Partida Rol por web

Por primera vez, Karl tuvo una línea de visión clara con el Inquisidor, y lo que vio le hizo componer una mueca de asco y repulsión. - ¿LO VÉIS? ¡ESTÁ INFECTADO POR LOS XENOS! ¡MASACRADLO ANTES DE QUE NOS INFECTE A TODOS! - gritó bien alto. Karl se limitaba a señalar lo que él había sospechado desde que les habían salvado de los xenos, y que cada vez parecía más y más claro. El Inquisidor Orr se había aliado con los Xenos y estaba infectado por ellos. 

Le sorprendía que los soldados de palacio permitieran sin tomar acciones la muerte de sus dos superiores, a los que supuestamente debían lealtad, pero por otra parte, no eran tropas de élite como las que él tenía la suerte de comandar. 

Pronto todo quedó relegado a un lado cuando vio al Pater caer fulminado por varias ráfagas. La carga insensata por el medio, de cara al enemigo, sólo tenía un resultado posible, y mucho le hubiera sorprendido a Karl si hubiera llegado intacto a su objetivo, aunque cosas peores había tenido la oportunidad de ver. - ¡Seguid presionando!¡Grigory, las putas torretas, ya!¡POR FRAY OLLANIUS! ¡ATACAD! - *

Con la pericia que da la práctica, lanzó la granada que llevaba en la mano, tras haber visualizado en su mente el punto donde quería que cayera. La explosión resultante y los gemidos de los afectados le dijeron que había acertado. Rápidamente, siguió a Ulrich, guarenciéndose con el pilar para intentar no recibir más disparos, antes de poder cargar contra el maldito Inquisidor y sajarlo de arriba a abajo con su espada sierra. 

Grigory soltó la puerta que estaba sufriendo fuego graneado y a duras penas quedaba nada que usara para protegerle, aprovechó el movimiento hacia el interior para intentar lanzar un golpe desprevenido contra el soldado que estaba con el médico, pero tenía que hacerse con el control de las torretas cuanto antes. 

Apuntó con su lathe-las implantado sobre el hombro a los tecnoadeptos sin dispararles. Se habían rendido, sí; pero no iba a fiarse de ninguno de ellos y haría lo que tendría que hacer en caso necesario. Sacó las conexiones de sus implantes y se conectó al cogitador para conocer a ese espíritu máquina y, gracias a él, hacerse con el control de las torretas. Eran muchas armas, muchos objeitivos y muchas posibilidades, por lo que se centró en que cada torreta apuntara al stormtrooper más cercano a ella y comenzara a disparar a plena potencia y, con suerte, los haría cubrirse como poco.

Aquel guardia palatino era un auténtico inútil, pero no tan inútil como para no esquivar uno de sus ataques. El médico no pudo evitar cierta frustración, pues el tiempo se acababa y seguían empantanados. Finalmente optó por dejarle a su aire: no parecía capaz de herirle, y tenían cosas más importantes que hacer... Además de sentir el incómodo cosquilleo que genera la sensación de estar siendo apuntado con un arma de buena potencia. Si no salían de allí ya, acabarían fritos. 

El tecnosacerdote se movió justo antes de que los storm troopers anegaran toda la zona con una tremenda salva de disparos láser que sin duda, de haberle impactado, lo habrían matado en el acto, la suerte y la siempre benevolente mirada del Omnissiah veló por Grigory que fue capaz de llegar a las consolas después de que los técnicos se hubieran apartado. Una vez allí, logró el control sobre las torretas, pero para poder hacerlo, tuvo que sobrecargarlas antes, por lo que quedaron todas ellas inhabilitadas mientras el reinicio se iba dando.

En la zona opuesta a Grigory, Ulrich avanzó unos pocos metros con su arma lista para dar más muerte. La salva dedicada contra el soldado inquisitorial fue devastadora, su objetivo trató de evadirse, pero la maestría con las armas láser de Ulrich era notable, y el soldado acabo acribillado y muerto con tan solo el primer impacto.

