Partida Rol por web

Una de las criaturas logra tener éxito en unos de sus ataques, y sus garras perpetran un gran dolor en mi cuerpo. La herida no es muy grave, pero eso me indica que son resistentes y que siguen superándonos en número.

-Son demasiados y resisten, creo que lo mejor es una buena retirada.

No me gusta huir de una buena pelea, pero no estamos en igualdad de condiciones y algunos de nosotros han sufrido más daño del que podemos permitirnos. Es mejor salir de allí y reagruparnos para decidir otra táctica.

- ¡Vamos, corramos! Tenemos que distanciarnos de esas criaturas.

Hago un disparo, y esquivando los ataques, avanzo hacia donde señala nuestro oficial vulcano.

No se bien de donde vino, pero el último manotazo casi me tiró al suelo y a punto estuve de perder el phaser. Un mareo amenazaba con aumentar el mal momento por el que pasaba y tan solo me dejaba llevar por el instinto de sobrevivir. Ese no era otro que el de disparar y correr, esquivar esas criaturas de pesadilla. Y hacerlo en dirección al lugar donde habían abierta brecha usando una granada.

Voces ordenando instrucciones a mi alrededor que a pesar del caos entendí que debiamos escapar y los Maco nos cubrían. O al menos lo intentarían, sabía que no era fácil con tantos enemigos.

El tobillo y el brazo le ardían dolorosamente, en contraste con el resto de su cuerpo que permanecía peligrosamente frío. Otra de las criaturas abrió un nuevo corte con sus garras exageradamente cerca del su cuello, por donde la sangre comenzó a manar abundantemente.

Diane escuchaba un desagradable pitido en los oídos, que no podía achacarse únicamente a la explosión de la granada, sino que reconocía como uno de los síntomas que amenazaban un desmayo. Volvió a disparar, limpiándose el sudor de los ojos y dejando una marca rojiza sobre su frente. Se encontraba terriblemente mal, pero sus pensamientos no lograban alzarse por el encima del caos del enfrentamiento, impermeabilizándola al miedo, a la rabia o incluso a la comprensión.

Escuchó a medias la voz del vulcaniano, llamándoles e, casi inercialmente, retrocedió hasta donde se encontraba sin dejar de disparar. Confundida, tardó unos segundos en registrar que habían encontrado un camino alternativo, y que podrían utilizarlo para escapar. El aire frío le escocía en la garganta cuando respiraba, pero se forzó a sí misma a encontrar las fuerzas necesarias para huir por el túnel antes de que fuera demasiado tarde.

Las criaturas estaban empezando a hacer daño al grupo de forma preocupante, aunque fuí capaz de esquivar los últimos ataques la presión que ejercían era constante. La granada había abierto una salida, como Sirril pidió tendríamos que mantener un fuego de cobertura mientras ellos abrían completamente el paso.

- Venga, mantened fuego de cobertura. Apuraos con esos cascotes y vayámonos de aquí cagando virutas.

Seguí disparando, confiaba en que pronto pudiéramos salir al exterior, pero quizá eso no fuera suficiente, no estábamos del todo seguro de que no fueran capaces de seguirnos, la situación era crítica.

De a poco las criaturas van cayendo pero no en la velocidad necesaria para que dejen de suponer una amenaza para el grupo expedicionario. A este paso jamás alcanzaran la pirámide ni muchos menos lograran ayudar a la Excalibur ni las setenta personas que aun se encuentran a bordo.

Tal vez ese pensamiento cruzo pro la cabeza del andoriano, quien fue el último en proteger la retirada del los demás a través del túnel adyacente. El abrir un hueco para cruzar no significaría que las bestias salvajes no los siguieran por la nueva vía de escape, y por eso mismo Deibhem opto por una estrategia desesperada.

Cogiendo el rifle de Wilcox, el andoriano termino por empujar al comandante y al timonel por la reciente entrada para luego abrir fuego al techo del viejo túnel y provocar un derrumbe.

El estruendo fue considerable, al igual que la ingente cantidad de polvillo y rocas que llovió sobre los sobrevivientes. Un minuto después, luego de recuperar la compostura, los sobrevivientes se dieron cuenta que el antiguo túnel del cual venían se encontraba completamente derrumbado, cerrando todo el camino de regreso junto a las bestias y a su compañero oficial de tácticas.

Otra vez el grupo decrecía en número. Ahora solo son cinco tripulantes, algunos severamente heridos…

Cuando el polvo se asentó comencé observé a mis compañeros con la linterna de mi fusil, pude ver que las heridas de algunos eran bastante feas. También descubrí el sacrificio de Deibhem, quizá si no lo hubiera hecho habríamos muerto todos. De todas formas debíamos ponernos en marcha, si había mas criaturas no seríamos capaces de hacerles frente en nuestro estado, yo me encontraba perfectamente, pero el resto del grupo, menos acostumbrado a situaciones de combate, estaba herido.

