Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: INTERIOR DE LA COLINA MARCHASANGRIENTA.

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: CASI UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Win, con Peludo acunado sobre uno de sus brazos, rascó su cabecita con la otra mano a lo que el felino pareció reaccionar, estirándose y ronroneando.

- Eh, pequeñajo dormilón. Menudo susto que nos has dado - lo saludó con una sonrisa. Ante la pregunta del minino el ciego lo orientó hacia los lobos gigantes destrozados y luego caminó hacia el rostizado semiorco -. Bueno. Más o menos. Aunque aun falta explorar algo más en esta caverna - explicó mientras se detuvo un instante a percibir el cadáver de lo que parecía un gigante, depositado allá hace mucho tiempo. Mientras diversos compañeros expoliaban y rapiñaban los restos del alquimista orco o del gigante captó las palabras de precaución y aviso de Dagfinnr o Willbur sobre lo que había más adelante.

- Pues parece que aun no hemos vencido del todo, amigo - dijo el iomedano. De manera mimética Peludo trepó a su hombro y el joven invidente desenfundó de nuevo su mandoble mientras meditaba lo que se había comunicado estar más adelante: una de aquellas ratas sombrías, pero más grande, y los restos animados de lo que parecía ser algún gigante.

Iomedae, otórganos de nuevo tu ayuda en el siguiente combate, oró en silencio.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

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Asintió a Monique. Era cierto que necesitaba ayuda pero otros posiblemente la necesitaran más. Cogió del cuerpo del alquimista el tubo que parecía contener un pergamino y lo desplegó con la esperanza de que las líneas allí escritas, dibujaran una perspectiva más clara de todo lo acontecido.

Al ghoran no le cabía duda de que el semiorco era quien había proporcionado el fuego alquímico con el que se había atacado a Trunau y que tantas víctimas podía haber ocasionado. Pero su tatuaje mágico, aquel con el cual hubiera podido pasar desapercibido entre las buenas gentes de aquella aldea, hablaba de toda una trama. El mechón era una incógnita más. Y confiaba en que el pergamino ofreciera respuestas.

-En mi mochila hay una redoma cuya función ignoro. Si pudieras echarle un vistazo, te lo agradecería. Quizá sea de ayuda al grupo.

Despues, se concentró en la lectura, rogando que no estuviera escrita en un idioma desconocido.

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MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

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Todos se precipitaban a un nuevo y terrorífico combate mientras Tronquito y ella parecían haber quedado para tomar un té con pastas en casa de su madre.

- A-ahora mmmm vvvvoy.- Le dijo mientras rebuscaba frenética algún vial curativo más en el cuerpo inerte del semiorco. Tenía ácido y fuego de alquimista, pero no creía poder hacer mucha cosa con ello en el combate. Si al menos pudiera curar a sus compañeros en caso de necesidad...

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Win no se equivoca con sus palabras, pues aún hay peligros en estas cavernas. Peludo entiende eso al instante y no le cuesta mucho detectar que más adelante hay un par de amenazantes presencias, que ya se mueven para atacar al grupo, que avanza para confrontarles, aunque con un avance más lento y descoordinado de lo que llevan haciendo en esta larga y extenuante batalla.

Peludo busca con su mirada a un enemigo mientras permanece sobre los hombros de Win. Finalmente ve a una criatura extraña, que no consigue identificar bien aunque le parece que es un cadáver, no lo tiene claro.

Sin dudarlo, levanta su cola y le lanza un poco de ácido para dañarle, aunque el efecto es mínimo.

"Mierda, tendré que rociarlo muchas veces para hacer alguna diferencia."

Pero sabiendo que poco más puede hacer, levanta nuevamente su cola hacia el enemigo y lanza más ácido que la vez anterior, aunque eso le significa bajar las defensas y casi recibir un ataque de aquel guardián. Peludo piensa como más ayudar a derrotar a esos enemigos, aunque duda realmente que algunos de los medios que conserva sean efectivos ahora mismo.

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La mirada de Tronquito recorrió el pergamino sin entender nada de lo allí escrito. Por lo visto, la capacidad de leer no había formado parte de sus anteriores vidas y de haberlo sido, en su nueva regeneración era una habilidad que había perdido. Su memoria fragmentada volvía a jugarle una mala pasada.

