Partida Rol por web

El Tsathar cae atravesado por la espalda, la punta de la flecha sobresale por su pecho, haciendo que caiga inerte sobre la orilla del infecto lago. En ese momento, el ruido del impacto contra el agua, produce ondas en su pastosa superficie, haciendo que todo tipo de ranas asomen sus cabezas y al ver comida fresca se lancen como una jauría sobre los despojos Tsathar, el ruido del desgarro al arrancar los miembros del cuerpo del hombre rana resuenan por la caverna y cientos de sonidos producidos por el croar de las ranas gigantes al sentir sangre y comida hacen eco como si de un coro se tratase. La luz revela todo eso durante unos segundos. De repente los cientos de cabezas que asomaban en la superficie del lago giran sus cabezas hacia el este y de golpe se hunden todas a la vez y lo que hace tres segundos era una vorágine de ranas en busca de alimento fácil ahora es un remanso de paz, roto solo por las ondas en la superficie del lago.

Asalto 2

Damrod 16

Aquél repentino escenario le hizo sentir un escalofrío, que prefirió pensar era debido a la humedad y al frío que lo que acababa de ver. Decenas, cientos de ranas de todos los tamaños surgieron del lago y se lanzaron sobre el cuerpo sin vida del tsathar, al que devoraron en segundos antes de volver al refugio que suponía el agua.

Se alegraba de no haberse acercado más, pero sobre todo de poder irse por su propio pie. Si aquella jauría voraz se hubiera abalanzado sobre él... Mejor no pensar en ello.

Rápido como siempre, fue detrás de sus compañeros, que ya habían empezado a correr hacia las escaleras que les sacarían de aquél maldito nivel, lejos de los pérfidos e innumerables seguidores de Pyaray.

Tras dejar atrás el nivel de los hombres rana, ascendéis lentamente durante unos eternos 20 minutos hasta llegar al nivel que está bajo la entrada del volcán. Al alejaros de la zona de influencia de la estatua de Pyaray, los efectos perniciosos de su efluvios caóticos os han abandonado, ahora ante vosotros al final del pasillo una pequeña caverna con las paredes cubiertas de enormes cristales, que brillan con la luz de Damrod, en este lugar matasteis ya hace tiempo a dos ranas gigantes.

Tratando de no pensar en el repugnante espectáculo que acababan de presenciar en la laguna (estaba claro que sin la guía de su oscuro dios y su líder, las ranas eran poco más que animales) Harold subió deprisa las escaleras. Cuando por fin, tras una subida eterna, vio luz al final, avanzó con su luz mágica por delante para encontrarse en una sala llena de cristales luminosos. Harold reconocía esa sala: no hacía tanto, aunque parecía una eternidad, allí mismo había sido ascendido a Exorcista Sagrado, allí mismo el Lobo le había hablado y le había bendito con los puños que ahora llevaba bordados en el atavío de autoridad. 

Harold había llegado a creer que jamás volvería a ver esa sala, pero allí estaban, por fin, solo a unos pocos metros del lugar donde el demonio insecto les había capturado en primera instancia. Harold esperaba que la destrucción del monolito les hubiera hecho irse a todos, incluyendo a aquella monstruosidad. 

-Vamos-les dijo a sus compañeros. Luego tendrían tiempo de volver y explorar: ahora la prioridad era salir de allí por fin. 

Con la luz por delante, comenzó a avanzar hacia el agua. 

Estaban allí, y él estaba sorprendido. No habían abandonado aún el territorio de los tsathar, pero si que habían conseguido esquivar al grueso de sus fuerzas. Increíblemente, la sensación de victoria iba filtrándose lentamente en su mente, haciéndole creer de verdad que habían derrotado al caos.

Se movió dejando que la luz rielara y se reflejara en los mil prismas cristalinos de la caverna, alumbrando toda la sala. Era agradable alejar las sombras al fin, sin miedo. No era el sol, pero era un pequeño aperitivo.

—Si, os seguimos —respondió a su compañero.

