Partida Rol por web

El pasillo era la única vía de escape, de eso no había dudas.

—Vamos para allá. Rápido.—murmuró como si estuviera convencido de que era la mejor opción.

Dio dos pasos por el pasillo, apoyó la mano derecha en la pared cerró los ojos y echó a andar y a tropezar a ciegas lo más rápido que podía. Si en algún momento percibía que eso funcionaba les recomendaría al resto que hicieran lo mismo.

Esperaba e algún momento tropezar con su caldero, para recuperarlo, no porque creyera que fuera útil, sino porque era algo que le recordaba que existía un mundo real allá afuera.

Al pasar por el dichoso hueco, Brianna pudo observar aquel bote destartalado a lo lejos. Solitario y puesto allí como para hacerlos soñar con imposibles, pero por lo menos era una esperanza de que si llegaban a salir, tendrían un modo de escape. —Hay un bote en el muelle, si logramos sobrevivir podemos irnos con él — pasar la tormenta era otra cosa, pero algo era algo.

Al ver lo sucedido con el caldero, se mordió el labio con nerviosismo, sin saber que hacer, pero es que no les quedaba de otra, así que respiró profundo, agarró mejor su varita para tenerla a la mano por si acaso y avanzó tras Erick.

Tiberius no pudo decir nada. El pasillo y el efecto que causaba eran inquietantes, sí... pero mucho menos que el orificio a través del cual podía ver formas oscuras arremolinándose y aglomerándose. No tenía la menor duda de que eran dementores, y los sudores fríos volvieron a perlar su frente.

El abogado sólo pudo tragar saliva y asentir a las palabras de Erick y Brianna. Lo único que quería era alejarse de allí, lo antes posible. Así que siguió a Erick mientras este abría la marcha, deseoso por dejar atrás aquella abertura al exterior de la prisión. Al menos continuarían avanzando...

No parecía haber muchas más alternativas, aparte de intentar avanzar a través del pasillo. El bibliotecario observó que Erick, Brianna y Tiberius comenzaban a avanzar, por lo que tomó su varita y decidió marchar justo detrás de Tiberius, cerrando la marcha mientras se disponían a abrir paso a través de aquel corredor.

-De la sartén al cazo... -murmuró Michael, convencido de que iban directos a otros posibles peligros.

En cuanto Erick, seguido por sus demás compañeros comenzaron a avanzar hacía adelante en el pasillo donde se econtraban, se encontraron a ellos mismos en el mismo efecto que ya habían visto gracias al caldero que habían arrojado, sin embargo no tardaron mucho en darse cuenta que era muy diferente el verlo que el experimentarlo en carne propia... Sus piernas sentían avanzar con total seguridad en ello, mas sin embargo era como si en cada paso que daban aquel pasillo se alargaba dos pasos justo delante de ellos, dando un efecto visual no solo extraño al ver como el caminar de todos causaba que la propia zona delante de ellos se hiciera mas y mas larga, sino que también el sentimiento fue cambiando a uno claustrofobico pues si prestaban atención, las paredes y el techo también comenzaban a reaccionar sobre de ellos, alargandose y causando que fueran perdiendo el sentido de la realidad mientras mas miraran a su alrededor. 

Por supuesto el caldero de Erick incluso se sintió imposible de alcanzar, como si de algún modo este se encontrará metros y metros mas lejano de lo que en un momento, parecía haber llegado cuando lo arrojaron ¿Esto era otra prueba demente? ¿Un experimento más? Después de todo ni siquiera al peor auror se le ocurriria usar ese tipo de mágia para simplemente mantener a los reclusos a raya, y por supuesto no había caso en esto al saber que, como era evidente los dementores eran suficientes para mantener a cualquier persona encerrada y sin querer salir a probar suerte por si mismos.

