Partida Rol por web

Las Sombras de la Mente

Prefacio: El Club Diógenes

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10/03/2017, 19:02
Narración

La caja es algo más pesada de lo que aparenta. No está particularmente adornada y podría pensarse que su propietario primó funcionalidad sobre apariencia. Al abrirla, se revelan cuatro viales de tamaño generoso que contienen dos tipos de líquidos que reconoces bastante bien. Los primeros, dispuestos en la primera parte de la caja, son de un color púrpura oscuro. El color te transmite un escalofrío, pues sabes que es a través de la misma que la transformación en el otro es posible, y que no hay duda de que tus benefactores han fabricado dicha poción siguiendo tus notas de alguna manera.

Los viales de cristal en la parte inferior contienen un líquido casi transparente, con apenas un tenue tono lechoso que parece poseer algunos cristales en el fondo. Estos deben ser los antídotos para la transformación, o al menos tienen su mismo aspecto. Y por tu propio bien, esperabas que funcionasen si en algún momento te veías obligado a llamar... al otro.

Notas de juego

Puedes hacer una tirada de Notar a dif normal.

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10/03/2017, 19:18
Narración

La caja es algo más pesada de lo que aparenta. No está particularmente adornada y podría pensarse que su propietario primó funcionalidad sobre apariencia. Al abrirla, se revela un enorme vial de vidrio, lleno de un líquido oscuro, entre rojo y negruzco que parece despertar un instinto, un deseo muy en tu interior. Su aroma de repente sobrecarga tus sentidos y no te queda duda de que se trata de la impía sustancia que es ahora tu sustento: Sangre humana. Es difícil controlar las ganas, y aunque tus compañeros, vivos como son, poseen una fuente inagotable de ésta ambrosía, el proceso de alimentación implicaría hacerles recipientes de una maldición no tan lejana a la tuya.

Un pequeño cuadrado en pergamino acompaña al papel. En una letra que se te antoja familiar y que puedes leer cuidadosamente.

Espero que esto te ayude a mantener
tus inhumanos apetitos a raya, mientras...
buscamos una solución.
Suyo.
A. Van Helsing

 

El profesor Van Helsing, quien había intentado salvar y había fracasado en curar a Lucy Westenra, cuando la maldición del conde había caído sobre ella, aún vivía, a pesar de haberse escondido tras la fracasada persecución al voivoda de las tierras transilvanas. Pero su mensaje parece revelar afiliaciones con la corona misma, y quizás, la razón por la que estés al servicio del imperio, y no declarada como enemigo del mismo.

Notas de juego

El vial de sangre completo te permite aplacar tu necesidad de sangre, una vez.

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10/03/2017, 19:28
Narración

La carta, o mejor, la patente es una colección de términos que menciona a la reina Victoria, la corona, y que posee un sello de legalidad. No te detienes a observar los detalles de la libertad que os han sido otorgadas, pero tus ojos sí encuentran los nombres de los cuatro autorizados, en letras grandes y oscuras, escritas claramente sobre una plantilla.

Irene Adler

Henry Jekyll

Wilhelmina Harker

Marian Halcombe

Notas de juego

Puedes hacer una tirada de Notar a dif normal.

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10/03/2017, 19:31
Narración

Atrás queda el silencioso y meditabundo señor Holmes. Mientras los sirvientes os permiten pasar de regreso al pasillo y caminar de nuevo hasta el vestíbulo de entrada. La intensidad de la lluvia había bajado y ahora sólo se escuchaba la melodía disonante de las gotas cayendo solitarias y espaciosas sobre ventanales, paredes y techo. Aquí afuera se sentía más su efecto que en la habitación que habíais abandonado, y el frío de la noche tenía ahora un aroma diferente, cargado de cierta miseria deprimente que rodeaba a la ciudad, como un musgo que existía en los mismos cimientos de Londres y que crecía junto a sus caminos y sus viviendas.

Nadie dice nada en principio, pero la puerta está abierta y deja ver un coche, oscuro, aparcado, con la puerta aún cerrada, pero esperándoos, tal y como había prometido vuestro anfitrión. Los tres os observáis lejos de las revelaciones opresivas de vuestro empleador: La mujer, misteriosa, observadora, quien tenía en su posesión el valioso documento de la corona, el contrato. El doctor, tímido y reservado, cargando su caja con una mezcla de inquietud y resignación. La joven dama, pálida como la misma luna, atractiva y extrañamente magnética, quien parecía tener muchísimo más aprecio por el inesperado obsequio.