Sin embargo, lo que si resultó extraño fue cuando el Inquisidor soltó un alarido ensordecedor al amplificarse por las paredes, ideales para que una voz pudiera escucharse con facilidad. El grito empezó con su voz, pero finalmente acabó con el tono de una mujer. Su espalda se había arqueado en un ángulo doloroso hasta que cayó de boca contra el suelo mientras su rostro y cuerpo iba mutando a ojos vista, terminando por tomar la forma de una mujer de cabellos oscuros y visiblemente muerta. La confusión reinó, sobre todo para los hombres de ese inquisidor que acababa de resultar ser una mujer.

A pesar de todo, el teniente lanzó una granada cegadora, pero no donde realmente quiso. El destello provocó que se movieran directamente fuera del lugar, salvo el técnico, que acabó cegado irremediablemente mientras se movía torpemente.

Los storm troopers no actuaron tras los acontecimientos - ¡ALTO EL FUEGO! ¡ALTO EL FUEGO! - gritaron varios de ellos sin salir de sus posiciones y mirando a un lado y a otro. Estaban, posiblemente, más confusos que los drovelianos. El disparo de Safwan se perdió y por el momento, nada más ocurrió.

Ibn, tras ver como Grigory se libró de ganar agujeros de ventilación extra por no demasiado, avanzó a su vez tras él. Puede que a sus ingenios mecánicos les hiciera bien el aire, pero desde luego a sus órganos internos les vendría extremadamente mal y no confiaba en tener la suerte del tecnosacerdote. Mientras echaba mano de la hotshot y avanzaba para cubrir un lado de la puerta de entrada, se asomó a tiempo de ver aquella transformación.

-¡Por los cojones dorados de San Drusus!-exclamó el medicae-¡no se como lo ven, pero al menos yo tenía claro a quién estaba sirviendo!-añadió, dirigiéndose a los confusos stormtrooper. 

Ibn no era consciente de como le vino el nombre a la mente, pero recordó una de esas muchas clases de medicaes, donde se mencionaban drogas de todo tipo, tanto de origen xeno como humano, de esas cuyos maestros de las ciudades de los desierto de sal le decían que era una leyenda, como otras muchas que moraban en el imperio. Metamorfina, el doctor Sina no tenía acceso a los detalles, pero según recordó de esas clases de rumorología, se trataba de una droga capaz de alterar el aspecto físico de quien la usaba, pero que requería un férreo control de uno mismo. Ibn no sabe absolutamente nada del officio assassinorum, pero de ser cierta su existencia, aquella mujer debería ser, como poco, una novata. La leyenda siempre decía que las del templo Callidus jamás sufrían sus efectos secundarios hasta morir por culpa de ellos o de una sobre exposición a la droga.

Ibn se arriesgó a asomarse un poco más, mientras daba vueltas a su cabeza, entrecerrando los ojos con suspicacia. Algo le venía a la mente... Pero las implicaciones del descubrimiento no le gustaban un pelo.

-Maldita sea mi estampa...-murmuró por lo bajo, echando otro rápido vistazo. A juzgar por las reacciones de esos infelices, estaban tan confusos como ellos, si no más-y no lo saben...

-Eh... Nos la han jugado. Ese es un señuelo, Orr no está aquí. Metamorfina-dijo, como si resultara evidente-es... Una droga. Una que cambia el aspecto. O es un asesina de esas que dicen que cambian de aspecto, pero novata, o una agente de Orr descerebrada que se ha ofrecido para la charada. Y, por lo que veo de nuestros "amigos", ellos tampoco tenían ni idea-informó por el microbead.

- ¿Pero qué? - dijo el teniente viendo la mutación de Orr. Rápidamente, y gracias a las aclaraciones del Sr. Sina, comprendió que el Inquisidor se la había jugado a todos, incluidos sus propios hombres. - ¡Alto el fuego! - ordenó a su vez, tras escuchar a los inquisitoriales hacer lo propio. - ¿No ven que han sido engañados? Abandonados en mitad de una colmena a punto de ser devastada por escoria Xenos para comprobar un experimento... ¡Basta de tanto sinsentido! No quiero derrochar vidas de fieles servidores del Emperador. Soy el Teniente Karl Tannhäusser de los Dragones Drovelianos, enviado por la Capitana Nott a rescatar a nuestro comandante Haydn. Dennos su cadáver y las grabaciones de lo sucedido aquí, y acompañennos hasta la zona de extracción. Hay hordas de Xenos dirigiéndose hacia aquí, no tenemos tiempo que perder. ¡Rápido! - dijo Karl, saliendo de detrás de la columna y exponiéndose a los disparos. - Tenemos que salir de aquí todos, para poder plantar cara al Xeno. - 

A pesar de todo, tenía fe en que aquellos hombres eran fieles al Imperio, sólo que seguían al líder equivocado. Quizá su valentía y honor, pues estaba cumpliendo con lo prometido antes de comenzar las hostilidades,  abriera definitivamente los ojos a todos los de allí dentro y por fin colaboraran y se percataran que la valía de aquel oficial. 

