Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: BAJO TRUNAU

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MENOS DE UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Cerró un ojo, aguantó la respiración y presionó el percutor que hizo que el virote saliera volando y recorriera el espacio que le separaba del enemigo. La punta metálica hendió el aire con una rapidez salvaje e impactó contra la araña con la misma brutalidad. Ertiznao estaba casi convencido de que era uno de los mejores disparos que había realizado en su vida. Y lo era pero la zona en la que impactó fue poco importante. Su proyectil cortó una de las patas de la araña, un tiro complicado sin duda, pero poco efectivo en cuanto a quitar la vida se refería.

La araña murió por mano de uno de sus compañeros y el goblin buscó otro proyectil para cargar su ballesta con pena toqueteó los que le quedaban. Demasiados pocos para ir gastando con sucias arañas. Debía actuar con cuidado y reservar su munición por si se enfrentaban a algo que realmente fuera una amenaza.

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Las arañas ahora yacen muertas, igual que las ratas. ¿Qué más alimañas aguardan aquí? No lo sé, pero supongo que lo averiguaremos pronto.

Piero se adelanta. Loco. Me gusta ese viejo loco, pero ahora se la está jugando con lo desconocido.

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Tronquito miró hacia abajo y pudo ver el rostro de Monique, cuya preocupada voz le había arrancado de sus reflexiones acerca de aquellos extraños arácnidos del tamaño de un hombre. 

-¿Bien? Sí, creo que sí. Al menos me siento mejor que hace unos momentos. No sé qué me ha ocurrido pero he perdido la consciencia de la realidad y de mí mismo. Alguna extraña forma de involución. No sé si tenía como objeto corregir algún fallo debido a mi irregular germinación y crecimiento en los primeros meses o si es consecuencia de ello y por lo tanto, algo que pueda repetirse en cualquier momento. Tal vez el estrés de la lucha, tantas muertes, haya tenido algo que ver -dijo dubitativo-. La verdad es que no lo sé, Monique. Pero ahora no tengo tiempo ni para pensar en ello ni para preocuparme. Cuando todo esto acabe, me ocuparé de todo esto. Y quizá, con tus conocimientos, puedas ayudarme a dar con la causa de mi irregular comportamiento. ¿Me ayudarás? 

Miró entonces al frente. Había que moverse y había que hacerlo ya. No había tiempo que perder y estaba rezagado. Era hora de pasar al frente y trabajarse su lugar en el grupo. 

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Ekaterina apenas dedicó una mirada a Dagfinnr tras escuchar sus palabras, y aquel gesto ni mucho menos quería dar a entender que aceptara o que le importara lo más mínimo aquel agradecimiento. Que la araña hubiera atacado al bárbaro no había apresurado el paso de la camarera ni había hecho que atacara a la criatura con más saña. Si la había atacado era porque debía hacerlo, porque era un  obstáculo y una amenaza para el grupo, incluida ella misma.  

Bajó la vista hacia sus manos, que seguirían pringosas aún mucho después de que se secasen, y sin perder más tiempo siguió adelante valiéndose de las sombras para intentar ocultar su presencia a todo enemigo que pudiera haber más adelante.

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Rabus había estado siguiendo al grupo como un borracho sin consciencia. Tal vez fuera la herida de la espalda, que le escocía como el infierno y hacía que caminar fuera una pesadilla; la sangre que le empapaba la camisa y la parte trasera del pantalón se había ido secando hasta convertirse en una costra acartonada. O quizás fuera la sensación de no pertenecer a ese lugar ni a ese grupo. Él no era más que un simple tabernero. Su lugar estaba tras un mostrador y sus herramientas de trabajo eran las jarras, las botellas y las tazas de peltre. El posadero miró extrañado la pesada ballesta que sostenía entre las manos cubiertas de polvo y sangre reseca. ¿Cómo había llegado a meterse en tal entuerto?

¡Esto te supera, viejo!, gruñó su propia voz mentalmente. Las palabras rezumaban pánico; su miedo gritaba desde el fondo de su cabeza, vil y cobarde, para que el gerente del Campo de Muerte volviera sobre sus pasos hacia la superficie. ¡Huye, insensato! ¡Vuelve a casa!

