Partida Rol por web

Una actriz y artista famosa, un bárbaro enano dorado (muy raros en las tierras del norte) y un clérigo erudito viajaban junto a una caravana mercante desde el sur hacia la Marca Argéntea. Algunos volvían a su hogar mientras que otros iban a evidenciar los peligros y rigores de una tierra fronteriza y peligrosa.

La caravana iba confiada, siguiendo el río Surbrin y rodeando los páramos eternos. Nadie percibió la emboscada inminente. Un enorme Troll y varios orcos salieron de su escondite y se lanzaron en una encarnizada batalla contra la caravana. Crum, Ilene y Kalu lucharon ferozmente junto al resto de cuerpo de guardia, pero las fuerzas enemigas lograron superarlos en número y poder. El Troll simplemente era demasiado!

El destino les había jugado una difícil, los tres, junto a otras personas de la caravana habían sido capturados y convertidos a esclavos por los orcos. El Troll quedó atrás, pero los orcos escoltaron a los prisioneros en dirección norte. El viaje fue agotador: Largas jornadas nocturnas, con manos atadas y cuellos unidos por cuerdas y cadenas, todos amordazados donde no podían ni hablar entre si. Para completar, la comida era poca y en estado de descomposición, lo más decente que probaron fue un pan rancio con gusanos.

Los orcos no hablaban mucho, lo poco que decían lo hacían en su idioma natal. Los que conocían el idioma orco lograron comprender que eran esclavos y que serían ofrendas para el "Gran Rey", el resto eran insultos, gruñidos y ofensas entre sí.

Los días (o noches) pasaban mientras atravesaban un bosque y luego montañas colinas escarpadas y más montañas. El mundo se redujo a picos nevados que solo eran vistos durante las noches más iluminadas. Los orcos viajaban sin luz a través de una ruta que ya conocían. La cuenta de los días se perdió, incluso para el erudito que intentaba mantener su mente ocupada para no desesperarse, pero el viaje ya se podía contar por Dekhanas y no por días.

El frío empezaba a penetrar piel, sangre y carne, hasta instalarse en los huesos, el rigor del clima norteño empezaba a pasar factura en los débiles cuerpos poco acostumbrados a las extenuantes jornadas. Poco a poco iban cayendo los guardias y demás personas y cada cuerpo que caía se convertía en un festín para los orcos que apenas dejaban los huesos después de chuparles el tuétano.

Hasta que solo quedaron 3, los tres mencionados al principio.

Iban a ser 3 esclavos de orcos, un destino mucho peor que la muerte. Hasta el momento no habían sido violentados o abusados, pero una vez fueran presentados ante el caudillo y diera instrucciones, los abusos constantes serían cosa de todos los días hasta que murieran.
Pero el destino aún les daba otra oportunidad: Así como los orcos emboscaron a los mercantes, un grupo salvaje de ogros y Bugbears emboscaron a los orcos, aniquilandolos al instante y robando todo lo que tenían excepto una cosa: Sus esclavos. Algo era desconcertante, los ogros acostumbraban a saborear la carne humana, pero extrañamente estas criaturas solo se enfocaron en los orcos, observaron a los prisioneros y siguieron con su saqueo como si no estuvieran. Se marcharon después de dejar absolutamente todo saqueado, dejaron atrás los cadáveres de orcos con apenas la vestimenta, la sangre en el suelo y los tres prisioneros que vivían pero muy débiles.

Tan pronto como pasó el shock inicial, el frío nocturno de montaña se coló a través de las ropas, no tuvieron más que suerte al encontrar una caverna vacía donde pudieron descansar el resto de la noche con un fuego que calentó pero que no llenó la barriga. El siguiente día sería el primero de libertad después de muchos, pero esa libertad tendría un costo. Como si el destino quisiera que los tres fueran dignos de esa libertad!

El sol despuntó en un nuevo día. Al salir de la cueva observaron un poco del paisaje. Picos y montañas los rodeaban por todas partes. Era momento de tomar una decisión: Podían resignarse tener una vida en las montañas o podían viajar en alguna dirección hasta encontrar civilización.... Por ahora, los cadáveres de los orcos seguían donde estaban, congelados hasta la médula.

