Partida Rol por web

Escuche sin atreverme a pensar en nada. Por miedo a delatar lo que podía pensar de todo esto. El problema es que el diablo sabe mas por viejo que por Diablo.

Mi plan no había funcionado del todo. Aunque al menos tenia la palabra de esa cosa si es que servia de algo.

Estaba dispuesta a aceptar cuando un pensamiento paso por mi mente.

Voy a aceptar. Pero antes una ultima pregunta. ¿ No estarás ofreciendo lo mismo a mi hermana?

Y es que ese si que era un plan Demoniaco quedarse con dos almas de una forma tan cruel y retorcida…

-Vale, tú- Dice mirando al "marido". -Vigilia, coge una de esas armas. Y mientras tú. -Dice a la "madre". -Sujeta aquí y haz lo que yo te diga. Esto no va a ser una cirugía milimétrica precisamente.-

El único método funcional para cerrar una herida de corte o una perforación limpia por una bala era por medio de la cauterización de la herida. Aaron lo sabia, seria como morir o mucho peor.

Entonces el robusto hombre saca de su bolsillo una bala. No una bala cualquiera. Una bala de rifle, algo manoseada, abollada y maltrecha.

El coronel se había quedado sin balas un momento atrás, al menos eso parecía.

En aquella misión de rescate en la jungla de las islas del pacifico sucedió un milagro que ahora permitió la curación de James. Y la historia sin borracheras de por medio es la siguiente, hasta donde la recuerda Aaron. Lo demás son conjeturas y suposiciones.

El rescate de prisioneros se había convertido en una verdadera pesadilla. Los Japoneses salían de sus hoyos y trincheras por decenas, más que en cualquier encuentro anterior.

La munición no alcanzo y el combate termino cuerpo a cuerpo contra bayonetas, machetes, palas y espadas samurai. Había cadáveres por todas partes y la sangre convertía en barro el suelo del campo de prisioneros.

Fue cuando el coronel avanzó hacia los pozos donde sus soldados aguardaban el ansiado rescate, cuando el ultimo guardia apunto su rifle al militar. Y Aaron espero el disparo mortal...

Por designio de los dioses o suerte de locos el disparo jamás sucedió. El oxidado rifle japones se trabo y el coronel aprovechó la situación para atacar con su sable de caballería.

El día terminó con algunas bajas y una bala de recuerdo que jamás se separó del coronel hasta este momento.

La pólvora rociada sobre la herida y el mechero de gasolina de James hicieron el resto. Lo que sucedió después 

fue brusquedad, dolor y desmayo.

Un minuto después, al despertar James pudo comprobar que el coronel había cauterizado la herida y vendado con restos de tela.

Que y como lo había hecho era un misterio para el joven empresario pero el resultado era asombroso. La herida le ardía y punzaba por cada centímetro pero sus fuerzas habían regresado.

El rostro de George y de la mujer eran como una loza de granito y el silencio era evidente. Tal vez por lo presenciado...

He... Dijo mirando a las gemelas. He visto vendar amputaciones. Y había visto muchas Creo que puedo echar una mano...

Arrastró los pies hacia las gemelas, y ante la dificultad de agacharse, se dejó caer de rodillas, sintiendo un agudo dolor en el pecho, que le hizo gruñir y toser, y agarrarse el pecho. Soltó la pistola y la cañería-bastón, y se puso manos a la obra.

Los soldados de La Orden afirmaron con un gesto a la respuesta del oficial de policía pero no podían marchar sin más porque entre los presentes había gente muy herida que estaba siendo atendida de forma precaria. Era mejor que nada y solo debían esperar aunque tal acto sumiera a todos en el peligro extremo.

Los ruidos del combate con seguridad atraerán más criaturas, como la polilla a la luz. Pese a la espera, cada uno de los soldados empezó a custodiar los dos extremos del pasillo y las escaleras ante un posible encuentro con otros peligros que pululan en la oscuridad.