-Venga, no podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Doctora Walker si lleva consigo equipo médico le ayudaré con los primeros auxilios, veo que usted también ha sido herida considerablemente. Lightman a ti te veo con mejor aspecto, ¡echa una mano también!.

Pedí el equipo a la Doctora y comencé a ayudarla como pude a reparar las heridas de nuestros maltrechos compañeros, aunque ella no tenía en absoluto mejor aspecto.

El estruendo en la caverna se pudo oír en toda la compleja red de túneles, cuando Sirril pudo ver tras la nube de polvo no había rastro de aquellos seres. Parecía que habían logrado safarse aunque un simple vistazo le sirvió al vulcanos para ver qué no estaban todos.

Sin duda se salvaron a la fortuna y a la intervención de un valiente, pero no había sentido ni tiempo de ponerse a pensar en los que ya no estaban.

Alférez tracemos una nueva ruta alternativa, debemos seguir.

Un muro de escombros nos separaba de los atacantes, todo gracias a un valiente, alguien por el que no había ni un respiro para detenerse a llorar su pérdida.  

- Si, hemos...hemos..de..seguir...tenemos...Estaba tan desorientada que mi primera frase sonó de forma enigmática, casi incompleta. Antes de terminarla un sentimiento de tristeza me embargaba y una lágrima traicionera surcaba mi rostro.

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Entre lamentos y amarguras la alférez Kuznetzov traza una ruta alternativa a la anterior. Afortunadamente solo un pequeño desvío es el precio a pagar por el derrumbe del túnel.

La cuestión ahora es si podrán llegar en una pieza a la pirámide…

Tras el estruendo de las rocas al caer y el aullidos de los monstruos, quedó únicamente el silencio. Diane se apoyó en la pared, respirando trabajosamente, y dejó caer el peso de su cabeza sobre su propia mano. La pérdida de sangre la hacía sentirse mareada, hasta el punto en que tardó unos segundos en comprender qué era lo que realmente había ocurrido. Cuando se volvió, sin embargo, una sombra de dolor cruzó sus ojos al comprender cuál había sido el coste de su huída.

-El famoso sentido del honor andoriano... ¡será imbécil!- Pensó con rabia, tratando de acallar el frío peso que se había instalado en su corazón. Por mucho que deseara librarse de él y no volver a verle, no se refería exactamente a eso. Una vez más, le tocaba sobrevivir y cargar con el peso de los recuerdos de aquellos que habían caído por el camino. Una muerte más que sumar a la lista de bajas de la Arcadia.

-No se preocupe, comandante, tal vez esté herida pero aún soy capaz de hacer mi trabajo mejor que un aficionado.- Respondió con voz tenue a causa del cansancio, pero todavía firme. Tal vez, exageradamente firme. -Solo tardaré un momento:- Añadió, al escuchar como el señor Sirril les apremiaba. -por la cantidad de manchas verdes adornando su uniforme diría que no va a llegar muy lejos en cualquier caso.

Se lamió el labio inferior, notando el sabor salado de la herida, mientras trataba de detener las numerosas hemorragias y disminuir al mínimo los riesgos de infección que, dado el estado en el que debían de encontrarse los dientes y garras de esos seres, debían ser cuánto menos preocupantes. El piloto, había salido bastante bien parado, dadas las circunstancias. La oficial de comunicaciones... bueno, no tanto.

-Espero que esa lágrima sea por usted y no por los caídos.- Masculló, algo violentada al darse cuenta de que lloraba. -Compadézcase de los vivos, los muertos ya han resuelto todos sus problemas. Además, alguien debía quedarse atrás y el señor Deibhem tomó la decisión por propia voluntad: si eligió ser un mártir es porque se sentía bien con ello.- Indicó, mientras le ajustaba las vendas para evitar que su circulación se detuviera por completo.

Deibhem y Wilcox... el primero ya no tenía ninguna razón para seguir con una vida que solo le aportaba sufrimiento y al segundo apenas lo conocía, como debía ser. -Ninguno de los dos me importa- Se convenció a sí misma de que era cierto.

El vulcano asistió a la doctora cuando le pidió un momento, sin duda si alguno de los hombres se desplomaba el retraso sería mayor, Sirril tenía un fuerte dolor en el costado aquella herida había sido profunda y a cada paso podía notar el fuerte escozor de la carne viva.

