Partida Rol por web

Ha pasado una semana desde que llegasteis a Tordenbrøl. Esa mañana, el cielo se ha levantado algo nublado, aunque el frío es soportable, si uno va bien abrigado. No parece ser el caso de Bedelia, que entrena en el patio trasero, sobre la nieve. Ensimismado, te das cuenta de que llevas ya un par de minutos observándola, desde la habitación que se os ha asignado, amparado por el secretismo que ofrece la distancia. El calor acumulado de la noche ya se ha escapado por la ventana abierta, pero por suerte solo quedas tú ahí dentro, y no tardarás mucho en salir. Casi agradeces el aire helado que entra por la ventana: tres personas durmiendo en el mismo lugar puede resultar en un ambiente algo cargado, aunque ni mucho menos comparable a aquellas noches en los salones del Clan Yormef, donde todos se reunían para festejar tras una victoria, alguna boda u otro tipo de celebración. Aquellos tiempos parecen pertenecer a otra persona, en otra vida, en otro mundo distinto.

Os han asignado dos habitaciones contiguas: una para Saga y otra para los tres que la acompañáis. Compartir la habitación con Will no es complicado para ninguno de los dos: ella a veces se muestra algo incómoda, pero lleváis suficientes semanas viajando juntos como para que la cosa no pase de algún que otro silencio ocasional. Bedelia, por otro lado, es un verdadero dolor. Al menos antes, en el bosque, existía ese espacio personal que la naturaleza otorga. Aquí parece que estáis atrapados juntos, y su actitud derrotista y fría os empapa a quemarropa. Como si tener que lidiar con todas esas miradas de desprecio por parte de los thurizung no fuera suficiente...

Por suerte, esta mañana parece que las dos sureñas decidieron levantarse pronto, y Saga está reunida en privado con Thorgrum, así que puedes disfrutar de unos escasos minutos de paz y tranquilidad. En cuanto empiezas a preguntarte el qué habrá ido a hacer Will, ves como la puerta del patio trasero se abre y su figura aparece, colándose por el hueco, a unos metros de Bedelia. De alguna manera, tienes la impresión de que seguir contemplando lo que hacen desde allí, sin que sean conscientes, implica espiarlas a mala fe. Por otro lado, tampoco se te ocurre qué más podrías hacer para matar el tiempo...

A pesar del sentimiento de estar espiando, la curiosidad y quizás el aburrimiento hace que Thorir se quede a mirar, unos minutos más, la escena de Will y Bedelia. 

Tras unos segundos, Will se queda quieta, probablemente pensando en algo que le acaba de decir Bedelia. Acto seguido desenfunda, y las dos se colocan en posición de duelo...

¿Un duelo?, pensaba Thorir, la idea de presenciarlo le entusiasmaba, por lo que acomodándose entre su capa decidió verlo, aunque fuera solo un rato. 

Las dos mujeres cruzan el acero. Sus estilos sureños de esgrima difieren mucho del combate Yormef, por lo que verlas combatir es un espectáculo singular. Will inicia el combate a la ofensiva, pero pronto un par de fintas de Bedelia hacen que empiece a retroceder, y tras unos segundos el estoque de la togarense golpea, con su parte plana, en sus costillas. Will se aparta unos pasos y dice algo. Luego las dos vuelven a colocarse en posición.

Tras unos minutos viendo el duelo, Thorir dejó la habitación y se fue hacia donde estaban las dos mujeres, esperando que su presencia no les molestara.

Avanzas por los pasillos de la fortaleza de los Thurizung, sumido en tus propios pensamientos. El único sonido que te acompaña es el eco de tus pasos, pues todo aquel que se cruza contigo guarda silencio o mira a otro lado. Algunos cuchichean entre ellos, ni siquiera teniendo la decencia de esperar a que te hayas alejado lo suficiente para no escucharles. Lo habitual desde que se descubrió tu condición, vaya.

