Partida Rol por web

Las Sombras de la Mente

Capítulo I: Asesinato en Surrey Docks

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05/05/2018, 05:21
Doctor Jekyll

La indulgencia de la expresión de la señorita Adler fue tomada en parte como escepticismo por parte del doctor Jekyll. Estaba claro que al menos ella era lo suficientemente amable como para no señalar que no se lo creía, si es que de verdad era así. El hombre siguió caminando en dirección al lugar acordado, y al notar cómo ella volvía a rodear su brazo se sintió ligeramente agobiado, o ahogado, como si se hubiera apretado demasiado la lazada de un pañuelo en el cuello. Ella era atractiva, no cabía duda. Pero cuanto más se acercaba a él más fuerza necesitaba para no escuchar esa otra voz que tenía dentro. Y al oír su voz, como la de alguien que sólo está jugando, la mandíbula del doctor se apretó con incomodidad. Llevó los ojos hacia ella cuando dijo eso de que estaba esquivando sus preguntas, y al oír su tono los llevó de nuevo hacia adelante, apretando un poco el paso. Deseaba llegar cuanto antes.

Lo cierto es que habría preferido un interrogatorio a la vieja usanza. Uno de esos con gritos, e incluso algún golpe. No estaba seguro de cómo los encajaría, o de qué tendría el Otro que decir a eso, pero desde luego Adler le estaba sometiendo a una tortura más difícil de resistir. No en cuanto a hablar de más, por supuesto: no siquiera se planteaba explicarle lo que pasaba. Con una persona —él mismo— que supiera que en cualquier momento podría ser un monstruo era suficiente. Lo que Adler le ponía difícil era mantener la compostura, no decir nada fuera de lugar.

Henry Jekyll vio la luz en cuanto la mujer dijo eso de que no se lo preguntaría más si lo pidiera. Volvió a llevar los ojos hacia ella con una mirada gris, una que tenía esperanza sólo en el fondo de sus pupilas, y cuando prosiguió él no supo muy bien qué pensar, máxime con lo que añadió al final. ¿Realmente sería capaz de descubrir algo así? No lo creía, por el simple detalle de que aquello estaba fuera de la imaginación de cualquiera. Sólo tenía que tener cuidado con que no abriese su caja. Con eso y con el Otro...

Ni siquiera pensó en responder a sus últimas palabras cambiando de nuevo de tema, aprovechando para preguntarle por qué estaba ella allí. En su cabeza sólo había sitio para la salida que le había mostrado. Esperaba que antes de que descubriera nada encontrasen al asesino, o ella sintiera curiosidad por alguna otra cosa, y se olvidase de él. Hasta sintió la despreciable tentación de decir dos o tres cosas bien escogidas sobre Harker, a ver si así él se libraba de la inspección de aquella mujer, pero pronto abandonó aquella idea.

—Se lo ruego —dijo al final, con un tono que casi era una súplica—. No insista, ni intente saber más. —Después de esas palabras pronunció otras con toda la precaución y la bondad del mundo, quizá cometiendo un error—. No es por mi bien, sino por el suyo.

Al darse cuenta de que con aquella frase quizá ya estaba hablando de más, Henry Jekyll bajó la mirada al suelo. Sentía el brazo de aquella mujer aún sujetándole y no sabía cómo huir de él. Probablemente en otro tiempo lo habría disfrutado, pero era de noche, y podía sentir su propio corazón latir cada vez más fuerte. A veces ese sonido le recordaba al de unos pasos acercándose, un caminar robusto y cargado de oscuridad.

—Podemos... —empezó, haciendo lo posible por distraerse de aquellos pensamientos—. ¿Podemos hablar de algo más agradable? —dijo. En las últimas semanas habían sido varias las personas que al verle tan apagado y tan apocado habían llegado a pensar que estaba enfermo. Aún así reunió las fuerzas para dirigir la conversación una vez más hacia otro lado—. Hábleme de usted —pidió, sintiéndose un idiota un instante más tarde. Si él se negaba a hablar de sí mismo seguramente ella hiciera lo propio. Recurrió entonces a lo primero que se le vino a la cabeza—. O de qué le parece todo esto.

