Partida Rol por web

Las nieblas de Mnemósite

Irina y Xana - I

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24/04/2010, 11:31
Richard

Richard no pudo ocultar en sus ojos el desagrado que le producían las intenciones de Xana. El verdadero por qué ella no lo sabía. Podía ser celos, necesidad de poseerla, miedo de perderla, inseguridad acerca de su relación o una decena de motivos más. Pero cuando Richard no quería hablar no había manera de sacarle nada. Era duro por dentro y por fuera.

Suspiró.

-Si eso es lo que quieres, Xana... Tú eliges. Yo no puedo obligarte a nada, no estaría bien.

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24/04/2010, 12:02
Xana Haller-Reisberger

Richard...- los hombros de la joven se hundieron visiblemente al ver el desagrado en sus ojos. Había esperado que lo entendiese. Había esperado que la apoyase, que le dijese que estaba bien, que todo iría bien. Que hacía lo correcto. Había esperado que confiase en ella. Pero aunque sus palabras parecieran de apoyo, en sus ojos se leía lo que sentía realmente. No le podía culpar. Si no se hubiese sentido así en sus sueños, al mirar al hombre alado junto a ella, al besarle, porbablemente ella misma pensaría igual. Era una locura. Enamorarse de un sueño de hace más de mil seiscientos años, pero una parte de su alma clamaba por ello, la llamaba hacia él. No podía quitársela de la cabeza, no podía estar en paz hasta que hubiese hecho algo por aplacarla.

¿Pero cómo se lo podía explicar? Ni siquiera ella conocía sus propios sentimientos,como para pedirle que los entendiera. Le estaba exigiendo demasiado. Y ¿qué derecho tenía a exigirle cuando ya le había dado tanto?.

Dio un paso, dubitativa. Quiso extender la mano y tocarle, pero la expresión de sus ojos le detuvo. No así. Hubiera dado cualquier cosa por que desapareciese la desaprobación de sus ojos, pero si lo hacía, sentiría que estaba comprando su cariño, o peor aún, que se forzaría a decir algo solo porque se quedase tranquila. No estaba segura de poder soportar eso.

Yo... volveré pronto, te lo prometo.

Entristecida, se dio la vuelta y echó a andar hacia el el hombre alado. No estaba muy segura de lo que estaba haciendo, de qué decir o qué hacer. Sabía que quería quitarse esa espina del costado, pero no tenía ni idea de cómo.

Se acercó al hombre. Algo le rebulló en el estómago. Se sentía mal. Se sentía físicamente enferma. Los ojos, la voz, todo sus ser. Aquel hombre respiraba amor por ella con cada átomo de su ser. Por ella... al menos en cierto sentido. Y Xana estaba tan hambrienta de cariño que le hacía daño contenerse. Haga lo que haga, no puedo ser justa con todos. Es injusto hacerle daño a Richard por un sueño, pero... pero a veces es tan distante. A veces no se que le pasa por la cabeza ni por el corazón, y es imposible que se abra, a mi ni a nadie. Él, en cambio... no podría ocultarme lo que siente aunque quisiese. No se que hacer. Esto no se hizo para mí. Amar no se hizo para mí, tengo tan poca práctica... ¿por qué no pudísteis haberme encontrado antes?

La vida era tan extraña. Había matado a su hermano. Había golpeado a su padre, había hecho llorar a su hermana. Había hecho daño a gente muy cercana a ella, y había disfrutado de cada segundo. Pero ahora no podía. Tendría que hacer daño a uno de los dos, y era incapaz de disfrutar haciéndolo. A cada segundo le daban ganas de correr a esconderse bajo las sábanas, pero incluso su parte menos nociva, la parte de su ser que aún retenía un poco de la bondad y la inocencia de una chica joven, sabía que eso solo empeoraría las cosas.

Sandalphon- la voz la vibraba de tristeza, pero la palabra salió clara.

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24/04/2010, 18:21
Irina Nóvikova

Irina no dijo nada. Se quedó en silencio dejando que el tiempo transcurriese, más lento de lo que jamás había pasado. Si Nar’Tyel se iba moriría, desaparecería quién sabe a dónde abandonando todo cuanto allí tenía. No era mucho, pero era importante. Lo más importante que Irina había tenido nunca. ¿Y después? ¿Qué pasaría con el alma de Nar’Tyel? ¿Se seguiría reencarnando en cuerpos humanos o trascendería a… a dónde?
La asesina contuvo la respiración todo lo que pudo, como si tratara de desaparecer de aquel lugar. Los pensamientos comenzaron a abrumarla devolviéndole la sensación amarga del despertar de las pesadillas que antaño sufría. Era como mirar a todos los lados sin encontrar un punto de referencia, y la incertidumbre la mataba. Pero Sandalphon tampoco sabría responderle a todas aquellas dudas, ni Pyotr. ¿Podría el sombra encontrarla de nuevo de la misma manera que Sandalphon les había encontrado a ellos durante aquellos mil años? Que tontería… Pyotr no era inmortal como el Ebudan, y no viviría el tiempo necesario para hacerlo en el hipotético caso de que pudiera.
- Es una niñata impulsiva - respondió bastante rato después. - Enseguida vuelvo.
Entonces se incorporó de forma algo brusca, gateó por la tienda hasta la salida, y buscó a Sandalphon con la mirada para acudir a hablar con él. Si había ido mal no creía que quisiera ver a nadie, pero Irina necesitaba hablar con alguien que comprendiese la magnitud de aquello, y no había nadie mejor que el hombre de las alas blancas para ello. Y nadie en toda Gaïa debía comprender mejor que él lo que era perder un amor, no una, sino repetidas veces.