Ni siquiera has girado un par de veces cuando escuchas una voz a tus espaldas.

-Espada de Hielo. Así que los rumores eran ciertos.

Al girarte distingues a un hombre entrado en años, erguido al otro lado del pasillo y observándote con el ceño fruncido y una mano apoyada en el pomo de su arma. Lleva un abrigo verde y unos pantalones de viaje, y su rostro está decorado con una cicatriz algo llamativa. Incluso a esa distancia distingues sin problemas el símbolo de tu clan, que el hombre luce con orgullo en su pecho.

La llamada de aquel hombre pilló por sorpresa a Thorir, el cual, reaccionó parándose en seco y girándose lentamente, extrañado al escuchar su apodo.

Clavó sus ojos en los del hombre, tras echarle un vistazo general y percatarse de que tenía la mano en la espada, ¿Un enviado para matarle?, demasiado osado para su hermano, atacar a un invitado de los Thurizung era casi un acto de guerra. 

Tras un instante Thorir habló con voz recia, -¿Quien eres?¿Y de que rumores hablas?- avanzó un par de pasos, siempre manteniendo cierta distancia por si le atacaba, pero siempre con la mirada clavada en los ojos del hombre.

-Alguien me dijo que habías venido acompañando a una hedense, y que los Thurizung te habían dado cobijo. No suelo dar crédito a las habladurías, pero la curiosidad me ha hecho venir a cerciorarme. Y, para mi sorpresa.. Aquí estás.

No se acerca a ti. A pesar de su expresión hosca, no parece hostil, pese a la impresión inicial.

-Veo por tu expresión que tú no me recuerdas. No me extraña: tampoco es que se cante sobre mis hazañas entre los nuestros.

-No, no te recuerdo, ¿Debería?- contestó Thorir manteniendo la mirada al hombre. 

Thorir dibujo media sonrisa, -¿Te envía el malnacido de mi hermano para matarme?- continuo diciendo mientras se apartaba la capa dejando ver los pomos de las espadas.

El hombre alza una ceja.

-Si así fuera, ¿Qué clase de idiota sería viniendo a enfrentarme a ti al Salón de los Thurizung, que te han ofrecido asilo? Solo un loco, o un suicida, idearía un plan tan arriesgado. Y yo no soy ni lo uno ni lo otro. Ni vengo de parte de tu hermano, ni siento simpatía por él.

Aquel último comentario tranquilizó a Thorir y asintió levemente con la cabeza.

-Llevas razón, solo un estúpido haría eso, y no tienes pinta de serlo- se acercó más al hombre, fijó su mirada en el símbolo del Clan y lo señaló, -Veo que lo luces con orgullo- esbozó una sonrisa y por su cabeza pasaron algunos buenos recuerdos de su tierra.

-Hace mucho que no veo a un Yormef- hizo un silencio, -Aún no se tu nombre ni el porqué de tu visita- continuó

-Colborn. Luché en la campaña contra los Solvgilftanden, hace ya tres años. Estuve en la batalla de la Colina Dorada, cuando...

No termina la frase.

Thorir asintió y permaneció unos segundos callado.

-Aquel día perdimos mucho, a pesar de nuestra victoria. Mi padre era un gran líder, además de un gran guerrero, al igual que mi tío- la ira volvía a la mente del noble, -No pretendo convencerte, lo he intentado con muchos pero los Dioses no me ayudan a hacer ver la verdad- señaló al colgante del hombre, -Pero juro, que lo lograré- 

Colborn tuerce el gesto, pensativo.

-Hablas con pasión, eso no lo niego. Pero he oído a criminales con lengua de plata y escasos escrúpulos hablar con la misma convicción. Todos los que te buscan, y esto incluye a la mitad de Goldar, dicen que Hakon murió bajo el filo de tu espada. Imagino que lo niegas.

