Partida Rol por web

Uno de los guardias se gira hacia Zalkar y Rufnus.

En Górnoran está prohibida la magia por decreto real. No se puede usar bajo ninguna circunstancia.

Parece pensar un instante.

Si queréis ayudarle, hariais bien en acompañarle, para que vuestras palabras obraran en su beneficio.

-¡Y sin duda asi hare!- Dijo el hombre mientras se daba la vuelta para recoger el hacha que habia dejado caer tras el fin de la contienda, volvió a colgarsela del hombro y se dirigió hacia el guardia que le respondió.

-¿A donde debo ir?

¡Síguenos! - Dijo haciendo un gesto con la mano. - El resto también deberíais venir, habéis luchado contra unos espías, vuestro relato gustará de ser oído por el rey.

Detrás de ti digo al gigante que ha apoyado mis palabras mientras le tiendo la mano. Rufnus a tu servicio.

Te mueves rápido para ser tan grande.

Bajo mi arco y lo guardo nuevamente en mi carcaj cuando los que mandan hacen su aparición. Se llevan al salvaje que querían hacer daño al chico de detrás de la barra, pero también se quieren llevar al hombre que prendió a uno de esos salvajes:

- ¿Así recompensan en esta tierra a la gente que ayuda sin pedir nada a cambio? Una tierra de poca gratitud... -sin duda, mi deambular por las extrañas tierras de más allá del bosque del que procedo me iba a enseñar muchas cosas, como por ejemplo, de cómo se paga a la gente que ayuda desinteresadamente evitando un desastre mayor.

No tiene ningún sentido para mí, pero los demás que participaron en la reyerta no dudan en acompañar al hombre del cayado si con eso le ayudaban a que no le impusieran ningún castigo por ayudar.

- De ese modo, yo también quiero acompañarles. No creo que sus acciones sean como para penarlas.

De pronto, miro hacia la barra para comprobar como está el chico.

El enano se baja de su improvisada atalaya. Risueño y aún jadeante se dirige a los guardias.

Veo que esta ciudad tiene normas sabias, la magia no debería usarse ni aquí ni en el resto del mundo. Sólo son arducias de hombres que no saben blandir un hacha como es debido.

Pero, si me invitan a palacio no puedo rechazar semejante ofrenda.

Quizád aquel lugar sea el mejor punto de inicio para comenzar mis pesquisas.

Roy, el chico de la tabrna ha desaparecido.

Los guardias dirigen a los aventureros de muy divrsa índole hacia un enorme palacio situado en el centro de la ciudad. Allí unos guardias goblins abren paso a los soldados humanos, con rigidez marcial, pero con algo de desprecio, sin duda. Parece que las razas se soportan, pero no son amigas.

Al llegar al patio de armas de la ciudad, unas escaleras suben hasta una estancia en altura, junto a la torre del homenaje.

Los soldados os conducen hacia ella. A Yarr le llevan con dignidad, aunque asido de los brazos.

Finalmente uno de ellos tras pasar otro control de goblins entra en una sala dejándoos esperando junto al resto.

De camino a palacio Zalakr corresponde el saludo de Rufnus, tendiendole una mano con manchas de sangre, debido a que hace apenas un minuto la usaba para taponar una herida.

Gracias, soy Zalkar Deondeek. Fue una suerte que finalmente aparecieses con los guardias, ese ultimo bandido se resistia mucho, aunque también sirviese para llevarse al hombre con quien hablaba antes del estruendo.

Zalkar se aplica un vendaje en el brazo herido y cesa la hemorragia. Mientras Rufnus, desconocedor de la ciencia odontológica a punto está de arrancarse un diente sano al tratar de cortar la de su labio.

Se oyen voces en el interior de la sala en la que entró el soldado que parecía de mayor graduación.

Al mismo tiempo al lado contrario por donde habían llegado, una escandalera se provoca. No tardáis en ver lo que es. Un heraldo dragonut entra golpeando a los soldados goblins que le tratan de parar insultándole.

¡DEBO HABLAR CON EL REY, MALDITOS SAPOS!

Dejo sobresalir un poco los dientes de entre mi tupida barba Estos humanos... Tan fuertes, tan altivos con sus poderosas aras y luego mira, tres primitivos enclenques y los dejan hechos trizas. Ja.

Continúo esperando a ser recibido mientras oigo los gritos de los guardias en el interior de la sala. Seguro que se ha encontrado con un gusano verde como el que me encontré yo en la taberna, viles cobardes y rastreros... como coja a uno lo escamocho.

La espera comienza a ser ardua y el enano se entretiene dándo pataditas a un guijarro.

Los gritos me sorprenden mientras busco la manera de deshacerme de la sangre que de nuevo inunda mi boca. Bueno... una mancha más no se notará. con todo el disimulo del que soy capaz, cojo la parte inferior interna de mi ajada capa y me la llevo a la boca. Acto seguido, y tras fortarla con la mano a fin de que empape el rojo fluido, la presiono contra el pantalón para que ni una gota caiga sobre el suelo.

El dragonut se abre camino hasta vosotros y os aparta con su descomunal fuerza.

Seguimos la escolta de guardias que nos llevan hasta el palacio de dicha ciudad. Nos conducen hasta una edificación alta y redondeada. Una vez dentro nos dejan a todos en una sala esperando.

Observo a los que han accedido a venir para que no culpen al hombre del cayado y son los mismos que han luchado para defender al muchacho. "Por cierto, ¿qué habrá sido de él? No le vi al salir de aquel lugar".

Mientras esperamos, dos hombres que lucharon antes, se presentan formalmente. Rufnus y Zalkar. Quizás no todos los hombres fuesen ruines. Pero también cabe la posibilidad de que solamente exista esa hermandad en el campo de batalla. Muchas otras razas les ocurre lo mismo...

Al cabo de unos instantes, se forma un griterío por nuestra espalda, hasta que veo aparecer a uno de los extraños seres que he visto en estas tierras abrirse paso a empujón limpio, sin molestarse en distinguir a quién le propina empujones. Guardias, puertas y también a nosotros.

Zalkar se frota el bendaje y parece completamente abstraido en la evolución de su herida cuando es apartado de golpe por el dragonut.

No sabiendo muy bien si esto era algo tipico en las cortes reales o no, Zalkar no se preocupó.

Mas cuidado. dijo con su voz profunda y tranquila sin perder de vista al dragonut

¿Tendrá este algo que ver conlo del viajero del cayado? o con los salvajes tal vez...

Doy una patada al guijarro consiguiendo que se aloje en un hueco que había en la pared y cuando estoy a punto de levantar los brazos en señal de victoria, alzo la mirada y veo como una mole me embiste de tal manera que quedo sentado de bruces en el suelo.

Conmocionado, sacudo mi cabeza a un lado y a otro.

¡Me cacho! Se va a cagar la perrina ahora.