Partida Rol por web

Felsom no soltó el bastón del mago, mientras lo observaba con una más que clara desconfianza. Ahora le tenían en su poder y, probablemente, podrían derrotarlo con facilidad sin sufrir daños. Conociendo lo poco que solían moverse los magos, seguro que aún estaba tierno a pesar de su edad y sabía a pollo.

-Supongamos que entramos en el Venganza Sangrienta y te ayudamos a recuperar ese bastón -dijo el nigromante, aunque no muy convencido, dado que eso les haría desviarse de su objetivo por averiguar qué había sido de Lucius-. ¿Qué recibimos a cambio? ¿Puedes ayudarnos de alguna forma a encontrar a ese religioso desaparecido? Un favor por otro favor...

 El pequeño gnomo se acerca a la dormida camarera y, con un par de palmaditas en la mejilla, logra despertarla sin mayores contratiempos. Lo cierto era que el muchacho estaba aliviado de poder ver a Helena después de tanto tiempo. A pesar de que la decisión final de unirse al grupo fue de ella, se sentiría horrible de haberla convencido de unírseles a ellos solo para que la aniquilaran en el primer día de aventura. Por suerte no fue así.

- ¡Helena, estás bien! ¡El mago que hemos capturado arriba dice haberte puesto en un hechizo del sueño! ¿Fue así? ¿Te ha hecho daño? Oh, estoy... ¡estoy tan contento de verte!

No pierdo detalle de las explicaciones de aquel mago mientras mantengo el arco muy tensado, está claro que una sola cosa que no me agrade y termina con una flecha en la frente. Así que por eso, está siendo analizado por mis pensamientos cuando los demás hacen las preguntas de rigor. 

En medio de ello, mis ojos se desvían hacia Brennan cuando al ver que me está mirando demasiado y precisamente no es el rostro. Pongo los ojos en blanco y suspiro un poco indignada, aunque le digo algo entre susurros. 

—Menos desear a la distancia, si te acercas recibes algo. 

Y casi que agrega un idiota al final, pero no. Al menos no de momento y más aún cuando hay que centrarse en cuestiones más importantes como lo del dichoso bastón mágico que causará un desastre. 

—Nada es gratis. Respondo a Frelsom.

Aquello era absolutamente maravilloso. Hektor contemplaba la escena con la misma ilusión de un niño en un teatrillo de marionetas. Su mirada pasaba de aquel hechicero Kenzil a Felsom, y de ahí a el druida, sin obviar la silueta de Ellen en la penumbra, tensa y lista para soltar la flecha.

Le daba vueltas al nombre del mago. Kenzil, ken- zil, zil, ken, zilken, enzilk, ilkenz... -murmuraba mientras paseaba en círculos alrededor de su prisionero. Kenzil, kenzil... ¡KENZIL!

Hektor dio un grito de alegría. Eureka. 

-¡Ya recuerdo! -se giro hacia la elfa. -Fue durante nuestro primer encuentro amoroso, en el puerto. 

Sonreía satisfecho de haber capturado la atención de los presentes. 

-Se trataba de una noche cálida, el viento soplaba del este y olía a marisco. A percebes, a algas marineras de las costas de Silk y con cierto aroma a almendras confitadas. El puerto estaba prácticamente vacío salvo un navío que fondeaba amenazante. El Venganza Sangrienta. -soltó un chasquido silbante para añadir dramatismo. -La aventura nos llamaba, pero divisamos un vigía en la proa. Un orco grande y estúpido, un mamarracho del tres al cuarto. Un viejo truco de ilusionista sirvió para dejarlo fuera de juego, pero otro vigía, uno más suspicaz y observador se dio cuenta del engaño. 

Frunció el ceño. De verdad que había sido un truco magnífico, salvo quizá por el tema de la imitación. Tendría que trabajar en eso. 

El fulano preguntó por alguien. Parecía muy interesado por cierta visita que estaba esperando. Se trataba de algo importante. Estaba esperando a un mago llamado... -alargó su dedo acusador y señaló sin piedad. -¡KENZIL!