Mientras tanto el teniente asistió a Julie con la atención de su gemela Jules, quien casi había perdido el brazo. El estado de ella era semiconsciente y por momentos delirante. Ocasionalmente murmuraba algunas palabras sueltas, cual conversación imaginaria…

Obrar de medico aficionado le trajo recuerdos del frente europeo a Harry, por ejemplo cuando resistió la masacre en las playas del Día D.

Ese día al bajar la rampa de la lancha de desembarco un obús estall{o a pocos metros y los fragmentos de la granada provocaron estragos en las filas delanteras de la unidad. Allí Harry socorrió a su teniente, el cual había perdido medio brazo y parte del rostro. A duras penas logro sacarlo a rastras de la barcaza incendiada y depositarlo detrás de unas rocas.

Tras media hora de agonía el teniente Mason murió y un nuevo Harry Wood emergió de aquella playa teñida de rojo.

Un brazo amputado y dos situaciones completamente distintas, al menos en apariencia porque lo único similar era la misma sensación de muerte.

Tal vez él y la otra gemela hicieron la tarea bien porque Jules comenzó a recuperarse lentamente. En principio recupero la conciencia aunque su voz era débil y apenas podía mantenerse en pie con ayuda.

Sin embargo el suceso afecto a Julie, su hermana, quien por momento parecía estar ausente de todo aquellos que la rodeaba.

El coronel se fija en que James ya había despertado. -Vale, parece que ha funcionado bien-. Dice con un gruñido.

-Aunque te dolerá horrores debemos movernos, quedarnos aquí significaría la muerte a largo plazo. Sigamos hacia los disparos, dudo que quede nadie vivo, aunque nunca se sabe, además podrían quedar armas o balas que podamos usar.-Dice mientras recoge sus dos pistolas ahora descargadas y se vuelve a guardar el casquillo, ahora vacío del cartucho, Aaron no era supersticioso, pero tampoco creía en la suerte, Dios había hecho que no diparase el arma del japonés. Pero aún así guardaba el cartucho como un símbolo del "amor de dios" hacia su hijo.

-Vamos.- Y encabeza la marcha con cuidado, y con el sable bien sujeto.

Eso haría las cosas mucho más divertidas, ¿verdad que si? Ambas hermanas condenándose con tal de salvar a la otra para al final condenarse ambas sin poder salvar a nadie… si, desde luego sería muy entretenido…

La voz parecía alimentar con cada palabra tus miedos, el miedo a que tu hermana se estuviese condenando por tu culpa, el miedo a que sufriese todavía más, el miedo a no poder salvarla, el miedo a perderla para siempre…

Pero no, no le he ofrecido trato ni acuerdo alguno, no le he hecho ninguna oferta y tampoco ningún regalo, ni tan siquiera me he mostrado ante ella, tienes mi palabra. Eso deberá bastarte, pero ahora…

En ese momento, la sombra empezó a encogerse, retrayéndose en un solo punto donde se fue concentrando toda la oscuridad hasta formar una perfecta esfera de absoluta negrura de apenas unos centímetros de diámetro pero que intuías que albergaba un infinito mar de oscuridad en su expresión más pura, una oscuridad que contenía todo lo que aquel ser era… o que tal vez era el propio ser.

Aquella esfera, que concentraba toda aquella oscuridad, se mantuvo inmóvil, suspendida por un instante eterno en el que nada parecía poder ser capaz de afectarla. Nada externo al menos, pues en ese momento sentiste como algo en su interior se estremecía, como su propio núcleo temblaba y agitaba con ello toda su superficie al hacer brotar una corriente de liquida oscuridad que no parecía tener fin, la cual comenzó a rodearte, envolviéndote por los pies y ascendiendo poco a poco como si de una constrictor se tratase pero sin llegar a tocarte hasta que su “cabeza” quedó justo enfrente de la tuya.

