Partida Rol por web

Geki se encontraba sorprendido, no estaba preparado para una reaccion asi. Mas facil hubiese sido comenzar a pelear y ya. Pero ante las palabras del invasor, habia sido tomado por sorpresa. Tuvo que pensarlo por un momento, pero finalmente, se decidio. Shaina tenia razon, no importa si el agresor venia en paz o que, la mision de ellas era clara. Y ante todo el no traicionaria al Santuario.

"Pues lamento decir que si. Opino lo mismo. Te lo repetire. No importan tus intenciones, aqui no eres bienvenido. Retirate o nos veremos obligados a actuar con los puños".

La voz de mujer resonó en tu cabeza, estallando en una carcajada.

-Quiero lo mismo que quiero de todos. Rodearme de los mejores, y salir siempre victoriosa- te suelta, resuelta- Pero no te voy a reclutar a mi lado así como así...

Una imagen bella aparece ante ti. Una imagen bellísima, deslumbrante. El cosmos ya no se comunica directamente con el tuyo, sino que percibes la voz con total claridad. Justo donde hace poco se os había aparecido Hebe ante vosotros, ahora en medio de una luz brillante y plateada surgía la hermosa figura de Afrodita. Cuando el brillo se disipó, se acercó un par de pasos a ti, majestuosa.

By camember at 2010-02-24

-¿De verdad estás dispuesto a unirte a mí, caballero de Géminis?

-Muy bien- se encoje de hombros- Que conste que soy completamente opuesto al uso de la violencia. Pero si no me dejáis más remedio... Lo hago sólo porque cumplo órdenes, me imagino que al igual que vosotros. Matar no es algo que me agrade, no como le pasa a cualquiera de las Keres...

-Quítate de en medio, Cerbero- una voz a su espalda os interrumpe. Veis aparecer una figura idéntica a la de Menthe de Ker- Yo, la tercera Ker, la última de las trillizas, haré el trabajo, ya que tú no pareces tener lo que hay que tener, cobarde.

By camember at 2010-01-22

Dos rubias, y la morena que yacía en el suelo... Las tres idénticas, salvo por el color de pelo. Las tres Keres, seres mitológicos... Las tres caballeros de Ker, seres asesinos...

Y ante ti, la única que quedaba, amenazandoos a Shaina y a ti...

Cerbero os da la espalda a los tres, como si no le interesase el combate... No puedes evitar que te recuerde a Mu de Aries o a Shun de Andrómeda, ya que se niega a atacar a la gente si no es estrictamente necesario. ¿Acaso puede haber alguien de corazón puro en el Inframundo?

El brillo inesperado iluminó la habitación y Saga tuvo que cerrar los ojos hasta que por fin se apagó. Entonces, vio ante sí a la dueña de aquella voz, la mujer más hermosa que había visto jamás. Ni siquiera Atenea podía compararse con ella. Tardó unos instantes en reaccionar a las palabras de la diosa pues estaba embelesado contemplándola. Sonriente y desafiante, dio unos pasos hacia ella.

Reclutar a los mejores y salir siempre victoriosa... No hace tanto yo ansiaba lo mismo con toda mi alma, y aún lo ansío. Si quieres a los mejores, está claro que me necesitas, pues yo soy el más grande Caballero que jamás haya existido. Pero, antes de unirme a ti, necesito tener las cosas muy claras. ¿Qué me darás a cambio de mi servicio?

Habéis tenido vuestra oportunidad de iros, ahora ya el enfrentamiento es inevitable digo mientras doy un par de pasos en dirección al caballero que tiene sus manos puestas como si fuera una copa, manteniendo las manos cruzadas sobre mi pecho yo seré tu rival caballero, prepárate para el combate.

Me quedo unos instantes observando a mi adversario, tratando de analizarlo. Cuando ya creo tener calibrado a mi oponente, lanzo mi ataque, extendiendo mis hasta ahora plegados brazos con toda la fuerza de mi enorme cuerpo. ¡Gran cuerno!