El anciano escucha con atención las palabras de Brennan, -créeme que intenté razonar con el pirata Orco para que devolviera el artefacto, le ofrecí dinero suficiente como para comprar una pequeña isla si lo quisiera, pero cuando tuvo el artefacto en sus manos, simplemente decidió no entregármelo- el hombre se encogió de hombros no encontrando una razón para entender el por qué, la respuesta a la interrogante sobre el poder del artefacto era un poco más complicada de responder, teniendo en cuenta que el hombre no tenía mucho conocimiento sobre este. -Me temo que poco o nada pueda asegurar sobre el artefacto, su poder base radica en el absorber energía y crear un portal para viajar a cualquier plano, tal vez hacer que venga cualquier criatura o ser de alguno de esos planos- esta vez mirando hacia los que tal vez entendieran un poco más del tema, añade, -si han leído algo sobre el tema, saben que los portales a los planos no son algo que se pueda tomar a la ligera, con una conjuración incorrecta pudieran mezclarse las energías de este y el plano al que se abrió el portal y crear un cataclismo destruyendo ambos mundos… en el peor de los casos-.

Con un suspiro observa a los presentes, tratando de hacer comprensible su relato, -teniendo suerte, solo pasaría una criatura de su plano al nuestro o viceversa-. La propuesta de Felsom era interesante, aunque toda una hazaña, -si están dispuestos les agradecería con gusto, obviamente obtendrían una recompensa por ello, puede ser dinero, un titulo y tierras… para el gremio es muy importante que ese artefacto esté de vuelta en el templo-, el hombre hace una pausa, chasqueando su lengua contra los dientes, -aunque ciertamente no pudiera ayudarles con el tema del hombre a quien buscan, no sé quién es ni nada que tenga que ver con esta isla, soy tal vez un recién llegado al igual que ustedes; pero pueden contar con mi bastón si fuera necesario-.

La joven mujer abre y cierra los ojos con dificultad, te observa por unos instantes para luego ponerse en pie con cuidado, -¿un mago dices, me ha hechizado?- la muchacha pone ambas manos sobre su cabeza, aun todo le da vueltas, su espada y su escudo se encuentran en una de las estanterías cercanas, puedes notar su presencia, al tener ese brillo peculiar, tal como lo recuerdas desde la última vez que la viste.

Brennan escuchó la larga explicación del mago sobre los poderes del objeto que buscaba, sin prestarle verdadera atención más allá de los conceptos básicos. Una especie de portal a otros mundos, para viajar o traer cosas de ellos. A ojos del druida, un generador de problemas. Rara vez salía algo bueno de los portales de los hechiceros, pero ellos nunca aprendían, y continuaban poniendo en peligro a los demás con sus trucos planares.

Frunció el ceño cuando Kenzil dijo que él también era un forastero. No estaba seguro del motivo, pero había dado por hecho que pertenecía a alguna cofradía de magos de la propia Freeport. Al parecer, se había equivocado.

-Espera… ¿Eres un recién llegado a la isla? –Preguntó al mago, observándolo con cierta incredulidad. -¿Y puedes otorgar dinero y tierras? ¿De verdad puedes cumplir esa clase de promesas?  –Hubo una pausa, mientras Brennan pensaba en las posibilidades, y luego añadió con abierta curiosidad. -¿A qué gremio de magos dices que perteneces?

-Para mí, los títulos y las tierras significan poco, la verdad. –Observó un momento a Felsom y a Hektor, como tanteándolos para saber si realmente querían embarcarse en recuperar el artefacto. Era algo casi suicida, sobre todo teniendo en cuenta que parecía negar la magia a su alrededor. Tendrían que hacerlo a sangre y colmillos. -Y ese barco lleno de orcos puede ser una presa demasiado grande para nosotros ahora mismo. Al menos para un asalto frontal. ¿Queréis hacer eso realmente?

No miró hacia la habitación contigua, donde continuaba Elentirell con su arco. Le había parecido escuchar un susurro proveniente de allí, pero no lo había entendido todo, y además no supo si interpretarlo realmente como una amenaza o una invitación. Conociendo a la elfa, puede que tuviera una buena parte de ambas. Por un momento estuvo tentado de girarse de nuevo.

-Frenni, ¿va todo bien? –Gritó de pronto, recordando que el gnomo se había ido ya hacía unos largos minutos y no había dado señales de vida. Además, era una buena forma de evitar pensar en otras cosas. -¿Está Helena ahí?

 Frenni intenta ayudar en lo posible a la muchacha a incorporarse, pero su pequeña altura hacia que la única ayuda que pudiera ofrecer es la ser una mesita en la cual apoyarse. Nada muy halagador para el gnomo. Mientras Helena se recuperaba, Frenni divisa las posesiones de la dama en un estante cercano y se las trae de vuelta, puesto que quizá se sintiese deseosa de blandir su espada contra el mago que le había puesto el hechizo. Aunque fuera algo que Frenni no secundaría.

