Partida Rol por web

¿Un descendiente de demonios?- pregunté por si había oído mal… al fin y al cabo, también había ese tipo de seres en mi mundo, pues algunos habían quedado atrapados durante la Caída y no me imaginaba como podían llegar a tener descendientes con una persona -Por lo que dices, parece que es algo distinto a lo mío. Hay algo de similitud, pero… en mi caso, no heredé nada, me lo metieron por la fuerza y el origen de ese poder es un dios, no un demonio. Y respecto a lo otro, no sé cómo sería si hubiesen completado el experimento, pero que yo sepa no tengo impulsos de ese estilo… y desde luego, tampoco cuernos ni cola- le dije -Claro que siempre puedes revisarlo por ti misma si no me crees- añadí a modo de broma para relajar la tensión que sentía por hablar de aquello, pues al fin y al cabo no era algo que me gustase. Me recordaba demasiado a las preguntas de los ancianos cada vez que querían evaluar mi crecimiento por si había algún peligro… algo que por cierto, odiaba.

Si estuviese en mi mundo, hace rato que hubiese intentado escaparme a alguna taberna humana donde no me conociesen para beber y divertirme hasta caer rendido- pensé. Por desgracia, no es que eso fuese posible por el momento… al menos hasta que llegásemos a tierra.

Si conocieses al dios que me hizo esto y lo que ha hecho con mi mundo no dirías eso… créeme si te digo que todo lo relacionado con él es motivo de preocupación- le dije, sin pensar en que en parte estaba diciéndole lo que había oído mil y una veces a los elfos que vivían conmigo -¿Khelben… Varanegra?- le pregunté cuando mencionó su nombre, pues me sonaba que Ardhun lo había mencionado*… aunque no recordaba nada de lo que había dicho de él.

Yaril·la mostró una sonrisilla y levantó una ceja con la broma de comprobarlo por ella misma. Vaya, no pierde el sentido del humor... Ni oportunidad

Khelben Varanegra es uno de los Archimagos Elegidos por Mystra, la diosa de la Magia. Es mucho más que un simple 'mago tremendamente poderoso'. Se dice que su conexión con la magia está más allá de la de cualquier mago normal, quizá hasta haya conocido a la propia Diosa en persona. Se encogió de hombros. Y seguramente sepa cosas que no estén ni en Candelero, pero vive mucho más al Norte, en Aguas Profundas. Primero pasaremos por Candelero.

Supongo que si alguien puede saber algo es el Elegido de un dios- le dije, además de que en ese caso no solo era un Elegido sino que lo era de la Diosa de la Magia… cuando pensaba en todo lo que podía aprender de alguien así… Por desgracia, mi regocijo inicial se vio rápidamente apagado por la cruda realidad -Incluso si podemos llegar hasta él…- le dije, evidenciando con mi tono que tenía dudas de poder lograr un viaje tan largo, pues no solo era nuevo en el mundo, sino que incluso aunque Yaril·la se ofreciese a ayudarme, lo más seguro es que eso no dependiese de ella -Incluso si lo hacemos, ¿cómo haré para hablar con él?- le pregunté -Dudo que sea alguien que atienda al primero que se presente en la puerta, eso si es que permite que la gente se acerque a ella, y dudo mucho que mi irresistible encanto vaya a hacer que me la abra- le dije -No es que lo haya probado antes con elegidos, o magos, claro, pero no creo que sea su tipo… y estoy bastante seguro que él tampoco es el mío- añadí a modo de broma.

Yaril·la sonrió.

El camino hacia Aguas Profundas es bastante civilizado, y la ciudad en sí es tan segura como pueda ser una gran ciudad. En cuanto a hablar con él... Habrá que intentarlo para saberlo. Quién sabe, a lo mejor sí que eres su tipo...

JAJAJAJA! Rió al ver la cara de Mólor, y se dio una palmada en la rodilla.

No, ehem!! Ahora de veras... Mystra tiene unos cuantos Elegidos 'conocidos', pero el más cercano y localizable es Khelben. Después de pasar por Candelero, parece un buen lugar para continuar vuestras pesquisas.

