Partida Rol por web

Esto es lo que han descubierto hasta el momento, a petición de Brennan :3

Y esto es más o menos como se está llevando a cabo el combate, más o menos lo que serían sus posiciones.

Me hace retroceder y es lo único que tengo en la mente, Brennan me ha tomado como alguien débil y el gruñido que surge de mis labios refleja el enfado que tengo. Por ello aprieto con fuerza mi cimitarra mientras es Helena la que está defendiendo su posición, incluso lo ha salvado al elfo, pero detesto estar detrás como una tonta. 

Incluso cuando intento acercarme es la loba la que me empuja hacia atrás casi hasta hacerme caer. Así que miro a los ojos al animal mientras me incorporo y niego con la cabeza, esto se pone feo pero tirar con un arco o ballesta aquí es dejar a esos dos sin un ojo. 

—Al suelo, me toca jugar a mi—digo al preparar el arco y apunto al más cercano—. Tienes a la loba herida, ve con ella y que sea la última vez que me tratas como una maldita dama en apuros. 

Era un bufido lleno de enojo contra Brennan. 

La brillante punta de su lanza fue desviada hacia arriba cuando uno de los hombres serpiente hizo chocar su astil con el suyo en un rápido movimiento, y la luz proyectada desde arriba cubrió el corredor de extrañas sombras. Sin embargo, la defensa del hombre serpiente fue su perdición, pues Gealach, apareciendo como un fantasma entre las piernas de Brennan, aprovechó el hueco de las lanzas levantadas para abatirlo con un certero mordisco.

Pero la momentánea ventaja en el combate duró poco. Dos de las lanzas de sus enemigos buscaron sus cuerpos, y Helena no alcanzó a desviarlas todas. Un gañido de dolor reverberó en el túnel cuando una de las puntas se clavó en el costado de la loba, manchando de rojo su pelaje con la sangre que brotaba de la herida.

Maldiciendo, Brennan atacó, cubriendo la retirada de su compañera para ponerla lejos del alcance de las lanzas. Debía curarla, pero no podía hacerlo mientras estuviera en mitad del combate, y primero debía darle el tiempo para retirarse.

A su espalda, escuchó la voz de Elentirell, rabiosa, ordenándole que se lanzara al suelo, y titubeó. Aquellas criaturas estaban armadas con lanzas, y si se tiraba al suelo sería fácil, demasiado fácil que lo golpearan. De modo que, en lugar de tirarse al suelo, se movió hacia su izquierda, pegándose tanto como pudo a la pared, e interponiendo entre él y los reptiles su escudo, y dejando un hueco entre él y la camarera para el ataque de la elfa.

-¿Qué…? -Preguntó, desconcertado, por el inesperado comentario de su compañera. Sin entender muy bien qué le hacía pensar que le trataban como una damisela en apuros, gruñó mientras retrocedía, pegándose a la pared. -Sólo mátalos, Elen.

Para cuando Felsom y Frenni se unieron al combate, este ya se había iniciado, pero para sorpresa del nigromante, no era contra los esqueléticos guerreros que había visto antes, sino contra un puñado de individuos con aspecto reptiloide que parecían haber emboscado a Elen mientras esta abandonaba la sala de los esqueletos.

-¡Hay que matarlos sin compasión! -proclamó Felsom, a voz en grito, en cuanto comprobó que superaban en número a los hombres serpientes-. ¡Cúbrennos, Frenni! ¡Asegúrate de que no nos emboscan por detrás!

Sin más, el nigromante conjuró un rayo nauseabundo, arrojándolo contra el reptiloide que se encontraba más alejado de su posición para evitar que siguiera avanzando.

 Volver con el grupo y encontrarse que ahora, en vez de pelear contra esqueletos, estaban batallando con aquellos desaparecidos pero evidentemente no-extintos hombres lagartos casi hace que el pequeño corazón de Frenni salga disparado. Aquellas criaturas parecían voraces y capaces de no detenerse por nada. La batalla estaba siendo cruel, pero el grupo se estaba defendiendo bien. Incluso Helena estaba mostrando una gran capacidad de respuesta a la situación.