Y un misterio entre manos. En algún lugar de Londres, se escondía un criminal de malicia y crueldad que hacían temer a los hombres decentes del regreso de Jack el Destripador, el mayor asesino en serie que había visto el Imperio Británico y probablemente, la Europa moderna. Y su sombra, grande, oscura, densa, sólo le daba un rostro mefistofélico a las tinieblas sobre la ciudad. Después de todo, la muerte en carne acechaba una vez más a los ciudadanos del Inglaterra...

Notas de juego

Tenéis un post de, reflexión, presentación, intercambiar impresiones, y pues, subir al carruaje. :D. No narréis más allá de esperar a que os abran la puerta, porque os espera otra sorpresa. ¿Algún día acabaran las maravillas de esta partida?.

Sí. Espero que sí. xD

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10/03/2017, 20:11
Narración

Londres, 28 de Marzo de 1894, alrededor de las 11:00 pm

Es una húmeda y oscura noche de primavera. El mensaje llegó a través de un cochero adustos en medio de la noche, cerca de las nueve. Se notaba que había galopado apresuradamente por las calles de la ciudad a pesar del temporal y, que conocía con conveniente exactitud tu ubicación. Sin mayor ceremonia, te entrega una misiva cerrada con el sello en cera roja, como una gota de sangre, de su alteza, la reina Victoria. Aquello sólo podía significar que el uno de sus agentes había decidido ponerse en contacto contigo, en cumplimiento de las obligaciones que habías adquirido con el imperio, con la corona y con cada uno de sus habitantes.

El documento estaba escrito a mano, con una letra alargada, estilizada y elegante.

 

Estimada Mrs. Halcombe:

Hace unas horas, el terrible asesinato de un hombre en el Norway Yard, en Surrey Docks, nos hace sospechar del regreso del asesino conocido por el público como Jack el Destripador. Este coche la conducirá frente al Club Diógenes, en donde se le unirán otros tres ciudadanos que harán parte de la partida para encontrar y atrapar definitivamente al asesino. Ellos le proporcionarán los detalles restantes.

Asegúrese de destruir esta misiva.

Suyo.

M.H

Sin muchas más opciones, te alistas y te adentras en el coche, negro, oscuro y solitario, que conduce con premura.  El frío primaveral es particularmente fuerte esta noche y la lluvia sólo ha logrado que los perfumes de la tierra se levanten, haciendo que toda la maldita y oscura ciudad, a pesar de sus lámparas de gas iluminando las callejuelas empedradas, tenga el mismo aroma de una tumba recién cavada. Los cascos de los caballos sobre la tierra se disuelven en medio de las gotas de lluvia que caen con intensidad, con fuerza, con una rabia natural, la misma que pareciera querer arrancar a Londres de las orillas del Támesis a fuerza de inclemencias naturales. 

Al cabo de casi cuarenta minutos, el carruaje se detiene. Escuchas al cochero bajarse e intercambiar algunas palabras con alguien. Cuando abres la cortina de la puerta, puedes ver la fachada del amplio edificio del Club Diógenes que apenas está marcado como tal. Espacioso y elegante desde el exterior, una pequeña placa apenas visible y cerca a la puerta es lo único que lo identifica como tal. El hombre que ha conducido el coche se acerca y dice -Tendrá que esperar, Mrs Halcombe. Los pasajeros restantes saldrán en un minuto- informa secamente, mientras regresa para resguardarse de la lluvia bajo el portal, observando distraidamente hacia el final de la calle.

Notas de juego

En la siguiente escena, tus compañeros subirán al coche y te encontrarán cómodamente acomodada xD

Los errores de ortografía por allí, son por una mala edición (que encontré un "abía" y casi me da un infarto).

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10/03/2017, 20:13
Irene Adler
- Tiradas (2)
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10/03/2017, 21:23
Doctor Jekyll
- Tiradas (1)
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15/03/2017, 03:21
Marian Halcombe

Acababa de cenar y disfrutaba de un bajativo sentada junto a la chimenea mientras leía un libro cuando recibió la misiva. Nada más ver el sello supo de quién se trataba. Frunció el ceño, su rostro reflejaba molestia y resignación a partes iguales; habían interrumpido un momento para ella preciado, lo que sin duda era la causa de su molestia, y resignación porque fuera cual fuera el contenido de la misma, negarse jamás iba a ser una opción.

