Partida Rol por web

La sombra del Norte

Capítulo 4: El Viejo Camino del Norte

Cargando editor
15/09/2017, 22:40
Director

Turno 3 - 20 de Noviembre del 1.974 de la Tercera edad

Tras la cena, el calor de la hoguera fue rápidamente amodorrando los cuerpos cansados de los viajeros de aquel numeroso grupo y poco a poco fueron retirándose a dormir a sus sacos de basta tela o se quedaron dormidos junto al calor agradable de las llamas de la hoguera que servían para espantar el frío reinante en aquellos días del nuevo invierno. La dama Melyanna se había quedado dormida apoyada en Matha mientras escuchaba con ilusión los relatos de Galastel que se extendieron hasta bien entrada la noche. Dimrod se encargó de meter a la dama en su saco de dormir para evitar que la muchacha cogiera frío cuando las llamas se apagaran y el frío recuperara el terreno perdido. Matha, que ya cabeceaba ostensiblemente, ayudó al eriadoriano en la labor y después se quedó dormida junto a Melyanna.

La noche transcurrió tranquila. Los guardas encargados por Elacar vigilaban desde el exterior del círculo de carretas que ningún peligro se acercara entre las sombras para sorprenderles. La luna brillaba tenuemente en el cielo, lo que aumentaba ligeramente la visibilidad de los vigías, quienes patrullaban fuertemente armados con una espada ancha al cinto, un escudo circular en el brazo izquierdo y una lanza larga puntiaguda en el otro brazo. Los hombres de Elacar, al igual que éste, vestían con una armadura de cuero endurecido que les protegía el pecho y caía sobre sus muslos bajo el ancho cinturón. Eran hombres aguerridos, dúnedain que habían servido como soldados bajo las ordenes de Brazoafialdo y que tras su expulsión del ejército le habían seguido incondicionalmente en sus nuevas desventuras.

Para cuando el alba rayaba en el horizonte, Elacar ya se encontraba preparado para continuar la marcha y caminaba por el campamento dando órdenes con su poderosa voz y alentando a los viajeros para que se despertaran. Durante la noche anterior había estado hablando de tácticas de guerra con Aceroamargo y le había explicado como se habían desenvuelto las primeras batallas contra Angmar años atrás. Su conocimiento sobre esos temas era amplio, y aunque no era un orador tan entretenido como Galastel, sabía explicarse para quien le quisiera escuchar. Permitió que el numenoreano y la elfa participaran de las guardias y se mostró amables con ellos. Con la llegada del nuevo día se mostraba enérgico como el joven que una vez fue y dirigía a sus hombres para que movieran las carretas en orden y las colocaran en disposición de continuar la marcha.

Cargando editor
17/09/2017, 01:05
Aular Robleviejo

Aular anduvo más taciturno de la cuenta, respondiendo con monosílabos o simples gruñidos a las preguntas que se le hacían, daba vueltas a la cabeza, no podía dejar de echarse algo de culpa por haberse quedando cuidando a Matha en lugar de salir en pos de los secuestradores de Melyann, sin embargo, así se lo había pedido Dimrod y así lo había ejecutado.

Pocos son los compañeros de los hombres del bosque en su lugar de origen, solo los elfos y rara vez consiguen verlos. La presencia de Mithdúlin, a pesar de su estúpido gusto por el canto, le recordaba a su abandonado hogar y aunque no lo mostró en vida del elfo le proporcionaba esperanza. Pero ya no existía y Aular estaba enfadado por ello. En el bosque estaba acostumbrado al ciclo de la vida, nacer, crecer, reproducirse y morir... pero la violencia no forma parte de este ciclo, es algo horripilante como montar presas o talar árboles para construir casas. Antes de la partida del Bosque Negro, Aular vio caer a muchos compañeros y familiares, la violencia es execrable excepto si es para destruir un sucio orco, en ese caso es correcto y necesario.