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05/05/2018, 18:42
Marinero

Los monótonos ecos del bastón y los pasos de Marian y Mina logran el efecto en unos instantes. Al cabo de un momento, la silueta vuelve a aparecer por la borda. El olor de su cigarro desciende hacia vosotras de forma lenta y perezosa y tras unos instantes de silencio absoluto en los que parece claro que estáis allí. Podíais asumir que los ojos del hombre estaban escudriñando a través de la oscuridad para distinguir quiénes erais, pero ciertamente la falta de lumbre lo hacía todo más difícil.

Finalmente el marino habla. -¿Qui vous-êtes?- pregunta en francés levantando la voz. Le da una calada a su cigarro que de nuevo hace que su rostro se ilumine, mostrando una expresión severa, desdeñosa, que es imposible no darle a todos los galos, allá en donde quiera que se encuentren. La mirada manifiesta cierta desconfianza, pero ciertamente un marino frente a un grupo de damas (suponiendo que haya podido deducir que sois damas) se comportaría con algo menos de hostilidad.

Al menos parece estar solo, pues nadie más aparece junto a él y luego de los pasos y el golpe de la madera sobre las lozas que Marian Halcombe había producido, los únicos sonidos eran el murmullo del Támesis, los arrullos del viento y vuestras respiraciones, a punto de ser acalladas por una respuesta.

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06/05/2018, 01:42
Irene Adler

El ruego del doctor consiguió sólo la mitad de su cometido, pues si bien Irene cumplió su promesa y dejó de insistir, aquellas últimas palabras sólo consiguieron acicatear unas brasas ya encendidas en la curiosidad de la mujer. Un brillo determinado pero fugaz cruzó por su mirada durante un brevísimo instante. Allí había un misterio que desvelar, un desafío a su intelecto que no podía, ni quería, pasar por alto. Y, desde luego, no podrían decirle después que no lo había advertido de antemano.  

Con aquella forma tierna y pueril del doctor de confesar que ella le parecía agradable, los labios de Irene se curvasen en una sonrisa dulce. 

Por supuesto —aseguró, asintiendo con la cabeza—. Por supuesto, Henry. ¿Quiere saber más de mí? No tengo inconveniente en responder a lo que quiera preguntarme... Pero este lugar es muy poco apropiado para una charla íntima como esa, ¿no le parece? —Frunció la nariz graciosamente al hacer un gesto con la mano libre hacia el entorno húmedo y oscuro—. Le dejaré que me invite a cenar cualquier otra noche y tendrá horas para descubrir lo que quiera de mí, si es eso lo que desea. 

Jugaba con su entonación, haciendo que algo tan inocuo como una cena y una charla sonase sumamente sugerente. Y tras esas palabras decidió darle un poco de aire al doctor en el último tramo antes de llegar a su destino y aflojó la presión en su brazo hasta tan sólo apoyar las puntas de los dedos en él. 

Un hombre inteligente que conocí decía que no hay nada más engañoso que un hecho evidente —dijo entonces, sin llegar a perder la sonrisa—. No tengo una respuesta aún, por el momento. Pero todas las piezas que recojamos formarán el puzzle y entonces esa respuesta saltará a la vista.

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09/05/2018, 00:14
Mina Harker

Los pasos de ambas mujeres se detuvieron de súbito cuando la silueta del marinero surgió de nuevo, cuando finalmente se dirigió a ella el tiempo pareció detenerse pues ninguna de las dos damas parecían estar seguras de que hacer, en un arrebato de valentía Mina se lanzo a hablar.

Buenas noches buen señor...- logro articular Mina juntando sus manos enguantadas al frente del cuerpo, alzando la voz con algo de timidez, incomoda – ¿sería tan amable de dedicarnos unos instantes de su tiempo? Si no es mucha molestia por su puesto, no deseamos interrumpir sus quehaceres

Le dedico una mirada cómplice a Marian, acompañada de un leve encogimiento de hombros que esperaba fuera imperceptible para el marinero.

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11/05/2018, 03:34
Narración

Las calles oscuras y húmedas anuncian el final hacia la orilla de los muelles, revelando varios edificios a oscuras, casas pequeñas y en mal estado que están distribuidas a través de callejuelas estrechas y retorcidas que se pierden hacia el sur de Londres. La niebla sólo dificulta la visión, y a estas horas, no hay ningún carruaje que pudiese al menos romper aquella impresión de soledad con el imponente ruido de sus ruedas sobre el barro y las rocas, o el relincho de los caballos.