Llevaban días de marcha al ritmo de los 100 veces malditos orcos. Solo quedaban ellos tres, aun habiendo descansado aquella marcha les había agotado y llevaban tiempo sin comer medianamente decente. No sabían con exactitud donde estaban ya que no habían viajado en las mejores condiciones para fijarse por donde habían viajado.

Estaba enfurecido, aquellos malditos orcos habían pasado por encima de toda la caravana y por si fuera poco seguía con vida y estaba libre gracias a unos ogros. Lo siguiente sería que les invitara a cenar un grupo de gnolls.

Aún en su enfado por lo sucedido había vuelto al entorno que donde más a gusto se encontraba, respiro fuerte el aire frío de la montaña y en el mismo instante un gran rugido salió de sus tripas. Los tres estaban desnutridos y sus dos compañeros de desgracias no parecían estar echos para estar mucho tiempo en lo salvaje. Debía salir a buscar alimento como había echo cientos de veces para que pudieran recuperar fuerzas.

- Debemos comer. Puedo buscar alimento para todos. Esta tierra puede ofrecernos buen alimento pero no agradable al sabor. No estaba habituado a hablar demasiado desde que se exilió por lo que prefería dar frases cortas y concisas que no le llevaran a un dialogo con el resto de la gente. -Cueva buena para recuperar fuerzas un día o dos. Marchar sin fuerzas puede ser el fin. Los gruñidos se le escapaban constantemente mientras hablaba estaba incomodo con la idea de salir sin un arma en busca de alimento.

Ilene estaba deshecha, completamente. Poco se podía imaginar lo que podía depararle el destino cuando decidió unirse a la caravana que la llevaría a la Marca Argéntea, al norte. Llevaba unos días amenizando las noches de la taberna local y una vez más sintió el deseo de avanzar en el camino. La caravana había sido su oportunidad.

Lo que daría ahora por estar allí de nuevo... pero estaba viva y eso ya era algo. Supuso que los orcos la habían confundido con un muchacho ya que muchas veces se hacía pasar por uno y no era normal ver a una joven luchando contra ellos. Ella no deshizo el engaño y quizás fue eso lo que le hizo pasar desapercibida, un muchacho delgado que no merecía la pena mirar dos veces. En el segundo ataque, el de los Ogros, Ilene se había echado al suelo y no movió un músculo hasta que la batalla hubo terminado. Pensó que sus días habían acabado, pero una vez más la suerte le sonrío.

¿Suerte? Apenas cubierta con harapos en una cueva con un enano y un hombre y sin fuerzas apenas para sostenerse. Viva, pero poco más.

El fuego fue una bendición. Se acercó temblando al mismo y se quedó sentada delante, hasta que la voz del enano la sacó de su estupor.

Escuchó al enano. Tenía razón, pero ella se había criado en un pueblo pequeño y luego había recorrido mundo siempre de ciudad en ciudad, no sabía que hacer en mitad de... ¿dónde? ¡ Ni siquiera tenía una remota idea de dónde estaba !

Asintió al enano. Sí, un día o dos... un poco y se recuperaría y ayudaría en lo que pudiera. Era incapaz de articular un sola palabra ¡¡ Ella, que siempre tenía réplica para todo !! 

El cansancio y el frío superaba al hambre e Ilene se acurrucaba junto al fuego cerrando los ojos.

Vivía, lo había logrado, después de tanto sufrimiento había conseguido salvarse de aquel destino. El hambre hacía mella en su cuerpo pero su mente, protegida por su excelentísimo, se mantenía fuerte y firme como la voluntad de aquel enano que ahora sugería salir a proveernos alimento.

Ese descanso junto a las llamas lo habían vigorizado, motivado y el no deseaba ser una carga para el grupo.

Es por eso que, mientras su mente se preguntaba por los motivos de aquellos ogros y la cultura en la que debían estar inmersos para reaccionar de esa forma, se levantó y se acercó al enano a quien dijo:

-Mi nombre es Kalu, un seguidor del gran Boccob y no pretendo morir en esta montaña. No soy un gran superviviente pero podría ayudar dado que sé en qué dirección nos han llevado todos estos días. Estoy seguro que si volvemos sobre nuestros pasos por un par de días seremos capaces de descubrir donde estamos-.

