Partida Rol por web

-Ciertamente es muy grave, intentar matar a un hermano juramentado es algo imperdonable. Pero el agraviado es indulgente contigo y quiere olvidar el tema, así que lo haremos de ese modo, es bien sabido que Dinton ya ha sufrido bastante castigo. Pero si en un futuro se da algo así, no seré tan benevolente, aunque el agraviado desee enterrar el tema. Sir Leomie, ¿desea usted añadir algo más?

Las noticias de la supuesta maldición del señorío de Newton acompañaban a Sir Alein por allá dónde iba, las cabezas se volvían según él pasaba, nadie quería hablar o estar en su presencia por miedo a que los contaminase, y por desgracia aquello solamente agravaba la situación ya de por si desastrosa para sus finanzas. Todo comenzó cuando Lady Margaery murió, vino una racha de mala suerte que corrió extendiéndose como la gripe, rápida e inexorablemente. Luego al invierno siguiente murió su hija Sarah, la niña de sus ojos, la niña había heredado la belleza de sus padres y si hubiera llegado a edad adulta seguramente hubiera sido la más hermosa de Britannia.

El caballero entró al salón con semblante serio, sin hablar con nadie, se colocó apartado de los demás y esperó a que empezara el baile de órdenes.

Caerwyn se quedó de pie, con la mano apoyada en la empuñadura de la espada y la compasión alojada en la mirada a medida que el de Dinton les revelaba las quimeras a las que había tenido que hacer frente tras su regreso. Un hombre como él, que había ayudado a derrotar a un gigante y cumplido una misión para el mago del Rey, no se merecía una recompensa así. 

Apretó los labios y resolvió sentarse junto a Sir Ewan, apoyando una mano comprensiva en su hombro. Las noticias eran sin duda desmoralizantes y Caerwyn sintió en sus carnes el dolor de aquel hombre, sobre todo al hablar de su hermana Mollie. El de Berwick no pudo evitar sentirse culpable.

—Si el año pasado me hubiera casado con ella...— musitó, sabiendo que era una locura a ojos de Caderyn, pero el caballero pelinegro había pensado en ello más de una vez, conocedor de los riesgos. Obviamente las cosas habían cambiado, pero, no podía desechar la sombra de la culpabilidad, incluso sus ojos se humedecieron ligeramente. No sólo habría aliviado parte del dolor de Sir Ewan, sino que habría podido dar un hogar y una vida a la joven Mollie, aunque no fuera un cuento de hadas.

Caerwyn dio una bocanada de aire, desviando la mirada. Al margen de poder haber hecho algo antes, no podía cambiar el pasado, pero sí ayudar en todo lo que estuviera en su mano al señor de Dinton. Era lo menos que podía hacer por él, pues no sólo lo había ayudado de forma altruista en la búsquedad de su hermana desaparecida, sino que lo había ayudado a sobrevivir a Mearcred Creek, sino que habían luchado codo con codo en varias ocasiones.

Buscó la complicidad de Caderyn cuando éste dijo que la Corte era un nido de víboras, no podía estar más de acuerdo con el de rubios cabellos. Cuando el de Tisbury terminó de hablar, Caerwyn sacó fuerzas para tomar la palabra.

—Sir Ewan, hemos compartido mucho y me consta que ha servido fielmente a nuestro señor, testigo he sido de vuestras gestas y vuestro coraje— dijo con solemnidad —. Os tengo en alta estima y por eso ruego que no rechacéis la ayuda que os ofrezco— añadió, muy serio, como si no le diera opción a rechazo—. Y tened por seguro que nada de lo que nos habéis confiado saldrá de aquí. Os doy mi palabra.

Caerwyn se puso en pie y miró hacia la cruz. Nunca había sido un gran devoto y tenía razones para ello de sobra.

—Venid a buscarme tras hablar con el Conde, Sir Ewan— dijo, sonriendo amablemente —. Y recordad que tenéis las puertas abiertas de Berwick Saint James, para lo que sea menester. 

Leomie sonrió y sintió el color en sus mejillas cuando su amigo le decía que había tomado la decisión acertada y las virtudes que representaba, haciendo que hinchase su pecho de orgullo. Además de eso Sir Dunn decidió que el incidente debía quedar en el pasado y todo arreglado.