El momento habia llegado. Finalmente Geki, el Santo de Bronce del Oso, lucharia, poniendo en practica todos sus conocimientos, para proteger el Santuario. No, no solo el Santuario, todo lo que aquello representaba. Sus amigos, compañeros, Atenea, la Justicia y el mundo entero. Dando un paso al frante y apretando el puño, no pudo evitar decir: "Cerberos, puedo llegar a entenderte. Pero tambien lo hago con Keres". Escupe al suelo con bronca, quizas hacia el, y agrega, mirando al pacificio hombre: "Estoy de acuerdo con Keres. ¡No seas cobarde!. Si crees que actuas correctamente, no es violencia, es orgullo. Pelea como un hombre. Yo sere tu oponente". Y mirando a Shaina, dice: "Pero justamente, soy un hombre y no me atreveria a enfrentarme a una mujer. Shaina, parece que tu tambien tendras con quien divertirte".

Afrodita sonrió, complacida.

-Perséfone ha de ser enviada al Inframundo. Es la única que puede hacer renacer ese reino, ya que es la Elegida. Pero es una cría, poderosísima, pero una cría. Yo podría hacerlo mil veces mejor. Si la quitamos de en medio, y yo ocupo su lugar una vez que el reino de la oscuridad haya renacido, voy a necesitar a los mejores para defender el territorio... ¿Nunca has pensado en convertirte en Tánatos, Dios de la Muerte? El anterior ha muerto, y su armadura está vacante. No eres un Dios, pero sí tienes poder suficiente para serlo. Si te unes a mí, me encargaré de que ese pequeño detalle no cuente a la hora de ser generosa con los que me hayan ayudado en mi alzamiento.

Se detuvo un momento en su explicación, mirándote seductora.

-Serás un Dios, y vivirás en los Campos Elíseos... Pero a cambio, quiero que me ayudes, y para eso has de traicionar a Atenea y a todo lo que ella representa. ¿Qué me dices? ¿Quieres convertirte en Dios, Saga? Yo puedo hacer que te conviertas en uno si me alzo como Doncella del Inframundo- toma aire, y repite su pregunta- ¿Quieres convertirte en un Dios, Saga?

Amilo extiende sus manos, formando una pequeña barrera ante él, y detiene el golpe con una facilidad asombrosa. Mira con sorna al caballero de Aldebarán, y se cruza de brazos.

-Para vencer a alguien como tú, no necesito ni ponerme en guardia.

Su cosmos se enciende, y un aura azulada le rodea.

-Vamos a empezar a tantear el terreno. Probemos con un golpe sencillito, algo que hasta un niño debería ser capaz a devolver. ¡A mí, poder de la Laguna Estigia!

Una ola surge de pronto de su cuerpo, y trata de barrerte, de arrastrarte con una violencia espeluznante.

Dagona estaba complacida observando el poder de su acompañante, sin inmutarse, cuando de pronto, el increíble ataque de Mu de Aries la pilló por sorpresa. Apenas le dio tiempo a colocar los brazos frente a sí, y a ponerse en guardia, cuando el impresionante impacto de Mu de Jamir la lanzó por los aires, haciéndola aterrizar contra uno de los pilares del templo del Carnero. Su cuerpo descendió hasta el suelo, arrastrándose por la columna, y Dagona cayó boca abajo, quedando inmóvil durante unos segundos.

-¡Ugh! M... Me las pagarás, estúpida cabra...

No sin dificultad se puso nuevamente en pie. Casi se cae hacia atrás, pero logró mantenerse firme en el suelo.

-Ahora conocerás el poder mágico más impresionante del Inframundo. No subestimes a Dagona por no tener mucha fuerza física. Lo que importa, la fuerza que yo poseo, radica en esto.

Cocito comenzó a tomar una posición que os era increíblemente familiar. Era... Elevó los brazos por encima de su cabeza, y luego los colocó ante sí, antes de pronunciar unas palabras que os hicieron confirmar todas vuestras sospechas:

-¡Gran Cuerno!

Sí, aunque no con la misma intensidad que Aldebarán, sólo con observarlo lanzar el ataque una vez, había sido capaz a copiar perfectamente el ataque que éste había proyectado sobre Estigia.

-Caballero, yo no voy a atacarte por iniciativa propia- dice, cruzándose de hombros Cerbero- Pero si me atacas, actuaré en defensa propia. Es lo justo.

En ocasiones te parecía tener delante al mismísimo Shun... Su comportamiento no era normal...

-¿Qué me dices, caballero? ¿Vas a atacar a quien viene en son de paz?

Ker, sin embargo, no parece tan condescendiente como su compañero Cerbero. Empieza a correr hacia Shaina, su rostro se deforma, transformándose en el de un monstruo de inmensa boca, llena de dientes afilados como cuchillos.