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24/04/2010, 18:32
Sandalphon

Sandalphon levantó la cabeza al ver llegar a Xana y se puso en pie. El ebudan frunció el ceño.

-¿Sí? -murmuró.

De la tienda salió Irina y vio que la tao y Sandalphon se habían acercado, mientras que Richard no estaba allí.

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24/04/2010, 18:58
Irina Nóvikova

Irina contemplo la escena y chasco la lengua mientras analizaba la situación. Miro al Ebudan y suspiro.
- Sandaphon, si luego no te importa me gustaría hablar contigo. - lo dijo en un tono amable y comprensivo, de esos que pocas veces se escuchaban de los labios de la asesina.
Espero algún tipo de respuesta por parte de el antes de marcharse hacia algún sitio apartado para no interrumpir mas. No estaba siendo una noche especialmente agradable.

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24/04/2010, 18:45
Xana Haller-Reisberger

Xana se quedó un buen rato mirando a Sandalphon. Cada segundo que pasaba mirando a los ojos del hombre parecía hacer que le costase más articular palabra, y sus ojos cada vez parecían más tristes. No sabría decir cuánto tiempo estuvo esi, pero al final empezó a hablar, dubitativa.

No quiero hacerte daño. Seas quien seas... te siento aquí- dijo, señalándose el pecho- en mis sueños. He volado contigo por el cielo y he sentido el amor que me tenías. No... no puedo desearte mal. Simplemente, no puedo... pero cada vez que me miras duele. Me pides demasiado. No soy Mineth, no puedo quererte como ella te quería. En algún lugar de mi mente, o de mi alma, a veces lo soy. Pero no me parece... real. No me parece más real que los sueños, o el cielo, o el infierno, o los cuentos de hadas... no es mi vida. ¿Entiendes?. Mi vida es... esto... esta tierra. Richard. Es dura, está llena de dolor, y de dudas y de miedo, pero es todo lo que tengo. Esa... Mnemósite... apenas significa nada para mí. Ni siquiera sabía que existía.

No quiero hacerte daño, pero no puedo evitarlo. Si realmente has pasado tanto tiempo buscándome, soñando con que te esperaría, no puedo pedirte que entiendas por qué estoy con Richard. No me viste antes de que le conociera. Antes de que me cambiase. No viste lo despreciable que era... que soy, todavía, muy adentro. No viste como me cambió, como me dio todo lo que tengo que merezca la pena.  A tí te quiero porque no tengo otro remedio, porque es algo que llevo grabado en el alma, no puedo escoger no hacerlo, pero él... el se lo ganó. Se que lo te pido es monstruoso, pero... no me hagas elegir, Sandalphon. No es justo.

Xana se quedó en silencio. Tenía frío. Se rodeó el cuerpo con los brazos, pese a saber perfectamente que ese frío que sentía no tenía nada que ver con la temperatura. Su voz había salido firme y comedida, pero sus ojos eran la viva imagen de la tristeza. Parecía una niña a la que hubiesen arrancado del pecho de su madre, y en cierto sentido se sentía así mientras esperaba a que el hombre respondiese.

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24/04/2010, 19:15
Sandalphon

La expresión de Sandalphon no cambió.

-Lo entiendo. De verdad. No esperaba que me recordaras, tampoco. Es la primera vez que me encuentro contigo en todo este tiempo. No puedo dejar de sentirme triste por tu decisión, pero...

El ebudan extendió las alas, majestuosas y blancas.

-Volveré después.

Y dando una patada al suelo, se alejó aleteando de allí.

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24/04/2010, 19:30
Xana Haller-Reisberger

Xana suspiró con tristeza y bajó los ojos al ver como el hombre extendía las alas. Eran tan hermosas... recordó el sueño, las suyas propias. Eran lo más bonito que había visto en su vida.

Volveré después

Claro...- susurró Xana, tan bajo que apenas se la oyó. Sabía lo que iba a hacer. Iba a lamerse las heridas. No creyó neceario explicarle que no le había olvidado. Que justamente eso era lo que lo hacía todo tan difícil. Se calló. Que pensara así, si eso se lo hacía más fácil. Xana se dirigió de nuevo hacia el bosque, a buscar a Richard. Ella también necesitaba lamerse las heridas. Se sentía ruin, sucia, despreciable. No sabía que esperaban de ella, pero ya tenía la impresión de haber fallado. Ella, al menos, tenía alguien con quien consolarse. El hombre alado ni siquiera eso. Xana recordaba como era no tener a nadie. Lo recordaba demasiado bien para no sentirse mal por lo que acababa de hacer.

Con paso cansino, volvió a ir hacia el borde del campamento. Si vio siquiera a la mujer, no dio señal alguna de haberlo hecho.

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25/04/2010, 19:28
Richard

Richard llegó caminando hasta ella y se sentó a su lado. La abrazó por la cintura y le dio un beso en el cuello, reposando la nariz en él y suspirando.

-¿Crees que has hecho lo más acertado? -susurró. Parecía triste.

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26/04/2010, 00:00
Xana Haller-Reisberger

Xana se incluinó hasta reposar su cuerpo contra el Richard, y ladeó la cabeza para apoyarla en su hombro.