Como al resto de sus compañeros, asistió al acto funerario, se había colocado una vieja manta por encima de la cabeza para ocultarse, creyó atisbar a sus compañeros mirándole de soslayo, como echando en falta su hacha o lanza contra los desertores, prefirió taparse. Posteriormente, esa misma noche consultó los hados, mezcló su sangre con saliva y otros productos antes de mirar las falanges, lanzándolas rodando por el suelo hasta quedar satisfecho.

Una vez fuera de Bree caminó alejado unos pasos del grupo, paralelo a la carreta de la joven pero muy cerca del linde del camino, todo el aroma que la vegetación le ofreciera era un regalo, el ruido generado por los que formaba la comitiva destruía completamente el sonido de la madre naturaleza, con gusto levantaría la lanza con su mano y aporrearía la cabeza de algunos componentes de la caravana, en particular, el llamado tahúr púrpura quien se aprovechaba una y otra vez de los incautos. Aular le lanzó miradas furibundas a ratos, no le importó que el majadero de Aeth perdiese dinero, pero tendría que intervenir si viese que se aprovechaba de inocentes.

El viejo soldado Brazoafilado parecía tener todo controlado lo cual agradó a Aular quien no era experto en las artes militares.

(...)

Aquella mañana, Aular se levantó con los primeros rayos de sol, una noche al raso para él era mucho más agradable que para los demás. Tras alejarse unos metros para hacer sus necesidades, volvió, mascó unas hojas y tras un rápido enjuague con orín (*) se lanzó al frugal desayuno.

La noche le había sentado bien y notó la mente más clara, por primera vez desde hace unos días se acercó al claro donde estaba el resto de su grupo, se apoyó en una roca y saludó con unos leves levantamientos de mentón a sus ya conocidos compañeros. Cogió el collar que adornaba su cuello y pasó los dedos por las falanges de un lado a otro mirándolo, finalmente levanto la cabeza y abrió la boca, - aquí estoy - pronunció con su ronca voz, quizá fuera absurdo pues nunca se había ido pero algo en su fuero interno se lo pedía, ég er hluti af liðinu - añadió como un murmullo en su idioma natal.

Aular confió en que en Fornost pudiera hacer algo destacado y consiguiera ser digno, hasta el momento no había hecho más que perder su tiempo y no había aportado mucho.

Notas de juego

Compañeros primero he puesto un poco en situación al PJ tanto tiempo ausente, espero que me lo permitáis, después ya he seguido ;)

(*) lo hacían los romanos y en la Edad Media!

Cargando editor
17/09/2017, 04:00
Thund

Ya tactiturno de por sí, el enano habia mantenido un mutismo casi absoluto desde el incidente en la posada, al igual que su compañero Grajm, se sentia en parte responsable de la tardia respuesta que habia ofrecido ante el asalto y una vez en la calle, no habia podido siquiera lleagar a cruzar un golpe con aquellos desalmados, pero sin duda, la falta habia estado en la poca preparación, los enanos no estabn hechos para correr por empinadas cuestas empapadas, ¡eran peligrosos en las distacias cortas! La próxima vez deberia asegurarse de que los problemas apareciesen al alcance de su hacha, ¡por la casa de los Enanos Nalgudos que asi lo procuraria!

Ni tan siquiera presto atención a algunos comentarios que hacian ver que poco habia durado el duelo por el bardo caido, era un elfo, que usaba conjuros engañando los sentidos con su música, pero habia sido de los suyos y no pudo socorrerlo en el momento de necesidad, él no era un guerrero, pero no dudó en arriesgarse por el resto, su sacrificio no deberia ser olvidado tan a la ligera.

Durante la primera noche de campamento junto a la carabana, decidió hacer algo que seguiria haciendo mientras nadie se lo impidiese, a la sazón el propio Dimrod era el único que habia de tener la autoridad de impedirselo.

Si habia dado su palabra de proteger a la dama, asi lo pensaba hacer, dormiria junto a su carroza y si alguno de los compañeros que no se uniesen a la guardia se le sumaba, repartiria guardias con ellos, de lo contrario, dormiria lo preciso para poder seguir el ritmo a la mañana siguiente y velaria el descanso de aquella a la que ya habia fallado en una ocasión, no pretendia repetir el error.