El sacerdote miró a la hermosa joven junto al fuego y añadió -Es peligroso que vayas sin un arma. Quizás haya algo en esos orcos, vamos,  te ayudare a buscar algo- giró hacia ella y le dijo -cuando te sientas mejor ayúdame a traer los cadáveres aquí, veremos que podemos conseguir de ellos, no te preocupes, estaremos bien ya que SU ojo nos guía-.

Luego salió de la cueva, insultando por el frío en dirección a los orcos caídos.

- Mi nombre es Crum. Tienes razón. Vayamos a ver que podemos aprovechar de los orcos. Miro hacia la muchacha y la vio con actitud derrotista. Se le escapó un gruñido mientras la miraba. - Recupera fuerzas señora. El volverá en breve. Requerirá ayuda. Yo volveré más tarde con comida. No desesperé.

Estaba incomodo intentando reconfortarla. No sabía coml hacerlo pero la veía tan desolada que no pudo evitarlo. ¿Aún quedaba algo de civilización en él o era un instinto primario por defender a las criaturas debiles de la naturaleza? Había pasado tanto tiempo fuera que era incapaz de saberlo por si mismo.

Se giró hacia la salida de la cueva y fue a echar mano de su espadón para estar preparado para la exploración. Un fuerte gruñido salio de su boca al no agarrar nada y recordar una vez más que estaba desarmado.

-Señor Kalu vayamos por un arma. ¿Por allí? Salió en dirección a donde habían sido atacados entre gruñidos y maldiciones.

Ilene escuchó sin decir una palabra al ¿clérigo? Eso de "su OJO nos guía" le sonó al algún tipo de culto. En la caravana apenas se había fijado en él, por lo que no sabía muy bien de qué iba ese culto. Empezaba a tranquilizarse al ver que los hombres no eran hostiles ni parecía que iban a abusar de ella. Sabía que en momentos desesperados las personas hacían cosas que en circunstancias normales ni siquiera se les pasaría por la cabeza.

El calor de la hoguera improvisada penetraba en su interior y le hacía sentirse cada vez más fuerte y segura. Estaba libre y poco a poco esa idea iba calando en su alma.

Incluso el rudo enano la trataba bien. Había sido el guardián de la caravana por lo que Ilene confiaba en él. Había tenido suerte con estas personas. Tenia la voz quebrada, pero al final se decidió a hablar.

- Soy Ilene. En cuanto me recupere un poco no seré una carga. Me quedaré cerca y recogeré algo de leña para mantener el fuego, no teman por mi.

Se miró lo delgada y débil que estaba, seguramente pensaban que no había nada que ella pudiera hacer.

- Si encontráis algún arma pequeña, podría usarla. Una daga o una espada corta.

Se puso en pie y se estiró un poco. No le apetecía salir al frío exterior, pero hacer algo le vendría bien y la leña sería necesaria. Incluso entre ella podría encontrar algún palo que pudiera usar como arma.

-Ilene y Crum- trabaja mentalmente a fin de recordar esos nombres -Un placer- dice a ambos. Antes de alejarse desea suerte a la muchacha y se ubica a la vera del enano.

Un paso por detrás de Crum y a su izquierda Kalu da direcciones explicando a su compañero donde se encuentra el Norte. Le comenta aproximadamente cual era la ruta que habían seguido (lo que recordaba al menos) y oteaba el entorno para estar consciente de posibles peligros, objetos útiles o pistas que le den un indicio de donde diablos se encuentran.

Hacía mucho frío pero aun así el día estaba despejado y sabía que podría acurrucarse contra el fuego al acabar su tarea. Calculaba que, de conseguir recursos básicos y sobrevivir un par de días serían capaces de resistir un viaje lo suficientemente largo como para alcanzar la civilización nuevamente. Aun con mala suerte seguro serían capaces de llegar a un entorno menos desolado que aquella montaña helada.

Los tres salieron de la caverna, pero regresarían en distinto orden.