No lo se, Richard. No lo se. Cualquier cosa que hiciese acabaría en lágrimas, para alguien. Si fuese en las mías no me dolería tanto, sería todo mucho más fácil. Pero era uno de vosotros. Un hombre que me ha amado, a mi o a una parte de mi, durante más de mil años. O eras tú. Tú, que desde que te conocí siempre estuviste ahí para mi cuando nadie más había estado, aunque doliera, aunque quizás te odiase por lo que habías hecho. ¿Cómo puede nadie hacer una elección así y sentir que ha hecho lo correcto?. Ha sido algo horrible. Ha sido algo enormemente cruel. Se que le he roto el corazón sin que me haya hecho mal alguno, pero ¿qué podía hacer?. Te vi dudar, Richard-dijo, levantando los ojos para mirarle.

Cuando fui a hablar con él, te vi dudar. Vi disgusto en tus ojos. No se por qué, si por mi, por nuestra relación, por las dudas que tenemos por culpa de esos sueños. No lo se y no me importa. No quiero verte así. Hice lo único que podía hacer. Fui fuerte, Richard. Me enfrenté a mis dudas, conquisté mis miedos. Hice lo que debía, o lo que creí que debía.

Suspiró y se acurrucó aún más contra el cuerpo del daevar.

Entonces, ¿por qué me siento tan mal?

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26/04/2010, 20:15
Richard

Richard suspiró.

-Yo... Xana, sólo puedo decirte que espero que no te hayas equivocado eligiéndome a mí. Ya sabes cómo soy. No soy el amante entregado que podrías necesitar. Me cuesta expresarme. -El daevar le pasó la mano por el pelo mirándola a los ojos, como siempre hacía-. Pero te quiero. A pesar de todas nuestras diferencias, somos muy parecidos en realidad. Quizás mi amor no sea comparable al de Sandalphon, que ha estado esperándote tanto tiempo. Pero amo a la Xana que eres, no a la Mineth que fuiste.

El maestro en armas la besó en el cuello.

-Puede que él te quisiera en esencia, pero antes o después se daría cuenta de que está enamorado de un sueño. -Sus manos se colaron por su espalda, frías por la noche en la montaña-. Pero yo amo tu piel y tus huesos.

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26/04/2010, 20:40
Xana Haller-Reisberger

Xana sonrió y ladeó la cabeza para besar, agradecida, el hombro de Richard.

Aunque no sepas expresarte con palabras, nunca has tenido problema para expresarte con hechos. Me has protegido. Me has salvado. De los demás y de mi misma, o al menos me has puesto en el camino. Aunque todavía sienta esa rabia de antes, ahora puedo intentar luchar. No necesito palabras si tengo hechos, Richard. Soy joven, pero no soy una cría idiota que necesita una historia romántica de princesas y caballeros para querer a alguien.

De lo contrario me habría ido con Sandalphon...

Además, tu también prometiste esperarme, ¿te acuerdas?. Hasta que el pelo me volviese a crecer igual de bonito que antes. Puede que no sean mil años, pero te aseguro que llevará tiempo- dijo, con una sonrisa divertida. Se estremeció cuando noto sus manos tocarle la piel, y al instante el deseo empezó a comerle el bajo vientre y subir buscando el pecho, como había hecho siempre que la tocaba de esa forma. Xana sonrió, traviesa, al oírle hablar.

Sí, desde luego que los quieres. Y no pierdes ocasión de demostrarlo, ¿verdad?. Recuerdo muy bien lo que te gusta botar contra estos pobres huesos míos... dijo, mirandole entre divertida y provocadora mientras su mano se deslizaba pur su torso y sus uñas arañaban la carne que hasta hace tan poco se había retorcido bajo el tormento. Pero Xana no quería pensar en eso. Estaba allí, su voz le calmaba el corazón. Sus brazos la hacían sentirse segura y el tacto de su piel le despertaba el deseo, como siempre. Xana había perdido ya el miedo de la primera vez. El enorme hombretón siempre la había tratado con dulzura, con tanta delicadeza como si fuese cristal, y poco a poco Xana empezaba empezaba a disfrutar del juego, a lanzarse, a atreverse. La joven tenía un corazón sensible al daño, más desde que Richard la había acogido con él. Debajo de su corteza de cinismo y violencia había unos nervios doloridos y sensibles, pero también un corazón osado y valiente.

Un corazón al que ahora mismo le apetecía esta con él. Xana se inclinó hasta apoyarse en el, de forma que sus pechos se presionaron contra sus fuertes músculos cuando se inclinó para mordisquearle el lóbulo de la oreja y besarle el cuello.

Por hoy ya he tenido suficientes dudas y miedo. Vamos. Ya no hay nada que podamos hacer, y  después de ver lo que puedes hacer con una espada, me apetece ver si se te da tan bien eso de clavar... con todo.

Xana se sentía algo culpable. Era consciente de que estaba huyendo hacia adelante, de que no sabría decir cuanto de su deseo el, Richard, el viejo Richard, el olor de su piel y el tacto de sus manos, de sus labios y de su cuerpo. Cuanto era el cariño y la devoción que sentía por él, al agradecimiento por la paz y el placer que le daba... y cuánto era simplemente que sentía asustada y sola, que quería borrar el horror de aquel día, enterrarlo en su cuerpo poderoso y domrir con la cabeza llena de recuerdos felices.

Pero, ¿quién les podía reprochar querer dejar el día de hoy atrás en la memoria?

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27/04/2010, 12:11
Richard

Richard se dejó besar, echándose hacia atrás para que Xana pudiese abarcar todo su cuello. Mientras, sus manos siguieron su camino travieso por la cintura hasta su trasero. Le rozó la piel desnuda de los glúteos, bajó por los muslos y deslizó la mano entre sus piernas. Mientras buscaba su boca y unía sus labios a los de ella, dejando que las lenguas se encontrasen, introdujo uno de sus dedos en la humedad cálida y navegó en ella, acariciando los labios y el punto más sensible.

