Partida Rol por web

Paso estratégico que conduce a oriente. Usado a menudo por mercaderes bien protegidos contra los bandidos.

Se rumorea que el lugar está encantado.

AÑO 950. - FASE DE INVIERNO.

ECONOMIA: Normal, sin modificadores.

SUCESO: Invierno tranquilo.

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA.

DIA PRIMERO DEL MES DE ENERO.

- Al comenzar un nuevo Año en el mundo mortal todo está tranquilo en las cámaras subterráneas del Reino del Diamante Negro.

- El interior permanece eternamente frío, solamente alterado por los cambios de humor de la Reina Bruja Annya Titania Rhiannon, pues el lugar parece responder por completo incluso al menor deseo de la monarca.

- ¿Acaso los fríos seres feéricos que moran en estos subterráneos se preguntan lo que acontece en las cálidas tierras de los mortales?

- ¿Acaso ha llegado el momento de volver a hacerles sentir el significado del auténtico pavor?

- O puede que aún no...

RECUERDA QUE: Al comienzo del juego no tienes Lugartenientes como tales, sino Independientes cercanos a tu poder y que son excelentes candidatos para reclutarlos.

- Sin embargo, cada uno requiere pasar con él 1 mes y dedicar los PX necesarios.

- No te preocupes por los PX, te los adelanto de los que ganarás con tu Relato inicial.

Clap, clap... clap... clapclap.... En la inmensidad de la cueva oculta bajo el desfiladero del Paso de Thiuta, tan sólo el leve, pero rítmico caer de las gotas de las estalactitas al suelo, rompe el silencio.

El aire es frío, más que eso, helado, pocos pulmones soportarían algo tan gélido en su interior. Sin embargo, una misteriosa figura vaga por las galerías, solitaria, con la única compañía de su inseparable Sprite.

Esta extraña mujer ha vivido bajo estas cuevas largos años y ha sabido ocultarse al mundo hasta que le llegue su hora de regresar. Ella es poderosa, grandiosa, es una figura imponente y de increíble belleza, es astuta e inteligente, pero reservada y misteriosa. Su título de Reina Bruja carece de sentido en tan lúgubre y solitario lugar, pero en su sangre corre el Linaje Real de una Corte cuyo poder se extendía más allá de los dominios de su Bosque.

Pero aquellos dominios fueron cruelmente arrebatados por un ser despreciable, aquel al que el odio puede hacer que le hierba la sangre en sus venas. Lo único caliente que puede palparse dentro de ella, pues ni su corazón tiene si quiera calor. Todo ha sido culpa suya y toda venganza será poca para recuperar el trono que le ha sido arrancado y le pertenecía por derecho. Todo ha sido por él, por el señor de los Témpanos, su gran enemigo.

El peso de los años en soledad no hacía mella sobre ella. Prácticamente tenía la eternidad en sus manos y poco le importaba el paso del tiempo sino era para estar aprendiendo nuevas artes y perfeccionando su magia y su poder.

Clap, clap... clapclap... Las gotas de agua caían y se convertían en cristal una vez al contacto con el suelo.

-Mixi, es hora de irse – rugió su voz y ésta se transmitió a través del eco por las galerías. –Ha llegado el momento, no es necesaria mayor demora. –Sus ojos fríos y calculadores observaban cómo el pequeño Sprite asentía diciendo “Mixi, Mixi”. La pequeña comadreja sabía que ella era su ama y la respetaba y obedecía con una inexplicable lealtad.

-Voy a dirigirme hacia el oeste, allá donde casi termina el paso de Tihuta para unirse con Bistritz. Es el momento de salir de estas galerías. Es el momento de empezar a forjar mi propio Reino. Un Reino subterráneo de túneles y sombras, pero sobre todo un Infierno de hielo para aquellos que no se unan a mí.

La Reina salió de una de las galerías de la cueva y caminó al margen de la orilla del río subterráneo que allí se encontraba y que formaba las grandes lagunas negras de agua oscura y estancada de la que emanaban vapores de aire helado.

El tiempo de camino para ella fue un suspiro, para un simple mortal algo más. Su túnica oscura y su largo vestido se ondeaban delicadamente en el aire a cada paso que la elegante Reina daba. El Pequeño Sprite le seguía fiel y leal, acompañando a su ama donde quiera que ella fuera.

