitación de su par, escuchando con atención las palabras que decía. Caerwyn le había advertido, pero aún así no pudo sino alzar un poco las cejas en sorpresa al conocer la promesa que el de Berwick le había hecho a Sir Ewan. Sin embargo, su semblante pronto recuperó el gesto preocupado de antes, pues en ese momento, lo que realmente importaba, era apoyar al de Dinton. Cuando éste terminó de hablar, Caderyn depositó una de sus manos sobre el hombro del caballero.

— Sir Ewan, yo también estaba deseando veros lo antes posible. Primero quisiera pediros disculpas por —el hombre suspiró, intentando encontrar las palabras correctas, aunque prefirió la sinceridad—... ser un horrendo vecino. Había... escuchado los rumores, pero no estaba seguro de creerlos y... quizás pequé al esperar alguna misiva o mensajero de vuestra parte en lugar de viajar hasta Dinton para ponerme a vuestra orden —Caderyn hizo una pausa—. Os ruego me permitáis hacerlo ahora, aunque bien sé que... llega demasiado tarde, pero me pongo a vuestra disposición para lo que necesitéis, cualquier cosa que os haga falta pido me lo hagáis saber para ayudaros de cualquier forma posible. Puedo compartir mis cosechas, ayudaros con la mano de obra... lo que sea.

Ver a Sir Ewan en aque estado, lo llenó de pesar. En el gran salón no pudo fijarse con más detalle, pero sin duda el de Dinton estaba mucho más delgado.
-El placer es mío, Sir- lo saludó con naturalidad, pues había compartido con él suficientes situaciones como para contarlo entre sus amigos, aunque el de Berwick no fuera tan abierto como otros -¿Cómo os encontráis?- preguntó con sincera preocupación.
Enarcó ligeramente una ceja cuando el de Dinton dijo que sus plegarias habían sido escuchadas, pues al parecer deseaba verlo. Caerwyn se quedó paralizado hasta que Sir Ewan se explicó, sacando al de Berwick del breve trance.
Caerwyn se acercó al de Dinton negando con la cabeza.
-Si bien quería hablar con vos sobre ese tema, ha sido la preocupación por vuestra persona lo que me ha atraído hasta aquí. Así que, ruego, dejemos el tema de las nupcias por el momento, si os parece bien- dijo, mirándolo a los ojos -Sólo he escuchado rumores, Sir, y me consta que los carga el Diablo- comentó, presignándose al recordar que estaba en una capilla -, por eso era menester hablar con vos en persona, no para preguntaros los detalles, sino para ofreceros mi apoyo y mi ayuda incondicional. Berwick no olvida a sus amigos, y yo tampoco- añadió, ensanchando su sonrisa, una sonrisa que denotaba sincero afecto.

Sir Ewan miró a sus interlocutores, y al final fue él quién tuvo que sentarse, pareció que iba a empezar un par de veces pero las palabras no salían, hasta que tras tomar aire y dejarlo salir lentamente pudo comenzar - El martillo de Dios ha caido sobre mi casa, como castigo por mis pecados y mis crímenes, y me ha dejado lo justo para sobrevivir y recuperarme. - Elevó la mirada a la cruz, y en la misma sólo habpia aceptación. Si en algún momento se había enfadado, y había echado la culpa al cielo, quedaba entre él y Jesucristo, ahora sólo quedaba la resignacion y la certeza de que el camino a seguir debía ser recto si quería ser perdonado.

- Las cosechas se perdieron, todas, y los esfuerzos por salvarlas no sólo pueron inúties sino que dejaron endeudado al Señorío de tal forma que si no ocurre un milagro, tendré que vender las reliquias familiares para no perderlo... y sin embargo eso no es lo peor. La hambruna se llevó a mi sobrino y a mi cuñada, y mi hermano apareció muerto, apaleado en una zanja, como un perro. Mi madrastra, la madre de mi hermano, se casó nuevamente, y su dote ha empeorado las deudas del señorío, y Mollie... - su voz pareció quebrarse, miraba al suelo y meneaba suavemente la cabeza - Mi pequeña y dulce Mollie... - su voz se perdía, apenas audible, y entre sus botas las lágrimas comenzaban a formar un pequeño charco - mi inocente Mollie... en su dolor perdió el camino... - no dijo más, tomó aire un par de veces y su respiración fué calmandose, pasó la mano por su cara y cuando levantó la vista tenía un gesto solemne aunque sus mejillas seguían humedas. 

Miró a los caballeros - Si queréis ayudarme, no dejéis que lo que os he contado sobre mi hermana salga de aquí, no quisiera que aparte de su deshonra tuviera que lidiar con las lenguas afiladas de la corte. Por ahora se quedará como dama de honor de Lady Ealasaid, y ya le encontraremos marido fuera de la Corte. - les dedicó una pálida sonrisa - Os agradezco vuestras palabras, realmente reconforta saber que uno cuenta con sus amigos, y no os preocupéis Sir Caderyn, no habéis fallado en nada, todo sucedió tan rápido que no hubo tiempo de pedir ayuda a los vecinos, no al menos hasta que entendimos que no podíamos solucionarlo sólos. - Suspiró - He orado a Dios para que me muestre la salida, y ahora me preparo para confesar mis crímenes al Conde, quizá cuando salga de esa sala haya perdido todo, y en ese caso al menos Mollie estará a salvo. 

Miró al mago con calma, escuchando atenta sus palabras.