Le dio una palmada. Era evidente que había sido criada entre hombres.

Y anima esa cara, hombre...

Creo que preferiría contar con otras opciones antes que llegar a tener que averiguar si soy o no su tipo- le dije a Yaril·la con una sonrisa en respuesta a su broma -Sea como sea tampoco parece que tenga mucha opción…- le dije -Pues por tu tono, parece que el resto de elegidos estén, o bien en la otra punta del mundo, o bien vivan rodeados de dragones. O ambas cosa- añadí.

No es fácil alegrar la cara con estas perspectivas, y menos sin algo de alcohol o diversión para olvidarlas…- le dije, con una ligera sonrisa -Aunque bueno, escuchar una buena historia con una compañía agradable también puede ser entretenido- le dije -Y si mal no recuerdo, ahora te toca a ti contar algo sobre ti misma- dije con una sonrisa pícara -¿Algún secreto escabroso? ¿Vergonzoso? ¿Picante? ¿Todo a la vez?- le pregunté -Piensa que peor que él mío no puede ser- añadí.

Yaril·la se sorprendió un poco al darse cuenta que no recordaba ese trato hasta que Mól lo comentó. Sonrió un poco con cierta vergüenza, mirando hacia abajo y se acicaló el pelo un poco.

En realidad... No hay demasiado que contar... Carraspeó y juntó las piernas. Nací en Cormyr... Hizo un gesto como si no fuese a contar demasiado por no ser relevante. Una nación a un par de meses a pie de aquí, hacia el Este Miró a Mól de nuevo mientras contaba. Mi padre era granjero, aunque era una granja bastante grande. Era la única mujer, y hermana menor. Vivíamos no muy lejos de la frontera, así que como muchos chicos, mis hermanos -tres- pertenecían a la milicia Se encogió de hombros. Como mi madre murió cuando tenía ocho años, me crié entre chicos, jugando más a espadas que a muñecas. Antes de hacer 'el cambio', uno de mis hermanos murió en una refriega contra bandidos, y la granja empezaba a ser un trabajo demasiado pesado para los cuatro... 

Así que cuando me "convertí en mujer", mi querido padre me quiso casar con el único hijo de un terrateniente, por lo que salí huyendo como alma que persigue un tanar'ri. Rió un poquito, aunque era una risa un poco forzada. Huí más al este aún, a las tierras de los Valles, donde me acogieron en la Abadía de la Espada, un templo de Tempus que defiende esa zona del bosque.

Tomó aire.

Y... Bueno, empecé como escudera, poco a poco fui embarcándome en misiones por la zona, cometí algún que otro pecado, y pese a todo me ordenaron sacerdotisa... Más tarde me uní a un grupo de aventureros que necesitaban un sanador y viajaban a esta región, a la Costa de la Espada. De camino aquí, pasé por casa, pero mi padre no quiso ni recibirme. Mis hermanos sí, y decían que la cosa había estado difícil mientras fueron tres. Al final tuvo que contratar a un par de peones, en fin... Se encogió de hombros. No les he vuelto a ver.

Ya en la costa empecé a conocer mundo de verdad, y lo cierto es que me encanta. Siempre de entuerto en entuerto, siempre algo nuevo que aprender, y siempre hay algún lugar que no conozco que necesita una sacerdotisa que sepa defenderse. Tras algún tiempo... me afinqué en el templo del Castillo Asta de Dragón, y cuando recibimos anuncios de que buscaban gente para unirse a la guerra contra los piratas dije... ¡Oye! ¿Porqué no? Y Hoglerruk y Varken se apuntaron conmigo. A Hoglerruk lo conozco de mis tiempos de aventuras, a Varken lo conocí en Asta de Dragón.

Miró de reojito. Al principio estaba tensa, pero conforme hablaba se había ido relajando bastante... 

Me quedé escuchando con interés la historia de Yaril·la, así como también una ligera envidia. Tal vez no fuese una vida llena de grandes hazañas, y puede que la gente de aquel mundo la considerase bastante ordinaria, pero para mí, una vida de ese estilo, con problemas cotidianos que lograbas superar con tu esfuerzo para prosperar poco a poco, era como un sueño.

