Partida Rol por web

El hacha paso otra vez muy por encima de mi cabeza. Comenzaba a sudar como si estuviera en mitad de los fogones en las festividades de mi pueblo, aunque en este caso la razón de mis sudores fuese bastante más desagradable y fea.

Al recordar aquellos buenos tiempos y aquellas pantagruélicas comidas comencé a salivar y mi tripa rugió como si un león se tratase. Al fin y al cabo llevaba varias horas sin probar bocado. Pero eso no fue lo pero, lo peor fue que el rugido fue tan potente que hasta yo me asuste soltando la espada que salio disparada lejos de mi y dejándome a merced del San Bernardo y su hacha.

Veo por el rabillo del ojo el Halfling en apuros y me lanzo en un ataque total hacia mi enemigo, tengo que acabar con él, lo más rápido posible. Me pregunto donde estará Carlo... No puede ser... Sigo dándole espadazos a diestro y sinientro mientras noto como mi espada supera sus defensas, por muy muy poco, pero entra.

- ¡AJA!, siente el frio acero de la justicia y la.... er... ¿normalidad?- me quedo pensando que es lo contrario a mutante.

Carlo en el pozo, Ulrich moribundo y ahora Pieter desarmado; al menos Erick logró acabar con el mutante dos cabezas, rajando el cuello de una de ellas; la otra, junto al cuerpo, cayeron desplomadas.

No se estaba mal al fin y al cabo en aquel suelo. Veía desde ahí como los golpes y los tajos se sucedían uno tras otro, como el hacha de mi compañero se perdía fuera de mi campo de visión, y como las manos de Carlo aparecían sobre el borde del foso para luego desaparecer una vez más. No lograba hilar algunos acontecimientos que parecían pasar demasiado rápida como para que mi comatosa mente los encajase debidamente. Todo comenzaba a apagarse, los ruidos estaban atenuados, la luz parecía que había descendido un tanto...

De una condenada vez, Vicci consiguió asirse a un pequeño saliente y lograr el impulso necesario para auparse sobre el borde del maldito pozo. Aquella oquedad les había causado más de un quebradero de cabeza, pero ya había acabado.

A su espalda, el juglar había decapitado al ballestero, cerca de él, su camarada mercernario intentaba sobrevivir a duras penas y finalmente, el halfling, hacía lo que podía contra el último mutante.

-¡Eh tú!¡Enfrentate conmigo si te atreves!¡Te voy a sacar las tripas, engendro del mal!-

le gritó al mutante mientras desenvainaba la espada.

Ya está, ese tipo es mío. Lo voy a reventar fijo, va a pagar por el pozo, por el mago y por todas las desgracias y calamidades que hemos sufrido.

Todo el valor que había estado demostrando hasta el momento se esfumo en cuanto la espada salio volando. Me quede quieto y sin capacidad de reaccionar cuando el mutante descargo el hacha contra mi, clavándolo profundamente en la carne y haciéndome una fea herida.

A trompicones, con la mano izquierda en la herida y los ojos llenos de miedo me arrastre hasta donde estaba la espada, la recogí en el suelo y la interpuse entre el San Bernardo y yo como si de un escudo mágico se tratase.

Estoy motivado, ya he revanado dos cabezas y no hay dos sin tres, el halfling está fastidiado así que corro hacia él mientras pongo la espada por encima de mi hombro para darle un espadazo, vale que no es muy poético, pero eso ya lo refinaré más adelante cuando escribas mis memorias. Me ha salido la vena valiente, sobretodo porque compañeros mios están en apuros, pero tampoco como para ir gritando.

Sólo aprieto los dientes y ataco.

Salto por encima del pozo y por encima de Carlo que estaba subiendo.

El músico, para asombro de todos, cruz a través del pozo de un salto y se estrelló contra el mutante, cortando una oreja del tremendo golpe que desató sobre el mutante.

La fiesta seguía desarrollándose al margen de mi semi muerte. Con el ojo que me quedaba vi como Carlo salía del pozo. Primero unas manos, luego los brazos, y con un fuerte empujón salió del agujero dando un fuerte impulso. Su boca se movía en un gesto de furia, pero mis oídos ya no captaban los sonidos, solo una distorsión muy grave de todo lo que sucedía en la sala. Las cosas no pintaban bien, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero para mí desde que había al suelo había pasado una eternidad, demasiado tiempo, y de seguir así no iba a conseguir salir con vida de aquel sótano.

-¡A por él!-

gritó el tileano al ver como Erick, con mucha más profesionalidad y audacia que él había saltado el pozo y comenzaba a combatir contra el San Bernardo.

Vicci empuñó con fuerza su espada y cargó contra el último enemigo. Descargó un brutal corte que rebanó carne, hueso y tendones, haciendo saltar la sangre por doquier. Un señor golpe.

-¡Reza a tus dioses impíos, reza!-

le espetó con una sonrisa torcida.

