Partida Rol por web

En el interior del paquete había un pequeño frasco y una nota.

Abrelo y arrójaselo

 Continuando tu camino, escondiéndote y en silencio, llegaste otra vez a los árboles. Allí, con sorpresa, pudiste ver una tienda de campaña montada y un fuego crepitando. Alguien estaba allí, eso estaba claro.

Savera se sentía nerviosa, expectante. Mark era con quien ella había hecho su alianza y verlo al borde de la muerte, la tentaba a ayudarle, pero el hecho de que Marcus estuviera allí sin hacer nada más que observar, indicaba la poca lealtad que esta unión suponía.

Sin mucho que hacer, debía pensar rápido. Todo el tiempo sostuvo su cuchillo en sus manos para evitar algún accidente, así que era el momento de apostarlo todo a su filo. Si lograba impactar, podría por lo menos confundir a Marcus y pensar qué hacer. Sabía que esto suponía un riesgo para ella, pero el hambre comenzaba a hacer mella en su condición y no podía permitirse perder más tiempo. Además, mientras más tiempo pasaba, sus posibilidades de ayudar a Mark disminuirían.

Respiró profundo y trató de tranquilizarse, visualizó a su gigantezco objetivo, cerró sus ojos por un momento y cuando se hubo tranquilizado, lanzó el cuchillo hacia Marcus, esperando que alcanzara su objetivo rápidamente y que no le supusiera mayor dolor a aquel joven de grandes músculos. Sólo esperaba que esto no desencadenara un problema mayor para ella.

Se quedó observando el frasco durante varios segundos. Sujeto con dos dedos por la parte superior, como si de una bomba de relojería se tratara, no podía dejar de pensar en su contenido y en lo que iba a provocar en su supuesto destinatario.

No tardó en llegar a la tienda de campaña. Nada más verla, se preguntó quien era tan sumamente idiota para dejar encendido el fuego de esa manera. Pero desechó la reflexión en tan solo un par de segundos. Le daba igual. Fuese quien fuese, tenía los minutos contados.

Se acercó hasta la tienda de campaña en silencio, casi de puntillas, en un estúpido intento de no ser detectada por el tributo. De nuevo su corazón iba a mil por hora y su sangre se concentraba en los laterales de su cabeza. De nuevo iba a poner su vida en juego, sin tener a ciencia cierta todas las papeletas de ganar.

Decidió no darle más vueltas al asunto. Cuanto más tiempo estuviese allí meditando, más posibilidades tenía de que esa persona se despertase. Si es que realmente estaba dormida. Acortó las distancias con la tienda situándose junto a la apertura. De forma inconsciente destapó el frasco intentando mantenerlo lo más alejado posible de su cuerpo y cara. No sabía cuál era su contenido y no tenía ninguna intención de comprobarlo.

Despacio metió los dedos entre las telas 'puerta' separándolas la una de la otra para hacerse con el hueco necesario para ver el interior. Podía ver unas piernas tendidas en el suelo. Quietas, como si estuvieran inertes. No lo dudó ni un instante. Teniendo a su víctima en posición, entró en la tienda y arrojó el contenido del frasco hacía la cara de su 'contrincante'. No sabía cuales iban a ser los efectos pero, fuese lo que fuese, la cabeza era la mejor opción. Con suerte quedaría lo suficientemente reducido para rematarle sin sufrir ningun riesgo.

Mark estaba allí, intentando subir, pero cada vez le costaba más. Sobre él, estaba Marcus, de brazos cruzados y observando, sin hacer nada. Pero, de pronto, la cara de Marcus puso una mueca de dolor.

Algo se te había clavado en la espalda. Al mirar, viste un cuchillo cerca de tu hombro derecho.

El cuchillo voló de tus manos hasta la espalda de Marcus. Quizá no hubieras acertado en su cuello, pero le habías herido, con un poco de suerte, de gravedad.

Entraste en la tienda de campaña con el mayor sigilo que pudiste. Viste tan claramente las piernas, que decidiste lanzarle el frasco. Un olor dulce llegó a tu nariz, pero nada empezó. ¿Sería algún tipo de veneno lento? ¿O qué diablos sería?

Pero algo no iba bien. El tributo no se había movido. Te fijaste bien y destapaste la ropa que le cubría y... Sólo había más ropa. Allí no había nadie.

Desde lo alto de las ramas, pudiste ver cómo alguien había caído en la trampa. Una chica, la tributo del distrito 11, llegó al campamento y se movía sigilosamente. En un rápido movimiento, entró en la tienda de campaña que habías montado.