Tenemos un trato que cumplir… una apuesta que realizar… un pacto que sellar…

La voz sonaba distinta a como lo había hecho hasta ese momento, más real, más física incluso, como si hasta el momento hubieses hablado con alguien que se encontraba increíblemente lejos y ahora por fin lo tuvieses frente a ti. Cada palabra parecía querer apelar a cualquier brizna de oscuridad que llevases en tu interior, por pequeña que esta fuese, e iba acompañada por un sentimiento de hambre que te hacía estremecer.

Es el momento de hacerlo…

Dijo echando la “cabeza” hacia atrás y lanzándose directa hacia tu corazón, atravesando piel y músculo hasta llegar a este y mezclarse con tu sangre. Tal vez supusieses que aquello te iba a provocar un dolor más allá de cualquier otro que hubieses sentido antes, que el aceptar aquella oscuridad en tu interior helaría tu cuerpo con la desesperación, o que sentirías arder tu alma por su condenación… tal vez imaginases un sinfín de torturas y de dolorosas sensaciones, tal vez imaginases sumirte en el miedo y la desesperación, o tal vez no imaginases nada. Pero fuese como fuese, desde luego que nunca hubieses podido imaginar lo que realmente te esperaba… el Placer.

No era simple placer, era el Placer en su máxima expresión, un placer oscuro, salvaje, prohibido, incontrolable, primigenio, inconmensurable… era demasiado incluso para describirlo, un eterno clímax, un continuo éxtasis que parecía no tener fin. Ni el placer de un encuentro sexual, ni el de tener en tus manos la vida y la muerte de una persona, ni siquiera el de la venganza que obtuviste al acabar con el sacerdote del orfanato en el que tú y hermana estuvisteis, ninguno de ellos alcanzaba siquiera a compararse a lo que ahora sentías. Como ardiente magma, aquella oscuridad viajo por venas y arterias, extendiéndose por cada rincón de tu cuerpo, y con ella el siniestro placer que la acompañaba. Llegó a tu mente, impregnándola con su esencia, adentrándose en cada recuerdo, en cada pensamiento, en cada deseo, bañando tu consciencia y exponiendo por completo cara retazo de tu vida, revelando cada parte de tu ser, incluso aquellas que habías relegado al olvido o que ni tan siquiera conocías. Se filtró por donde nada debería poder filtrarse, llegando hasta tu alma, un alma que a pesar de lo que hubieses podido pensar aún tenía en ella la luz de la salvación en su centro, una esquirla de pura luz incandescente que brillaba con fuerza… y que fue consumida rápidamente por la oscuridad que habías permitido anidar en ti, una oscuridad que se volvió el centro de tu alma y que desde allí empezó a extender infinidad de zarcillos para adueñarse de lo que tarde o temprano sería inevitablemente suyo. Un proceso que duró una eternidad, una eternidad que amenazo con sumirte en la locura, una eternidad comprimida en un simple instante, un instante que te cambió por completo.

Seguías siendo tú. Controlabas tus actos, pensabas con claridad y, en definitiva, aun eras de ti misma. No por mucho tiempo, eso lo sabías, pero de momento aun estabas al mando. Y sin embargo… eras distinta. No era solo el hecho de sentir aquella oscuridad que anidaba en tu alma extendiendo lenta pero constantemente sus tentáculos para tomar posesión de todo tu ser. Tampoco era por la voz en tu mente, una voz que ahora sonaba como si fuese la tuya pero que, al menos de momento, eras capaz de distinguir como perteneciente a aquel ser, una voz que te mostraba imágenes de una sala de gruesas paredes de piedra con círculos mágicos grabados en sangre por toda su superficie y una columna en su centro como lugar de reposo del Grial. No era algo distinto, como si tu cuerpo y mente hubiesen cambiado en algo ligeramente distinto.