—Nada más que decir por mi parte, Sir Roderick, excepto que la razón por la cual me callé este hecho fue para preservar la paz en Salisbury, temiendo las represalias que podría causar un incidente así entre caballeros, tales como duelos por algo que nunca se consumó. En ningún momento fue mi intención esconder algo de la justicia sino lo contrario, aportar a la paz y el buen funcionamiento del reino, y me alegra saber que el asunto está zanjado. —

Sir Ewan miró a los dos caballeros alternativamente, descartando con una sonrisa y una negativa el lamento de Sir Caerwynn por no haber desposado a su hermana antes. - No es vuestra culpa, nada puedo reprocharos y sólo espero que podáis resolver pronto el asunto que os impedía contraer matrimonio, si no lo habéis resuelto aún. - se levantó, respiró profundo y una sonrisa, triste pero sincera iluminó su rostro - Os agradezco, a ambos, vuestras palabras e intenciones, y si el Conde tiene a bien permitirme seguir a su servicio acudiré a vosotros - apoyó una mano en el hombro de cada caballero, y su sonrisa se amplió, iluminandose como antes por un momento - Gracias amigos.

En ese momento llegó uno de los Sirvientes del conde, avisando a Sir Ewan que debía acompañarlo, y tras persignarse y hacer la señal de la cruz el de Dinton siguió al hombre fuera de la capilla.

El de Dinton escuchó con atención las palabras de Sir Dunn, dedicándole una incrédula sonrisa y una agradecida mirada por sus palabras, realmente era un hombre generoso y clemente. Escuchó la sentencia del Conde, asintiendo a la advertencia de lo que sucedería de repetirse algo así, y justas le parecieron las palabras de Sir Leomie.

- Sir Roderic, Sir Dunn, Sir Leomie, os prometo solémnemente que no volverá a repetirse semejente atropello por mi parte, caminaré la senda que nuestros juramentos y Dios han dictado para mí, y me esforzaré por ser un dechado de virtudes. - Les dedicó una reverencia a cada uno, la del conde más pronunciada y afectada - Dinton no puede dar más de si por ahora, pero cualquier cosa que necesitéis de mi, no tenéis más que pedirla.

Cuando todo estuvo aclarado, la espada volvió a su sitio en su cintura, y dedicó una nueva reverencia al Conde - Me honráis con vuestro regalo, y lo recibo con doble alegría dado mi momento de necesidad. 

Caderyn desvió un poco la mirada cuando Ewan mencionó aquel asunto que impedía a Caerwyn contraer matrimonio, pero se abstuvo de hacer comentario alguno, volviendo a mirar al caballero a tiempo para devolverle una sonrisa con la misma medida de sinceridad, si bien un poco de culpa todavía se divisaba en el rostro del de Tisbury. Cuando el de Dinton apoyó una mano sobre su hombro, él hizo lo propio sobre su mano, asintiendo a sus palabras.

— Estoy seguro que así será, Sir. Id con Dios —apretó con suavidad la mano de Ewan antes de "dejarle" ir.

El de Berwick suspiró y asintió un par de veces con la cabeza ante la disculpa de Sir Ewan. Se levantó cuando el caballero lo hizo, pero con cierta pesadez. 

—No hay nada que agradecer, Sir Ewan— dijo, con una sutil sonrisa y mirando al caballero a los ojos —. Que Dios os guarde— añadió al ver que aparecía el criado de Sir Roderick. Caerwyn respiró profundamente mientras el señor de Dinton se alejaba, preocupado por su camarada.

Tras la marcha de Sir Ewan, Caerwyn soltó un bufido, rascándose la nuca mientras se giraba hacia el altar. Se sentía superado por todo lo que estaba pasando.

Alzó sus ojos castaños hacia la cruz y frunció el ceño. Entonces, lentamente, miró de soslayo a Sir Caderyn.

—Supongo que tenéis demasiadas preguntas...— murmuró, volviendo la vista hacia el altar —. En la Corte de primavera, Sir Ewan me pidió disculpas, sabiendo que había rechazado el matrimonio con Lady Mollie el pasado invierno— comenzó a decir, calmado, pero aún sin atreverse a mirar al otro caballero —. Pensó que lo había rechazado por lo sucedido con su hermano— torció el gesto, apenado sabiendo ahora que el muchacho había muerto —y le expliqué que no era por su familia, sino por mí— respiró, haciendo una pausa —. Al decirle que también había rechazado la mano de Lady Ealasaid, él comprendió que grave serían mis atribulaciones para rechazar a ambas mujeres— ahora sí se volvió hacia Sir Caderyn con los ojos humedecidos —. Le prometí que hablaría con el Duque, que pediría la mano de Mollie este invierno...— había pesar en su rostro —Tenéis que entenderlo. Jamás imaginé posible lo...— fue a decir "nuestro", pero apretó los labios y bajó la mirada.

