Partida Rol por web

Aprovechando el ataque de Erina, lo esquivo y contraataco con el baston que me queda. Ataco contra la espada para forzar que Erina tenga que soltarla. 

Erina bloqueó golpe tras golpe, buscando una manera de atacarle sin llegar a causarle demasiado daño. Cuando ve una flecha volar por los aires y nota su dirección, se distrae y mira hacia atrás.

-¡Sam!-, grita con sorpresa antes de soltar un quejido de dolor cuando el palo de la lanza da contra su muñeca, haciéndole soltar su espada por reflejo.

-Maldición...-, Erina sabe que no puede agacharse a recoger el arma sin regalarle unos cientos de golpes gratuitos al hombre y también está bastante segura que desarmada no va a poder contra tantas personas, ¡Y no le queda tiempo! Vio a su compañera forcejear. Pisó su arma con firmeza para evitar que el hombre pueda patearla lejos o atinar a recogerla él mismo y luego alzó un poco las manos en señal de rendición.

-¡Soltad a mis aliados, dejadles en paz! Iré con ustedes.- , se puede ver en su rostro como sufre por tragar su orgullo y ofrecer una rendición, en particular tan pronto en el combate... Su sangre le arde, desea con toda su alma seguir luchando hasta el final pero no puede cargar con la conciencia de que apuñalen a Sam o a los demás. Con frustración, mira de reojo hacia la mujer de la daga y Samantha antes de volver a observar al hombre.

Durante el intercambio de golpes, Silvano se había recostado ligeramente en el marco exterior de la puerta, ocultando media mitad de su cuerpo a los ojos de los presentes en la habitación. Asomó la cabeza para proyectar mejor su voz y justo cuando la mujer de la armadura de cuero había depositado las armas, dijo:

-Ya llegan los primeros curiosos. Tres. Armados. ¿Deberíamos salir cuanto antes por la ventana o hacerles frente en el pasillo?

Con la parte de su cuerpo que estaba oculta, Silvano hizo un gesto con la mano en dirección a Pals para que se acercara despacio hacia él. Quizá tendrían que abandonar la posada a través de la ventana y convenía que estuviese cerca.

Pals mira confuso a Silvano, pero tras darle otra ojeada a la habitación dónde estaban los aliados de Erina, se encoge de hombros y se dirige al lado de Silvano, asomándose con curiosidad por la puerta para mirar la escena. Y acto seguido, mirando en dirección a las escaleras, dónde ya se sentían pasos. Smith estaba pegado a la pared, no muy lejos de allí. 

En cuanto parece que Erina se rinde, Hannah se aparta de Samantha de un ágil movimiento, tras lo que le da una patada a la lanza de Samantha que acaba debajo de una de las camas. 

- Ni se te ocurra moverte o hacer ninguna tontería. - Dice en tono amenazador apuntando a Samantha con la daga que tenía el filo algo enrojecido por la sangre. A pesar de que el forcejeo había sido constante, presentaba varios cortes leves en el cuerpo. Samantha no se mueve de su sitio, pero le dedica una mirada de odio a Hannah, y otra mirada de disculpa a Erina. 

Tras las palabras de Silvano, Hannah gira la cabeza hacía Gustav, cómo esperando que él tome la decisión... Al fin y al cabo era el que había tomado las riendas de la situación. Otra figura con armadura se asoma a la puerta (Pals), mirando la situación con curiosidad, aunque sin hacer ningún comentario. 

- Silvano. - Le paso una pequena esfera. - Detenlos y ofreceles soltar las armas. -

Despues de esto sin perder más de un instante de vista a Erina añado. - Veo que has entrado en razón. Aunque ahora que conozco tus habilidades no voy a cometer otro error. . - piso la espada de Erina y concluyo. - Muevete hacia la ventana y mirando al exterior quitate la armadura. Si intentas cualquier cosa o tardas demasiado nos veremos obligados a tomar medidas. Empezando por tu acompañante. - 

Tan pronto cómo Gustav le entrega la bola, Silvano sale al pasillo de nuevo. 

Silvano, ya en el pasillo, y con Smith y Pals a su lado, puede ver por fin a los hombres que estaban bajando las escaleras. No eran clientes corrientes, y de hecho cuando los había visto en la planta baja ya le daban malas vibraciones. Iban armados con dagas, espadas, y un pequeño escudo de madera. Y no sólo eso, uno de ellos, quien encabezaba la comitiva, iba armado con una gran hacha de dos manos. Por sus pintas bien podrían ser bandidos de las montañas, de hecho, unos especialmente musculosos. 

Cuando el cabecilla, con cara de pocos amigos, se da cuenta de la presencia de Silvano y los demás en el pasillo, frunce el ceño y lo mira fijamente con la mirada achinada.