- Wow... ¡sigue así, valiente guerrera!

 Por su parte, y respondiendo a la petición de Felsom, Frenni se enfocó en cubrir la retaguardia del grupo creando una ilusión que presente un "obstáculo" a los posibles atacantes. Sacando su flauta y entonando una melodía mágica (que parecía tocada por un grupo de tres flautas dulces), Frenni logra crear una pared ficticia entre el grupo y los hombres lagartos. Por supuesto, el ruido de la pelea revelaba su ubicación. Pero quizá los enemigos que se acercaran por la parte trasera creyeran que había un derrumbe en el medio y tuvieran que buscar otro camino.

El enojo de Elen hizo que tensara con fuerza su arco y lanzara con esa misma aquella flecha, que salió disparada impactando de lleno el pecho del hombre serpiente que había herido a Gealach, a duras penas le dio tiempo a Helena para quitarse de la trayectoria; el golpe fue mortal, pueden notar como el cuerpo se cae hacia un lado resbalando por la pared de piedra.

Felsom regresa con el grupo llevando mucha más valentía que antes, el nigromante separa sus piernas buscando estabilidad, junta sus manos mencionando un par de palabras, a través y alrededor de sus manos comienza a generarse una especie de energía de color verde que logra canalizar enviándola en forma de proyectil en dirección a los reptiloides enemigos, su eficacia fue tanta que el proyectil golpea la cabeza del hombre serpiente que se encuentra frente a Helena, vaporizándola instantáneamente para continuar su trayecto y golpear al que estaba detrás en el abdomen, empujándolo contra la roca y matándolo en el acto.

El último hombre serpiente los mira con furia y se abalanza saltando por encima de los cuerpos de sus compañeros, atacando a la guerrera con toda su fuerza y aprovechando el impulso; Helena nota con anticipación el movimiento de aquel ser y corta el avance de este lanzándose también en la misma dirección con el escudo por delante, cuando la punta de la lanza toca el escudo, esta se desliza pasando por un costado, la camarera al igual que el humanoide, llevaba su espada en punta, esta termina clavándose en el vientre y con el impulso y el choque de los cuerpos, termina abriendo de tajo dejando que los intestinos se desborden. La guerrera dobla una rodilla y apoya su espada en el suelo, jadeante, se notaba que la batalla le había agotado.

El peligro cercano había terminado, de momento no se escuchaban más pasos, no pareciera que vinieran refuerzos, el único sonido en el pasillo era el golpeteo en la puerta secreta que había cerrado la Elfa hacía unos minutos atrás.

-¡Ja, ja, ja, ja! ¡Parece que los hombres-serpiente no son tan duros después de todo! -exclamó Felsom, con una sonora carcajada, al ver cómo los tres enemigos restantes habían caído.

Dirigió una mirada a sus compañeros, observando que Helena parecía agotada, pero al menos ninguno de los seis había resultado herido de gravedad.

-¿Estás bien, elfa? -le preguntó a Elentirell, sabiendo que al fin y al cabo la habían dejado tirada minutos atrás-. ¿Listos todos para acabar con esos esqueletos? -inquirió, sabiendo que ahora eran más que suficientes para acabar con los ocho esqueletos que se habían incorporado para atacarles en la sala que había cerrado Elen.

—Tú para ser una simple camarera sabes usar demasiado bien la espada. ¿Qué escondes Helena?—pregunto con cierta acritud—. Eso hice. 

Lo último está dirigido a Brennan, aunque no con el mismo tono en el que se dirige a la mujer. Una vez el último hombre serpiente termina en el suelo, una sonrisa se dibuja en mi rostro cuando escucho la pregunta de Frelsom y me sorprende la letalidad de su ataque. Tiene varias sorpresas desconocidas bajo la manga. 

—En perfectas condiciones, espero la loba esté bien. 