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27/04/2010, 16:04
Xana Haller-Reisberger

Xana reaccionó enseguida al contacto, arqueando la espalda con un escalofrío mientras su cuerpo, algo frío por al aire y lo escaso de la ropa, así como por el frío de las mazmorras, empezaba a entrar en calor. Sintió de nuevo esa agradable sensación, un pálpito que le nacía del bajo vientre, entre sus piernas, e iba extendiendose como la marea sobre la playa, lamíendole los muslos firmes, el vientre plano y duro, el nacimiento de la espalda,el culo redondo y prieto... tensando al cuerpo, Xana araqueó la espalda y emitió un sonido sin voz, de puro placer. El calor de sus manos, aquí, en este lugar rodeado de verde, con el cielo estrellado sobre ellas, parecía vajarle directo a través de la columna y subirle al cerebro. Su cuerpo se tensaba esperando el placer, sus pechos empezaban a palpitar, a hincharse, y los pezones empezaron a endurecerse sin que apenas hiciese nada. Notó como sus manos se le posaban en las nalgas, e instintivamente levantó las caderas, ofreciéndolas. Haciendo que los dos montículos de carne se combasen, se volviesen mayores, más voluminosos y duros a medida que los músculos los tensaban.

Notó como las manos de Richard apretaban en respuesta y gruño de satisfacción, un sonido bajo y gutural sin asomo de timidez alguna. No tenía sentido mostrar timidez. Richard sabía exactamente lo que le gustaba, lo que la hacía disfrutar y estremecerse de placer. No había por qué ocultarlo.  Después de la primera vez que se entregó a él, con miedo, Xana había llegado a olvidarse de toda su timidez de doncella. Era un hombre gentil y fuerte, que siempre la trataba con respeto y le daba placer. Confiaba en él. Sabía que no perdería el control, que no le haría daño, y eso en sí liberaba su mente del miedo a mostrarse tal cual era, a mostrar lo mucho que le gustaba lo que le hacía. Más aun, esa confianza total aumentaba el calor que irradiaba entre sus piernas casi tanto como sus caricias.

Inclinándose de nuevo hacia adelante, sacando las caderas provocativamente, sonriendo mientras sus pechos iban rozando contra la piel de Richard a medida que se inclinaba para plantarle un beso húmedo y lento en el cuello, allí donde se juntaba con el hombro. Balanceó las caderas hacia adentro y hacia afuera, presionando el culo contra las manos de Richard al ir y rozando sus muslos con su sexo al volver, mientras seguía besando el cuello del daevar, besos lentos y húmedos,  tras los que a veces se demoraba un poco y entonces su lengua brotaba como una culebra de entre sus labios y lamía la piel. A veces el roce contra su sexo le arrancaba jadeos, y su aliento cálido rozaba la piel húmeda de su saliva. Las manos de la tao, abiertas en un intento de abarcar todo su torso, bajaban acariciando su espalda y sus costados en lentas espirales, hasta que finalmete llegaron a la misma parte de Richard que tanto había parecido gustarle en la joven. Xana huindió los dedos en los músculos, que cedieron y luego presionaron de vuelta, duros como la roca de las montañas. Xana gimió al notarlo. Ni siquiera había empezado a tocarla "en serio" y ya estaba excitada. La adrenalina le había inundado las venas, y no podía resistirse a ella. Las caricias de Richard la hacían temblar de una forma desconocida hasta para si misma.

Y entonces Richard deslizó su dedo dentro de ella.

Fue como la coz de un caballo en plena cabeza. Las oleadas de calor saltaron y se extendieron sobre ella, por los muslos, las corvas, la tripa, el pecho... Xana gimió en voz tan alta que la habrían oído hasta en el campamento, si estuviesen prestando atencion y la noche estuviera en silencio, y se mordió el labio mientras las mejillas se le volvían rosadas. Aun mordiéndose el labo, pero sin decir palabra, la joven bajó las caderas y abrió las piernas más aún, buscando meter su dedo aún más dentro suyo.

Lo sintió deslizarse hacia el interior cuando sus músculos se distendieron para acomodar su nueva posición, y succionaron, cerrándose alrededor del dedo a medida que iba más adentro. Hubo un ruidito húmedo, y Xana supo que sus líquidos estaban empezando a correr. Soltó un gemido estrangulado a medida que una oleada la sacudiía de nuevo, tan intenso que dolió. Se inclinó sobre el y le besó, mezclando su lengua con la suya, buscando ahogar en la oscuridad húmeda de su boca los gemidos que pugnaban por salir de ella. Cuando se separaron, acalorados, feroces, Xana ya sin aliento y Richard jadeando,  la mano de la tao recorruió las caderas de Richard y se deslizó bajo en pantalón. Con una delicadeza sorprendente en unas manos hechas para golpear, tomó los testículos del hombre entre sus dedos y empezó a masajear y frotarlos con cuidado, casi con reverencia, lentamente, acariciando con las puntas de los dedos, sintiendo su calor y su textura en la palma, lenta y perezosamente. Con un suspiro de felicidad, Xana se echó hacia atrás, arqueando la espalda, abriendo más las piernas, ofrecíendole sus pechos y su cuello para que los tomase, los acariciase, los conquistase como había hecho ya con su sexo, que se agitaba y le daba calambres en el bajo vuientre con cada movimiento suyo.

