Partida Rol por web

Con fuerza redomada aferré la cruz que de mi cuello pendía hasta facerme daño en la mano de la presión con que la sostenía. Preparéme para realizar un ritual que pudiere expulsar de aquel lugar al ser maligno que la entrada nos impedía. 

-Fernando, amigo mío -díjele desde lejos-, necesario es que me concentre pues a fe mía que últimamente no he tenido mucha suerte en lo que a gracia divina se refiere... así pues vos necesito presto, ¡distraedlo unos momentos mientras comienzo el ritual, por lo que más queráis!

Y dispúseme a realizarlo...

Revolviose el remolino contra Fernando, mientras el viento resonaba en los oídos de caballero et alguacil, et una voz de ultratumba volvió a surgir de él, esta vez como si un ensalmo se recitare en derredor de quienes al ser enfrentábanse. Al alzarse la voz cedió un tanto la fuerza del viento, pero el sonido profundo caló a los dos hombres hasta el alma misma, estremeciéndoles.

- Guland bedeinkatu duzu, giza eta estaltzen duzu izurria zauriak dituzten zuk hura sartzeko infernuan.

Sintió Fernando entonces, antes de que pudiera alzar su lanza, cómo un dolor lacerante invadíale todo el cuerpo. Un grito de dolor escapó inevitablemente de sus labios, al tiempo que cientos de úlceras sangrantes abríansele en la piel por todo el cuerpo, empapando sus ropas en su sangre. El terrible tormento al que era sometido el alguacil resultó un espectáculo horroroso de contemplar para don Jofre, quién vio como el suyo siervo hincaba una rodilla en el suelo... mas non se amilanó aqueste, et desde el mismo lugar que se encontraba alanceó al negro remolino que ante él se alzaba. Et, como si de un milagro se tratare, vieron ambos cómo el ser se retorcía, chillando con su voz de ultratumba, al tiempo que retorcíase hacia atrás queriendo alejarse del yerro que habíalo ferido.

Aterrado por el sufrimiento de su hombre, recitó con gran inspiración don Jofre los versos que habían de expulsar a la criatura del lugar. Entonó la cantinela en latín, sin titubeos, et sintió que el poder de Dios acercábase a él, mas tan sólo logró arrancar don Jofre una carcajada de la criatura al intentar repelerla. De repente, una nueva bocanada de aire golpeó al caballero, que fue lanzado hacia atrás por la fuerza del ser, et escapósele de las manos el crucifijo que sostenía, quedándole aquestas percudidas por el golpe.

¿Cómo podía aquella criatura haber despreciado de tal modo el poder divino? Sin duda había de tratarse de algún demonio menor, un siervo del infierno, pues de otra manera non habría podido resistir su poder.

Caí et escapóseme el crucifijo de entre las manos, mas en aquel momento lo único que me importaba era el bueno del alguacil, que bajo la criatura se mantenía aún lanza en ristre, mas malherido como estaba. 

Dábanse golpes dentro de mi testa dos pensamientos enfrentados: el primero, que de alguna extraña manera el increíble Fernando había conseguido herir a la criatura, o al menos habíame parecido a mí dicha cosa, por lo tanto era vulnerable, mas poco podía hacer yo con un cuchillo y rituales que sólo provocaban en la maligna criatura crueles carcajadas. El otro, que debía sacar a mi buen amigo de ese lugar pues sus heridas, aun sangrantes, me preocupaban sobremanera...

Me detuve por tanto un segundo a debatir conmigo mesmo, mientras localizaba el prófugo crucifijo. 

No alcanzaba a atisbar ni una punta del crucifijo, más aún cuando la oscurecida se acercaba, el sol ya declinaba y la luz no era tanta como antes. Ello pues llevome a optar por lo más urgente: acercarme hasta donde estaba mi amigo, ya fuera para atacar a la criatura desde una distancia que mi corta arma pudiere alcanzar o para sacarlo de allí inmediatamente. 