Arrojó la nota al fuego en cuanto la hubo leído, y se aseguró que las llamas la consumieran por completo. Para su suerte Walter y Laura no se encontraban en la residencia, visitaban a unos amigos y permanecerían fuera de Londres un par de semanas. Otrora, separarse de su hermana más que uno o dos días era inconcebible para Marian, no obstante lo vivido y todo lo compartido con Walter antes de que él y Laura pudieran estar juntos, había sido suficiente para que la mujer supiera que su hermana no podía estar en mejores manos.

Minutos más tarde Marian Halcombe subía al carruaje, envuelta en ese halo adusto y expresión de pocos amigos tan habitual en ella, aunque cualquiera que la conociera bien o a medida que tratase con ella, se podría dar cuenta que la suya era sólo una actitud defensiva. El traqueteo del carruaje mientras se internaba por las calles de Londres la adormeció por instantes, al punto de hacerle perder un poco la noción del tiempo, sin embargo difícilmente ese adormecimiento fue suficiente para hacerla olvidar el contenido de la misiva: «nos hace sospechar del regreso del asesino conocido por el público como Jack el Destripador.»

—Inquietante —musitó mientras descorría la cortina reconociendo el edificio el Club Diógenes.

Cerró nuevamente la cortina, aunque dejando un pequeña abertura, suficiente para poder observar el exterior sin dificultad. Se reacomodó en el asiento, irguiendo todavía más, si cabe, la espalda, y alisó sus vestiduras para luego arropar sus enguantadas manos en el manguito de piel o guardamanos, que es como algunos llamaban a la prenda de abrigo.

—Tres personas... —pensó— me pregunto quiénes serán. ¿Estarán aquí por voluntad propia o porque los están extorsionando como a mi?

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15/03/2017, 19:11
Mina Harker

Mina observó la caja con sumo interés. Sus facciones se relajaron al contemplar el interior, aunque rápidamente surgió en su rostro la duda y la sorpresa mezcladas a partes iguales. Suspiró, algo contrariada con las extrañas ideas que sacudían ahora su mente, y permaneció unos instantes más inmóvil, casi como si de una estatua se tratase, solamente atenta al contenido de su pequeño paquete. No queda más remedio ahora que continuar. Seguir avanzando, sumergiéndome hasta que me liberen de este pozo. Su ayuda es francamente necesaria para encontrar la forma de hacer que todo esto acabe.

Con el rostro sombrío, Mina continuó a paso lento hasta la salida del lugar. No miró directamente a los ojos a sus dos acompañantes en esos momentos porque sencillamente se encontraba demasiado sumergida en su propia amargura. El sonido de fondo de la lluvia le proporcionaba una falsa tranquilidad ahora, por no mencionar el inesperado y valioso regalo que llevaba pegado a su cuerpo.

A la mujer no le importó mojarse bajo la lluvia,  pero antes de salir a mojarse cerró los ojos y respiró. 1… 2… 3…- comenzó a contar. Debía entender el mensaje de su posesión como algo de un carácter positivo, pero le intrigaba –y aterraba- lo mucho que conocía la corona de ella y de aquellos con los que mantenía relación. Su mirada no mostraba emoción alguna, había aprendido a ocultarla con el paso del tiempo, y mientras dejaba que la lluvia se pegara a sus telas ahora que había comenzado a caminar, habló.

-¿Creen que realmente es él?- preguntó, tratando de desviar su mente de temas que no le incumbían justo ahora. Quizá delante de ellos se presentara uno de los asesinos más temidos y avispados de Londres, y algo le decía que requerir de unos servicios especiales como los de ella implicaba un peligro mayor del anunciado. Obviamente nos esconden más de lo que nos cuentan, la corona parece funcionar de ese modo. Criticó su forma de actuar sin que las consecuencias marcaran su forma de hablar. A fin de cuentas, ya les servía y por mucha enemistad que pudiera generarle, era fiel a sus ideas y se aferraba a ellas.  ¿Ha observado algo interesante en el fichero, Miss Adler?- preguntó finalmente, pues ella no había hecho el ademán tan siquiera de acercarse al mismo.

No era su intención incomodar a sus acompañantes pero, debido a que próximamente estarían trabajando juntos, comprendió que quizá lo mejor era no alimentar el viaje con el silencio de ellos tres. 