- ¿Que cojones está pasando aquí?  

Erina le ofrece una preocupada mirada a Sam, negando un poco la cabeza y esforzándose para mostrarle una pequeña sonrisa, pretendiendo darle a entender de que no se preocupe o que no se culpe.

Tras un suspiro, nota como el hombre de las vendas mueve su pie. Ella mueve el suyo, apartando un poco la espada para evitar que pueda pisarla él.

-Te diré lo que pasará aquí.-, le dice a Gustav con un tono de voz y una mirada que dan a entender de que son ellos los que se están rindiendo, no ella. Aunque es obvio que ese no es el caso. -Voy a alejarme. Recogeré mi espada y la enfundaré. Envolveré la funda en una manta y la colgaré de mi espalda, de forma tal que podrán confiar en que no voy a desenfundarla.

-Mantendré mi armadura y ropa puesta y os acompañaré sin cometer ninguna estupidez.-, alza el mentón con el ceño fruncido, -Tenéis mi palabra de Guerrera y si eso no es suficiente, juro por el honor de mi nombre que me comportaré, os seguiré y no iniciaré nada.

Y dicho eso se dispuso a arrastrar un poco más lejos la espada, apartarse poco a poco y, si Gustav accede a la contra-oferta, haría lo dicho al pie de la letra.

Al ver a los hombres acercarse por el pasillo con caras de pocos amigos, Silvano se tuerce hacia Pals, sin perder de vista a los bandidos.

- ¡Que te digo que las plantas demoníacas no existen! -dice mientras lanza con disimulo la esfera de Gustav.

Mientras Erina habla se nota que estoy empezando a impacientarme. - ¿Estás probando mi paciencia? Mis palabras fueron claras y razonables. - Miro como Erina espera mi contestación inmóvil y añado mientras miro a mi compañera de reojo. - Mientras tu no cumplas tu parte yo cumpliré la mia. -

- Sacale un ojo a "Sam". - 

Me preparó golpear en la cara con el baston a Erina si hace cualquier movimiento inesperado. 

Al escuchar eso, Erina interviene rápidamente. Patea la espada hacia atrás, debajo de la cama y retrocede.

-¡No, alto! ¡No le hagáis daño, haré lo que dicen!-, se apresura a moverse hacia la ventana. Se quita el peto de cuero, realmente es lo único de armadura que llevaba encima. Parece estar muy frustrada y molesta, pero reconoce el peligro en el que se encuentra su amiga, y que está en inferioridad numérica...

Tira el peto hacia un lado, mirando por la ventana, en tensión.

La patada de Erina al arma no fue del todo al azar. Estaba apuntada hacia la cama donde Sam está en el suelo, quizás quede cerca de su lanza, quizás cerca de su mano o quizás quede un poco más lejos y quizás quede inaccesible.

Una cosa es segura: Erina no quiere que esas personas toquen la espada de su padre.

La espada acaba debajo de la cama, pero en una de las esquinas. Con un rápido movimiento, Samantha podría estirarse y cogerla. De hecho, Erina puede ver por el rabillo del ojo cómo su compañera mira la espada durante unos segundos, antes de devolverle la atención a Gustav y Hannah. 

El portavoz de los bandidos, mira a Silvano desconfiado y con el ceño fruncido. Pero de pronto, parece darse cuenta de la estratagema de Silvano para distraerlo, y mira directamente hacía la bola. 

- ¿Que cojones...? 

Es lo único que le da tiempo a decir antes de que la bola explote en diversas enredaderas que comienzan a bloquear el pasillo a la altura de los tres hombres. Las enredaderas se enredan en sus pies sin piedad, y los mismos no tardan en tener dificultad para moverse.

- ¡Hijo de...! ¡Cómo te pille te arranco la cabeza, cabrón! - Dice cada vez más furioso el portavoz, y forcejeando con más fuerza. Sus compañeros, en cambio, quedaban cada vez más atrapados por la planta. La misma avanzaba también por el pasillo, cada vez más peligrosamente cerca de Silvano. Pero al rato termina por frenar. 

Aquello iba a entretener a los bandidos el tiempo suficiente, o eso parecía, el portavoz no dejaba de destrozar enredaderas, ya fuera por su propia fuerza o a fuerza de hachazos. La cosa no iba a durar mucho. 

Doy un paso y doy un golpe seco con el bastón en la nuca de Erina, con la intención de que pierda la consciencia. 

Erina escuchó el paso detrás pero ni bien atinó a girar la cabeza, recibió el golpe en la nuca. Su último pensamiento fue el darse cuenta de que le habían golpeado a traición, pero para ese entonces ya estaba en proceso de caer inconsciente y por lo tanto ni siquiera le llegó a arder la sangre.

Lady Goldspark cae, derrotada.