No tardó mucho para que todos los presentes comenzaran a sentir que el mismo efecto del piso en el que estaban los hacía sentir enfermos, tenían que salir de allí antes que el efecto visual comenzará a mermarles su sentido de realidad y lucidez, pues tan solo unos pasos bastaban para entrar a un ciclo en donde todo a su alrededor se distorsionaba cada vez más y más, ya no había vuelta atrás.

"Miren nadamas a las inocentes palomas..." Un susurro cruzó todo el lugar de forma gélida y bizarra, seguido de una pequeña risa, captando de esta forma la atención de todos y dejandoles ver que, entre toda esa distorción y locura en la que estaban sumergidos había solo un punto delante de ellos, en donde debían encontrarse las escaleras, que su visión podía ver y discernir con claridad, allí se encontraba también una figura extraña... Un hombre, o al menos eso parecía existir debajo de ese ser cubierto por una capa extraña y que le hacía ver como un dementor más, sin embargo la diferencia era clara; esta persona si tenía un rostro palpable si se observaba con la suficiente atención.

"Pobres magos, pobres magos, caminando hacía su sarcófago... Pueden caminar y caminar, mas su recorrido nunca eliminar" Aquel hombre soltó entre susurros, sonriendo y soltando pequeñas risas como si de un loco se tratara, pero más que eso como si se estuviera burlando de ellos, su hablar y manera de expresarse era extraña y además, debajo de aquella tunica que tenía encima se podía ver un cuerpo desnutrido y sombrío ¿Como una persona humana había podido sobrevivir en ese lugar y en ese estado? ¿Era acaso posible aquello? Entre aquella risas que soltaba se podían escuchar algunos balbuceos sin sentido y susurros que eran imposibles de escuchar desde el lugar en donde se encontraba parado. Estaba claro que aquella persona (Si se podía llamar de esa forma) no estaba en sus cinco sentidos, en lo absoluto.

Sin embargo, pronto este hombre comenzó a aplaudir varias veces, mientras sus ojos recorrían uno a uno a todos los que estaban allí presentes y dentro del hechizo o lo que fuera aquel pasillo maldito "¡Si su destino quieren alargar, sigan adelante en su caminar! Pero si acaso si quieren avanzar ¿Porqué no mejor con un libro pensar?" El hombre preguntó de un momento a otro, moviendo uno de sus dedos para apuntar asi al libro que estaba cargando Michael, y de esta forma, salió corriendo escaleras abajo, dejando al grupo de desventuras dentro de ese maldito pasillo que seguía alterando la realidad completa de todos, al punto que ni siquiera podían saber si aquel hombre era real o tal vez, un producto de su imaginación causado por aquel pasillo.

—¿Quién eres? ¿Cuánto hace que estás aquí?

Erick gritaba como si hablara con alguien que está muy lejos. Al no verlo no sabía si estaba cerca o lejos, y el oído no le alcanzaba, por momentos oía la voz que les hablaba retumbar como s estuvieran en una catedral y por momentos le parecía que le hablaba al oído.

—¿Necesitas ayuda para salir de esta torre maldita? Puedes acompañarnos. Juntos podemos encontrar el modo de salir de aquí.

Intentaba seguir caminando, pero un momento se sentía empujado hacia adelante más rápido de lo que se movían los pies y al siguiente sentía que el suelo se iba hacia atrás mientras él caminaba en el mismo lugar.

—¡Ya basta!—gritó sin justificación aparente e intentó abrazarse a la pared. Lloraba a gritos con los ojos apretados y la mejilla apoyada en el muro.—¡No me dejen caer! ¡No quiero caer!

El avance por aquél pasillo imposible no era si no una más de las cargas que la mente de Tiberius tuvo que soportar, y estaba muy claro que ya no iba a poder sumar demasiadas. Según daba pasos por el suelo de piedra, todo parecía alejarse de él, como si hubiera entrado en una trampa de espacio de la que no habría forma de escapar.