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16/03/2017, 02:13
Doctor Jekyll

Con el sombrero en la cabeza y la caja y los informes en las manos, el doctor Jekyll deshizo el camino que había hecho un rato antes, dispuesto a salir a la calle. Sus pensamientos se repartían entre la posible vuelta del Destripador y las implicaciones de lo que contenía su regalo.

Cuando aquella mujer, la que había dicho llamarse Mina, había abierto a su vez su paquete el doctor no le había dedicado más que el principio de una mirada. Pero ya fue más de lo que él mismo habría esperado al principio de la noche. El resorte de la curiosidad, otrora siempre activo, llevaba mucho tiempo apagado. Sin embargo una mezcla de respeto, discreción e indolencia habían hecho que ni siquiera buscase realmente ver más allá.

Una vez las damas estuvieron listas él las dejó pasar. No dedicó un último vistazo a la sala, ni tampoco al anfitrión. En lugar de eso caminó detrás de las mujeres de una manera mecánica mientras su cabeza funcionaba lentamente.

No consideraba verdaderamente de su incumbencia ni de su interés el asunto que tenían entre manos. Quizá en otro tiempo habría sido diferente, pero ahora sólo tenía cabeza para el otro. Sin embargo sí sabía reconocer cuándo las cosas servían a un fin, y en esa ocasión debía resignarse y colaborar. No por la ciudadanía, ni tampoco por la corona, sino por él mismo, aunque ni siquiera en esa especie de egoísmo era el doctor demasiado resuelto. Era lo que tenía que hacer, le gustase o no. Ni más, ni menos. Aunque sí era de agradecer que, siendo así, al menos sus compañeras fuesen tan inteligentes como estaban demostrando.

Henry Jekyll no respondió a la primera pregunta de la mujer. Él ni creía ni dejaba de creer, al menos de momento. O más bien se creía forzado a creer lo que le habían dicho que creyese, pero no era capaz de hacerlo con demasiada fuerza. Claro que tampoco se veía capaz de rebatir esos argumentos, ni lo intentaría salvo que las evidencias fueran aplastantes. Tampoco llegó a encogerse siquiera de hombros para demostrar que no se posicionaba ni en un lado ni en el otro. En lugar de eso siguió caminando, escuchando a la señorita Harker como si no le estuviera hablando directamente a él. Y quizá así fuera en realidad, teniendo en cuenta a quién había dirigido su última pregunta. Por supuesto, no le molestó. Y cuando finalmente intervino lo hizo dejando quizá un poco de lado la educación e interrumpiendo incluso antes de que la otra mujer llegase a responder.

—Disculpen —dijo con el tono de quien tiene algo que no se puede sacar de la cabeza, sin intentar disfrazar sus palabras de conversación casual—, ¿han trabajado para la corona antes? —La única pregunta que el doctor quería contestar en ese momento, más allá de si el asesino era o no era el Destripador, era si los que les habían reunido cumplirían su parte del trato. Eso era lo único que necesitaba saber realmente, pero desde luego no iba a preguntarlo de una manera tan directa.

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16/03/2017, 14:04
Irene Adler

—¿Es él? —repitió para sí misma la señorita Adler con los ojos brillantes, como si esa pregunta espolease su curiosidad de forma especial. Se quedó pensativa por un instante y después pestañeó mientras la suave sonrisa regresaba a sus labios, como si hubiera encontrado algo divertido en su mente—. Quién sabe. Pero sería verdaderamente interesante descubrir que no, ¿no es así? 

Sus cabellos se mojaban adquiriendo un rizo más marcado en lo que habían sido bucles, pero Irene no extrañó el sombrero que había dejado en casa. Al contrario, sentir la lluvia estimulaba la sensación de vitalidad que la había embargado al encontrar ante sí un misterio por resolver, quizá incluso más de uno. Sin embargo, tampoco se entretuvo en su caminar hacia el carruaje. Una cosa era que aceptase cuatro gotas que salpicasen su rostro y lo refrescaran y otra que desease quedar empapada. Al fin y al cabo la lluvia era una gran enemiga para el maquillaje que matizaba su rostro en la dirección correcta. 

—No mucho —respondió entonces, ladeando el rostro para contemplar a la hermosa mujer de tez de alabastro—. Eran las fichas de los crímenes que cometió ese hombre antes de escapar de Londres. Aunque sólo pude mirar los documentos por encima, con un estudio más minucioso tal vez encontremos algo. —La curva en sus labios se acentuó ante esa posiblidad.