Es una buena vida- le dije con sinceridad -¿Y decías que no había mucho que contar? Pasar de granjera a sacerdotisa guerrera no me parece que sea precisamente poco- le dije con cierta admiración y respeto -Y por lo que mencionas de los pecados que cometiste, también debes haber tenido tu dosis de diversión- añadí con una sonrisa para que terminase de relajarse -Es una lástima que no tengamos unas cuantas cervezas para ayudarme a sonsacártelos- le dije con fingido pesar.

Respecto a tu familia… si quieres un consejo, pásate por allí de vez en cuando, o envíales cartas si no puedes- le dije, ya más serio -Tal vez con el tiempo a tu padre se le pase el enfado… aunque conociéndote, me extraña que pensase que aceptarías acabar como la esposa de un terrateniente que se quedase cuidando la casa… y si no, siempre están tus hermanos- le dije con una sonrisa -Piénsalo, nunca sabes cuándo vas a acabar en otro mundo completamente distinto, y si no, mírame a mí- le dije medio en broma -No es que tuviese muchos amigos, claro, en realidad, tenía solo dos. Ellos y mi padre son los únicos que me apreciaban por quien era- le expliqué -¿Quieres verlos?- le pregunté, aunque llevado por un impulso, en lugar de esperar a su pregunta, saqué mi libro y empecé a convocar mi magia...

Yaril·la sonrió al comentario y miró a Mólor con una miradilla pícara, mientras apartaba un saco de encima de una caja, y acariciaba su medallón.

Señor de las Batallas Dijo con los ojos cerrados, haciendo unos complicados gestos con las manos. Concede víveres a este par de guerreros. Terminó poniendo las manos en forma de cuenco y las dejó sobre la caja, donde aparecieron un par de jarras de espumosa cerveza, y unos panecillos.

Mólor pudo notar que a Yaril·la se le había erizado el vello de los brazos. Sonreía al sentir lo que fuera que sintiese al lanzar un hechizo divino.

Cogió una jarra y se la ofreció a Mól mientras respondía a su consejo sobre su familia.

Debería... la verdad. Pero tampoco mi padre me escribió nunca, y sabía dónde estaba. Aunque claro, tampoco es que tuviera tiempo de venir a buscarme para traerme de la oreja, e intenté que me nombraran escudera cuanto antes. Cogió ella su propia jarra y le dio un sorbo. La cerveza no era nada del otro mundo, pero estaba pasable. Meh... En realidad se suele usar para gachas y agua. Suficiente que he conseguido sacar cerveza, supongo. Se encogió de hombros y bajó una ceja como queriendo disculparse. Volviendo a eso... Me hice escudera cuanto antes porque así le sería más difícil sacarme de allí. Supongo que se lo imaginaba, pero... Tampoco era yo así, no te creas. Era más dócil en aquella época... Pero es que simplemente no tenía ningunas ganas de ser moneda de cambio. Discutimos, siguió insistiendo, así que... Eso decidí.

En cuanto a los pecados.... Sacudió la cabeza como queriendo decir 'si tú supieras...' No creo que sean el tipo de pecados que tienes en mente... Bebió otro poco, y mientras paladeaba, se quedó observando lo que hacía con el libro.

En la habitación sombras parecieron tomar consistencia por un instante, instante en el cual de ellas empezaron a surgir hebras de oscuridad, millares de ellas que se unieron y entrelazaron entre sí, alzándose sobre el suelo como si fuesen algo sólido, y tejiendo algo  que no tardó en adoptar la forma de tres figuras de pura oscuridad, que de pronto, adquirieron color, luz propia y, si no fuese por el hecho de que no emitían sonido alguno, podría haber parecido que hasta vida.

La primera de las imágenes representaba a un elfo, con la luz refulgiendo en su armadura y el brazo sosteniendo con firmeza una espada. Su actitud era seria y disciplinada… excepto cada vez que dirigía su mirada a la segunda figura, momento en el que su expresión se suavizaba y reflejaba el evidente amor y devoción que sentía por esta, aunque instantes después tratase de ocultarlo.