Sentías tu cuerpo lleno de energía, una energía oscura y salvaje que pedía, que exigía ser desatada, una energía que prometía darte la fuerza para vencer cualquier obstáculo, la resistencia para soportar cuanto tuvieses que enfrentar, el poder para acabar con todo aquello que se interpusiese en tu camino… pero como bien te había dicho aquel ser, todo tenía un precio, y estaba claro que aquella fuerza no era una excepción, ni mucho menos. Eras consciente, aunque no sabías muy bien como, de que desatar aquella energía era lo mismo que desatar la oscuridad que anidaba en ti, acelerando por tanto la velocidad a la que iba tomando posesión de tu ser. Claro que tal vez llegase el momento en que no tuvieses más opción que arriesgarte a ello. Y junto a tu cuerpo, también tu mente había cambiado, aunque tuviste que esforzarte para notar exactamente en que había cambiado.

Te sentías… libre, desatada, como si contener cualquier impulso fuese una estupidez y lo correcto fuese dejarte llevar por ellos. Tus deseos e instintos más profundos habían aflorado y lo habían hecho más fuertes que nunca. Dar rienda suelta a la violencia que llevabas dentro, apropiarte de lo que quisieses, buscar el placer simplemente porque lo deseabas… las consecuencias no importaban, solo importaba el satisfacer tus impulsos al momento de tenerlos, no había límite alguno. Cualquier tipo de prudencia, moral, sentido común y demás barreras parecían haberse vuelto de humo… y sin embargo, aun eras capaz de controlarlos  con fuerza de voluntad, aunque en el fondo no dejases de preguntarte ¿Por qué no? Sabías, o más bien intuías que permitirte saciar aquellos impulsos bien podía a su vez, saciar, por un tiempo al menos, a la oscuridad que anidaba en tu interior, dándote más tiempo antes de que te devorase por completo… pero claro, en aquel lugar, actuar así podía suponer un riesgo, uno que tal vez te llegases a ver obligada a correr, pero un riesgo al fin y al cabo.

Claro que por lo menos, de momento mantenías el control. Seguías al mando. Tu eras quien decidías que hacer.

De momento

La voz, tu voz, pero que sabías no era la tuya, sonó en lo profundo de tu mente, y sabías que lo que había dicho era cierto. De momento.

La apuesta había empezado.

James soportó la intervención apretando los dientes mientras se esforzaba por enmudecer un grito de dolor, cosa que apenas consiguió. Por un momento volvió a perder la consciencia.

Vale, parece que ha funcionado bien.

Las palabras del coronel parecían confirmar que se había obrado el milagro. James las acogió con incredulidad. Pero lo cierto es que su abdómen abierto había cesado de sangrar. En lugar de aquel charco de sangre, había una herida bastante fea, pero al menos parecía cerrada. Y lo cierto es que aunque débil, se encontraba bastante mejor.  

Las palabras del coronel y su evidente mejoría habían hecho que la mujer saliese de su silencio. Ahora, estaba arrodillada a su lado, sollozando mientras lo abrazaba.

-Gracias, gracias...

-Gracias-contestó James intentando sonreír-Nunca pensé que saldría de esta.

Probó a incorporarse con mucho cuidado. Parecía que su cuerpo respondía bien así que, con la ayuda de su madre, se levantó finalmente y la abrazó.

-Estoy bien, estoy bien.

Luego miró al coronel y asintió.

-Vamos.

James comenzó a andar detrás del coronel, apoyado en su madre, dejando que el marido de Evelyn cerrase la marcha.
 

Luego de la muerte del último Doppleganger la radio receptor cesó su emisión de ruido o simple estática. Quizás el pequeño aparato no funcionaba mal, sino que simplemente todo lo contrario. Desafortunadamente sobro habría otra oportunidad para comprobar esa teoría, y era cuando volviese a funcionar y emitir estática por su pequeño parlante. Eso significaría que el peligro se acerca.