-Sí, vamos -dijo subrayando las palabras de Monique. Guardó el pergamino y recogió del suelo el alfanjón, con intención de dárselo a alguien que supiera manejarlo y que quizá, en la lucha que se desarrollaba unos metros más adelante, fuera de utilidad.

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Pese a la distancia, los gritos de la lucha llegaban hasta ellos. El ghoran aceleró el paso, queriendo llegar lo antes posible hasta el grupo, portando el alfanjón, aquella arma de hierro frío que no sabía si sería válida en aquel combate. Alcanzó a ver las terribles heridas de Win, sin saber cómo podía resistir de aquel modo, y el cuerpo del vikingo en el suelo. Sí, eran los más valientes. Y los más osados. Y quizá a veces los más imprudentes, confiados en su fuerza y habilidades. 

Tronquito se lamentó de no poder ofrecer gran cosa en aquella pelea. Su magia era pequeña y de escasa utilidad y aunque sentía pugnar en su interior la misma, intuía que debería pasar un tiempo para que despertara. 

-¿Alguien necesita una espada a dos manos de hierro frío?

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Entonces y como si de una iluminación divina se tratase, Peludo recuerda que tiene la capacidad de concentrar su poder psiónico para atraer energía positiva y canalizarla hacia un objetivo no-muerto. Sabe que puede pues conoce la teoría y lo ha practicado un poco en sus ratos libres, igual como ha practicado sus poderes (solo un poco, lo suyo es más instintivo que metódico).

"Bueno, este es un gran momento para ver si resulta."

Salta desde el hombro de Win para estar fuera del alcance de los enemigos pero con línea de visión directa. Entonces, se concentra y fija sus gatunos ojos en aquel gran esqueleto. Su mirada es intensa, sin párpado alguno, hasta que un pequeño pulso de energía positiva sale desde sus ojos e impacta los huesos del enemigo. El impacto es poderoso y causa un buen daño, lo que llena de satisfacción al gato, que sabe que no será tan inútil en esta lucha como había temido.

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-¡Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!- Momo chillaba como una rata, de rabia. ¿Cuánta mierda podía tener aquel alquimista loco? No tenía tiempo para registrarlo más, pues una fugaz mirada le había bastado a la gnomo para ver el cruento combate que se estaba desarrollando unos metros más allá. Tenía que ayudar al grupo, aunque fuera sólo para hacer tragar a alguno de los caídos la única poción curativa que tenía. Sin más se puso en movimiento, la mirada fija en el ciego Win. ¿Por qué él? Pues porque seguramente sería de su mano como llegaría al altar si algún día hiciera efectivo su casamiento con Peludo.

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Bueno, pues allí estaba lo que llevaba tiempo temiendo. Win, Dagfinnr y Garinya ya habían probado el suelo, y pronto les llegaría el turno al resto. Ante ellos, se hallaba lo inevitable: el fin que les esperaba, agotados y cansados, por empeñarse en continuar la lucha contra lo imposible. Podría decir que ya casi no les quedaban recursos, o que estaban heridos o cansados, pero mentiría. Hacía muchos, muchos enfrentamientos que estaban en esa situación. Y sin embargo, se habían empeñado en continuar, espoleados por un estúpido sentido del deber, o por una urgencia preternatural, o por los diablos sabían qué.

Y ahora estaba pasando lo previsible: un enemigo que no estaba dispuesto a ceder ante unos pelanas heridos y agotados estaba barriendo la cueva con ellos. Y por supuesto él, sin una gota de reserva mágica en su cuerpo, poco podía hacer más que dispararle con una puntería más que cuestionable, fallando una y otra vez...

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Un golpe. Un solo golpe le había bastado al Guardián de Uskroth para acabar con Dagfinnr. El guerrero había caído al suelo, y por momentos había visto las puertas de Valenhal esperándole. Pero seguían cerradas para él, pues era un lugar reservado para guerreros bravos y valientes que morían honrando a los dioses. No para los que eran derribados al primer golpe sin hacer sangrar al enemigo.