Ilene no se alejó demasiado, apenas para recolectar algo de madera seca del suelo, aunque 'seca' era una palabra generosa ya que el suelo estaba cubierto de nieve, pero serviría a su propósito: de mantener vivo el fuego. Sus ojos observaban al clérigo de algún extraño culto, mientras daba indicaciones al enano. Luego observó como buscaba entre los orcos mientras el Enano se iba de cacería, CON LAS MANOS LIMPIAS. Ilene creía que el Enano no regresaría con nada, ¿cómo era posible cazar sin armas?.

Cuando Kalu regresó a la cueva, Ilene estaba acomodada junto al fuego. No fue mucho lo que el clérigo encontró: Un Onyx por un valor de 10 monedas de oro, 2 monedas de oro, 8 monedas de plata y una daga. Todo estaba escondido entre las botas de los orcos, donde los Ogros no buscaron.

La mañana pasó y ni señal del Enano. Ambos empezaron a preocuparse y a medida que llegaba la tarde empezaron a temer lo peor. Pero aquel Enano sorprendió con su llegada cuando el sol empezaba a despuntar. En sus manos traía una liebre de campo, algunas bayas, raíces de yerba. consiguió una roca con forma cóncava, puso la roca al fuego y vertió nieve y las yerbas para hacer un té que llegó hasta el alma a sus compañeros. La liebre, a pesar de estar quemada en partes y cruda en otras, cayó como bendición de los dioses, hasta los huesos quedaron hechos astillas tras extraerles el tuétano interno.

El ánimo estaba mejor que el día anterior, de eso no cabía duda. Una nueva noche cayó con sus sombras sobre los viajeros y era momento de descansar para recibir un nuevo día, pero primero debían establecer guardias. No querían que alguna criatura los sorprendiera dormidos a todos.

Efectivamente así fue.......

En medio de la noche, mientras el enano vigilaba con la daga encontrada en la mano, escuchó el sonido de unos pasos. Apareció una criatura bípeda más grande que un humano promedio, pero demasiado delgado para ser orco. El enano despertó a sus compañeros y apretó la empuñadura de la daga mientras la figura se acercaba. Cuando el fuego iluminó, se trataba de una mujer norteña, bastante alta. Estaba ensangrentada y con un espadón entre sus manos, pidió ayuda en un susurro casi inaudible y cayó al suelo bajo su propio peso.

Kalu se despertó zamarreado por el enano (una hermosa forma de despertar en comparación a los últimos días) en la noche templada por el fuego, una gran figura se acercaba a la entrada de la cueva en la que estaban amenazando sus vidas.

El clérigo vio a la muchacha que se despertaba y le hizo un gesto de hacer silencio, se colocó pegado a la pared de la caverna y respiró profundamente. Comenzó a sentir los ecos del poder divino a su alrededor, la energía fue absorbida por su cuerpo y comenzó a fluir por él.

Pensaba en arrojar una estaca de severa gloria* contra el monstruo que saliera de entre las sombras, facilitando los ataques de sus compañeros pero lo que vio lo congeló más que las cimas nevadas a su alrededor.
Era una mujer, muy malherida, bañada en sangre y que con sus últimas fuerzas rogó por ayuda.

Sin dudarlo se arrodilló junto a ella y musitando el nombre de su santo guía entre intrincados mantras marcó una pequeña estrella en el hombro de la dama caída. Una ligera luz de sacro poder divino entonces pasó del sacerdote a la moribunda cuyas heridas comenzaron cerrarse de inmediato.

Ilene se despertó sobresaltada esperando encontrarse de nuevo entre los orcos, aunque rápidamente fue consciente de donde se encontraba. Observó a Kalu y guardó silencio mientras veía la figura entrando en la gruta.

Al principio no reaccionó suficientemente rápido al ver caer a la chica y dejó que Kalu se le adelantara. Por su parte, Ilene tomó el espadón y lo arrojó lejos del alcance de la mujer que había entrado.

Observó con interés como Kalu lanzaba su bendición sobre la muchacha y como sus heridas empezaban a cerrarse. Para Ilene era buena señal ya que significaba que su amigo era un clérigo al servicio de un Dios bondadoso. Poco a poco se iban conociendo.