- ¿Cómo procederíis vos, Memnoch? Quizás deba hacer memoria de si he escuchado algo en los mercados mientras seleccionaba las nuevas mercancías... - Miró entonces a Lady Kirsty - ¿Vos habéis escuchado algo más?

Caderyn se mantuvo en completo silencio mientras escuchaba con atención las palabras de Ewan, pues no quería interrumpir al caballero, ni tampoco incomodarlo con algún comentario, en especial porque sabía que el de Dinton estaba depositando en ellos una gran confianza al contarles todo aquello. El gesto del de Tisbury se volvió particularmente sombrió cuando su igual les comentó acerca de la muerte de su sobrino y su cuñada, así como también el extraño asesinato de su hermano y también la caída en gracia de la pequeña Mollie. No sabía exactamente a lo que se refería con esto último, pero no resultaba demasiado difícil elucubrar un poco. El rubio no pudo sino suspirar con pesar ante las desgracias de su vecino.

Cuando terminó de hablar, el de Tisbury depositó con suavidad una mano sobre el hombro de Ewan, apretándolo con afecto y camaradería, asintiendo vehementemente a su petición.

— Os juro que lo que hemos hablado no sadrá de estas cuatro paredes —miró de soslayo a Sir Caerwyn, sabiendo que el caballero seguramente diría lo mismo, y asintió—, y ciertamente la corte es un nido de... víboras —aquella última palabra salió en una especie de carraspeo incómodo, pues al parecer Caderyn también tenía ciertas preocupaciones en mente—. No sé exactamente lo que habéis hecho, pero sois un caballero honorable y cumplido, y estoy seguro de que el Conde estará presto a atender a vuestras razones, y desestimar todo como un simple malentendido —aquellas palabras no salieron con la intención de que Ewan confesara lo que había hecho, tan grave como para achacar toda su desgracia a un castigo divino por aquella acción, sino únicamente para animarle, aunque en aquellos momentos las palabras eran escaso consuelo—. Por mi parte, como os he dicho, estoy a vuestra disposición, y en el futuro cercano me gustaría reunirme nuevamente con vos para concertar una ayuda más sustancial y tangible por parte de Tisbury, en la forma de alimentos, ropa, dinero, animales quizás, y prácticamente cualquier otra cosa que necesitéis para volver a poneros sobre vuestros pies —su tono era gentil, pero al mismo tiempo daba a entender que no aceptaría una negativa como respuesta.

Cuando sir Roderick lo mandó llamar, junto a su buen amigo Leomie, el irlandés enarcó la ceja, buscando la mirada del bretón para verificar la razón de aquello.. para su sorpresa no tardaría en descubrirlo. Al llegar a la estancia Sir Ewan, un compañero de armas con el había luchado codo a codo en Mearcreed Creek y luego contra aquellas criaturas de leyenda, el día que escoltaron a Merlín..

El señor de Dinton comenzó a narrar lo sucedido y confesó su culpa, Dunn escuchó el relato en silencio sin pronunciarse,

Si no confesé antes, fue porque creí que podría expiar la culpa aplicándome a la tarea de eliminar mi odio por los Irlandeses, y a recordarme que Sir Dunn no fue quien blandió el cuchillo que asesinó a mi abuelo. Si bien lo considero un hermano de armas ahora, y no volvería a dejar que mis pasiones me dominen, es evidente que a Dios no le es suficiente, y por ello ha castigado a Dinton y a mi familia. -

Con su permiso, conde.. antes de nada, quisiera pediros disculpas si procedo de la manera no adecuada para la Corte.. pero si me permitís.. se dirigió a Sir Ewan.. Vos lo habéis dicho sir Ewan, somos hermanos de armas, hemos derramado sangre juntos contra los sajones y enemigos del reino de Britania.. y ese es un vínculo que jamás podrá cortarse.. -intentando no ponerse demasiado solemne, carraspeó para continuar- .. además como decimos en la vieja Eire, si no hay agravio, no hay delito.. 

Miró directamente a los ojos al señor de Dinton: No seré yo quién os condene por sentir la necesidad de vengar la sangre de vuestros antepasados.. y más en el fragor de la batalla. Afortunadamente los dioses han querido que mi estimado amigo bretón, estuviera a mi lado para salvarme la vida.. -dicho esto, mira a Leonie, guíñandole el ojo en señal de agradecimiento y complicidad-.. mi buen amigo, no solo habéis demostrado coraje, honor y pericia, si no también humildad y discreción.. sin duda, no podría haber encontrado mejor amigo y compañero de armas.. una vez más, gracias sir Leomie. Estaré en deuda con vos, el resto de mi vida.

Y ya para terminar, por mi parte, antes de que el Conde dicte sentencia.. me gustaría resaltar, que según mi credo, todo sucede por una razón.. si lo dioses no tuvieron a bien a llevarme a su lado, es por que nos quedan muchas cosas que hacer  por Britania... y digo "nos" Sir Ewan, por que espero, que juntos podamos plantar cara a los sajones y echarlos de esta tierra para que podamos vivir en una Britania unida y libre. Por mi parte, os libero de cualquier carga moral o de conciencia que podáis tener sobre el asunto.. si por mi fuera, sellaríamos este mal entendido con unos cuernos de hidromiel, siempre ayudan a ensalzar las virtudes de la amistad y hermandad entre caballeros, así como nos permiten olvidar cosas de las que no nos sentimos orgullosos. Sin decir nada más, el caballero de Pitton esperó la sentencia del Conde Roderick.. esperaba que con su discurso de perdón, dejara marchar a Sir Ewan sin más que una reprimenda..