En cuanto a la segunda figura, había tomado la forma de una elfa de noble porte, con un arco y armadura finamente trabajados y una expresión de absoluta seguridad en el rostro. Era la viva imagen de una elfa de alta cuna… excepto por la picara mirada en sus ojos, la cual parecía indicar que estaba pensando en alguna travesura, y que se reflejaba también en su sonrisa cada vez que miraba a la primera figura o a Mol.

Por último, la tercera de las imágenes tenía la forma de un humano ya entrado en años y con el rostro cubierto de cicatrices, pero cuya fortaleza aún se podía apreciar de manera más que evidente y que miraba de manera paternal a Mol. Portaba una armadura que, al igual que él, había visto tiempos mucho mejores, pero que aun así era evidente que no solo era de calidad, sino que pertenecía a alguien importante, tal vez un caballero, o un general, pero al igual que su reino, las insignias y rangos se habían perdido hace mucho.

Te presento a Elayne, la noble elfa más decidida de todas a romper las normas y meterse en líos, Aldazar, el estirado caballero que sigue convencido de que nadie sabe lo que piensa de Elayne, y a mi padre- le dije,  “presentándole” las imágenes que había conjurado en un tono algo ceremoniosos que ocultaba el dolor por tener que verlos así, mientras observaba intrigado como Yaril·la recitaba su propio hechizo.

¡Vaya! Eso si que no me lo esperaba- le dije al ver el resultado de este -¿Cerveza y panecillos de la nada? Mi señora, estoy a su servicio- bromeé mientras cogía la otra jarra -Nah, no está tan mal… creme se lo que digo- añadí tras pegarle un sorbo, mientras la escuchaba hablar sobre su padre.

Si, supongo que no es precisamente algo fácil de resolver…- le dije -Y supongo que él tendría sus motivos, pero en mi opinión, el único que tiene derecho a decidir cómo vive es uno mismo, así que bien hecho, brindo por ello- le dije -De todas formas… deberías intentarlo, porque si ninguno da el primer paso está claro que no se va a arreglar solo- le dije -No es que sea ningún experto, vamos, pero es lo que creo- añadí -Por otra parte, hay algo que no me cuadra… ¿Dócil? ¿Tú? Me cuesta imaginarlo- le dije a modo de broma.

Vaya, es una lástima… los pecados que me tengo en mente son, sin duda alguna entretenidos, por decirlo de algún modo- le dije -Así que ¿a qué te refieres con pecados?- le pregunté -No creo que fuese algo grave si acabaste como sacerdotisa… y de todas formas, habiéndonos conseguido cerveza, ten por seguro que no voy a pensar mal de ti- añadí medio en broma.

Yaril·la sonreía a Mól con aquella broma de estar a su servicio, y miró con interés a aquellas personitas que el mago le hizo aparecer. No le sorprendió el hechizo, quizá lo había visto antes, o alguno similar.

Parecen buena gente Dijo, intentando no hurgar más en la herida. Han estado bien durante siglos, seguro que siguen bien.

Se acercó un poco más y le acarició un momento la espalda, dándole luego otra palmadita

Sí... creo que cuando llegue a Asta de Dragón les enviaré una carta. No hace ningún daño, y seguramente a mis hermanos les haga ilusión saber de mi. A estas alturas debo tener cuñadas y sobrinos ya, jejeje...

Mól habló entonces de su 'docilidad', y retomó el tema del pecado.
Bueno... me fui de la granja con casi catorce años. Era una niña. En cuanto al pecado... Dio un sorbo con la mirada un poco perdida, y apoyó el codo del brazo que sostenía la jarra en la rodilla, mientras la movía un poco, valorando si decirlo o no, o tal vez solo cómo decirlo.