Se sintió débil y mareado. Allí había fuerzas en juego que no podía ni soñar con entender. Se llevó las manos a la cabeza, respirando con agitación, sin dejar de avanzar. Finalmente, tropezó y cayó al suelo de bruces justo en el momento en que aquella fantasmagórica figura aparecía para burlarse de ellos. Fue más de lo que Tiberius pudo aguantar, y no pudo decir nada. Sólo emitió un gemido apagado y se encogió sobre sí mismo, sin saber qué hacer, ni cómo reaccionar.

Brianna no solo tuvo que sufrir la horrible sensación de caminar sin caminar, sino que se unieron a ello las voces de sus compañeros gimiendo y gritando. Obviamente a todos les estaba afectando y la rubia estaba tratando de que esto no sucediera, pero esa voz horrible de aquel prisionero fantasmal solo empeoró todo. Alzó su varita como apuntándole, con miedo y mirando a todos lados, mientras comenzaba a sentir claustrofobia, debilidad en sus piernas y ganas de vomitar.

—Te..tenemos que salir de aquí — murmuró desesperada intentando caminar sin lograrlo demasiado, con la mano tocando una de las paredes para intentar soportar su peso y seguir avanzando, sin saber si lo estaba logrando o no, ella no sentía que lo hacía y todo parecía estar moviéndose bajo ella.

Avanzar por aquel pasillo había sido una muy mala idea. El bibliotecario lo supo en cuanto sintió los primeros efectos del conjuro sobre su cuerpo. Sin embargo, no había nada que pudiera hacer mientras no lograra serenarse, sometido como estaba a aquella clara tortura.

La presencia de aquel hombre encapuchado que se asemejaba a un dementor le hizo sentir un escalofrío recorriendo su espalda. A primera vista todo apuntaba a que se trataba de un prisionero más, pero, ¿cómo había podido sobrevivir por tanto tiempo en la prisión de Azkaban? Recordó el nombre del autor que había escrito el libro: El Arlequín Feliz. ¿Se trataría de aquel individuo? A juzgar por cómo se reía, sí, se le notaba bastante feliz...

-El libro... -masculló Michael, que sujetaba el libro entre sus manos, aunque no se veía lo bastante estable mentalmente como para poder abrirlo y ponerse a leer-. La solución... Tiene que estar en el libro...

Aquella risa incomoda de lo que parecía ser es el recluso, perduró en el pasillo aún después de que esta persona se fue corriendo, casi como si los sonidos también se quedarán atrapados en el hechizo que les tenía a todos los presentes por igual viviendo una situación tan bizarra como traumante, las mentes de todos fueron incapaces de evitar sufrir las consecuencias de lo que estaban experimentando, sea lo que fuera ese encantamiento que estaban enfrentando, ahora se veía multiplicado debido al golpe en la psique qué había logrado colar a todos. Sin embargo gracias a la mención del bibliotecario sobre utilizar el libro que él tenía encima para buscar la solución al encantamiento, este mismo libro reaccionó casi como si pudiera escuchar las palabras de Michael en esos instantes... el enorme tomo pronto se encontró a sí mismo flotando justo delante de todo el grupo que allí se encontraba, aún sin poder avanzar o retroceder por más que lo intentaran, este se abrió casi por la mitad y aunque sus páginas estaban completamente en blanco, pronto, si enfocaban bien la vista todos podrían ver como las frases se iban escribiendo poco a poco.

Carpe Retractum

Un poema para los necesitados...

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El látigo sujeta con fuerza
A los objetos atrae con fortaleza
Pero ¿Y si se necesita de una proeza?

El látigo sujeta con fuerza
Incluso el espacio acorta sin sutileza
Cuando los aventureros unen su esperanza
Al maleficio destruyen con venganza

Los látigos sujetan con fuerza
El maleficio tiembla sin esperanza.