-Ya estamos cerca. –le dijo la Reina al divisar a lo lejos una pequeña cabaña junto a la orilla del río. –Estoy segura de que allí vive quien estoy buscando.

Rubushka había estado husmeando durante varios días cerca de una de las entradas más prominentes del reino subterráneo del Diamante Negro, aunque siempre había terminado por retirarse con espanto del lugar, porque unos golpes inmensos de improviso resonaban bajo las montañas y la tierra cubierta de nieve se estremecía y los témpanos de los alrededores se disparaban, crecían y crepitaban como las fauces de un dragón. Alguien –Rubushka se imaginaba quién podía ser- se convulsionaba con ira allí debajo. Temerosa de esos arrebatos, no considerando oportuno el momento de presentarse ante la hija de Safne, decidió dar tiempo al tiempo y dedicarse a una tarea ineludible.

Esa mañana recorrió la orilla del Somesul Mare hasta las proximidades del paso de Tihuta, hacia un pequeño cauce en que los viajeros a veces se demoraban y lanzaban monedas de oro, pidiendo deseos o simplemente que los hados no los molestasen.

Era muy temprano, pero aun así, observó durante mucho rato que no se acercase nadie. Por fin, se despojó de su capa y sus astrosas vestiduras negras como cuencas de calavera y dejó al descubierto su cuerpo arqueado, artrítico, reumático, cheposo, herniado, decrépito y del color azul de la pena. Sólo se dejó puesto un cinto trenzado con pelo humano en que aseguraba su daga de obsidiana. Los cabellos eran ralos y pajizos, el rostro era el de un cadáver en descomposición; los dientes, afilados, apiñados, disparejos no dejaban de rechinar entre sí. Una risa insana le gorgoteaba en la garganta telarañosa; con manos desproporcionadamente grandes, de largos dedos retorcidos y uñas amarillentas iba apartando las cañas y paso a paso se fue sumergiendo en las gélidas aguas, sin grandes aspavientos. Unas branquias se le iban abriendo debajo de cada mentón y comenzaron a palpitar como cuchilladas en una res desangrada. Por fin quedó a la vista tan sólo su cabellera, flotando como algas muertas y después nada.

Ya estaba caminando por el fondo llano de ese pequeño afluente, en busca de monedas y otros tesoros con que llenar su arca.

Pasos firmes y seguros, pequeños temblores de tierra se sacuden a cada paso. Se puede respirar su poder, se puede palpar la seguridad que transmite su presencia. Pero sobre todo, se puede leer en sus traslúcidos ojos que nadie ni nada la puede hacer parar.

La Reina avanza con firmeza, pero con cautela. Nunca antes desde que llevaba viendo en las cuevas había salido tan lejos. ¿asustada?, ¡no!, eso jamás, pero expectante ante cualquier contratiempo. Todo era milimétricamente analizado por la monarca. El paso de los años le había regalado el don de saber escuchar y entender qué pasaba a su alrededor, sólo así era capaz de manipularlo a su antojo.

La cabaña cada vez está más cerca. Las orillas del cauce del río cada vez se ensanchan más formando un pequeño estanque de agua, que se extendía a lo lejos y terminaba cerca de un camino por el que viajeros y transeúntes debían pasar si querían cruzar el Paso de Tihuta.

La cabaña ya se alzaba ante sus ojos y a penas estaba a unos metros de tocar la puerta. Un embriagador olor a chocolate, llenó sus fríos pulmones. Rápidamente detectó que el chocolate provenía de las propias paredes de la casa. Al parecer toda ella era de chocolate. A punto estaba de avanzar unos pasos para golpear la puerta cuando del estanque se escuchó un leve chapoteo. La Reina miró de reojo para localizar la fuente del sonido y divisó un pequeño barbo. Pero en su mente algo no cuadraba. Se giró totalmente y caminó hacia la orilla.

La pequeña comadreja salió de detrás de su túnica y se interpuso ente su ama y el barbo que se había acercado hasta la orilla nadando hasta ellas. Se olisquearon. La comadreja enseñó los dientes para demostrarle qué animal mandaba sobre quien y el barbo se retiró vacilante hacia un lado.

-¿Dónde está tu ama? -preguntó de pronto la Reina.
-“Glupi, glupi,glupi” – respondió la trucha.

La comadreja le seguía enseñando los pequeños pero afilados dientes. Esa barbo era un Sprite que no servía a su ama y debía tener cuidado con ella.

