Partida Rol por web

- Más que la tumba, yo quiero saber donde encontraron el cadáver. Si lo arrastraron hasta aquí, tienen que haber dejado alguna pista -dijo Konrad apuntando al suelo con la linterna, en busca de huellas, hierba aplastada o cualquier otro indicio de que alguien hubiese arrastrado algo por allí

Los cementerios no gustaban a nadie y el viejo George no era la excepción, el tremendo silencio le recordaba el poco tiempo que le quedaba antes de que sus huesos acabaran en alguno de ellos para el resto de la fría eternidad.

Había algo que en las cercanías de la tumba del sacerdote cristiano que no encajaba con el resto del cementerio, y el anticuario acostumbrado a estudiar antigüedades y fijarse en sus más pequeños detalles no tardo en reconocerlo.

No sabéis el lugar exacto en el que encontraron el cuerpo. Tan sólo sabéis que fue hallado en el cementerio y que está asimismo, enterrado en él. Encontráis dos cosas:

La primera de ellas es un  parche de color amarillo con el dibujo de un cocodrilo. Lo que sumado a la carta de Esmeralda, deja claro que los tipos del criadero tuvieron algo que ver. Es por tanto preceptiva, una visita al criadero... seguramente bien armados. Esos tipos parecen peligrosos.

La segunda cosa de la que os percatáis es que la tumba del sacerdote está demasiado hundida. El suelo es muy arenoso y el hecho de tener agua tan cerca o incluso en el subsuelo, puede que influyan en el hundimiento de la misma, pero os resulta muy sospechoso y con las cosas tan raras que habéis visto...

Observo el parche con curiosidad, lo recojo con cuidado y se lo tiendo a Konrad.

- Consérvelo. Quizá a la policía le sirva como prueba. –

Miro después con atención al suelo de la tumba del sacerdote. Pienso en algo pero me lo callo. Es evidente que no soy religioso pero no sé si mis compañeros lo son. Quizá echarían el grito en el cielo si proclamo en alto mis intenciones.

Tras meditarlo un instante sí que me atrevo a sugerirlo.

- Oigan. Eso está demasiado hundido. – digo señalando el suelo en la zona de la tumba. – Es como si hubieran enterrado algo más pesado que un hombre. – Miro alrededor por si hubiera más gente cerca, cosa que dudo. - ¿Creen oportuno escarbar un poco? Personalmente no me gusta perturbar el reposo de los muertos pero aquí hay algo más y creo que debemos averiguarlo. –

Si no les gusta la idea no insistiré. Después de todo tampoco me va la vida en ello.

- No me gusta nada esto...siseo nervioso al ver el retal amarillo ... tendremos que vérnoslas con los matones de los cocodrilos.

Mis nervios aumentaron cuando Dillinger refirió el misterio de la tumba hundida, por mi mente atravesaron imágenes de otros tiempos: de estudiantes de medicina profanadores de tumbas, de cuerpos robados en medio de la noche para prácticas oscuras, jamás pensé que me vería en una de estas situaciones. Aún así con toda mi reticencia tuve que admitir:

- Odio lo que voy a decir pero tenemos que ver lo que hay en esa tumba, ya me estoy acostumbrado a las cosas raras, y este caso esta lleno de ellas.

Parecía que la muchacha del bar tenía razón y los hombres del criadero de cocodrilos tenían algo que ver en la muerte del sacerdote, al menos esa fue la conclusión a la que llegó el anticuario al ver perche amarillo en el suelo.

Sorprendido ante la propuesta de Dilinger de profanar la tumba de un buen hombre, sopesó sus creencias. Estaba claro que él no ayudaría a hacerlo, no quería condenar su alma estando tan cerca de ... bueno de ese día, aún así no pasaba nada por estar cerca de otro mientras lo hacía. Así que no pudo más que preguntar.- ¿Alguien ha traído una buena pala?

Si la tumba parecía sospechosa, para Konrad era una prueba más. Obviamente se meterían en problemas si alguien les pillaba profanando la tumba del sacerdote, pero él estaba acostumbrado a meterse en problemas.

Guardó el parche que había encontrado; no era una prueba concluyente, pero junto a la carta de la tal Esmeralda aportaba bastante luz a aquel turbio asunto.