Rabus parpadeó desorientado. En la penumbra podía distinguir al resto del grupo, que seguían avanzando pese a las heridas, el cansancio y lo incierto de su camino. La pequeña Momo susurraba con voz temblorosa junto al ser arbóreo, no muy alejados de donde se encontraba el posadero. Dagfinnr instaba a sus compañeros para que siguieran adentrándose en la cueva. Fue al entrever al vikingo cuando el tabernero tomó una decisión: no había lugar al que huir ni casa a la que regresar. Ese muchacho le había sacado del destrozado Campo de Muerte y probablemente le había salvado la vida. Si hubiera continuado escondido tras la barra, alguno de los incursores la podía haber encontrado o habría perecido durante el bombardeo orco del Barrio Interior.

—Ya no hay vuelta atrás... —murmuró para sí, resignado, mientras iniciaba el avance arrastrando los pies.

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Por supuesto, aquel agujero estaba lleno de peligros. Arañas, pájaros extraños curiosamente subterráneos... Meterse allí había sido una idea horrenda, aunque seguramente no iba a poder dormir en paz hasta que solucionara aquello. Sin embargo, incluso la propia cueva parecía conspirar en su contra. Primero las telarañas, la oscuridad y angosteces que agobiaban a sus compañeros de aventura.

Y, sin que se lo esperara, el suelo. Con un gesto de pánico, Dragos empezó a apartarse y buscar un asidero para no caer. Aunque, quizás, demasiado tarde para lograr realmente algo útil. 

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Llevaba un rato consiguiendo no llamar la atención en aquel lugar, a pesar de mi forma y tamaño, pero ver a Dragos caer y ser atrapado en aquella tela pudo con mi paciencia para moverme despacio.

Lancé un pequeño grito, tan solo un quejido, antes de alzar el vuelo y lanzarme a por él, uniéndose el sonido del batir de mis alas al de mi garganta, pero no me importaba.

- ¡Mierda!

La tela era pringosa y había agarrado bien la figura blancoazulada del hechicero.

- ¡Vamos! ¡Sal de ahí! - Le dije, como si por un momento pensara que la tela no se desprendía porque Dragos no quería.

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Cuando Peludo finalmente llega a Win, el combate ya ha terminado. Las arañas han caído asesinadas por el grupo de aventureros, que ha demostrado una inigualable eficiencia en combate. El gato se acerca a Win y se prepara para subir en su hombro, pero se queda mirando los cadáveres de las arañas, intentando entender como es que incluso las arañas pueden ser más grandes que él.

"Por bichos como este es que los humanoides no respetan a los gatos."

Cuando gira donde su amigo, este ya se ha desplazado hacia un puente de arcilla. Peludo avanza hacia esa zona y mira pero no es capaz de ver nada relevante. Entonces, ve que Piero avanza por el puente de forma sigilosa y él sabe que también es sigiloso y ligero como para servir de explorador. Se lo comenta a Win:

 - "Mrr. Miau." (Yo cruzaré. Nadie me verá ni oirá.)

Se prepara para comenzar a cruzar cuando ve que Tronquito lo hace detrás del granjero y ve como Dragos cae en esa enorme telaraña. Mientras el vikingo intenta sacarlo, Peludo no puede evitar desear que esa telaraña sea de las arañas muertas y no de una madre superdesarrollada que aún no hayan visto.

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Dagfinnr se movió todo lo rápido que pudo para llegar hasta Dragos y agarrarle para evitar su caída. Al llegar descubrió que se había enredado en unas telarañas, y ahora era cuestión de sacarle de allí lo antes posible. Tiró con fuerza de su compañero...

-Te vamos a liberar...

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Win se apresuró todo lo que pudo para intentar sacar la soga que portaba en su mochila y así poder ayudar al atrapado Dragos al cual sentía debatirse a un lado del puente arcilloso, como suspendido en el aire, teniendo que fruncir el ceño para intensificar su atención y captar las hebras de telaraña que lo aprisionaban. Pero el veneno que le inyectara el lagarto de los orcos hacía mella en él, haciendo que sus reacciones y movimientos fueran lentos y torpes. Para cuando quiso ayudar, la alada Garinya ya cortaba las telas que aprisionaban al arcano. Dejó por tanto de rebuscar en su mochila y siguiendo a su amigo felino cruzó el puente hacia el otro lado.

Sintió a la gente agazapada en una estrechez de la caverna, antes de un recodo que giraba a la derecha del grupo. No necesitó acercarse al borde para percibir las presencias al otro lado de la esquina. Los sonidos y movimientos alertados por el ruido de los defensores de Trunau. Aferrando con ambas manos y fuerza el mango de su mandoble advirtió a los suyos en voz queda.

- Saben que estamos aquí. Preparaos - avisó sabiendo que si los oponentes no venían serían ellos quienes tendrían que iniciar el asalto.

Quizás sean los orcos que entraron por la abertura creada por el troll, pensó el invidente.