Tal vez porque no había llegado su hora, o simplemente porque en su interior ardía un deseo mayor que la fuerza de la muerte, Dagfinnr seguía con vida y regresó a la cueva donde se despertó tirado en el suelo. Se arrastraba como pudo para alejarse del enemigo, y vio caer a Garinya también no muy lejos. Aquello parecía una carnicería. Con gran esfuerzo, intentaba incorporarse. Su espada ahora la empuñada Willbur, al que le deseó mejor suerte de la que había tenido él. Entonces vio a Tronquito.

¿Alguien necesita una espada a dos manos de hierro frío?

-S-sí... Y que me cures... Tengo q-que ... volver...

Con la mano intentaba apuntar en dirección al combate, pero sus piernas no le respondían y tuvo que apoyarse en la pared de la cueva. El frío tacto de la piedra le recordaba que seguía vivo, contra todo pronóstico. Pero aún escuchaba el canto de los espíritus que le aguardaban en el Más Allá.

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El caos reinó en aquella cueva, los gritos de combate volvieron a inundar aquella oscura cavidad. El hobgoblin como costumbre volvía a llegar tarde y allí que fue avanzando lo más rápido que podía sus piernas, ignorando lo que algunos aventureros habían logrado encontrar. Sujetando con firmeza su escudo y maza no dudo en ir hacia el fervor de la batalla. Ante sus ojos una estruendosa figura formada por un enorme esqueleto se alzaba ante ellos con una gran lanza.

Haluk fue avanzando y con un gran esfuerzo logró incorporarse en la vanguardia del grupo cubriendo así al goblin Ertiznao seguidor de Schelyn, el enemigo era una rata de sombras terribles, un ser fantasmagórico e inmune a ataques físicos sin magia. El hobgoblin sintió el ataque del enemigo helarle la sangre, un gélido frío le embriagó desde el interior entorpeciendo así sus movimientos.

<< Mierda… >>

Se colocó en una posición defensiva y logró esquivar el ataque de esa rata, pero la estocada de la lanza de aquel gran esqueleto le impactó de pleno. Un grito de dolor surgió de su garganta y apretó con más fuerza el escudo y su arma. La gran actuación de Piero hizo que la rata fuera derrotada, pudo ver al escurridizo goblin atacar al esqueleto. Por el rabillo del ojo pudo ver que el ciego había caído, al igual que Garinya y Trog.

- “¡Por Asmodeus!”-    

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La última batalla destrozó ya al grupo. Combatir no muertos es realmente complicado, y el guardián demostró ser un enemigo más que terrible. Win, Dagfinnr, Garinya... mis compañeros van cayendo y, desesperado, recojo una espada para hacer frente al formidable enemigo.

Estúpido. Su lanza me atraviesa de parte a parte. Es upo un poco de sangre antes de que la retire, cayendo al suelo de rodillas. La salvación llega de quien menos lo esperaría: el gato de Win, Peludo.

Si antes de esta aventura sólo sospechaba que ese gato no era normal, ahora estoy totalmente seguro. ¿Será el eslabón que falta entre los no humanos y los animales?

Me levanto, o me arrastro, como puedo, hasta alcanzar a Garinya. Sus heridas son graves. Me arranco dos trozos grandes de mi desgarrada ropa e intento cerrar sus heridas.

Dagfinnr digo, con una voz extrañamente baja y cansada. Los bárbaros se derrumban tras el combate. Ayúdale, y salgamos de aquí. Con Trog también digo, señalando al jabalí de Garinya.

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Tronquito corría hacia Win, cuando escuchó la petición de Dagfinnr.

-Iré enseguida. Dame un segundo -pidió.

Cuando llegó hasta el invidente, que a duras penas se había levantado y se mantenía en pie apoyado en su espada, el ghoran dejó caer el alfanjón al suelo y procedió a ofrecerle las pocas bayas que acumulaba.

-No harán que te recuperes milagrosamente, pero harán que te sientas un poco mejor -dijo casi avergonzado del escaso poder curativo de aquellas frutillas. No valía gran cosa como guerrero. Lo había comprobado dolorosamente durante aquella batalla en la que todos habían demostrado su validez con la espada o el arco. Pero lo peor era que fuera de la lucha tampoco podía ofrecer gran cosa al grupo-. Cómetelas. Dejo aquí este alfanjón de hierro frío a dos manos.