Asi pues pasó la primera noche, entre sueños intranquilos por la propia desconfianza además alimentada por las palabras de Saeta de Hierro y la autoimpuesta vigilia, observando de cerca el carruaje y frotando su sufrido trapo aceitado en el metal de sus armas.

El alba lo alcanzó despierto, tras haber dormitado durante la parte central de la noche, se levanto con ánimos renovados y dispuesto a la marcha, en parte aliviado por haber expiado parte de la culpa que anidaba en su corazón gracias a su pequeña penitencia.

Cargando editor
17/09/2017, 20:35
Rossuon Pairaniar

El joven noble no acababa de acostumbrarse a dormir en el suelo y masculló para sus adentros por todos los lujos perdidos. Intentó consolarse con poder dormir toda la noche, aunque le gustaría alargar su descanso durante más horas de las que le iban a permitir. Se preguntó si alguno de los integrantes de aquella caravana tenía opción a vivir una vida más cómoda, si alguien escogería aquellas incomodidades por gusto... y empezó a plantearse maneras de mejorar su situación. Ya era tarde para salir del saco, donde al menos estaba caliente, pero la próxima noche intentaría lograrse un mejor lugar para tumbarse. O formaría algún tipo de lecho con hojas. Sería cuestión de evaluar las posibilidades del entorno y probar. O, si no había más remedio, tantearía los límites de la generosidad de quienes le rodeaban.  

La voz de Elacar despertó a Rossuon, que remoloneó sin querer abandonar el reconfortante calor de su saco hasta que se vio forzado para no recibir ninguna reprimenda. Se preparó con prisas, para alcanzar al resto, y en cuanto estuvo listo se fue a buscar algo que llevarse a la boca. También buscó un lugar donde poder encaramarse para tener una jornada más tranquila. Su cuerpo reclamaba más reposo del que se le permitía. 

Cargando editor
17/09/2017, 22:25
Melyanna Forestel

Al igual que Rousson, Melyanna estaba más acostumbrada a una vida de lujos que a dormir a la intemperie en pobres camastros de paja de las posadas y, como en aquella ocasión, simples sacos de dormir sobre el duro suelo teniendo como almohada una de las mantas sobrantes de Dimrod. La dama se levantó con el cobrizo pelo enmarañado por culpa de la manta y protestó enfuruñada cuando Dimrod le animó a que se levantara para continuar la marcha.

-Es demasiado pronto. -Alegó. Aún así hizo caso al eriadoriano, el único que podía controlar a la dama cuando se ponía caprichosa. El resto ya conocía suficiente a la muchacha como para saber que aquel prometía ser uno de sus días difíciles, en los que era mejor no cruzarse en su camino si se le antojaba algo y no lo conseguía. Como toda joven hija de nobles con una vida acomodada, Melyanna era caprichosa y gastaba un carácter tremendo y unos aires muy elevados. No obstante, la habían visto defenderse con igual genio cuando uno de sus secuestradores bajó la guardia y la tomó por una inocente chiquilla. Melyanna sabía defenderse al parecer, y lo hacía con uñas y dientes si era preciso.

-Ugh... -se asqueó al ver cerca a aquel extraño y silencioso individuo que Dirmod había contratado. Tenía el pelo amarillento y cubierto de hojas y suciedad, y un aspecto poco higiénico a decir verdad. Tomó de su propio orín para enjuagarse la boca y lo escupió allí cerca. La dama arrugaba la nariz siempre que Aular andaba cerca, y procuraba evitarlo.

Tras el frugal desayuno, se pusieron de nuevo en marcha. Alzó la vista mientras empezaba a caminar y vio que Rousson se había aupado a la carreta para evitar caminar. Le pareció injusto que ella tuviera que estar andando con el sueño todavía obligándola a bostezar y el cuerpo dando pasos somnolientos todavía. Se acercó a Rousson con mucha cortesía y una sonrisa en los labios.

-Ese parece un buen sitio, -le dijo al gondoriano, -¿me lo cedéis?
 