Y si, me preocupa el animal. No obstante tenemos más asuntos pendientes y son esos esqueletos que ahora tienen ganas de salir con cierto apuro. Sólo espero que sean igual de fáciles que los de recién, sino tendremos que sudar un poco y no de la forma que me gustaría. 

—A por ellos. ¿Quién abre la puerta?

Brennan estaba bien pegado a la pared, en un gesto que no fue en absoluto baldío, pues tanto la flecha de Elentirell como el rayo mágico de Felsom pasaron a través del hueco que acababa de abrir, abatiendo a sus enemigos con despiadada eficacia. En tan sólo unos segundos, del combate sólo quedaban los cadáveres de los hombres lagarto y un charco de sangre que comenzaba a crecer a su alrededor.

-No esperaba menos. –Respondió a Elentirell con una media sonrisa, pero su gesto se oscureció al ver el pelaje del flanco de la loba teñido de sangre, y la sonrisa se evaporó de su rostro para ser reemplazada por una sorda rabia. Con desprecio, hundió su lanza en el pecho de uno de los hombres lagartos, lo que sumió el túnel de nuevo en sombras al desaparecer la brillante punta en la carne de la criatura. Sólo entonces el hombre se arrodillo junto a su compañera y hundió sus dedos en el pelaje del animal con ternura.

-Clach, uisge… -Comenzó a entonar. Las palabras de Brennan eran tan extrañas que no parecían formar parte de ningún idioma hablado por los mortales. Tan ásperas y primordiales como la piedra o la sangre, llenas de un extraño poder. -… feòil, fuil, ¡beatha!.

Con su última sílaba, un leve resplandor envolvió sus manos, y la herida de Gealach comenzó a cerrarse a ojos de todos. No estaba completamente curada, pero había dejado de sangrar, y parecía ya una cicatriz curando más que una herida recién abierta. Como respuesta, la loba se giró y chupó la cara de Brennan.

-Helena abre la puerta. –Intervino, levantándose, cuando la elfa cuestionó quién debería abrir la puerta de los esqueletos. Aún recordaba vívidamente las palabras de la camarera sobre la muerte de Kenzil. Mejor él que yo había dicho ella… y ahora, Brennan pensaba lo mismo. Sin embargo, para justificarlo, añadió encogiéndose de hombros y levantando su lanza. La brillante punta emergió del pecho del ofidio cubierta de sangre, arrojando destellos carmesíes a la luz que proyectaba.–Es la única con ropas de acero.

 Ante la falta de peligro inminente desde los pasillos, Frenni ya no vio necesario mantener su hechizo. Fue ahí cuando pudo notar que todos los hombres lagartos ya habían caído víctimas de la fortaleza de sus compañeros. Y entre ellos destacaba la revelación que era la camarera Helena, que se alzó como una verdadera guerrera en un momento de gran tensión. El gnomo se encontraba feliz de que tan lejos había llegado la muchacha y le dedica un chiflido de celebración, para la muchacha que antaño fue hostigada y maltratada por su madrastra y ahora combatía con bestias desconocidas.

- ¡Woohoo, vamos Helena! Y todos los demás, por supuesto... pero, ¡muchacha! Estuviste de maravilla, ¡Blande tu espada y posa tu escudo! ¡Nadie pondrá barreras en tu camino hacia la aventura nunca más!

 La próxima tarea era, como habían indicado sus compañeros, encargarse de los esqueletos encerrados en la puerta en el medio del pasillo. El gnomo se preparó, con flauta en boca, listo para encantar lo que tuviera que encantar.

La camarera pasa el reverso de su mano para limpiar el sudor de su frente, incorporándose y organizando su ropaje, vuelve la mirada hacia la Elfa haciéndole gracia a su pregunta, -¿esconder?- responde con otra interrogante, -no escondo nada mi señora Elfa, tan solo he practicado en mis tiempos libres y ya sabe, el querer no morir en una cueva creo que hace que despiertes el instinto de supervivencia-.