Esta vez Harold y Gerald irían primero. En el agua las dotes de rastro de Damrod no iban a servir de nada, así que lo mejor era que ellos abrieran la marcha y acabaran con cualquier emboscada que ocultara la estancada charca.

Con cautela atravesáis el vacío nivel, por fin al atravesar la sima (zona 2), podéis ver el cielo estrellado con la pronta aparición del sol en la isla. Y sin problemas cruzáis la puerta que abristeis con la llave de uno de los sacerdotes del Caos, al parecer está sin cerrar con llave, ante vosotros las escaleras que llevan al nivel de entrada al volcán.

Casi dos días después de haber entrado por primera vez en el interior del volcán, por fin salís al exterior. No podéis creer lo que ha llegado a pasar en estas 48 horas, combates contra criaturas demoníacas, señores del Caos, fuisteis capturados, liberados y tras atravesar un infierno y casi tras perecer, cumplisteis la misión encomendada por vuestros dioses. Ahora en el firmamento las estrellas, la noche estrellada y un pronto nacimiento del sol, con lo que ello trae, vida para los habitantes de la superficie, aliento, esperanza, tras la siempre oscura noche eterna del inframundo.

Ahora en el exterior del volcán una voz grita algo en común - " ¡ ALTO ! ¿QUIEN ES? RESPONDA O ATACAREMOS " - Tras el grito un montón de ruido y desenvainados de armas delata un numeroso grupo de humanoides, un campamento fortificado en el umbral del volcán para defender al valle de lo que pueda salir de este lugar.

Por fin. 

Harold creyó que lloraría de alivio al sentir por fin el aire puro sobre él, que además traía el maravilloso frescor del invierno que ya se sentía en el aire. Por primera vez, no había nada sobre su cabeza, solo el cielo, puro y despejado y cuajado de estrellas. Harold respiró hondo, sintiendo su pecho expandirse y sus pulmones llenarse de vigor. Estaba sano, bien alimentado y tranquilo por primera vez en dos días, y se sentía tan ligero que podría volar a pesar de la armadura. 

Escuchó gritos y desenvainar de espadas más adelante, pero no se alarmó. Sin duda eran o sus compañeros o la gente de la isla, que guardaba la entrada al volcán. Proyectó su potente voz de líder alto y claro:

-¡Soy Harold Strikväson, parte de los mercenarios de la isla, y me acompañan Damrod y Gerald! ¡Salimos del volcán tras derrotar al Caos de su interior!

Nunca la libertad había sido tan agradable. La fresca brisa matinal acarició su rostro, los primeros rayos de sol se veían en el despejado cielo, rompiendo la oscuridad de la noche. Al fin podía observar el firmamento, respirar profundamente y sentir el viento meciendo su pelo. Estaba tan agradecido de aquél aire lleno de pureza que ni siquiera se volvió a cubrir el rostro, ajeno a ya a lo que pensaban los demás. Había demostrado ser un digno servidor de la Ley, y la marca del Caos desfigurada en su mejilla ya no importaba.

Feliz por haberlo logrado, exultante, se dejó caer de rodillas en el suelo, simple piedra sin mancillar por la maldad del interior del volcán. Era un terreno pedregoso y pelado, pero incluso allí podía sentir la vida más que en los dos días anteriores. Para cuando escuchó los gritos de alguien hablando en su lengua, se echó a reír por no romper a llorar. Aún así, grandes lágrimas caían por sus mejillas.

Se puso en pie trabajosamente mientras Harold respondía. Una sonrisa le cruzaba el rostro, asintiendo a las palabras de su compañero.

—¡Dice la verdad, yo soy Damrod! —exclamó sin gestos bruscos, solo alzando la voz lo suficiente—. ¡Y nuestro cuarto compañero es un amigo, un buen hombre rescatado de las garras de la desesperación, cuya ayuda ha sido fundamental para limpiar éste lugar! ¡¿Quiénes sois, está entre vosotros el capitán de la guardia u otro oficial?!