Cargando editor
17/09/2017, 22:42
Matha Pieldegamo

Matha se había levantado en silencio, recogió sus cosas y se puso en marcha sin protestar. Era servicial y cumplidora como buena Pieldegamo. Su familia había servido durante años al cuidado de diferentes casas nobles y había cuidado de la dama cuatro años atrás, cuando Melyanna era tan sólo una niña. Normalmente Matha era alegre y daba los buenos días como si cada nueva mañana fuera un regalo, pero aquella vez se mostraba ausente. Solía encargarse del desayuno y las comidas cuando tenían algún conejo que cocinar, lo cual era de agradecer pues Matha era muy buena cocinera, sin embargo en aquella mañana dejó que cada uno comiera de sus provisiones, pues no se encontraba con animo de cocinar. Sus pequeñas piernas se esforzaban por mantener el ritmo de la comitiva pero irremediablemente iba quedándose atrasada.

-Cof cof... -Apenas podía abrir los ojos y parecía dolerle la garganta cuando se esforzaba para emitir un ronco buenos días con un hilillo de voz. -Cof cof.

Cargando editor
18/09/2017, 01:27
Yulma Tarmaelen

Yulma amaneció bastante antes de los gritos de Elacar. Estaba bastante acostumbrada a vivir entre mercenarios y a seguir una rutina estricta, por lo que jamás le había costado demasiado madrugar. Había hecho guardia con los hombres de Brazoafilado y con los guardianes de Melyanna. Había decidido familiarizarse con ellos, pero decidió estudiar su comportamiento primero. Comprobó con interés la añoranza por una vida más acomodada de Rossuon y el taciturno carácter de Aeth. Hunkel, Thund y Gramj parecían afectados, cada uno a su manera, por la pérdida de un compañero. Su apego por el honor y su orgullo eran un buen ejemplo de la lealtad de los enanos. Antes de salir de Lothlórien, a la hechicera siempre le habían parecido toscos y rudos; pero cuando tuvo a alguno como compañero durante alguna misión, comenzó a comprender por qué a Mithdúlin le parecían fascinantes.
Aceroamargo también daba la impresión de ser un hombre de honor. Era bastante serio para su edad, y sus ojos siempre reflejaban esa sensación de estar cargando con el peso del mundo a sus espaldas. Sin duda, un mercenario bastante enigmático, pero un buen hombre.
Aular también era peculiar a su manera. También parecía cabizbajo y uraño, pero era difícil desentrañar las razones detrás de su comportamiento. Yulma nunca había tenido que viajar junto a un hombre de los bosques, y ciertamente desentonaba en aquel grupo. Tampoco lo había visto aquella noche cuando vio caer al bardo, pero llovía tanto y todo había sido tan confuso que tampoco podía asegurarlo con certeza.

Mientras viajaban, se acercó a la mediana, preoupada por su delicado estado:

¿Se encuentra bien, señorita Matha? ¿Le ocurre algo?

 

Cargando editor
18/09/2017, 10:50
Rossuon Pairaniar

Rossuon percibió la intención de la dama antes de que llegara hasta su posición. Miró al cielo, intentando evitar poner malas caras, y bajó la mirada cuando Melyanna se dirigió a él. No había entendido su velado mensaje... o no quiso entenderlo. El gondoriano había estado suficientes veces en la posición privilegiada para saber que sus preferencias habían sido ignoradas. Aún así, se vio sorprendido por el buen tono con que realizó la petición. Y, sobretodo, porque fue una petición. 

- Con mucho gusto, mi lady. - Respondió, haciendo gala de la buena educación que había recibido solo tras comprobar que no había sitio para los dos. 

Se levantó e incluso ofreció su mano para ayudarla a subir a la carreta. Su opinión de Melyanna había variado desde el primer encuentro, en especial al verla empuñar una pequeña daga contra uno de sus secuestradores, y tampoco era ajeno a sus encantos. Aunque sospechaba que aquella alegría y amabilidad eran tan falsas como sus ganas por ceder el asiento que lo libraría de caminar. 

- ¿Puedo haceros una pregunta? - 

Avanzó junto al carro para conversar un poco con la dama, y quizás para comprobar en qué punto cambiaría su actitud tras conseguir su objetivo. Tampoco perdió la ocasión de intentar localizar otro hueco donde asentar las posaderas. Ya había corrido y caminado bastante. 