Ilene no tenía poderes divinos, pero sí tenía gran experiencia en el cuidado de heridas y la curación, aunque en su caso era producto de la experiencia y no de la canalización de un Dios poderoso.

Pidio a su compañero que la ayudase a acercar el cuerpo de la chica al fuego mientras se rasgaba parte de sus ya escasos restos de ropa para obtener una venda, que limpió añadiendo nieve a los restos calientes del te que antes habían tomado. Con mano experta procedió a limpiar las heridas mientras observaba por si encontraba algún hueso roto o alguna herida interna que no fuera evidente. Ante sus compañeros eximía una gran destreza localizando y limpiando las heridas.

Mientras lo hacía, Ilene cantó. La suya era una voz dulce y suave que llegaba al alma y relajaba. Los compañeros que oían su cántico sentían como su alma quedaba reconfortada y como el sufrimiento y el dolor quedaban atrás. Al igual que con la bendición de Kalu, las heridas de la chica se cerraban e iba recuperando el aliento.

Estaba inquieto, no había demasiado alimento en la zona, le había costado tiempo encontrar algo que pudiera satisfacer el hambre de los tres. Tras la larga exploración que había realizado volvió con poco entre sus manos, si bien perdido bastante tiempo en cazar la liebre y estaba seguro de que en la zona encontraría más deberían apremiar su marcha.

No dijo nada mientras cenaban, tanto sus compañeros como él disfrutaron de lo poco que había conseguido y no quería aguarles la fiesta. Les pidió que descansaran mientras el realizaba la primera guardia, se agenció el cuchillo y se alejo hacia el umbral de la cueva. Esperaba que nadie hubiera localizado su rastro pero de haberlo echo y dado el frío que hacia no tardarían en aparecer en el interior de la cueva.

No aguanto mucho en la salida de la cueva por el frio y volvió al interior, más cálido gracias a la hoguera, a sentarse cerca de sus compañeros que ya descansaban plácidamente y alimento las llamas para que el fuego no cesará. Por desgracia poco duro su descanso, en la entrada de la puerta vio una sola figura entrando en la cueva y no tuvo más remedio que despertar a sus compañeros. No quería hacer ruido por si aún no les habían visto, pero no pudo evitar gruñir continuamente. Se puso por delante de los dos humanos mientras se desperezaban y se puso en guardia con la daga. Le resultaba incomoda al ser un arma tan pequeña, para él era poco manejable, pero no tenía otro arma con el que defender a los dos supervivientes de la caravana. La adrenalina comenzaba a fluir en él, sus músculos se tensaron mientras la criatura avanzaba hacia el interior.

Las llamas mostraron su figura y no resultó ser ninguna amenaza por el momento, ya que calló en redondo al suelo. Gruñó. No se fiaba de que pudiera ser una trampa para despistarlos. Sus dos compañeros fueron al momento a ayudar a la mujer que había pedido ayuda, por lo visto el humano era sanador. La mujer tardó un poco más en avanzar y entonces reparó en el espadón que retiraba del alcance de la mujer herida.

Con la daga se sentía bastante inútil pero con ese espadón podría retrasar una emboscada, por lo que dejo caer la daga cerca de la mujer que comenzó a cantar con una voz hermosa. No te despistes con esa voz se recordó así mismo. Mantén cerca la daga por si la necesitarás, voy a comprobar que no venga sola.. Recogió el espadón para acercarse hacía la entrada. Mientras esté en su estado y con nosotros no necesitará el arma.

Se acercó con cuidado a la salida y con los muslos tensos, sus manos se habían acomodado al espadón, era muy similar al que solía utilizar, observando que no hubiera nadie más alrededor y que la cueva siguiera siendo segura para sus compañeros.

La mujer respiró más tranquila tras recibir las bendiciones del clérigo y el confort que generaba el canto mágico de la muchacha. Aunque el efecto del canto afectó únicamente a la mujer recién llegada, todos quedaron cautivados con su voz.

El Enano recogió el espadón de la Norteña y salió de la cueva, observando a algún posible perseguidor o si venía con compañía. Pero nadie apareció.

La mujer se identificó como Garla.

