Partida Rol por web

A diferencia de su compañero, Sir Rudolph tomo su decisión. No era el momento de cuidar las formas. Los monjes estaban atacando a Ulrich con ferocidad y Denia, de alguna manera había atacado al Abad. Eso, para el, significaba que si quería defenderla debería combatir con los monjes.

Y de combatir el caballero sabía.

Con su espada en la mano avanzó, rodeando el dolmen que tenía frente a si dispuesto a utilizar su arma. Su primer objetivo podría haber sido el monje más cercano, pero al ver como deambulaba, aparentemente ciego a lo que ocurría a su alrededor, el caballero sintió que atacarlo no sería una acción honorable y avanzo hasta el primero de los monjes que aparentemente si podía ver. por lo emnos lo sufucente como para intentar golpear a Sir Ulrich

- Tu, no es correcto que sean cinco contra uno. Inténtalo conmigo - lo retó seguro de si mismo, esperando que el monje girara para enfrentarlo antes de mover su arma con más fuerza que habilidad - Veamos si eres tan valiente en el uno contra uno - insistió mirándolo fijo a los ojos mientras preparaba su escudo luminoso para recibir la que suponía sería la réplica del monje

A diferencia de Ulrich, Rudolph no usó su espada como un garrote. Por ellos, aunque el Filo de San Bonifacio era una hoja más pequeña que la espada de estrella del más veterano, su efecto fue mucho más macabramente espectacular, el tajo hendió al monje de arriba a abajo, dejándole tendido medio abierto en canal presa de espasmos agónicos.

- No os andéis con remilgos ahora, el Abad quiso sacrificar a Denia a una diosa corrupta, ella os lo dirá, y la daga está a los pies del altar, junto a él. Y algo terrible y maligno está a punto de llegar desde el bosque. Más vale que os deshagáis de estos cultistas ya, para enfrentaros a lo que sea que se acerca.

Mientras hablaba, Denia dio otro paso para hacerse espacio y disparar al otro monje que tenía junto a ella, que al igual que su compañero, vio como dos flechas penetraban profundamente en su pecho.

Nuevamente cuando el arco de Lirio silbó, un monje acabó en el suelo, inmóvil, en un manantial de sangre que no tardó en formar charco.

La joven se reposicionó, poco convencida de la necesidad de abatir a los monjes ciegos, para ayudar a Ulrich y abrirle paso hasta Denia. Su arco volvió a silbar, aunque su flecha estaba claramente escorada a la derecha para evitar a su aliado.

Eso no fue óbice para que la saeta alcanzase en el hombro al rival, que mareado por el golpe en el estómago y la pérdida de sangre, puso los ojos en blanco y se desmayó tras tambalearse durante un par de segundos.
 

Denia vio que el Abad empezaba a despejarse y decidió tratar de evitar que pudiera emplear sus poderes corruptos contra los amigos que arriesgaban su vida por ella. Señalándole cerró la mano, tratando de que la entidad que hubiera posado su mirada en ella, fuera diosa, dios o la propia vida hiciera lo mismo con él.

Por desgracia Ludwig empezaba a estar más despejado, recuperando su entereza mental y, aunque por un segundo se quedó tieso como un palo, temblando y rilando acabó rompiendo el embrujo.

Ludwig terminaba de despejarse para ese momento, aunque lo único que pudo hacer fue amenazar.

-"¡Infieles! ¡Descreídos! Pagaréis por ésta intrusión, sólo retrasásteis lo inevitable. El hijo de La Cabra os castigará por ello, sobre todo a tí, la que podría haber sido hija predilecta ¿por qué ayudas a quienes violan a la Madre?" - las últimas palabras las dirigió a Lirio, claramente.

Los monjes más alejados de la pelea seguían tratando de localizar enemigos, incluso pudieron ver que chascaban contrariados por las voces del Abad, pues sin duda les habían distraído de su cometido. De los tres que trataban de apalear a Ulrich a ciegas uno quedó confundido por la llegada de Rudolph y los gritos de agonía y dolor, pero los otros dos siguieron con su somanta de golpes a ciegas, ésta vez multiplicados por dos en unas rutinas veloces pero carentes por completo de control y amenaza.