Una vez la doctora hizo las curas e vulcano se incorporó

Debemos seguir, sin duda esas criaturas ya nos estarán buscando de nuevo

El vulcano arrancó varios pedazos de uniforme y con algunas piezas fabricó unas rudimentarias antorchas que repartio

Son criaturas primitivas y si hay algo común en ellas es el miedo al fuego, sigamos

Diane mediante el pequeño botiquín realiza algunas curas bastante simples, como por ejemplo vendajes y compresas, y dejando de lado las heridas severas para otro momento. En realidad ella necesita del equipamiento de su enfermería para tratar el estado de sus compañeros.

Por ejemplo la fisiología del Vulcano es difícil de asistir sin el equipo necesario. Otro asunto es curarse a si misma, lo que en su estado es una simple pesadilla. Cuanto desearía ella tener a su ayudante en este momento.

Por otro lado el Vulcano crea antorchas para los presentes con restos de antiguos maderos y telas, que sumado al aceite de una antigua maquina consigue una llama estable para las antorchas.

Al acabar su tarea un fuerte mareo le obliga a tomar un segundo de asiento. En ese momento se percata que su cuerpo ha levantado altas temperaturas en una especie de fiebre. Y para colmo de males sus heridas queman como una brasa candente.

Entonces al ver a los demás heridos Sirril descubre que ellos también se encuentran igual.

Una extraña e indetectable fiebre se apodera de los heridos…

Un poco aturdido por el estruendo de la granada y el desplome del techo, trato de recuperarme descansando mis magullados huesos en el suelo de la caverna. Poco a poco la polvoreda del derrumbe se va desvaneciendo, mostrando un escenario igual de desolador. Casi todos heridos, dos bajas y un ligero rodeo para llegar a su destino, aunque ese era el mal menor siempre y cuando no encontraran más contratiempos.

La buena doctora intenta ayudarnos, y lo consigue en parte. Sus atenciones hacen que mis heridas paren de sangrar y me encuentre un poco mejor. Pero quedo consternado ante su comentario sobre el sacrificio de Deibhem.

- ¡Doctora, no es que se sintiera bien sacrificándose, es que alguien tenia que hacerlo y ninguno de nosotros tuvo las agallas suficientes para morir para que los demás se salvaran!- respondo algo molesto por su tono - Ese andoriano mostró más temple y valor que todos nosotros juntos.

Me levanto, noto un ligero mareo pero se me pasa pronto. Cojo una de las improvisadas antorchas hechas por el científico vulcano.

- ¿Se encuentran todos bien?

- ¿Por que no se calla?. No le pedí su opinión.- Respondí cortante, molesta con el comentario de la doctora y sin molestarme en secar mis lágrimas me aparté de ella nada mas terminó de curar mis heridas. No fuí la única molesta al parecer, Lightman también la amonestó.

Tomé la improvisada antorcha que me tendía Sirril y traté de tranquilizarme para que no me temblara en la mano.

- ¿Se encuentra bien?.- Con la mano libre lo sujeté por el antebrazo a la primera señal que dio de estar mareado hasta que llegó a sentarse. - Apóyese en mi hombro, le ayudaré a caminar si esta indispuesto.- Me di cuenta que pequé de lista pues no estaba en mi mejor momento para brindar ayuda. La frente me ardía y un escalofrió recorrió mi espalda. Tuve que apoyarme por un segundo contra la fría pared..

- No especialmente...la sensación me recuerda como cuando pasé la gripe -  Palpé mis mejillas, debían estar enrojecidas pues estaba acalorada.

Como no podía ser de otra manera, un coro de protestas acompañó a las palabras de Diane. El impulsivo piloto no dudó en soltar una frase sentenciosa, creyendo sonar heroico cuando lo único que se le podía considerar era ignorante. Un solo acto no es suficiente para juzgar a una persona, y ella conocía las circunstancias del andoriano mucho mejor que cualquiera de ellos. Dejó escapar un suspiro hastiado, que daba muestras tanto de su cansancio físico como psicológico, y sacudió la cabeza en una negación por toda respuesta.

La respuesta de Kuznetzov, por su parte, sí que no pudo dejarla pasar cuando se expresaba en un tono tan descortés. Le lanzó una larga mirada mientras la observaba acudir hacia el señor Sirril, antes de responder con frialdad -Curiosas palabras para una oficial de comunicaciones, no me extraña que las negociaciones con los Gorn hayan sido infructuosas.- Respondió, sarcásticamente, mientras guardaba el resto de su escaso material médico en el maletín.

Se sorprendió a sí misma notando su voz extrañamente temblorosa: tal vez estaba algo molesta, dolorida y asustada, pero no como para perder la compostura de esa manera. Volvió a buscar apoyo en la pared, pero fue entonces cuando se dio cuenta de que tampoco era capaz de mover sus brazos con naturalidad.