- Me temo que si, compañera... un anciano de nombre Kenzil. Barba, pelado, bastón... el típico mago. Veo que no tienes recuerdos de él...

-No necesito tierras ni títulos -quiso dejar claro Felsom, de inmediato-. Aunque una buena cantidad de oro u objetos mágicos... Eso sí que podría interesarme.

El nigromante sabía que la misión que les proponía Kenzil era bastante complicada y, de entrada, les desviaba de su misión de encontrar al hermano Lucius. Respiró hondo, pensando en cuáles debían ser sus prioridades.

-Supongo que esto tenemos que decidirlo entre todos -dijo, dirigiendo una mirada a sus compañeros. Sus ojos se posaron durante más de un segundo en Ellentirell-. ¿Ayudamos primero a este venerable anciano o acudimos a la casa que nos indicó Enzo? Lo de ayudar a Kenzil contra los orcos de Scarbelly me resulta un tanto suicida, pero acudir a la casa que nos describió ese hombre... Ni siquiera sabemos qué peligros encontraremos allí.

Aprovechando que están conversando con aquel mago mentiroso, dejo el arco y comienzo a abrochar mi camisa como así también colocarme el peto liviano que suelo usar. Ya más como suelo ser avanzo a través de un sinuoso andar de caderas con el arco y la flecha aún en la mano, pero sin prepararlo todavía.

—Le has dado un juguete a alguien ambicioso. ¿Sabes que esto se paga con sangre?—pregunto al colocarme junto a Brennan—. Da igual lo que quieras ofrecernos, alguno de nosotros puede morir si intenta meterse en ese barco lleno de orcos y la verdad... Si ese Capitán sabe su funcionamiento ya estás perdido. 

Tras decir aquello sonrío y miro a los presentes. 

—Es suicida esto, pero posiblemente el Monje desaparecido y el artefacto tengan algo que ver—comento mientras lo analizo—. ¿Qué más sabes hacer viejo? Digo, además de crear una ilusión haciéndote pasar por una persona... Tus habilidades nos pueden ayudar. 

Me interesa saber de que va, las tierras y el oro ya puede metérselo donde no le da el sol. 

Unos pasos suaves a su lado hicieron que Brennan se girara para ver cómo la elfa, ya vestida con su ropas habituales, caminaba para pararse a su lado frente al mago. Los ojos del druida se quedaron prendados un segundo de más en su figura, sorprendido de cuánto podía cambiar ese atuendo casi masculino las formas femeninas que había mostrado instantes antes. Con ese pensamiento, sonrió divertido a su brusca compañera.

-Elentirell tiene razón. –Añadió, mirando de reojo a Kenzil, cuando la elfa terminó de hablar.

-Si ambas cosas están relacionadas, empezaremos por la que más nos interese a nosotros. –Continuó, mirando a Hektor y a Felsom.

-Hechicero, has tratado de engañarnos una vez. –La voz de Brennan era ronca y peligrosa cuando se dirigió de nuevo al mago. -Tal vez decidamos ayudarte, pero primero vas a tener que ayudarnos tú a mí. Considéralo como tu prueba de buena voluntad para no acabar siendo la cena de Gealach.

Como si entendiera las palabras de su compañero, la loba gruñó y se acercó ligeramente a la herida pierna del anciano.

-Yo digo que vayamos con él a esa casa. –Propuso. -Que demuestre que puede sernos útil. Si lo hace, tal vez nos sentemos a hablar del pago por asaltar ese barco.

-Estoy de acuerdo. Vayamos a esa casa -afirmó el nigromante, asintiendo a la sugerencia del druida-. Nos llevamos al viejo con nosotros y que nos ayude. Si con eso nos demuestra ser de confianza, nos encargaremos de asaltar ese barco.

Felsom estaba comenzando a echar de menos al pequeño gnomo, quien había marchado al sótano para comprobar el estado de Helena pero aún no había regresado. Esperaba sinceramente que no se hubiera tropezado con las escaleras ni estuviera desnucado en el suelo. El hombrecillo se le hacía demasiado tierno, en muchos aspectos.

-¡¡Frenni!! ¡¡Frenni!! ¿Estás bien? -le llamó, a voz en grito.

 Desde el sótano, se puede escuchar la voz del gnomo respondiendo a la pregunta del nigromante, esforzándose por gritar (después de todo, sus cuerdas vocales eran más chicas que las de los demás). Con aquella dulce y acaramelada tonada que caracterizaba todas las loas y canciones que Frenni cantaba para deleitar a sus compañeros.

