Partida Rol por web

Sorprendió la luz del día a los tres de Trujillo durmiendo en donde malamente habían tenido ocasión dello. Si bien non estaban unos u otros habituados a grandes lujos, dormir a la intemperie habíales dejado el cuerpo aterido, la garganta seca, et la espalda molida al tacto de los pedruscos. Sobrevivientes a una noche de desmanes, encontrábanse ahora en medio de la campiña, viendo en la cercanía los muros de la villa que había sido su hogar et habíales tornado ahora en proscritos, hasta que hallaren a la bruxa et ante don Diego la presentaran, o la muerte les alcanzare.

Non podía decirse que abundaren las pistas sobre el paradero de la adoradora del demonio. Por lo que le contaron sus criados pudo saber don Jofre que habían descubierto aquestos la identidad de la muxer, que llamábase Ostatxu, y resultaba ser la ayudante del tabernero al que habíanse llevado detenido, et al que después se había encontrado muerto en la celda del mesmo don Jofre, alentando así la acusación de bruxería contra él, pues la muerte del tabernero habíase producido en nefastas circunstancias. A sabiendas de la identidad de la bruxa, habían tenido tiempo de averiguar Fernando et Mauricio que aquesta frecuentaba a un mercader árabe, el cual habíales prestado la información de que la mujer pagábale con monedas con el escudo de los Carrillo, lo que señabala al ilustre don Fernando Carrillo como posible mano negra tras todo el entuerto. También habían tenido ocasión de requisar algunos enseres personales de la bruxa en la que era su vivienda, et habían visto en sus ropas restos de maleza de la que sólo encontrábase en los alrededores de la villa.

Quedaba por saber dónde ocultábase la bruxa ahora que había abandonado su refugio en la villa, et como entraba en el castillo.

Mi señor Jofre.

Mi señor Jofre y la carrera por las circunstancias.

Et no sólo la su piel prestábase a condenada, sino también la de su criado fiel y afable, que era Mauricio, y que en tanto veíaisele por el castillo de Trujillo y en toda la Villa hablando con él. Et además que, en estando ese alguacil tan temido por muchos en el lugar, de ser un segundo visto con nos, que daríanle acusación también de los mesmos cargos que a don Jofre. Era pues, de preciso, encontrar a esa adoradora del diablo cuanto antes, estuviera donde estuviera.

Don Jofre... ¿cómo es que acusáronle de "malas prácticas", como dijo don Íñigo? -le pregunté mientras ya me levantaba y me colocaba las ropas tras dormir a la intemperie-. ¿Nadie dio la cara por vos cuando vinieron a llevaros a las tales celdas? Contadnos, mi señor -le pedí-.

Como puñales lanzados tras la esquina de algún callejón oscuro claváronseme los verdes ojos de Ostatxu durante la noche. Las pesadillas habíanme atormentado sin cesar, et aquel mál sueño sumado a la pernocta al raso non terminó en otra cosa que non fuera un cuerpo mal trecho et dolorido.

Al fin despuntaba lorenzo, quien tímido aún, comenzaba a calentar nuestros tullidos cuerpos. El aire fresco, et el aroma de la tierra bañada por el rocío de la noche, transportóme brevemente a otro lugar. Fue la pregunta de Mauricio, cuya respuesta también intrigábame, lo que me devolvió bruscamente a la actual realidad que nos ocupaba.

Sentado en una roca, con las piernas cruzadas, saqué del zurrón las viandas. Et tras mojar el gaznate devoré con ahinco la endurecida y desabrida hogaza que acompañaría a mi estómago probablemente el resto del día.

Escuché entonces a don Jofre con atención...

Había pasado la noche con la espalda apoyada en una pared cubierto por mi capa, pero ello no había impedido que hubiera acusado el frío. El despuntar del sol apenas había mejorado la situción, pero se agradecía verlo salir como una promesa de renacimiento.

Cuando mi buen Mauricio pidió explicaciones de mi encarcelamiento negué con la cabeza con tristeza mientras me frotaba los miembros para hacerlos entrar en calor. Era normal que preguntara, pero pude notar las miradas que me dirigieron él y Fernando.

-El hombre al que tomamos como preso fue asesinado con artes de brujería et hechicería. Al dejarlo en mi celda, uno de mis hermanos, Llrorenç de Abelló me acusó de haber perpretado yo el asesinato y de tener tratos con la bruja. Tras amenazarme con su espada, marchamos a hablar con Don Diego de Castro, el maestro de Trujillo, quien para mantener la calma y juzgarme tras el apresamiento de la bruja me hizo permanecer en la mazmorra donde me hallásteis.- Dije comentándolo con amargura. Nunca es grato hablar de la desconfianza y el miedo que reina en mi orden.- Los asesinatos y el miedo a la hechicería han echo mella en mi orden. Es una pena, pero no contaremos con la ayuda de mis hermanos. Baste decir que habremos de apañarnos solos por ahora.