Brennan hace lo posible por tratar la herida de Gealach, aunque intenta usar sus dotes naturales para mejorar el estado de la loba, solo llega a cerrar la herida, por lo menos no va a desangrarse, pero ha quedado muy agobiada por el daño causado, necesitaría recobrar un poco sus fuerzas. Helena asiente a las palabras del druida, era cierto que era la única que podía recibir un ataque directo sin que fuera tan letal, al menos su armadura y escudo la defenderían hasta cierto punto; cuando esta ve que todos han tomado sus puestos y han recobrado algo de aliento, se para a un lado de la puerta, lleva la mirada al grupo y procede a abrir la puerta.

Aprovechando su posición, la camarera golpea con el escudo al primer esqueleto que pasa destrozándolo por completo, para luego usar su espada y golpear al segundo en su camino partiéndolo en dos y dejándolo inmóvil, era el turno del grupo para ayudar a la guerrera, ya que en cuestión de segundos estaría rodeada por estos, dos no fueron un problema para ella, ya que no estaban previstos de armaduras o armas, eran tan solo un par de esqueletos animados, pero los que venían un poco más atrás tenían armaduras y se les notaba un tanto más peligrosos.

Brennan, que aún estaba preocupado por la herida de Gealach, se giró hacia Frenni cuando el gnomo tuvo otro arrebato de euforia para con Helena. Lo cierto era que, aunque comenzaba a acostumbrarse, la extraña obsesión del bardo con la camarera le resultaba completamente ajena e incomprensible. Más aún cuando ésta no parecía corresponder esa relación en absoluto.

-Quédate atrás, Gealach. -Dijo a la loba, haciéndole un gesto, al que ella respondió clavando una mirada interrogante de sus ojos ambarinos en su compañero, pero tras unos instantes se colocó, en silencio, tras él.

Suspiró, mientras escuchaba cómo Helena respondía a Elentirell, y enarcó ligeramente una ceja. A veces no comprendía demasiado a los demás y los entresijos de su civilización. Cuando finalmente la guerrera abrió la puerta, invirtió la posición de su lanza para usarla como un garrote.

-Vamos, señora elfa. -La sonrisa de la caza había vuelto al rostro de Brennan cuando repitió la forma en la que Helena la había llamado. -O la camarera los matará antes de que lleguemos.

Y sin esperarla, cruzó el umbral, giró bruscamente a la izquierda para ganar un flanco, y blandió con fuerza su arma para buscar al siguiente esqueleto.

—Pues las prácticas fueron muy bien. 

Es lo que respondo en ese tono arisco, típico de mi. Es curioso que aún mantenga esa reticencia inicial hacia la mujer, más allá de que me está demostrando cuanto vale y posiblemente al terminar lo que sea que estamos haciendo, mi percepción cambie radicalmente. 

Una vez se abre la puerta, suelto un bufido tras escuchar las palabras de Brennan y lo miro a los ojos con ese aire entre malicioso y travieso que no puedo ocultar. 

—No soy Señora, ya arreglaremos cuentas tú y yo. 

Y no dije nada más, simplemente preparo mi arco y disparo. Sólo que de alguna manera me he desconcentrado y la flecha sale en verdad muy mal. Así que intento volver a cargar, pero ya más a consciencia fijando el punto adecuado y no actuando por impulsividad. 

 La batalla contra los esqueletos comenzaba, y las primeras acciones de sus compañeros mostraban desorientación. Salvo el caso de Helena, que seguía luciéndose frente al grupo y, más importante, frente a los ojos del obsesionado bardo. Pero Frenni debía poner su cabeza en frío y pensar de qué mejor forma podía ayudar a sus compañeros. Y se le ocurrió que unas suaves notas que amenizaran el ambiente no le vendrían mal a nadie.

- Veo que necesitan una serenata que calme las tormentas en sus corazones... ¡No se preocupen, yo me encargo!

 Haciendo gala de su celebre flautín por segunda vez en aquella pelea, Frenni toca una rápida y fogosa pieza que infunde una sensación de fortaleza en el grupo. De hecho, era una melodía que los compañeros recordarían que el gnomo ya habían tocado en el pasado, cuando pelearon contra Scarbelly. Y la letra era una copia de lo que había creado el gnomo en aquella oportunidad:

¡No podrán con nosotros, esqueletos!

