Partida Rol por web

Un poco más y no lo cuentan, menos mal que el placaje del bárbaro le hizo recapacitar. Hombres, solo entienden de golpes... En cualquier forma, estaba expectante, y cuando volvieron, empezaba a estar inquieta, demasiado inquieta. No, más instintos animales no. Como nota mental me estaba pareciendo muy entretenido, pero un castigo muy peligroso.

- Yo iría ya. Fuera de bromas, me estoy sintiendo como una hembra en celo, y como haga lo que no debo, luego cuando vuelva a mi forma humana alguien perderá los dientes porque se los llevará el ratoncito mágico o lo que sea...

Aquél comentario hizo que Agatosh mirara de refilón a la ratoncita y sus labios esbozaron una sonrisa pícara. Mantuvo la mirada, lo suficiente para que Aerin se fijara, y entonces la guiñó un ojo y rió por lo bajo. No le dio más vueltas, solo era una pequeña venganza por las risas anteriores, además de una continuación de la actitud que ya había llevado en forma humana, en esa mezcla de camaradería y sugerencia. En cualquier caso, tenían trabajo y en seguida volvió la atención al antiguo capitán, esperando que se pusiera en marcha.

-Ratita presumida... -Si bien era gracioso ver a la semielfa con ese sofoco y que le parecía atractiva sobre todo de personalidad, en estado de ratones perdía por completo dicho atractivo. 

- Ratón glotón...- le contesto, simplemente. Dirá lo que quiera, pero de momento mucho echarse flores para nada. Los dos orejas picudas aún no me han terminado de convencer demasiado, valen para dividirse pero creo que Agatosh y yo hemos abarcado bastante más, con los mismos recursos. Pero discutir eso sería comportarse como un macho alfa y mi misión es controlar a los alfas...

El antiguo capitán de la guardia, ahora convertido en un roedor perseguido por la justicia, los guió por las instalaciones sin duda alguna en sus movimientos. Poco después llegaron a unas escaleras de caracol, las cuales bajaban y subían. 

—Abajo se encuentran las celdas, arriba la oficina del capitán— explicó el roedor con voz calmada—. Os recuerdo que antes tenemos que robar las llaves de las celdas al nuevo capitán de la guardia. 

En aquel momento un hedor putrefacto sacudió sus fosas nasales. A unos metros de distancia la puerta de una habitación estaba entreabierta, permitiendo a los héroes percibir la silueta de un cadáver colocado sobre una mesa. Aunque su cuerpo estaba cubierto por una fina sabana de color blanco, unos rizos rojizos cayeron por debajo de la manta. 

Un aullido lejano provocó que el vello de los presentes de erizara y sus corazones se agitara desbocado a un ritmo casi antinatural. Un terror primigenio comenzó a inundar el cuerpo de los aspirantes a Vigilantes, amenazando con paralizarlos y convertirlos en el aperitivo de cierto felino. 

Debían decidir cuándo antes que camino tomar.

Caidus tenía claro qué hacer si aparecía el gato, por lo que buscó en su bolsito un pequeño tarro con unos polvos y repasó otra vez el conjuro pensado.

—Vayamos a por las llaves. Si aparece lo incapacitaré durante un tiempo. Además, probablemente huya al recuperarse.

Si no funcionaba, tenía otro as en la manga. No era especial para felinos, pero valdría la pena llegado el momento.

Se encogió de hombros, pareciéndole innecesario decir nada, aunque aún así lo hizo—: Arriba entonces.

Su mirada fue a las escaleras de subida, a punto de echar a andar hacia allí, cuando su olfato captó el olor. Desvió la atención hacia la fuente del hedor, y arrugó la nariz. Había visto el cabello.

—Esa es la chica asesinada por el vampiro, ¿verdad? La que no dejan que vean. —Sus palabras fueron casi un gruñido. Miró al antiguo capitán—. Necesitamos un hueso suyo, una costilla, algo que sirva para una estaca. Cuando liberemos al archimago, tenemos que hacernos con eso.

