Partida Rol por web

Ha pasado ya una semana desde que llegasteis a Tordenbrøl. Esa mañana, los dioses de la cerveza han sido benévolos, y la resaca del día anterior apenas si se ha traducido en un par de pinchazos en las sienes y algo de malestar antes de tomarte el desayuno. Ya que esa misma mañana Saga está reunida con Gustave, a solas, no se te ha ocurrido nada mejor que hacer que ir a entrenar al patio trasero, que dada la peculiar arquitectura del Gran Salón, se encuentra pegado a la desnuda pared rocosa de Dagmarfjellet, la montaña en cuya suave ladera se asienta la ciudad. La ubicación del patio no parece haber sido planificada con mucha astucia, pues la sombra del inmenso edificio, por un lado, y de la montaña por el otro, hacen que en los meses más fríos la carencia de rayos de sol lo conviertan en un lugar frío y habitualmente cubierto por la nieve, lo que no invita demasiado a salir. No parece una preocupación para los thurizung, que probablemente están acostumbrados a pasar el Invierno en sus salones, pero es el lugar ideal para alguien que desea no ser molestado.

Sin embargo, tus planes de entrenar en solitario se ven truncados cuando oyes como la puerta del patio se abre con un crujido, removiendo la nieve del umbral hasta quedar encajada a medio camino.

La silueta de Will aparece por el estrecho hueco que deja la puerta. Va vestida con ropa negra, de entrenamiento, no demasiado abrigada, y lleva su estoque en la cintura. Apenas si te dirige una mirada antes de girarse y, tras un par de empujones, conseguir desencajar la madera de la nieve y cerrarla de nuevo. El portazo hace que un poco de nieve caiga sobre ella, ante lo cuál se limita a resoplar y sacudir la cabeza con fuerza, golpeando con las manos en sus hombros para intentar quitársela de encima cuanto antes. Durante el proceso, no dice ni una palabra.

Bedelia había terminado de calentar cuando la enorme puerta comenzó a abrirse con un quejido, girándose hacia ella con tranquilidad y sin sorpresa para ver aparecer la hirsuta figura de la espadachina. La sureña se quedó observándola durante el tiempo que se quitaba la nieve sin mediar palabra, siendo cómplice del silencio hasta que hubo terminado.

—Will

Y no quedó del todo claro si aquello era un saludo, una invitación o simple función fática. En cualquiera de los casos no añadió nada más y volvió a observarla durante unos segundos. Desde Sultünge, Bedelia se demoraba en sus acciones; no era pereza sino una lentitud rítmica, reflexiva, en sus quehaceres diarios. Al final se llevó la mano al estoque y lo desenvainó con esa misma tranquilidad y un vibrato metálico, encarándose hacia Will. Se miraron a los ojos y finalmente la sureña le dedicó una reverencia.

Esperó.

Will parece algo sorprendida al verte desenvainar tu espada, pero rápidamente intenta disimularlo, mirándote de arriba a abajo con cautela. Por su parte, no desenvaina, pero empieza a abrirse paso entre la nieve del patio, trazando una circunferencia a tu alrededor mientras observa el lugar con curiosidad.

-Hola, Bedelia. No conocía este lugar -te das cuenta de que, a pesar de que intenta aparentar calma, no quita los ojos de tu estoque-. ¿Estás entrenando?

Bedelia mantenía el estoque pegado a la pierna incluso después de observar la reacción de Will. No lo envainaba, pero tampoco lo alzaba en posición amenazante, simplemente la siguió con los ojos hasta que abandonó su radio de visión, limitándose a mantener el mentón recto cuando eso ocurrió y volviendo a posarlos al aparecer Will de nuevo por la periferia. Dejó que completase toda la circunferencia antes de contestar, dándole tiempo a familiarizarse con el terreno.

—Estaba a punto de empezar—Volvió a mirarla y, cuando pareció haber terminado de hablar, lo desmintió al añadir—. ¿Quieres entrenar conmigo?

Will te observa, durante unos segundos, pensativa. Luego esboza una media sonrisa.

-No sé yo si es buena idea, viendo cómo acabé la última vez que cruzamos el acero...

Su sonrisa se congela, probablemente al recordar el contexto en el que dicho duelo tuvo lugar. Sin embargo, rápidamente desvía la mirada, acariciando el pomo de su estoque con la mano.