-Mi nombre es Garla. -Dijo un tanto soprendida por la presencia de aquellos 3 sujetos con tan poco equipo encima ¿Cuánto tiempo han estado con solo el ropaje, una daga y un fuego?

Sus heridas aún estaban abiertas*, pero atendidas de manera eficaz por la barda. Su energía estaba renovada gracias a la ayuda mágica y pudo decir algunas palabras más luego de recibir algo de agua.

-Viajaba con mis compañeros, junto a un mago que nos contrató para buscar un componente muy raro que solo crece en las montañas del espinazo. Sin previo aviso una pareja de Dracos cayeron sobre nosotros, intentamos defendernos como pudimos, pero simplemente eran demasiado para nosotros.

Paró un momento mientras se sumergía en sus pensamientos, pensando o recordando el último momento de sus compañeros.

-Viéndolo en retroespectiva, creo que las bestias solo querían las mulas donde cargábamos nuestro equipo, de haber renunciado a atacarlos, aún seguiríamos todos en pie. -Una lágrima solitaria recorrió su mejilla hasta entrar en su boca por la intersección entre sus labios superior e inferior.

-Algo me decía que no debía venir, jamás debí haber aceptado este trabajo, maldición! -Dijo para si misma,mientras su puño golpeaba la tierra del suelo.

-¿Quienes son ustedes? ¿Qué hacen tan lejos?¿Cómo han sobrevivido? -fueron una de lasmuchas preguntas que Garla empezó a hacer.

Al ver que la mujer reaccionaba, Ilene dejó de cantar. La realidad es que no tenía nada grave, sus heridas sanarían pronto con un poco de reposo.

Ilene tomó la daga que le había dado Crum, pero no tenía donde ponérsela, así que la llevaba en la mano. Apenas llevaba ropa y se sentía bastante molesta con eso. No era solo el frío, se sentía avergonzada de no poder cubrirse lo suficiente, aunque sus compañeros se estaban portando en ese sentido perfectamente.

La noticia de que Garla había sido atacada por unos Dracos la abrió un poco la esperanza. Los Dracos al contrario que los orcos u ogros no se preocupan por el equipo, sino por las presas. Era más que posible que después del ataque de los Dracos hubieran dejado el equipo tirado en el lugar del asalto.

Pero no estaría allí mucho tiempo. Por las heridas de la mujer, el ataque no debería haberse producido hacía mucho tiempo ya que de otra forma habría cicatrizado algunas de ellas y en vez de sangre tendría costras pegadas.

Sabía que era mal tema, pero Ilene necesitaba algo de ropa. La de la mujer le vendría grande, pero se la adaptaría lo mejor que pudiera.

Hacía frío fuera, pero si no estaba muy lejos se atrevería a salir e intentar encontrar algo entre los restos.

- Necesitamos algo de equipo y puede que haya quedado algo en donde te atacaron los dracos. ¿Puedes indicarme más o menos a qué distancia está?

Ilene no era buena rastreadora, pero las pisadas de la mujer era muy diferentes a las suyas o a las de los dos hombres y confiaba en poder seguirlas por la nieve. O podía pedir ayuda a Crum, que parecía que se desenvolvía perfectamente al aire libre.

El sacerdote escuchó en silencio la historia de aquella mujer, su historia no solo era triste sino también esperanzadora, sin embargo no se lo diría, aun parecía muy inestable por la pérdida y no veía su ganancia.

-aun en el extremo más frío de la marca mi Señor se las apaña para hacer su trabajo y fue a partir del dolor que enseñó a esta buena guerrera algo nuevo acerca de los Dracos. Ese dolor es la emoción, normal y buena, que por ahora enturbia su iluminación pero estoy seguro de que ese aprendizaje la ayudará a ella y quizás a otros en el futuro; posiblemente salvando más vidas de las que costó-

Cerró los ojos un instante y realizó una plegaria en baja voz para los caídos -Que su deidad los abrace en su nuevo viaje y paz llegue pronto a los corazones que latían por ellos-.

La muchacha llamada Ilene parecía mucho más dada con las palabras, dejaría que ella le explicara a Garla la situación puesto que ella sería mucho más docta en tal caso, solo contestó lo básico -Unos orcos nos llevaban como esclavos tras asaltar nuestra caravana, sobrevivimos por fortuna y las habilidades de supervivencia de nuestro guía-.