- ¿Habéis sido adiestrada en el uso de las armas?*

Notas de juego

*omitir en caso de que diga que no.

Cargando editor
18/09/2017, 23:38
Aeth Umbradacil

Tras aquella noche, Aeth despertó con las primeras luces y la nada agradable voz de Elacar dando órdenes a diestro y siniestro. Intentó ignorarlo envolviéndose de nuevo en su manta, pero al poco rato su mente se había despejado y su estómago rugía clamando por un desayuno.

Tanta actividad le resultaba molesta, o al menos aquello era lo que se decía a sí mismo mientras devoraba su ración y perforaba con su amarga mirada a cualquiera que pasase lo suficientemente cerca. Cualquiera pensaría que incluso alguien con un carácter tan agrio como el suyo habría entablado cierta camaradería con sus compañeros tras tanto tiempo y desventuras juntos, pero en aquél sentido era más tozudo que un enano. O quería alejar a todo el mundo, o bien había pasado demasiado tiempo solo y había olvidado cómo tratar a la gente. Continuaba sentándose en el extremo más alejado para comer y las pocas veces que intercambiaba palabras con alguien solían terminar en pequeños insultos y sarcasmos; salvo en el caso de Galastel, que parecía obrar un efecto narcótico en su lengua. La personalidad tan extrañamente alegre de aquél tahur confundía a Aeth impidéndole pensar una pulla apropiada para él.

Aquél día quien tuvo la mala fortuna de recibir su desagradable atención fue la mediana Matha, que había atraído más de una mirada por su aspecto desaliñado y enfermizo aquella mañana. - Alguien se ha pasado la noche de juerga. - dijo lo suficientemente alto para que la escucharan ella y la elfa que había acudido a atenderla - Tanto cuidar enfermos, normal que le hayan pegado algo. Más vale que la suban a un carro antes de que se caiga por el suelo. -

Cargando editor
19/09/2017, 08:48
Thund

El sol comenzaba su caminar por el firmamento mientras la comitiva iniciaba también el suyo hacia el norte. El estado de la mediana resultaba preocupante a Thund, más aún cuando por lo poco que sabia sobre los medianos, tenia entendido que resultaban inusitadamente resistentes, pese a su aspecto, que no irradiaba una imagen especialmente recia.

No pudo evitar mesar su barba mientras meditaba sobre el asunto, sin embargo poco podía aportar al respecto, salvo que era mala cosa que la sanadora del grupo, o una de los que tenia nociones al respecto enfermara, pero decidió no hacer hincapié en ello.

De pronto intentó localizar a la dama Melyanna a la que había perdido de vista por unos instantes mientras se preocupaba por Matha, girando la cabeza hacia todos los lados por unos momentos, por fin la encontró junto a la carreta a la que se había encaramado Rossuon, aumentó su ritmo para poder alcanzar a la carreta y cuando quedó unos pasos por detrás de la misma, se quedo alli, tampoco pretendía incomodar a la dama con su sempiterna presencia junto a ella, pero no dejaría que una situación similar a la de Bree le llevase a no llegar a colaborar en caso de necesidad.

-Mientras se quede ahi quieta no se me puede perder.

Algo más tranquilo, desvió su mirada hacia los alrededores del camino.

Cargando editor
19/09/2017, 18:03
"Aceroamargo"

Una tranquila y fría noche, en la que la soledad de las guardias dejaba un rato para organizar los propios pensamientos. La luna, el vaho exhalado, la oscuridad... todo ello era en cierto modo relajante y reconfortante. Aceroamargo hizo sus guardias, relevando a los hombres de Elacar cuando era necesario, y disfrutando de su soledad. Entre guardias aprovechaba para dormir bien abrigado en su capa, junto a unas piedras calientes que traían de la hoguera. La noche transcurrió sin percances, algo de agradecer dados los tiempos que corrian.