Apartó los ojos y volvió a enfocar los escalones, intentando centrarse en cada paso. Entonces maulló el gato y todos tuvieron un escalofrío. Se maldijo por sentir algo así por un mísero minino, uno que, en realidad, ni se atrevería a acercarse a mi. Ni a los demás, mientras permanecieran cerca.

—Vamos a seguir...

El maullido del gato provocó un terrible escalofrío que le recorrió desde la punta de su cola hasta los bigotes y de forma instintiva se los frotó para quitarse esa sensación residual. -Ahora ya se que sienten mis presas.

-Se disgustó bastante cuando vio el cuerpo de aquel o aquella pelirroja, pero sirvió para recordar a todos por que hacían esto. -Prioridades, vamos a por las llaves y de ahí a liberar al archimago, con el gato por medio separarnos no es una opción.  -Sacó una de sus dagas que ahora era poco mas grande que una astilla y la enroscó en el extremo de su cola, la agitó un par de veces y se sintió torpe, luchar con una extremidad nueva era como cuando aprendes a usar la mano mala, te sientes estúpido.

-Vamos.

A pesar de que tenían varios frentes abiertos el grupo se  mantuvo unido, pues sabían que de ello dependía el éxito de su misión. Con cada peldaño que subían sentían en el aroma del felino cada vez más cerca. Cuando llevaban  recorrido la mitad de su ascenso, oyeron los maullidos del gato a los pies de la escalera. Aunque el animal ascendió con velocidad dispuesto a darse un banquete  de imprevisto se detuvo  y observó con fijeza alquimista.  Su pelaje comenzó a erizarse y tras unos instantes de tensión bufó y huyó escaleras abajo.

Al ver aquella escena el grupo intercambió miradas de confusión, mientras  Caidus guardaba los polvos de colores en su bolsillo. Sin ninguna distracción más retomaron su camino hasta llegar a una gruesa puerta de madera. Abelgos  observó la cerradura desde la lejanía dispuesto a forzarla, pero no hizo falta. Mhun comenzó arrastrarse a través de la abertura que existía entre la puerta y el suelo. Aunque inicialmente su cuerpo no entraba, pronto su caja torácica se adaptó, permitiéndole introducirse sin dificultad alguna. Con cierta duda los demás imitaron sus movimientos, sintiendo una sensación extraña al sentir sus articulaciones luxarse. 

Al otro lado de la puerta les esperaba una habitación con la cabeza de un oso y un par de espadas cruzadas tras un escudo de torre decorando la pared. Otra de sus paredes estaba ocupada por una librería colmada de libros y pergaminos y justo en frente una mesa. En ella encontraron al nuevo capitán de la guardia escribiendo algo de manera apresurada con la pluma.

El cadáver si le llamo la atención. Custodiado, curioso. Ella lo dejaría en una tumba, no en cualquier lado para ser examinado. Una pena, si no fuesen con prisas le hubiese gustado echarle un vistazo.

- Odio ser rata, odio los gatos, ojalá pudiésemos elegir que forma adoptar.

El elfo estaba extrañado por la reacción del felino ante Agatosh. Se apuntó la duda para otro momento y continuó el camino junto a los demás. Al entrar, antes de hacer nada, Caidus observó con atención la escena, asegurándose de no haber más trampas para ratones, otros animales o sorpresas desagradables y, especialmente buscando las llaves. Sabía que la velocidad era clave, pero precipitarse podía llevarles al fracaso.

—Calma, no nos apresuremos imprudentemente.—susurró a sus compañeros.

El gato huía de Agatosh, ¿por el olor? Se había intensificado por un momento. ¿Con qué había infundido ese hombre su cuerpo? Algo le decía que nada bueno. se preguntó que era realmente su compañero, si salían de esta, tendría que enterarse.