Empezó a tener escalofríos, notando al mismo tiempo demasiado frío y demasiado calor. Apenas unos segundos más tarde, las piernas dejaron de sostenerla y cayó al suelo a pesar de todos sus esfuerzos por mantenerse en pie. -Lo sabía...- Pensó, sin ningún ápice de alegría al descubrir que estaba en lo cierto -...esas garras nos iban a hacer coger una infección.

-No estamos en situación de retrasarnos por algo como esto...- Pensó con fastidio, tratando de encontrar una solución a pesar de su estado. Ella no tenían las características para ser parte de un equipo de exploración en tierra: su misma bajada al planeta había sido un error desde el principio. 

Sirril se tambaleó por un instante, sin duda aquellos seres eran portadores de algún tipo de veneno o infección que había en puesto en guardia al sistema inmunológico del vulcano. Con la ayuda de Aleksandra pudo incorporarse tras unos segundos encontrándose bien de nuevo.

Déjense ya de discusiones estériles, necesitaremos de todas las fuerzas que puedan guardar. Así que guarden sus opiniones y sentimientos para luego o pronto tendrán a otras 70 personas a las que llamar héroes.

Sacando fuerzas de flaqueza el vulcano se irguió levantando su antorcha y se puso en camino.

En medio de una posible enfermedad contagiosa el grupo avanza a los tropezones por media hora a marcha reducida. Según los cálculos en tan solo tres horas la Excalibur se estrellará contra el planeta si el rayo tractor no es detenido.

El Vulcano avanza con la ayuda de la oficial de comunicaciones, quien se encuentra mejor pese a la fiebre y sus heridas han mejorado considerablemente con la cura de Walker. El timonel también sufre de mareos y temperatura alta pero aun puede andar, no es el caso de Diane que comienza a sufrir los síntomas y antes de ser derribada por la afección logra analizar el mal en común con su tricorder medico.

El tricorder detecta un virus alienígena que rápidamente ataca el sistema nervioso central, destruyendo poco a poco la motricidad para finalmente acabar con el infectado. Es un virus primigenio que se transmite por la sangre, en el caso de los ataques de los monstruos.

Jankoswky para no retrasar la marcha carga en sus espaldas a Walker mientras deciden las próximas acciones. Así avanzan hasta alcanzar un recodo en donde todos escuchan que algo se acerca. Es un zumbido un tanto extraño....

El virus parecía haberse extendido por todo el grupo, sin duda los resultados del tricorder de la doctora eran claros y poco había que hacer para tratarlo en aquellas circunstancias.

El equipo avanzaba no sin pocas penurias cuando un nuevo extraño sonido alerto al grupo, esta vez parecía algo diferente un zumbido extraño que sin duda no parecía producido por aquellas bestias.

Pónganse a cubierto, podría tratarse de un vehículo o algún tipo de animal volador... sea lo que sea se esta acercando. Sirril se recosto sobre una de las paredes del tunel con la ayuda de Aleksandra. Alferez escaneo de formas de vida o metales intente identificar que es eso. Jankowsky ponga a salvo a la doctora y tome posiciones en vanguardia junto al señor Lightman.

- Lo que nos faltaba... La Excalibur en caída libre, y nosotros atrapados en estos túneles y con una gripe más que mortal. Ya no se que más nos puede pasar.

Ante las órdenes de Sirril, cojo mi pistola y hago un escrutinio a mi alrededor, aunque no me percato de nada. La fiebre y el cansancio, en menor medida, hacen mella en mi cuerpo y no me dejan concentrarme demasiado.

- ¿Y ahora que demonios será? ¿Es que esto tiene que estar plagado de contratiempos?

Sabía que la doctora era una mujer seria pero se comportaba extremadamente fría con sus heridos compañeros. La reciente pérdida de Deibhem les había afectado, a mi también por supuesto, a mi manera, estaba acostumbrado a perder gente en las refriegas y a posponer el dolor para otro momento, ahora teníamos que salir de aquí. 

La situación empeoraba a cada paso, habíamos escapado de los peligrosos habitantes de B-Sygnus pero ahora luchábamos contra otro habitante del planeta. Una amenaza invisible en forma de enfermedad vírica parecía haberse cebado con la doctora y no tardaría en hacerlo con nosotros si no lográbamos salir de aquí. Para colmo de males algo venía hacia nosotros y no teníamos donde huír.

Coloqué a la doctora a un lado, sentándola en el suelo apoyada en una columna, le eché el pelo para atrás y la miré.

-Se que es usted una mujer fuerte, saldremos de aquí.

Me puse en pié y eché mano de mi fusil, algo me decía que lo necesitaría de nuevo.

-Pónganse en guardia, busquen una cobertura si es posible.

Iluminé la zona de la que provenía el constante zumbido y escrudriñé la oscuridad tratando de, en vano, ver algo.