Se giró hacia el doctor y antes de responderle sus ojos se pasearon por sus rasgos con cierta curiosidad.  

—No. Me contrató una mujer hace algunas semanas, pero no habían requerido mis servicios... Hasta hoy. Es interesante, ¿verdad? Sin duda deben creer que se trata de un asunto peliagudo.  Mucho más de lo que dicen.

Llegaba en ese momento al carruaje y por un instante se detuvo y contempló al doctor, como si estuviese valorando la posibilidad de dejar que fuese él quien abriese la puerta para las damas, pero pareció desestimarla por algún motivo, pues su mano se dirigió al picaporte con toda la intención de ser ella quien la abriese.

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16/03/2017, 18:19
Narración

Aquella mujer, Wilhelmina Harker, tenía un aspecto muy particular, difícil de ignorar. Su piel era extraordinariamente pálida, y al pasar cerca de ti, habías podido constatar que no se trataba de una muy homogénea base, no. Ese níveo era el el verdadero tono de su piel, ese blanco profundo como el marfil, casi transparente, en el que podías detallar las pequeñas venas subcutáneas azuladas que parecían grietas que surcaban su rostro.

El ritmo de su respiración es bastante esporádico, básicamente no la notas, pero es ciertamente inaudito una persona que esté viva y al mismo tiempo no necesite respirar. Su presencia es inquietante, majestuosa a su manera, rodeada de una belleza atípica, preternatural. Casi se podría decir, un fantasma inusualmente sólido.

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16/03/2017, 18:25
Narración

Aquella mujer, Wilhelmina Harker, tenía un aspecto muy particular, difícil de ignorar. Su piel era extraordinariamente pálida, y al pasar cerca de ti, habías podido constatar que no se trataba de una muy homogénea base, no. Ese níveo era el el verdadero tono de su piel, ese blanco profundo como el marfil, casi transparente, en el que podías detallar las pequeñas venas subcutáneas azuladas que parecían grietas que surcaban su rostro.

El ritmo de su respiración es bastante esporádico, básicamente no la notas, pero es ciertamente inaudito una persona que esté viva y al mismo tiempo no necesite respirar. Su presencia es inquietante, majestuosa a su manera, rodeada de una belleza atípica, preternatural. Casi se podría decir, un fantasma inusualmente sólido.

Te fue imposible además no notar el contenido de su caja, aún a distancia. Un sólo vial con un líquido vino-tinto, oscuro, que te hizo pensar en sangre inmediatamente. La gente, sobretodo la gente poco educaba, contaba historias de criaturas que volvían de entre los muertos y se alimentaban de los vivos. Obviamente aquellos eran mitos, pero de no estar viendo y escuchando los movimientos y las intervenciones de miss Harker,  habrías podido fácilmente concluir equivocadamente, que aquella mujer era reciente y fascinantemente hermoso cadáver. 

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16/03/2017, 18:31
Narración

El cochero se mueve torpemente para intentar abrir la puerta, pero Miss Adler es más ágil y atenta. Luego intenta abrir la sombrilla, pero miss Harker se apresura al interior del coche, miss Adler no parece interesada y el doctor Jekyll casi que es indiferente. Sin embargo, dentro del carruaje, algo, o mejor dicho, alguien llama su atención. Una mujer está sentada allí adentro, una mujer de rasgos fuertes, el contorno de su rostro es poco favorecedor y algunos de sus rasgos tienen aires masculinos poco agraciados para los cánones de belleza. Su boca es grande, y su expresión serena delata que esperaba que abriéseis la puerta en algún momento.

Ella debía ser la cuarta invitada a la que había hecho referencia M.H. en su breve exposición, y que seguramente había sido citada allí bajo el mismo pretexto que vosotros. Os acomodáis al interior del coche a vuestro ritmo, mientras el cochero, con una expresión de fastidio que no se molesta en ocultar, puede tomar finalmente la puerta. El coche es oscuro, aunque acogedor y amplio. El interior se siente seco y su aroma casi-inexistente, era preferible a los odiosos vapores de las calles londinenses.

El cochero es un hombre delgado, de cabello desarreglado y facciones genéricas, uno de esas personas fáciles de olvidar o difíciles de describir tras perderle de vista. -¿A donde, damas, caballero?- pregunta de forma abrupta, sin ocultar su fuerte acento cockney, y con poco interés en cada uno. Parece estar esperando una respuesta pronta para cumplir con su trabajo.