Procedió entonces a tomar un pedazo de carbón y anotar ciertos datos para usar al otro días en una pared de la caverna* ignorando lo demás.

Crum fue veloz hacia el umbral de la cueva, bastante más ágil de lo que su cuerpo y el espadón que agarraba fuerte en sus manos el deberían permitir, pero el tacto con el mango del arma le había revitalizado. La noche no le permitía una buena visión del exterior. No había ruidos en el exterior, ni siquiera parecía que la sombras se movían. La melodía de su compañera de tragedia seguía sonando, su tono era muy dulce. Te estas reblandeciendo Crum. Se dijo a si mismo.

Volvió al interior de la cueva entre gruñidos, hacia mucho frío en el exterior pero por lo menos no hacia ni viento ni lluvia ni nieve. Eso le daría ventaja a la mañana siguiente para poder encontrar alimento, ya que esta vez serían cuatro personas.

Llego al tiempo en el que la mujer se introdujo así misma y contó su historia. Aún estaba herida pero parecía que con los cuidados de sus compañeros había recuperado las fuerzas.

Malas noticias traía, además de orcos y ogros en la zona también había Dracos. Había tenido mucha suerte el día anterior de no haberse encontrado en peligro con tanto enemigo alrededor. Seguían desarmados y no era conveniente que se quedarán mucho más allí si querían sobrevivir. Recordó de pronto que aquel arma no le pertenecía.

- Mi nombre es Crum. Esta es tu arma. Le dijo tendiéndosela a su lado. A simple vista no parecía ningún peligro para ellos y el arma era suya. Si hubiera sido su arma no le hubiera gustado que se la quedara otro cuando el estuviera debilitado. Un pequeño gruñido se le escapo al depositarla a su lado, se sentía muy a gusto con el arma en las manos. Se quedó de pie apoyado en una de las paredes de la cueva cerca donde había dejado el espadón.

Su compañera tenía una voz melodiosa sin embargo fue bastante brusca con la mujer que acaba de perder a su grupo de aventureros. Estaban desesperados y en una situación precaria pero debían mantener la calma para sobrevivir. El ataque de los Dracos debía haber sucedido la tarde anterior por lo que todavía podían estar cerca para terminar de alimentarse de las mulas.

Levanto la mano en señal de "Stop" hacia Ilene intentando no ser muy brusco. - Mejor esperar a la mañana. Hablaremos mañana sobre el equipo. Sus heridas son recientes. Debe descansar. Le costaba mucho hablar tan de seguido y se le notaba en las expresiones duras de su cara. No estaba habituado pero necesitaba que Ilene mantuviera la calma, eso les daría más posibilidades de salir de ella, presionar a la mujer la acabaría poniendo en su contra.

El curandero hablo con más tranquilidad y asintió en agradecimiento a sus palabras cuando le mencionó. Otro gruñido salió de su boca al asentir, seguía incomodo con tanta gente alrededor. Pero tenía que acostumbrarse, su etapa de exilio en soledad había pasado y si quería ser más fuertes para vencer a su totem debía recorrer los caminos y emprender aventuras para mejorar sus habilidades.

Levanto la mano en señal de "Stop" hacia Ilene intentando no ser muy brusco. - Mejor esperar a la mañana. Hablaremos mañana sobre el equipo. Sus heridas son recientes. Debe descansar. Le costaba mucho hablar tan de seguido y se le notaba en las expresiones duras de su cara. No estaba habituado pero necesitaba que Ilene mantuviera la calma, eso les daría más posibilidades de salir de ella, presionar a la mujer la acabaría poniendo en su contra.

 Al escuchar las palabras del enano Kalu añadió -Ambos deben de hacerlo, tu también Crum. Yo tomaré la siguiente guardia así pueden descansar los guerreros. Según mis cálculos podremos obtener bastantes recursos de los orcos que nos habían intentado esclavizar- miró a Ilene -Abrigo y hasta alguna herramienta si no me equivoco así que necesitaré que me acompañes mañana a revisar. Garla podrá quedarse y cuidar el fuego mientras descansa y se recupera-.