La noche termino y el sol comenzó a elevarse sobre el horizonte. Tras dar su parte a Brazoafilado, volvió junto a los suyos. Al tiempo el campamento se levantaba y poco a poco se ponían en marcha.

La caravana avanzaba pesadamente, tal y como lo había hecho la jornada anterior. Ellacar distribuyo sus fuerzas de igual modo, seria una tónica para los días venideros. Aceroamargo viajaba junto a la carreta, sin perder de vista a Melyanna. Era una chica caprichosa y no tardo en encaramarse a una carreta para no tener que andar, embaucando a Rossuon para que le cediera su sitio.

Matha parecía estar poniéndose enferma. Sin duda el frio de la noche y la exposición a los enfermos había debilitado a la hobbit y ahora comenzaba a tener algunos síntomas de una gripe. El duandan esperaba que quedase en un simple resfriado.

- Matha, será mejor que subas al carro, no debes hacer esfuerzos - le sugirió - Venga te ayudare a subri - e hizo ademan de ello.

- Mi señora, Matha necesita de sus cuidados - Le dijo a Melyanna - Tal vez pueda hacer algo por ella - pidió a la joven. Se mantendría ocupada y la mediana lo agradeceria.

Cargando editor
20/09/2017, 12:48
Aular Robleviejo

Antes de comenzar la marcha la mediana parecía encontrarse en mal estado. Aular se acercó al lugar donde se encontraba Matha, andando sin prisa apoyándose en su lanza, sin embargo a unos metros se percató que estaba bastante concurrido, tanto la elfa Yulma, como el pragmático Aeth, o incluso Aceroamargo se apresuraron a ayudarla preguntándole qué tal estaba y este último le indicó a Melyanna que la atendiera. Pareciera ahora que la joven no era solo una luchadora sino también una sanadora

Aular terminó aproximándose pero mantuvo las distancias pues había observado como lo miraba la joven, una mezcla de miedo y asco. A unos cuantos pasos abrió sus ojos para contemplar la situación, hizo una mueca dubitativa con los labios y tras olfatear el ambiente y frotar con su mano derecha las falanges de huesos comentó – sería bueno taparla con unas mantas y quizá prepararle alguna infusión que la temple, el clima no acompaña, se clava el frío en los huesos y ya no sale de ahí -.

Cargando editor
20/09/2017, 20:03
Matha Pieldegamo

-Cof Cof- Matha continuaba tosiendo mientras caminaba adormecida con pasos torpes y cara pálida. Agradeció que Yulma se acercara hasta ella para preocuparse por su estado y quiso responderla quitando hierro al asunto pero un acceso de tos la obligó a hincar la rodilla en el suelo y buscar aferrarse a algo con desesperación. Con la cara enrojecida, en parte por la tos y en parte por haberse agarrado a la elfa que apenas conocía de manera tan súbita para evitar perder el pie, Matha se disculpó articulando las palabras como buenamente pudo y escuchó la voz de Aeth, siempre tan afilado en su humor.

-Mucho me temo, mi señora, que aquí el Señor Umbradacil tiene razón - se lamentó, - tanto cuidar de enfermos ayer, creo que algo se me ha pegado.

Aceroamargo se acercó a ella para ayudarla a subir a un carro antes de que sus piernas volvieran a flaquear por culpa de otro ataque de tos repentino, y aunque a Matha no le hacía gracia que la Gente Grande la zarandeara por los aires no se quejó al respecto. Quizá en otro estado hubiera sacudido al numenoreano con su bastón de caminar, pero en esos momentos su genio estaba aletargado por la enfermedad incipiente.

-Oh, no querría molestar. - Dijo la mediana sin mucha convicción en un último intento de hacerse la fuerte, pero una vez que la auparon al carro y sintió un hormigueo recorrer sus doloridas piernas y sus cansadas articulaciones se quedó en el carro junto a Melyanna y nada dijo hasta que el traqueteo del carro comenzó a adormecerla.