Grotescas ideas pasaban por su mente, y se alarmó cuando una de ellas cruzó a la carrera su cerebro. Usó el comunicador interno del casco para comunicar sólo a su escuadra en voz baja - Si alguno ataca, freidlo, por el Páter - 

La ráfaga sobrecargado destrozó al soldado de asalto que tenía inmovilizado a Safwan, permitiendo al operador de la escuadra fijar al Inquisidor en su mira, mientras que Grigroy y Ibn habían logrado entrar ya en la sala de control. En cuanto las torretas cayeran podrían moverse con libertad, y entonces aquél combate estaría decidido, así como el destino de Khalid Orr.

Corrió a buscar una nueva cobertura y a seguir disparando, cuando aquél grito pareció paralizar todo en la sala. Un grito humano, y a la vez lo menos parecido a uno que hubiera escuchado nunca. Desde detrás de aquella caja pudo ver perfectamente como el Inquisidor caía al suelo y empezaba a retorcerse de manera grotesca, a los gritos se unió el sonido de músculos desgarrados y huesos quebrados. Ulrich se quedó boquiabierto sin entender que acaba de presenciar, al igual que la mayoría de los presentes. Por suerte, el medicae de su escuadra tenía no poco rodaje y supo identificar lo que había ocurrido.

— ¿Que no está aquí? ¡¿Que no está aquí?! — gritó, enfureciéndose por momentos. Aquél malnacido no solo había condenado Drovelia y ahora este mundo, si no que ni siquiera tenía el valor de quedarse a afrontar las consecuencias de sus experimentos. O quizás es que su traición llegaba aún más lejos y todo aquello había sido orquestado por él desde el principio... Pero eso quería decir que, aparte de traidor, lo que estaba era corrupto. Se giró hacia los primeros soldados de asalto que tuvo a la vista — ¡Vosotros! ¿Desde hace cuanto que estáis al lado de Orr? ¡¿En qué momento lo habéis perdido de vista?! — para Ulrich no habría paz mientras ese malnacido no recibiera su merecido, la justicia del Emperador.

Oleadas de calor atraviesan uno de los laterales de la caja, los disparos sobrecalentados del arma de Ulrich abaten a uno de los soldados de asalto del inquisidor.

- Gracias. Añado por el vox de la escuadra. - Ese desgraciado estaba apunto de jugármela.

Lo que ocurre a continuación, parece una broma de mal gusto, "el inquisidor" no es el inquisidor e Ibn nos lo explica mientras la estupefacción recorre el salón del palacio planetario. Por parte de los dos bandos en contienda se pacta una tregua, al menos por el momento.

- ¿Bueno y ahora que?. Aun por mi parte, no lo veo tan claro, y no termino de bajar el arma. 

Grigory no prestaba atención a nada, dejándose llevar por la charla en techna-lingua con el espíritu máquina del cogitador y buscando la forma de cambiar los objetivos de las armas centinelas. Consiguió, con bastante rapidez, cambiar las biometrías de los objetivos justo cuando escuchó al líder de sus tropas decir alto el fuego, por lo que se dispuso a controlar de nuevo las centinelas para dejarlas en "Stand By" hasta que alguno de los enemigos disparara, pero eso sí, todas las armas apuntando a sus rivales.

También consiguió escuchar la petición de grabaciones. Soltó un bufido que sonó como un chorro de código binario y se dispuso a sacar toda la información que pudiera de lo que acababa de pasar en ese lugar desde ese mismo cogitador, sin esperar órdenes ni nada, copiaría todos los datos que encontrara.

- Ibn, el Pater, compruebe sus constantes, luego parcheeme a mí. - le dijo al medicae de la escuadra. 