-¡Mixi!- le dijo. No necesitó decir más, la pequeña comadreja corrió a esconderse debajo de su amplio y oscuro vestido. Tan sólo con pronunciar el nombre de alguien, la Reina era capaz intimidar a alguien y de reprocharlo todo sin necesidad de palabras. Podías sentirte o el más afortunado o el más desdichado de la tierra según su tono de voz.

La Reina bordeó la orilla caminado dejando ahora por detrás a la casita. Caminó y llegó hasta ver en el suelo un montón de andrajosas vestimentas. Nadando en el estanque una figura azulada iba y venia del fondo a la superficie.

La Reina espero paciente de pie hasta que la viera. Estaba segura que ella era la persona que estaba buscando, una vieja... “conocida”....

Existen zonas donde la oscuridad es más fuerte que en ninguna otra parte de estas cuevas, allí donde criaturas sin nombre ni tan siquiera para las hadas habitan.

En estos túneles sin luz tengo mi residencia, aislado de los pocos de mi raza que conviven en estas galerías subterraneas. Hace mucho que no trato con ellos, perros bastardos sin señor, traidores todos ellos; no desde que mi señora me despidió de su servicio. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces? Es difícil decirlo, puede haber sido un año o cien, tan sólo se que ha pasado lento como una eternidad. Una eternidad desde que perdimos nuestro hogar a manos de los cobardes de la corte del otoño. Una reina muerta, otra desterrada… dos pérdidas que lastran mi corazón como una montaña.

Pero no es momento de lamentarse, es hora de conseguir una buena comida, algo de carne para variar. Usando caminos que sólo yo conozco alcanzo la superficie, gruñendo satisfecho de que una gruesa capa de nubes bloquee al molesto sol.

A las pocas horas encuentro una presa en condiciones: una pequeña caravana de mercaderes intenta cruzar el paso, demasiados humanos y demasiadas armas para mi gusto, pero uno de ellos es lo suficientemente estúpido como para separarse del grupo para orinar, buscando algo de intimidad para aliviarse. Demasiado facil.

Una pesada piedra es todo lo que necesito, el craneo se parte como un huevo y salpica los alrededores de sangre y sesos. Una pena – pienso – pero supongo que todavía tendrá suficiente dentro como para hacer algo

Pero tendrá que esperar; oigo cascos de caballos, posiblemente sus compañeros intentando encontrarle. Una mueca macabra se extiende por mi rostro… comida y algo de sádica diversión, un día perfecto.

Había perdido la noción del tiempo, ajetreada como estaba de aquí para allá, desenterrando monedas del lodo, y cuando quiso darse cuenta un sol pálido se había apoltronado sobre el valle. Había calculado que la recolección no iba a ser ni mejor ni peor que la de otros años: lo suficiente como para pasar con holgura el presente. Le iba a llevar casi un mes recuperar ese pequeño tesoro depositado en el fondo, así que decidió que compartiría el trabajo con Roggo, en días alternos.

Mientras iba y venía consideraba las ventajas de tener una criada. Podría comprarle a Corneliu Vadim, el granjero más cercano, otra de sus hijas y adoctrinarla para el mantenimiento de la casita de chocolate. “Esta vez, se decía, venceré la tentación y no me la comeré, lo juro por los bigotes de Roggo.” Y en estas que apareció el escurridizo barbo, muy apurado, comunicándole que la mismísima Annya Titania Rhiannon la aguardaba en la orilla. “¡Válganme Calixta, Evelia y Rabibruja! ¿Qué hacer ahora? ¿Cuáles serán las intenciones de la pequeña princesa? Está clarísimo que ya me divisó, y de esta guisa no podré darle esquinazo. Habré de presentarle mis respetos, qué remedio.”

Con mucha cautela sacó la cabeza del agua y la descubrió en la orilla, una dama de hielo a la que el sol arrancaba destellos cegadores. Se le hizo un nudo en la garganta y un graznido se le escapó. “No es mala imagen de su madre, no.” Se acercó a la orilla, pero sin atreverse a salir de las aguas inertes. Optó por hablarle desde allí, presta a reaccionar ante cualquier señal de peligro:

-¡Ah, la queridísima niña real! ¡Qué grato comprobar con nuestros propios ojos que estáis sana y salva! Horrendas noticias nos habían llegado y nos temíamos lo peor, su graciosísima majestad.