Y allí, en el silencio del carruaje, anidaban los misterios de vuestra recientemente asignada misión. Más allá de la influencia de la misma corona, existía la posibilidad de un peligro real, tangible, suficientemente grande como para cobrar vuestras responsabilidades, y ser enviados sin información y con apenas recursos.

Notas de juego

A partir de ahora, podéis marcar a Marian.

Tenéis para hablar, comentar, explicaros y pasamos a la primera escena. El recorrido durará unos 25 minutos en el coche.

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16/03/2017, 19:17
Narración

Escuchas voces que se acercan. Al principio es difícil entender lo que dicen, pero a medida que el volumen de sus voces se incrementaba, alcanzas a discernir su conversación. -Eran las fichas de los crímenes que cometió ese hombre antes de escapar de Londres. Aunque sólo pude mirar los documentos por encima, con un estudio más minucioso tal vez encontremos algo.- dice una voz femenina, refinada, reflexiva y probablemente joven.

-Disculpen- dice una segunda voz, mucho menos energética, y masculina en esta ocasión.- ¿han trabajado para la corona antes? - pregunta con cierta lentitud que te da la impresión de somnolencia

-No. Me contrató una mujer hace algunas semanas, pero no habían requerido mis servicios... Hasta hoy. Es interesante, ¿verdad? Sin duda deben creer que se trata de un asunto peliagudo.  Mucho más de lo que dicen.- responde la primera voz. Está casi tan cerca, que no te queda duda de que está junto al coche. Luego, la puerta se abre y revela los rostro de los que concluyes, serán tus compañeros. La más cercana, es una mujer de cabellos color cobre y ojos claros, de rostro joven y atractivo, con una mirada que delataba inteligencia. Junto a ella había un hombre delgado, de aire enfermizo y profundas ojeras, de ojos vidriosos y que parecía débil y afligido. No cabía duda de que a él debía pertenecer la segunda voz. La tercera persona, era una mujer de sobrecogedora apariencia. Objetivamente, tenía un rostro estéticamente agradable, y una extraña belleza intimidante, pero la rodeaba un aire inquietante. Sus cabellos eran negros, muy negros, y su piel, más pálida aún que la del hombre y su enfermiza complexión.

Las miradas se cruzan y los saludos se intercambian, mientras suben al coche. El cochero, que ahora tiene un aspecto de fastidio, se acerca para tomar la puerta, con la intención de cerrarla. Pero antes os observa y pronuncia -¿A donde, damas, caballero?- de forma abrupta, sin ocultar su fuerte acento cockney, y con poco interés en cada uno. Parece estar esperando una respuesta pronta para cumplir con su trabajo.

 

Notas de juego

A partir de ahora, puedes marcar a todos.

Déjame una tirada de Notar a dif 4.

Tenéis para hablar, comentar, explicaros y pasamos a la primera escena. El recorrido durará unos 25 minutos en el coche.

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16/03/2017, 20:05
Marian Halcombe

Cuando la puerta del carruaje fue abierta, Marian giró ligeramente la cabeza para observar los rostros de quienes, bien supuso, eran los otros tres pasajeros a los que esperaba. Permaneció impávida, inclinando apenas lo justo la cabeza a modo de saludo cuando sus miradas se cruzaron y uno a uno fueron ingresando.

Había logrado captar parte de la conversación que sostenían, y tal parece que le aventajaban un poco en cuanto a la investigación, o cuando menos habían tenido acceso a una información que ella no. Seguramente les habían contactado antes, pero por lo que les oyó decir, tampoco es que fuera demasiado. 

Los observó en silencio mientras se acomodaban al interior del carruaje, su mirada era sin duda escrutadora, parecía estudiarlos, sopesar cuál sería el carácter y posibles habilidades de cada uno. 

—¿A donde, damas, caballero? —escuchó preguntar al cochero. 

—Esa pregunta habrá de responderla alguna de las damas o el caballero —comentó al cochero con voz calma y profunda. Sin duda otro rasgo más que, sumado a sus facciones algo masculinas, no la convertían en una mujer particularmente atractiva. Su aguamarina mirada se posó entonces en el rostro de sus acompañantes—. Mis instrucciones fueron subirme a este coche y reunirme en el frontis del Club con ustedes —parpadeó despacio, serena. No denotaba preocupación ni ansias en su voz—. Soy Marian Halcombe.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tirada a petición del jefazo ^^

Edito: por lo que veo el post ha quedado con la fecha en la que realicé la tirada, no obstante conste en actas que mi respuesta no ha sido publicada hasta hoy, 19 de marzo a las 01:48 hrs.