— Las tengo —respondió él, sinceramente, pero con suavidad, mientras su mano buscaba la de Caerwyn para sostenerla afectuosamente—, pero también confío en vos, Sir —apretó cariñosamente su mano.

Sin embargo, no lo interrumpió mientras este hablaba, con gesto tranquilo, en su interior quizás hasta un poco contento de que sintiera que le debía explicaciones. Cuando Caerwyn terminó de hablar, Caderyn echó una mirada de reojo a la entrada de la capilla, asegurándose de que nadie estuviera por ahí, y volvió a abrazar al caballero, apoyando su mejilla en la cabeza del pelinegro.

— Lo entiendo, Sir, lo entiendo —quería besarlo, abrazarlo con fuerza y decirle que todo estaría bien... pero las paredes tenían ojos y oídos—. Vuestras intenciones eran nobles y honorables, y comprendo también que os sintáis culpable. Os juro que de mi parte no hay más que entendimiento, y también la disposición de ayudar a Sir Ewan, pues también tengo en alta estima al caballero —hizo una pausa, permitiéndose acariciar fugazmente la mejilla de Caerwyn—. Estoy seguro de que entre ambos podremos ayudarlo de la mejor manera, y volverá a estar sobre sus pies —con la mano que acariciaba su mejilla, trató de que el caballero levantara el rostro para encontrar sus miradas—... ¿sí, amor mío...? —aquellas últimas dos palabras salieron casi en un suspiro, apenas audibles, pero el caballero necesita hacerle saber a su amada, quien estaba escondida dentro de la "armadura" de Caerwyn, que sus sentimientos por ella permanecían igual de firmes.

Caerwyn sintió la mano del caballero envolviendo la suya. Instintivamente miró alrededor, demasiados años de fingir a las espaldas, demasiados riesgos a los que atenerse, le hacían actuar de esa forma. Y, aún así, no apartó la mano... no pudo, sino que presionó afectuosamente la de Caderyn, como si necesitara su fuerza para hacer frente a su lucha.

Tras explicarle los motivos por los que necesitaba hablar con Sir Ewan, el de Berwick se vio de nuevo asaltado por un abrazo que no sólo deseaba, sino necesitaba. Últimamente se sentía muy vulnerable y añoraba muchísimo el tacto y las sonrisas del caballero de Tisbury.

Suspiró, embriagándose de esa cálida sensación. En su mirada sólo había preocupación. ¿Y si alguien los descubría? ¿Y si se lo contaban al Conde antes de Caerwyn pudiera confesar? La tensión en el caballero era palpable, a pesar de la sonrisa que las palabras de Caderyn dibujaron en sus labios.

—Gracias— musitó el de Berwick, queriendo apartarse del abrazo, aunque se quedó petrificado al ver que Caderyn alzaba su rostro y le susurraba aquellas dos palabras que no sólo le robaron un suspiro, sino que la hizo sonreír mientras un cosquilleo recorría su vientre. Se sonrojó —. Sí... juntos— susurró antes de carraspear y apartarse del caballero para asegurarse de que no había nadie más allí o en las cercanías, aunque realmente era porque no se creía capaz de evitar la tentación de besarlo.

Entonces, al verse allí, al lado de su amado, frente al altar de la iglesia, Caerwyn sonrió un poco avergonzada, miró hacia la cruz y tomó aire profundamente antes de mirar al de Tisbury —Algún día— susurró, ensanchando su sonrisa y con la mirada llena de ilusión, antes de bajarla y mirar hacia el exterior —. Deberíamos regresar, Sir. Salvo que deseéis rezar, en cuyo caso, os aguardo afuera.

El rubio sonrió afectuosamente al pelinegro tras separarse de él, ligeramente sonrojado también, en especial luego de que dejara salir aquel suspiro, para luego iluminar la estancia con su preciosa sonrisa. Caderyn encontró refugio en saber que había tocado nuevamente el corazón de su amada con sus palabras.

— Siempre estaré ahí cuando lo necesite... Sir —respondió él, sonriendo con complicidad.