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27/04/2010, 18:23
Richard

Richard reaccionó a su ardor con más aún, si cabía. El daevar parecía más excitado de lo normal. A pesar de que se refrenaba para darle placer, su boca era más ansiosa que dulce, robando cuantos besos pudiera. Su respiración había cambiado y su aliento se interrumpía. La mano que movía entre las piernas de Xana se había vuelto audaz; mientras que un dedo se introducía en ella con cierto ritmo, el resto acariciaba los alrededores.

Cuando Xana tocó sus testículos, sintió que de la garganta de Richard surgía un ronroneo bajo, un gruñido de placer. Mientras, sus dedos la rozaban en el perineo y más allá, en una caricia circular y húmeda, terminando de despertar sus sentidos. Ella se echó hacia atrás y Richard hacia delante, mordiendo su cuello, llenándolo de besos. Llegó enseguida a los pechos y le ayudó a quitarse la camisa para saborearlos y besarlos, pellizcándolos con los labios y la lengua. Estaba hambriento. Xana había notado la rapidez con la que se le endurecía el miembro y el brillo en sus ojos oscuros. Richard la deseaba como nunca.

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28/04/2010, 11:52
Xana Haller-Reisberger

Richard tenía hambre. Xana notaba su ansiedad, notaba como su cuerpo se apretaba contra el de ella, como empujaba, como su boca buscaba la de ellla, robando besos más que pedirlos, mordiéndola y pellizcándola con los labios con fuerza suficiente para hacerla gemir. Xana cedía todo lo que podía, y Richard se contenía, pero notaba como su cuerpo se tensaba de impaciencia. Su mano subió hasta rodear su pene y lo sintió palpitar bajo sus dedos, como un animal enorme encerrado en una jaula demasiado pequeña. Todo Richard parecía ímpetu, impulso, energía contenida. Sus movimientos rebosaban fuerza y deseo, todo él era una masa que se cernía sobre ella, como un gigantesco ejército que caminase sobre una ladera, haciendo retumbar la tierra bajo sus botas de metal.

Xana sabía por qué. Richard había pasado por un horror que no quería ni imaginar. Había oído sus gritos de tormento. Comprendió que estaba tan ansioso como ella, que quería, que necesitaba olvidar el dolor, la pena por Varick, el dolor de su misión fallida, de su miedo por ella. Le hablaba, le llamaba, no con su voz sin algo mucho más sincero y desgarrado. Con su cuerpo. Sentía como la buscaba, como la fuerza inhumana de su cuerpo palpitaba y se desbordaba mientras se entregaba a la pasión como nunca antes había hecho, con desesperación. Las piernas le temblaron, el estómago pareció aflojarsele y sus líquidos corrieron como un río, dentro de ella y entre sus piernas. Sentía una potencia extraña, como de un animal furioso. ¿Que había dicho de los jayán? Una fuerza divina. En esos momentos, le pareció que Richard era más y menos de lo que nunca había sido.

Xana no recordaba haber estado tan excitada en su vida.

Su mano empezo a moverse arriba y abajo, tirando de la piel, masajeando, apretando al principio del movimiento para ir cediendo a medida que palpitaba, acomodándola, acariciándola. Lentamente al principio, luego más rápido, en un ritmo cadencioso y vivo. Richard reaccionaba, y pronto la notaba tan grande en su mano que descorrío como pudo la lazada de sus pantalones, bajándolos hasta dejar su miembro libre, y reanudó lo que había dejado, con brío. Su pecho era como una forja. El calor le subía en vaharadas ardientes desde su sexo, y el latido de su corazón retumbaba con tanta fuerza como si quisiese salirsele del pecho. Xana pasaba los dedos de se mano libre por el pelo de Richard, acariciándole la nuca, corriendo cpor las hebras blancas y apretándo su boca contra su cuerpo. Se notaba arder cada vez que sus labios la rozaban, y sus caderas se agitaban con los movimientos rítmicos de su mano. Xana se retorcía como un pez fuera del agua, gimiendo y jadeando, como si quisiera escapar de sus dedos, como si huyera de un tormento insoportable... pero lejos de escapar, la tao se convulsionaba intentando que se hundiese en ella con más fuerza. Notó como su cuerpo empezaba a volverse laxo. Se mordió el labio hasta hacerse sangre. Apretó los dientes y sus músculos vaginales se cerraron como una tenaza, haciendo un ruido de succión. Xana apretó los dientes y se convulsionó como una barca zarandeada por la tormenta. No gritar. Si gritaba ahora la oirían hasta de vuelta en su casa. Sus brazos se cerraron en torno a él con tanta fuerza que a un hombre menos corpulento le habría cortado el resuello. No gritó, pero no pudo contener al torrente de gemidos ahogados que la sacudieron mientras sus entrañas parecían estallar una por una. Los músculos se le aflojaron poco a poco...

no.

Igual que había ordenado a su cuerpo adoptar el especto de la muerte, Xana ordenó a su cuerpo que volviese a la vida. Su mano salió disparada y se posó sobre la palma que el daevar presionaba contra su entrada, impidiendo que la sacase. Tragó la saliva que se le amontonaba en la boca y empezó a jadear, fuerte y seguido, para obligar a los pulmones a que volviesen a tragar aire.