Y en aquella última porción de edificaciones salpicadas de Surrey, bajo una farola que parpadea, hay un edificio discreto de dos pisos y un ático, casi oculto entre las sombras, como si tratase de pasar desapercibido. Cuando os acercáis, notar que hay un letrero colgando sobre la puerta, apenas visible en medio de las sombras, un letrero en madera en donde tallado sobre el material dice "The Thames' Bounty". Es difícil distinguir el nombre a distancia, pero algo os dice que esa era precisamente la intención de la iluminación, la elección de colores y la ubicación.

No hay lumbre alguna en sus ventanas superiores, pero un mortecino destello se filtra por debajo de la puerta principal de entrada. No hay nadie tampoco afuera o alrededor que pareciera observaros, y ciertamente ninguno de los hombres de Lestrade, los respetables agentes de la Policía Londinense, estaba en sus alrededores. La soledad es absoluta y solamente vuestras voces resuenan a través del silencio, extendiéndose como ecos prohibidos de secretos profundos y oscuros, que sólo son ahogados cuando la brisa helada del río decide llegar hasta vosotros, rasguñando vuestros rostros con su helado filo, y ahogando vuestras palabras en los silbidos y susurros que siempre anuncian su traicionera llegada.

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12/05/2018, 05:48
Marinero

El marinero observó atentamente desde la borda, su gesto expresaba una creciente desconfianza y su ceño se frunció en consecuencia. Pasaron unos instantes antes de que respondiese, esta vez hablando en inglés de regeso.

-Eu no, no. Esto es propiedá privada. No se pegmiten pegsonas por aquí- responde con un fuerte acento francés, que de no ser por la lenta cadencia con que pronuncia cada palabra, como una seria advertencia reforzada por una mirada reprobatoria, habría sido mucho más difícil de comprender. El hombre tampoco parece continuar dando caladas a su cigarro, y como un halcón en la oscuridad, esbelto, imponente, intimidante gracias a la diferencia de altura y al perfil de su nariz, da la impresión de que se podría abalanzar sobre vosotras ante el más mínimo paso en falso.

-Bonsoir- dice el hombre, despidiéndoos, pero sin irse él, quedándose allí, seguramente esperando a que desistáis y partáis del sitio.

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15/05/2018, 23:35
Mina Harker

El rostro de Mina permaneció inmutable, sereno y calmado, la oscuridad le impedía hacer un contacto certero con el rostro del marino, pero el tono utilizado dejaba bien claro que no había discusión posible. Al igual que quiso pensar, este hacía referencia al barco como la propiedad privada y no al propio muelle, así que mostrando algo de ingenuidad al hablar trato de apaciguarlo y que les prestara algo de su tiempo.

-¡oh! Mis disculpas, no pretendía...bueno...nosotras solo queremos preguntarle por otro marinero...de veras no queremos importunarle, no pretendemos subir a bordo – miro a su compañera buscando su apoyo, asintiendo con la cabeza - ¿verdad? Tan solo tendría que dedicarnos unos minutos después le dejaremos en paz, le doy mi palabra

Aquella situación la estaba poniendo algo nerviosa pero no podía hacer mucho más desde aquella posición, si tan solo pudiera...¡No! Hacer uso de aquellas habilidades que la sangre de él le había conferido sería sucumbir a sus deseos pero...por otra parte quizá sería una manera de obtener lo que necesitaban y así estar un paso más cerca de olvidar todo aquel sin sentido.

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23/05/2018, 21:36
Doctor Jekyll

En el mismo instante en que la mujer respondió el doctor Jekyll se dio cuenta de lo que acababa de decir, de cómo le habían traicionado sus palabras. Miró al frente sin dejar de caminar y luego al suelo, deseando por un momento que le tragase la tierra. Y quizá no sería una solución tan negativa: se arreglarían muchas cosas. El peligro que suponía el Otro, para empezar.

Mientras la señorita Adler hablaba el doctor se sintió ligeramente confuso. No terminaba de entender qué quería ella de él, desde luego, y que dijese que aquella posible conversación resultaba íntima le dio un visible apuro, lo que empeoró más todavía al escuchar la propuesta de una cena. Aquella mujer o bien era tan inocente como aparentaba —cosa que el doctor ya no creía ni por asomo— o bien era más rápida que un galgo de carreras. ¿De verdad daba por hecho que hablarían horas? ¿Es que por cada cosa que él tenía que callar ella tenía algo que decir? Y aún más... ¿Es que no podía ser a otra hora del día, como en el almuerzo? Él sabía mejor que nadie que cuando caía la oscuridad los corazones eran más débiles y los impulsos más tenaces: eso era algo a evitar, desde luego.