Momo acababa de llegar a su lado y Tronquito la miró.

-Momo, ¿cuántos viales curativos tienes? Podríamos repartírnoslos para ayudar al grupo entre ambos. Y ya de paso, ¿podrías identificar este? -dijo mostrándole el vial de Vorom que portaba desde hacía tiempo.

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Con sus manos Ekaterina apenas podía contener la sangre que manaba a borbotones de las últimas heridas abiertas por el enemigo. Por ello, mareada y exhausta, se dejó caer al suelo, pero antes había destinado sus últimos esfuerzos a esparcir con rabia las cenizas que quedaban del repugnante esqueleto. Sabía que no serviría de nada, que ya estaba más que muerto, pero era la única manera de desquitarse por el dolor y la impotencia que sentía.

Uno tras otro había lanzado sus ataques y uno tras otro los había fallado o había comprobado cómo sus garras nada podían hacer contra los huesos que la nigromancia animaba. Aún así no había cejado en sus empeños encadenando zarpazo tras zarpazo obteniendo como único regalo por sus esfuerzos, dos lanzazos que por poco no la habían terminado destripado.

Desde el sueño miró a su alrededor con unos ojos cuyos párpados querían dejar cerrados y comprobó que, a pesar de toda la sangre derranada, podía considerarse afortunada.

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La moral de Peludo estaba por las nubes, pues su ataque causó un gran daño en los huesos expuestos de aquel cadáver. La sensación de que la escasa energía que le queda en sus cansadas neuronas puede ayudar a derrotar a aquel peligro letal le brinda la confianza de continuar en la lucha, de no ceder.

De pronto, ve como Win es atacado sin piedad y las heridas son sumamente graves. Preocupado, el gato concentra nuevamente su poder pero la energía levemente dorada que sale de sus ojos no es tanta como la vez anterior y poco más que astillar una costilla consigue.

Sin poder controlarlo, cae en la desesperación:

"Soy demasiado débil para ayudar a mi amigo. Win perdió sus ojos porque no pude defenderlo y ahora va a morir porque soy un inútil."

El esquelético guardián continúa hiriendo de gravedad a sus compañeros, entre ellos un par que parece tener heridas letales. Los ojos del pequeño felino se mantienen abiertos de par en par mientras su pequeña mente no es capaz de retomar nuevamente el control de su cuerpo. Teme que verá a todos sus queridos morir inevitablemente.

Pero entonces ve nuevamente a Win, que todavía vive y lucha por moverse. Sabe que no todo está perdido, no mientras el último del grupo continúe en pie.

Sin dudarlo más, concentra su vista en el enemigo y sus ojos se abren de par en par mientras un pulso de energía transparente, levemente dorada y con una calidez que no podría dañar a un ser vivo, sale disparada de sus ojos hasta el guardián que es finalmente destrozado su poder. El último ataque de Peludo finalmente derrota al enemigo, salvando así a su amigo.

Rápidamente corre hasta donde Win intenta ponerse en pie y se frota en su pierna izquierda:

 - "Mrr. Miau." (¿Estás bien? ¡Dime que estás bien!)

Continúa frotándose sobre su pierna, intentando darle algo de su calor de gato para ver si sana, si consigue sobrevivir, pues aún les quedan muchos años para seguir vivos y juntos.

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El rival era imponente y la batalla era agónica, aquella criatura de indescriptible forma iba avanzando paso a paso sin que nada pudiera detenerla. Agazapado y entre las sombras Ertiznao apretó el percutor de su ballesta y un virote salió disparado con una precisión milagrosa, un tiro perfecto que hubiera derribado a multitud de enemigos pero que no llegó a causar ni tan siquiera la menor de las sorpresas en aquel horrible guardián. Era el enemigo definitivo, la prueba final a la que debían enfrentarse como grupo para vencer. Después de tantas heridas, dolores y penurias solo aquella mole incólume se les enfrentaba. Bueno, ella y su apestosa rata. Pero las ratas eran asuntos menores de los que se podía ocupar un sucio hobgoblin como Haluk.

