Partida Rol por web

- Yo no estoy... acostumbrada a trepar por las paredes. Por otro lado, si hemos de ir por corredores buscando, quizás no es buena idea que os acompañe desde el inicio. Lo primero sería saber donde va a ser el ritual, no vaya a ser que estemos dando vueltas por el monasterio y sea en el patio, o en el bosque, o quien sabe... Cuando más tiempo esté rondando salas sin estar acostumbrada, más posible que nos encuentren a todos.

- Por supuesto que ayudaremos con la vigilancia - aseguró el joven caballero - Permaneceremos en el camino, y no nos acercaremos a las luces que nombráis - agregó dispuesto a dejar clara su posición - Excepto que nuestra presencia sea requerida por vos - completo mirando al abad, pero esperando que la novicia se sintiera incluida en el "vos".

- Si en algún momento decidís que nuestra presencia es necesaria, sea para lo que sea, solo debéis llamarnos, intentaremos mantenernos al alcance de vuestra voz - se explicó Sir Rudolph sin dejar de mirar al abad - Seguramente no será necesaria, pero quisiéramos daros la seguridad de que si por algún motivo nuestra presencia es requerida, allí estaremos, listos para lo que estiméis necesario -

Tras una pausa alejo la mirada del superior del convento y la posó en la novicia - Después de todo su excelencia el obispo nos solicitó que la protegiéramos de todo peligro - completó - Y no cumpliríamos su mandato si no estuviéramos disponibles para lo que fuera menester -

-"Al alcance de la voz podría ser demasiado cerca. No se internen vuestras mercedes en el bosque, pues nosotros no lo haremos en exceso tampoco. Los monjes pueden defenderse adecuadamente, si es menester, al menos lo suficiente para que uno de ellos acuda a buscar refuerzos hasta los campos del monasterio, sólo entonces deberán vuestras señorías acudir, pues será que el ritual está perdido y poco importa ya."

El caballero asintió. Estaban claras las posiciones.

-Clara está vuestra preocupación. No temáis pues. Así será. 

El caballero esperó a que el abad se reuniese con el grupo antes de continuar y daba por terminada la conversación por su parte.

Sir Rudolph asintió a las palabras del abad. El joven caballero no estaba demasiado convencido pero estaba claro que, en el lugar, debía aceptar las normas de quien lo dirigía

- Así será - contestó con una respetuosa inclinación de cabeza.

Tras sus palabras esperó que el líder del monasterio siguiera su camino para conferenciar con su mentor y decidir cual sería la mejor alternativa

---------------------- Tras la idea del abad ----------------------------

El del escudo brillante se acercó a Sir Ulrich e intentando que ninguno de los "guardias" escuchase sus palabras le propuso - Supongo que deberemos movernos y ver si detectamos algún rastro de nuestros "compañeros". Seguramente la elfa y la guía deben ser bastante hábiles moviéndose en la espesura, pero con un poco de suerte el bardo, si es que ha pasado, nos deja alguna pista -

Realmente no las tenia todas consigo, el estar aislada aquel tiempo no la tranquilizo y tampoco lo estaba ahora, después de todo, su maestra siempre la había intentado proteger de aquella noche y esa misma noche intentaban purificarla, esa noche... ¿maldita? ¿bendecida? no lo sabía.

Se tranquilizo un poco a ver que los caballeros estarían cerca, para oírla, para protegerla, en caso de que fuese necesario. Cuando escucho al Abad que la inmovilizarían... se removió algo incomoda, pero intento tranquilizarse, diciéndose que solo era una medida de seguridad para garantizar el ritual.

Sonrió a los caballeros, especialmente a Sir Rudolph, pues no le paso desapercibida que sus palabras iban más para ella que con el Abad -Agradezco una vez más su labor- les dijo, casi con cariño por ambos.

La escasa comitiva salió del edificio, en la puerta les esperaba otra docena de monjes, con antorchas y palmatorias para iluminar el camino; aunque la luna iluminaba de sobra: un círculo perfecto y enorme casi en lo alto y rodeada, por la parte de arriba, de estrellas que parecían hacer un desfile como si se burlasen del que pronto formaron los monjes y la novicia.

La comitiva, como una Santa Compaña, que habrían dicho los soldados de los reinos de la Monarquía Católica que compartían cruzada con los templarios, partió en dirección al bosque, espeso y oscuro, demasiado frondoso y robusto. Pronto sólo se veía la claridad de sus luminarias sobresaliendo de los árboles y un rato después, ni eso. Algunos monjes batían mantequilla cerca del edificio dónde alojaron a Edgar, Lirio y Navief; otros pocos faenaban en el huerto o acarreaban sacos, siempre había alguno a la vista.

Mientras discutían qué plan seguirían una vez fuera, los hechos les precipitaron a tomar una decisión diferente: parecía que se equivocaban.

Las puertas del monasterio se abrieron y los monjes dejaron pasar al abad, acompañado de Denia; otros cuatro monjes salieron tras ellos y el resto les siguieron en procesión, iluminando el camino, en dirección al bosque. 

Sir Rudolph y Sir Ulrich salieron tras ellos y se quedaron en el descampado, vigilando, también a la vista de los monjes faenantes.

La comitiva se internó en el bosque, espeso y oscuro, demasiado frondoso y robusto. Pronto sólo se veía la claridad de sus luminarias sobresaliendo de los árboles y un rato después, ni eso.

- Vamos, por la ventana, intentaremos evitar a los caballeros que evidentemente se han quedado para vigilarnos. No podemos dejar a Denia sola... 

Lirio no estaba acostumbrada a algo tan mundano y humano como la ropa, por un momento pareció que se quedaba enganchada en la ventana, pero rápidamente se rehízo y se escurrió por ella con habilidad.

Edgar se encaramó al ventanuco justo después que Lirio, pero le resbaló el pie en el alféizar de la ventana. Intentó agarrarse con una mano libre, pero no encontró asidero y se precipitó al suelo.

En su cabeza, a cámara lenta, veía cómo se le desparramaban los bártulos de la bolsa, como añadido al ruido que iba a hacer del culetazo contra el suelo. El culetazo sólo no llamaría mucho la atención, pero el sonido a vidrio roto o las cuerdas vibrantes del laúd seguro que atraerían a alguno de los monjes cercanos.

Recordando, con la adrenalina, un viejo truco de cazador que le habían enseñado hacia años, Edgar juntó sus labios y generó un sonido especial, que en vez de sonar procedente de su boca, aparentaba proceder del mismo bosque. El sonoro ululeo de un búho intentó cubrir el sonido de su torpeza.

El fallo indiscutible de Egdar le pareció a Navief que sería terriblemente perjudicial, por lo que decidió hacer ella misma un rápido intento.

- Veré si puedo alcanzar a Lirio. Si no logras alcanzarnos, procura distraer a los guardias con alguna de tus melodías.

Confíada en sus propias habilidades, a la experimentada guía no le costó prácticamente nada trepar por la estrecha ventana y salir al otro lado. Hecho esto, hizo seña a Lirio para que se mantuviesen cerca y esperó a ver si el bardo lograba salir.