Fue en ese momento, con la batalla casi ganada, cuando el mundo se vino abajo, al apartarse los árboles del fondo del claro para revelar un horror inimaginable que sobrecogía el alma.

Un horror sin nombre, parecía una mezcla de árboles enmohecidos, hecho de materia vegetal crecida sin control, lleno de bocas, con piel de madera negra y ramas móviles como tentáculos emergió en el claro y rugió.

Rugió con ira, con furia, con odio infinito, con dolor y ansia. Ansia por su muerte, por regarse con su sangre y crecer en ellos, usarles como el abono que hiciera crecer su fecunda semilla impía. La Madre vendría, si no hoy en mil años, o en un millón pero vendría. Era el momento de tener hermanos, avanzó decidido hacia ellos, dejando a su paso un rastro de vegetación oscura creciendo, mutada, sin control.

Lirio estuvo a punto de vomitar. Aquello era todo lo contrario a Gaia, donde su amada diosa ofrecía vida y belleza, ese ser solo ofrecía repugnancia y muerte. 

- Acabad con el Abad y los monjes lo antes posible. Si no tuvísteis pudor en matar campesinos, no lo tengáis en matar a quienes iban a sacrificar a Denia a la diosa que ha creado esa aberración.

Lirio dio un paso hacia adelante, solo uno, para acercarse más al círculo de Dólmenes. Sin embargo no continuó su camino sino que se quedó quieta, concentrada.

Los mismos cielos parecieron responder a su plegaria, y las nubes comenzaron a arremolinarse sobre el bosque, como si estuviesen viendo una versión acelerada de una tormenta. Cuando Lirio miró alrededor de nuevo hizo un gesto, un simple gesto, y un rayo descendió de los cielos para golpear a aquella aberración de la naturaleza totalmente antinatural.

La elfa, o lo que fuese, maldijo internamente no haber preparado ningún conjuro de fuego, no había pensado que la corrupción pudiese ser tan profunda, tan destestable, tan odiosa, tan repugnante.

La electricidad recorrió las ramas de la criatura, chamuscando y llenando el aire del acre olor del ozono y algo parecido a la madera mojada quemándose, sólo que mucho más ácido y repugnante.

Por un momento Rudolph estuvo a punto de contestarle de mal modo a la elfa. Sus palabras no le habían gustado en lo más mínimo. Sin embargo, tras las palabras del abad y la aparición de la extraña criatura, optó por comerse sus propias palabras y avanzar hacia la novicia con el fin de rescatarla.

El del escudo brillante se movió por el campo de batalla, pisando sobre el cuerpo de uno de los monjes, ya sin vida y esquivando a los monjes cegados y al que parecía arder. Nnguno de ellos parecía ser un peligro real

- Tu, ahora es TU turno! - amenazó al monje que quedo frente a su espada antes de mover su arma en un furibundo tajo vertical

El estrépito que se oía en la lejanía pronto avanzó e hizo su aparición en el claro dejando ver aquella monstruosidad hija del demonio. Algo a lo que el caballero no se había enfrentado en la vida. Algo totalmente desconocido y amenazador. Tan terrible como mortal. Un desafío para el que el caballero, y posiblemente ninguno de los presentes estaban preparados a enfrentar. Miró con profundo odio al abad, conocedor de ser el causante de lo que se encontraba enfrente a ellos. 

Por el rabillo del ojo pudo ver como Rudolph avanzaba para enfrentar al causante de aquello. Tranquilo al ver que su compañero asistía a Denia le gritó sabedor de las capacidades de su compañero y confiado en que daría su vida por defender a su protegida:

-Acabad con el causante de todo esto, Sir Rudolph, y proteged a Denia a toda costa.

Tras lo cual miró hacia aquella criatura, santiguándose y tragando saliva golpeó al monje que se encontraba frente a él para abrirse paso pero el intento hizo que golpease el aire. Sin tiempo para preocuparse de su fallo avanzó hacia la criatura esperando poder aguantar si acaso un asalto o dos.