Más- dijo en el breve espacio entre sus jadeos. Más- repitió, más alto. Ahora fue ella la que se echó sobre el daevar, la que empezó a besar, a morder, sin tegua, una vez tras otra, como si más que acariciándole estuviese intentando coméselo, roerle la piel hasta los huesos.  Fue tal el ímpetu de la joven que incluso la enorme masa del daevar tuvo que ceder y echarse atrás para no caer. Xana deslizó su mano sobre la de Richard, lierábndola, y se metió dos dedos en la boca mientras le miraba fijamente. Sus ojos estaban dilatados y brillaban como los de un lobo que estudia a su presa, más que como los una chica que mira al hombre al que ama. Sin más, bajó hasta encontrar el pequeño pliegue de piel justo sobre su entrada, y empezó a trazar pequeños círculos sobre el botón rosado que había debajo.

Apenas un par de minutos después, el cuerpo de Xana volvía a agitarse en espasmos mientras la joven contraatacaba. Ahora era ella la que tenía hambre. Ahora era ella quien mostraba su ansia. Su mano buiscó bajo el vientre de Richard y apretó. Encontró algo tan duro que apenas si cedió bajo ella.

Perfecto.

Xana se separo y dio la espalda a Richard. Lenta y deliberadamente, inclinó el cuerpo hacia adelante, separando las piernas, formando un hueco para que el deaver pudiese meter las suyas entre las de ella, hasta que sus antebrazos se apoyaron en el suelo y notó el olor de la tierra en las fosas nasales. Giró la cabeza y le miró.

Hazlo. Entra, empuja con todas tus fuerzas. Dámelo todo. Absolutamente todo. No estás encima mio, no me vas a aplastar. Cogeme de las caderas, cógeme de las tetas, cógeme hasta del pelo si quieres. Me da igual lo que hagas, pero no pares y no te contengas. Nunca, me oyes, nunca te contengas estando conmigo. Te quiero. Todo. Todo tu cuerpo y toda tu alma, hasta el último rincón. Quiero todo lo que tengas que darme, ahora y siempre. Vamos. Demuéstrame todo lo que dices que me deseas.

 

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30/04/2010, 15:30
Richard

Richard había mantenido la cabeza fría todo el tiempo posible, si es que pudiera ser considerada así. Había dejado que Xana lo tocase y lo besase, llevándolo al extremo, pero esperando, conteniéndose en lo que fuera capaz. No dejaba de ser un hombre consciente de su fuerza, que sin duda habría hecho daño a mucha gente sin proponérselo y que había aprendido a limitarse por temor a repetirlo. La historia que le había contado a Xana sobre cómo había sido su juventud era un claro ejemplo: sus estallidos de ira terminaban con gente herida. Sólo había que recordar el destino de Rosamund y el modo en el que la espada había penetrado en la piedra.

Sin embargo, aquello le hizo soltar casi un aullido de deseo. Sin mediar palabra, Richard tiró de las caderas de Xana hasta él y con una mano guió la punta de su miembro hasta la abertura rosada. Entrar fue tan sencillo como cortar mantequilla con un cuchillo calentado a fuego. Xana lo sintió dentro sin dolor alguno, con una facilidad insólita. Era como si su carne se derritiese para dejarlo pasar para después retenerlo dentro con un espasmo. Richard dio otro tirón y la juntó más contra él, en la primera de la serie de embestidas que seguirían, con un ritmo tan rápido y frenético que parecía un animal.

Las manos de Richard se posaron en sus hombros, donde la empujaron contra él para hacer el golpe más fuerte, mientras él jadeaba en voz alta como nunca lo había oído. Esas mismas manos no tardaron en bajar por su torso y apretarle los pechos, pellizcándole los pezones hasta que dolieron, trazando líneas rojas con las uñas al descender por los costados. El cuerpo de Xana se estremeció de placer cuando el viento comenzó a soplar sobre ellos. Aunque no se acordasen, seguían en las montañas.

Richard se apartó de ella momentáneamente para obligarla a ponerse boca arriba y seguir en esa posición. El daevar se apoyó sobre sus brazos, de modo en que no la hiciese daño y poder besarla y enlazar su lengua a la suya y morderle los labios sin remordimiento, mientras no dejaba de entrar y salir de ella con una velocidad cada vez mayor. Era tal la fuerza de su pasión que a Xana no le cupo duda de que después quedaría dolorida.

El daevar se dejó caer sobre ella para estrecharla entre sus brazos apoyando la frente en la tierra y su mejilla contra su cuello. En realidad no pesaba tanto; Xana era una mujer muy dura. Richard debía de haberse acostumbrado a ser cuidadoso y no se había dado cuenta de que tanta delicadeza no había sido precisa con la tao. Sólo ahora, que tenía permiso para dar rienda suelta a sus impulsos, se dejaba llevar.

Xana notó que de la garganta de Richard salían gemidos cada vez más fuertes y ásperos. Lo había excitado tanto que estaba a punto de terminar. Su cuerpo se tensó y se convulsionó y notó que él no se apartaba, como otras veces, sino que se derramaba dentro de ella con un gemido tan alto que asustó a los pájaros noctámbulos del bosque.

Richard se quedó sobre ella un par de minutos, derrumbado, respirando fuerte. Demasiado fuerte. Xana sintió algo de humedad en su hombro. No era saliva. No si prestaba atención al modo en que se contraía su vientre. Estaba sollozando.