- ¡Si que lo estoy, compañero! ¡He encontrado a Helena! En un minuto subiremos, que se esta recomponiendo luego del sueño que le indujo aquel anciano... ¡pero ella se encuentra bien!

Al parecer el aviso de Hektor había sido completamente ignorado. Aquel mago Kenzil no era trigo limpio. No le terminaba de cuadrar la versión que había dado el lanzachismes sobre aquel objeto robado y su relación con Scarbelly. Sin embargo, decidió no darle mayor importancia y seguir la corriente del grupo. Muchas veces es mejor dejarse arrastrar y flotar plácidamente que nadar a la contra.

-¡Decidido entonces! -exclamó con entusiasmo renovado. ¡Asaltaremos la casa del Sol Naciente y recuperaremos a nuestro viejo amigo... ¡el monje perdido!

Eran tantos los nombres, tanta la gente con la que habían tratado e los últimos dos días que no era fácil recordar todos los detalles. Se encogió de hombros. 

-Frenni, ¡bribón! Deja de manosear a la señorita Helena y ayúdala a vestirse para la batalla. ¡Nos espera una noche larga y llena de aventuras!

S dirigió a Kenzil esta vez. 

-¿Y bien? ¿Cuál es el plan? ¿Adentrarnos con sigilo por la trastienda de la casa? ¿Interrumpir su reunión clandestina haciéndonos pasar por unos misioneros errantes? ¿O directamente asaltar los cielos a ritmo de espada y tambor? 

Hektor chasqueó los dedos y aparecieron en sus manos tres cartas de alguna baraja del tarot a medio completar. Elijan, elijan, damas y caballeros.

El anciano asiente a la pregunta del druida, -yo no exactamente…- dice levantando ambas manos, tratando de que Brennan comprenda, -el Maestro Akameril, quien tiene un puesto importante en el magisterio y quien fue el que me encargó el trabajo- el hombre hace un gesto con su boca mientras suspira, -si han ido a las tierras del norte, habrán escuchado del gremio de magos de la torre blanca, es de ahí de donde provengo-.

Negando con la cabeza el hombre se gira hacia la Elfa, -me temo que puede que no sea posible aquella situación, aunque tal vez haya sido esa la persona la que haya venido a ver nuestro traidor a esta isla, desconozco totalmente esa situación-.

Del sótano emergían Helena y el pequeño Frenni quien la ayudaba tomándola de la mano, la muchacha aun se encontraba en un leve trance, el efecto que puso el mago en la joven resultó ser potente, la visión de aquel par era un tanto graciosa para los demás, parecía más que Frenni le servía de banquito para apoyarse que cualquier otra cosa. -Disculpen por no haber llegado antes…- dice la mujer con la lengua aun enredada.

El grupo se decidió al final ir a la casa mencionada por Enzo, el mago por su parte, uso una poción para curar su herida que no fue muy profunda, pero la piel quedó algo lastimada, nada que no pudiera tratarse después con los debidos cuidados. Luego de revisar su equipamiento, ajustar sus armaduras y vestimenta, los aventureros se dirigieron a paso firme y con extrema cautela, tanto de vigilar a Kenzil como también del camino, para que no volvieran a emboscarles.

Pronto llegaron a la vivienda, siguiendo las indicaciones del hombrecillo que ahora se encontraba muerto; la casa tiene un aspecto abandonado y destartalado, realmente no tiene ninguna característica definitoria, ni nada que llame especialmente la atención, por lo cual resulta un buen escondite, si se piensa de esa manera. Es una construcción sencilla, con una sola planta que mide aproximadamente veinte pies de ancho por treinta de largo, su fachada es de madera excepto por las ventanas, que han sido concienzudamente tapiadas con bloques de arcilla; dos escalones llevan hasta la entrada principal con una puerta de madera de un aspecto bastante robusto.

 El grupo de aventureros procedía a moverse hasta el lugar mencionado por el fallecido Enzo, manteniendo al anciano Kenzil con un ojo encima. Quizá la confianza del grupo a él estuviese creciendo, pero Frenni seguía con dudas respecto a cuanta fe se lo podía tener a aquel sujeto. Algo extraño, considerando la naturaleza bonachona y confiada que el gnomo había mostrado hasta el momento. Al estar frente a la casa, dos opciones se les presentaron a los aventureros.

- ¿Alguno de ustedes que se especialice en forzar cerraduras? No juzgaremos a nadie...