Los drovelianos se movieron de un lado para otro, tratando de acercar posiciones mientras la confusión reinaba. Los soldados inquisitoriales ignorando el intento de intimidación por parte de Ulrich, pero no por que este no fuera temible, sino por la situación que los tenía completamente idos. Uno de ellos alzó la voz con cierta duda - ¿con Khalid Orr? llevamos un lustro como su guardia personal, jamás lo hemos perdido de vista... - contestó este hasta que las cosas volvieron a torcerse.

Lo primero fue que el soldado que había hablado, literalmente, estalló en llamas. Sus gritos agónicos fueron ensordecedores, y sin duda, ver aquello no era algo fácil de soportar. La sorpresa sumado al espectáculo que supuso el ver un soldado de élite morir en llamas que brotaban de su interior no era un buen síntoma. Pero aquello no terminó ahí; tres de los soldados inquisitoriales se llevaron las manos a la cabeza. Mientras uno de ellos se mantuvo arrodillado - sal... sal de mi cabeza ¡sal! nnnnggghhhhh - los otros alzaron sus armas con lentitud, como si sus músculos no los movieran ellos sino un marionetista. Sus objetivos fueron Ulrich y el Teniente, pero sus disparos, por fortuna, fallaron por muy poco, destrozando la caja que tenía el primero a su lado y la columna a la espalda del segundo.

Los otros soldados no supieron que hacer, y se miraron confusos, sin saber que posiciones adoptar para cubrirse mientras que el personal de palacio salió huyendo como alma que llevaba el diablo. Sin embargo, como si aquello fuera poco, Safwan fue testigo de que la caja que había usado de cobertura le apareció un enorme boquete donde su cabeza había estado segundos antes; un breve instante después, se escuchó un tremendo disparo.

Grigory encontró la ubicación de un servidor de datos donde se guardaba toda la información en lo referente a la seguridad y las pictograbaciones de palacio. Era imposible acceder a el estando donde estaba, pero sabiendo su localización, sería fácil entrar en el. El circuito de seguridad iba en paralelo a otros sistemas, pero estaba bien protegido.

Los soldados de asalto parecían aún más perdidos que ellos, y eso que se presuponía que eran de los más cercanos al maldito Inquisidor. Parecía que le habían perdido la pista, Orr podía ya estar en una nave huyendo de allí y dejando aquél desastre atrás para seguramente cometer otro en un nuevo lugar... Pero entonces, las cosas se fueron verdaderamente a la mierda.

La combustión espontánea ya fue mala de por sí, pero el hecho de que algo asaltara mentalmente a los inquisitoriales, y pero aún, lograra traspasar la voluntad y el condicionamiento de la mayoría de estos, indició que la situación se les había vuelto en contra totalmente de un momento a otro.

Y por si eso no fuera suficiente, un disparo salido de a saber donde con un arma de gran calibre falló por milímetros la cabeza de Safwan y abrió un boquete en el contender acorazado tras el que se estaban cubriendo él y el operador. Con ese viejo conocido ya se habían encontrado, por decirlo de alguna manera.

Ulrich no perdió el tiempo, su entrenamiento tomó posesión de él, y en cuanto escuchó el disparo corrió a cubrirse tras algo más sólido que sí pudiera protegerlo de un arma como aquella. La carrera fue corta, pero puso en ella toda su cocentración y no pudo fijarse en nada de sus alrededores hasta que no se sintió con la espalda pegada a la columna.

— ¡Ese maldito bastardo está aquí! — gritó, tanto por el comunicador como por toda la sala — ¡¿Alguien ha visto de dónde ha venido eso?!

Aquella cosa-mujer parecía ida o muerta, ahí tirada en el suelo, y los jodidos soldados no se movían del sitio. Incluso Ibn parecía dudar. Pero de golpe todo estalló alrededor. Un soldado estalló en llamas y varios comenzaron a echarse las manos a la cabeza....incluso dos de ellos comenzaron a moverse como si algo o alguien les estuviera obligando. - Mierda. - musitó Karl al reconocer lo que sin duda eran poderes psíquicos. - ¡A cubie....! - trató de decir, pero el disparo del soldado inquisitorial no le llegó a dar, por alguna razón, probablemente porque aquel soldado se estaba resistiendo, había fallado a tan poca distancia. 

Rapidamente Karl buscó cobertura, no sin antes fijarse en algo que le llamó la atención...