Los guardias se relaja al ver a estos tres mercenarios que llegaron a la isla acompañados con los oficiales de la guardia, gracias a ellos, la isla fue liberada del yugo Ogro. Uno de los guardias se acerca hasta el arrodillado Damrod y presta su brazo para ayudar a levantarlo. Mientras otro de los guardias responde - " Es un placer volver a verles sanos y salvos señores, somos parte de la guardia de la isla, fortificada aquí por orden del comisario Fulgur tras la toma del castillo, al estar la isla libre de enemigos se nos ordenó fortificar la entrada para que ningún enemigo pueda salir al exterior, luego el comisario junto con sus hombres y los otros tres mercenarios se adentraron en el volcán hace unas 30 horas, desde entonces nada sabemos de ellos ya que nada ni nadie ha salido del volcán " -

Al final los que les esperaban allí no eran sus compañeros, sino la guardia de la isla, formada tras la derrota de las fuerzas de la superficie. Harold avanzó hacia ellos, junto a sus compañeros, y escuchó lo que el hombre le decía. Se subió la celada del casco y asintió. Se sentía más tranquilo sabiendo que había allí una fuerza guardando la entrada al volcán, aún no era un lugar seguro y aún podían salir enemigos de él.

-Habéis hecho bien. El Caos ha sido derrotado, pero no eliminado, aún podría salir algo de ahí. Permaneced alerta ante posibles rezagados. ¿Tenéis algún herido, o algo con lo que os podamos ayudar?

¿Todos los guardias están dentro, o se ha quedado alguien con vosotros? Esperaremos aquí y os ayudaremos con la vigilancia. Si en unas horas no han salido, trataremos de ir a buscarles. ¿Podéis contarme qué ha ocurrido exactamente en los dos días que hemos estado ahí dentro?

- " Estamos bien señor, una vez terminada la conquista del castillo y la expulsión de el " pensante " vinimos hasta esta posición y se nos ordenó su fortificación y defensa " - El guardia asiente tras la segunda pregunta de Harold y responde - " El comisario junto con sus oficiales y los mercenarios entraron hace un par de días en el volcán, tras una horas salieron heridos con el cabo Cassius muerto y uno de nuestros compañeros, al parecer se enfrentaron a los últimos guardianes de " El pensante ", un ser enorme hecho con trozos de carne de muertos al que derrotaron con fuego, tras ese ser apareció el segundo guardián, un ser enorme hecho de arcilla, al que también derrotaron con fuego, pero antes de eso aplastó bajo su puño al cabo. Y entonces apareció el último guardián, un ser hecho de hierro con el que no pudieron enfrentarse. Al huir hacia nosotros, unas sombras atacaron a uno de nosotros y le absorbieron la vida hasta dejarlo frío y sin respiración. " - Se pasa la mano por la cara para quitarse de en medio esa imagen - " Después descansaron aquí para recuperar fuerzas y tras ello volvieron a entrar, nada más sabemos de ellos desde entonces señor " -

Las noticias de la muerte de los guardias, aunque ya las sabía por la vez en la que habló con Fulgur, le entristecieron. Por lo menos habían muerto por la victoria, y sus vidas habían comprado las del resto del mundo. Rogó a Aengrist para que su sacrificio fuera recompensado en el más allá, y para que fueran acogidos en el regazo de sus dioses para toda la eternidad. 

Otra vez ese Pensante. Harold ya lo había oído en los mensajes de Fulgur, y aunque parecía que lo habían vencido, no sonaba muy bien, sobre todo si controlaba gólems de carne, arcilla y hierro. 

-¿Qué o quién es ese Pensante? ¿Lograron destruirlo o vencerlo? y, ¿qué fue del Inquisidor Theodocius y el resto de gente del castillo?

Se dejó guiar por el guardia hasta el interior del puesto avanzado, más por comodidad que por necesidad, y asintió en cuanto Harold empezó a hacer preguntas; efectivamente, habían vencido, pero la isla distaba mucho de estar a salvo. De hecho, la desorganización de las huestes del caos podría causar aún muchas bajas si las cosas no se hacían correctamente. 