-Por otro lado... No negaré que la idea de una "revancha" me produce cierta curiosidad.

Como era de esperar, la mención al contexto en el que se enfrentaron la última vez no tuvo efecto en la sureña. Independientemente de que aquello ocurriese horas antes de matar a Frederick, Bedelia sabía que aquel golpe funesto había supuesto una vergüenza para Will, no obstante no había tratado de sacar el tema o consolarla por ello. Tampoco lo hizo en aquel instante ni pareció dubitativa con su decisión.

Sin embargo sí que hubo un pequeño cambio en su cara. Cuando la duelista terminó de hablar sus ojos se le desviaron hacia la mano posada en el estoque, esbozando una sonrisa minúscula, tan sutil que casi parecía una mueca irónica y que con mucha dificultad podría haberse distinguido desde la distancia (era incluso posible que ni la propia Bedelia fuese consciente de ella). Hizo ademán de cargar contra Will sin mediar palabra, pero en el último momento recordó las normas sociales y volvió a erguir el cuerpo, que ya había curvado hacia delante para correr. 

—Descubramos qué habría podido ser.

Separó el estoque de la pierna con un silbido y repitió una vez más la reverencia. La sureña actuaba como si aquello fuese un duelo real en el que una de las dos acabaría muerta o muy malherida. Pero, ¿acaso su expresión desmentía aquel punto? ¿Podía fiarse Will de ella?

Will duda una última vez. Queda claro que no había venido a verte con este desenlace en mente. Entonces sonríe, y desenvaina el estoque con soltura. Acto seguido hace una reverencia.

Esta vez Bedelia no se lanzó inmediatamente sino que, después de sus respectivos saludos, observó silenciosa a Will un segundo, dos, tres... Hasta que finalmente comenzó a andar con pasos meticulosos que hacían crujir la nieve bajo sus pies. Se aproximaba a ella lentamente, con el estoque en ristre y una gracia felina al andar.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Will pudo advertir algo en su mirada. Emoción. La cara seguía siendo un témpano de hielo sin expresividad, pero le ardía en los ojos la llama de una pasión extraña y, en cierto modo, improcedente. ¿Lo sabría ella?

No hubo tiempo para descubrirlo, pues a medio camino la togarense abandonó toda tranquilidad y se lanzó como un torbellino hacia la phaiana recuperando agilidad y reflejos, aquellos que una vez le salvaron la vida en el bosque y a los que parecía haber renunciado voluntariamente.

Y en un instante las espadas se encontraron.

-¡Uf!

Will logra detener la estocada, hundiendo su pie izquierdo en la nieve para resistir el impacto y desviando el acero hacia su derecha. Acto seguido recupera la postura y, echándose unos centímetros a su izquierda, lanza el estoque en dirección a tu hombro expuesto.

Con una ligera y extraña risotada, Bedelia protegió su hombro descubierto al girar sobre sí misma con un pequeño brinco que la colocó en posición ventajosa y obligó a la phaina a recolocarse. Lanzó varias estocadas con las que no pretendía herir, sino centrar la guardia de Will en su flanco derecho antes de buscar con precisión muslo y hombro izquierdos.

Las estocadas se suceden con asombrosa rapidez, haciendo retroceder a Will, que parece sorprendida por tu pronta recuperación. Una de ellas desvía la espada hacia arriba, y tu estoque se cuela con facilidad en su defensa, dándole un breve toque en el costado con su parte plana. La sureña da un par de saltos atrás, levantando la nieve en el proceso en una nube blanca. Aprovechas su retirada para recuperarte de la inercia.

-¡Hmn! Muy buena.

Will alza el estoque, colocándose en una postura marcial bastante formal, casi protocolaria. Acto seguido sonríe.

-He visto antes el estilo togarense, pero el tuyo es diferente. ¿A tres toques?

Bedelia enarboló una pequeña sonrisa cuando Will mencionó su estilo de lucha. En efecto, el suyo era diferente, en él estaban su padre, su adiestramiento, Frederick, las innumerables misiones y un toque suyo, algo personal. El estilo de Bedelia era un compendio de experiencias y sentimientos que nadie vería jamás en otra persona. Luchar equivalía a honrarles, porque en cada movimiento coexistían memoria e intención.