En la iglesia de Tempus está mal visto matar a personas indefensas o prisioneros. Dio otro sorbo. Mi hermano, como te he dicho, Aaron... Murió por unos bandidos, le clavaron una flecha en el cuello y se desangró. Con unos... Dieciséis o diecisiete años.... No, serían dieciséis, era una novata... Bueno, en una patrulla sorprendimos a un grupo de bandidos mientras dormían. Llevaban sacos con cosas robadas de una caravana de hacía unos días o así... Y no sé, me entró una cosa por aquí... Se señaló del vientre al pecho Mientras mis compañeros preparaban las cuerdas, me lancé a la tienda y les abrí la cabeza con el hacha. Gesticuló, como siempre. Como tres malditas sandías Recalcó. No estuvo bien... No solo desde el punto de vista religioso, podrían haber tenido información... Suspiró y le miró a los ojos mientras bebía otro trago.

Cuando terminó el sorbo, volvió a hablar No tengo muy claro si te da igual o qué, viniendo de donde vienes. Pero no está bien darle a un guerrero, sea cual sea, una muerte como esa. Deberíamos haberlos atado o dejado inconscientes con un golpe en la cabeza, o haberles separado de sus armas, o algo así, pero pensé en mi hermano, y en cuantos civiles habrían matado, y pensé que no se merecían ningún juicio ni ninguna soga al cuello Se encogió de hombros y miró uno de los panecillos. Seguramente te parezca una tontería, pero no estoy orgullosa de eso. Un guerrero puede permitirse esas cosas, pero alguien que aspira a ser Guardiana de Batalla... no.

Tratando de levantar ella misma el ánimo de la conversación, le dio un toque en las costillas con el codo. 
No son los pecados divertidos que tenías en mente... Pero eh, tienes cerveza, así que no puedes pensar mal. Forzó una sonrisa, pero solo un poco, tampoco le dolía tanto aquello. 

Eso espero…- dije, respondiendo a su comentario sobre Elayne, Aldazar y mi padre… aunque era evidente que no lo creía, tras lo cual me quedé escuchando lo que decía.

¡Ouch!- dije, quejándome de manera exagerada y llevándome una mano a las costillas donde me había dado -No debí haber prometido eso, incluso aunque me golpees no puedo sino pensar bien de quien me ha proporcionado cerveza- le dije bromeando mientras pegaba otro trago a la jarra.

Y bueno, tal vez me crea que con esa edad fueses algo más dócil…- le dije -Pero tampoco demasiado, o si no, no te hubieses ido a vivir tu vida. Más que una niña, una pequeña mujercita diría yo- le dije -La cual, me veo obligado a decir, ha crecido espléndidamente- añadí con una sonrisa pícara mientras hacía como que la observaba admirado, exagerandolo lo máximo posible.

En fin, sobre lo que hiciste…- dije tras unos segundos, poniendome serio de nuevo -Como dices, mi mundo es distinto a este, y aunque no diré que me da igual… tampoco es que me parezca mal- le dije -Si, podríais haberles sacado información, si, tal vez deberían haber sido sentenciados en un juicio… pero dudo mucho que alguien les obligase a ser bandidos, así que si me preguntas, obtuvieron lo que merecían- le dije, explicándole mi punto de vista -Además, intentar capturar a alguien con vida siempre es un riesgo, podrían haberse despertado y haberos o matado herido- añadí, intentando mostrarle otro punto de vista -Así que no, no me parece una tontería, este tipo de cosas nunca lo son- le dije, tras lo cual cogí uno de los panecillos, usándolo como excusa para permanecer en silencio unos momentos y que pensase sobre ello.

Pero volviendo a temas más alegres, me alegro que hayas decidido escribirles una carta a tu familia- le dije -Y si, seguro que esta ya debe haber aumentado…- dije -Al fin y al cabo, la vida en una granja no creo que ofrezca mucha diversión, así que supongo que todos buscarán alguien con quien poder cometer pecados más divertidos- le dije en tono jovial -¿No crees?- pregunté.

Que a toda mujer le agrada un piropo de buen gusto es algo conocido, y aunque pueda parecer candidata a ser una excepción, una amante de la guerra como Yaril·la no lo era. 

Sonrió, e incluso, poco acostumbrada a halagos finos -Sus colegas eran normalmente de todo menos finos, y aún menos con una cerveza en la mano- adquirió algo de colorete en las mejillas.