-¡Ahora verás lo que es la furia de una Ker embravecida por la muerte de sus hermanas! ¡Y tú lo pagarás, maldita!

 Shaina no tiene mayores problemas en detener el ataque rabioso de la deformada mujer caballero.

-Ya comienzo a estar harta de vosotras, Keres... ¡Muy harta!- exclama Shaina, fuera de sí.

Saga escuchaba sin perder detalle. La oferta resultaba en exceso tentadora, pero había algo en las últimas palabras de la diosa que le hacían dudar. Más que las palabras, eran sus gestos los que tal vez delataban un posible engaño. La seducción, el arte que mejor dominaba Afrodita. Sin embargo, tal vez el tratar de embelesarlo mientras hablaba no fuese más que un intento de distraerle del problema que planteaba su propuesta.  Y en parte funcionaba; Saga no podía dejar de contemplarla. Su rostro, sus cabellos, sus brazos... todo su ser. Mientras ella desplegaba sus encantos, la oscura voz volvió a resonar en su mente.

¿Oyes bien? Un Dios... Mírala, cómo te muestra sus encantos. Cuando te hayas convertido en dios, tal vez ella te conceda algo más que una nueva Armadura... Hades es poderoso, pero no puede darle lo que ella desea; ¡pero tú sí puedes! Y ella lo sabe. Y gozando del abrazo íntimo de la diosa, tu poder se extenderá por todo el universo. No habrá nada ni nadie que te haga frente, ya que oponerse a ti sería oponerse no a uno, sino a dos dioses... Vamos, ¿a qué esperas?

Cuando la cruel voz calló, Saga tenía los puños fuertemente apretados y, entonces, le respondió:

Pero, ¿cómo sé que puedo confiar en ella? Por todos es sabido que la honradez no consta entre las virtudes de Afrodita. Toda su existencia se basa en la manipulación y el engaño... Y en sus palabras hay algo que no me gusta. Queda clara una cosa: solo me concederá el poder de los dioses si triunfa en su misión. Pero, ¿y si fracasa? Entonces lo habré dado todo para nada... Los Caballeros de Atenea ya han derrotado a Hades en varias ocasiones, a Poseidón y a mí mismo. ¿Cómo sé que esta vez será diferente? No sé qué hacer...

El sudor recorría cada centímetro de su cuerpo. Tenía los ojos fuertemente cerrados y se agarraba ambos lados de la cabeza mientras la sacudía de un lado a otro como si tratase de sacar aquellas voces de su interior. Entonces abrió los ojos de nuevo y se dio cuenta de que estaba temblando. Bajó los brazos y trató de serenarse. Dándose cuenta de que su aspecto debía estar resultando repulsivo y decepcionante a la diosa, trató de recuperar la compostura. Se alejó de ella y, dándole la espalda, habló alto y firme.

No te creo, Afrodita. Dices que me convertirás en un dios, pero solo si sales vencedora. No creas que no me he dado cuenta. Me concederás los Campos Elíseos si te conviertes en la Doncella, pero si fracasas, yo lo perderé todo. Además, no me seduce la idea de pasarme el resto de mis días encerrado tras el Muro de las Lamentaciones. Mi ambición siempre ha sido la de ser un dios, pero en la Tierra. El Santuario es lo que ansío, no el Hades. No voy a traicionar a Atenea sin una firme garantía. Si vences, me darás el dominio de Tánatos, pero si pierdes, tan solo me queda el destierro y el deshonor de la traición. No, lo siento. Y ahora, si no tienes nada más que decir, márchate de MÍS DOMINIOS. Y la voz volvió a resonar en su mente. Pero, ¿qué haces? ¿Es que te has vuelto loco? Tienes la posibilidad de ser la mano derecha de Afordita y la dejas escapar. ¡Piénsalo bien! ¡Puedes ser un dios! ¿Es que acaso importa más Atenea, que ni siquiera se encuentra ya entre los vivos, que tu gloria?

Pero Saga trataba de no escuchar. Sus puños se cerraban con tanta fuerza que la sangre brotaba de las palmas de las manos. Sabía que estaba a un paso de ceder y traicionar a Atenea. Deseaba que Afrodita se marchase cuanto antes, porque si continuaba tentándole, sabía que al final caería.