- Joder. - pienso al notar el dolor lacerante en el hombro. ¿Quien cojones ...?

Instintivamente me giro intentando alejarme del borde del agujero preparado para enfrentarme a quien a osado a atacarme.

Había caido en la trampa. La rabia y la tensión no tardó en extenderse por su cuerpo obligándose a contenerla apretando sus puños con fuerza. Ahora no era momento de tonterías. Había perdido el contenido del frasco y seguramente se había puesto a tiro frente a su rival. Había hecho la peor de las jugadas, pero todavía podía salvarse.

Tras asegurarse de encontrarse sola dentro de la tienda dio media vuelta hasta colocarse de frente a la salida. Si estaba en algún sitio ese era fuera. Valoró las posibilidades. Podría estar cerca, esperando para una lucha cuerpo a cuerpo. O por el contrario, podría estar escondido esperando su momento.

Cerró los ojos un instante e intentó captar algún sonido que pudiera delatarle. Luego hizo lo propio mirando a través de la pequeña rendija que le permitía ver el exterior. Tenía que ser muy cauta, pero no le quedaba otra más que dar la cara. Por inercia llevó su mano hacia el cuchillo. Pasase lo que pasase, estaría preparada.

La espera la había puesto nerviosa, acelerando su corazón por la expectación, por la adrenalina o tal vez por el miedo. Fuera cual fuera el motivo lo cierto era que la paciencia había dado sus frutos y ahí estaba, aquella chica morena pensándose que acababa de cazar a algún idiota demasiado confiado cuando lo cierto era que había pasado justo al revés.

¿Sería suficiente? No. No había tenido tiempo de idear una buena trampa, aquello sólo había sido un modo de atraerlos hasta donde ella quería, verlos venir. Y como señuelo, era bueno. El problema era saber si ella sería lo suficientemente hábil como para aprovechar aquel momento de debilidad de la chica.

No iba a quedarse dudando o pensando un segundo más cómo actuar así que tomó la lanza con la mano derecha, recordando las veces que había lanzado el arpón e impulsando el brazo hacia atrás un par de veces como sopesando la fuerza y la puntería. Y finalmente la lanzó, directa a la sombra que sabía que era la joven, ahí en el interior de la que había sido su tienda de campaña antes de descender del árbol con velocidad.

Era el momento de intervenir en la escena. Si Mark y Marcus eran aliados ahora, debía dejar a Mark caer al agujero pero al ver que su cuchillo había logrado herir a Marcus, sería una buena oportunidad de darle un golpe certero y deshacerse de uno de los tributos más fuertes de la arena.

Por otro lado, Mark era quien había hablado con ella, así que de no morir, pensaría en sacarlo. Tomó la navaja suiza con fuerza en su mano y se dispone a correr hacia aquel titán para arrojarlo en esa grieta. Daría su vida y alma en ese ataque, pues sólo tenía una oportunidad y además, corría el riesgo de caer ella en el agujero. No podía permitirlo, no ahora que lograba ver una luz.

De acertar el ataque, planea tomar su cuchillo de la espalda del joven apenas éste le de una oportunidad. Padre... Espero que no estés viendo esto...

En vez de conseguir trepar, las piedras se van soltando, y cada vez te caes más y más.

La situación tranquila que rodeaba a los tributos había cambiado. Mark había caído en una grieta. Su compañero Marcus no le ayudaba y, como si el karma se vengase, un cuchillo se clavó en su espalda.

Y de la nada, apareció Savera. No iba caminando alegremente, corría hacia Marcus, que se había separado a tiempo de la grieta. Savera, con algo afilado en la mano, se lanzó contra él. La joven parecía dispuesta a acabar con la vida del tributo del distrito 12. Dio un salto justo al final, clavandole el objeto punzante en el cuello, y haciéndolo trastabillar hacia atrás, sin llegar a caer.

Si el intento de Savera era hacerlo caer, no lo había conseguido. Si, por el contrario, su intención era acabar con él a base de golpes, ya llevaba dos.

Y viste perfectamente a la joven llamada Keara. Se había dado cuenta de que todo era una trampa e intentaba usar la tienda a modo de escondite, para encontrar a aquél que le había engañado.

Y te vio, sí. O, mejor dicho, vio cómo lanzabas la lanza directa hacia ella. No pudo esquivarlo a tiempo, así que se le clavó en el brazo.

Aprovechaste el momento para descender. Era el momento del combate.