La verdad sea dicha, el de Tisbury no se había percatado del entorno, teniendo ojos, en su momento, únicamente para Sir Ewan, y luego para Sir Caerwyn. Caderyn recorrió la estancia con la mirada, sus ojos posándose en la cruz y en el altar, una sonrisa esperanzada dibujándose en sus labios mientras sus mejillas se tintaban de carmesí. Dejó salir un poquito de aire en un suspiro, sus ojos brillando.

— Algún día —respondió él, sin dejar de sonreír, compartiendo una última mirada afectuosa y cómplice con el de Berwick antes de levantarse del asiento—. Deberíamos —concedió, esperando a que Caerwyn se levantara para echar a andar—. El Señor conoce las peticiones de mi corazón —hizo una pausa, para luego soltar una pequeña carcajada apenada—, bueno "la" petición de mi corazón en realidad. Tiene nombre, y creo que la conocéis —concluyó, ligeramente coqueto, antes de salir de la capilla.

Las miradas bastaban para ver que ambos, incluso después de aquellos meses, seguían manteniendo viva la llama de un hermoso sentimiento bajo la armadura. No hacían falta palabras y ambos parecían comprender el anhelo del otro, incluso compartirlo.

Caerwyn sonrió, negando con la cabeza —Alma de bardo, ya os lo dije— comentó el de Berwick, rememorando la frase que le había dicho mientras se bañaban juntos en el río. Se inclinó un poco hacia Caderyn, como si quisiera añadir algo en confianza —, aunque un poco zalamero a veces— susurró, antes de apartarse con una sonrisa socarrona, pues no era el regio Caerwyn el que hablaba, sino un reflejo de la dama Cathleen —. Pero sí, creo que ambos anhelamos lo mismo, Sir Caderyn. Que Dios escuche vuestras plegarias— añadió, recuperando la compostura antes de salir de la capilla, pues no podía arriesgarse a sufrir un nuevo arrebato de pasión contenida y, mientras estuvieran a solas, era como tapar el Sol con un dedo.

Sir Caerwyn abandonó la capilla junto al señor de Tisbury. Al menos el de Berwick parecía tener mejor cara que antes, ya fuera por la paz espiritual de contemplar la santa cruz o por haber resuelto sus asuntos con el señor de Dinton. Sea como fuera, Caerwyn regresó con una sutil sonrisa al Gran Salón.

 - Merlín sabría si esa gente es de confianza. - Respondí a la dama Ealasaid. - Pero escuchar en los mercados es una buena manera de saber si están haciendo algo sospechoso, como por ejemplo sembrar discordia o haciendo preguntas sobre cualquier cosa.

Sir Ewan salió del salón de reuniones con un paso distinto, más ligero, y si bien su semblante no parecía menos demacrado, ni su cuerpo más lleno, había en su continencia algo que separaba al hombre que había entrado del que había salido, como la muerte se separa de la vida.

Sus pasos se dirigieron nuevamente a la capilla, pero en el camino dedicó sendos asentimientos a Sir Aidan, Sir Caerwyn, Sir Caderyn, Sir Edward, Lady Ealasaid, y su hermana Mollie. Había una ligera sonrisa en su rostro, de eso no cabía duda, y fue a consultar con Dios los pasos a seguir en el futuro.

-No, no había escuchado nada así

Caderyn se agachó un poco, dándole oportunidad al de Berwick para que pudiera hacerle el comentario más cerca de su oído, dejando salir una pequeña carcajada al escucharlo, para negar lentamente también.

— Sólo para una persona especial, y ya la he conocido —replicó él, guiñándole un ojo cómplice al de Berwick. En algún momento pareció querer hacer algún comentario adicional, pero ya estaban en los pasillos, así que se limitó a bajar la mirada, humedecerse un poco los labios y mirar a Caerwyn de reojo antes de volver a sonreír—. Estoy seguro de que así será, Sir Caerwyn, en especial porque pienso luchar con todas mis fuerzas para hacerlo realidad —el caballero entrelazó sus brazos por detrás de su espalda y siguió caminando tranquilamente.

Al volver al gran salón donde estaba el resto de la corte, el semblante de Caderyn también parecía más relajado, incluso un poco risueño. Respondió al saludo de Sir Ewan con uno propio y una amistosa sonrisa, para luego ponerse a conversar con algunos caballeros acerca de temas comunes como las cosechas y la administración de los señoríos.

- Aprovecharé pues para hacer algunas compras o encargos... Visitar los mercados quizás me ayude a recuperar un poco el ánimo... 

Su voz sonaba cansada y sus ojeras y pálida piel dejaba de manifiesto aquello.