Me quedo boquiabierto ante la demostración de poder de mi enemigo, al parar mi ataque como si el de una mosca se tratase. Pero las sorpresas aun no habían acabado. La mujer caballero que le acompañaba, como si de un espejo se tratase, realizo una copia exacta de mi gran cuerno, dejándome aun mas desconcertado de lo que estaba. Tanto que perdí de vista por un momento a mi oponente, momento que resulto ser fatal.

Cuando volví la vista al combate, el ataque se encontraba demasiado cerca como para que pudiera defenderme, y en un instante fui engullido por la ola y mi enorme cuerpo acabo en el suelo, empapado y dolorido por el golpe. Pero por muy poderoso que sea el adversario, si por algo se caracterizan los caballeros de Atenea es por no rendirse jamas.

No puedo comparar mi cosmos con el de estos caballeros. Es probable que solo los Mu, Shaka y Saga posean un cosmos al nivel de estos caballeros. Pero veremos si están a mi altura en lo que a fuerza se refiere. Muy bien caballero, veamos si puedes defenderte de esto le digo mientras me levanto lentamente. Una vez en pie, me lanzo a la carga, a una velocidad increíble para alguien de mi tamaño, tratando de embestir a mi enemigo con mi hombro izquierdo.

Sin se quererlo el Oso se vio obligado a dudar. El enemigo era... ¿en verdad el enemigo?. No podia evitar relacionarlo con Shun, el Santo de Andromeda. Y a decir verdad, Shun habia sido Hades. Quizas algo similar ocurriera con este Caballero. Pero cuando Shaina y la tercer Ker comenzaron su enfrentamiento, sus especulaciones debieron quedar de lado. Geki el Santo del Oso tenia la mision de proteger el Santuario. Y en eso no dudaria jamas.

Colocandose en posicion, hecho un vistazo a Shaina... no queria que su propia tecnica le afectase, pero si podia de alguna manera dañar a Ker y Cerbero, pues ese era en parte su plan.

Respiro hondo y cuando su estomago y sus pulmones estuviesen llenos hizo acto de una de sus mas poderosas tecnicas, que nunca antes habia podido usar en batalla. El Rugido del Oso.

Mu maldijo en silencio para sí. En el último momento antes de lanzar su Revolución de Polvo Estelar, había captado justo al borde de su percepción del Cosmos el ataque de Amilo de Estigia, y ese leve tirón del cosmos, amplificado por el golpe que siguió cuando se cruzó con el de Aldebarán, bastó para romper la concentración absoluta que exigía el mantener la rotación de la lluvia de cometas que giraba como un anillo dorado en torno a su mano alzada. Con un esfuerzo titánico, Mu se obligó a retener las pequeñas partículas ardientes orbitando en torno a su puño mientras alineaba rápidamente el cuerpo con el de Dagona.

Por suerte para el, la mujer fue lenta de reflejos y el Caballero del Carnero tuvo el tiempo justo de dirigir su ataque antes de lanzar su mano hacia adelante y desatar una hecatombe de golpes, que surcaron el aire entre él y su rival, crepitando a medida que los cometas de cosmos dorado en llamas cortaban el aire buscando a su rival. Su maestro Shion era tan experto, su concentración tan inpecable, que podría acertar de lleno a un gato en plena carrera con este golpe, pese al extenueante esfuerzo de voluntad que suponía mantener el golpe preparado. Igual que las tormentas de polvo estelar de las que tomaba su nombre, el ataque era una tempestad violenta y salvaje de miles de millones de golpes, en la que sólo se podía mentener un mínimo de control sobre él con una concentración perfecta y una capacidad para manipular el cosmos poco menos que al nivel del átomo. No era de extrañar que fuese la última carta bajo la manga de Shion, cuyo ojo psíquico podía ver a profundidades que otros no llegaban ni a soñar. Él lo había creado y era experto en usarlo, pero a Mu aún le faltaba mucho.

El golpe no fue bueno. Había liberado demasiado pronto, y Dagona ya se estaba moviendo. No lo llegó a esquivar. Era endemoniadamente difícil evitar tantísimos golpes, y esa era parte de la potencia del ataque. Una ráfaga de cometas la levantó por el aire y la estrelló contra una de las columnas del templo, pero Mu sabía que no había sido un golpe sólido. No estaba herida de gravedad y pronto se puso en pie, maldiciendo y mirándole con odio.