El libro detuvo su escritura automática una vez el pequeño poema hubo terminado de aparecer en sus páginas, como si con esto la pista para romper aquella maldición en la que habían caído todos había sido entregada. ¿Que significaba todo eso? Seguramente el conjuro Carpe Retractum no era tan extraño de escuchar sin embargo, el poema era la clave que indicaba, que este mismo encantamiento podría romper la maldición ¿Como era esto posible? Se encontraban en un pasillo que rompía incluso las leyes físicas mas básicas. Y con solo ese libro como única ayuda.

Aquel nuevo acertijo era mucho más complicado que todo lo que habían visto hasta ahora. Michael no tenía idea de cómo iban a avanzar y, por más que leía y releía el poema, no terminaba de entender cómo iban a lograrlo. Empezaba a fraguarse una idea en su mente, aunque no sabía si daría resultado.

El bibliotecario tomó su varita y apuntó con ella en dirección a la pared que se hallaba al fondo del pasillo. No obstante, por el momento aún no dijo las palabras de ningún hechizo.

-"Cuando los aventureros unen su esperanza" -releyó Michael, pensativo-. ¿Y si eso significa que tenemos que agarrarnos los unos a los otros mientras tiramos de la cuerda para avanzar? No perdemos nada por probar, ¿no? -El bibliotecario aguardó a si sus compañeros se agarraban a él y, apuntando en dirección a la pared que se hallaba al fondo del pasillo, pronunció las palabras del encantamiento que podía acabar con su maldición-. Carpe Retractum.

Erick se abrazó a Michael y los otros, observando atentamente el movimiento en forma de látigo y las palabras mágicas.

—CARPE RETRACTUM

Unir fuerzas no podía ser malo, y de paso practicaba aquel hechizo recién aprendido que sería muy útil apara hacer bromas cuando saliera de allí .

Mientras Michael y Erick trataban de abrirse paso a través de la maraña de pruebas y acertijos que se les presentaban, Tiberius continuó agazapado en el suelo, encogido sobre sí mismo como un niño pequeño. Se cubría la cabeza con los brazos y murmuraba algo ininteligible. Tenía aspecto de no saber lo que ocurría a su alrededor, como si su mente hubiera sufrido un colapso. Quizá si las cosas mejoraban, el abogado lograse reaccionar y volver a ponerse en marcha... pero de momento y en su estado, sus compañeros no podrían contar demasiado con él.

Escuchó las palabras de Michael viendo el hechizo en cuestión, mismo que conocía ya que lo había usado un par de veces en sus viajes, era muy útil, la cosa era ver si en aquel pasillo roto por la magia podría servir. No tenían más ideas y no perdían nada sinceramente. Se agarró a los otros tres, intentando que Tiberius que parecía estar en su propio mundo no los soltara y siguió a los otros dos magos que si pudieron conjurar, con su propio hechizo. —¡Carpe Retractum! — Exclamó, apuntando a la misma pared que Erick y Michael.

Los tres hechizos que fueron conjurados exitosamente por Brianna, Erick y Michael, salieron disparados hacía la pared que se encontraba frente a ellos, una que en esos momentos se encontraba tan lejos e imposible de alcanzar que incluso podría haber dudas de si los hechizos alcanzarían aquella zona. Sin embargo, prontó pudieron ver como los lazos conjurados de cada una de las tres varitas se clavaban contra la pared, permitiendo asi que todos en sintonía jalaran como si se tratara de un asunto de vida o muerte y es que, pese a haber enfrentado a aquellos horribles cadáveres vivientes anteriormente, era ese piso el que había logrado hacer hueco dentro de sus mentes, el hechizo al que estaban enfrentando era sin duda horrible en su propia categoria. Al momento en que él grupo decidió jalar para ver si aquel extraño poema que habían leído era real o no, pudieron sentir como el piso era desplazado a toda velocidad debajo de ellos, siendo arrastrados debido a la acción-reacción y finalmente, cuando se detuvo de golpe frente al extremo del pasillo al que todos estaban ansiando llegar, salieron propulsados contra el muro, dejando solo el sonido hueco de sus cuerpos impactando contra este.