Finalmente observó a la herida y dijo -Mi nombre es Kalu, fiel de Azuth, buscador de su llameante sabiduría, un placer. Preferiría que duermas y te recuperes, ahora estás a salvo. Mañana encontraremos algo con lo que curar esas heridas-.

Crum asintió ante las palabras del hombre, parecía un hombre con sentido de la supervivencia. El día había sido duro y si quería aportar su labor al 100% al día siguiente debía descansar.

Crum sonrio al oir las palabras de la mujer de la dulce voz. La habia entendido perfectamente. Pero emocionalmente para la guerrera podía ser un shock y algo muy frío el pensar en sus amigos caidos como herramientas de supervivencia.

- Sigue siendo de noche. Es peligroso salir ahora. Hace mucho frio. Ella esta herida por dentro por su perdida. Mejor otro momento para hablar sobre ello. Pasar tranquila esta noche. Ella quede en paz con los caidos. Esperaba que entendiera que la idea era buena pero quiza el momento de decirlo no era idoneo.

Asintio con la cabeza cuando le acerco la daga y se sentó en la misma pared que estaba apoyado e intentó conciliar el sueño cosa que no le llevó mucho tiempo.

Ilene contempló a sus compañeros, posiblemente no la habían entendido.

- No quiero que ella me acompañe, está herida y no creo que volver donde fue atacada le ayude en nada, pero sí que quisiera saber en qué dirección y a qué distancia está el carro. Yo me arriesgaría a acercarme si no está muy lejos.

Ilene intentó mostrar su hilo de pensamiento a sus compañeros.

- Un carro solo puede circular por un camino y un camino lleva a alguna parte. Si encontramos el carro encontramos un camino para salir de estas montañas. - Un estremecimiento recorrió el cuerpo de la muchacha, se acercó al fuego. - Además, necesitamos algo de ropa y algún arma.

De pronto recordó algo.

- Toma de nuevo tu daga - a Crum - le vas a sacar mejor provecho que yo. Cuando obtengas un arma mejor ya me la dejarás.

Los orcos eran todos combatientes, una docena más tres liderados por un orco enorme y malhumorado. Todos utilizaban armadura de piel y cargaban diferentes armas de baja calidad, desde hachas hasta espadas y armas de asta. Solo unos pocos llevaban escudo. El líder si portaba un espadón bien mantenido y un enorme escudo que ayudaba con la defensa junto con su camisón de mallas. Todo había sido rapiñado por los emboscadores y no había quedado nada. Ni armaduras ni armas ni provisiones, solo unas cuantas monedas y una gema escondidas en las botas y en otros lugares.
El ropaje de los orcos era demasiado apestoso para ser usado y no abrigaría más de la ropa que ya traían puesta.

La mujer comprendió con quienes estaba tratando, no eran ermitaños, eran gente extraviada y parecían bastante competentes. Se levantó con gran esfuerzo, apoyándose en su mandoble que aceptó de buen grado de las manos del Enano. Desenfundó de un costado un hacha de mano, de su pierna una daga afilada y de su espalda una jabalina con bastante uso. Las arrojó al suelo, no pronunció palabra, pero lo héroes entendieron que las estaba ofreciendo.

-Llevo toda la tarde y la noche deambulando sin rumbo, buscaba refugio cuando llegué aquí. El lugar del ataque no está muy lejos, pero necesito descansar si quiero seguirles el paso. Puedo llegar al lugar si así quisiera.

Había sobrado un poco de comida que Crum había conseguido, le ofrecieron a la norteña algo y un poco de té. Después de comer no demoró en caer en un profundo sueño.

Kalu valientemente hizo la guardia el resto de la noche, sacrificando poder recuperar su mente para nuevos conjuros pero brindando descanso al combatiente, a la norteña agotada y a la barda frágil (aparentemente).

El sol despuntó y la luz entró tímidamente en la caverna, un nuevo día en las montañas y el viento soplaba frío e inclemente. Las aves de rapiña ya habían acabado con los restos de los orcos muertos. 

Era hora de planear las acciones de este nuevo día.... O se movían o se mantenían!

Muchas gracias, ya lo comprendí :D