James descendió las escaleras acompañado por la mujer que lo protegió de los monstruos pero la comitiva era encabezada por el coronel y su afilado sable.

Detrás y en último lugar les acompañaba George empuñando el hacha requisada de aquellos horrorosos humanoides.

Para sorpresa de ellos el nivel inferior no se diferenciaba mucho del anterior, solo que allí les aguardaba una sorpresa aún mayor.

Dos hombres protegidos por rudimentarias armaduras de cuero y máscaras de gas les cierran el paso iluminando el rostro de ellos con un farol. - ¡Alto ahí! – amenaza uno de ellos al apuntarles con una ballesta. El segundo de los hombres enmascarados también les bloquea el paso con un garrote con pinchos.

En ese momento James y el coronel vieron por encima de aquellos que les bloqueaban el paso al resto de sus compañeros. Harry Wood, las gemelas y la mujer de George; todos ellos vistiendo atuendos de presidiario y muy malheridos. También presentaban un aspecto demacrado como nunca antes. Estaban tan pálidos y ojerosos como un moribundo, o quizás peor. Todos ellos tenían una herida allí donde les habían curado en el hospital. En el costado inferior del cuerpo, a la altura de la cintura.

Detrás de los dos hombres enmascarados (que era demasiado similares a aquellos que protegían a Vannacutt en el hospital) hay un tercer enmascarado y junto a él se encuentra una mujer que habían conocido en el hospital.

Hacia la otra punta del pasillo yacía un cadáver de grandes proporciones. El cuerpo llevaba una especie de yelmo con forma de caja de hierro, con ropas de carnicero y botas del oficio. Al lado un enorme martillo descansaba pero más importante era lo que estaba sucediendo. Una de las gemelas era atendida por su par y por el teniente. Los cuales intentaban vendar un brazo semi amputado.

Al parecer todos lo habían pasado muy mal.

James, aún apoyado sobre su madre miró al grupo de gente que le había dado el alto. El ver a sus compañeros heridos, mutilados y convertidos en presidiarios no era muy halagüeño, pero él estaba al borde de sus fuerzas ¿Era a eso a lo que se dedicaban en aquel lugar?¿A capturar a gente para realizar experimentos médicos con ellos? En cualquier caso, quizá el Coronel y George estuvieran en condiciones de plantear batalla, pero ni siquiera era fácil de discernir si el hacerlo serviría de algo. Así que intentó llevar las cosas "por las buenas". Y si sus compañeros decidían otra cosa, al menos les proporcionaría una distracción.

-Por favor, no disparen-dijo levantando la mano con la palma levantada-No...deseamos pelear. Hemos...recorrido un largo camino para llegar aquí. Necesito...ayuda.

El coronel observa a todos y cuando los hombres hacen gestos amenazantes el coronel desenfunda un arma con la izquierda y le apunta. -Baja la ballesta.- Aaron habla en tono seco y duro, sabe que no puede disparar, pero por suerte ellos no. 

-No es necesario que nadie más salga herido, baja el arma y hablemos. Somos compañeros suyos- Dice señalando al resto

La actitud del coronel es firme, no va a permitir que los dos desconocidos intenten tomar una posición de fuerza contra ellos, así que intenta como mínimo hacer notar que es tan peligroso como ellos, y que está en posición de hacerse valer. Algo no termina de gustarle en esos tipos tan raros.

James y Aaron son los primeros en reaccionar al encuentro. Uno pidiendo ayuda y el otro de forma un poco mas enérgica aunque conciliador.

- Ni en sueños. Podrían estar controlados por los guardianes de la prisión. Si dicen la verdad demuestren que no llevan ningún gusano gigante en la espalda. Giren lentamente y los dejaremos pasar. - responde el que todavía apunta con la ballesta a los recién llegados.

- ¿Harry, usted conoce a estas personas? - pregunta el segundo guardia al tercero de ellos. Aquel que permanece junto a Sara.

