Partida Rol por web

Después de descansar en el refugio habilitado para ello, el grupo se preparó para continuar su viaje. Habían dado su palabra de que acabarían con los mestizos traidores alineados con los cultistas malignos, una tarea que parecía harto complicada pero que gracias a las cosas que habían aprendido hasta llegar a Neatholm sobre la supervivencia en los subterráneos, no lo sería tanto.

El Jefe Sull los había conducido a una de las puertas que salían desde Neatholm a otro lugar. Junto a su guardia personal, el obeso cacique les dedicó una mirada solemne mientras les tendía un cofre de madera basta. En su interior había seis pociones de vivo color añil y tres de tono dorado.

Os recuperáis 2 puntos de golpe por haber dormido esta noche.

-Perder a hombres de mi reserva no puedo, mas os brindo esta ayuda, que espero sea suficiente para que podáis cumplir vuestra misión. Estoy deseando recibir noticias de los cruzados de la superficie. Neatholm desea luchar como hicieron nuestros abuelos.

Conjuros preparados.

Nivel 0:

Leer Magia.

Detectar Magia.

Confusión (Daze) x2.

Nivel 1:

Sueño x2.

Rociada de color.

-No se preocupe jefe Sull, daremos caza a esos cultistas y a los traidores. Gracias por toda la ayuda y la hospitalidad que nos ha prestado su pueblo, estamos muy agradecidos.

Examinó las pociones una a una para saber su contenido y repartirlas entre sus compañeros.

Volveré aquí algún día. Prometí, proponiéndomelo de verdad. Había empezado mi viaje para conocer mundo y ese lugar era de lo más curioso. Donde no pensaba volver a poner el pie era en la casa del ciego que podía ver el futuro. Ha estado genial conocer este sitio. Espero que podamos acabar con los traidores para devolveros el favor.

Ioseph estrechó la mano del jefe Sull y asintió.

-Gracias por todo. Acabaremos con vuestros enemigos y pronto recibireis noticias de los cruzados. Hasta entonces cuídese mucho, jefe Sull.

Dio un paso atrás y miró hacia los túneles. El descanso y el saber que la salida estaba ya cerca le hacían sentir revitalizado y aunque más de la luz de las antorchas sólo había un bloque de negura absoluta, estaba impaciente por ponerse en marcha.

-Muchas gracias por la ayuda. Ya se que decir si alguien me pregunta sobre los habitantes de los subterráneos -sonrió Coriander.

El descanso le había venido bien. La herida del pecho había cicatrizado por completo gracias a la poción y al reposo, y aunque lejos de sentirse como nueva si que estaba en condiciones de continuar con la marcha.

-Adelante, pues, y que Neatholm os recibirá con brazos abiertos no olvidéis. Si precisáis de ayuda o refugio antes de continuar el camino, volved y se os dará lo que preciséis.

El jefe se despidió con una sonrisa y esperó a que se fuesen antes de regresar a su casa con andar bamboleante.

Tras verificar que las pociones eran de curar heridas leves y de restauración menor, el grupo inició el camino a través del tunel. Al cabo de unos veinticinco minutos, el tunel se volvió muy estrecho, teniendo que pasar uno a uno en lugar de desordenadamente, como lo hacían antes.

Lo primero que vio Ioseph, que iba a la cabeza, fue un par de barricadas de piedra tras las cuales dos mestizos hacían guardia. Al encontrarse con su fuente de luz y su presencia, tan paladinesca, empezaron a aullar y a chillar hacia su espalda mientras preparaban las armas.

Coriander dio un par de pasos hacia delante pasando junto a Iospeh para pegarse a la pared y dejar espacio al resto. Al ver a sus enemigos levantó la ballesta y disparó al que tenía más cerca, pero el virote rebotó en la roca.

Ioseph no iba a dejar pasar la oportunidad de dar el primer golpe. Le hizo un feo corte en el brazo a uno de los mestizos y adoptó una posición defensiva.

-Rendíos de inmediato y tal vez en Neatholm se apiaden de vosotros.

Los dos mestizos atacaron a Ioseph. Uno saltó por encima de la barricada y le golpeó con la clava, que impactó en la coraza sin causar daños. El otro lo hizo desde su escondite, torpe por no querer exponerse.

Ioseph trató de mantener alejado al mestizo herido, pero su ataque no llegó a tocarle.

No perdí el tiempo cuando vio que los mestizos se lanzaban a por Ioseph, cargué una flecha y ataqué al que había recibido el ataque del paladín intentando acabar con él. La flecha no alcanzó al objetivo y me dispuse a cargar otra tan rápido como podía.

Kevveon, viendo que poco podía hacer desde donde estaba, aguardó a que sus compañeros abrieran paso.

Coriander aprovechó que uno de ellos salió de detrás de la barricada para disparar un virote en su dirección.

Ioseph retrocedió y hundió el filo de la guja en el hombro del otro mestizo mientras les ordenaba de nuevo que se rindieran.

Con el virotazo al primer mestizo, Coriander lo hizo caer, atravesado por la garganta y muerto en dos segundos. El otro soltó un alarido de dolor. Con los ojos inyectados en sangre, trató de acabar con el paladín antes de que éste hiciera lo mismo con él. Sus fuerzas lo abandonaban; poco había que hacer.

Ya tenía la flecha cargada, solo tenía que apuntar y disparar... Avancé hasta colocarse dentro de la cueva y disparé mi proyectil hacia el mestizo.