Cuando después de su oferta la mujer relajó la presión de su brazo el hombre la miró un instante, sin entender. Quizá su silencio se había alargado más de lo que él creía y ella se había aburrido. Le sucedía en algunas ocasiones.

Lo que la mujer dijo después secuestró más la atención de Henry Jekyll. Conocía algunas mujeres, y unas pocas eran bonitas. Quizá no tanto como la señorita Alder, o como la señorita Harker, pero sí hermosas. Sin embargo, pocas eran tan inteligentes como para entender la verdad que había en lo que acababa de decir sobre los hechos evidentes. Asintió a lo del puzzle, aunque su mente iba un par de pasos atrás.

—Su, ehm... —empezó, aprovechando la oportunidad para dejar pasar de largo aquello de la cena—. Creo que su amigo tiene razón. Sin embargo no sé si nos encontramos ante un hecho evidente. —Hizo una breve pausa— Como usted dice, todavía nos faltan unas cuantas piezas.

Mientras hablaban y se iban acercando al lugar el doctor Jekyll trató de afinar la vista y hacer memoria, queriendo asegurarse de que aquel era el sitio indicado. Todo apuntaba a que era así, desde luego. Miró alrededor, buscando a los agentes que hubieran enviado a aquel lugar. Una vez estuvieron allí se acercó a la puerta, y lo cierto es que no tuvo muy claro cómo debía actuar un caballero. ¿Debía dejarla pasar primero a ella o, por si el lugar era peligroso, debía dar él el primer paso?

Como fuera optó por lo más sencillo. Abrió la puerta. Si ella hacía ademán de pasar, se la sostendría. Si no, sería él quien avanzase.

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23/05/2018, 23:11
Irene Adler

Una risa argentina brotó de los labios de Irene y por un instante llenó el espacio a su alrededor antes de que la niebla la ahogase.  

Oh, Henry... —dijo, acercándose un poco más a él, como si fuese a contarle un secreto—. ¿Quién dice que fuese mi amigo?

Su sonrisa parecía llena de miles de misterios con aquella pregunta, pero no añadió nada más. Tan sólo dio un par de palmaditas indulgentes en el brazo de Jeckyll antes de poner su atención en el letrero que indicaba que habían llegado a su destino. 

Vamos allá. Aún nos faltan algunas piezas, ¿no es así? —Le sonrió, encantadora, al liberarlo por completo de su agarre—. Resolvamos el puzzle.

Con esas palabras tomó la iniciativa y pasó delante del caballero que le sostenía la puerta. Sus ojos iban por delante, preparada su mirada para analizar el interior de la taberna en cuanto pusiera un pie dentro de ella. Lo primero sería localizar al camarero. 

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25/05/2018, 03:20
Narración

La puerta chilla al ser abierta, y revela un espacio miserable y estrecho, un enredijo de maderas, escaleras y puertas desiguales con un fuerte olor a aceite y a agua estancada. Frente a vosotros está la improvisada recepción: una saliente de madera sólida sobre la que descansa una lámpara tranquila que ilumina el rostro adormilado del encargado.

Unas escaleras sobresalen hacia la izquierda, perdiéndose en los pisos superiores, mientras que varias puertas mal cerradas adornan los pasillos, cuyas entradas parecen a distintas alturas del suelo de un suelo cuya madera parece estar oculta tras varias capas de barro, polvo y moho. No es un sitio que parezca especialmente cómodo o acogedor, pero seguramente su tarifa era más bien accesible a los ocasionales marinos que buscaban gastarse el salario en cosas más importantes que una pieza cálida y una cama cómoda. Esto era, después de todo, Londres, la joya del imperio británico y el centro indisputable de la civilización, los pecados y el comercio global. Casi todo allí vale más la pena para cualquier recién llegado tras pasar semanas en el mar, entre el escorbuto, el vómito y la compañía de decenas de hombres enfrascados en un sinfín de trabajo físico.

Vuestra entrada sobresalta al hombre que cabeceaba desde su taburete. Y tras sacudir la cabeza unos instantes, frotarse los ojos y lanzar un sonoro eructo, volvió a miraros, como para comprobar que no erais meras alucinaciones producto del sueño o -como parecía indicar cierta esencia etílica en el aire- del alcohol.