—A tres toques.

Y sin añadir más la togarense se abalanzó con la misma energía que antes, cubriendo en un instante la distancia que las separaba.

Esta vez los ataques de Will son más cautelosos, más taimados. Te está midiendo.

Bedelia se lanza a por Will sin mesura aparente para intercambiar unas rápidas estocadas con ella. Sin embargo esa misma pasión es la que le traiciona, dejando al descubierto un flanco por el que se cuela el estoque de la phaiana y que sólo en el último instante consigue esquivar. Un par de jirones de ropa se deslizan hasta la nieve para quedar enterrados y la sureña se ve obligada a recolocarse para cubrir sus debilidades.

Un asomo breve, brevísimo de sonrisa. Bedelia la observa un instante y vuelve a lanzarse a la carga.

Los aceros se cruzan de nuevo, y el eco reverbera en todo el patio. Una a una, las estocadas se suceden y el baile de pies, entorpecido por lo abrupto del terreno, os hace trastabillar y os fuerza a mantener la atención.

-Estás... Distinta. Cuando luchas. ¿Lo sabías?

Su pregunta es interrumpida por el mismo sonido metálico de un desvío certero, que te salva de recibir un golpe en muslo. Will retrocede terreno, como invitándote a atravesar su guardia. Aprovechas la oportunidad, pero esta da un giro y salta por encima de un pequeño muro de piedra. La nieve se desprende bajo ella, cayendo al suelo en una nube de polvo. Intentas aprovechar el hueco flanco en su espalda, pero el golpe rebota contra la piedra donde antes estaba ella. Una diestra floritura, y de repente tu arma está trabada bajo la suya. Es solo cuestión de tiempo que aproveche la inercia del movimiento, y...

¡Zas! Un resbalón. Will desaparece tras el muro, y el estoque sale despedido de su mano, cayendo sobre la mullida alfombra blanca a un par de metros de ella. Al mirar por encima del muro, la ves revolcándose en la nieve, intentando levantarse. Ha resbalado con una pequeña placa de hielo...

Las espadachinas giraban bailando entre acero y nieve, levantando sendas columnas de polvo blanco con cada nueva estocada frustrada. El combate que jamás sucedió cobraba vida con sus movimientos y la togarense parecía dispuesta a ganar; Will tenía razón, estaba distinta cuando combatía. Parecía visceral, una faceta que contrastaba poderosamente con lo que se había convertido en las últimas semanas, con el manantial seco y el vergel incendiado en los que había transmutado.

Tanto que durante un instante, breve pero intenso, estuvo a punto de lanzarse sobre la phaiana, indefensa y tirada en el suelo. Will pudo verle un chisporroteo en los ojos, un... ¿qué?

Sea como fuere la sureña pareció tener el autocontrol necesario para contenerse, pues se acercó hasta el estoque semienterrado en el suelo y, de una patada, se lo lanzó a Will esperando a que se volviera a levantar para continuar con el duelo. Entonces, cuando parecía que iba a ignorar por completo su pregunta, le contestó.

—Lo se.

Hasta allí llegó su tiempo de cortesía, Bedelia volvió a lanzarse sobre ella.

Will se encuentra en guardia, de nuevo, para cuando vuelves a arremeter contra ella. Ante tus múltiples embates, retrocede unos pasos hacia atrás. Saltas el muro, atacando verticalmente con el estoque, y apenas si es capaz de detener el golpe. Vuestros brazos vibran con el impacto, y sus pies se hunden en la nieve, pero las dos armas resisten la tensión. La empujas hasta casi el borde del patio, contra la pared rocosa de la montaña. Decidida a no darle un respiro, tus ataques continúan, quizás de forma demasiado vehemente, pues pierdes la postura y te echas hacia delante. Ella aprovecha este desequilibrio.

El filo de tu arma golpea contra la roca. ¡Klank! Ella ya no está allí. Una sombra a tu izquierda, y te echas a un lado. Donde antes estabas, ahora pasa el estoque de la phaiana, que traza un par de arcos horizontales, girando sobre sí misma como si fuera una bailarina lannetense. Es un movimiento muy vistoso, y no demasiado efectivo: deja su costado vulnerable por unos instantes. Sin embargo, la energía invertida cuando llevabas la voz cantante te impide aprovechar el descuido, así que te ves obligada a retroceder.