-Así es- contestó encogiéndose de hombre, -De momento no tengo forma de demostrar que yo no fui quien mató a mi padre- el tono de Thorir permanecía tranquilo, pausado, -Pero cualquiera que conociera a mi padre y supiera de nuestra relación sabría que es mentira, por otro lado, mi hermanastro siempre ha sentido envidia y odio hacia mi, y es conocido por todo el Clan sus múltiples encontronazos con mi padre- 

El noble se detuvo para que sus palabras calasen en el hombre, -Se que es su palabra contra la mía, y él supo como engañar a gran parte del Clan, pero se una cosa muy clara- dirigió su mirada hacia arriba, -Se que los Dioses y mi padre desde el Valhalla me ayudarán a descubrir la verdad- 

-Por suerte o desgracia, apenas conocía a tu padre, así que difícilmente puedo opinar sobre tu relación con él, ni la de tu hermano. Aunque incluso a nuestra aldea, una de las más pequeñas del Clan, llegaban los rumores, no muy distintos a la historia que cuentas. Claro que tu hermano sugiere algo similar, pero en el sentido contrario: que eras un adulador, que hacías lo posible por complacer a Hakon de forma constante y descarada. Que tus argucias sirvieron para separarlos, que tu lengua afilada rompió el vínculo entre padre e hijo. Y que, al encontrarse gravemente herido tras la batalla, se arrepintió e intentó pedir perdón a Henrik y cederle el mando del Clan si algo le ocurriría. Según él, fue entonces cuando, al ver tus planes truncados, entrarías en un estado de ira y acabarías con la vida de tu padre.

Termina su relato cruzándose de brazos y mirándote fijamente, atento a tu reacción.

-Así que, como bien dices, es tu palabra contra la suya. Mucha gente creyó lo que decía sin dudar. Los bastardos no son muy populares... Otros dudamos, en su momento. No es que importe mucho a estas alturas, ¿No?

Al escuchar aquel relato Thorir agachó la cabeza, triste, pensando en lo difícil que le sería demostrar su inocencia.

-Creo que eso es lo peor, la gente se fía mas en tu sangre para saber si mientes que en la propia verdad- soltó un suspiro, sentia que podia luchar contra cualquier enemigo pero se veía indefenso ante el juicio de los hombres. 

Volvio a mirar a los ojos de aquel hombre, -Aún no me has dicho para que has venido, es un viaje largo, y dudo que vinieras solo para hablar conmigo-

-He venido buscando fortuna y gloria, ¿Qué otra cosa si no? Henrik ha vendido a nuestro clan a nuestros ancestrales enemigos, así que algunos decidimos marcharnos. No hemos renegado de los nuestros -añade mientras se toca el símbolo del clan-, pero no queremos tener que soportar la vergüenza de ver a un Solvgilftanden campando tan ancho por nuestras tierras. Ahora vendemos nuestra espada al mejor postor, y mandamos parte de nuestras ganancias a casa.

Se encoge de hombros.

-Los Thurizung están buscando mercenarios. Y prometen pagar bien...

Thorir apretó los puños con rabia al conocer el pacto de su hermanastro y permaneció callado unos segundos, asimilando la noticia y conteniéndose la ira que le quemaba en su interior.

-Tantos años de guerra contra los Solvgilftanden tirados a la basura, la sangre de nuestros antepasados, nuestros hermanos muertos...- el noble guardó silencio y se acercó al anciano, le miró con los ojos encendidos, llenos de fuerza y señaló el símbolo del Clan que colgaba en su pecho, - Juro que echaré a ese miserable y mataré a todo Solvgilftanden que se ponga enmedio, se que ahora lo ves imposible, solo soy un desterrado, pero por los Dioses que demostrarlé la verdad y lo haré-  

Thorir se giró y caminó hacia el final del pasillo, dejando al anciano atrás, pero antes de desaparecer se volvió, -Me alegra saber que aún quedan buenos compatriotas, algún día os llamaré para reconquistar nuestra tierra-