- "¡Mixi!" -

El Sprite de la Reina Bruja reacciona con pasmo ante la horrible presencia de la Bruja Rubushka.

- "Glupi".

El Barbo observa con sus ojos de pescado a la irritante mascota de la Reina Bruja. Espera por su bien que no se le ocurra acercarse al agua...

Observa el encuentro entre la Reina y la Bruja Rubushka, oculto entre la maleza.

CAVERNAS SUBTERRANEAS:

Araña se lanza desde el techo para caer sobre el hombro derecho de Murusures, decidida a ir allá a donde su amo vaya.

MUY LEJOS, HACIA EL BORDE ESTE DEL DOMINIO FEERICO:

Sapo vigila con paciencia sobrenatural, sin importar si pasan horas, días o meses.

Vigila cerca de la Marmita de Sopa Siempre Abundante, dispuesto a avisar a su ama, la Bruja Rubushka, si algún humano llegase a caer en la trampa.

Su voz es firme y un tanto arrogante, pero no por ello deja de ser una voz tranquila y pausada.

-Sal del río Rubuska, entremos en casa, tengo un mensaje que darte.

La Reina se gira y le da la espalda a ella y al río, no por pudor al ver el cuerpo desnudo y seguro que flacucho y enfermizo, ni por ofrecerle intimidad a la vieja bruja, sino porque ella ya ha dicho lo que tenía que decirle. Nunca repite las cosas dos veces, no espera a escuchar si la respuesta es si o no. Le ha dicho que saliera del río y entrara en su casa, y pos su bien, era mejor que así lo hiciera.

La Reina retrocede los pasos andados y se presenta frente a la casita de chocolate. Definitivamente su olor es embriagador. Lentamente abre la puerta y cruza el umbral agachando un poco la cabeza para no rozar el dintel. Ni se preocupa de si la bruja le sigue o no. Ella entra a la sala y tras observarlo todo se sienta en el mejor lugar.

-"Mixi" -dice de pronto el tejón, mirándola con ojos saltones.
-sí, vé -le contesta por toda respuesta.

El tejón salta de los bajos de sus vestidos y sale corriendo hacia la puerta. La Reina se coloca el vestido plegado en sus rodillas y lo alisa con un sólo gesto cualquier tipo de arruga.

-Ejemm, ejemm.... -finge toser, para darle a entender a Rubuska que quiere algo de tomar.

-Rubuska -le dice pronunciando pausamente y mirándola directamente a los ojos -¿Era ese tu nombre verdad?. Sin esperar a que la bruja asienta la Reina continúa hablando. -En el pasado fuimos "viejas conocidas" y estos años siempre has estado cerca en mis dominios. Servías a mi familia, a mi madre, hasta "la caída" y luego desaparecísteis. No me importa deciros lo que pienso de vos. Sois cobarde, ruín y desleal a la corona, no merecéis ningún tipo de clemencia por traicionar así a vuestra ama, tendríais que mereceros el mismo respeto que las ratas que Mixi caza cuando se aburre. La Reina es dura con su palabras, es inflexible e implacable. Su mirada es dura y su gesto impoluto. Haciendo alarde de la porte y el semblante que la caracteriza.

-Nunca sentí simpática alguna por los cortesanos y nobles chupasangres de mi madre, esa gente como tu familia y tú... argg nunca los pude soportar y ahora más aún, pues el rencor y el odio por romper vuestro juramento de lealtad y protección a mi madre es cada vez más grande. La Reina se dedica a observar a la criatura que tiene en frente, es evidente que tiene algo que reprochar, o al menos otro punto de vista, pero los hechos hablan por sí sólos. Su familia debía proteger a su madre y no lo hizo, es justo que ella se sintiera ofendida o eso creía.

-Pero estoy dispuesta a perdonar -dice la Reina haciendo una pausa para que el efecto de sus palabras sea aún mayor, -es más, estoy dispuesta a olvidar y a cubrirte de gloria y riquezas si así lo deseas. Tan sólo inclínate ante mí y júrame lealtad como una vez hiciste con mi madre y yo, te contaré cómo puedes conseguirlo.

A Rubushka le había quedado claro que aquella damita con ínfulas no iba a hacer caso de halagos o excusas, así que se limitó a observarla en silencio mientras se retiraba majestuosa de la orilla y desfilaba en dirección a la casita de chocolate en compañía de un tejón.