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La gente va pasando, pero con el escándalo que hemos hecho está claro que, esté quien esté más adelante, ya sabe que alguien está en la cueva. Chasqueo la lengua, molesto.

Momo, Ertiznao, vosotros sois más ligeros. Probad a pasar los dos. Luego debería ir Ekaterina, Rabus y yo el último.

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Dragos se debatía con cada vez mayor desesperación en aquella trampa pegajosa, resistiéndose al que parecía su destino: morir atrapado y devorado por alguna clase de gigantesco arácnido. Sin embargo, la salvación vino a él con alas pardas, sacando al aterrado albino de su encarcelamiento y dejándole a salvo en tierra firme. Respirando agitado, y tomándose unos segundos para comprobar que realmente estaba a salvo, miró finalmente a su salvadora, asintiendo levemente.

-Gracias... Muchas gracias...

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Observó desde la distancia, impotente, como Dragos sufría. Por suerte un familiar batir de alas precedió a la salvación. Ertiznao sonrió e hizo el amago de aplaudir ante tal gesta pero recordó el lugar en el que se encontraba y controló su exabrupto. Aunque no se privó de decir entre susurros.

—Muy bien Garinya, Chelyn echtá orgullocha de ti.

Tras eso asintió con rotundidad a las palabras del arquero Willbur, lo hizo mirando a sus ojos. Tras eso se fijó en el peligroso puente y se alegró de haber hecho mucho ejercicio en la batalla, cuantos menos kilos pesara más fácil sería que no se derrumbara el puente.

—Pacharé porque choy chigilocho y rápido como una pantera, una pantera verde, una pantera verde y hermocha.

Tras automotivarse el goblin se adelantó a sus compañeros y se dispuso a recorrer el puente con velocidad, para cruzar al otro lado.

—Vamoch Momo, yo te ayudo.

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Dragos estaba en apuros, pero el cruzado de Asmodeus no podía ayudarlo, si se acercaba corría el peligro de caer con él y entorpecer la labor que estaban realizando sus compañeros para rescatar al hechicero Dhampir.

Su intención de pasar por aquel puente era nula, había una probabilidad muy alta que terminara derribándolo y eso perjudicaría al grupo por lo que su atención fue centrada en su alrededor en una clara posición defensiva, alzando el escudo  y dejando la maza relajada para un posterior ataque si viniera algún enemigo.

Haluk pudo ver como alguno de sus compañeros cruzaba el puente, también como lograron sacar a Dragos de las telarañas, se giró para observar la retaguardia y allí se quedo resguardando la parte trasera del grupo y custodiando aquella entrada del puente.

- Mientras pasáis yo protegeré esta entrada, puede que vengan enemigos por la retaguardia – dijo escuchando las palabras de Win, si el ciego decía que estuvieran preparados era porque los enemigos no tardarían en aparecer.

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En algún momento, Peludo sintió algo de miedo en pensar que el antiguo puente no podría soportar su peso, por escaso que sea, pero ahora, con sus pequeñas patas sobre la arcilla, entiende que podrá resistirlo sin problemas a pesar de que Tronquito cruza ahora mismo.

El gato avanza sin problemas junto al ghoram, aunque mucho más lento por mantener todo el sigilo que es capaz de conseguir. Sabe que si alguna criatura lo atrapa sin apoyo, muy probablemente será su fin, por lo que entiende completamente que su silencio y la capacidad que tiene de ocultarse es probablemente lo único que le mantendrá con vida.

Así es como cruza completamente el puente y se dispone a continuar su exploración de la zona, sabiendo que su capacidad de pasar desapercibido no es nada despreciable y que tiene más posibilidades de explorar los alrededores poniéndose en menos peligro que el resto de sus compañeros.

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Cruzar el puente exigió ir paso a paso, pero no fue especialmente problemático. Cierto era que su fragilidad obligaba a avanzar de uno en uno, salvo que ese uno fuera particularmente pequeño y liviano. Y ese era el caso de Peludo, el gato lazarillo de Win.

Cuando finalmente llegó al otro lado de aquel pasaje, y a sabiendas de que sus luciérnagas volverían en breve a esconderse entre las grietas de su cuerpo, Tronquito les exigió un nuevo esfuerzo. No quería quedarse a oscuras o con una visibilida reducida. Sabía que la presencia de luz alertaría a posibles enemigos pero, ¿acaso no lo habrían hecho ya los gritos y los ruidos de las luchas ya habidas? Pero la ventaja era poder apreciar cosas que de otro modo no serían perceptibles, salvo que uno fuera como Win, cuya ceguera le había conducido a desarrollar sus otros sentidos. Así que deteniéndose, miró en derredor de él y pronto su rostro se cubrió de un gesto de preocupación y seriedad.