Contorsionarse no era nada que le apeteciese, si ya no le gustaba aquel cuerpo, tener que meterse por agujeros estrechos con él menos. Necesitó ayuda del resto dado que se quedó atascada casi al salir, y fue necesario un tirón para conseguir abandonar el recoveco.

Volvió su atención al guardia una vez dentro. Cerdo, igual estaba poseído o igual no, pero una vez acabado todo aquello, intentaría que le diesen un escarmiento. De momento se tendría que conformar con algo más suave. miró al hombre y guitó el ojo. Mal de ojo, lo llamaban. No lo necesitaba realmente, pero era una forma de canalizar su poder. A dormir.

Miró a sus compañeros y, viendo que llevaban luz para abrir y cerrar la marcha, volvió a guardar su antorcha siempreardiente en su morral, para desocupar sus manos para el mandoble por si volvía a necesitarlo. La ansiedad de sus camaradas sobre el tiempo que les quedaba hacía eco en ella, así que, tanto para calmarse a ella misma como a los demás, intervino. - La esperanza nubla la observación. - dijo sencillamente. - Nuestra tarea está muy clara, y no tenemos modo de saber cuánto tiempo llevamos ni cuánto nos queda. Si dejamos que la esperanza de volver a casa tome las decisiones por nosotros es cuando es más probable que fracasemos por completo.

Poco después de esas palabras, la enorme figura de algo que no había provocado ninguna reacción al mal ni a la hostilidad (lo cual indicaba que no era intrínsecamente malvado ni estaba buscando activamente víctimas) en su percepción sobrenatural, pero que su nariz no pudo sino identificar como podredumbre, o de él o del fardo que llevaba.

Sin mejores pistas que seguir, adoptó un perfil discreto y empezó a seguir sus pasos, como había hecho como supervisora del grupo anteriormente, adelantándose un poco a ellos o al menos, a aquellos que no pudieran moverse con un mínimo grado de silencio tras la criatura.

 Mientras descendían las escaleras el mestizo asintió ante la sensatez de las palabras de Alya. Debo mantener mi atención aquí.. Un propósito que se vio reforzado cuando repentinamente cambiaron de rumbo sin que lo notasen; aunque era un efecto que debía ser evaluado no disponía de tiempo y continuó la marcha. Tras pocos pasos notó algo que se aproximaba, a pesar de lo vergonzoso que podía resultar optó por ocultarse.

 No se arrepintió pues lo que pasó a su lado era un ser que jamás había visto. Otra abominación del reino de los muertos.. La prudencia y la repugnancia se combinaron para mantenerlo pegado a la pared sin emitir sonidos. En cuanto la figura se encontró a una distancia prudencial Alya mostró la intención de seguirla y Vicnan se apresuró a imitarle. No sabía cuan afinados eran los oídos del gigante, pero confiaba en la ventaja que su sangre élfica le otorgaba para no ser percibido.

Al ir cerrando la marcha nadie podía ver los gestos que hacía con la cara mientras Alya hablaba, luchaba bien y era valiente ¿pero cómo podía alguien tan joven ser tan estirada? Pero no era el momento y mucho menos el lugar para discutir, porque de hecho el lugar se volvía más extraño a cada paso que daban, aunque hacía rato que había renunciado a intentar comprenderlo.

Al menos todos eran lo suficientemente sensatos como para ocultarse ante el ruido que escucharon al final del pasillo y por suerte la enorme aberración que lo provocaba pareció no percatarse de su presencia, aunque la bruja no pudo evitar pensar «Ildyra, por tu padre, no salgas a hablar con ese puñetero bicho». Cuando la figura pasó de largo, sus compañeros parecían dispuestos a seguirla.