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30/04/2010, 19:59
Xana Haller-Reisberger

Xana tragó aire cuando sintió las manos de Richard rodearle bruscamente las caderas. La forma en que sus dedos se le clavaron en la piel le hizo entender cuánto, hasta qué punto, Richard estaba hambriento de ella. Lo notaba en la presión de los dedos, en la tensión de sus músculos, en las profundidades del gruñido sordo con el que se había echado sobre ella. Apenas tuvo tiempo para acabar de exhalar un suspiro, cuando sintió como entraba en ella con un golpe seco. Su carne se abrió para dejarle paso, con una facilidad que la dejó pasmada. Ni siquiera se había dado cuenta de lo excitada que estaba. Sintió correr su miembro dentro de ella, más fuerte que otras veces, más violento. En otras ocasiones, se había deslizado dentro de ella con duzura. Los calambres y el calor húmedo habían irradiado de su miembro, corriéndole por los músculos como olas en el mar. Pero esta vez no fue algo gentil. Entró hasta el fondo, se oyó un sonido apagado cuando sus caderas chocaron, cuando el extremo de su pene presionó contra su interior, contra la pared de músculos que le rodeaba el útero.

Xana alzó la cabeza, abriendo los ojos como platos, y un grito sordo le ardió al subir por la garganta. Empezó casi como un aullido de dolor, cuando la fuerza de la embestida viajó a través de su cuerpo hasta su cerebro en un sólo instante, potente, compacto, denso, como un puñetazo en plena cabeza. Pero apenas el aire había saluido de sus pulmones, la línea ardiente de placer que le había subido por la espalda se abrió hacia los lados, llegando a todo su cuerpo como un abrazo de fuego, tan súbita que su garganta se contrajo, hecha un nudo. Lo que salió de ella fue un gemido, alto y profundo, que se convirtió al final en un jadeo. Todo el cuerpo le empezó a cosquillear. Sólo había sido la penetración.

Y entonces se empezó a mover. 

Xana se dejo hacer, quieta, notando los pequeños golpes en las nalgas cuando Richard bombeaba con sus caderas, rápidamente y con fuerza. Cada embate hacía que el cuerpo de la tao saliese empujado hacia adelante, pero las recias manos del daevar la mantenían en su sitio. Pronto tuvo que bajar la cabeza. Su cuerpo estaba tan plagado de la sensación de Richard dentro suyo que el peso de sus propia cabeza parecía hundirla. Xana enterró la cara entre los brazos y jadeó como un animal herido, jadeos largos y profundos que, a medida que fue entrando en ella, se iban conviritiendo a la mitad en gemidos, quedos al principio, y luego más y más altos. El cuerpo le ardía, y todo su vientre y su culo eran un nudo de calambres. De vez en cuando tenia que ladear la cabeza para dejar que un hilillo de baba le corriese hasta el suelo. Su cuerpo era tan liviano, cada sensación era tan nítida, cada nervio y centímetro de su piel notaba algo tan intenso que era incapaz ni de obligarse a tragar. Pornto, cuando el daevar se separaba para sacar su miembro de ella, la sensación era tan fuerte, el anhelo era tan grande, que pronto Xana batió sus cadera al son de las de Richard, empujando con él. No cediendo, como había hecho hasta ahora, sino encontrándose, chocando. Las embaestidas del daevar cada vez eran más fuertes, y los movimientos de Xana, cada vez más violentos. Notaba como algo crecía dentra de ella, como una pequeña bola de calor y energía, a medida que sus músculos vaginales se iban distendiendo. Tal era la violencia de su danza que estaba empezando a sentir como si las paredes del útero cediesen como si hasta ahí mismo pudiese llegar a entrar en ella.

Entonces notó como salía de ella. Xana gimió de nuevo, un gemido de protesta. No quería parar. Sabía que lo estaban haciendo como dos animales, sabía que le iba a doler cuando le dejase de arder el cerebro, pero le daba igual, no quería parar, no quería parar ahora ni nunca. Sintió como le daba la vuelta. La carne se le puso de gallina al sentirle cernirse sobre ella, y sus piernas se abrieron a todo lo que dio de sí  mientras doblaba los brazos a los lados del cuerpo. Vio a Richard mover las manos para apoyarlas en el suelo, y deslizó sus propias muñecas bajo ellas, de modo que el daever la tuvo que agarrar fuertemente. Xana cerro los ojos, jadeando de nuevo. Encogió el vientre y se preparó para recibirle de nuevo. No tardó. Apenas hubo embestido un par de veces cuando Xana estalló de nuevo, con un gemido tan violento que tuvo que apretar los dientes para que no la oyesen hasta los halcones. Pero Richard no paró, y a Xana ni se le pasó por la cabeza intentár que lo hiciera. Estaba tan laxa y exhausta que ya no podía ni hablar, pero redobló el movimiento de sus caderas, botando conrra las suyas, dándole a entender sin posibilidad de error lo que quería...

No sabría decir cuando acabó. Con la vista se le fue la noción del cuerpo. Pero sintió el calor, sintió como algo denso y caliente se derramaba dentro de ella, y una sensación como de calma absoluta la invadió. Sonrió. El calor que notaba dentro era tan maravilloso que habría reído a carcajadas, si su pecho no estuviese tan agitado tratando como fuera de meter aire en sus pulmones. Suspiró, un sonido largo y susurrante, y abrió los ojos. Sus mejillas estaban totalmente rojas, y el sudor le perlaba el cuerpo. Cerró las pienas, apoyando sus muslos en los de Richard, reteniéndole dentro. Le sintió agitarse, sintió algo húmedo sobre sus hombros.

Y entonces oyó los sollozos.