Hago la misma maniobra que antes con carlo mientras el le ataca por un lado yo por otro sin embargo esta vez mis ataques no entran su defensa mientras que Carlo le entra a destajo por todo lados. Bien está lo que bien acaba.

Y cuando creía que se acercaba el golpe definitivo y me reencontraría con mi difunto abuelo cuando dos ángeles, uno con forma de melenudo artista y otro con forma de tuerto y rudo mercenario, se interpusieron entre lo que parecía un inminente final y yo mismo.

Paralizado por el miedo y la tensión ni siquiera fui era capaz de mover la espada de delante mio, tan solo susurrar un gracias a mis dos salvadores mientras por dentro seguía rezando a Esmeralda para que aquel ser inmundo encuentre ya su más que merecido final.

Al fin, la calma. El último de los mutantes cayó derribado, y todos pudieron respirar tranquilos. ¿Todos? No. A medida que respiraba Ulrich iba perdiendo sangre, en cantidad abundante y padeciendo la peor parte del combate. Apenas habían entrado en el sótano cuando les sorprendieron los mutantes. ¿De dónde había salido el San Bernardo? De una puerta oculta en la pared, que ahora se presentaba abierta, justo tras ellos. Eso, y el pozo habrían sido decisivos para el combate de no ser por la leal espada del músico y la abrumadora destreza del cocinero. Los mercenarios habían quedado poco menos que en ridículo, aunque nadie iba a cuestionar su valor. De eso sí habían alardeado.

Una tos al otro lado del pozo, el mutante dos cabezas se movía, muy débil, indefenso y susurrando algo que no entendían.

-¡Pieter, no pierdas de vista a ese!¡Erick, echáme un cable con Ulrich!-

pidió Carlo a sus compañeros al ver que ya habían acabado con los enemigos. Había sido un combate despiadado y brutal, y buena señal de ello era que su camarada de infortunios, Ulrich Waldemar, estaba medio muerto en el suelo.

A toda velocidad, Vicci se acercó a su compañero mercenario y echó un vistazo a sus heridas. Mala pinta.

- Tranquilo camarada, en breve te llevaremos al pueblo y un galeno le echará un vistazo a tus heridas.-

dijo para reconfortarle.

En el momento en el que las voces llegaban apagadas y lejanas vi la cara de Carlo, con su parche frente a la mía. Tumbado boca abajo estaba chupando barro, pues la saliva de mi rostro casi sin vida se mezclaba en una molesta argamasa con el polvo, del que ya ni siquiera notaba su sabor. Carlo seguía moviendo su boca a cámara lenta, y como si flotase, algo me dio la vuelta. Todo sucedía muy despacio, Carlo se agachaba sobre mí, y luego se giraba para hablar con los demás. Los demás... ¿Cuantos seguirían con vida? Intenté preguntarlo pero tan solo logré emitir un débil: Nnngggggghhhhh.... Otro chorro de sangre salió disparado entre mis dedos. !Por sigmar! ¿Cuánta podía tener en el cuerpo para que se escapara?

Pese a la urgencia de la situación y al tono imperativo de las palabras de Carlo me quede quieto en el sitio observando como la sangre no paraba de salir del cuerpo de Ulrich parece un cerdo colgando boca abajo en el matadero. Por la cantidad de sangre en el suelo no creo que le quede mucho tiempo de vida.

Recupere la determinación que había perdido con el golpe del San Bernardo y me acerque a donde estaba el moribundo Ulrich mejor que Erick se encargue del mutante que queda. Yo intentare curar a Ulrich, tengo experiencia en sangrías como esta de acompañar a mi padre al matadero del pueblo a seleccionar la carne de cerdo.

Así que arranque trozos de tela del traje que llevaba el San Bernardo y comencé a vendar y tratar las heridas del pobre mercenario lo mejor que sabía

Un carnicero cirujano y un muerto que decide no morir. El Viejo Mundo está loco. Ulrich se incorpora, aún apoyado en el suelo y mira a su alrededor. Es un lúgubre sótano, con una tintineante antorcha en el suelo y con tres cadáveres en la estancia, pero no puede quejarse. Está vivo. ¡Está vivo! El rollizo halfling, cubierto de sangre del San Bernardo ha sido su salvador.

Frente a ellos, al otro lado del foso el sótano continuaba a izquierda yderecha, y tras ellos la puerta secreta conducía a un estrecho pasillo cavernoso.

Cuando termine de colocar los vendajes en el cuerpo del maltrecho mercenario me aparte resoplando y quitándome el sudor de la frente con la manga derecha. Ni yo mismo me lo creía pero había conseguido parar la pérdida de sangre y estabilizarlo sin que se muriera.

Ya os dije que tenía experiencia con estas cosas. No recuerdo la cantidad de cerdos y reses que he visto trocear para seleccionar los cachos más jugosos. ¡Incluso yo mismo he troceado alguna pieza con estas manos! digo mientras me limpio la sangre de las mismas en las ropas que aún le quedaban puestas al mutante.