—Un momento, no dejemos que la esperanza de encontrar algo rapido nuble nuestra observación— dijo con una leve sonrisa maliciosa y casi susurrando aunque la criatura se hubiese alejado. —Obviamente esa cosa no parece una de las almas torturadas de este lugar y seguramente esté relacionada con nuestro objetivo. Pero no tenemos ni idea de que está haciendo y tan importante puede ser hacia dónde va, como de dónde viene, si le seguimos seguramente nos acabaremos enfrentado a él sin saber cómo o donde. Así que porque no echamos primero un vistazo a ver de dónde viene por si hay algo relacionado con nuestra misión, y si no hay nada al menos podremos intentar prepararle una emboscada en un lugar que nos interese a nosotros, con su tamaño seguro que podemos encontrar un sitio en el que tengamos la ventaja.

- No me parece mala idea. - susurró hacia su espalda, manteniendo el paso y distancia con la criatura que iba siguiendo. - Aún así, perderlo de vista puede hacer que no lo volvamos a encontrar. - Fue cuanto respondió, para hacer saber que continuaría siguiéndolo, sin intención de entrar en combate con aquello. A fin de cuentas, podía estar volviendo en lugar de yendo. O tener una docena de amigos que se enfadarían si le daban muerte en una emboscada. O... Demasiadas opciones para determinar que una criatura sin un aura malévola debía ser eliminada sin más información.

Allí estaba ese malnacido, se le tensó el cuerpo mientras le asaltan recuerdos de las horas que estuvo allí soportando golpes y lo tenía ahí tan cerca, solo necesitaba perder aquella forma de ratón y degollarlo.

El aviso de Caidus es lo único que evita que dé mas de un paso al frente cegado por la rabia.

Lo que sea, pero ya -Dijo al grupo en voz baja pero apremiante. -Neutralizadlo de algún modo.

Poco después de que las pisadas comenzarán a sonar lejanas, el grupo decidió su siguiente movimiento tras lo cual salieron al pasillo. Tal era la peste que dejaba el cadáver que sin duda no sería un problema rastrearlo por aquellos túneles. Gracias a ello la idea de Cylina cogió fuerza y el grupo no tuvo ninguna pega al respecto. 

Durante varios minutos caminaron tomando el camino de la izquierda. Una vez llegaron al final encontraron en el techo una abertura en el espacio, un portal que unía aquel mundo con un panteón extrañamente familiar. Cuando Elentari se acercó curiosa, esta sintió como los pies dejaban atrás el suelo siendo atraída por el portal. Sin esperar un solo instante sus compañeros la ayudaron, aferrandola por la ropa y tirando con fuerza. 

—Ese es el panteón donde se encontraba la inscripción de la ciudad de Valosh, ¿recordáis?— preguntó la semielfa con la respiración entrecortada por lo acontecido recientemente—. La criatura de antes transportaba los cadáveres del cementerio. ¡Estamos cerca! 

Mientras la joven peliazul hablaba con gran emoción en su voz, los demás observaron el portal, el cual temblaba ligeramente, provocando que este se cerrara poco a poco. La conexión con el otro lado se estaba debilitando, quizás por impedir la tortura de los invitados espectrales de la fiesta.

Sonrió cuando el gato bufó y huyó de allí, una conducta en los animales que a veces le traía problemas, pero que en otras ocasiones, como aquella, no le venía mal del todo. Intentó ignorar, eso si, las miradas de sorpresa, suspicacia o turbación de los demás, pues no quería dar muchas explicaciones al respecto. Con eso solucionado, siguieron adelante.

Y allí, tras un incómodo pase por debajo de una puerta, al fin se toparon con uno de los cabronazos traidores que se había puesto de parte del vampiro, algo le decía que por propia voluntad. Él y el nuevo archimago tenían mucho por lo que responder, y lo harían a su debido tiempo, uno puede que más pronto que tarde. Mientras se planteaba si cargar contra la silla, derribarla y darle el golpe de gracia al capitán cuando estuviera en el suelo, sonrió. No hizo nada todavía, pues parecía que Aerin quería poner en práctica algo, pero estaba más que dispuesto a llevar a cabo su pensamiento si los trucos de los demás no funcionaban. Sería uno menos del que preocuparse.