Cuando se hubo alejado lo bastante, salió cautelosamente del agua y se puso sus ropas. Luego fue a reunirse con ella. El tejón flanqueaba la puerta y Rubushka le enseñó los dientes para que retrocediese. Entró en la casa. Annya ya se había acomodado.

Rubushka no le ofreció nada, pese a su indicación. “Las delicias de mi morada no serían aprobadas por tu selecto paladar, niña engreída”, pensaba con malicia. Annya pronunció un discurso lleno de indignación, enojo, rencor… y presuposiciones. Era inútil discutir con ella. La bruja la escuchó sin inmutarse. ¿Gloria, riquezas? Demasiado prometía aquella malencarada, y aunque en verdad había cambiado durante todo aquel tiempo en el exilio y acrecentado su halo de poder, Rubushka había visto al adversario muy de cerca y no creía que tuviese muchas posibilidades contra él.

“Está bien, habrá que cubrirse las espaldas. Accederé. Pero en este trato soy la que más tiene que ofrecer, y esto mismo he de hacérselo notar”, decidió para sí.

-Procuraremos ser merecedoras del perdón, su excelencia – dijo inclinándose. – Pero antes de prometeros cualquier cosa, desearíamos haceros entrega de un objeto que en rigor os pertenece. Se trata del cinturón de vuestra madre. Fue ella la que nos ordenó huir con él y custodiarlo, al ver que la derrota era inminente. Con gran riesgo de nuestra vida, lo pusimos a salvo, esperando encontraros y depositarlo en vuestras manos. Lo traeremos y sobre el cinturón juraremos, en recuerdo de vuestra querida madre.

Se inclinó una vez más, esperando una respuesta.

¿Mi madre mandándoles huir?,para custodiar ¿el qué?, ¿un cinturón?, ¿qué tipo de clase es ese cinturón?.

La Reina estaba un tanto desconcertada. Ella apenas sabía nada más de lo acontecido aquel fatídico día, después, el contacto con los suyos o cualquier ser de la Corte no había existido y nunca pudo averiguar la verdad, aunque ella tenía muy claro y manejaba la posibilidad de que alguien muy cercano a la familia y al poder que ella ostentaba, les había traicionado. De ahí que no confiara nunca en nadie más. Pero sin embargo, era evidente que las palabras de Rubushka la habían inquietado y la habían hecho dudar.

-Tráeme ese cinturón Rubushka, quiero verlo. -esta vez su voz no sonó como una orden directa, si no como una petición, quería saciar su curiosidad... un cinturón... un cinturón tan valioso que su madre pidió ocultarlo durante tantos años... ¿cuál será el misterio de ese cinturón?, ¿porqué su madre le pidió a ellos que lo guardaran?, ¿sería cierto que Rubushka y su familia habían estado cuidándolo todo este tiempo y seguían siendo fieles a la Corte de Invierno?, ¿es posible que ellos no habrían traicionado el honor y la lealtad a su madre y al Reino como ella pensaba?eran demasiadas preguntas sin resolver y tenía que encontrarles respuestas a todas ese mismo día. Pero para ello, Rubushka debería traerle el cinturón y explicarle todo...todo...

Rubuska asintió e hizo un último comentario antes de acometer su primera misión:

-Os aconsejo que no comáis nada de cuanto hay en esta cabaña.

Rubushka salió como una exhalación, encapuchada. Ordenó a Roggo que vigilase y, a continuación, se concentró profundamente: su voluntad pareció constreñir el entorno más inmediato hasta reducirlo a un cabo del cual la bruja podía estirar y arrastrar el espacio, precipitarlo hacia su seno, cobrando impulso a través de él en dirección a las grutas en que el río discurría como un enigma. Remontaba la corriente como un viento negro y furibundo, de la especie que es séquito de riadas y avalanchas de nieve enfangada, la larga capa deshecha aleteando a su espalda, mientras masticaba ensalmos y maldiciones y sus manos se le agitaban compulsivamente delante del rostro como si tejiesen telarañas invisibles.

No tardó demasiado en regresar. Rubushka penetró con algo de ceremonia en la casita de chocolate, portando un bulto de telas, lo puso a los pies de Annya y lo desenvolvió. El cinturón quedó a la vista. La hebilla era de oro y tenía la forma del emblema real. En la correa había engastados cientos de pulcros diamantes oscuros.

-Un objeto de poder para las castas poderosas –declamó la bruja.