Cargando editor
20/09/2017, 20:24
Melyanna Forestel

Melyanna agradeció que Rousson se bajara de la carreta para cederle el sitio. Eso le hizo ponerse de mejor humor y comió unas gallegas del desayuno que había guardado en el bolsillo de su vestido para cuando tuviera más apetito, pues su mal genio le impedía comer cuando estaba enfurruñada. El humor de la dama era volátil y cambiante como el viento en los días de invierno allá en el Norte, cuando Rousson le cedió el sitio mejoró notablemente e incluso estuvo dispuesta a responder a su pregunta.

-Por supuesto, decidme. -Quiso saber incluso con cierta curiosidad por qué quería saber el gondoriano. -En efecto, -contestó asintiendo con la cabeza, -mi padre me instruyó en las armas desde bien pequeña. "Son tiempos difíciles en el Norte", me solía decir.

Aceroamargo se acercó a ellos en ese instante cargando con su maltrecha amiga. Matha tenía mala cara y no podía caminar y mantener el ritmo. La dama aceptó cuidarla de buena gana aunque sus conocimientos de medicina eran totalmente nulos. La cubrió con una manta y le dejó su regazo para que dormitara sobre él. Aular se acercó a ellos discretamente para sugerir algún tipo de infusión para tratar la enfermedad de Matha. A Melyanna no terminaba de convencerle aquel extraño hombre pero asintió con la cabeza.

-Sí, por favor. Haced cuanto esté en vuestra mano por ella.

Cargando editor
21/09/2017, 00:31
Yulma Tarmaelen

Yulma ayudó a que Matha se subiese al carro y que mantuviese el calor con mantas. Estaba bastante preocupada por la mediana, pese a que apenas la conocía. Le había conmovido su pesar por la partida de Mithdúlin y había demostrado ser una mujer fuerte, digna de admiración. Había oído hablar de la vida acomodada que llevaba los hobbits, pero ahí estaba ella: orgullosa, viajando con mercenarios a un futuro incierto y cuidando de los enfermos.

No se preocupe, señora Matha. Estoy segura de que alguien tan fuerte como usted será capaz de recuperarse en poco tiempo —le dijo sonriendo y procurando que estuviese cómoda —Por ahora preocúpese solo de guardar reposo.

Miró agradecida a Aceroamargo y a Aular, incluso a Aeth. Ya había conocido a hombres como él. En apariencia impenetrables y de lengua afilada, pero sabía que en el fondo se preocupaba por Matha. En aquel momento, eso era suficiente para Yulma.

Aular, es posible que necesitemos hierbas para una infusión— dijo, para luego dirigirse a su patrón—. Maese Dimrod, ¿cuándo haremos la siguiente parada? Podría intentarlo, pero no creo que sea muy prudente hervir agua estando en movimiento. Ojalá tuviésemos miel para esa garganta.

No era nada nuevo para la hechicera cuidar de enfermos. Durante sus viajes, cuando se veía envuelta en alguna escaramuza, solía mantenerse en una posición poco accesible para combatir a distancia y dejando que otros, más experimentados, recibiesen los golpes.
Todo buen mercenario debe tener alguna noción de medicina. Algunos de sus compañeros más novatos e ingenuos habían asociado su habilidad para tratar heridas y enfermedades como parte de su magia.

- Tiradas (2)
Cargando editor
21/09/2017, 16:27
Aular Robleviejo

La elfa se dirigió a mi, me había ofrecido como ayuda así pues debía contribuir cuando se me pedía, no debía mostrar hastío. Aular se acercó a la mediana con gesto serio, extendió una de sus sucias manos que había frotado con sus ropas para limpiarla, colocando los dedos índice y pulgar a ambos lados de la frente -
uhmmm - dijo en voz baja, a continuación acercó su pulsera hecha de falanges hacia el cuerpo de la mediana cerrando un instante los ojos, negando con la cabeza y después se separó de ella sin decir palabra.