Tras el necesario desayuno me erguí. Crujió mi espalda al ser estirada, et tras pertrecharme apropiadamente fablé: ─Prioridad agora es dar con la malnacida bruxa ─miré a don Jofre ─señor, en los ropajes de aquesta, los cuales encontramos en la su guarida, habían restos de maleza de los que sólo encuentranse por aquestos alrededores. ¿Cree vuesencia que debieremos investigar aquestos terrenos? Puedo encargarme yo, en soledad, si es menester.

No me seducía la idea de encontrarme en soledad con aquella bruja si andaba en lo cierto de que por aquí debía, aunque sólo fuera para buscar los componentes de sus hechicerías, rondar alguna que otra vez. La ballesta et la lanza tranquilizaban un poco el mío ánimo, empero en lo profundo de mi sesera sabía yo que tales instrumentos apenas tenían poder sobre la discípula del maligno...

Asentía a mi señor Jofre mientras contaba la historia de su encarcelamiento; todo ello mientras sacaba de mi zurrón algo de comida y comenzaba a "muelear" pan duro, que hacíase delicia en mi boca, y algo de cecina envuelta y grasienta del calor propio de la comarca... Lo que no llegaba a entender...

... es porqué Don Diego hízo a vos -díjele a mi señor Jofre- preso tan de repente, aun siendo como medida cautelar. Habemos pues de recuperar el vuestro honor, mi señor, encontrando a esa bruja y llevándola ante el Maestre. Que también es herir el mío honor.

De honor tenía yo poco, pero si honradez; que más bien el honor de mi señor Jofre lo tomaba yo como mío en consonancia, como empatizando con él y toda su gran persona que era. Más tampoco dejé de apreciar a don Fernando, que ya habíanos salvado también en la contienda con el obispo de Cáceres y al cual había acompañado a buscar a la maldita perra de Satán, la de los ungüentos.

No creo, si me lo permites, Fernando -le dije- que hayas de ir sólo. ¿Et que si te hechiza, Dios nos libre d'ello, con las sus malas artes? Mirad al tabernero, et al cadáver del Salcedo... ¿Iremos con él, verdad Señor? -le pregunté a Jofre-.

Púsose en pie el caballero, dando por concluida la pitanza mañanera, pues mucho había que fazer.

- He de recuperar mi honor, sí, mas prima ante todo hallar a la sierva del demonio, et, como hombre de Dios, non abandonaré esta tarea en otras manos que non sean las mías. - miró a Fernando - Como bien dice el buen Mauricio, mejor ven seis ojos que dos, et mejor combaten tres espadas que una. No ha de quedar nadie solo en aquesta gesta, pues grande es el peligro que entraña, et mejor lo encararemos hombro con hombro que cada uno por su lado.

Dicho lo cual, agarró los pocos bártulos de que disponía, et fizo gesto a Fernando para que encabezara la marcha.

- En vuestro buen criterio et ojos confío, buen Fernando. Guiadnos, por favor.

Sonreíle a mis compañeros; ─Gran honor et alegría es tener compañeros de gran corazón et aún mayor valor. ─y es que había que andar bien provisto de redaños para lanzarse a la caza de aquella poderosa bruxa.

Decidido, encabecé la andadura como bien me había encomendado don Jofre: ojos abiertos, mente despierta, et oído espabilado...

Envuelto en mi manto, seguí tras el alguacil con gesto serio, meditabundo. 

Que una cosa es facer presa a una bruxa, et otra recuperar el honor y respeto de mis pares. Non tienen por que estar ligadas una a la otra, mas a fuerza de fe, ambas deben ser cumplidas et llevadas a cabo. La prisa es mala consejera, pero en este caso y con e tiempo apremiando non hay muchas otras opciones.

Apenas habíanse puesto en marcha cuando, faziendo memoria, recordó el medio que había oído mencionar que al este de Trujillo hallábase una arboleda non muy densa entre colinas, et que en aquesta decíase que habitaba algún que otro animal en grutas. Non era aquesto coto de señores ni nada parecido, así que bien podían resguardarse ahí fugitivos et bandidos, et por supuesto bruxas.

Encamináronse los tres sin un rumbo claro, caminando entre robles, alcornoques et olivos salvajes. Extenso era el terreno de en derredor de Trujillo, et por su camino tan sólo cruzábanse matojos et algún que otro pájaro salvaje. Aquello paresciera como buscar una aguja en un pajar...