Habíame despertado de pronto; pareciome que todos aquellos días vivía como en un sueño et la idea non habíame hecho suficientemente acertada de cuán peligrosa era aquesta empresa. En este momento habíanse abierto los míos ojos y percatábame del verdadero peligro... mis armas non las tenía, Fernando malherido se encontraba, Mauricio por ahí, dando vueltas et del curandero Pablo nada sabía desde que marchose de mi lado. "Quizás..." pensé para mis adentros "quizás este asalto hémoslo perdido... quizás sea hora de recular et recobrarsalud, armas... et el tino". 

En cualquier caso, non podía más tiempo derrochar en devaneos, lo primero era llegar hasta el ser de viento y Fernando y después, ya fuera para atacar o huir, tiempo ya habría.

"Alea iacta est" pensé para mis adentros "et audentes fortuna iuvat". Facer otra cosa ya non podía a aquestas alturas; así pues, lanceme contra la etérea criatura, coltell en ristre et rezando ambos: por que el remolino dejara de hacer caso al malherido alguacil, et por la bendición previa que lanzara sobre mi cuchillo, que hubiera funcionado rezaba. 

Así que, en llegando presto frente al remolino en desesperado embate, con todas las ganas del mundo lancé puñalada desesperada apuntando al mesmo lugar -o al menos eso yo creíme- donde antes pareciera tener éxito mi compañero. 

Antes de dar punzada al engendro mi piel tornó como la de el cerdo que hierve en el cazo antes de ser servido. Úlceras burbujeantes llenaban la mia piel et atormentaban mi cuerpo, empero mi alma non flaqueaba. ¿Acaso non había sufrido Jesucristo dolor e penurias a manos de los romanos como yo sufría agora?. Tomé aquello como flagelo avivador de la mía fe... ¡et henchíme de nuevas fuerzas!.

Entonces ataqué, una et otra vez, olvidando la defensa, pues visto era que no había refugio posible contra aquella malignidad.

Retorciose el remolino con furia ante el dolor inesperado que había sufrido a manos de Fernando. Sin duda aquella criatura infernal sentíase fuera del alcance de los seres mortales que la embestían, et la revelación de no ser esto así habíala revuelto en furia.

Nuevamente, el viento sacudió el rostro de los atacantes, rociándolo con polvo del bosque, mientras la voz gutural et temible que ya escucharan previamente resonaba en torno a alguacil et caballero.

- Gorroto zure lagun sierveu gorroto nahi zuen, zure Jaunak, kabroia zaldun Gorroto

Las palabras atronaron en el espíritu de los presentes infundiendo en ellos un gran pesar.

Corría don Jofre presto a salvar a su amigo, arrojándose coltell en mano a por el remolino, cuando, de repente, algo fizo detener su carrera. Pues aquella invocación terrible hubo de inyectar en sangre los suyos ojos, et amilanar su espíritu, mientras una furia terrible hacia el que era su siervo invadíale, arrebatándole el control de sí mismo. Luchó contra aquel artificio del demonio, implorando a Dios que le salvase del maleficio, mas resultábale imposible resistir aquella furia impertérrita.

Continuaba Fernando resistiendo ante el ser terrible al que se enfrentaba. Seguían sangrando profusamente las úlceras que cubrían su cuerpo, aunque el dolor se mitigaba poco a poco. Fizo de tripas corazón para alzarse, sosteniendo su lanza mientras escuchaba los pasos de su señor a su espalda, acudiendo en su rescate. La invocación terrible que el ser realizaba non afectole esta vez, pero pudo escuchar un gruñido tras de sí, et supo que su señor había sufrido algún percance. Aquesto diole fuerzas, et dos veces alanceó al viento negro que ante él se alzaba, et dos veces surgió de aqueste un chillido de dolor, terrible et al mismo tiempo alentador. Mas non fue suficiente aquesto, aunque el ser paresciera perder composición de poco en poco.