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22/03/2017, 20:06
Mina Harker

Contempló a Irene de forma apagada, aunque asintió y casi podría decirse que un atisbo de algo parecido a una sonrisa salió de sus labios cuando su compañera también tuvo la misma apreciación que ella respecto a la supuesta identidad de el Destripador.  A una mujer con unos problemas como los suyos poco o nada le importaba el hombre que se escondía tras la máscara, pero prefería manejar sus pensamientos en una dirección que le evitase pensar el auténtico motivo por el que debía servir actualmente a la corona. Aunque se había dicho en una y mil ocasiones que su situación no era más que temporal, su juicio le indicaba que sus grilletes continuarían sobre sus muñecas todo el tiempo que la corona considerase oportuno.

No esperaba encontrar respuesta alguna en la documentación que poseía la señorita Adler, no al menos algo que le indicara dónde o cuándo encontrarían al culpable del nuevo asesinato. Observar las fechas y el modus operandi del asesino le habría resultado macabro en el pasado, pero se había sumergido ya en asuntos más turbios y lo que pudiera encontrar no le robaría el sueño.

-El tiempo juega en nuestra contra, pero debemos explorar las opciones. No hay nada de lo que podamos permitirnos pasar- añadió.  Había comenzado a preguntarse qué hacía de especiales a las personas que la acompañaban; llegó a imaginarse que en realidad solo estaban allí para vigilarla y que ella era el auténtico monstruo de la función, pero aquello habría sido retorcido. La corona tomará las medidas que se consideren oportunas…- recordó, y su sangre se heló más si cabía. La posibilidad estaba en el aire.

Tragó saliva cuando oyó la pregunta del varón. Ese era su primer servicio para la corona y deseaba que fuera el último, pero solo si eso incluía verse libre de futuras ataduras y chantajes.  Negó con la cabeza en un gesto que no terminaba de entenderse como una negación o como un intento de apartar las gotas de lluvia de su rostro.

-Es la primera vez.  Me resulta ciertamente insólito mi presencia aquí, pero me debo al trabajo que me propongan- esa era una sutil forma de decir que permanecía allí bajo coacción. ¿Vivirían los demás un caso similar al suyo? No, definitivamente no.

Su compañera se mostró ágil y veloz al abrir la puerta sin esperar a que otros lo hicieran, pero las circunstancias no invitaban a permanecer bajo la lluvia sin protección alguna.  Mina continuó su rumbo para entrar, mas se detuvo en seco cuando vio dentro del lugar a una nueva invitada.  La evaluó con una mirada gélida y luego asintió suavemente antes de tomar asiento y echar su cabeza hacia atrás, chocando su recogido contra la pared del vehículo.

-Hacia Norway Yard- respondió la mujer de cabello negro tras la breve presentación de la señorita Halcombe.  Giró la cabeza en su dirección y sonrió de un modo cordial y ensayado cientos de veces. – Wilhelmina Harker.  Creía que debíamos reunirnos con usted en la escena. Esas fueron las pautas que nos dieron, ¿no es así?- preguntó sin tener objetivo alguno. Su voz no sonó contrariada, más bien era una melodía suave y monótona.  Quizá había algo que se había perdido mientras había estado pendiente a su “regalo”, la caja que guardaba ahora con recelo sobre sus piernas. 

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23/03/2017, 01:43
Irene Adler

La sonrisa de Irene se tambaleó con cierta sorpresa al encontrar a una mujer inesperada dentro del carruaje. Sus ojos la recorrieron con curiosidad mientras se instalaba enfrente de la señorita Harker pero no tardó en asimilar su presencia allí y sacar sus propias conclusiones. Cuando la mujer se presentó, Irene entrecerró los ojos un instante en un asentimiento mudo que después se extendió a toda su cabeza cuando llegaron las palabras de Mina. 