- ¡Dragones, no bajéis la guardia!¡Abatid a ése tirador con el fuego de nuestro mundo!¡Por Drovelia!* - 

Tras colocarse a cubierto tras la columna, alejándose del ángulo de tiro de los soldados inquisitoriales, trató de insuflar ánimos en los suyos. - ¡Estamos a punto de descubrir qué sucede, no desfallezcáis! El comandante ha caído y nos lo llevaremos con nosotros, pero lo más importante, que llevaremos las nuevas de la traición. Pronto seremos libres de ése maldito inquisidor traidor. - **

-¿¡Pero qué!?-dijo Ibn al ver aquello, optando por lo más sensato: cubrirse ante el enemigo desconocido. O no tan desconocido, porque aquello parecían brujerías psíquicas... Algo que sabía hacer aquel maldito Orr.

-Grigory, creo que esas torretas deberían buscar al Inquisidor, o a los que no sean nosotros...-susurró Ibn, como si el mero hecho de hablar en voz baja pudiera ponerle a salvo de los poderes de aquel malnacido. 

Y cuando parecía que todo se había calmado, la pared de la caja que había junto a mi cabeza estalla, la energía que lo crea apenas quema mis cabellos, pero es lo suficiente como para ver por el agujero abierto. Como si de una señal se tratase, la batalla se reanudo una vez mas, con menos soldados como enemigos, pero suficientes como para ser un problema.

- Ahí vamos otra vez. Ahora sin las tropas del palacio molestando, enfundo la pistola y de nuevo empuño el rifle láser largo. - Ya estáis buscando al tirador, o me mata él o le matamos nostros. 

El sonido del disparo hizo que Grigory alzara la cabeza de la pantalla en la que había encontrado una posibilidad bastante interesante; pero ese sonido indicaba un peligro acuciante para todo su equipo y sus compañeros. Con un movimiento fluido se desconectó del cogitador y dio un par de pasos mientras activaba el auspex buscando la posición de todos los individuos en esa sala y, con suerte, del tirador.

Grigory se asomó por la puerta que segundos antes había destrozado con el auspex en la mano. Si cierto es que el primer barrido no logró arrojar información alguna, la segunda pasada, buscando en otros espectros, detectó una lectura de calor, algo distante en el fondo de la amplía sala. Rapidamente lo comunicó a los suyos ayudando o guiando al resto de dragones para poder buscar con más facilidad.

Ulrich corrió para  tratar de ponerse lo más cubierto posible, ya que tanto los soldados de asalto como el atacante oculto podría poner en un aprieto al soldado. Ibn hizo lo propio y se puso a cubierto muy cerca de donde estaba. El teniente logró hacerse oír tras ponerse a cubierto desde la posible posición del agresor sigiloso. Karl logró dar ánimos a los suyos, insuflando a estos a luchar mejor y animándolos aún más.

Otra deflagración consumió a otro soldado inquisitorial, el cual murió en el acto como su compañero. Este no llegó ni a gritar de dolor; sin embargo, algo cambió, tres de los soldados percibieron algo tras ellos y se giraron en redondo - ¡ES ÉL SARGENTO! - gritaron tras sentir unos vientos antinaturales que se arremolinaron al rededor de ellos. No llegaron ni a ponerse a cubierto, directamente abrieron fuego con sus armas, acribillando el estrado que brilló con tonos azulados parando y absorbiendo toda la energía de los rifles antiabominación. Un fuerte olor a ozono inundó la sala a la par que el nominado se quitó el casco de su armadura mostrando un rostro destrozado, lleno de cicatrices por quemaduras - no tenéis opción... moriremos todos - comentó con un tono de voz peligroso, uno que denotaba que aquella persona no estaba en sus cabales; ahora, ¿quién era? imposible de saber. Otros de ellos tomaron mejores posiciones para poder abrir fuego.

Sin embargo, otro duro golpe atizó a los drovelianos. Safwan, que fue el único que no modificó su posición a pesar de haber sido objetivo de un tirador oculto, no vio venir nada, de hecho, ni fue consciente de que su ayudante había muerto. Directamente cayó al suelo sin cabeza y segundos después se escuchó el disparo.

El personal siguió huyendo del lugar sin hacer nada más que gritar.