Cuando Mól terminó, Yari estaba dando otro trago, y sin dejar la copa, decidió tomar algún tipo de iniciativa... En parte para no perder el punto al que habían llegado, pero queriendo darse un segundo, poco acostumbrada como estaba a que la tratasen como a una dama y no como a una moza de taberna (Si bien una dama exactamente tampoco era).

Adoptó una postura regia, y habló con las cejas levantadas, con evidente broma, y un pelin de nervios.

¿Está tratando de flanquearme, caballero...? Seguramente se tratase de una firma de decir "pillar desprevenida" o "seducir"... pero con su lenguaje militar.

Mi señora, ¿está pensando lo que creo que está pensando?- le pregunté, adoptando una expresion de incredulidad -Porque eso es algo que ningún autentico caballero se plantearía, ni siquiera ante tan admirable dama- le dije con una expresión casi altiva... que rapidamente fue desapareciendo al sustituida por una incipiente y picara sonrisa -Claro que por otra parte, nunca me he considerado un caballero- añadí, sin rasto ya alguno de la expresión altiva.

Yaril·la sonrió ampliamente.

Es una suerte que tampoco sea yo una paladina, ¿No? Se acercó algo más, su pierna tocaba la de él. Le miró a los ojos y dio un traguito más, ya no le quedaba mucho.

¿Qué se está planteando, 'no-caballero'? Dejó una breve pausa. ¿Tiene acaso algún plan de ataque...?

Cierto, es una suerte que no lo seas- le dije, devolviendole la mirada -Sería una autentica pena- añadí con una sonrisa.

Y no se si debería decirle lo que me planteo, "no-paladina"...- dije -Como buena conocedora de la batalla, sabrá que mantener el plan de ataque en secreto es fundamental...- le dije en tono finjidamente serio -Excepto a aquellos de confianza, claro está, con ellos no solo hay que compartirlos, sino planearlos de manera conjunta- añadí, permaneciendo en silencio por unos segundos antes de continuar -Pero no sé si encontraré a alguien así en un mundo que me es extraño, aunque... ¿Tal vez usted conozca a alguien que pueda ser de confianza?- le pregunté con una sonrisa mientras daba el que debía ser el penultimo trago de cerveza.

Yaril·la sonrió y terminó de beber la cerveza, dejando la jarra sobre la caja.

Bueno... Ya hemos luchado juntos, y mis compañeros de armas pueden confiar en mi... Le recorrió la mejilla de Mól con un dedo. Aunque hay fortalezas que no se toman en un solo asalto... Terminó de recorrer la mejilla y siguió por el cuello. Algunas necesitan algo de tiempo.. Ya sabes, una zapa sorpresa aquí o allá... Buscarle un punto débil... Cuando llegaba al pecho, paró.

Tal vez después de cenar con el grupo en tierra podamos ir a tomar la última en algún lugar que toquen algo bailable... ¿Qué te parece?

A medida que hablaba se iba acercando un poco más. ¿Tal vez sí le aceptaba un beso?

Cierto, y sin duda alguna uno puede confiar en aquellos junto a los que ha combatido y derramado sangre- le dije, manteniendo mi sonrisa mientras el dedo de Yaril·la empezaba su recorrido al mismo tiempo que mis ojos empezaban el suyo por el cada vez más cercano cuerpo de la sacerdotisa, aunque volviendo a sus ojos cuando su dedo se detuvo.

De nuevo, tenéis toda la razón, mi señora- le dije en un tono formal que en nada se reflejaba en mi expresión al tiempo que con una mano cogía aquella que ahora se encontraba sobre mi pecho -Algunas fortalezas, especialmente aquellas valiosas, no pueden ser asaltadas simple y burdo asalto, necesitan métodos a su altura- le dije, de tal forma que si el hecho de que se detuviese me había supuesto una decepción o no, tal cosa no se reflejase en mi rostro. Al mismo tiempo, la mano que tenía libre, dejó la jarra que sostenía y empezó a gesticular disimuladamente fuera de la vista de Yaril·la -Así que si, estaría encantado de ir a tomar algo en tierra… claro que aún queda mucho hasta entonces. Y aunque estoy de acuerdo en que algo de tiempo es fundamental, tampoco hay que olvidar el evaluar las defensas mientras tanto. Tal vez tanteándolas las defensas con pequeños ataques sorpresa…- le dije, manteniendo mi sonrisa hasta el momento en que acabé de convocar el pequeño conjuro que estaba preparando.