Mejor es que se rindan y nos dejen ir...

¡No podrás con nosotros, O esqueletos!

Si se enfrentas a nosotros, ¡mal la pasaran!

Felsom no terminaba de entender el por qué de la desconfianza de Elen hacia Helena, pues al fin y al cabo era de esperar que si la camarera se había ofrecido a acompañarles era porque sabía combatir. Aunque confiaba en la intuición de la pícara. Él tampoco confiaba en la joven guerrera, especialmente después de lo que Brenndan había revelado sobre las circunstancias en las que había muerto Kenzil.

Al ver de nuevo a los esqueletos, el nigromante se echó el bastón a la espalda y tomó su ballesta. No malgastaría sus preciados hechizos en aquellas criaturas. Amartillando su ballesta y colocando un proyectil en ella, disparó contra uno de los esqueletos más débiles.

-¡Elentirell, dime que tienes un as en la manga! ¡Puede que sean demasiados para nosotros! -exclamó Felsom, dejando escapar una risita nerviosa.

Brennan escucha el sonido de la madera estrellándose al notar que uno de los esqueletos que avanzaba levanta su huesudo brazo para anteponer su escudo contra el ataque, por otro lado Elen se descuida al tensar su arco y la flecha aunque va dirigida a uno de los esqueletos, pasa curiosamente a través de las costillas de este; Felsom en cambio apuntó con firmeza su ballesta y soltó una flecha que le tumbó el cráneo a uno de los esqueletos, este cae de rodillas cesando cualquier movimiento.

Aún quedaban en pie cinco de los esqueletos reanimados, la primera en ser el blanco de los ataques fue Helena, al verse casi rodeada por estos intenta frenar el ataque del más próximo levantando su escudo, pero la espada del esqueleto resbala por el acero dirigiéndose a su vientre, punzándolo con fuerza, la mujer suelta un grito agudo de dolor mientras que el otro esqueleto llega por un costado lanzando un garrotazo directo a su cabeza; la mujer da un traspiés cayendo de lado contra la pared de piedra, un hilo de sangre comienza a bajar de su frente, al igual que la vestimenta debajo de su armadura empieza a empaparse de sangre.

Con mucha destreza el Druida desvía los golpes lanzados por aquellos esqueletos, moviendo su lanza de un lado a otro; un último esqueleto un poco más a atrás, tensa su arco y dispara contra Hektor, por suerte la flecha rebota en la pared incrustándose en el suelo muy cerca de sus pies.

Un gesto de fastidio apareció en el rostro de Brennan al ver cómo su golpe era bloqueado por uno de sus macabros adversarios sin que aparentemente la brillante madera causara ningún daño. Aún peor, pronto se encontró obligado a retroceder por los múltiples ataques que buscaban su cuerpo, pero logró desviar todos ellos ayudándose de su escudo.

A su lado, Helena no había tenido la misma suerte. Uno de los esqueletos había logrado hundir su acero en un hueco de su armadura, y el momento de debilidad que siguió al golpe fue suficiente para que otro golpeara su cabeza y la lanzara contra la pared, muerta o al menos inconsciente.

El combate parecía estar volviéndose rápidamente contra ellos. Pero Brennan no estaba dispuesto a que el final de su historia terminara en una húmeda cueva como aquella.

-¡Vamos! –Exhortó a sus compañeros. Al menos una flecha había abatido a un esqueleto, pero no tenía forma de saber de quién era. Sólo que echaba en falta que la elfa lo ayuda con algo de acero y no sólo con el arco. –¡Elen, únete a la caza!

Agarrando la lanza con ambas manos, Brennan retrocedió un paso para luego girar sobre sí mismo con la madera en las manos, imprimiendo a ese movimiento todo el peso de su cuerpo y la fuerza del giro, haciendo que la silbante lanza descargara un barrido terrible a los esqueletos que tenía delante.