Shelyn le había llevado hasta allí Shelyn y le ayudaría a triunfar. Descartó la ballesta dejándola caer al suelo, aquella era una batalla de mayores proporciones y por eso sacó su guja que estaba encantada con la luz de la victoria. Su arma refulgía como un báculo sagrado. El ser continuaba ajeno a todo despachando aliados como si fueran moscas, la derrota parecía casi inminente pues algunos de los miembros del grupo no deseaban ni presentar batalla. ¿Qué podía hacer él? El brillo de su guja le ayudó a responderse la pregunta. Como bien decía el dicho "al hueso se le combate con fuego" o algo así. El fuego de la fe acabaría por inclinar la balanza.

Ertiznao cerró sus ojos y extendió una de las palmas de su mano pronunciando unas palabras que ni el mismo estaba seguro de lo que significaban, pero que sin duda funcionaban. De su mano brotó una llama sagrada que iluminó la estancia pero no impactó en su objetivo creando mucha frustración en el goblin.

—Vaya por dioch —musitó el pequeño y verdoso ser mientras se miraba la mano con cierta desesperación.

Debía volver a intentarlo, era su mejor baza y a cada golpe que daba el guardián, uno de sus compañeros caía al suelo. Por eso volvió a cerrar los ojos y concentrarse. Durante esa concentración se convenció de que abrir los ojos y apuntar le ayudaría esta vez y por eso lo hizo. Con los ojos abiertos, pero achinados, volvió a invocar a la fuerza de la diosa verdadera y las llamas sagradas brotaron de nuevo de su palma golpeando a su enemigo con gran violencia. El estallido en diabólicas y estridentes carcajadas del goblin no se hizo esperar. De forma incontrolada sus palabras salían de sus afilados dientes.

—¡Chiiii! Chiente el poder de Chelyn, muérete otra vez. Nada puede contra el fuego, nada puede contra el fuego de Chelyn.

Obnubilado por su hazaña no reparó en que el mortal enemigo cayó derrotado antes de que el volviera a convocar al fuego y pulverizara sus restos. Para él aquello era una clara victoria de la diosa de la belleza.

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-Ssssólo te-tengo uhm u-uno.- Contestó a su amigo mostrándole el vial curativo.- Lo gu-guardaba pa-para ti ppppero...- El estado de los guerreros que se habían enfrentado a lo que ahora no era más que un saco de huesos era penoso. Una vez se deshizo de la poción curativa pudo prestar a Tronquito toda la atención que se merecía.

- Déjammmmmme mmmm ver.

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La luz atrajo a aquellos seres y el ciego pudo sentir a la mole esquelética y a la rata abalanzarse hacia ellos. Tensó la mandíbula y mordió con fuerza, sabedor de que estaba muy maltrecho tras el brutal combate con los lobos gigantes y que no había tenido tiempo para recuperarse. Pero aquellos monstruos no iban a esperar, así que ungió su arma con aceite sagrado y se preparó para combatir avanzando hacia la lucha. Lucha a la que no llegó pues un brutal revés del esqueleto gigante, desde la distancia, lo estampó contra el suelo. Allí, caído y sangrante, comprendió que finalmente había llegado al límite de sus fuerzas. Ordenó a su cuerpo levantarse y volver a la batalla, como había hecho una y otra vez en las horas pasadas, pero solo pudo toser y expulsar sangre por la boca.

Oh, Iomedae. Ayúdanos, oró percibiendo cómo Dagfinnr yacía moribundo en un enorme charco de sangre y Garinya también era abatida. Pero también percibió la llegada de más ayuda. Cómo Piero destripaba a la rata sombría, Will arrojaba explosivos al esqueleto, Ekaterina trataba de desmenuzar los huesos del monstruo, Ertiznao chelyneaba llamas contra aquel ser y su querido Peludo tiraba fuego por los ojos y rayos por el culo. O algo parecido. Y mientras Haluk o Ekaterina atraían y soportaban los brutales porrazos del monstruo, un trabajo en equipo terminaba por tumbar a la mole.