Evelyn estaba derrotada, cansada. Pero no era fisico, era todo mental. Era la unica que no habia recibido nada de daño de los cuatro que estaban dentro de aquella celda, por suerte. Pero no podia evitar sentir algo de culpa por todo lo que habia sucedido. Queria ayudarles, pero a esas alturas no sabia como hacerlo. Sintio ganas de llorar, pero no cayó ninguna lagrima.

Se miró a si misma, en tan deprorable estado. Sucia, arañada, manchada de sangre maloliente, con una bata escueta. Aun recordaba el tacto de la carne fria envolviendo los dedos que uso para sacarse la llave. Todo escapaba de su comprension. ¿Por que todo esto? A veces tenia momentos de lucidez, otras solamente se cegaba y se saturaba. Estaba rozando la locura. No podia pensar con claridad, pero la esperanza de salir de ahi fue suficiente para lograr que se centrara en algo.

- Lo que sea, hay que salir de aqui. Busquemos a la niña donde haga falta. ¿Alguien sabe por donde podemos empezar o como salir de aqui? - finalmente tomó la iniciativa, observando las escaleras y los caminos de alrededor. ¿Cuanto tiempo de paz tendrian para organizarse? ¿Era seguro que avanzaran en un grupo tan grande? Observó al resto, cuando lo del gusano. Automaticamente llevó una mano a su espalda, palpandose para buscar algo irregular en su piel, retorciendose con una mano desde los hombros y otra desde la cadera, rastreandose. Aquella simple idea de otra cosa dentro de su cuerpo le causaba repulsion al punto de que su vacio estomago dio una vuelta dolorosa. Algo... le habia extrañado. ¿Sed, hambre? La ultima vez que recordaba ingerir algo fue en aquel banquete. Si... aquella mesa llena de cosas. ¿Quizás seguia atrapada en algun delirio por la droga y nada era cierto?

James miró al coronel y luego a los tipos. Mientras su compañero siguiese apuntando, esperaba estar a salvo.

-Está bien-contestó James-me giraré para que puedan verlo.

James se quitó lo que quedaba de su camisa para que pudiesen ver mejor su espalda y se dio la vuelta.

-Espero que esto satisfaga su curiosidad. Y respecto a los demás, créame que no viajaría con nadie que estuviese contaminado. Y ahora que he accedido a sus peticiones, les agradecería si nos pudiesen dar una explicación de lo que está sucediendo en este edificio.

Una vez James demuestra que no tiene gusanos gigantes en la espalda ¿en serio? el coronel sigue mosca, -Vale me voy a dar la espalda, así que deja de apuntarme con eso, no tengo intención de dejar que hagas diana conmigo.- Puede parecer algo paranoico, pero el coronel se piensa asegurar que nadie le toma por imbécil y le mate a traición. Cuando el guardia levanta ligeramente la ballesta, a la vez que yo bajo mi pistola, me giro y muestro mi espalda limpia.

-¿Satisfechos todos? Porque efectivamente hay que encontrar a la niña enseguida o esto jamás tendrá fin.-

-¿Y Johan? - apenas pude expresar mediante el dolor que muy maltrecha me tenía. Más aún al ser consciente de que seguía con vida y no estaba junto a quien amaba, buscaba luego de oír aquellas voces conocidas a Johan, que significaba mucho para mi. 

No era mucho lo que podía hacer, salvo dedicarle una mirada a mi hermana y unas palabras a Harry. - Gracias. - me limité a decir mientras me incorporaba poco a poco. Estaba un poco ofuscada, no tenía ganas de continuar con esta miserable vida, pero algo se empeñaba en dejarme aquí. A regañadientes. 

Ya apoyada contra una pared, le dedico una mirada al muñón y suspiro. - Para eso, me hubieras matado Julie. - le recrimina a su hermana, esto no era vida. Claro que no.