¿Qué pasaría si se encontraban con el poderoso sacerdote Slaad en su retirada? Igual de peligrosos eran el demonio que les había reducido con suma facilidad o cualquiera de los esbirros que habían visto una vez fueron hechos prisioneros. Y eso sin contar con todos los peligros desconocidos. Damrod se sentó mientras el soldado explicaba las cosas, aunque con la mente perdida en los sinuosos pasillos del volcán, temiendo lo peor.

Sin embargo, intervino en cuanto su compañero lanzó más preguntas, añadiendo las suyas propias.

—Si han estado aquí y han vuelto por segunda vez, habrán dicho el camino que tomaron. ¿Sabéis por dónde estaban esos guardianes? Es posible que hayan vuelto a intentar vencer a ese gólem de hierro.

Tras escuchar vuestras preguntas el soldado contesta tras pensar un poco en ellas - " Señor no se me informó sobre el pensante, solo se que era el ser que construyó a los autómatas y que fue expulsado por el comisario y sus oficiales al volcán, desde entonces lo buscan para detenerlo o capturarlo, no se bien " - Sacude la cabeza - " El inquisidor, los dirigentes de la isla y aquellos isleños que fueron capturados acabaron como experimentos del " pensante ", convertidos en títeres, mitad cuerpos humanos, mitad autómatas. El comisario no tuvo opción y fueron destruidos " - Ahora mira a Damrod - " Eso creo señor, pensaban que a el " pensante " solo le quedaba ya un guardián y si lo destruían podrían dar de una vez caza a ese ser. Pero no se me informó de ello señor " -

Un humano se acerca hasta vosotros - " Señores, si necesitan equipo nuevo o vender algo tengo mi tenderete aquí al lado, si necesitan que identifiquemos algún objeto, puedo identificar uno cada día ¿ necesitan algo ? " -

Asintió pensativo a las palabras del guardia, y al final hizo un gesto con la mano para quitar importancia a que no supiera demasiado sobre el camino o los enemigos; no era su culpa, así que no debía sentirse mal por ello.

—Gracias soldado.

En seguida, otro hombre apareció. ¿Un oportunista? No le gustaba el gesto de su rostro, pero se estuviera aprovechando de la situación o no, poco importaba. El hecho es que la isla necesitaba dinero y comercio, y ellos tenían cosas que habían sacado del volcán. Cosas que no les serviría de nada en los bolsillos.

—¿Qué es lo que tienes a la venta? —preguntó, escéptico acerca de lo que podría encontrar—. ¿Y cuánto nos costará identificar cada objeto?

Aquel pensante parecía peligroso, muy peligroso. No parecía que estuviera con el Caos, lo que significaba que tampoco tenía motivos para abandonar la isla. Había que encontrarle y destruirle, no podían considerarle vencido como a los demás. Le puso una enguantada mano en el hombro al soldado y le miró con amabilidad. Lo pero de todo es que toda la estructura de poder de la isla, y todos los del castillo habían muerto, lo que dejaba la isla sin líderes ni autoridad y podía caer en la anarquía. Cuando todo acabara, habría que mandar un mensaje al templo de la Ley en el continente, que mandaran una delegación, que se ocuparan del gobierno de la isla. 

-Gracias. Buen trabajo, seguid vigilando. Puede que si no salen, vayamos ahí dentro. Ese pensante debe ser destruido. 

Tras eso, se volvió hacia aquel personaje que había aparecido. No le inspiraba confianza, parecía uno de esos oportunistas que se aprovechan de situaciones desesperadas como aquella para su propio beneficio, pero podía serles útil. 

-¿Tienes fetiches de plumas de Quaal o cuervos de plata?-preguntó. Eran un artilugio mágico, pero no eran raras. Harold las había usado muchas veces, eran buenas para mandar mensajes. Las iban a necesitar. Entonces recordó a los golems y al pensante, capaz de crear más-¿Y cristales de demolición, tienes alguno?