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25/05/2018, 03:37
Tabernero

-Oy- dice el sujeto, enjuto y vestido con ropas que podrían haber tenido un sólo color de no estar teñidas con suciedad. Lleva un sombrero raído y patético, y su cabello cae desordenadamente, como si fuesen las hierbas muertas de un jardín que ha sido consumido por las llamas. Su nariz es desigual y su ojos pequeños, cubiertos por pobladas y desarregladas cejas. Observa primero al Dr. Jekyll, pero luego se concentra en Irene, mientras deja escapar una sonrisa lasciva conformada por dientes tan torcidas como los pensamientos que se le deben estar cruzando por la mente.

-Tenemos cuartos, pero van to'a la noche, essstimaos señores- dice con un fuerte acento cockney, tratando de emular burlonamente la dicción correcta, exagerando las expresiones y maltratando el inglés de su majestad. -Pero starán tranquilos como nadie, ninguno les va a espichar... escuchar- dice con su rima de baja clase, su sonrisa bribona y su consciencia de regreso, aparentemente.

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01/06/2018, 01:47
Irene Adler

La mirada de Irene se movió echando un vistazo rápido al lugar antes de detenerse sobre el tipo al que parecía que acababan de despertar de una siesta. Le sonrió, encantadora, sin amilanarse lo más mínimo por la lascivia que se traslucía en los ojos de él, y tomó la iniciativa.

—Oy —devolvió el saludo, adoptando de inmediato el mismo tipo de acento en su habla—. No'stamos buscando un cuarto, no. 

Se acercó al hombre y con discreción puso una moneda en su mano para allanar el camino antes de seguir hablando.  

Nos gussstaría tener una mesa e'pecial, ¿no es así? De las que hay pan y ajo en la siega —dijo, usando la rima para  «abajo» y «bodega»—. Lejos d'ojos indiscretos. 

Le guiñó un ojo con complicidad y picardía y ladeó el rostro con confianza, segura de que funcionaría. 

- Tiradas (1)
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01/06/2018, 03:44
Marian Halcombe

Marian da un paso hacia adelante, y sonríe enigmáticamente a su compañera. Luego hace un gesto con la mano, extendiéndola, como si le diese a entender que ella se encargaría de ello.

-Bonsoir, monsieur- dice en buen francés -Ma chère amie et moi cherchons a l'un des vos marins. Il nous a payée a l'avance pour lui rendre une visite, si vous comprenez ce que je veux dire, et ce serait dommage de lui laisser comme ça. C'est pas honnête de notre part de garder son argent sans au moins lui fournir avec une aggreable soirée- dice ella con gesto tranquilo y modulando la voz. Sus inflecciones tenían todavía un aire inglés que la delataba, pero ciertamente parecía bastante segura y fluida mientras se comunicaba con el marino.

Miró de reojo a su compañera y guiñó un ojo, susurrando por demás. -Sígame la corriente- susurra por lo bajo sin más, mientras vuelve a encarar la silueta del hombre, esperando una reacción positiva de su parte.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Personaje pnjotizado

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01/06/2018, 04:13
Marinero

El hombre pareció sorprendido. Si iba a responder algo inicialmente, las palabras de Marion lo dejan pensativo un momento. No responde inmediatamente, sino que chupa su cigarro con gran intensidad, haciendo que el contorno de su rostro endurecido y bronceado tomen un aspecto naranja. El humo luego sale por su nariz y su boca lentamente, y de ser posible, saldría también por sus orejas.

-C'est compris- dice en francés como primera respuesta. Parece algo más relajado. Luego desde su posición, solamente pareciera encogerse de hombros. -¿A quién buscáisss entonces? - replica volviendo al inglés, seguramente para hablar con ambas al tiempo. -dadme su nombre y le igé a busscar- ofrece entonces, apoyándose sobre el borde. Su rostro no parece manifestar una sonrisa y su mirada más bien parece una daga penetrando la oscuridad y tratando de descifrar lo que sucede. Pero al menos su actitud ha virado para volverse más cordial... lo cual, viniendo de un francés, es bastante decir.