Tal parecía que el hechizo había funcionado y de alguna manera, habían logrado desplazar su propio espacio hasta el objetivo. Sin embargo, aun quedaba algo que tendrían que enfrentar todos por igual tan pronto se encontraron en su objectivo, y aunque las escaleras que llevaban al piso inferior estaban ya a pocos metros de ellos, lo que vino después fue nada mas y nada menos que las secuelas por haber estado expuestos a tal maleficio que solo jugó con sus sentidos y los llevo a la locura. Todos empezaron a sentir sus piernas temblando, sin poder medir realmente la distancia entre sus pasos, ni las proporciones reales del lugar en donde se encontraban, en su lugar parecía que el efecto visual al que habían sido sometidos seguía latente en cada uno de ellos, aunque afortunadamente ahora tenían la certeza de que habían salido victoriosos y era cuestión de tiempo a que sus sentidos se regularan lo suficiente para poder dejar atrás aquellas sensaciones y concentrarse en lo importante.

Por supuesto, algunos mareos e incluso ganas de vomitar se hicieron presentes de igual forma. Sin embargo habían alcanzado las escaleras al siguiente piso y más importante aún, por donde ese prisionero extraño había salido corriendo a toda velocidad ¿Quién era ese sujeto? No parecía haber despertado en aquella horrible prisión recientemente como todos los presentes, sino que estaba tan demacrado que parecía como si hubiera estado viviendo en Azkaban, aunque haberlo visto bajo los efectos de aquel hechizo podría haber jugado con la persepción de todos ¿Habría sido una persona real siquiera? Tal vez sería bueno tener esta duda en la cabeza mientras avanzaban.

Ahora podrían seguir avanzando, tratando de sus cuerpos y mentes se regularan tan pronto como fuera posible, pues tenían que estar preparados para lo que hubiera en el siguiente piso... 

Erick se sentó en el primer escalón de la escalera y apoyó la cabeza en la pared. Necesitaba recuperar el equilibrio. El caldero había quedado tirado allí, a medio pasillo ¿Valía la pena recuperarlo? El loco que los había encerrado allí tenía una mente retorcida, podría ser que se lo hubiera dado sólo para burlarse. O quizá no. En cualquier caso, no volvería sobre sus pasos.

—achio caldero —lo invocó, ya estaba listo para bajar en cuanto alguien tomara la iniciativa.

Tiberius notó un par de arcadas. No había podido contribuir a que el grupo avanzase después de aquella prueba que había manipulado sus sentidos, pero apenas era consciente de ello. Sólo sabía que de repente, las escaleras por las que debían continuar estaban cerca. Trató de levantarse, pero las rodillas le temblaban. Se palpó el abrigo con ambas manos, ansioso por comprobar que aún llevaba su varita consigo. Era la única defensa contra los dementores que acechaban fuera. Cuando la encontró, respiró aliviado.

—Menos mal que lo habéis conseguido —murmuró con voz débil—. Tenemos que seguir...

No se sentía con fuerzas para hacer lo que decía, pero en mitad de su agotamiento mental sabía que no quedaba alternativa.

Michael reprimió unas fuertes ganas de vomitar, asqueado a causa de las arcadas que había sufrido, aunque por suerte se contuvo. Dirigió una mirada a sus compañeros y respiró hondo, pensando en el extraño individuo al que habían visto momentos atrás. ¿Sería un recluso superviviente? Considerando todo lo que parecía saber sobre Ekrizdis, empezaba a descartar incluso que aquel extraño estuviese vivo.

-Hemos tenido suerte... -reconoció el bibliotecario, recostando la espalda en la pared mientras intentaba recuperar el aliento, aguardando a que alguno de sus compañeros se pusieran en marcha.