Después de aceptar su propuesta, el grupo se puso en camino hacia su objetivo casi sin detenerse a hablar nada más al respecto. Mientras avanzaban, Brennan se mantuvo ligeramente rezagado, avanzando en silencio, sumido en sus propios pensamientos. A su lado, Gealach avanzaba con las orejas altas, dedicando de tanto en cuando un gruñido a Kenzil y a Helena cuando éstos se giraban para mirarla.

Se preguntaba si habría hecho bien en sugerir llevar con ellos a ese mago. Era cierto que posiblemente fuese a ser útil, y que su gremio parecía influyente, pero también había demostrado ser de confianza cuestionable. Por otro lado, si hubiese querido hacerles daño, había métodos mejores que hacerse pasar por una camarera.

Una camarera que también estaba con ellos, y seguía sin comprender exactamente el motivo. Era evidente que el gnomo se había quedado peligrosamente prendado de ella, pero el resto parecían haberlo aceptado también. O tal vez, como él, se estaban preguntando el motivo de que nadie indicara a la muchacha el camino a su taberna.

Pero esos pensamientos se detuvieron cuando llegaron al lugar del que había hablado Enzo. La casa no era muy grande, pero estaba convenientemente aislada del exterior. Rodeada de edificios muy similares, no destacaba demasiado… pero sin embargo, había respuestas a sus preguntas en el interior. Y eso significaba que el exterior posiblemente no estuviese en consonancia con lo que les esperaba dentro.

Estaba planteándose qué deberían hacer a continuación, cuando el gnomo intervino.

-¿Juzgar? – Contestó a Frenni, sorprendido, cuando el gnomo preguntó si alguien sabía forzar una cerradura y dijo que no le juzgarían. La ingenuidad del músico era en ocasiones tan intensa que llegaba a resultarle molesta, como si se auto engañara sobre su verdadera naturaleza. Decidió darle una pequeña dosis de realidad. -Hemos matado gente hace unas horas, Frenni. Sus cuerpos estarán ahora pudriéndose sobre la calle. Sus familias se preguntarán por qué no han vuelto a casa. Tal vez tuvieran hijos.

-Y ahora, cuando crucemos esa puerta, vamos a matar a más. -Continuó con severidad. A él mismo no le horrorizaba la muerte, pues la comprendía como una parte inevitable de la vida, pero le sorprendía cómo la afrontaban los demás. -Tú lo sabes, y nos acompañas. Eres un asesino que acompaña a asesinos, Frenni, y vas a serlo aún más dentro de unos minutos. ¿Realmente te preocupas por juzgar a alguien por abrir una puerta?

Mientras dejaba que el gnomo meditara sobre sus palabras, se giró hacia el resto de sus acompañantes.

-Nadie es tan estúpido para vivir en una madriguera con una sola entrada. -Dijo, mirando a los demás, y deteniéndose un instante más en la oscuridad bajo la capucha de Elentirell, como si buscara su aprobación. -Puede que tengamos que entrar por esta puerta, pero antes dejadme echar un vistazo. Aunque esto parezca una ruina, los que viven aquí tienen suficiente dinero para pagar a mercenarios bien equipados. Recordadlo.

Acercándose a la pared de la casa junto con la loba, se agachó al lado de los escalones que daban acceso a la gruesa puerta de madera, y señaló el quicio de la puerta.

-Gealach, huele esa puerta… siente el rastro. -Susurró al animal, sintiendo el familiar cosquilleo del peligro inminente a través de su cuerpo. La caza comenzaba de nuevo. -Y ahora vamos a buscar si ese olor sale también de otro sitio.

Mucha palabra sin sentido...

Es que estos hombres hablan demasiado, lo cual me exaspera un poco más allá de que tenemos decidido hacia donde ir y que hacer. Lo malo es que Frenni va con el intento de ser guerrera y ya no es uno para cuidar, sino que son dos porque este ahora tiene la novia que le va detrás. Ya con un suspiro que refleja indignación sigo los pasos de Brennan y cuando llegamos al lugar objetivo, tenemos una puerta que forzar mientras el comentario de Frenni no sé si me causa risa o ganas de dejarlo inconsciente. 

Tras haber asesinado a unos cuantos, no se juzgará por el forzar una cerradura. Negando con la cabeza mientras el druida utiliza el olfato de su loba, me dispongo a mirar la cerradura y buscar de alguna manera con mis herramientas de Ladrón, abrirla sin generar demasiado ruido. 

—Tú, cuida mi espalda. 

Es lo único que le digo a Brennan.