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03/06/2018, 00:31
Doctor Jekyll

El buen doctor Jekyll sintió un escalofrío erizando la piel de su columna vertebral cuando la señorita Adler se acerco a él para susurrar de ese modo. Apretó levemente la mandíbula, conteniendo sus pensamientos, y agradeció cuando ella se apartó para dirigirse a la taberna al fin. Con un asentimiento el hombre dejó que ella pasase primero, y se tomó un momento para suspirar antes de seguirla. Si Alder se había propuesto ponerle las cosas difíciles, desde luego lo estaba consiguiendo.

Al entrar y ver el lugar Henry Jekyll se tomó un segundo para observar el entorno. No parecía un lugar cómodo. El moho del suelo, la propia distribución del lugar, el tipo que eructaba desde su taburete... Al ver su sonrisa lasciva el doctor Jekyll se sintió ligeramente cohibido. Adler parecía alguien capaz, pero aún así esperaba no tener que defender a la dama. Las cosas podrían acabar de una forma un tanto... Inesperada.

En cuanto el doctor escuchó hablar al tipo su rostro dibujó una expresión de resignación. Suponía que sabrían entenderse, aunque aquello podía dificultar un poco las cosas. Y a punto estuvo de tomar la iniciativa, cuando... Cuando Adler le sorprendió sobremanera. Henry Jekyll asistió impresionado a algo que no se esperaba en absoluto. Se ladeó para mirar a la mujer con ambas cejas alzadas, saliendo por un momento de su habitual parsimonia, y cuando ella acabó de hablar volvió a mirar al tipo.

—Eh... —dijo. No tenía claro si se esperaba que él aportase algo más y no tenía muy claro lo que había dicho ella, pero desde luego no iba a llevarle la contraria—. Eso.

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03/06/2018, 17:15
Mina Harker

Mina mantuvo la compostura cuando su compañera se adelanto y comenzó a hablar con el marinero en su idioma, su conocimiento del francés era muy limitado, tan solo algunas fórmulas de cortesía. Por lo que no estaba segura de las intenciones de Marion, pero su lenguaje corporal y el tono de su voz le daban cierta pista. Además había surtido efecto, la simpleza de algunos hombres no dejaría de sorprenderla.

Es un hombre de cabello y ojos negros, alto, que ronda los cincuenta – se adelanto a contestar al hombre – puede hacerse llamar Neil, no estamos seguras de tener su verdadero nombre - añadio con una sonrisa en los labios y un leve movimiento de hombros, tratando de parecer inocente

Dudaba si el Doctor usaría su nombre real o un seudónimo, así que decidió probar suerte sin mucha confianza.

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08/06/2018, 03:49
Tabernero

-Aye- responde inmediatamente aquel hombre. Parece algo sorprendido por la respuesta, pero no parece querer darle más importancia de la que realmente tiene. -Ir a por Pan y Ajo os vale un esscolar*- dice arrastrando la palabra y mirando fijamente a Irene a los ojos. -Por ca'essa- y su dedo se mueve de Irene al doctor, para quedarse señalando a este último mientras sabría Dios que cosas estaba fraguando en su mente aquel hombre.

-Toda la mirra de máss, sale de vuestros 'olsillos- dice refiriéndose a que tendréis que beber y pagar extra, además de aquel nada modesto valor de admisión. El tabernero os muestra sus dientes, torcidos y desiguales como son, de forma que tiene un aire divertido, como si estuviese recordando un chiste del que vosotros nada sabéis.

Se detiene un momento y su mirada recorre de nuevo de arriba a abajo y hacia arriba nuevamente, con medidas pausas, a Irene. Luego mira al doctor y sin pudor simplemente le lanza -¿Cuanto cuessta la alu'ia**? Me está haciendo falta una- dice con ahora un descarado guiño hacia la mujer, pero manteniendo la conversación entre el doctor y él.

Notas de juego

* Escolar rima con dolar, que para la época es aproximadamente 5 chelines, o una corona. En poder adquisitivo contemporáneo, sería cerca de 60 libras quizás (más o menos). Como dato curioso, en cockney original dirías "un Oxford" por "Oxford scholar" que rima con "dollar" que equivale a "5 shillings/1 crown". Adicionalmente, un chelín puede ser referido como un "Bob", no por alguna rima rebuscada, sino por un dicho inglés. Así que os cuesta 5 bobs.

** Alubia-> Retoño de Alubia-> Retoño -> Coño -> Prostituta. En inglés original Brass -> Brass Nail -> Nail -> Tail -> Vagina, etc...