- Busquemos por aquí; es un cementerio y tiene que haber alguna pala en algún lado

Por lo que parece si no queremos excavar con nuestras propias manos no nos queda más remedio que coger el automóvil y volver con una pala.- Dijo el viejo anticuario cansado de buscar y buscar por aquel desangelado cementerio sin obtener ningún éxito aparente.

- Vamos. Cuanta más prisa nos demos, antes desvelaremos el misterio de esta tumba. - indico mientras me dirijo de vuelta a nuestro automóvil*. - Yo tengo una pala en mi vehículo. Volvamos al centro y regresemos cuanto antes. -

En poco más de una hora estaban de vuelta. Era noche cerrada y tan sólo  habían visto a un sereno "patrullando" las calles de San Agustín que se os quedó mirando algo extrañado por ver a tipos con vuestra pinta a esas horas de la noche, pero finalmente no os dijo nada.

Volvísteis con la pala y casi todo el equipo de Joe al cementerio...Ahora había que tomar una decisión: ¿os atreveríais a cavar? ¿quién cavaría?

Miro a mis compañeros de viaje y por un instante me pregunto cómo he acabado aquí. Cómo he acabado con ellos. Luego cojo la pala, me aseguro mirando en todas direcciones de que no viene nadie, y me pongo a cavar. Probablemente ellos tengan más escrúpulos a la hora de hacer lo que hay que hacer. Quizá Konrad no. Pero les ahorraré el trabajo.

Me pregunto qué encontraré ahí debajo. ¿Seguirá el cuerpo del sacerdote ahí metido? ¿Habrán ocultado alguna otra cosa?

Konrad se quedó cerca de Joe, vigilando los alrededores por si se acercaba alguien. Se podían meter en serios problemas si les pillaban profanando una tumba, pero se encontraba extrañamente a gusto. Por primera vez desde que empezó toda aquella locura, se encontraba en su salsa, en una situación que le resultaba más "familiar" respecto a sus habilidades y experiencias. Lo suyo era investigar crímenes, no buscar fantasmas.

El anticuario aprovechó el viaje en coche para echar una cabezada, y aunque roncó como el viejo que era las únicas palabras que escucharon sus acompañantes en el coche cuando le recriminaron era que se dejaran de paparruchas, que él nunca roncaba.

Cuando por fin descendieron del coche, el anticuario se preguntó cuál de los fornidos jóvenes que le acompañaban se lanzaría en primer lugar a profanar la tumba del sacerdote.

Una vez Dilinger comenzó a cavar el viejo no dejó de preguntarse el motivo por el que la tierra estaba tan baja, pero estaba seguro que pronto lo descubriría.

La situación me pone los pelos de punta, el sonido de la pala hundiéndose en la tierra, la soledad del cementerio, el silencio de mis compañeros. Compruebo la pistola y relamo mis labios resecos. Esto no pinta nada bien, pienso mientras no dejo de prestar atención a mi alrededor y con el oído alerta por si alguien viniera.

Joe se pone manos a la obra, el terreno está como podía esperarse, muy blando, de manera que no tiene que hacer grandes esfuerzos en hundir la pala, llenarla y sacar la tierra fuera. Cava durante unos 10 minutos a buen ritmo. Al hundir la pala, de repente el suelo bajo sus pies se hunde hacia abajo y véis a Joe caer un par de metros dando un grito.

Se da un buen golpe al caer y al asomaros véis a Joe tendido boca abajo, mueve las piernas y finalmente se pone en pie con esfuerzo, a su alrededor véis una red de canalizaciones. Ha caido en medio de lo que parece ser un túnel, al parecer hay una red de túneles bajo el cementerio.
 

- ¡Maldita sea! – exclamo mientras me pongo en pie escupiendo tierra. Sacudo mi gabardina y recojo mi sombrero. Lo limpio antes de volver a colocármelo.

Y finalmente miro a mi alrededor. - ¿Qué demonios es esto? – pregunto sin mirar hacia arriba a mis compañeros. Sujeto la linterna con cuidado y alumbro a mi alrededor. – Aquí no pueden haber enterrado ningún cuerpo. – comento.

- Tengan cuidado si van a bajar. – aviso de nuevo sin mirarles. – El suelo está muy resbaladizo y no es nada estable. –

Konrad se acercó e iluminó la zanja con su linterna, antes de disponerse a descender poco a poco al interior.

- Curioso. ¿Que podría interesarles del cadaver del sacerdote para hacerlo desaparecer de esta manera? -comentó mientras iluminaba el suelo en busca de algún rastro