En paseando por los pastos amarillento y calurosos de la villa de Trujillo, que no tardé mucho en recordar una pequeña afrenta que ocurrióme en mi llegada a la ciudad. Habiendo creído que don Jofre no era conocido sino en toda aquesta y no sólo en el castillo, que mientras revendía unas telas viejas y usadas, un tipo pareció interesarse por ellas. Decíase Manel, natural de Plasencia (el muy hideputa). Dignóse a "probarse" la tela por sobre la entrepierna y las pantorrillas, pues se jactaba de que su cuñado era sastre y bien podría hacer de "pateras" y con pocos remiendos... Et díjome el muy desgraciado que venía de parte de don Jofre, noble caballero y además bondadoso, y que aqueste habíale dicho que fuera a verme y le regalase cuanta prenda necesitase.

Yo creíle (et desde entonces no "me la dan con queso"), y en tan buena alta estima tenía yo al santiaguista (y tan poco tiempo que llevaba allí y pensé que era conocido por todos) que no dudé en ofrecerle las telas y un par de alpargatas que non valíanme de mucho. Et pueden imaginarse sus mercedes qué ocurrió cuando don Jofre mandó llamarme. En esperando a que al menos diérame las gracias por mi buen gesto, por contra, me anunció que nada tenía que ver con ningún Manel, et menos de Plasencia.

Una furia es lo que híceme entonces, que pese a malas telas, lo suyo habíanme costado. Et que aquesta historia, ni se la conté a mi señor (por mera vergüenza) ni acaba aquí. Al día siguiente volví a la calle del mercado, y ese Manel y su mala sesera que estaban allí, intentando estafar a otro tipo. Yo víle y él me vio, y sus patas, entonces, despertaron y echaron a correr. Et que como actuaba sólo y era tan bajito como un servidor, que no dudé en darme largas tras su estela y...

...en aquella zona llegué yo una vez en busca de un tipo que... -díjele a Jofre y Fernando señalando no muy lejos una arboleda densa entre dos colinas- se había extraviado tras golpearse la cabeza -maquillé un poco la historia-,y se guareció, sin memoria, ahí dentro. Parece sitio para que alguien se esconda. ¿Vamos a ver, señores?

Aquel Manel, una vez dí con él en la arboleda que acababa de señalar, se quedó sin mis prendas y con una buena paliza en su cuerpo.

Me rasqué el mentón con gesto serio mirando la zona que Mauricio señalaba.

-Es un sitio tan válido como cualquier otro.- Musité. Lo cierto es que no había prestado mucha atención sobre explicaciones ni caminatas, que tenía la mente enturbiada, pensando en cómo la bruxa pudo entrar en el castillo para tenderme la trampa. Mas me ensombrecía la pregunta de como supo donde encontrar al desdichado cuando non había nadie que supiera donde se escondía...

Seguí a mis compañeros con las ideas ensombrecidas por traiciones, conjuras y embustes. Por fuerza de males, alguno de mis frateres debe haber tenido tratos con la bruxa... Pues su cabeza acompañará a la de la bruxa en una pica contigua. Mi corazón se había ensombrecido ante este acto. Tendré justicia... Y mi venganza. Pensé con gesto umbrío.

No pude evitar sonreir al escuxar la historia que contaba Mauricio.

Asentíle. ─Lugar propicio sin duda para buscar refugio et cobijo ─miré en derredor buscando algún indicio de presencia humana reciente. Si alguien hubiera pasado por allí habría dejado a buen seguro algún tipo de rastro.

Encaminéme, ballesta en ristre, hacia la arboleda.

Pusiéronse en marcha, feliz Mauricio de haberle sido útil a su señor donde aqueste paresciera estar a otras, et atento Fernando siempre a cualquier amenaza. Hallábase la arboleda en cuestión a un buen rato de caminar, pues habían de bordear buena parte de Trujillo et non acercarse en demasía a las puertas, non fuere a ser que alguien les reconociere et tuvieran un problema. Por suerte para ellos, la irregularidad del terreno ofrecíales natural escondrijo sin necesidad de andar agazapándose como las comadrejas, algo que sin duda non habría agradado al caballero.

Poco a poco, la vegetación se espesó un tanto, quedando rodeados de árbol de corcho*, lo que podría haberles causado algún problema si hubiere quién andare recogiéndolo, aunque por suerte para ellos, aquesto ocurría en época estival**, et nadie andaba rondando entre los árboles. Habían llegado a la susodicha arboleda, et, agora que hallábanse aquí, sintieron cierta extraña calidez que en nada correspondíase con la época del año en la que se encontraban.