Y sí, esta es muy Cockney para el Dr. Jekyll. ;)

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08/06/2018, 05:32
Marinero

-No hay Neils...- responde con cierta petulancia irritada mientras os observa. -... Y pocos de esas edad, Madame. Ninguno Neil, a lo mejog os han engañado- responde defensivamente, sin dar lugar a demasiadas explicaciones adicionales. -Que los muelles no son fiables, y no seguía la pgimega vez que una dama intenta cobgagse de más con nosotgos- responde mientras no se mueve de su sitio y parece darle una larga y profunda mirada a su pitillo. Luego corona su frase con una risa entre dientes que suena como un escupitajo en su garganta y dos exhalaciones profundas a través de su nariz, que resuenan con gran fuerza ante el silencio del lugar.

-¿Eso es todo? ¿O queguéis haceg publicidad?- dice el hombro burlón. Al menos el tono desconfiado parece ablandado levemente, dando paso a una arrogancia insufrible bajo la que todavía descansa esa falta de colaboración. La rapidez con que ha hablado, con que ha respondido, sin siquiera detenerse a pensar, os deja la impresión de que más parece querer daros alguna razón para que os vayáis a tener el deseo genuino de ayudaros.

-C'est tout? Si es así, Adieu señoguitas- dice el hombre, pero él no desaparece, sino que, desde las tinieblas de aquella noche húmeda y fría, sus ojos os observan esperando vuestra disposición de partida.

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08/06/2018, 21:13
Marian Halcombe

-Ah, es posible que nos hayamos confundido y que no fuera Neil el que dijo que era marino en este barco, sino su joven amigo. Estabamos tomando una copa de vino cuando conversamos, y quizás no recordamos del todo bien lo que se dijo. Su amigo era así de alto...-dijo, señalando con su mano la altura aproximada que debía de tener la víctima que habían encontrado. Era dificil mantener la apariencia de estar pensando en la posibilidad de una noche de diversión con un hombre cuando la imagen de ese hombre que venía a su mente era la de alguien abierto en canal y destripado como si de una pieza de caza se tratara, pero intentó sonar todo lo despreocupada que pudo mientras citaba las características que pudiesen ayudar a identificarlo. Altura, color de pelo, complexión, el aspecto de su ropa (lo que quedaba de ella)...¿tenía algún lunar, alguna marca distintiva? Intentó recordarlo. No llevaba tatuajes. Y mientras pensaba en los tatuajes que no tenía, recordó algúnos otro detalles que le habían hecho no estar segura por completo de si era un marinero. Terminó su descripción y se volvió hacia Mina, pensativa-Ahora, que lo pienso, ¿dijo que era marinero o sólo que este era el barco en el que estaba? Ah, demonios, no estoy segura. Pero ¿sabe de quien hablamos?-dijo, esta vez dirigiéndose de nuevo al marinero-Estoy segura de que se alegraría de vernos.-Terminó, con un guiño.

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14/06/2018, 02:11
Doctor Jekyll

El doctor Jekyll escuchó las palabras de aquel hombre sin entender prácticamente ninguna de ellas. Comprendió que lo del pan y el ajo era algo que buscaban al pensar en lo que Adler había dicho antes, pero no tenía ni idea de cuánto se suponía que valía eso, fuera lo que fuera. Aunque sí parecía que estaban hablando del precio. El doctor se llevó una mano al bolsillo, encontrándolo vacío, y se sintió ligeramente idiota en ese momento. No había contado con necesitar dinero... Ni, básicamente, nada.

Henry Jekyll comprendió también que hablaba de gastos adicionales cuando el tipo siguió hablando... Claro, gastos adicionales, esa era buena. Si ni siquiera tenía para pagar lo que quiera que fuese un escolar. Torció el gesto antes de mirar a Adler, ligeramente incómodo ante la idea de exponer su situación, y con la pregunta que el hombre le hizo lo miró sin comprender. Suponía que hablaba de alubias, pero parecía poco probable que quisiera que Adler se pusiera a cocinar. Por un momento se sentó tentado de responder que valía también un escolar, sólo por si así descubría de qué estaban hablando, pero finalmente decidió no arriesgarse. Después de todo más hombres habían caído en desgracia por ser atrevidos que por ser demasiado cautos.

—No estoy seguro —dijo antes de mirar a Adler. Al hacerlo sus cejas revelaban lo perdido que estaba—. Lo... Lo que ella diga.