En ese momento, la estancia se quedó completamente a oscuras, claro que para mí, eso no suponía problema alguno, pues seguía siendo capaz de ver a la sacerdotisa a la perfección, así que antes de que pudiese reaccionar, le di un rápido pero poco inocente beso, tal y como había dicho, tanteando más que atacando, para luego retirarme tan rápidamente como me había lanzado, de forma que cuando, apenas un par de segundos después la luz volvió, me encontraba en la misma posición que al inicio, con una mano sujetando la de Yaril·la y la otra la jarra de cerveza.

¿No crees?- le pregunté con un brillo travieso en los ojos y mi más inocente sonrisa, la cual quedó oculta cuando me llevé la jarra a la boca para acabármela, como si nada hubiese pasado.

Cuando la luz volvió, Mól encontró a Yaril·la tapándose, o tocándose los labios con los dedos de la mano libre, aunque detrás de esos dedos se adivinaba una sonrisa.

Todo un éxito tu plan... no-caballero. Sonrió y le rodeó el cuello para darle un buen beso. Breve, pero intenso. Luego se separó y se puso en pie, soplando un poquito. 

Es agradable que la traten a una como a una dama de vez en cuando... Murmuró medio para sí y medio para Mól, y después le miró con una sonrisa. Seguía un poco coloradita.

Para Mólor, que había flirteado muchas veces, le daba la sensación, y no temía mucho a equivocarse, que a pesar de vivir rodeada de hombres toda su vida, había tenido pocas parejas, y posiblemente más de una decepción. La confundía y le agradaba que la tratasen de forma melosa y pícara, pero ella misma no sabía responder a esas atenciones adecuadamente, y se sentía torpe, por lo que antes de hacer alguna tontería o parecer algo que no quisiera parecer (Ni mojigata ni facilona) se decantó por aplazarlo por el momento.
Tal vez Mól no fuera su estilo, pero como ella misma ya expresó, su forma de acercarse era nueva y agradable para ella, tratándola con respeto en lugar de como una loca bélica peligrosa o un trozo de carne enlatado.

La reacción de Yaril·la a mi “tanteo”, avergonzada pero nada molesta, fue la que me esperaba… aunque no que respondiese con su propio asalto, al cual, evidentemente, no me resistí. Al fin y al cabo, eran precisamente las sorpresas las que hacían que ese tipo de cosas fuesen tan divertidas… especialmente cuando eran tan agradables como aquella. Si la sacerdotisa fuese como las chicas de taberna con las que solía divertirme, seguramente la habría atraído hacia mí ahora, pero era evidente que no solo no lo era, sino que además, parecía poco acostumbrada a este tipo de situaciones, lo cual tampoco es que me molestase.

Después de todo, el camino puede ser tan divertido como la recompensa- pensé, devolviéndole la sonrisa.

Bueno, no osaría no tratarla como una dama, mi señora- le dije con tono serio pero manteniendo mi sonrisa -Especialmente cuando es evidente que lo es. Tal vez no una dama frágil e indefensa, pero una dama, sin duda alguna- añadí al tiempo que hacía una reverencia, manteniendo la cabeza baja durante apenas un instante antes de levantarla de repente para mirarla a los ojos -Claro que eso ultimo no se parecía demasiado al comportamiento de una- le dije, aun inclinando pero observándola con una sonrisa pícara.

Yaril·la estaba de pie y sonriendo mientras Mól hablaba, poniéndose la correa de la vaina al cinto.

Sin embargo, cuando remarcó que aquello no era propio de una dama, se puso roja de repente, y le dio un empujón en la frente en plan "¡Para! ¡Calla!"

Boh!!! 

Cogió su escudo y salió de la pequeña bodega a paso ligero.