Partida Rol por web

La furia de Othmán es tal, que su embiste parece no ser sólo capaz de separar a Gregorio de su amada, sino que probablemente lo lanzará con gran violencia haciéndolo caer al suelo a varias varas de distancia...

Miquel no se rendia y cambio de tactica. Intento aguzar la vista y buscar algun punto donde encajar su cuchillo, en vez de solo dar tajos a ciegas....

Ahora era a mí a quien le llovían todos los ataques y Othmán, aun sabiendo que con aquella oscuridad no era seguro disparar la ballesta, lo hizo. Sentí el aguijonazo del virote en el abdomen y abrí mucho los ojos mientras llevaba las manos a la herida con sorpresa. Di unos pasos atrás para equilibrarme, pero tuve que defenderme de esos cortes que quería darme ese maldito sepulturero... aunque quizá pronto me reuniría yo con Allah.

¿Qué debía hacer? Dolía demasiado y estaba perdida en esa noche oscura... iba a morir enjaulada. Quizá pudiese hacer algo con ese virote, usarlo de defensa, pero temía que si lo sacaba de mí me llevase a un final aun más próximo... pero todo estaba ya perdido ¿qué podía pasar? Y a esa distancia, quizá pudiese herir a ese tal Gregorio y dar una oportunidad a los otros dos con mi muerte.

Así que sin pensarlo más, intenté extraer el virote de mi abdomen y herir a ese hombre que me atacaba*.

Amira, furiosa como una leona acorralada, arranca el virote de su abdomen e intenta apuñalar con el al sepulturero en los ojos. Como era de esperar, sus ataques son baladí, quedando a merced de las argucias de Gregorio...
 

La réplica del sepulturero no se hace esperar, y en dos veloces movimientos, su filo se lanza contra la Qaina, aunque por suerte para esta, el filo sólo encuentra vacío.

Parece que pronto la pendencia llegará a su fin, pues con una Amira herida y un Miquel apunto de desfallecer, la cosa no puede durar mucho más teniendo en cuenta que Gregorio se halla, casi indefenso, tendido en el suelo...

Con la fuerza que me daba el saber que no tenía nada que perder, que quizá no vería una nueva luz y que tenía que ser de ayuda en algún momento, me eché encima de Othmán y el sepulturero al verlos por el suelo. Aquello debía acabar ya o no podrían aguantar mucho más, al menos yo.

Debían desarmar totalmente a Gregorio y quizá lo mejor fuese herir su brazo. Así que traté de clava la punta de la flecha en su hombro, lo más hondo que pudiese para que no pudiese empuñar más el arma en sus manos y así acabar aquella contienda con la menor brevedad posible.

Vi caer a Amira cerca, presa del dolor pensaba yo. Aquello me dio más rabia, como pensaba que no sentiría jamás. ¿Cómo perdonarme aquello? ¡No! Debíamos sobrevivir ambos y cuidarnos el uno al otro.

Con los ojos inyectados en sangre y las manos temblorosas, agarré un gran terruño de tierra tratando de encontrar piedra dura para estampársela en la cabeza a aquel desgraciado.

Gregorio se retuerce como una sanguijuela intentando evitar los embistes que se le vienen...

El marinero no dudo mucho en avanzar sobre Gregorio, mientras invertia la forma de asir el mango del cuchillo. Le dolia el brazo y el tajo, se sentia frustrado, cansado, molesto... Alguien tenia que pagar por eso y no habia victima mas propicia que el desgraciado sepulturero.

Y que viéndose acorralado y desarmado bajo aquellos tres, no tarda el sepulturero en perder los reaños que le quedaban y, como un mozo bobalicón entre sollozos, comienza a cantar más presto y saleroso que la misma Qaina en una fiesta.

¡Que es la bruxa! ¡la bruxa es la culpable! ─espeta sin preáumbulo alguno, soltando tal blasfemia sin más bajo aquella luna. ¡Que pagabame buenos dineros! ¡Si! muchos, muchos dineros. ─gesticula como loco ─habed de piedad, vos lo suplico, ¿qué podía fazer yo? ¡Ella obligábame!.

¡Mirad! ─dice señalando las fosas vacías ─que quería cuerpos... cuerpos frescos. ─entonces se echa las manos al rostro, como queriendo no ver lo que había hecho.