Aular se dirigió hacia la zona cercana de bosque, valiéndose de la lanza anduvo hacia el linde, a mitad de su camino paró al observar una yegua, entrecerró los ojos y se acercó unos metros, - está preñada – se dijo a sí mismo, abrió una pequeña bolsitas e introdujo dentro un poco de estiercol. A continuación se dirigió hacia unos matorrales cercanos, con la punta de la lanza apartó unos matojos - no – negó con la cabeza, se adelantó unos metros y se agachó al lado de unas setas que cortó con su cuchillo hasta dejar limpio el suelo escupiendo sobre lo que quedaba – sois una plaga – pareció hablar con los hongos, finalmente se aproximó a unas hierbas que arrancó del suelo con su cuchillo, con gesto satisfecho espació el estiércol donde estaban antes las hojas. Con ellas en la mano volvió hacia la carreta donde estaba Matha.

- Tiradas (2)
Cargando editor
21/09/2017, 23:21
Aeth Umbradacil

Se quedó un momento observando a unos pasos de distancia cómo la elfa y el siempre servicial aceroamargo atendían a la pequeña Matha. Por un instante la elfa le devolvió la mirada, y aunque no podía asegurarlo, al contrario que la mayoría le había parecido que esta le miraba con amable curiosidad. Esto lo desconcertó, pero no más que lo que el vagabundo de Aular hizo a continuación.

Una cosa es que estuviera versado en hierbas, pero en su recorrido por los alrededores parecía ir hablando con el aire y daba la impresión de recoger cualquier cosa que le llamase la atención, ¡si incluso recogió la boñiga de una yegua solo para arrojarla un poco más allá! - Por los calzones de los valar, ¿sabe lo que hace, o es que pretende rematarla? - Ante la perspectiva de lo que estaba por venir, Aeth dejó su caballo atado al carromato y recogió algunos de sus saquitos antes de alejarse hacia la zona algo más adelantada de la caravana. - Prefiero no ver esto; ya volveré en un rato. -

Cargando editor
21/09/2017, 23:53
Aeth Umbradacil

La intención de Aeth era averiguar si entre el resto de viajeros había alguien que tuviera una pequeña provisión de plantas que ayudasen con la enfermedad que había afectado a la mediana. No era como si le preocupase demasiado, pero la pequeñaja era un caso perdido; tan esforzada para cuidar a los demás que se olvidaba de cuidarse a ella misma. Además, las hierbas le vendrían bien si por casualidad terminaba enfermando él también.

Notas de juego

Lo dicho, me muevo por los alrededores buscando si alguien tiene algunas dosis de Arlan**

*Curiosamente, la planta Arlan aparece 2 veces en la tabla de hierbas y venenos, la primera con un efecto de recuperación de vida, y la segunda con un efecto de prevención/recuperación de enfermedades

**Nótese que Aeth en realidad no tiene ni repajolera idea sobre hierbas. Él siempre depende de preguntar al boticario por "algo bueno para los cortes", o "algo para ahuyentar a los bichos"

Cargando editor
22/09/2017, 05:25
Hunkel Saeta de Hierro

El duro enano se mantuvo en silencio ante lo que sucedía, no le interesaba lo que sucedía con aquellas mujeres, y no es que fuera inconsciente o que no tuviese buen corazón, era simplemente aquel viaje seguía desconcertándole, los motivos, lo sucedido y lo que habría de suceder. Quería terminar con ello cuanto antes y olvidarse todo este asunto.

-Debemos seguir, no hay tiempo para demoras- exclamó el enano mientras caminaba sin prestar mucha atención más que a lo que estaba frente a sus ojos.

Cargando editor
22/09/2017, 14:13
Rossuon Pairaniar

- Y no se equivocaba. - 

Rossuon vio interrumpida su conversación con la dama cuando medio grupo se aproximó preocupándose por Matha. Al considerar que había suficiente gente encargándose del problema, y que tampoco podría ser de gran ayuda, se retiró a un lado.

No quería contagiarse y aprovechó para buscar otro sitio donde poder ahorrarse la caminata. Al alejarse, arrugó la nariz ante las extrañas prácticas de Aular. Estaba con Aeth. Ni siquiera su curiosidad hacía frente al asco, y el hombre de los bosques no se había demostrado suficiente comunicador como para esperar una explicación clara de sus actos. El joven noble empezó a desechar la idea de interesarse por sus artes. O incluso de acercarse. Prefería dar la mano a Brazoafilado.