Xana abrazó con fuerza a Richard, atrayéndole hacia ella, mientras sus piernas se enlazaban con las suyas y enroscaban sus cuerpos en torno el uno del otro. Xana acercó la cara a la de Richard y frotó su mejilla contra la suya, mientras su mano libre acariciaba su nuca y le corría con ternura por el pelo. Apoyando la mejlla en su cuello ancho, Xana empezó a susurrarle suavemente.

Ssssssssh... no pasa nada. No pasa nada, Richard. Todo está bien. Estas donde tienes que estar. Conmigo. Todo irá bien mientras estemos juntos. Vamos. No pasa nada. Te quiero.

Xana no sabía muy bien que decir. Toda la experiencia que tenía en llorar, le faltaba en dar consuelo, pero pese a ello la joven se esforzaba valientemente en hacerlo lo mejor que sabía.

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01/05/2010, 03:55
Richard

Él no dejó de llorar. Al igual que su semen, ahora era su pena la que se derramaba tras el desenfreno y la locura. La misma pena que su naturaleza había intentado evitar por medio del sexo y el ansia por la vida. ¿No lo habían hecho siempre así? ¿No habían terminado entregados a la irrefrenable pasión de la vida como método para olvidar el dolor y el miedo? La primera vez había sido Xana quien derramara lágrimas. Ahora era Richard. La primera vez había sido la pérdida de la doncellez y el miedo a la muerte. Ésta, para Richard, fue como si fuese la primera también para él. La diferencia estribaba en que no lo atenazaba el miedo a la muerte, sino el recuerdo del horror de la cámara de tortura y su traición a los compañeros.

-Varick -susurró, mordiéndose la mano para acallar los sollozos. Eso era todo. Él vivía, podía disfrutar del sexo en mitad de un bosque en una noche fría. Varick sería ejecutado, si no lo había sido ya, ante una muchedumbre de enemigos.

Gracias a los arrullos de Xana, Richard consiguió dominarse, no sin esfuerzo. El daevar se dejó caer de lado sin dejar de entrelazar sus piernas con las de la tao. A la luz de la luna Xana veía la marca del suelo grabada en su frente, los grumos de tierra pegados a sus mejillas gracias a las lágrimas. Los ojos del hombre al principio la evitaron, pero, tras un hondo suspiro, se decidieron a mirarla.

-Te he hecho daño -dijo, como una afirmación-. He sido un bruto. Lo siento. Y he... he hecho lo que no debía. He terminado dentro. Perdóname.

Richard dijo aquello con algo de vergüenza y con cierta sombra de miedo en sus ojos oscuros.

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03/05/2010, 12:06
Xana Haller-Reisberger

Xana sonrió con una ternura inmensa, y acarició con la yema de los dedos la cara de Richard, apartándole de la cara los pegotes de tierra, suavemente y con cariño, como si le limpiase la cara a un niño rebelde. Recordaba vagamente que su madre, cuando era muy pequeña, había hecho algo parecido. Sonrió al recordarlo. De pequeña, Xana había sido un huracán en miniatura, y su pobre madre se las veía y deseaba para poder tenerla quieta. Más de una vez la había que tenido que llevar bajo el brazo a la bañera y frotarla hasta dejarle la piel roja.

Despues... después las cosas habían cambiado. Pero no era tan importante. Eso era una de las cosas que más agradecía de Richard. Con él era fácil recordar los buenos tiempos, sin que los recuerdos de los malos la acosaran después. Con el podía recordar como era ser una niña.

Cuando finalmente habló, Xana negó con la cabeza y lo estrechó de nuevo entre sus brazos. Era cierto que le había hecho daño. Le dolían los huesos por la violencia de sus embates, tenía la espalda y el culo arañandos por las hojas y hierbas del suelo, y algo sordo y penetrante le mordía el bajo vientre, enviando latidos de dolor a través de su estómago y muslos. Xana supo que mañana sería peor, y que pasarían unos días en que tendría que apretar los dientes e intentar caminar con normalidad. No quería que los demás la viesen así, sobre todo Sandalphon. Sería cruel. Y Xana sabía también que tenía razón. Su vida ya era un caos, una tormenta permanente sin rumbo y con un futuro perdido entre brumas. Y ahora, además, era posible que llevase un niño dentro.

Todo era verdad, y nada importaba.

Ni ella había sido ella, ni Richard había sido Richard. Habían sido sólo dos seres humanos, habmrientos y asustados, que se querían y se necesitaban. Se habían enfrentado a un mañana cargado de miedo, remordimientos y dudas con el única arma que el mundo les había dejado, su amor, y lo habían hecho con todas sus fuerzas. Duro y hasta el final, como siempre, como no conocian otra manera de hacerlo. Como no aceptarían otra manera de hacerlo. Eso era lo único que importaba. Que le quería y que había sentido que la necesitaba.

Me di igual, Richard. Habías sufrido lo indecible en esas celdas, lo se. Lo oí. Sabía que habías sufrido mucho, por los hierros y por la tristeza de pensar en quienes habías dejado atrás. Me daba igual que me hicieses daño. Soy más dura de lo que parezco, lo sabes. Lo único que me importaba era que estuvieses conmigo, que olvidases todo aquello, que pensases solo en mi. Y yo te deseaba tanto como pudieses desearme tu a mi. ¿Y qué si me has hecho daño?. Es un precio que pago con gusto por que estés tranquilo y seas feliz.  Me dejaría arrancar la piel a tiras por tí, esto en comparación no es más que una pequeña molestia.

Xana suspiró, sintiendo como la piel de Richard, pegada a ella, le daba calor.

Deberíamos volver al campamento antes de que se preocupen. Pero... ¿podemos quedarnos así un poco más? Solo un rato...