Se volvió hacia los que aún no habían cruzado y les habló, advirtiéndoles.

-Huellas. De un lobo enorme por lo menos. Hacia el sur.

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Peludo avanza con cuidado hacia el sur, cerca de Tronquito, cuando detecta algo que llama su atención. Su nariz se acerca a milímetros del suelo, oliendo las marcas que sus ojos felinos ya habían identificado. Pocos segundos le toma antes de levantar su pequeña cabeza, convencido de lo que sabe.

Al girar, ve que Tronquito ha visto parte de lo que él ha notado y le maúlla:

 - "Miaau." (No es uno, sino dos Lobos Terribles y pasaron hace muy poco)

Pero entonces considera que la planta no entenderá bien su lenguaje. Mira entonces a Win, sabiendo que consiguió escuchar el maullido y que él comunicará los matices de su hallazgo, para que el grupo esté preparado para lo que van a encontrar en breves instantes.

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Cuando el ghoran se volvió, decidido a enfilar el camino, vio cómo Peludo olisqueaba el suelo para luego alzar la mirada y clavarla en él. Tras ello, el maullido llegó alto y claro y, una vez más, tuvo el pleno convencimiento de que el pequeño felino era capaz de comunicarse, si bien él era incapaz, de momento, de entender lo que quería decir. Ya le había visto con Win, e intuía que entre ambos la comunicación fluía sin problemas en ambos sentidos. Con lo cual la conclusión lógica era pensar que Peludo entendía el lenguaje humano y que Win entendía el habla felina de su gato lazarillo. Tal vez, cuando todo aquello acabara y si era que sobrevivían, podría hablar con el ciego y pedirle que le ayudara a entender a Peludo. 

-Lo siento -dijo acuclillándose junto al gato-. Sé que me estás diciendo algo, pero no sé qué. Aunque puedo imaginar por donde van los tiros. Las huellas, ¿verdad? Te he visto olisquearlas. Has percibido algo más que yo -esperó algún gesto o acción que confirmara su intuición-. ¿Se trata de que hay también alguna otra criatura diferente al lobo? ¿O sabes la cantidad de lobos exacta? 

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En aquel sitio había peligros diferentes a las criaturas que iban encontrando y que habían hecho de aquella gruta su morada. Prueba de ello era el endeble puente que cruzaba un abismo convenientemente cubierto de la pegajosa seda de las arañas contra las que habían combatido. No era una mala trampa teniendo en cuenta que el propio Dragos cayó en ella y que nadie pudo hacer nada salvo Garinya cuando hizo uso de esas alas que tanto detestaba.

La misma Ekaterina, que en el momento del resbalón había estado detrás del hechicero, había extendido la mano tan pronto lo había visto caer con la esperanza de agarrarlo. Inútilmente, porque nada logró más allá de ser testigo de primera mano de cómo el hombre en lugar de liberarse con sus esfuerzo, cada vez estaba más y más atrapado.

La Strix consiguió lo que nadie más pudo y poco después estaban sanos y salvos al otro lado. Pero aún quedaban por pasar varios, la cambiaformas incluida, y por ello, a pesar de que nada le gustaba, hizo caso del hipócrita y arrogante arquero y espero su turno para reunirse con el resto.

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Win escuchó los maullidos de Peludo y asintió dando a conocer la información al resto.

- Concretamente dos Lobos Terribles, Tronquito - precisó en voz baja el ciego a la primera afirmación del hombre-árbol -. O así lo advierte Peludo. Deben ser las monturas de los dos orcos que se adentraron en el interior - añadió mientras caminó hacia adelante con su montante preparada, tratando de alcanzar la vanguardia del grupo pese a la estrechez de la cueva en esa zona.

Los Lobos Terribles parecían ser unos animales de cuidado. Iban a necesitar estar todos juntos y coordinados para tratar de abatirlos cuanto antes, de lo contrario podrían hacer estragos entre los presentes.

- No tengamos prisa de arrojarnos en solitario a la boca del lobo - susurró al arbóreo y al bárbaro adelantados a la que comenzó a escuchar los estornudos de los animales, como si algo en el ambiente les molestara y les forzara a toser.

- Cuidado... Puede haber algo tóxico en el aire algo más adelante - opinó el invidente, no encontrando otra razón a priori por la que los enormes lobos actuaban así.