-Me temo que Johan no lo consiguió-contestó James lamentándose por ello-una de esas aberraciones lo hirió de muerte en el piso de arriba. Ha sido...una pesadilla. Pensamos que al llegar a la prisión estaríamos salvados pero no es así. ¿Cómo estáis vosotros?¿Y esta gente?¿Es de fiar?

¡Nada de bloquear el paso, ella es mi mujer, por mil demonios! – vocifera George tras ser bloqueado por los guardianes de La Orden.

Tras pasar mil penurias ha logrado sobrevivir un infierno para encontrar a su esposa. Primero fue aquella noche horrible en el barco, luego el naufragio y el desmayo hasta su despertar en la costa, a continuación encontró el cementerio improvisado en la costa y el grupo de Aaron y demás. Finalmente la prisión y la oportunidad de dar con Evelyn. Ahora un par de sujetos no iban a detener su encuentro con su esposa que estaba a punto de perder la cordura.

Ser por su insistencia o las palabras previas de los demás presentes que los dos guardias permitieron el paso de él y los demás. Entonces George corre hasta Evelyn para abrazarla y no soltarla jamás.

¡Amada mía! Finalmente nos reencontramos. De ningún modo volveremos a separarnos… - Sus brazos son como una tenaza de acero al sujetar a su mujer.

Los hombres de La Orden permiten el paso de George y los demás sin aguardar la respuesta de Harry Slaughter. Las pruebas eran suficientes para demostrar que los recién llegados no representaban ningún peligro.

- Está bien, está bien. Pueden pasar, pero no se demoren mucho. Debemos continuar antes que nos encuentren los demás celadores. – habla el primero de ellos, aquel que lleva un garrote y un farol de petróleo. El ambiente es demasiado tenso como para andar a la ligera aunque luego de comprobar que todo está bien su tono de voz cambia e intenta conciliar con los nuevos.

El segundo de ellos comprende la intención de su compañero y con paciencia decide explicar más o menos las inquietudes de los recién llegados.

- Según el Padre Kane este sitio es similar al corazón de la bestia. Aquí se han cometido crímenes horribles cuando la prisión estaba en funciones a principios del siglo pasado. Y todo acabó durante la primera gran guerra, cuando la prisión se transformó en un internado para los soldados mutilados. Ahora que el infierno lo cubrió todo es posible que los sitios como la Prisión de Bar Harbor se hayan transformado en centros de poder para el Maligno. Por eso creemos que los Guardianes del OtroMundo han capturado a la niña y encerrado en las entrañas de su mundo para que no podamos renovar los votos sagrados en la ceremonia de mañana. –

El hombre desmonta su ballesta y la cuelga en su espalda por medio de una correa. Tras examinar la escalera por donde bajaron los recién llegados continúa con su historia.

- Este mundo de eterna oscuridad es veneno para las personas. Su aire putrefacto así como la niebla diurna contaminan los pensamientos de la gente, incitando los peores pecados y los más horrendos crímenes. La prisión es un claro ejemplo. Aquí los muertos son torturados por siempre en un círculo infinito de agonía. Así es como los Guardianes obtienen su poder del sufrimiento de los pecadores.-

Luego de explicar la situación a medias el hombre de La Orden extrae de su alijo una tabla de madera negra tallada con jeroglíficos o algo por el estilo. En el medio de la tabla pende una cuchara en perfecto equilibrio, la cual obra de aguja para una especie de brújula extraña. Tras extraer la tabla y extenderla por las cuatros decisiones el guardián de La Orden anuncia. – Ella esta por aquí, muy cerca. Tal vez haya un pasadizo oculto en este nivel… - 

El coronel observa con atención los jeroglíficos, le son familiares, y se fija en la tabla, parece antigua, el coronel intenta recordar algo de cuando era joven, pero los recuerdos no llegan claros, cuando estaba en la universidad, en una de las clases más estúpidas o eso creía él, en las que solo se hablaba de mitos y leyendas...