- Iomedae os bendiga - dijo con voz débil asintiendo con la cabeza por su gran hacer y tomando su mandoble la hincó en el suelo, forzándose a levantarse mientras se aferraba a ella. La cabeza le daba vueltas y las piernas le temblaban, siendo consciente de su enorme debilidad. Quería ser capaz de hacer algo, pero apenas podía consigo mismo. Advirtió la cercanía de varios compañeros que le dispensaron con ciertos cuidados, en especial el hobgoblin que tocó su hombro y sintió cómo sus mareos y debilidades se disipaban en gran medida.

- Gratitud al servidor de Asmodeus - agradeció mientras Tronquito parecía darle unas bayas y un alfange muy especial -. Gracias, compañero - dijo al arbóreo. Sintió a la pequeña figura de Momo extenderle una botella y negó con la cabeza -. Gracias, pequeña pero ya siento las fuerzas y la vida volver a mi. Garinya y Dagfinnr creo que las necesitarán ahora más - indicó mientras volvió a sentir algo diminuto rozándose contra su pierna y ronroneando. Se agachó y recogió al felino, acariciándolo.

- Has estado soberbio, Peludo. Bien hecho - reconoció rascando la cabecita del minino. Con él en brazos se interesó por los inconscientes, acercándose a ellos. Si podía ayudar a estabilizar a alguno, con el don de Iomedae, lo haría.

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HORA: ALGO MÁS DE UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Tras acabar con el Alquimista Semiorco y sus Lobos Terribles, los héroes de Trunau continuaron avanzando para acabar de registrar el complejo de cuevas. Prácticamente habían explorado cada recoveco cuando una Rata de Sombras Terrible surgió de entre la oscuridad y se abalanzó sobre ellos. Como un fantasma insustancial, que se desplazaba deslizándose de sombra en sombra, la rata atacó al grupo sin piedad. Sus primeros mordiscos fueron dirigidos al Hobgoblin, que notó cómo la fuerza se le escapaba ante el poder de la criatura no muerta.

Junto a la rata, un esqueleto gigante, posiblemente encargado de vigilar y cuidar la tumba de Uskroth, se abalanzó con una lanza sobre Dagfinnr, atravesándolo de parte a parte. El muerto viviente era duro de pelar, y atacó salvajemente tanto a Win como a Haluk Molok, hiriendo a ambos de gravedad. El enemigo resultó ser formidable, y continuó atacando y abatiendo a miembros del grupo. La siguiente en caer fue Garinya.

El acoso de la Rata de Sombras Terrible finalizó con un ataque sorpresa por parte de Piero Augustus, pero eso no impidió al guardián esquelético atacar con renovado vigor a Ekaterina, que sufrió dos nuevos impactos de la lanza al igual que el resto de sus compañeros que ya habían caído a los pies del esqueleto gigante.

Parecía que todo estaba perdido y que se iba a consumar la derrota del grupo de héroes cuando en el último instante, Peludo hizo acopio de energías y concentró su mente para realizar un ataque contra el Guardián de Uskroth, que debilitado como estaba por los constantes ataques del resto de héroes, se desmenuzó en una lluvia de huesos y polvo.

Había sido el combate más difícil de sus vidas. Casi habían perecido, pero finalmente lograron salir victoriosos.

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De los posibles desenlaces a aquella locura, que fuera el gato el que tumbara a la mole no muerta era el único que no se le había pasado a Dragos por la cabeza. Sí, no era un gato normal, aquello estaba clarísimo a aquellas alturas. Pero aún así, casi sonaba a cuento o fábula que algo tan pequeño hubiera acabado con algo tan grande. Miró, con cierta impotencia, la honda que aún sujetaba en su mano, antes de guardarla con un suspiro de resignación y mirar a su alrededor. Estaban vivos... O algo parecido. 

No pudo evitar reparar en el lamentable estado de buena parte de sus compañeros. Verdaderamente estaban cubiertos de heridas, empapados en su propia sangre, aunque aquel fue un pensamiento que procuró descartar rápidamente, centrándose en el hecho de que seguían existiendo en aquel plano. Que era mucho más de lo que esperaba tener hacía apenas unos minutos. Por su parte, poco podía hacer con sus heridos compañeros, pero quizás sí podría ayudar con otro asunto.

-Puedo... Echar un vistazo a las cosas de este lugar-replicó, en aquel tono susurrante-quizás algo de lo que contenía este sitio tenga aún algo de poder.