Sin embargo, Will no continúa con su ataque, sino que se repliega y agarra el arma con las dos manos, situándola junto a su rostro de manera vertical. Es una postura poco común. Al igual que el lance anterior, te recuerda a estilos orientales, que apenas has podido analizar en tus viajes. Nunca habías visto a nadie que mezclara la esgrima occidental, en su caso marcadamente gabrielense, con unas florituras tan exóticas... E, incluso te permitirías afirmar, ineficientes. Y, sin embargo, estás jadeando tanto como ella.

Apenas si se detiene un segundo, antes de volver a la carga. Movimientos medidos, precisos y ligeros, sin perder su postura. Tu impaciencia te juega una mala pasada. ¡Clin! Apenas un roce del acero, pero desvía tu estoque lo suficiente como para dejar tu costado desprotegido. Tensas todos los músculos como un resorte, intentando cubrir la vulnerabilidad. Y te habría dado tiempo... Si Will fuera a marcarte.

En vez de eso, lanza su estoque contra el tuyo, aprovechando tu propia cinética para cambiar su rumbo. Lo guía, como un pastor a una oveja, y traza una serie de círculos. Tu muñeca no puede torsionarse tanto: el arma sale despedida y cae en la nieve, a vuestros pies. Antes de que puedas agacharte a recogerla, la parte plana del estoque se posa en tu hombro.

Marcada.

Will da un par de pasos atrás, casi o tan cansada como tú. Aunque ha conseguido empatar a un toque, por su ceño fruncido dirías que no parece satisfecha. No, no parece nada satisfecha.

Tras unos segundos, se vuelve a poner en posición, esperando que tu hagas lo propio. Entre jadeos, musita.

-Este punto debería haber sido tuyo. ¿Por qué me has dejado recuperarme?

Bedelia bufa y aparta el hombro como si lo que la hubiese marcado fuera un hierro al rojo vivo. No sólo parece enfadada, parece furiosa, la forma de patear la nieve y un chisporroteo en la mirada que podría fundir roca se lo dicen a Will. Sin embargo la phaiana sabe otra cosa, Bedelia no está furiosa con ella, sino consigo misma. Si aquello hubiera sido un combate real habría cometido un fallo, y los fallos no eran admisibles.

Acercándose al estoque, lo levanta con el dorso del pie y lo agarra al vuelo haciendo silbar el aire. "¿Por qué me has dejado recuperarme?", la pregunta reverbera en su mente sin que pueda darle una respuesta, y eso le frustra aún más. No tiene claro por qué lo ha hecho, ¿una reminiscencia de compasión? ¿Un automatismo irreflexivo? Si fuera un combate real... y aquel punto sólo aumenta su enfado y su frustración, ahora parece más una fiera enjaulada que una duelista profesional, quizás por eso sus movimientos se vuelven más inconscientes cuando se lanza de nuevo a por más.

Bedelia finta justo antes de alcanzarla y las hojas chocan, resaltando una vez más su diferencia de estilos. La sureña aún necesita varias estocadas, varias dentelladas de acero antes de conseguir calmarse, recuperar la compostura y medir mejor sus movimientos. En algo que tenía tanto de combate como de baile se desplazan por el campo de entrenamiento. Era sorprendente como, con el mismo arma, sus estilos eran tan distintos.

—¿Dónde aprendiste a luchar?

Will no se deja amedrentar ante el repentino ataque de furia. Defiende tus ataques con habilidad. Tu estilo es más potente, más directo. El suyo se basa más en la rapidez y en encontrar el punto flaco. Los dos encuentran vulnerabilidades en el otro, y pese a sus diferencias, parecen ciertamente igualados.

-Phaion -responde, entre jadeos. De repente, regresa a la ofensiva. Intercambiáis un par de lances, y al final su estoque consigue atravesar tu guardia y rozarte ligeramente en el hombro. No sería suficiente para causar más que un rasguño, pero sí para otorgarle un punto adicional a Will.

La phaiana se echa atrás, alzando la guardia de nuevo. No parece demasiado satisfecha con este segundo punto, tampoco.

-La pasión con la que luchas... Te envidio, ¿Sabes?