No le soprendió en exceso saber que su rival era una caballero-mago, como él mismo. Sus ojos ya le habían dicho, nada más verla, que era algo fuera de lo común. Mu abrió los brazos y se preparó para lo que fuera. La mujer ya empezaba a acumular su cosmos, preparando su ataque, adoptaba una postura que...

...espera...

No. Imposible.

Mu conocía esa postura, y sus ojos se entrecerraron, negándose a dar crédito a lo que tenían delante. Dagona había adoptado la postura de ataque de Aldebarán, y su cosmos fluía hacia ella en una espiral interna, replegándose sobre si mismo como las capas de una espada, concentrándose en un punto, preparado para salir en una violenta explosión que barrería el aire ante ella como los cuernos de un toro a la carga.

El Gran Cuerno. El ataque de Aldebarán de Tauro, que acababa de lanzar contra su compañero.

¿Eso quiere decir que le acabao de enseñar mi Revolución de Polvo Estelar también?.

Si era así, las cosas podían ponerse feas. Mu sabía muy bien el poder destructivo de su técnica. No estaba seguro de ser capaz de esquivarla él mismo, ni siquiera exprimiendo su teleportación al máximo.

No tuvo tiempo de pensar más. Dagona lanzó su ataque y sintió el aire entre ambos comprimirse y luego estallar en un violento chorro de viento concentrado, lo bastante potente para hacerle saltar en pedazos si lo recibía de lleno. Mu saltó hacia adelante, justo en le dirección del ataque. Su capa ondeó al viento tras el, mientras lascas de su armadura saltaban a llegar el ataque a su altura, su cuerpo se tensó...

...y desaparecío.

Con la velocidad del pensamiento, Mu cruzó el aire en forma de átomos sueltos, que centellearon a través del espacio y se reformaron más arriba. La figura astada de Mu apareció, posándose en una columna justo detrás de su rival. Mu no perdió más el tiempo. No podía darle cuartel a esa mujer, era demasiado peligrosa. Tampoco podía lanzar un ataque de cosmos apresuradamente. Dagona podría esquivarlo si no tenía cuidado, y añadir otra técnica a su repertorio. Sin pensar más en ello, Mu pateó con fuerza la columna, impulsándose para salir disparado en dirección a la espectro, mientras doblaba las piernas bajo él y lanzaba la iaquierda en una patada en al aire buscando la cabeza de su rival.

-¡Tú...! -exclama, rabiosa- ¡Tú, maldita escoria, que ni siquiera puedes controlarte a ti mismo, tú osas echarme a mí, a una Diosa, de tus dominios! ¡Mira lo que hago yo con tus dominios!

De un solo impacto, destroza el trono de Saga, antes de que éste pueda volver a él. Al volverte para encararla, te percatas de que sus ojos están rojos, fruto de la ira.

-Te destrozaré, te machacaré. ¡Nadie menosprecia a Afrodita! ¡Y menos una nauseabunda rata de Atenea!

Amilo estira un brazo, y detiene la carrera de Aldebarán como si estuviese parando a un cachorrillo. Al ver a la gran mole detenerse ante su mano, comienza a reírse.

-¡Muahjajajajajajajajajajajaja! ¿De verdad creéis los caballeros de oro que estáis preparados para luchar contra el ejército de Perséfone?

Con esa misma mano, intenta proyectarte hacia atrás, lanzando un chorro de agua con una potencia descomunal.

-¡Laguna Estigia! -exclama, sin siquiera abrir los ojos para mirar si te impacta o no. Parece no considerarte más que un insecto. Es más o menos la misma actitud que tomaron los caballeros dorados en su momento, cuando se enfrentaron a los de bronce, y esa aparente seguridad acabó por ponerse en su contra... ¿Podría obrarse aquí también el milagro?

Dagona era ágil como un gato, y Mu no era una máquina en la lucha cuerpo a cuerpo. Sabía que tendría problemas con Dagona a causa de su poder mágico, y no quiso atreverse a atacar de la única forma que sabía pelear: con su increíblemente poderosa magia.

Al mismo tiempo que Mu saltaba contra ella, ella hizo lo propio impulsándose contra el caballero del primer templo. Sin tomar carrerilla ni nada, logró dar un salto contra Aries digno del caballero más ágil de todos.

-Yo también se jugar a pelear, inútil- dijo, lanzando sus garras contra Mu- ¡Deja que te acaricie ese rostro taaaan angelical con mis garras!