—Es así —respondió, con cierta diversión arremolinándose en la comisura derecha de sus labios y una leve preocupación pasando sobre ella. ¿El señor Holmes había cometido un error, uno tan evidente? Eso resultaba cuanto menos decepcionante, dadas las expectativas sobre él. ¿O tal vez era aquello una prueba para saber si se fijaban en los detalles? Tal vez sólo una forma de mantenerlos alerta, caminando sobre un suelo movedizo que les impidiera acomodarse en la indolencia de saber con exactitud lo que va a suceder. No estaba segura de cuál de las opciones le resultaba más interesante, pero fuese como fuese, la mujer inclinó la cabeza brevemente a modo de saludo. 

—Irene Adler, es un placer conocerla. —Su mano se movió en un gracioso ademán para incluir al hombre en la conversación—. Y él es el doctor Jekyll. Doctor, nada menos —comentó, alzando las cejas por un instante para después ir al grano en lo importante—. Se supone que deberíamos ponerla al día con los detalles... Pero también se suponía que la encontraríamos en otro lugar. Así pues... ¿qué sabe del caso que nos ocupa?

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23/03/2017, 02:15
Irene Adler
- Tiradas (1)
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23/03/2017, 02:30
Doctor Jekyll

El doctor Jekyll escuchó la respuesta que la señorita Adler dio a su pregunta y simplemente asintió, pensativo. También puso atención a lo que la otra explicó y tomó nota de las implicaciones de sus palabras. Ni siquiera se le ocurrió responder a ninguna de las dos, como si en algún punto de su cabeza aquella conversación ya hubiera finalizado. Se supo observado por Adler, pero no llegó a abrir la puerta para ella. Su cabeza estaba en otro lugar, uno que dejaba abandonada de nuevo la buena educación que había recibido.

Antes de disponerse a subir al coche, o siquiera mirar dentro, Henry Jekyll dedicó un nuevo vistazo a Harker. Había algo en ella que había llamado su atención, y en otro tiempo probablemente estaría pensando ya en cómo pedirle que le dejara examinarla. Ahora, sin embargo, tenía otras prioridades, y aunque su curiosidad seguía ahí, perdida en algún lugar bajo las pilas de papeles que había entre su cabeza y su laboratorio, no era suficiente para que dijese nada a la mujer. Por el momento.

Una vez el doctor miró en el interior del carro y vio que no se hallaban solos frunció un poco el ceño. Era un hombre delgado y que parecía encogido sobre sí mismo, como si algo dentro de él le obligase a ser aún más pequeño. Sus músculos no parecían en absoluto trabajados. Incluso se podría decir que rozaban la línea de la debilidad, si es que no la acariciaban con calma. Su aspecto era el de alguien que ha asumido el cansancio como forma de vida, con unas marcadas ojeras y una mirada que parecía observar más hacia dentro que hacia fuera. Aún así no perdía detalle.

El ceño fruncido de Jekyll apenas permaneció allí un par de segundos. Él no llegó a dilucidar si la presencia de aquella mujer era en su beneficio o se trataba de un inconveniente más. Sus ojos buscaron el edificio que acababan de abandonar, como si quisiera ver a su anfitrión a través de las paredes y buscar la causa de su error. No le importaba mucho en realidad, simplemente le resultaba extraño dada la impresión que el hombre le había causado. O quizá aquella recién llegada no era la cuarta integrante del grupo. Después de todo lo único que había dicho era que debía encontrarse con ellos.

Tampoco le pasó desapercibido el detalle de ser él el único hombre presente, y se preguntó si había algún motivo por el que había preferido recurrir a tantas mujeres. Quizá creía —y podía ser que no sin razón— que llamaban menos la atención. O por algún motivo estas en concreto habían captado la suya tanto como el propio doctor.

Henry Jekyll entró en el carro en último lugar, sin prisas a pesar de las palabras de Harker, y lo hizo en silencio y con una caja y una carpeta en las manos. Él mismo cerró la puerta en lugar de esperar a que lo hiciera el propio cochero y tomó asiento en el lugar que quedaba libre.

En el momento en que se disponía a presentarse escuchó cómo Adler se tomaba la libertad de hacerlo por él. No le molestó. Simplemente realizó una inclinación de cabeza similar a la que habría hecho si las palabras hubieran salido de su boca, y después se quitó el sombrero para llevarlo a su regazo. Ante la manera de recalcar su profesión sus ojos sí se escaparon hacia Adler, y con sus siguientes palabras lo que debía ser la sombra de la sombra de una sonrisa apareció en su rostro. Creía entender lo que estaba haciendo y era, al menos, interesante.